July 27th, 2025
1015 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 27 de julio del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos invita a pedir al Padre para poder a adorar (XI):
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV1960)
Las reflexiones acerca de la necesidad de estudiar cuidadosamente la cristología bíblica han desatado mucho interés en nuestros lectores. No saben cuánto agradecemos las reacciones y los comentarios que nos han compartido. Es correcto y muy sensato afirmar que el análisis del diálogo de Cristo con la mujer samaritana se eleva y se inserta en otros escenarios cuando conocemos los conceptos básicos de la cristología y particularmente la que Juan describe en el Cuarto Evangelio.
Estos datos se revisten de importancia cuando conocemos los contextos en los que estos materiales bíblicos fueron escritos. Por ejemplo, el Cuarto Evangelio fue inspirado por el Espíritu Santo cuando la Iglesia de finales del primer siglo comenzaba a enfrentar un ataque frontal de las corrientes gnósticas.
Lamentablemente no tenemos espacio suficiente en esta batería de reflexiones para presentar un análisis exhaustivo del gnosticismo. No obstante, hemos decidido presentar algunos elementos básicos de esa corriente filosófica y religiosa para beneficio de aquellos que no la conocen.
El gnosticismo se diferencia del cristianismo ortodoxo (que enfatiza la fe y la gracia divina) en el énfasis que hace en el conocimiento secreto (gnosis) como el camino hacia la salvación. Este tiene sus orígenes en el pensamiento religioso y filosófico de la antigüedad. Esto es, sus raíces se originan antes del nacimiento de Cristo y su desarrollo ocurrió en los primeros siglos de la Era Cristiana. El avance de esta corriente ocurre principalmente en el entorno cultural del Mediterráneo oriental. Allí se produjo el sincretismo, la mezcla de las tradiciones judías, cristianas, griegas y orientales.
Esta corriente se caracteriza por su enfoque dualista, que sostiene la existencia de dos principios opuestos y antagónicos en el universo. Algunos ejemplos de estos son: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el espíritu y la materia; Dios es bueno y perfecto mientras todo lo creado es malo y perverso. Según los gnósticos, el mundo material es imperfecto y corrupto, mientras que la naturaleza espiritual es la que es realmente auténtica. Esto último es el producto de la filosofía platónica. Los gnósticos proclamaban que esta realidad se encuentra más allá de la esfera terrenal.
Esta corriente filosófica y religiosa predica que la gnosis se obtiene por medio de la revelación del conocimiento. Esta revelación trata acerca de la comprensión de misterios. Estos postulaban que la revelación y la adquisición de este conocimiento no se consiguen por la fe. Además, que esa revelación es la que produce la “redención.”[1],[2]
A continuación, unas citas directas que pueden ayudarnos a desarrollar una comprensión más robusta del significado de lo antes expuesto:
“Principios del gnosticismo
El gnosticismo se caracteriza por ciertos principios fundamentales:
El Cuarto Evangelio es, entre otras cosas, una respuesta directa a las amenazas de esta corriente en la vida de la Iglesia del primer siglo.
Algo similar ocurre con la Carta a los Colosenses que fue escrita por el Apóstol Pablo muy cerca de su muerte. Esto es, cuando el ataque de las corrientes filosóficas y de las religiones orientales comenzaban a dejarse sentir en la Iglesia incipiente. Los estudiosos de esta carta nos han informado que la cristología que encontramos en esta es una muy particular. De hecho, hay un trabajo monumental acerca de esto en el libro sobre cristología paulina que escribió el Dr. Gordon D. Fee.[5]
No tenemos el espacio para analizar todo aquello que es relevante a la relación entre la cristología que encontramos en esta carta y los ataques del gnosticismo. Aun así, presentamos algunos argumentos que se desprenden del análisis del primer capítulo de la carta antes mencionada.
