October 19th, 2025
1027 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 19 de octubre del 2025
Haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido
(Reflexión de aniversario)
“4 En ese día maravilloso cantarán: «¡Den gracias al Señor! ¡Alaben su nombre! Cuenten a las naciones lo que él ha hecho; háganles saber lo poderoso que él es. 5 Canten al Señor, porque ha hecho cosas maravillosas. Den a conocer su alabanza en el mundo entero.” (Isa 12:4-5, NTV)
Esta semana ha sido una semana de fiesta. Dios nos ha permitido celebrar 47 años de vida institucional como iglesia. Es de todos conocido que la Iglesia AMEC: Casa de alabanza tiene muchos años más de vida. No obstante, fue en el año 1978 que se decidió incorporar, registrar ante las autoridades gubernamentales de Puerto Rico, la existencia de esta organización eclesiástica. AMEC (Agrupación de Misioneros Evangelistas de Canóvanas) operaba como un esfuerzo de evangelización y de trabajo misioneros muchos años antes de comenzar a funcionar como una iglesia en nuestro país.
La historia de nuestra iglesia solo puede ser descrita como la manifestación tangible de la gracia y de la misericordia de Dios. El Señor se ha apiadado de nosotros y todo lo que somos no es otra cosa sino el cumplimiento de las promesas que Él nos ha hecho.
Es por esto que hacemos nuestras las palabras del profeta Isaías y damos gracias a Dios. Es por esto que levantamos alabanzas a Su nombre y le contamos a las naciones los portentos y los milagros que Él ha hecho entre nosotros. Hoy hacemos célebres sus obras en todo el planeta, en el mundo entero, y le recordamos a los pueblos que solo el nombre del Señor debe ser engrandecido. Como dice el salmista, hoy traemos a la memoria los años de la diestra del Altísimo, nos acordamos de estos testimonios y hablamos de los actos portentosos que Dios ha desarrollado entre nosotros (Sal 77:11-12).
Para finales de la década de los años 60, en el siglo pasado, el Rdo. Jacinto Esquilín Robles, nuestro Pastor Fundador recibió el llamado y las instrucciones del Señor para que renunciara a su puesto como empleado del correo de los Estados Unidos en P.R.. Esto, con la finalidad de que él y su esposa, la hermana Carmelina (Minín) desarrollaran un centro de oración permanente en su hogar. Este llamado divino incluía al mismo tiempo que el Pastor Jacinto dirigiera el ministerio de Evangelismo del mayor de sus hijos: el hoy Obispo Mizraim Esquilín García. Este último comenzó a predicar a la edad de cinco (5) años y para finales de la década antes mencionada era conocido en P.R. como el “niño predicador.”
El hogar de la familia Esquilín se convirtió en escenario de servicios diurnos de oración que se celebraban todos los días y casi siempre se extendían desde temprano en la mañana hasta entrada la tarde. Esto era de esperarse porque la autoridad en la oración y el discernimiento que el Señor había hecho reposar sobre el Pastor Jacinto eran reconocidos en todo el país. No obstante, Dios comenzó a sorprenderle de muchas maneras. Una de estas sorpresas, la cantidad de personas adultas y jóvenes que llegaban constantemente a su hogar para la oración. La mayoría de estos últimos, los jóvenes, a causa de un avivamiento que el Señor había desatado en las escuelas públicas de Canóvanas. Este avivamiento había alcanzado tanto a los estudiantes como a los maestros. Otra sorpresa fue la cantidad de milagros y prodigios que Dios operó en esas reuniones. Damos gracias al Señor por esto.
Es meritorio señalar que nunca se recogieron ofrendas en esos servicios de oración ni se desarrollaron campañas financieras. Es aún más importante señalar que Dios utilizó esos años de oración constante para delinear la personalidad y el carácter de la iglesia que habría de nacer, para afirmarnos sobre su Palabra y sobre una cantidad extraordinaria de promesas que Él nos hizo. El carácter y la personalidad de nuestra iglesia han sido delineados por la oración, la intercesión, el ruego, la capacitación bíblica y la confianza en las promesas del Señor. Damos gracias al Señor por esto.
Al mismo tiempo, el ministerio evangelístico continuaba ampliándose de manera vertiginosa. Esto comenzó “complicarse” cuando una multitud de jóvenes comenzó a acompañar a la familia Esquilín en las campañas evangelísticas alrededor de todo el país.
Es muy importante destacar que en la década de los años 70 la vida congregacional del Pastor Jacinto y de su familia se desarrolló en la Iglesia Metodista de Country Club en Río Piedras, P.R.. Esa amada congregación ocupa un lugar muy especial en los corazones de toda la familia Esquilín.
En el año 1978 el Pastor Jacinto recibió instrucciones del cielo para aposentar a los fieles que se reunían a diario para la oración. Es entonces que la agrupación evangelística y misionera se convierte en Iglesia AMEC. El “apellido” Casa de Alabanza fue integrado al nombre más de 20 años después, durante la incumbencia del Pastor Mizraim Esquilín García. En ese mismo año, 1978, el hoy Obispo de nuestra organización, recibió instrucciones del Señor y el apoyo de sus padres para aposentarse junto a Edith, su flamante esposa, en la Primera Iglesia Bautista de Carolina. En esta iglesia él completaría su preparación y capacitación teológica - pastoral. Esto ocurrió en la época que el Rdo. Félix Castro Rodríguez pastoreaba esa iglesia en Carolina, PR.. El Rdo. Castro Rodríguez es una de las figuras legendarias del pastorado en la América Hispana.
