1026 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de octubre del 2025

1026 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de octubre del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (II)


“26 Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.”
(Rom 8:14-17, NTV)

Pocas personas se han adentrado en la dimensión de la oración para describirla como lo hizo Edward McKendree Bounds (E.M. Bounds). Este ministro metodista nació en el condado de Shelby, Missouri, el 15 de agosto de 1835 y falleció el 24 de agosto de 1913 en Washington, Georgia. Bounds recibió una educación escolar regular en Shelbyville y fue admitido en el colegio de abogados poco después de alcanzar la mayoría de edad. Ejerció la abogacía hasta los veinticuatro años, edad en la que fue llamado a predicar el Evangelio y a ser pastor. Su primer pastorado fue el circuito de Monticello, Missouri. Bounds fue prisionero de guerra en dos (2) ocasiones durante la Guerra Civil Norteamericana (1861-1865). En primer lugar, por negarse a prestar juramento de lealtad al Gobierno Federal. Luego, como capellán del Quinto Regimiento de Missouri, cuando fue mantenido prisionero en Nashville, Tennessee.

Después de la guerra, el reverendo E. M. Bounds fue pastor de iglesias en Tennessee y Alabama. En 1875 fue asignado a la Iglesia Metodista de San Pablo en San Luis, donde sirvió durante cuatro años. Tras servir en varios pastorados, fue enviado a la Primera Iglesia Metodista de San Luis, Missouri, durante un año y una vez más a la Iglesia Metodista de San Pablo durante tres años. Al final de esta encomienda pastoral, él se convirtió en editor del periódico "Christian Advocate" de San Luis. Fue un escritor enérgico y un pensador profundo. Pasó los últimos diecisiete años de su vida con su familia en Washington, Georgia. La mayor parte del tiempo lo dedicaba a leer, escribir y orar. Durante muchos años se levantaba todos los días a las 4 de la mañana y fue incansable en el estudio de la Biblia. Sus escritos fueron leídos por miles de personas y eran muy solicitados por feligreses de todas las denominaciones protestantes. [Este es un extracto de una introducción de Homer W. Hodge, 1920 D. C.][1]

Dos de sus discípulos, Claude Chilton y Homer W. Hodge, se encargaron de recoger muchos de sus trabajos escritos y ordenarlos de manera en que estos pudieran ser publicados. Nueve (9) de los doce libros que Bounds escribió tratan con el tema de la oración. Muchos de estos pueden ser adquiridos gratuitamente.[2]
 
Chilton dijo lo siguiente acerca de su mentor:[3]

“Edward McKendree Bounds no solo oraba bien para poder escribir bien sobre la oración. Oraba porque las necesidades del mundo lo acosaban. Oró durante largos años sobre temas en los que el cristiano despreocupado rara vez piensa, y por objetivos que los hombres de menor pensamiento y fe siempre están dispuestos a considerar imposibles. De sus solitarias vigilias de oración, año tras año, surgía una enseñanza igualada por pocos hombres en la historia cristiana moderna. Escribió de forma trascendental sobre la oración, porque él mismo era trascendental en su práctica.
 
Así como respirar es una realidad física para nosotros, la oración era una realidad para Bounds. Tomó el mandato «Orad sin cesar» casi tan literalmente como la naturaleza animada toma la ley del sistema nervioso reflejo, que controla nuestra respiración.”
(Traducción libre)

E.M. Bounds enfatizó que la oración no es solo una práctica, sino una conexión vital con Dios que moldea nuestras vidas y el mundo que nos rodea. A continuación, una cita acerca de la oración escrita por Bounds:

“La oración es un trabajo espiritual y la naturaleza humana huye de un trabajo espiritual y exigente. La naturaleza humana gusta de bogar hacia el cielo con un viento favorable y un mar tranquilo. La oración hace a uno sumiso. Abate el intelecto y el orgullo, crucifica la vanagloria y señala nuestra insolvencia espiritual. Todo esto es difícil de sobrellevar para la carne y la sangre.
 