El Profesor Warren W. Wiersbe [6]señala en su análisis de la Carta a los Colosenses que los maestros del gnosticismo afirmaban que Dios creó los mundos mediante una serie de emanaciones de sí mismo y que Cristo era una de ellas. Esta es una de las razones por las que Pablo afirma en el primer capítulo que Cristo no es una emanación de Dios, sino que es Dios mismo (Col 1:19). O sea, que Cristo no es un Demiurgo porque Él es Dios. El Apóstol dice que en Cristo habita toda la plenitud de Dios: todo Dios está en Él. Pablo continúa diciendo que Cristo es la imagen (“eikōn”, G1504), la reproducción visible y exacta de Dios (Col 1:15-17). Pablo añade que Cristo creo (“ktizō”, G2936) y por tanto es el dueño (“propiedad del fabricante”) de todas las cosas.
Pablo continúa diciendo que Cristo es el que posee el primado (“prōtotokos”, G4416) de todo y que todo lo creado, “tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (v.16b). Además, Pablo añade que Cristo es anterior a todas las cosas y que estas subsisten (“sunistaō”, G4921) en Cristo; se mantienen y son exhibidas en Cristo. Esto es sin duda alguna la demostración de la preminencia de Cristo en la creación. Al mismo tiempo, medicina celestial en contra del gnosticismo.
Añadimos algunos datos interesantes: Wiersbe también presenta que Cristo es preminente en la Iglesia y que esta es el cuerpo de Cristo (Col 1:18-23). Este amado profesor añade a todo esto que Cristo es preminente en el ministerio del Apóstol Pablo (1:24-29).
Ahora bien, Pablo comienza la alocución escrita del primer capítulo de esta Carta señalando que los creyentes en Cristo tenemos acceso a todo esto mediante el ejercicio de escuchar y recibir el mensaje de la palabra de verdad del Evangelio (vv.5-6). Pablo concluye esta alocución subrayando que todo esto fue ganado para nosotros en la cruz del Calvario y que lo único que se nos pide es continuar creyendo. O sea, que somos salvos por la fe que nos lleva a creer y a seguir creyendo (Efe 2:8) y no por lo que conocemos. Esto es, que la redención no se obtiene mediante el conocimiento, sino mediante la sangre que Cristo derramó por nosotros en la cruz del Monte Calvario.
Veamos cómo lo dice el primer capítulo de la Carta a los Colosenses;
“19 A Dios le agradó que todo lo que él es habitara plenamente en Cristo. 20 Y con gusto decidió reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra. Dios hizo las paces con nosotros a través de la sangre que Cristo derramó en la cruz. 21 Antes, ustedes estaban alejados de Dios y su manera de pensar los hacía enemigos de Dios porque practicaban la maldad. 22 Pero ahora Dios, por medio de la muerte física de Cristo, los ha convertido en sus amigos. Cristo murió para presentarlos santos ante Dios, es decir, sin ninguna mancha ni maldad que pueda ser juzgada por Dios. 23 Cristo hará esto si siguen creyendo en la buena noticia que escucharon. Tengan una buena base y manténganse firmes en su fe. No se alejen de la esperanza que les da la buena noticia, que se ha contado en todas partes del mundo y que como siervo yo, Pablo, ayudo a anunciar.” (Col 1:19-23, PDT)
Repetimos que estos versos bíblicos sostienen que la única manera de tener acceso a estos regalos de gracia es a través del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Estos versos sostienen que no es a través del conocimiento que “la chispa divina” se enciende en nosotros. Esto es, para convencernos de que debemos insertarnos en el mundo espiritual porque el mundo material es maligno e inferior (visión dualista el universo). Lo que Pablo afirma aquí es que nosotros estábamos alejados de Dios, porque nuestra forma de pensar nos convirtió en enemigos de Dios, porque practicábamos la maldad. Pablo enfatiza que la muerte física de Cristo (v.22), el derramamiento de su sangre en la cruz (v.20) es la “metodología” utilizada por Dios para que Cristo pueda presentarnos ante el Padre como santos, sin ninguna mancha ni maldad que pueda ser juzgada por el Señor.