El Pastor Mizraim Esquilín García fue traído por el Señor a pastorear la Iglesia AMEC en 1998. Esto fue motivado por complicaciones en la salud de su padre.
Damos gracias al Señor porque los testimonios producidos por el derramamiento del poder y de la gracia de Dios tampoco se hicieron esperar en esa etapa de nuestra jornada de fe. Esto también afirma que la historia de nuestra iglesia ha sido arropada por la misericordia del Eterno. Es nuestra oración que el Todopoderoso nos ayude a mantener nuestros corazones sensibles a Su voz para mantenernos en el centro de su voluntad.
Hoy miramos el futuro con gozo y esperanza. Con gozo, porque la Biblia dice que en la presencia del Señor hay plenitud de gozo y delicias a su diestra para siempre. Con esperanza, porque Aquél que ha sido fiel para cumplir muchas de las promesas que nos hizo, continúa siendo fiel para cumplir entre nosotros todas aquellas que aún faltan por cumplirse.
El Señor nos ha vuelto a visitar en esta etapa de nuestra peregrinación de fe como iglesia. La llegada del Rdo. Mizraim Ezer Esquilín Carrero como el tercer Pastor Rector en la historia de nuestra iglesia ha sido una bendición para todos. Este hombre de Dios, con más de 20 años de experiencia en el campo industrial y corporativo de las compañías farmacéuticas, posee maestrías en ingeniería y en teología y es estudiante del programa doctoral de un reconocido seminario bautista en los Estados Unidos. Sin embargo, no son sus credenciales profesionales y académicas lo que lo han capacitado para esta labor. El Señor ha fijado sus ojos en el testimonio de integridad que él y su esposa Aleisa han mantenido dentro y fuera de nuestro país. La pasión que ambos tienen por las almas, sus vidas de oración y la voz profética que Dios le ha dado a este pastor han confirmado el llamado que Dios le hizo a su siervo. Damos gracias al Todopoderoso por todo esto.
Hoy repetimos y hacemos nuestras las palabras del profeta Isaías que están documentadas en el capítulo doce del libro de su profecía. Debemos entender que el capítulo doce (12) del libro del profeta Isaías es la canción nacional de victoria del pueblo de Israel.[1] Algunos segmentos de esta composición, el estribillo “Jehová es mi fortaleza y mi cántico”, fueron cantados al Señor cuando el pueblo de Dios salió de Egipto (Éxo 15:2). El pueblo judío también lo hizo cuando regresaron del exilio para reconstruir el templo en Jerusalén que había sido destruido durante la invasión del imperio Babilónico (Sal 118:14).
“2 Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré.” (Éxo 15:2)
“14 Mi fortaleza y mi cántico es JAH, Y él me ha sido por salvación.” (Sal 118:14)
El énfasis que este cántico hace en el tema de la salvación es extraordinario. El profesor Warren W. Wiersbe señala que este cántico concluye una sección del libro de Isaías en la que el profeta usó cuatro nombres significativos para comunicar al pueblo lo que Dios tenía planeado para ellos[2]. Estos nombres transmiten un mensaje de esperanza. Dos de estos nombres corresponden a los hijos del profeta, uno al profeta y el otro es el nombre de Dios.
Hay un mensaje de esperanza en estos nombres. Dios le estaba diciendo a su pueblo que el enemigo siempre está al asecho, apresurándose al botín, pero no hay por qué temer: Dios está con nosotros. El profeta dice con estos nombres, que son señales proféticas, que Dios es nuestra salvación y que Él garantiza que aquellos que se separaron del redil habrán de regresar. Dios nunca abandona a su pueblo. Él es el Emanuel. El Señor continúa diciendo esto hoy y estas promesas deben seguir provocando el cántico del pueblo de Dios.
La traducción de este capítulo que ofrece la versión Reina-Valera de 1960 provoca que la podamos recordar con facilidad. Esto es así porque la Iglesia Cristiana hispanohablante convirtió en coros de alabanza algunos de los versos de este pasaje bíblico.
“2 He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. 3 Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. 4 Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. 5 Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. 6 Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.” (Isa 12:2-6, RV 1960)
Ahora bien, los versos cuatro (4) y cinco (5) de este pasaje bíblico poseen varias órdenes divinas: verbos conjugados en el modo imperativo. Esta clase de conjugación verbal nos conduce a entender que no se trata de sugerencias que Dios nos ha hecho. Repetimos que estos verbos son órdenes bíblicas y celestiales para el pueblo del Señor. Estos verbos son: cantad, aclamad, haced, recordad y cantad (se utilizan dos (2) conceptos distintos para describir la acción de cantar.)
El primero de estos, “cantad” (a Jehová), es la traducción del verbo hebreo “yâdâh” (H3034)[3]. Este verbo es utilizado en 111 ocasiones en el Antiguo Testamento. Una de estas, cuando Lea da a luz el cuarto de sus seis (6) hijos
“35 Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá; y dejó de dar a luz.” (Gén 29:35).
