September 14th, 2025
1022 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 14 de septiembre del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos lleva, nos guía, nos dirige y nos muestra las cosas profundas de Dios (VI)
“14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (Rom 8:14-17, RV1960)
Las reflexiones acerca de las funciones y las operaciones del Espíritu Santo nos han conducido al análisis de la dirección que Él le ofrece a cada creyente. Las expresiones del Apóstol Pablo acerca de este tema afirman que esa dirección es esencial para que el creyente pueda ser hijo de Dios y que el Espíritu Santo afirme esa identidad en la vida de cada una de las personas que acepta a Cristo como su Salvador y Señor (Rom 8:14-17).
La reflexión anterior nos permitió estudiar la estructura bíblica que sostiene este principio. Vimos allí que la dirección del Espíritu de Dios es esencial para nuestra identidad como hijos de Dios porque:
Es importante señalar que este resumen es solo una muestra del proceso que desarrolla el Espíritu Santo dirigiendo al creyente. Sabemos que existen muchas otras áreas y escenarios que pueden ser presentados aquí. Por ejemplo, sabemos que Él es el que nos dirige a conocer la Santa Palabra, el que nos empodera para encarnarla y para poder predicarla. Sabemos que Él es el que nos da sabiduría para ser capaces de conocer más y más al Señor y el que nos enseña a orar y a aprender a escuchar la voz de Dios.
Ahora bien, hay aspectos sumamente importantes de la dirección que provee el Espíritu de Dios para acercarnos a la gloria de Dios que no hemos analizado. Es obvio que alcanzar los regalos de la salvación del alma y de la vida eterna a los que Él nos dirige es la meta más importante que todo ser humano debe procurar. Al mismo tiempo, ser dirigidos a contemplar la gloria de Dios en el rostro de Jesús nuestro Señor no es menos importante.
Ya nos hemos preguntado ¿cuál es la importancia de esta dirección hacia esos encuentros con la gloria de Dios? En esta ocasión nuestras respuestas para esta pregunta estarán enfocadas en el campo de batalla que existe entre el Espíritu y nuestra humanidad. La Biblia dice lo siguiente acerca de esto:
“16 Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. 17 La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu. Y el Espíritu nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí, entonces ustedes no son libres para llevar a cabo sus buenas intenciones, 18 pero cuando el Espíritu los guía, ya no están obligados a cumplir la ley de Moisés. 19 Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, 20 idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, 21 envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios. 22 En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, 23 humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas! 24 Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí. 25 Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida.” (Gál 5:16-25, NTV)
Este pasaje bíblico surge en el contexto de una lucha que Pablo sostenía con los grupos judaizantes que había en la comunidad de Galacia. Estos afirmaban que la única manera en la que los creyentes en Cristo podían ser capaces de ser fieles a Dios era obedeciendo los preceptos de la Ley de Moisés. Estos argumentaban que la libertad que Pablo predicaba podía guiar a los creyentes a una vida pecaminosa.
Pablo se oponía a esta alternativa. En primer lugar, porque el mensaje del Evangelio predica que Cristo, con su sacrificio en la cruz del Calvario, satisfizo por nosotros los requisitos de la Ley y nos dio una ruta distinta a esta para que podamos vencer los deseos de la carne.
“4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Rom 7:4-6, RV1960).
En segundo lugar, Pablo afirmó que el Espíritu de vida en Cristo es la ruta para ser libres de la ley del pecado y de la muerte y para morir a los designios de la carne y de la vida que se ocupa en las cosas de la carne. Él afirma que el poder que desata el Espíritu logró lo que la Ley no podía hacer: darnos esa libertad.