Pablo dice más: él señala que el sacrificio de Cristo es lo único que puede conseguir que nos den a conocer dos cosas:
Esto es, “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (v.27b). Destacamos aquí que Pablo inserta intencionalmente la identificación del misterio. Él hace esto para cancelar las influencias de la búsqueda del conocimiento de misterios que las religiones orientales procuraban insertar en el mensaje de la iglesia de los primeros siglos. O sea, que la Iglesia no se salva por su conocimiento acerca de Dios. La Iglesia se salva porque ha decidido creer y aceptar que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario es más que suficiente para conseguir el perdón de nuestros pecados, darnos la salvación y obsequiarnos la vida eterna.
Tenemos que destacar que antes de estas expresiones, el Apóstol señala de manera intencional que hay tres (3) razones para dar gracias al Señor (Col 1:12b-13):
En otras palabras, que es Dios y no el conocimiento quien nos hace aptos para recibir el regalo de la gracia, el que nos libra de la potestad de las tinieblas y nos traslada al reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Los próximos versos de ese pasaje bíblico vuelven a explicar que la “metodología” utilizada por el Señor para darnos redención, para que podamos conseguir esto, no es el conocimiento. La “metodología” es la siguiente: “tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (v.14)
El Apóstol comienza a ofrecer las conclusiones de este capítulo recordándole a la iglesia en Colosas lo que Cristo hizo por nosotros para hacer posible que pudiéramos disfrutar de este galardón inmerecido:
“21 Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado 22 en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él;” (Col 1:21-23)
Añadimos a todo esto que Pablo presenta otra dimensión de este mensaje en los versos once al quince (11-15) del segundo capítulo de esta carta (Col 2:11-15).
Es obvio que todos estos planteamientos cristológicos tienen como uno de sus objetivos principales poder cancelar la agenda gnóstica y la de otras religiones y filosofías orientales que intentaban adentrarse en la iglesia. En otras palabras, que el uso de la cristología en esta Carta perseguía unos objetivos específicos. Podemos afirmar que esto mismo sucede con el Evangelio de Juan, así como con todos los Evangelios y las Cartas del Nuevo Testamento.
Sabemos que debemos y podemos realizar esta clase de análisis en toda la literatura del Nuevo Testamento. Sabemos que los análisis exegéticos que hagamos, al igual que nuestras interpretaciones de estos materiales, enriquecerán nuestra vida cristiana. De esta manera también serán impactadas las predicaciones, las enseñanzas y nuestros testimonios.
Regresando al análisis del capítulo cuatro (4) del Evangelio de Juan, tenemos que volver a enfatizar otra característica de Cristo que Juan destaca. Esta es: nuestro Señor quiere ser conocido y quiere dar a conocer al Padre. Este tema es uno neurálgico para la fe cristiana, particularmente de cara a lo que hemos expuesto acerca del gnosticismo.
Comenzamos diciendo que los profetas del Antiguo Testamento señalaban frecuentemente este anhelo: Dios quiere que le conozcamos (Isa 37:20; Jer 24:7; Eze 38:16; Dan 4:17). El Cuarto Evangelio afirma que es Cristo, el Hijo de Dios el que puede conseguir que esto sea hecho realidad.
“18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Jn 1:18)
De hecho, Juan afirma en ese Evangelio que el regalo de la vida eterna depende de esa acción: la de conocer (“ginōskō”, G1097).
“3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.” (Jn 17:3-4)
¿Cómo podemos alinear y armonizar estos requisitos sin caer en las corrientes gnósticas?