La Biblia nos hace saber que las reacciones que esta mujer tuvo durante sus partos anteriores giraban alrededor de poder conquistar a Jacob, su marido. Lea anhelaba que Jacob pudiera amarla y unirse a ella (Gén 29:32-34). Esto era así porque este hombre vivía prendado de su otra esposa: Raquel, la hermana de Lea. Dios utilizó la llegada del cuarto hijo de Lea para transformar la perspectiva de ella.
Es muy importante destacar que la frase que ella utiliza en este verso bíblico no se limita a destacar la nueva perspectiva que ella había desarrollado para lidiar con este dilema: “Esta vez alabaré a Jehová”. Esta frase también nos permite reconocer que el verbo que ella utiliza para hablar acerca de alabar al Señor es la raíz del nombre de ese hijo: Judá (“yehûdâh”, H3063). Es de ese hijo que surgiría la tribu en la que nacería el Rey David: el rey sobre el que se establecería el reino eterno de Dios. En otras palabras, que esa clase de alabanza trasciende el tema de la transformación en la perspectiva de esta mujer. Este verbo se lanza a proveer y establecer la nomenclatura[4] para el desarrollo del ministerio del León de la tribu de Judá: Cristo nuestro Señor. Dios desarrolló todo este plan desde esta clase de alabanza.
Esa clase de alabanza, “yâdâh” (H3034), es también utilizada en 2 Crónicas 20:21. El uso de este concepto en este capítulo forma parte de las instrucciones que el rey Josafat le dio a los levitas que irían al frente de las tropas de Judá. La Biblia dice que el ejército de Judá salía a enfrentar a los ejércitos de Moab y de Amón en Hazezon-tamar (2 Cró 20:1-2). Estas fueron sus instrucciones:
“20 Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. 21 Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre.” (2 Cró 20:20-21)
La Biblia también dice que esa guerra se acabó cuando los levitas comenzaron a cantar según fueron instruidos.
“22 Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros.” (2 Crón 20:22)
En otras palabras, que esta clase de alabanza cancela las guerras, produce bendiciones y victorias insospechadas.
Este verbo hebreo, “yâdâh”, es también una expresión de acción de gracias (Sal 6:5; 18:49; 30:4,9, entre otros) y de confesión de pecados.[5]
El resumen de esta orden, “cantad” es sin duda alguna una instrucción divina para alabar a Dios mientras se produce un cambio de perspectiva en nuestras vidas. Es también una instrucción celestial para alabar y dejar nuestros conflictos en las manos del Señor. Además, es una instrucción divina para confesar nuestros pecados y dar gracias a Dios, mientras permitimos que Él establezca su reino entre nosotros. En otras palabras: la alabanza a Dios no puede detenerse. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea. Dios nos ha llamado a alabarle y lo hacemos con el corazón. Él, en su misericordia, nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
El concepto traducido como “aclamad” (su nombre) es la traducción del verbo hebreo “qârâʼ” (H7121). Este es utilizado en 705 ocasiones en el Antiguo Testamento. Aunque sabemos que existen varias aplicaciones para este concepto hebreo, en esta ocasión nos limitaremos a analizar solo un par de estas. Por ejemplo, este concepto es utilizado en el libro de Génesis para describir la acción de Dios para llamar las cosas según las iba creando (Gén 1:5,8,10). Se utiliza así mismo para describir la acción de Adán de llamar las cosas por su nombre (Gén 2:19-20,23).
También es utilizado para describir la acción de Dios para llamar a Moisés cuando este último decidió ir a ver lo que sucedía con la zarza que ardía y no se consumía.
“4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.” (Éxo 3:4)
Es utilizado de la misma manera para describir la acción del Faraón las veces que llamó a Moisés y a Aarón a que se presentaran ante él (Éxo 8:8, 25; 9:27; 10:16, 24).
Debemos entender que llamar a Dios por su nombre no es ponerle nombre a Dios. La acción que describe Isaías es sinónimo de invocar su carácter, su autoridad, su honor, así como todo lo que los nombres de Dios representan. Llamar a Dios por su nombre, aclamarlo, es sinónimo de invocarlo e invitarlo a estar con nosotros.[6] Hay revelación, seguridad, confianza y manifestación de la majestad eterna cuando aclamamos el nombre de Dios porque Él es el Padre Eterno, el “ʼĕlôhı̂ym” (Gén 1:1), el “rŏʼı̂y” (El que ve; Gén 16:13), el Anciano de días (Dan 7:9,13,22) y el “ʼădônây” (Gén 15:2; Jue 6:15). Hay que aclamar su nombre porque Él es Jehová (YHWH, Det 6:4, el Señor que se revela). Hay que aclamar el nombre de Dios porque Él es “yehôvâh yirʼeh” (Gén 22:14). Pero sobre todas las cosas, aclamamos el nombre de Dios porque Él es Cristo el Señor, nuestro Salvador, Rey y Señor.