“2 y porque ustedes pertenecen a él, el poder[a] del Espíritu que da vida los[b] ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte. 3 La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza pecaminosa es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a su propio Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros. 4 Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al Espíritu. 5 Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu. 6 Por lo tanto, permitir que la naturaleza pecaminosa les controle la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el Espíritu les controle la mente lleva a la vida y a la paz. 7 Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y jamás lo hará. 8 Por eso, los que todavía viven bajo el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios. 9 Pero ustedes no están dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el Espíritu de Dios vive en ustedes. (Y recuerden que los que no tienen al Espíritu de Cristo en ellos, de ninguna manera pertenecen a él).” (Rom 8:2-9, NTV)
En tercer lugar, el Apóstol Pablo señaló que hay una sola ruta para poder “ganar a Cristo.” Esto es: desarrollar un conocimiento de excelencia acerca del Amado. Esa ruta no es la justicia que nosotros podemos conseguir con nuestras fuerzas cumpliendo la Ley. La ruta que él señaló es la justicia que es por la fe en Cristo. En otras palabras, creyendo y confiando en la oferta que Cristo nos ha hecho. En otras palabras, la salvación a través de su sacrificio en la cruz y la presencia activa del Espíritu Santo en nuestras vidas.
“8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Fil 3:8-11, RV1960)
Dicho de otra manera: el Espíritu de Dios tiene el poder para ayudarnos a conseguir que salgamos victoriosos en esa batalla contra nuestra naturaleza pecaminosa. Basta ceder a la dirección que Él nos ofrece para poder conseguirlo.
Que no quede duda alguna en nuestras mentes. El Espíritu Santo pone en acción su omnipotencia cuando venimos a Cristo Jesús. Ese poder ilimitado es puesto en acción para romper cadenas que nos atan, traer libertad a los cautivos, hacer pedazos las agendas de las tinieblas que pueden estar oprimiéndonos y cancelar aquellas dependencias que nos esclavizan. No hay duda alguna de que ese poder está disponible para cada creyente desde el mismo instante que aceptamos que Jesús es nuestro Salvador y nuestro Señor y Salvador.
La mala noticia es que esa es la parte más fácil de lo que ocurre cuando venimos a Cristo, porque esta liberación no depende de nosotros en nada. Basta la manifestación del poder del Espíritu de Dios para lograr esto. El “problema” es que, al mismo tiempo, hay costumbres, patrones de conducta, estilos de vida y otros generadores de placer y satisfacción que son dominados y dirigidos por nuestra naturaleza pecaminosa. Es en estos contextos que tenemos que decidir que queremos ser dirigidos por el Espíritu de vida para poder vencer el dominio que estos escenarios pueden tener sobre nuestras vidas. En ambos casos la receta es la misma: hay que chocar con la revelación de la gloria y el poder de Dios.
¿Cómo es que el Espíritu logra hacer esto? Una vez más, además de ejercer su eterno e inmensurable poder sobre nosotros, el Espíritu Santo nos expone a la gloria de Dios. Esta exposición constante no solo nos enamora cada vez más de Dios, sino que consigue que anhelemos más y más de Él. Chocar con esa gloria provoca que la revelación de la majestad, la realeza, el esplendor y la santidad de Dios nos conmine a humillarnos voluntariamente ante la manifestación del Eterno. Utilizando el lenguaje de la neurofisiología, esa exposición provoca que pierdan la efectividad aquellas cosas que nos provocaban altos niveles de Dopamina. Este es un neurotransmisor que entre otras cosas se dispara para producirnos placer. Como dice un coro de mediados del siglo 20: “y las cosas que yo hacía ya nos las hago más…..hubo un cambio cuando a Cristo conocí.”
Los lectores se habrán percatado que este acercamiento no es uno que impone la transformación del creyente. Al contrario: se trata de la aceptación voluntaria de una invitación irresistible. Nos dan a escoger entre los placeres y la satisfacción de la carne y el gozo y la satisfacción que emana de los encuentros con Dios. No olvidemos que es el Espíritu Santo el que nos dirige en esa ruta.
Hemos leído que Pablo afirma que todo lo que decidimos hacer para aceptar esta ruta tiene que estar motivado por el amor que él ha desarrollado por el Señor.
“8 Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo 9 y llegar a ser uno con él. Ya no me apoyo en mi propia justicia, por medio de obedecer la ley; más bien, llego a ser justo por medio de la fe en Cristo.” (Fil 3:8-9, NTV)
Esa frase, “por amor a Él,” afirma que la relación establecida con el Señor no es por imposición, por el temor a perdernos o por el alto sentido de responsabilidad que podamos tener. Esa relación es por amor.