El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) señala, de primera instancia, que el vocablo utilizado por Juan denota el acto de conocer, más que el conocimiento mismo.[7] Los escritores de este artículo señalan lo siguiente:
“La visión cristiana del conocimiento está, por lo tanto, determinada en gran medida por el Antiguo Testamento. [Se trata de] un reconocimiento obediente y agradecido de las obras y exigencias de Dios que se vincula con el conocimiento de Dios y de lo que Él ha hecho y exige. Es en consonancia que este conocimiento cristiano no es una posesión inamovible, sino que se desarrolla en la vida del cristiano como obediencia y reflexión duraderas. Por esta razón, la gnosis se considera un don de la gracia que marca la vida del cristiano al determinar su expresión (1 Cor 1:5; 12:8; 2 Cor 8:7; 1 Cor 1, 2)…”[8] (Traducción libre)
“Además de su uso ordinario, la palabra aquí denota enfáticamente la relación con Dios y con Jesús como una comunión personal en la que cada uno está decisivamente determinado por el otro en su propia existencia. Así como la relación entre el Padre y el Hijo, …. es un mutuo ‘ginoskein’, también lo es la relación entre Jesús y los suyos (Jn 10:14s., cf. 7:29; 8:55)…... Pero si quien conoce está determinado en su existencia por quien es conocido, el significado del conocimiento está determinado por la naturaleza de quien es conocido. Puesto que Dios y el Hijo son y tienen vida (5:26), conocer a Dios y a Jesucristo es vida eterna (17:3), y basta con que se nos muestre al Padre (14:8).”[9]
¿Por qué necesitamos conocer todos estos datos? La razón es muy sencilla: es en este contexto que Cristo le dice a la mujer samaritana que ella necesitaba conocer a aquél que le estaba hablando. O sea, el contexto de la relación de la comunión personal que existe en la Trinidad y que nosotros debemos procurar. No olvidemos que nosotros también necesitamos hacerlo.
Es muy importante señalar que la relación del conocimiento que se describe aquí se entiende como amor, porque Dios es amor, de modo que el ser humano que se relaciona con Él se relaciona como quien ama.[10] Veamos cómo lo dice la Biblia:
“8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Jn 4:8)
“15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.” (v. 16)
En otras palabras, que este conocimiento no se obtiene mediante la revelación de algunos misterios. El conocimiento de Dios que la Biblia describe se obtiene mediante la acción de aprender a amar al Señor porque hemos creído en Él y porque hemos recibido el testimonio de su amor.
“4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efe 2: 4-9)
“10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. 13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.” (1 Jn 4:10-13)
[1] https://psicologiaymente.com/cultura/gnosticismo
[2] https://ec.aciprensa.com/wiki/Gnosticismo
[3] Divinidad o ente que creó el universo: https://definicion.de/demiurgo/
[4] https://www.significados.com/gnostico/
[5] Fee, Gordon D. (2007). Pauline Christology: An Exegetical-Theological Study, Hendrickson Publishers, Inc., pp. 287-336
[6] Wiersbe, W. W. (1992). Wiersbe’s expository outlines on the New Testament (pp. 577–578). Victor Books.
[7] Bultmann, R. (1964–). γινώσκω, γνῶσις, ἐπιγινώσκω, ἐπίγνωσις, καταγινώσκω, ἀκατάγνωστος, προγινώσκω, πρόγνωσις, συγγνώμη, γνώμη, γνωρίζω, γνωστός. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 690). Eerdmans.
[8] Op.cit., (electronic ed., Vol. 1, pp. 707–708). Eerdmans.
[9] Op.cit., (electronic ed., Vol. 1, p. 711). Eerdmans.
[10] Op. cit.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos invita a pedir al Padre para poder a adorar (XI):
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV1960)
Las reflexiones acerca de la necesidad de estudiar cuidadosamente la cristología bíblica han desatado mucho interés en nuestros lectores. No saben cuánto agradecemos las reacciones y los comentarios que nos han compartido. Es correcto y muy sensato afirmar que el análisis del diálogo de Cristo con la mujer samaritana se eleva y se inserta en otros escenarios cuando conocemos los conceptos básicos de la cristología y particularmente la que Juan describe en el Cuarto Evangelio.