Dicho de otra forma: no podemos dejar de aclamar el nombre de Dios, de celebrar su grandeza ni de invocar su santo nombre. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea, en su misericordia nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
El concepto traducido como “haced” (célebres) es la traducción del verbo hebreo “yâdaʽ” (H3045). Entre varias traducciones de este encontramos las siguientes: conocer, aprender a conocer, adquirir conocimiento de, aprender de o sobre, tener conocimiento de esto; tomar nota de, percibir y ver; descubrir y discernir, distinguir, respetar, reconocer, obedecer, adorar con inteligencia y confesar.[7] Este se utiliza en 867 ocasiones en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el escritor del libro de Éxodo lo utiliza para describir el conocimiento que Dios tenía de las angustias de su pueblo.
“7 Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,” (Éxo 3:7)
Es también utilizado por el salmista cuando nos invita a dar a conocer las obras del Señor en los pueblos (Sal 105:1).
Desde estas perspectivas, la orden de hacer célebres las obras del Señor en medio de los pueblos es entonces un llamado a darlas a conocer y procurar que estos aprendan a conocerlas. O sea, se trata de un proceso simultáneo de proclamación y de educación que procura que los pueblos entiendan lo que escuchan. El Libro de Nehemías presenta algo similar en el capítulo ocho (8):
“7 Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar.” (Neh 8:7)
Esta orden es también una instrucción para que la Iglesia se asegure de que los pueblos tomen nota, perciban, descubran, distingan, respeten, obedezcan, adoren con inteligencia y reconozcan las obras del Señor. La orden divina que Isaías documenta nos conmina a entender que no podemos dejar de hacer célebres las obras del Señor. No solo eso, sino que tenemos que asegurarnos de que los pueblos que nos sintonizan entiendan lo que están escuchando y viendo. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea, en su misericordia nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
Al mismo tiempo, el concepto traducido como “recordad” (que su nombre es engrandecido) es la traducción del verbo hebreo “zâkar” (H2142)[8]. Este es utilizado en 224 ocasiones en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el escritor del Libro de Génesis lo utiliza para describir que Dios se acordó de Noé y de todo aquello que estaba en el Arca.
“1 Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas.” (Gén 8:1)
También es utilizado para describir las expresiones del Señor en su diálogo con Noé acerca del pacto que Él había hecho con su siervo.
15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. 16 Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra.” (Gén 9:15-16)
Esta orden puede ser resumida utilizando las traducciones que nos ofrecen algunas de las versiones bíblicas en español que están disponibles.
“recuérdenles que él está por encima de todo.” (Isa 12:4d, DHH)
“Den a conocer que él es grandioso.” (PDT)
“Que se reconozca que él es el rey del universo.” (TLA)
Tenemos la obligación de hacer que todos aquellos que adoran con nosotros, así como aquellos que vean y escuchen a la distancia recuerden esto. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea, en su misericordia nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
Por último, el concepto traducido como “cantad” (salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra) es el concepto hebreo “zâmar” (H2167). Este es utilizado en 39 ocasiones en el Antiguo Testamento. El mismo puede ser traducido como hacer música en alabanza a Dios, ser poeta, hacer melodía, cantar a Dios.[9] Es interesante el hecho de que una de sus traducciones más comunes y reconocidas es la idea de golpear las cuerdas con los dedos. También es traducido como “alabanza” 26 veces, “cantar” 16 veces y “cantar salmos” dos veces y tocar un instrumento musical.[10]
Dicho de otra manera, Dios nos comisiona a levantar toda clase de alabanzas en todo el planeta. Sí, que toda la Tierra sepa a través de estas alabanzas que Dios es el Hacedor de cosas magníficas (“gêʼûth”, H1348), excelentes, extraordinarias, dignas de que se le de honor y gloria.
Damos gracias al Señor por el privilegio inmerecido que nos ha concedido de haber sido llamados a desarrollar esta tarea. Damos gracias al Eterno por su fidelidad a través de todos estos años. Bendecimos su nombre por su compañía y sus cuidados. Levantamos nuestras manos reconociendo que solo Él es merecedor de la gloria por todo lo que ha hecho entre nosotros. Nos unimos en oración para que su gracia sea manifiesta a treinta, a sesenta, y a ciento por uno, provocando que almas que vengan a sus pies, logrando que familias sean restauradas, y que todos aquellos que adoran con nosotros decidan aceptar el reto de servirle con integridad y con todas las fuerzas de sus corazones.
Hacemos nuestras las palabras de esta profecía. Hacemos nuestras las órdenes recibidas. Hacemos nuestra la canción que el Espíritu Santo inspiró a su siervo el profeta Isaías:
“6 Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.” (Isa 12:6, RV1960)
[1] Wiersbe, W. W. (1993). Wiersbe’s Expository Outlines on the Old Testament (Is 11–12). Victor Books.
[2] Wiersbe, W. W. (1996). Be Comforted (pp. 41–42). Victor Books.
[3] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[4] Lista de nombres de personas o cosas. Conjunto de las voces técnicas propias de una disciplina. https://dle.rae.es/nomenclatura?m=form
[5] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 238–239). Editorial Mundo Hispano.
[6] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). Op. cit.
[7] Op. cit.
[8] Op.cit.
[9] Op. cit.
[10] Strong, J. (1995). En Enhanced Strong’s Lexicon. Woodside Bible Fellowship.
Haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido
(Reflexión de aniversario)
“4 En ese día maravilloso cantarán: «¡Den gracias al Señor! ¡Alaben su nombre! Cuenten a las naciones lo que él ha hecho; háganles saber lo poderoso que él es. 5 Canten al Señor, porque ha hecho cosas maravillosas. Den a conocer su alabanza en el mundo entero.” (Isa 12:4-5, NTV)
Esta semana ha sido una semana de fiesta. Dios nos ha permitido celebrar 47 años de vida institucional como iglesia. Es de todos conocido que la Iglesia AMEC: Casa de alabanza tiene muchos años más de vida. No obstante, fue en el año 1978 que se decidió incorporar, registrar ante las autoridades gubernamentales de Puerto Rico, la existencia de esta organización eclesiástica. AMEC (Agrupación de Misioneros Evangelistas de Canóvanas) operaba como un esfuerzo de evangelización y de trabajo misioneros muchos años antes de comenzar a funcionar como una iglesia en nuestro país.
La historia de nuestra iglesia solo puede ser descrita como la manifestación tangible de la gracia y de la misericordia de Dios. El Señor se ha apiadado de nosotros y todo lo que somos no es otra cosa sino el cumplimiento de las promesas que Él nos ha hecho.
Es por esto que hacemos nuestras las palabras del profeta Isaías y damos gracias a Dios. Es por esto que levantamos alabanzas a Su nombre y le contamos a las naciones los portentos y los milagros que Él ha hecho entre nosotros. Hoy hacemos célebres sus obras en todo el planeta, en el mundo entero, y le recordamos a los pueblos que solo el nombre del Señor debe ser engrandecido. Como dice el salmista, hoy traemos a la memoria los años de la diestra del Altísimo, nos acordamos de estos testimonios y hablamos de los actos portentosos que Dios ha desarrollado entre nosotros (Sal 77:11-12).
Para finales de la década de los años 60, en el siglo pasado, el Rdo. Jacinto Esquilín Robles, nuestro Pastor Fundador recibió el llamado y las instrucciones del Señor para que renunciara a su puesto como empleado del correo de los Estados Unidos en P.R.. Esto, con la finalidad de que él y su esposa, la hermana Carmelina (Minín) desarrollaran un centro de oración permanente en su hogar. Este llamado divino incluía al mismo tiempo que el Pastor Jacinto dirigiera el ministerio de Evangelismo del mayor de sus hijos: el hoy Obispo Mizraim Esquilín García. Este último comenzó a predicar a la edad de cinco (5) años y para finales de la década antes mencionada era conocido en P.R. como el “niño predicador.”
El hogar de la familia Esquilín se convirtió en escenario de servicios diurnos de oración que se celebraban todos los días y casi siempre se extendían desde temprano en la mañana hasta entrada la tarde. Esto era de esperarse porque la autoridad en la oración y el discernimiento que el Señor había hecho reposar sobre el Pastor Jacinto eran reconocidos en todo el país. No obstante, Dios comenzó a sorprenderle de muchas maneras. Una de estas sorpresas, la cantidad de personas adultas y jóvenes que llegaban constantemente a su hogar para la oración. La mayoría de estos últimos, los jóvenes, a causa de un avivamiento que el Señor había desatado en las escuelas públicas de Canóvanas. Este avivamiento había alcanzado tanto a los estudiantes como a los maestros. Otra sorpresa fue la cantidad de milagros y prodigios que Dios operó en esas reuniones. Damos gracias al Señor por esto.
Es meritorio señalar que nunca se recogieron ofrendas en esos servicios de oración ni se desarrollaron campañas financieras. Es aún más importante señalar que Dios utilizó esos años de oración constante para delinear la personalidad y el carácter de la iglesia que habría de nacer, para afirmarnos sobre su Palabra y sobre una cantidad extraordinaria de promesas que Él nos hizo. El carácter y la personalidad de nuestra iglesia han sido delineados por la oración, la intercesión, el ruego, la capacitación bíblica y la confianza en las promesas del Señor. Damos gracias al Señor por esto.
Al mismo tiempo, el ministerio evangelístico continuaba ampliándose de manera vertiginosa. Esto comenzó “complicarse” cuando una multitud de jóvenes comenzó a acompañar a la familia Esquilín en las campañas evangelísticas alrededor de todo el país.
Es muy importante destacar que en la década de los años 70 la vida congregacional del Pastor Jacinto y de su familia se desarrolló en la Iglesia Metodista de Country Club en Río Piedras, P.R.. Esa amada congregación ocupa un lugar muy especial en los corazones de toda la familia Esquilín.
En el año 1978 el Pastor Jacinto recibió instrucciones del cielo para aposentar a los fieles que se reunían a diario para la oración. Es entonces que la agrupación evangelística y misionera se convierte en Iglesia AMEC. El “apellido” Casa de Alabanza fue integrado al nombre más de 20 años después, durante la incumbencia del Pastor Mizraim Esquilín García. En ese mismo año, 1978, el hoy Obispo de nuestra organización, recibió instrucciones del Señor y el apoyo de sus padres para aposentarse junto a Edith, su flamante esposa, en la Primera Iglesia Bautista de Carolina. En esta iglesia él completaría su preparación y capacitación teológica - pastoral. Esto ocurrió en la época que el Rdo. Félix Castro Rodríguez pastoreaba esa iglesia en Carolina, PR.. El Rdo. Castro Rodríguez es una de las figuras legendarias del pastorado en la América Hispana.