Durante más de dos años hemos sostenido, por la gracia de Dios, unos coloquios pastorales con pastores y profesionales de diferentes disciplinas. En uno de estos el Dr. Juan Antonio Moreira (especialista en neurología y en neuroimágenes) nos ilustró acerca de múltiples estudios en los que se analizan las interacciones bio-electromagnéticas entre las personas. Junto a esto, el rol del corazón en las emociones, la coherencia fisiológica y las comunicaciones bio-electromagnética y cardio- electromagnética entre las personas. Es impresionante ver las conexiones que se desarrollan entre los cerebros y los corazones de dos amigos o de una pareja matrimonial. Las gráficas muestran como el cerebro y el corazón de uno se sincronizan con los de la otra persona.[2],[3] De hecho, se está estudiando cómo el entrenamiento para esta coherencia puede reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas tales como el Alzheimer’s.[4]
La invitación que hacemos aquí es que consideremos lo que puede suceder en nosotros si nuestros corazones y nuestros cerebros son impactados por el corazón de Dios y por la mente de Cristo. No olvidemos que la Biblia dice que el Señor quiere compartir con nosotros los pensamientos de su corazón. Estos traen consigo bienaventuranzas (Sal 33:11-12, RV1960).
“11 El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. 12 Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, El pueblo que él escogió como heredad para sí.”
Tampoco olvidemos que los creyentes hemos sido bendecidos con la capacidad de tener la mente de Cristo (1 Cor 2:16).
“16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”
Vivir la vida en Cristo trata acerca de esto. El Espíritu Santo nos conduce a conocer el rostro del Amado, la Fuente del amor divino, y allí nos invita y conmina a disfrutar de ese amor y de esa relación. En otras palabras, experimentar que nuestros corazones palpiten al ritmo del corazón de Dios y que nuestros pensamientos sean sincronizados con los pensamientos de nuestro Señor. La Biblia dice que esos pensamientos son más altos que los nuestros y que Dios los hace germinar con la semilla de su Santa Palabra.
“9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. 10 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isa 55:9-11)
Es desde este punto de vista que el Espíritu Santo sincroniza nuestros corazones y pensamientos con el Señor. Esto facilita que podamos hacer nuestro el consejo bíblico.
“8 En fin, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble, correcto, puro, hermoso y admirable. También piensen en lo que tiene alguna virtud, en lo que es digno de reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en eso. 9 Hagan todo lo que les enseñé, todo lo que aprendieron al verme y oírme, y el Dios de paz estará con ustedes.” (Fil 4:8-9, PDT)
Recordemos que el Espíritu de vida en Cristo es quien nos dirige, facilita y nos empodera para que seamos capaces de tener estos encuentros.
Pablo no es el único que trabaja con esta área de la dirección que necesitamos del Espíritu. Veamos como lo describe el Apóstol Santiago:
“5 ¿Creen que es en vano lo que dice la Escritura? Pues da a entender que el espíritu humano que él puso en nosotros tiende hacia los malos deseos. 6 Pero el generoso amor que Dios nos da es aún más fuerte, por eso la Escritura dice: «Dios rechaza a los orgullosos, pero es bueno con los humildes» (Pro 3:34). 7 Así que, entréguense a Dios, resistan al diablo y el diablo huirá de ustedes. 8 Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Quiten el pecado de su vida pecadores. Concentren su mente en Dios, ustedes que quieren seguir a Dios y al mundo.” (Stgo 4:5-8, PDT)
Es muy importante destacar que este pasaje bíblico comienza haciendo énfasis en el amor que Dios tiene por nosotros, aun cuando Él sabe que hemos permitido que se corrompa el espíritu que Él puso en nosotros. Ese pasaje dice que el producto de Su amor el que nos motiva a ceder todo esto. Este pasaje afirma que ese amor es más fuerte que cualquier andanada pecaminosa que nos quiere corromper.
También es importante reconocer que cuando permitimos al Espíritu Santo que nos dirija, Él nos acercará a la manifestación de la gloria de Dios y allí seremos impactados por el amor del Padre. Ese amor es el que puso a su Hijo Cristo en la cruz del Calvario para que muriera allí por nosotros para darnos salvación y vida eterna. Chocar con ese amor insondable cancela toda la autoridad y el poder de nuestro orgullo. Chocar con ese amor que está rodeado del resplandor de la gloria de Dios nos invita a la humildad y a la necesidad de acercarnos constantemente a la Fuente de este.