Estos datos se revisten de importancia cuando conocemos los contextos en los que estos materiales bíblicos fueron escritos. Por ejemplo, el Cuarto Evangelio fue inspirado por el Espíritu Santo cuando la Iglesia de finales del primer siglo comenzaba a enfrentar un ataque frontal de las corrientes gnósticas.
Lamentablemente no tenemos espacio suficiente en esta batería de reflexiones para presentar un análisis exhaustivo del gnosticismo. No obstante, hemos decidido presentar algunos elementos básicos de esa corriente filosófica y religiosa para beneficio de aquellos que no la conocen.
El gnosticismo se diferencia del cristianismo ortodoxo (que enfatiza la fe y la gracia divina) en el énfasis que hace en el conocimiento secreto (gnosis) como el camino hacia la salvación. Este tiene sus orígenes en el pensamiento religioso y filosófico de la antigüedad. Esto es, sus raíces se originan antes del nacimiento de Cristo y su desarrollo ocurrió en los primeros siglos de la Era Cristiana. El avance de esta corriente ocurre principalmente en el entorno cultural del Mediterráneo oriental. Allí se produjo el sincretismo, la mezcla de las tradiciones judías, cristianas, griegas y orientales.
Esta corriente se caracteriza por su enfoque dualista, que sostiene la existencia de dos principios opuestos y antagónicos en el universo. Algunos ejemplos de estos son: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el espíritu y la materia; Dios es bueno y perfecto mientras todo lo creado es malo y perverso. Según los gnósticos, el mundo material es imperfecto y corrupto, mientras que la naturaleza espiritual es la que es realmente auténtica. Esto último es el producto de la filosofía platónica. Los gnósticos proclamaban que esta realidad se encuentra más allá de la esfera terrenal.
Esta corriente filosófica y religiosa predica que la gnosis se obtiene por medio de la revelación del conocimiento. Esta revelación trata acerca de la comprensión de misterios. Estos postulaban que la revelación y la adquisición de este conocimiento no se consiguen por la fe. Además, que esa revelación es la que produce la “redención.”[1],[2]
A continuación, unas citas directas que pueden ayudarnos a desarrollar una comprensión más robusta del significado de lo antes expuesto:
“Principios del gnosticismo
El gnosticismo se caracteriza por ciertos principios fundamentales:
- Los gnósticos creen en una división fundamental entre el mundo material, que es imperfecto o maligno, y el mundo espiritual, que es perfecto y puro.
- La salvación no se obtiene por la fe o las buenas obras, sino por el conocimiento profundo y espiritual de la verdadera naturaleza del ser y del universo.
- Los gnósticos identifican al creador del mundo material como una divinidad inferior, el Demiurgo[3], que es responsable de la imperfección y el sufrimiento en el mundo.
- Para los gnósticos, cada ser humano posee una chispa divina atrapada en su cuerpo material, y su objetivo es liberarla mediante el conocimiento.”[4]
El Cuarto Evangelio es, entre otras cosas, una respuesta directa a las amenazas de esta corriente en la vida de la Iglesia del primer siglo.
Algo similar ocurre con la Carta a los Colosenses que fue escrita por el Apóstol Pablo muy cerca de su muerte. Esto es, cuando el ataque de las corrientes filosóficas y de las religiones orientales comenzaban a dejarse sentir en la Iglesia incipiente. Los estudiosos de esta carta nos han informado que la cristología que encontramos en esta es una muy particular. De hecho, hay un trabajo monumental acerca de esto en el libro sobre cristología paulina que escribió el Dr. Gordon D. Fee.[5]
No tenemos el espacio para analizar todo aquello que es relevante a la relación entre la cristología que encontramos en esta carta y los ataques del gnosticismo. Aun así, presentamos algunos argumentos que se desprenden del análisis del primer capítulo de la carta antes mencionada.