Es más cómodo no orar que hacer abstracción de aquellas cosas. Entonces llegamos a uno de los grandes males de estos tiempos: poca o ninguna oración. De estos dos males quizás el primero sea más peligroso que el segundo. La oración escasa es una especie de pretexto, de subterfugio para la conciencia, una farsa y un engaño. El poco valor que damos a la oración está evidenciado por el poco tiempo que le dedicamos….. ¡Cuán pobre e insignificante es nuestra oración, mezquina e infantil frente a los hábitos de los verdaderos hombres de Dios en todas las épocas! A los hombres que creen que la oración es el asunto principal y dedican el tiempo que corresponde a una apreciación tan alta de su importancia, confía Dios las llaves de su reino, obrando por medio de ellos maravillas espirituales en este mundo. Cuando la oración alcanza estas proporciones viene a ser la señal y el sello de los grandes líderes de la causa de Dios y la garantía de las fuerzas conquistadoras del éxito con que Dios coronará su labor.”
[4]
 
Muchas de sus aseveraciones acerca de este tema han puesto a pensar a miles de creyentes que amamos la oración, particularmente, cuando esta es dirigida por el Espíritu de Dios. A continuación, compartimos varias de estas con el fin de provocar a los lectores a reflexionar sobre el mensaje que comunican:

  • “Dios moldea el mundo mediante la oración.”
  • “Las oraciones sobreviven a la vida de quienes las pronunciaron; sobreviven a una generación, sobreviven a una época, sobreviven a un mundo.”
  • “El secreto del éxito en el Reino de Cristo es la capacidad de orar.” “La lección más importante que podemos aprender es cómo orar.”
  • “La historia de cada gran logro cristiano es la historia de la oración contestada.”
  • “Al caminar con Dios por los caminos de la oración, adquirimos algo de su semejanza, e inconscientemente nos convertimos en testigos para otros de su belleza y su gracia.”
  • “Para muchos de nosotros, la oración es simplemente una forma de egoísmo; significa pedir algo para nosotros mismos, eso y nada más.”
  • “Esta no es una época de oración; es una época de gran actividad, de grandes movimientos, pero en la que la tendencia es muy fuerte a enfatizar lo visible y lo material, y a descuidar y descartar lo invisible y lo espiritual.” [5]
  • “La oración es la mayor de todas las fuerzas, porque honra a Dios y le permite ser una ayuda activa.”
  • “La oración es nuestra arma más formidable, pero aquella en la que somos menos hábiles, la que más nos resistimos a usar.”
  • “La primera y la última etapa de una vida santa se coronan con la oración. Es un oficio de por vida.”
  • “Corremos el peligro de sustituir la oración y la vida santa por el trabajo eclesial y una incesante ronda de actividades ostentosas. Una vida santa no vive en el aposento [de oración], pero no puede vivir sin este.”
  • “Solo los líderes que oran pueden tener seguidores que oren.”
  • “La oración no es enemiga del trabajo, no paraliza la actividad. Trabaja poderosamente; la oración en sí misma es la obra más grande.”
  • “El aposento [de oración]… es el campo de batalla de la Iglesia; su ciudadela; el escenario de conflictos heroicos y sobrenaturales.”
  • “El secreto de la oración y su éxito reside en su urgencia. Debemos dirigir nuestras oraciones a Dios.”
  • “Sin oración, nada podemos hacer. Todo se puede lograr con la oración insistente.”
  • “No podemos basar nuestras operaciones espirituales en las oraciones de la generación pasada.”
  • “El Evangelio no puede vivir, luchar ni vencer sin la oración: oración incesante, instantánea y ferviente.”
  • “La oración es el niño desamparado y necesitado que clama a la compasión del corazón del Padre y a la generosidad y el poder de su mano.” (Traducción libre)

Insistimos en que estas aseveraciones son sólo una muestra del trabajo escrito por E.M Bounds.

Animamos a los lectores a hacer suyos estos recursos gratuitos y a comenzar a profundizar en el estudio de este tema.

Por otro lado, el énfasis constante que Bounds hace de la relación que existe entre la fe y la oración ha provocado la búsqueda intensa de todos aquellos que queremos profundizar en este tema, no solo para conocerlo mejor, sino para mejorar nuestra vida de oración. El significado de la frase “la oración de fe” (Stg 5:15) que otras versiones bíblicas traducen como “oración hecha con fe” (PDT), “ofrecida con fe” (NTV), “orar con fe” (DHH), “oración de fe” (NVI), “prayer of faith” (KJV), ha cobrado otra dimensión luego de estudiar las posturas de Bounds respecto a esa relación.

