1013 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 13 de julio del 2025

1013 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 13 de julio del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos invita a pedir al Padre para poder a adorar (IX): La cristología del Evangelio de Juan; impulsada por el Espíritu Santo

 
“14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” (Jn 1:14-16, RV1960)
           
Nuestra reflexión anterior nos permitió profundizar un poco en el concepto de la adoración cristiana que nos ofrece el Evangelio de Juan. Tal y como han dicho muchos estudiosos de este tema, en este Evangelio podemos observar que el evangelista utiliza en su prólogo el lenguaje y las imágenes del tabernáculo y del templo de Israel para describir el misterio de la encarnación del Verbo de Dios. Observamos en esa reflexión que la expresión “Y aquel Verbo fue hecho (“skēnoō”, G4637) carne (y vimos su gloria….)” (Jn 1:14), puede ser interpretada como que Cristo se hizo tabernáculo (se “tabernaculizó”) entre nosotros.

Cristología
 
El análisis teológico de esta expresión nos conduce a identificarla como un argumento cristológico.[1] Debemos entender que el Cristo que Juan presenta en su Evangelio, la presentación de su naturaleza humana y su naturaleza divina, es descrita desde la perspectiva teológica que la academia ha llamado “teología desde arriba,” o alta cristología. Esto es, ver la persona de Cristo, su carácter y sus dos naturalezas como lo describiría el cielo y no como lo haríamos nosotros (“teología desde abajo”).

Los otros Evangelios nos ofrecen una descripción de nuestro Señor y Salvador que ofrece muchas alternativas para verlo desde la perspectiva de su encarnación y del cumplimiento de las promesas y de las profecías que habían sido escritas sobre Él. Podemos ver en ellos a Cristo como el hijo de la virgen, el hijo de David, el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham o el cumplimiento de la promesa de la simiente que destruiría la serpiente que Dios le hizo a Adán y Eva en el Libro de Génesis (Gén 3:15); solo por mencionar algunos ejemplos. Este acercamiento es el que ha sido definido como “teología desde abajo”; esto es, desde nuestra perspectiva como seres humanos. Hay elementos de una cristología alta en ellos, pero no al nivel que lo presenta el Cuarto Evangelio.

Podemos observar que Juan nos presenta a Cristo desde la perspectiva de la encarnación del Logos de Dios (Jn 1:1), con el Logos como causa y función de la creación (Jn 1:3). Él nos presenta a Cristo como la manifestación de la gloria del Padre (Jn 1:14) y describiendo su unidad eterna con este (Jn 17:11, 21). Además, Cristo es presentado por Juan utilizando siete (7) fórmulas o auto designaciones (“egō eimí”): el Yo soy que Dios utilizó cuando se le reveló a Moisés. Estas fórmulas lo presentan como el revelador y la única fuente para la salvación del ser humano. Estas son:

 «Yo soy el pan de vida» (Jn 6:35)                      «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8:12; 9:5)
 «Yo soy la puerta» (Jn 10:9)                               «Yo soy el buen pastor» (Jn 10:11, 14)
 «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11:25)     «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14:6)
 «Yo soy la vid» (Jn 15:1)

Es en este contexto que Juan presenta a Cristo como el objeto de nuestra adoración y como el lugar en el debemos adorar. Para Juan, es el cielo el que describe a Cristo así.

Es importante entender que todos los libros de la Biblia poseen perspectivas cristológicas que nos permiten conocer aspectos y de quién es nuestro Señor. Repetimos que la cristología de Juan es sin duda la más alta y profunda de todas ellas.

Aprovechamos la oportunidad para señalar que los planteamientos que estamos presentando aquí no pretenden ser una explicación completa y profunda de la cristología que podemos encontrar en el Evangelio de Juan ni en los libros que utilizaremos como ejemplos en los párrafos siguientes. Lo que buscamos con estas aseveraciones es intentar provocar a los lectores para que profundicen en el estudio de estas disciplinas teológicas. Además, todos estos datos se revisten de un interés superlativo cuando comparamos los acercamientos y planteamientos que los escritores bíblicos hacen para describirnos todo lo que Cristo es.