Los salmistas parecen haber encontrado esta ruta, aun antes de que el Espíritu Santo descendiera en el Día de Pentecostés. Este dato coloca en ventaja a los creyentes en Cristo porque nosotros contamos con esa presencia permanente para dirigirnos y guiarnos a esos encuentros mientras trabaja en lo profundo de nuestros corazones. El análisis de esos salmos será el eje central de nuestra próxima reflexión.
[1] Recordemos que la teología sistemática nos enseña que la gloria de Dios puede ser definida como el peso y el brillo de su santidad, de su poder y su magnificencia.
[2] McCraty Rollin . “The Energetic Heart: GCI Edition.”: https://www.heartmath.org/resources/downloads/energetic-heart/
[3] McCraty Rollin, Zayas María A: “Cardiac coherence, self-regulation, autonomic stability, and psychosocial well-being.” (2014): https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC4179616/pdf/fpsyg-05-01090.pdf
[4] “Heart Coherence Training May Reduce the Risk of Alzheimer’s Disease.”: https://www.heartmath.org/articles-of-the-heart/heart-coherence-training-may-reduce-risk-of-alzheimers-disease/
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos lleva, nos guía, nos dirige y nos muestra las cosas profundas de Dios (VI)
“14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (Rom 8:14-17, RV1960)
Las reflexiones acerca de las funciones y las operaciones del Espíritu Santo nos han conducido al análisis de la dirección que Él le ofrece a cada creyente. Las expresiones del Apóstol Pablo acerca de este tema afirman que esa dirección es esencial para que el creyente pueda ser hijo de Dios y que el Espíritu Santo afirme esa identidad en la vida de cada una de las personas que acepta a Cristo como su Salvador y Señor (Rom 8:14-17).
La reflexión anterior nos permitió estudiar la estructura bíblica que sostiene este principio. Vimos allí que la dirección del Espíritu de Dios es esencial para nuestra identidad como hijos de Dios porque:
- Él es quien nos dirige a Cristo, convenciéndonos de pecado, de juicio y de justicia (Jn 16:7-11).
- nos dirige a conocer el plan de salvación y al mismo tiempo, a conocer la gloria de Dios que está en la faz de nuestro Señor y Salvador.
- ilumina nuestros corazones para que lleguemos a Cristo y que allí podamos conocer esa gloria. (2 Cor 4:6, PDT).
- nos dirige al nuevo nacimiento; a una nueva creación (2 Cor 5:17; Gál 6:15-16).
- nos dirige al brillo refulgente y esplendoroso de la santidad[1] y el carácter de Dios
- dirige y empodera el proceso de transformación del creyente procurando que este sea más parecido a Cristo, a medida que es transformado a la gloriosa imagen de nuestro Salvador y Señor. (2 Cor 3:18, NTV).
- nos empodera para predicar el Evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor 4:4b).
- nos consuela (Jn 14:16, 26; 15:26; 16:7) en medio de las tribulaciones (Rom 5:3-5; Efe 3:16, DHH)
- esto nos permite ser capaces de ver lo que no se ve (lo eterno) a medida que experimentamos un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (2 Cor 4:16-18).
- nos prepara para ser exhibidos como corona de gloria y diadema de reino en las manos del Padre (Isa 62:1-3).
- nos dirige a la victoria final: alcanzar y compartir la gloria del Señor (2 Tes 2:14; 2 Tim 2:10), recibir la corona incorruptible de gloria (1 Ped 5:4) y ser transformados para ser semejantes a Cristo (Fil 1:21).
Es importante señalar que este resumen es solo una muestra del proceso que desarrolla el Espíritu Santo dirigiendo al creyente. Sabemos que existen muchas otras áreas y escenarios que pueden ser presentados aquí. Por ejemplo, sabemos que Él es el que nos dirige a conocer la Santa Palabra, el que nos empodera para encarnarla y para poder predicarla. Sabemos que Él es el que nos da sabiduría para ser capaces de conocer más y más al Señor y el que nos enseña a orar y a aprender a escuchar la voz de Dios.