El Profesor Warren W. Wiersbe [6]señala en su análisis de la Carta a los Colosenses que los maestros del gnosticismo afirmaban que Dios creó los mundos mediante una serie de emanaciones de sí mismo y que Cristo era una de ellas. Esta es una de las razones por las que Pablo afirma en el primer capítulo que Cristo no es una emanación de Dios, sino que es Dios mismo (Col 1:19). O sea, que Cristo no es un Demiurgo porque Él es Dios. El Apóstol dice que en Cristo habita toda la plenitud de Dios: todo Dios está en Él. Pablo continúa diciendo que Cristo es la imagen (“eikōn”, G1504), la reproducción visible y exacta de Dios (Col 1:15-17). Pablo añade que Cristo creo (“ktizō”, G2936) y por tanto es el dueño (“propiedad del fabricante”) de todas las cosas.
Pablo continúa diciendo que Cristo es el que posee el primado (“prōtotokos”, G4416) de todo y que todo lo creado, “tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (v.16b). Además, Pablo añade que Cristo es anterior a todas las cosas y que estas subsisten (“sunistaō”, G4921) en Cristo; se mantienen y son exhibidas en Cristo. Esto es sin duda alguna la demostración de la preminencia de Cristo en la creación. Al mismo tiempo, medicina celestial en contra del gnosticismo.
Añadimos algunos datos interesantes: Wiersbe también presenta que Cristo es preminente en la Iglesia y que esta es el cuerpo de Cristo (Col 1:18-23). Este amado profesor añade a todo esto que Cristo es preminente en el ministerio del Apóstol Pablo (1:24-29).
Ahora bien, Pablo comienza la alocución escrita del primer capítulo de esta Carta señalando que los creyentes en Cristo tenemos acceso a todo esto mediante el ejercicio de escuchar y recibir el mensaje de la palabra de verdad del Evangelio (vv.5-6). Pablo concluye esta alocución subrayando que todo esto fue ganado para nosotros en la cruz del Calvario y que lo único que se nos pide es continuar creyendo. O sea, que somos salvos por la fe que nos lleva a creer y a seguir creyendo (Efe 2:8) y no por lo que conocemos. Esto es, que la redención no se obtiene mediante el conocimiento, sino mediante la sangre que Cristo derramó por nosotros en la cruz del Monte Calvario.
Veamos cómo lo dice el primer capítulo de la Carta a los Colosenses;
“19 A Dios le agradó que todo lo que él es habitara plenamente en Cristo. 20 Y con gusto decidió reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra. Dios hizo las paces con nosotros a través de la sangre que Cristo derramó en la cruz. 21 Antes, ustedes estaban alejados de Dios y su manera de pensar los hacía enemigos de Dios porque practicaban la maldad. 22 Pero ahora Dios, por medio de la muerte física de Cristo, los ha convertido en sus amigos. Cristo murió para presentarlos santos ante Dios, es decir, sin ninguna mancha ni maldad que pueda ser juzgada por Dios. 23 Cristo hará esto si siguen creyendo en la buena noticia que escucharon. Tengan una buena base y manténganse firmes en su fe. No se alejen de la esperanza que les da la buena noticia, que se ha contado en todas partes del mundo y que como siervo yo, Pablo, ayudo a anunciar.” (Col 1:19-23, PDT)
Repetimos que estos versos bíblicos sostienen que la única manera de tener acceso a estos regalos de gracia es a través del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Estos versos sostienen que no es a través del conocimiento que “la chispa divina” se enciende en nosotros. Esto es, para convencernos de que debemos insertarnos en el mundo espiritual porque el mundo material es maligno e inferior (visión dualista el universo). Lo que Pablo afirma aquí es que nosotros estábamos alejados de Dios, porque nuestra forma de pensar nos convirtió en enemigos de Dios, porque practicábamos la maldad. Pablo enfatiza que la muerte física de Cristo (v.22), el derramamiento de su sangre en la cruz (v.20) es la “metodología” utilizada por Dios para que Cristo pueda presentarnos ante el Padre como santos, sin ninguna mancha ni maldad que pueda ser juzgada por el Señor.