El Pastor Mizraim Esquilín García fue traído por el Señor a pastorear la Iglesia AMEC en 1998. Esto fue motivado por complicaciones en la salud de su padre.
Damos gracias al Señor porque los testimonios producidos por el derramamiento del poder y de la gracia de Dios tampoco se hicieron esperar en esa etapa de nuestra jornada de fe. Esto también afirma que la historia de nuestra iglesia ha sido arropada por la misericordia del Eterno. Es nuestra oración que el Todopoderoso nos ayude a mantener nuestros corazones sensibles a Su voz para mantenernos en el centro de su voluntad.
Hoy miramos el futuro con gozo y esperanza. Con gozo, porque la Biblia dice que en la presencia del Señor hay plenitud de gozo y delicias a su diestra para siempre. Con esperanza, porque Aquél que ha sido fiel para cumplir muchas de las promesas que nos hizo, continúa siendo fiel para cumplir entre nosotros todas aquellas que aún faltan por cumplirse.
El Señor nos ha vuelto a visitar en esta etapa de nuestra peregrinación de fe como iglesia. La llegada del Rdo. Mizraim Ezer Esquilín Carrero como el tercer Pastor Rector en la historia de nuestra iglesia ha sido una bendición para todos. Este hombre de Dios, con más de 20 años de experiencia en el campo industrial y corporativo de las compañías farmacéuticas, posee maestrías en ingeniería y en teología y es estudiante del programa doctoral de un reconocido seminario bautista en los Estados Unidos. Sin embargo, no son sus credenciales profesionales y académicas lo que lo han capacitado para esta labor. El Señor ha fijado sus ojos en el testimonio de integridad que él y su esposa Aleisa han mantenido dentro y fuera de nuestro país. La pasión que ambos tienen por las almas, sus vidas de oración y la voz profética que Dios le ha dado a este pastor han confirmado el llamado que Dios le hizo a su siervo. Damos gracias al Todopoderoso por todo esto.
Hoy repetimos y hacemos nuestras las palabras del profeta Isaías que están documentadas en el capítulo doce del libro de su profecía. Debemos entender que el capítulo doce (12) del libro del profeta Isaías es la canción nacional de victoria del pueblo de Israel.[1] Algunos segmentos de esta composición, el estribillo “Jehová es mi fortaleza y mi cántico”, fueron cantados al Señor cuando el pueblo de Dios salió de Egipto (Éxo 15:2). El pueblo judío también lo hizo cuando regresaron del exilio para reconstruir el templo en Jerusalén que había sido destruido durante la invasión del imperio Babilónico (Sal 118:14).
“2 Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré.” (Éxo 15:2)
“14 Mi fortaleza y mi cántico es JAH, Y él me ha sido por salvación.” (Sal 118:14)
El énfasis que este cántico hace en el tema de la salvación es extraordinario. El profesor Warren W. Wiersbe señala que este cántico concluye una sección del libro de Isaías en la que el profeta usó cuatro nombres significativos para comunicar al pueblo lo que Dios tenía planeado para ellos[2]. Estos nombres transmiten un mensaje de esperanza. Dos de estos nombres corresponden a los hijos del profeta, uno al profeta y el otro es el nombre de Dios.
- “mahêr shâlâl châsh baz” (H4122): el enemigo se apresura al botín, se apresura a la presa; (Isa 8:3)
- “sheʼâr yâshûb” (H7610): un remanente regresará (Isa 7:3)
- “ʽimmânûʼêl” (H6005): Dios con nosotros (Isa 8:5-8)
- “yeshaʽyâh” (H3470): Jehová ha salvado o Jehová es salvación (Isa 7:4)
Hay un mensaje de esperanza en estos nombres. Dios le estaba diciendo a su pueblo que el enemigo siempre está al asecho, apresurándose al botín, pero no hay por qué temer: Dios está con nosotros. El profeta dice con estos nombres, que son señales proféticas, que Dios es nuestra salvación y que Él garantiza que aquellos que se separaron del redil habrán de regresar. Dios nunca abandona a su pueblo. Él es el Emanuel. El Señor continúa diciendo esto hoy y estas promesas deben seguir provocando el cántico del pueblo de Dios.
La traducción de este capítulo que ofrece la versión Reina-Valera de 1960 provoca que la podamos recordar con facilidad. Esto es así porque la Iglesia Cristiana hispanohablante convirtió en coros de alabanza algunos de los versos de este pasaje bíblico.
“2 He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. 3 Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. 4 Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. 5 Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. 6 Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.” (Isa 12:2-6, RV 1960)
Ahora bien, los versos cuatro (4) y cinco (5) de este pasaje bíblico poseen varias órdenes divinas: verbos conjugados en el modo imperativo. Esta clase de conjugación verbal nos conduce a entender que no se trata de sugerencias que Dios nos ha hecho. Repetimos que estos verbos son órdenes bíblicas y celestiales para el pueblo del Señor. Estos verbos son: cantad, aclamad, haced, recordad y cantad (se utilizan dos (2) conceptos distintos para describir la acción de cantar.)
El primero de estos, “cantad” (a Jehová), es la traducción del verbo hebreo “yâdâh” (H3034)[3]. Este verbo es utilizado en 111 ocasiones en el Antiguo Testamento. Una de estas, cuando Lea da a luz el cuarto de sus seis (6) hijos
“35 Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá; y dejó de dar a luz.” (Gén 29:35).