Este énfasis nace de una verdad bíblica. La Biblia dice que la fe es fruto de Espíritu (Gál 5:22). De hecho, el Apóstol Pablo también afirma que hay una manifestación de la fe que es un don (“charisma”, G5486) de Dios (1 Cor 12:9). En otras palabras, hay una relación directa entre la fe y el Espíritu.

Al mismo tiempo, le recordamos a los lectores que la Biblia afirma la relación entre la oración, el Espíritu Santo y la fe. Ella nos conmina a fortalecernos los unos a los otros en la fe, mantenernos firmes en esta y a orar en el Espíritu Santo (RV1960) o guiados por el Espíritu Santo.

“20 Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, 21 conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.”
(Jud 1:20-21, RV1960)

“20 Pero ustedes, queridos hermanos, manténganse firmes en su santísima fe. Oren guiados por el Espíritu Santo. 21 Consérvense en el amor de Dios y esperen el día en que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, nos dará la vida eterna.” (DHH)

Por otro lado, la Biblia presenta la llenura del Espíritu Santo y la llenura de fe como algunas de las características indispensables en la vida de los creyentes en Cristo.

“5 Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; 6 a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.” (Hch 6:5, RV1960)

“22 Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. 23 Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. 24 Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.” (Hch 11:22-24)

A continuación, algunas de las aseveraciones que Bounds hace acerca de la relación entre la fe y la oración:[6]

La fe es el fundamento del carácter cristiano y la seguridad del alma. Cuando Jesús esperaba la negación de Pedro y le previno contra ella, le dijo a su discípulo:

‘31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.’”  (Lcs 22:31-32, RV 1960)

La fe da origen a la oración y se fortalece, penetra más profundamente, se eleva más alto en las luchas y esfuerzos de la poderosa petición. La fe es la certeza de lo que se espera, la seguridad y la realización de la herencia de los santos. La fe también es humilde y perseverante. Puede esperar y orar; puede permanecer de rodillas o postrarse en el polvo. Es la única gran condición de la oración; su falta es la raíz de toda oración pobre, débil, escasa y sin respuesta.”

La fe inicia la oración: allana el camino hacia el propiciatorio. Da la seguridad, ante todo, de que existe un propiciatorio, y de que allí el sumo sacerdote espera las oraciones. La fe abre el camino para que la oración se acerque a Dios. Pero hace más. Acompaña a la oración en cada paso que da. Es su compañera inseparable, y cuando se hacen peticiones a Dios, es la fe la que convierte la petición en obtención. Y la fe sigue a la oración, ya que la vida espiritual a la que el creyente es llevado por la oración es una vida de fe. La característica principal de la experiencia a la que los creyentes son llevados por la oración no es una vida de obras, sino de fe.”
           
La fe fortalece la oración y le da paciencia para esperar en Dios. La fe cree que Dios es galardonador. Ninguna verdad se revela con mayor claridad en las Escrituras que esta, y ninguna es más alentadora. Incluso el secreto tiene su recompensa prometida: «El que ve en secreto te recompensará en público», mientras que el servicio más insignificante prestado a un discípulo en el nombre del Señor, sin duda recibe su recompensa. Y a esta preciosa verdad la fe da su asentimiento de corazón.

“La fe no es una creencia abstracta en la Palabra de Dios, ni una mera creencia mental, ni un simple asentimiento del entendimiento y la voluntad; ni es una aceptación pasiva de los hechos, por sagrados o completos que sean. La fe es una operación de Dios, una iluminación divina, una energía santa implantada por la Palabra de Dios y el Espíritu en el alma humana; un principio espiritual y divino que toma lo sobrenatural y lo hace comprensible para las facultades del tiempo y los sentidos.”

Estamos convencidos de que estas aseveraciones forman parte del principio básico que sostiene lo que Santiago llama la “oración eficaz” (“energeō”, G1754). Este concepto griego es el mismo que se utiliza para describir la acción del poder de Dios que opera (“actúa”) en nosotros.

“20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,” (Efe 3:20)

Es también el concepto utilizado por el Apóstol Pablo para describir la operación de Dios en nuestras vidas para conseguir que hagamos lo que Él desea.

“13 Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada.”  (Fil 2:13, NTV)[7]

Además, es el mismo concepto que Pablo utiliza para describir la acción de repartir los dones como el Espíritu Santo quiere hacerlo.

“11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:11)

A base de esto, podeos concluir que la fe invita a Dios a actuar (“energeō”, G1754) en nosotros y en aquello por lo que pedimos en oración. Continuamos compartiendo algunas de las citas de las publicaciones escritas por E.M. Bounds.