Ahora bien, hay aspectos sumamente importantes de la dirección que provee el Espíritu de Dios para acercarnos a la gloria de Dios que no hemos analizado. Es obvio que alcanzar los regalos de la salvación del alma y de la vida eterna a los que Él nos dirige es la meta más importante que todo ser humano debe procurar. Al mismo tiempo, ser dirigidos a contemplar la gloria de Dios en el rostro de Jesús nuestro Señor no es menos importante.
Ya nos hemos preguntado ¿cuál es la importancia de esta dirección hacia esos encuentros con la gloria de Dios? En esta ocasión nuestras respuestas para esta pregunta estarán enfocadas en el campo de batalla que existe entre el Espíritu y nuestra humanidad. La Biblia dice lo siguiente acerca de esto:
“16 Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. 17 La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu. Y el Espíritu nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí, entonces ustedes no son libres para llevar a cabo sus buenas intenciones, 18 pero cuando el Espíritu los guía, ya no están obligados a cumplir la ley de Moisés. 19 Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, 20 idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, 21 envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios. 22 En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, 23 humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas! 24 Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí. 25 Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida.” (Gál 5:16-25, NTV)
Este pasaje bíblico surge en el contexto de una lucha que Pablo sostenía con los grupos judaizantes que había en la comunidad de Galacia. Estos afirmaban que la única manera en la que los creyentes en Cristo podían ser capaces de ser fieles a Dios era obedeciendo los preceptos de la Ley de Moisés. Estos argumentaban que la libertad que Pablo predicaba podía guiar a los creyentes a una vida pecaminosa.
Pablo se oponía a esta alternativa. En primer lugar, porque el mensaje del Evangelio predica que Cristo, con su sacrificio en la cruz del Calvario, satisfizo por nosotros los requisitos de la Ley y nos dio una ruta distinta a esta para que podamos vencer los deseos de la carne.
“4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Rom 7:4-6, RV1960).
En segundo lugar, Pablo afirmó que el Espíritu de vida en Cristo es la ruta para ser libres de la ley del pecado y de la muerte y para morir a los designios de la carne y de la vida que se ocupa en las cosas de la carne. Él afirma que el poder que desata el Espíritu logró lo que la Ley no podía hacer: darnos esa libertad.
“2 y porque ustedes pertenecen a él, el poder[a] del Espíritu que da vida los[b] ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte. 3 La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza pecaminosa es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a su propio Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros. 4 Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al Espíritu. 5 Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu. 6 Por lo tanto, permitir que la naturaleza pecaminosa les controle la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el Espíritu les controle la mente lleva a la vida y a la paz. 7 Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y jamás lo hará. 8 Por eso, los que todavía viven bajo el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios. 9 Pero ustedes no están dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el Espíritu de Dios vive en ustedes. (Y recuerden que los que no tienen al Espíritu de Cristo en ellos, de ninguna manera pertenecen a él).” (Rom 8:2-9, NTV)
En tercer lugar, el Apóstol Pablo señaló que hay una sola ruta para poder “ganar a Cristo.” Esto es: desarrollar un conocimiento de excelencia acerca del Amado. Esa ruta no es la justicia que nosotros podemos conseguir con nuestras fuerzas cumpliendo la Ley. La ruta que él señaló es la justicia que es por la fe en Cristo. En otras palabras, creyendo y confiando en la oferta que Cristo nos ha hecho. En otras palabras, la salvación a través de su sacrificio en la cruz y la presencia activa del Espíritu Santo en nuestras vidas.
“8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Fil 3:8-11, RV1960)
Dicho de otra manera: el Espíritu de Dios tiene el poder para ayudarnos a conseguir que salgamos victoriosos en esa batalla contra nuestra naturaleza pecaminosa. Basta ceder a la dirección que Él nos ofrece para poder conseguirlo.
Que no quede duda alguna en nuestras mentes. El Espíritu Santo pone en acción su omnipotencia cuando venimos a Cristo Jesús. Ese poder ilimitado es puesto en acción para romper cadenas que nos atan, traer libertad a los cautivos, hacer pedazos las agendas de las tinieblas que pueden estar oprimiéndonos y cancelar aquellas dependencias que nos esclavizan. No hay duda alguna de que ese poder está disponible para cada creyente desde el mismo instante que aceptamos que Jesús es nuestro Salvador y nuestro Señor y Salvador.