Tal y como hemos señalado anteriormente, del estudio de la cristología juanina podemos concluir que la morada del Verbo encarnado que este escritor presenta sugiere el tabernáculo que encontramos en el Antiguo Testamento. O sea, el centro de la adoración de Israel. No olvidemos que la revelación de la gloria, tanto en la morada de Dios en el desierto, así como en el templo Israel, formaba parte de las tradiciones de Sion para la adoración. Los israelitas en el desierto, así como los judíos en la ciudad santa, veían estos lugares como la residencia de la gloria divina, salvadora y vivificante (Éxo 16:6-10; 29:43-44; Núm 14:10; 16:19, 42; 20:6; 1Rey 8:10-13; Sal 24:3; Sal 26:8; 29:9; 96:6; 145:1-5; Isa 6:1-8).

Juan nos dice en el prólogo de su Evangelio que el Verbo encarnado es ahora el “tabernáculo,” el lugar sagrado en el que mora esa gloria. Juan describe así que Cristo, como el resplandor de la gloria de Dios (Heb 1:3), es el objeto y el lugar en el que adoramos. El escritor del Cuarto Evangelio describe así que el Logos encarnado, aquél que nos permite conocer la gloria de Dios que está en su faz (2 Cor 4:6), es aquél al que adoramos y al mismo tiempo, la morada en la que esa gloria reside (Jn 1:14). Repetimos que Juan describe a Cristo como el Logos encarnado al mismo tiempo que lo presenta como el objeto y el lugar de nuestra adoración. Todo esto mediante la intervención del Espíritu Santo (Jn 3:5-8; 4:23-24).

El estudio de la cristología nos ofrece el testimonio bíblico-teológico que nos permite afirmar que Jesucristo desarrolló su ministerio siendo completamente hombre al mismo tiempo que completamente Dios. Ninguna de sus naturalezas opacaba ni dominaba a la otra. Repetimos que Jesucristo es presentado en las Sagradas Escrituras como cien por ciento hombre y cien por ciento Dios. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan nuestro Señor es presentado como alguien que se fatiga, se cansa (Juan 4:6), que le da tristeza (Juan 11:35), le da sed (Juan 19:28), e incluso se muere (Jn 19:30-37). Al mismo tiempo, Juan dice que Jesucristo era, es y sigue siendo desde antes de la creación (Jn 1:1).[2] Juan documentó que Jesucristo le dijo a sus discípulos que Él era de arriba, que no era de este mundo (Jn 8:23), que Él subiría a donde había estado primero (Jn 6:62) y que habló de la gloria que tenía con el Padre antes de que el mundo existiera (Jn 17:5). El Espíritu Santo inspiró a Juan para que presentara estas descripciones de nuestro Señor.  

Tenemos que señalar que podemos encontrar descripciones de este tipo en todos los Evangelios y en varias cartas del Nuevo Testamento. Analizaremos algunos ejemplos de esto un poco más adelante.

Regresando al tema de la encarnación, la Dra. Dorothy Anne Lee señala[3] que el misterio de la encarnación que vemos en el Evangelio de Juan es el cumplimiento mesiánico de lo que decía el salmista cuando escribió lo siguiente:

“8 Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria.” (Sal 26:8)[4]

Repetimos: podemos afirmar que Juan describe a nuestro Señor como la encarnación del Verbo y el lugar en el que podemos ver esa gloria (Jn 1:14).

A continuación, presentamos ejemplos de la cristología que encontramos en otros libros de la Biblia.

Elementos cristológicos
La Cristología del Libro de Apocalípsis

 
El vidente de la isla de Patmos nos presenta en su libro a Cristo utilizando varias metáforas que describen muchos roles de nuestro Señor y Salvador. Por ejemplo, por un lado, lo presenta como el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra (Apo 1:5), como aquel que viene con las nubes, y que fue traspasado (v.7). Lo presenta como el Alfa y la Omega, principio y fin, el que es y que era y que ha de venir (v.8). Luego, lo llama con un nombre que solo le pertenece a Dios, el Todopoderoso (v.8), para partir de allí a identificarle como uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro y que camina en medio de los siete candeleros (vv.12-13). La descripción que el vidente nos ofrece de Cristo incluye que “su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.  Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.” (vv. 13-16)

Es obvio que estas son descripciones de alta cristología y de cristología desde abajo.