“La fe trata con Dios y es consciente de Él. Trata con el Señor Jesucristo y ve en él a un Salvador; trata con la Palabra de Dios y se aferra a la verdad; trata con el Espíritu de Dios y es energizada e inspirada por su fuego santo. Dios es el gran objetivo de la fe; porque la fe descansa todo su peso en su Palabra. La fe no es un acto del alma sin propósito, sino mirar a Dios y confiar en sus promesas. Así como el amor y la esperanza siempre tienen un objetivo, también lo tiene la fe. La fe no es creer cualquier cosa; es creer en Dios, confiar en él, confiar en su Palabra.”

“Sin embargo, la fe se reduce a una cosa en particular: no cree que Dios recompensará a todos, ni que recompensa a todos los que oran, sino que recompensa a quienes lo buscan diligentemente. La fe se basa en la diligencia en la oración y da seguridad y aliento a quienes buscan diligentemente a Dios, pues solo ellos reciben una rica recompensa cuando oran.

Necesitamos recordar constantemente que la fe es la condición inseparable para orar con éxito. Hay otras consideraciones que intervienen en el ejercicio, pero la fe es la condición final e indispensable para la verdadera oración. Como está escrito en una declaración fundamental y conocida: «Sin fe, es imposible agradar a Dios».
  
 Santiago expresa esta verdad muy claramente.
  
 ‘5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.’ (Stg 1:5-7, RV1960)”

La fe crece leyendo y meditando la Palabra de Dios. Sobre todo, y mejor que todo, la fe prospera en un ambiente de oración.
 
Sería bueno que todos nos detuviéramos y nos preguntáramos personalmente: "¿Tengo fe en Dios? ¿Tengo fe verdadera, una fe que me mantiene en perfecta paz, tanto en las cosas terrenales como en las celestiales?". Esta es la pregunta más importante que una persona puede plantearse y esperar respuesta. Y hay otra pregunta, muy similar en significado e importancia: "¿Realmente oro a Dios para que me escuche y responda mis oraciones? ¿Y realmente oro a Dios para que reciba directamente de Él lo que le pido?".”

La oración depende absolutamente de la fe. Prácticamente no existe separada de ella y no logra nada a menos que sea su compañera inseparable. La fe hace que la oración sea eficaz y, en cierto sentido importante, debe precederla.
  
 ‘6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.’” (Heb 11:6)

Invitamos a los lectores a reflexionar acerca cada una de estas citas. Les exhortamos a leer con detenimiento las publicaciones escritas por este gigante del Evangelio. Al mismo tiempo, les conminamos a que pidan al Espíritu Santo que los dirija en la oración. Sí, que nos enseñe a perseverar en ella (Col 4:2). Que Él nos dirija a inquirir en oración y ruego para que aumente nuestro amor por esta clase de diálogo con el Señor (Fil 1:9).

Oremos hasta que podamos recibir de Él la autoridad celestial que desate en nosotros el poder ser capaces de orar en todo tiempo, con la ayuda del Espíritu (Efe 6:18). Oremos para que esa dimensión de nuestra oración nos conduzca a mantenernos alerta y orando por todo el Pueblo de Dios. Que se cumpla en nosotros la palabra que Dios inspiró al Profeta Zacarías: el derramamiento de espíritu de gracia y de oración (Zac 12:10).

“10 Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.”

Oremos hasta que podamos hacer nuestras las palabras y el deseo del salmista:

“2 Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde.”  (Sal 141:2)
 


[1] https://www.embounds.online/bio
[2] https://www.embounds.online/; https://www.crcbermuda.com/bible/prayer
[3] https://thinkaboutsuchthings.com/e-m-bounds-quotes-on-prayer/
[4] Bounds, E. M. The Essentials of Prayer, p.13 (traducción libre).
[5] No olvidemos que Bounds dijo esto a finales del siglo 19 y principios del siglo 20. ¿Cuál sería su opinión sobre la sociedad posmoderna en la que nos ha tocado vivir?
[6] Estas citas han sido tomadas del libro “The necessity of prayer.” Las traducciones han sido hechas por el escritor de esta reflexión. Hemos ennegrecido algunas frases clave en cada una de estas aseveraciones.
[7] Hemos ennegrecido la traducción al español en ambos pasajes bíblicos.








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