La mala noticia es que esa es la parte más fácil de lo que ocurre cuando venimos a Cristo, porque esta liberación no depende de nosotros en nada. Basta la manifestación del poder del Espíritu de Dios para lograr esto. El “problema” es que, al mismo tiempo, hay costumbres, patrones de conducta, estilos de vida y otros generadores de placer y satisfacción que son dominados y dirigidos por nuestra naturaleza pecaminosa. Es en estos contextos que tenemos que decidir que queremos ser dirigidos por el Espíritu de vida para poder vencer el dominio que estos escenarios pueden tener sobre nuestras vidas. En ambos casos la receta es la misma: hay que chocar con la revelación de la gloria y el poder de Dios.
¿Cómo es que el Espíritu logra hacer esto? Una vez más, además de ejercer su eterno e inmensurable poder sobre nosotros, el Espíritu Santo nos expone a la gloria de Dios. Esta exposición constante no solo nos enamora cada vez más de Dios, sino que consigue que anhelemos más y más de Él. Chocar con esa gloria provoca que la revelación de la majestad, la realeza, el esplendor y la santidad de Dios nos conmine a humillarnos voluntariamente ante la manifestación del Eterno. Utilizando el lenguaje de la neurofisiología, esa exposición provoca que pierdan la efectividad aquellas cosas que nos provocaban altos niveles de Dopamina. Este es un neurotransmisor que entre otras cosas se dispara para producirnos placer. Como dice un coro de mediados del siglo 20: “y las cosas que yo hacía ya nos las hago más…..hubo un cambio cuando a Cristo conocí.”
Los lectores se habrán percatado que este acercamiento no es uno que impone la transformación del creyente. Al contrario: se trata de la aceptación voluntaria de una invitación irresistible. Nos dan a escoger entre los placeres y la satisfacción de la carne y el gozo y la satisfacción que emana de los encuentros con Dios. No olvidemos que es el Espíritu Santo el que nos dirige en esa ruta.
Hemos leído que Pablo afirma que todo lo que decidimos hacer para aceptar esta ruta tiene que estar motivado por el amor que él ha desarrollado por el Señor.
“8 Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo 9 y llegar a ser uno con él. Ya no me apoyo en mi propia justicia, por medio de obedecer la ley; más bien, llego a ser justo por medio de la fe en Cristo.” (Fil 3:8-9, NTV)
Esa frase, “por amor a Él,” afirma que la relación establecida con el Señor no es por imposición, por el temor a perdernos o por el alto sentido de responsabilidad que podamos tener. Esa relación es por amor.
Durante más de dos años hemos sostenido, por la gracia de Dios, unos coloquios pastorales con pastores y profesionales de diferentes disciplinas. En uno de estos el Dr. Juan Antonio Moreira (especialista en neurología y en neuroimágenes) nos ilustró acerca de múltiples estudios en los que se analizan las interacciones bio-electromagnéticas entre las personas. Junto a esto, el rol del corazón en las emociones, la coherencia fisiológica y las comunicaciones bio-electromagnética y cardio- electromagnética entre las personas. Es impresionante ver las conexiones que se desarrollan entre los cerebros y los corazones de dos amigos o de una pareja matrimonial. Las gráficas muestran como el cerebro y el corazón de uno se sincronizan con los de la otra persona.[2],[3] De hecho, se está estudiando cómo el entrenamiento para esta coherencia puede reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas tales como el Alzheimer’s.[4]
La invitación que hacemos aquí es que consideremos lo que puede suceder en nosotros si nuestros corazones y nuestros cerebros son impactados por el corazón de Dios y por la mente de Cristo. No olvidemos que la Biblia dice que el Señor quiere compartir con nosotros los pensamientos de su corazón. Estos traen consigo bienaventuranzas (Sal 33:11-12, RV1960).
“11 El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. 12 Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, El pueblo que él escogió como heredad para sí.”
Tampoco olvidemos que los creyentes hemos sido bendecidos con la capacidad de tener la mente de Cristo (1 Cor 2:16).