Pablo dice más: él señala que el sacrificio de Cristo es lo único que puede conseguir que nos den a conocer dos cosas:
- “el misterio que había estado oculto desde los siglos y las edades.” (v. 26a)
- “las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles;”
Esto es, “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (v.27b). Destacamos aquí que Pablo inserta intencionalmente la identificación del misterio. Él hace esto para cancelar las influencias de la búsqueda del conocimiento de misterios que las religiones orientales procuraban insertar en el mensaje de la iglesia de los primeros siglos. O sea, que la Iglesia no se salva por su conocimiento acerca de Dios. La Iglesia se salva porque ha decidido creer y aceptar que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario es más que suficiente para conseguir el perdón de nuestros pecados, darnos la salvación y obsequiarnos la vida eterna.
Tenemos que destacar que antes de estas expresiones, el Apóstol señala de manera intencional que hay tres (3) razones para dar gracias al Señor (Col 1:12b-13):
- “nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;” (v. 12b)
- “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas,” (v. 13ª)
- “y trasladado al reino de su amado Hijo,” (v. 13b)
En otras palabras, que es Dios y no el conocimiento quien nos hace aptos para recibir el regalo de la gracia, el que nos libra de la potestad de las tinieblas y nos traslada al reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Los próximos versos de ese pasaje bíblico vuelven a explicar que la “metodología” utilizada por el Señor para darnos redención, para que podamos conseguir esto, no es el conocimiento. La “metodología” es la siguiente: “tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (v.14)
El Apóstol comienza a ofrecer las conclusiones de este capítulo recordándole a la iglesia en Colosas lo que Cristo hizo por nosotros para hacer posible que pudiéramos disfrutar de este galardón inmerecido:
“21 Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado 22 en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él;” (Col 1:21-23)
Añadimos a todo esto que Pablo presenta otra dimensión de este mensaje en los versos once al quince (11-15) del segundo capítulo de esta carta (Col 2:11-15).
Es obvio que todos estos planteamientos cristológicos tienen como uno de sus objetivos principales poder cancelar la agenda gnóstica y la de otras religiones y filosofías orientales que intentaban adentrarse en la iglesia. En otras palabras, que el uso de la cristología en esta Carta perseguía unos objetivos específicos. Podemos afirmar que esto mismo sucede con el Evangelio de Juan, así como con todos los Evangelios y las Cartas del Nuevo Testamento.
Sabemos que debemos y podemos realizar esta clase de análisis en toda la literatura del Nuevo Testamento. Sabemos que los análisis exegéticos que hagamos, al igual que nuestras interpretaciones de estos materiales, enriquecerán nuestra vida cristiana. De esta manera también serán impactadas las predicaciones, las enseñanzas y nuestros testimonios.
Regresando al análisis del capítulo cuatro (4) del Evangelio de Juan, tenemos que volver a enfatizar otra característica de Cristo que Juan destaca. Esta es: nuestro Señor quiere ser conocido y quiere dar a conocer al Padre. Este tema es uno neurálgico para la fe cristiana, particularmente de cara a lo que hemos expuesto acerca del gnosticismo.
Comenzamos diciendo que los profetas del Antiguo Testamento señalaban frecuentemente este anhelo: Dios quiere que le conozcamos (Isa 37:20; Jer 24:7; Eze 38:16; Dan 4:17). El Cuarto Evangelio afirma que es Cristo, el Hijo de Dios el que puede conseguir que esto sea hecho realidad.
“18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Jn 1:18)
De hecho, Juan afirma en ese Evangelio que el regalo de la vida eterna depende de esa acción: la de conocer (“ginōskō”, G1097).