Por otro lado, el vidente lo presenta como el Cordero que fue inmolado y que vive por los siglos. Esta es una de las metáforas más importantes que Juan utiliza en este libro porque la utiliza para decir que el Cordero es merecedor de la adoración celestial. Juan dice que esto es así porque es la sangre del Cordero la que nos concedió el privilegio de que los creyentes en Cristo seamos hechos reyes y sacerdotes para nuestro Dios.

“6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. 7 Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; 9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.” (Apo 5:6-10)

Es muy importante desatacar que Juan utiliza aquí una descripción profética de Isaías para describir al Cordero. El Cordero que fue inmolado posee los siete espíritus que reposan sobre la vara que sale del tronco de Isaí. Esto afirma el carácter mesiánico de nuestro Señor y Salvador.

“2 Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” (Isa 11:2)

Juan dice que el Cordero que fue inmolado posee la autoridad y la dignidad de tomar “el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apo 5:12) y de recibir la “alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (v.13).

Juan también dice que no se salvan aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado. Estos, señala él, no se salvan porque adoran a otro dios (Apo 13:8).

No obstante, al mismo tiempo, el vidente de la Isla de Patmos describe a nuestro Señor como el León de la tribu de Judá, la raíz de David que ha vencido.

“5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.” (Apo 5:5)

En otras palabras, que el vidente de la isla de Patmos no tiene problema alguno para describir a nuestro Señor con esa dualidad de metáforas que afirman ambas naturalezas de nuestro Salvador.

Debemos reconocer que la Biblia no presenta estas dualidades como un oxímoron,[5] y sí como parte esencial del carácter y la vida de nuestro Señor y Salvador.
 
La Cristología de la Carta a los Hebreos
 
El escritor de esta carta comienza la misma describiendo a Cristo como aquél que hizo el universo (Heb 1:1), como el resplandor de la gloria de Dios (v. 3), como la imagen misma de la sustancia de Dios (v.3) y quien es responsable de sustentar todas las cosas que han sido creadas con la palabra de su poder (v.3). Al mismo tiempo, nos dice que Cristo se sentó en las alturas, a la diestra del Padre, como resultado de su sacrificio en la cruz del Calvario (vv. 3, 13). En otras palabras, este escritor presenta ambas naturalezas de nuestro Señor en un mismo capítulo.

Este escritor también nos dice que en el nuevo orden establecido por Dios, Cristo entra a un tabernáculo no hecho de manos, o sea celestial. Él afirma que Cristo entró al Lugar Santísimo de este tabernáculo celestial como sumo sacerdote y que lo hizo sin necesitar derramamiento de sangre de machos cabríos ni de becerros. Cristo lo hizo con su propia sangre. Ese escritor afirma que esta es la razón por la que el rescate producido por nuestro Señor es eterno: un solo sacrificio que dura para siempre.

“Pero Cristo, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos[venideros] en el santuario más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación), 12 entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno.” (Heb 9:11-12, NVI)

A renglón seguido, este escritor nos informa que Cristo es el sacrificio ofrecido para nuestra redención.

“13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14 cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? 15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” (Heb 9:13-15, RV 1960)

En otras palabras, que Cristo es la ofrenda perfecta al mismo tiempo que es el mediador del nuevo pacto y el sumo sacerdote que presenta la ofrenda ante el Padre Celestial. O sea, Cristo confirma con su muerte la validez del nuevo pacto entre Dios y lo seres humanos, al mismo tiempo que es el que rocía con su sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio (Heb 9:17-22).

Añadimos que Jesucristo es descrito en esta carta como uno que es eterno y que siempre ha sido el mismo.

“8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”  (Heb 13:8)

Es importante destacar que el escritor de esta carta también hace énfasis en la participación del Espíritu Santo en todo esto. Él dice que la sangre de Cristo es ofrecida mediante la intervención del Espíritu eterno (Heb 9:14).

Ahora bien, esta dualidad de roles de nuestro Señor trasciende las dos (2) naturalezas de nuestro Señor establecidas en los libros de las Sagradas Escrituras. Un ejemplo de ello lo vemos en la descripción que hace Pablo de Cristo como el Juez Justo que nos dará la corona de justicia que tiene guardada para todos aquellos que son fieles.