“16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”
Vivir la vida en Cristo trata acerca de esto. El Espíritu Santo nos conduce a conocer el rostro del Amado, la Fuente del amor divino, y allí nos invita y conmina a disfrutar de ese amor y de esa relación. En otras palabras, experimentar que nuestros corazones palpiten al ritmo del corazón de Dios y que nuestros pensamientos sean sincronizados con los pensamientos de nuestro Señor. La Biblia dice que esos pensamientos son más altos que los nuestros y que Dios los hace germinar con la semilla de su Santa Palabra.
“9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. 10 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isa 55:9-11)
Es desde este punto de vista que el Espíritu Santo sincroniza nuestros corazones y pensamientos con el Señor. Esto facilita que podamos hacer nuestro el consejo bíblico.
“8 En fin, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble, correcto, puro, hermoso y admirable. También piensen en lo que tiene alguna virtud, en lo que es digno de reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en eso. 9 Hagan todo lo que les enseñé, todo lo que aprendieron al verme y oírme, y el Dios de paz estará con ustedes.” (Fil 4:8-9, PDT)
Recordemos que el Espíritu de vida en Cristo es quien nos dirige, facilita y nos empodera para que seamos capaces de tener estos encuentros.
Pablo no es el único que trabaja con esta área de la dirección que necesitamos del Espíritu. Veamos como lo describe el Apóstol Santiago:
“5 ¿Creen que es en vano lo que dice la Escritura? Pues da a entender que el espíritu humano que él puso en nosotros tiende hacia los malos deseos. 6 Pero el generoso amor que Dios nos da es aún más fuerte, por eso la Escritura dice: «Dios rechaza a los orgullosos, pero es bueno con los humildes» (Pro 3:34). 7 Así que, entréguense a Dios, resistan al diablo y el diablo huirá de ustedes. 8 Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Quiten el pecado de su vida pecadores. Concentren su mente en Dios, ustedes que quieren seguir a Dios y al mundo.” (Stgo 4:5-8, PDT)
Es muy importante destacar que este pasaje bíblico comienza haciendo énfasis en el amor que Dios tiene por nosotros, aun cuando Él sabe que hemos permitido que se corrompa el espíritu que Él puso en nosotros. Ese pasaje dice que el producto de Su amor el que nos motiva a ceder todo esto. Este pasaje afirma que ese amor es más fuerte que cualquier andanada pecaminosa que nos quiere corromper.
También es importante reconocer que cuando permitimos al Espíritu Santo que nos dirija, Él nos acercará a la manifestación de la gloria de Dios y allí seremos impactados por el amor del Padre. Ese amor es el que puso a su Hijo Cristo en la cruz del Calvario para que muriera allí por nosotros para darnos salvación y vida eterna. Chocar con ese amor insondable cancela toda la autoridad y el poder de nuestro orgullo. Chocar con ese amor que está rodeado del resplandor de la gloria de Dios nos invita a la humildad y a la necesidad de acercarnos constantemente a la Fuente de este.
Los salmistas parecen haber encontrado esta ruta, aun antes de que el Espíritu Santo descendiera en el Día de Pentecostés. Este dato coloca en ventaja a los creyentes en Cristo porque nosotros contamos con esa presencia permanente para dirigirnos y guiarnos a esos encuentros mientras trabaja en lo profundo de nuestros corazones. El análisis de esos salmos será el eje central de nuestra próxima reflexión.
[1] Recordemos que la teología sistemática nos enseña que la gloria de Dios puede ser definida como el peso y el brillo de su santidad, de su poder y su magnificencia.
[2] McCraty Rollin . “The Energetic Heart: GCI Edition.”: https://www.heartmath.org/resources/downloads/energetic-heart/
[3] McCraty Rollin, Zayas María A: “Cardiac coherence, self-regulation, autonomic stability, and psychosocial well-being.” (2014): https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC4179616/pdf/fpsyg-05-01090.pdf
[4] “Heart Coherence Training May Reduce the Risk of Alzheimer’s Disease.”: https://www.heartmath.org/articles-of-the-heart/heart-coherence-training-may-reduce-risk-of-alzheimers-disease/
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AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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