La Biblia nos hace saber que las reacciones que esta mujer tuvo durante sus partos anteriores giraban alrededor de poder conquistar a Jacob, su marido. Lea anhelaba que Jacob pudiera amarla y unirse a ella (Gén 29:32-34). Esto era así porque este hombre vivía prendado de su otra esposa: Raquel, la hermana de Lea. Dios utilizó la llegada del cuarto hijo de Lea para transformar la perspectiva de ella.
Es muy importante destacar que la frase que ella utiliza en este verso bíblico no se limita a destacar la nueva perspectiva que ella había desarrollado para lidiar con este dilema: “Esta vez alabaré a Jehová”. Esta frase también nos permite reconocer que el verbo que ella utiliza para hablar acerca de alabar al Señor es la raíz del nombre de ese hijo: Judá (“yehûdâh”, H3063). Es de ese hijo que surgiría la tribu en la que nacería el Rey David: el rey sobre el que se establecería el reino eterno de Dios. En otras palabras, que esa clase de alabanza trasciende el tema de la transformación en la perspectiva de esta mujer. Este verbo se lanza a proveer y establecer la nomenclatura[4] para el desarrollo del ministerio del León de la tribu de Judá: Cristo nuestro Señor. Dios desarrolló todo este plan desde esta clase de alabanza.
Esa clase de alabanza, “yâdâh” (H3034), es también utilizada en 2 Crónicas 20:21. El uso de este concepto en este capítulo forma parte de las instrucciones que el rey Josafat le dio a los levitas que irían al frente de las tropas de Judá. La Biblia dice que el ejército de Judá salía a enfrentar a los ejércitos de Moab y de Amón en Hazezon-tamar (2 Cró 20:1-2). Estas fueron sus instrucciones:
“20 Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. 21 Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre.” (2 Cró 20:20-21)
La Biblia también dice que esa guerra se acabó cuando los levitas comenzaron a cantar según fueron instruidos.
“22 Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros.” (2 Crón 20:22)
En otras palabras, que esta clase de alabanza cancela las guerras, produce bendiciones y victorias insospechadas.
Este verbo hebreo, “yâdâh”, es también una expresión de acción de gracias (Sal 6:5; 18:49; 30:4,9, entre otros) y de confesión de pecados.[5]
El resumen de esta orden, “cantad” es sin duda alguna una instrucción divina para alabar a Dios mientras se produce un cambio de perspectiva en nuestras vidas. Es también una instrucción celestial para alabar y dejar nuestros conflictos en las manos del Señor. Además, es una instrucción divina para confesar nuestros pecados y dar gracias a Dios, mientras permitimos que Él establezca su reino entre nosotros. En otras palabras: la alabanza a Dios no puede detenerse. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea. Dios nos ha llamado a alabarle y lo hacemos con el corazón. Él, en su misericordia, nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
El concepto traducido como “aclamad” (su nombre) es la traducción del verbo hebreo “qârâʼ” (H7121). Este es utilizado en 705 ocasiones en el Antiguo Testamento. Aunque sabemos que existen varias aplicaciones para este concepto hebreo, en esta ocasión nos limitaremos a analizar solo un par de estas. Por ejemplo, este concepto es utilizado en el libro de Génesis para describir la acción de Dios para llamar las cosas según las iba creando (Gén 1:5,8,10). Se utiliza así mismo para describir la acción de Adán de llamar las cosas por su nombre (Gén 2:19-20,23).
También es utilizado para describir la acción de Dios para llamar a Moisés cuando este último decidió ir a ver lo que sucedía con la zarza que ardía y no se consumía.
“4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.” (Éxo 3:4)
Es utilizado de la misma manera para describir la acción del Faraón las veces que llamó a Moisés y a Aarón a que se presentaran ante él (Éxo 8:8, 25; 9:27; 10:16, 24).
Debemos entender que llamar a Dios por su nombre no es ponerle nombre a Dios. La acción que describe Isaías es sinónimo de invocar su carácter, su autoridad, su honor, así como todo lo que los nombres de Dios representan. Llamar a Dios por su nombre, aclamarlo, es sinónimo de invocarlo e invitarlo a estar con nosotros.[6] Hay revelación, seguridad, confianza y manifestación de la majestad eterna cuando aclamamos el nombre de Dios porque Él es el Padre Eterno, el “ʼĕlôhı̂ym” (Gén 1:1), el “rŏʼı̂y” (El que ve; Gén 16:13), el Anciano de días (Dan 7:9,13,22) y el “ʼădônây” (Gén 15:2; Jue 6:15). Hay que aclamar su nombre porque Él es Jehová (YHWH, Det 6:4, el Señor que se revela). Hay que aclamar el nombre de Dios porque Él es “yehôvâh yirʼeh” (Gén 22:14). Pero sobre todas las cosas, aclamamos el nombre de Dios porque Él es Cristo el Señor, nuestro Salvador, Rey y Señor.