“7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2 Tim 4:7-8, RV1960).

Pedro subraya esto cuando señala que nuestro Señor, levantado al tercer día de entre los muertos, ha sido puesto como Juez de vivos y de muertos.

“39 Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. 40 A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. 42 Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. 43 De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.” (Hch 10:39-43)

Sin embargo, al mismo tiempo, Cristo Jesús es descrito por Juan como el abogado defensor de todos aquellos que confesamos nuestros pecados.
 
“1 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1 Jn 2:1-2)

En otras palabras, la Biblia afirma que Cristo nuestro Señor es el Juez que nos juzgará al mismo tiempo que es nuestro abogado defensor.

Ahora bien, regresando al análisis del Evangelio de Juan: ¿cuál es la relevancia de los planteamientos cristológicos que hace este escritor acerca de Cristo y de la adoración para un mundo posmoderno? La relevancia es la misma que estos planteamientos han tenido para todas las generaciones que nos han precedido. Un ejemplo de esto lo tenemos en los planteamientos de Harry Emerson Fosdick. Este decía en su libro titulado “Twelve Test of Character”[6] que la iglesia ha escuchado muchos sermones sobre el regreso del Hijo Pródigo; pero muy pocos sobre la gloria de las oportunidades que este tuvo para que no tuviera que abandonar el hogar. El Pastor Fosdick decía que lo más deseable en este mundo no es prepararnos para el regreso del Hijo Pródigo, el “home-coming”, sino intensificar nuestro trabajo con aquellos jóvenes que desean conservar su carácter mediante la obediencia a lo más alto que ellos conocen y nunca tener que pasar por la amargura de tener que regresar a sus hogares derrotados y avergonzados.
 
La receta para esto es provocar todas las oportunidades posibles para que se expongan a la gloria de Dios, la gloria de Cristo. Esto es, estar expuestos a una adoración cristocéntrica que adora a Cristo Jesús permaneciendo en Cristo el Señor.

Estar en Cristo no solo les facilitará el encuentro con el resplandor glorioso de nuestro Señor, sino que les permitirá, como dijo el himnólogo, permanecer sumergidos dentro del “manantial de sangre de Emanuel que purifica a cada cuál que se sumerge en Él.” En otras palabras, vivir aquí la vida en Cristo permaneciendo bajo la sangre derramada por el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29).

Fosdick añadió que la Iglesia tiene las manos llenas en el ejercicio de la función indispensable de construir creyentes con carácter; que sean obedientes al Señor y a su Palabra. Decía él que hemos sido exitosos describiendo y predicando de un Dios amigable, afectuoso, accesible y hasta maternal, pero nos hemos olvidado de predicar que Dios, además de todo esto, representa el perfecto orden moral. Dios no es amigo de una vida indisciplinada. No olvidemos que el Pastor Fosdick hizo estos señalamientos en 1923.

Estamos convencidos de que la obediencia y el desarrollo del carácter del creyente se desarrollan con mayor facilidad cuando este ha aprendido a amar los procesos que nos conducen a contemplar la gloria del Señor al mismo tiempo que a anhelar permanecer en Él como el lugar de la adoración que Dios espera (Jn 4:23-24). La Biblia dice que nuestra salvación, nuestra gloria, nuestra roca fuerte y nuestro refugio están en Dios (Sal 62:7).

No podemos olvidar que el tema de la permanencia en Cristo es también medular para el Evangelio de Juan como para sus cartas. Veamos algunos ejemplos de esto.

“6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.” (Jn 15:6-7)

Este verso bíblico no solamente afirma que hay que permanecer en Cristo y que tenemos que procurar que las palabras que Él ha hablado permanezcan en nosotros, sino que subraya que esa permanencia impacta positivamente nuestra vida de oración.

Podemos continuar examinando otros pasajes bíblicos que nos ayudan a comprender los acercamientos cristológicos. Sin embargo, creemos que es necesario aprovechar los últimos párrafos de esta reflexión para presentar algunas advertencias sobre el manejo y la interpretación de los argumentos cristológicos.