“3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.” (Jn 17:3-4)
¿Cómo podemos alinear y armonizar estos requisitos sin caer en las corrientes gnósticas?
El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) señala, de primera instancia, que el vocablo utilizado por Juan denota el acto de conocer, más que el conocimiento mismo.[7] Los escritores de este artículo señalan lo siguiente:
“La visión cristiana del conocimiento está, por lo tanto, determinada en gran medida por el Antiguo Testamento. [Se trata de] un reconocimiento obediente y agradecido de las obras y exigencias de Dios que se vincula con el conocimiento de Dios y de lo que Él ha hecho y exige. Es en consonancia que este conocimiento cristiano no es una posesión inamovible, sino que se desarrolla en la vida del cristiano como obediencia y reflexión duraderas. Por esta razón, la gnosis se considera un don de la gracia que marca la vida del cristiano al determinar su expresión (1 Cor 1:5; 12:8; 2 Cor 8:7; 1 Cor 1, 2)…”[8] (Traducción libre)
“Además de su uso ordinario, la palabra aquí denota enfáticamente la relación con Dios y con Jesús como una comunión personal en la que cada uno está decisivamente determinado por el otro en su propia existencia. Así como la relación entre el Padre y el Hijo, …. es un mutuo ‘ginoskein’, también lo es la relación entre Jesús y los suyos (Jn 10:14s., cf. 7:29; 8:55)…... Pero si quien conoce está determinado en su existencia por quien es conocido, el significado del conocimiento está determinado por la naturaleza de quien es conocido. Puesto que Dios y el Hijo son y tienen vida (5:26), conocer a Dios y a Jesucristo es vida eterna (17:3), y basta con que se nos muestre al Padre (14:8).”[9]
¿Por qué necesitamos conocer todos estos datos? La razón es muy sencilla: es en este contexto que Cristo le dice a la mujer samaritana que ella necesitaba conocer a aquél que le estaba hablando. O sea, el contexto de la relación de la comunión personal que existe en la Trinidad y que nosotros debemos procurar. No olvidemos que nosotros también necesitamos hacerlo.
Es muy importante señalar que la relación del conocimiento que se describe aquí se entiende como amor, porque Dios es amor, de modo que el ser humano que se relaciona con Él se relaciona como quien ama.[10] Veamos cómo lo dice la Biblia:
“8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Jn 4:8)
“15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.” (v. 16)
En otras palabras, que este conocimiento no se obtiene mediante la revelación de algunos misterios. El conocimiento de Dios que la Biblia describe se obtiene mediante la acción de aprender a amar al Señor porque hemos creído en Él y porque hemos recibido el testimonio de su amor.
“4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efe 2: 4-9)
“10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. 13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.” (1 Jn 4:10-13)
[1] https://psicologiaymente.com/cultura/gnosticismo
[2] https://ec.aciprensa.com/wiki/Gnosticismo
[3] Divinidad o ente que creó el universo: https://definicion.de/demiurgo/
[4] https://www.significados.com/gnostico/
[5] Fee, Gordon D. (2007). Pauline Christology: An Exegetical-Theological Study, Hendrickson Publishers, Inc., pp. 287-336
[6] Wiersbe, W. W. (1992). Wiersbe’s expository outlines on the New Testament (pp. 577–578). Victor Books.
[7] Bultmann, R. (1964–). γινώσκω, γνῶσις, ἐπιγινώσκω, ἐπίγνωσις, καταγινώσκω, ἀκατάγνωστος, προγινώσκω, πρόγνωσις, συγγνώμη, γνώμη, γνωρίζω, γνωστός. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 690). Eerdmans.
[8] Op.cit., (electronic ed., Vol. 1, pp. 707–708). Eerdmans.
[9] Op.cit., (electronic ed., Vol. 1, p. 711). Eerdmans.
[10] Op. cit.
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