Dicho de otra forma: no podemos dejar de aclamar el nombre de Dios, de celebrar su grandeza ni de invocar su santo nombre. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea, en su misericordia nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
El concepto traducido como “haced” (célebres) es la traducción del verbo hebreo “yâdaʽ” (H3045). Entre varias traducciones de este encontramos las siguientes: conocer, aprender a conocer, adquirir conocimiento de, aprender de o sobre, tener conocimiento de esto; tomar nota de, percibir y ver; descubrir y discernir, distinguir, respetar, reconocer, obedecer, adorar con inteligencia y confesar.[7] Este se utiliza en 867 ocasiones en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el escritor del libro de Éxodo lo utiliza para describir el conocimiento que Dios tenía de las angustias de su pueblo.
“7 Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,” (Éxo 3:7)
Es también utilizado por el salmista cuando nos invita a dar a conocer las obras del Señor en los pueblos (Sal 105:1).
Desde estas perspectivas, la orden de hacer célebres las obras del Señor en medio de los pueblos es entonces un llamado a darlas a conocer y procurar que estos aprendan a conocerlas. O sea, se trata de un proceso simultáneo de proclamación y de educación que procura que los pueblos entiendan lo que escuchan. El Libro de Nehemías presenta algo similar en el capítulo ocho (8):
“7 Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar.” (Neh 8:7)
Esta orden es también una instrucción para que la Iglesia se asegure de que los pueblos tomen nota, perciban, descubran, distingan, respeten, obedezcan, adoren con inteligencia y reconozcan las obras del Señor. La orden divina que Isaías documenta nos conmina a entender que no podemos dejar de hacer célebres las obras del Señor. No solo eso, sino que tenemos que asegurarnos de que los pueblos que nos sintonizan entiendan lo que están escuchando y viendo. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea, en su misericordia nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
Al mismo tiempo, el concepto traducido como “recordad” (que su nombre es engrandecido) es la traducción del verbo hebreo “zâkar” (H2142)[8]. Este es utilizado en 224 ocasiones en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el escritor del Libro de Génesis lo utiliza para describir que Dios se acordó de Noé y de todo aquello que estaba en el Arca.
“1 Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas.” (Gén 8:1)
También es utilizado para describir las expresiones del Señor en su diálogo con Noé acerca del pacto que Él había hecho con su siervo.
15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. 16 Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra.” (Gén 9:15-16)
Esta orden puede ser resumida utilizando las traducciones que nos ofrecen algunas de las versiones bíblicas en español que están disponibles.
“recuérdenles que él está por encima de todo.” (Isa 12:4d, DHH)
“Den a conocer que él es grandioso.” (PDT)
“Que se reconozca que él es el rey del universo.” (TLA)
Tenemos la obligación de hacer que todos aquellos que adoran con nosotros, así como aquellos que vean y escuchen a la distancia recuerden esto. El Señor nos ha llamado a realizar esta tarea, en su misericordia nos ha dado las herramientas para hacerlo y por eso damos gracias.
Por último, el concepto traducido como “cantad” (salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra) es el concepto hebreo “zâmar” (H2167). Este es utilizado en 39 ocasiones en el Antiguo Testamento. El mismo puede ser traducido como hacer música en alabanza a Dios, ser poeta, hacer melodía, cantar a Dios.[9] Es interesante el hecho de que una de sus traducciones más comunes y reconocidas es la idea de golpear las cuerdas con los dedos. También es traducido como “alabanza” 26 veces, “cantar” 16 veces y “cantar salmos” dos veces y tocar un instrumento musical.[10]
Dicho de otra manera, Dios nos comisiona a levantar toda clase de alabanzas en todo el planeta. Sí, que toda la Tierra sepa a través de estas alabanzas que Dios es el Hacedor de cosas magníficas (“gêʼûth”, H1348), excelentes, extraordinarias, dignas de que se le de honor y gloria.
Damos gracias al Señor por el privilegio inmerecido que nos ha concedido de haber sido llamados a desarrollar esta tarea. Damos gracias al Eterno por su fidelidad a través de todos estos años. Bendecimos su nombre por su compañía y sus cuidados. Levantamos nuestras manos reconociendo que solo Él es merecedor de la gloria por todo lo que ha hecho entre nosotros. Nos unimos en oración para que su gracia sea manifiesta a treinta, a sesenta, y a ciento por uno, provocando que almas que vengan a sus pies, logrando que familias sean restauradas, y que todos aquellos que adoran con nosotros decidan aceptar el reto de servirle con integridad y con todas las fuerzas de sus corazones.
Hacemos nuestras las palabras de esta profecía. Hacemos nuestras las órdenes recibidas. Hacemos nuestra la canción que el Espíritu Santo inspiró a su siervo el profeta Isaías:
“6 Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.” (Isa 12:6, RV1960)
[1] Wiersbe, W. W. (1993). Wiersbe’s Expository Outlines on the Old Testament (Is 11–12). Victor Books.
[2] Wiersbe, W. W. (1996). Be Comforted (pp. 41–42). Victor Books.
[3] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[4] Lista de nombres de personas o cosas. Conjunto de las voces técnicas propias de una disciplina. https://dle.rae.es/nomenclatura?m=form
[5] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 238–239). Editorial Mundo Hispano.
[6] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). Op. cit.
[7] Op. cit.
[8] Op.cit.
[9] Op. cit.
[10] Strong, J. (1995). En Enhanced Strong’s Lexicon. Woodside Bible Fellowship.
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