Advertencias acerca de los acercamientos cristológicos
 
La iglesia advirtió en los primeros siglos de su existencia que teníamos que tener mucho cuidado cuando realizamos estos acercamientos cristológicos. Esto fue necesario debido a vertientes teológicas heréticas que surgieron de ambas cristologías. El mal manejo de la alta teología, así como de la teología de abajo, dio paso al desarrollo de algunas herejías que la Iglesia decidió atajar inmediatamente. A continuación, una lista simple de estas, acompañadas de definiciones muy sencillas de los acercamientos teológicos que estas comunicaban:[7]

Herejías promovidas por el mal manejo de la cristología “desde arriba”:

  • El sabelianismo es la idea de que las tres Personas de la Trinidad no son realmente distintas, de modo que el Padre estaba presente en la cruz.
  • El docetismo sostiene que Jesús solo provocó la ilusión de un cuerpo físico, pero en realidad nunca dejó de ser espíritu puro (y, por lo tanto, tampoco sufrió o murió realmente en la cruz).
  • El monofisismo sostiene que la naturaleza divina de Jesús abrumaba por completo su naturaleza humana, de modo que básicamente era “Dios en un traje de hombre”.
  • El monotelismo sostiene que Jesús tenía la naturaleza divina y humana, pero que su voluntad era puramente divina (de tal manera que era incapaz de ser verdaderamente tentado).

Herejías promovidas por el mal manejo de la cristología “desde abajo”:

  • “Psilanthropism” / “Ebionitism” es la idea de que Jesús nunca fue Dios en absoluto, sino simplemente un Mesías humano muy favorecido.
  • El adopcionismo es la creencia de que Jesús nació como un ser humano normal, pero se convirtió en el divino Hijo de Dios en su bautismo (y, por lo tanto, no tenía naturaleza divina, sino que Dios lo consideró simplemente divino).
  • El nestorianismo sostenía que Jesús-el-hombre estaba unido al Logos Divino, pero que no eran idénticos (como si Jesús estuviera “poseído por Dios”).
  • El arrianismo sostuvo que Jesús nació como el Hijo de Dios, que preexistió y que se encarnó, pero que fue creado por el Padre, en lugar de ser engendrado y ser coeterno con Él (de tal manera que fue “divino” en algún sentido real, pero en realidad no era Dios).

El resumen de esta sección de esta reflexión es sencillo. Tenemos la responsabilidad de
ceñirnos a las definiciones teológicas que la Iglesia del Señor ha provisto desde muy temprano en su historia. Podemos encontrar estas en las confesiones de fe y en los credos que la Iglesia Cristiana ha emitido desde muy temprano en su historia.


[1] La Cristología es esa parte de la doctrina cristiana que tiene que ver con la revelación de Dios en Cristo. Se trata del estudio de las dos naturalezas y el carácter de Jesucristo, y en particular la relación entre lo divino y humano en él. Tradicionalmente, esto se ha expresado en la doctrina de la encarnación, la doctrina de la unión de las naturalezas divina y humana en la única persona de Cristo. Esto es conocido como la unión hipostática.
[2] Juan utiliza el vocablo griego “ēn” (G1510, “era”), un verbo que él ha conjugado en tiempo imperfecto indicativo activo. En otras palabras, como una cláusula abierta que describe que lo que fue no ha concluido y que sigue siendo.
[3] Lee, D. (2004). In the Spirit of Truth: Worship and Prayer in the Gospel of John and the Early Fathers. Vigiliae Christianae, 58(3), 277-297. https://doi.org/10.1163/1570072041718692).
[4] Ella señala esto destacando que la Septuaginta, la Versión de los Setenta (LXX) dice lo siguiente: “skēnōmatos doxēs sou” (tabernáculo o tienda de su gloria). En esa versión bíblica el Salmo 25 corresponde al Salmo 26. Esto es así porque los salmos 9 y 10 son considerados como uno solo en esa versión.
[5] Un oxímoron es una figura literaria que une dos palabras o ideas de significado opuesto en una misma expresión. Aunque parecen contradictorias, juntas generan un nuevo sentido que enriquece el lenguaje. (https://www.significados.com/oximoron/)
[6] Fosdick, Harry Emerson. “Twelve Test of Character.” The International Young Men’s Christian Association, (1923).
[7] https://religion.sacolife.com/75094/que-es-la-cristologia-desde-arriba-y-desde-abajo.html





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