1023 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 21 de septiembre del 2025

1023 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 21 de septiembre del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos lleva, nos guía, nos dirige y nos muestra las cosas profundas de Dios (VII)

 
“14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”  (Rom 8:14-17, RV1960)

El Rdo. Dr. Martin Lloyd Jones argumenta en su comentario a la Carta a Los Romanos que aquellos que son dirigidos por el Espíritu de Dios poseen unas características típicas de esa relación.[1] En primer lugar, ellos poseen un apetito extraordinario por las cosas espirituales: la búsqueda de las cosas espirituales, aquello que Cristo llamó “hambre y sed de justicia.” Hay que señalar que esta es la interpretación bíblica y teológica de esa aseveración que encontramos en el Evangelio de Mateo (Mat 5:6). La mayoría de los exégetas bíblicos han concluido que esta frase significa ser encontrados justos ante Dios por medio de la sangre de Cristo. Aquellos que son dirigidos por el Espíritu aman estar en la compañía de aquellos con los que pueden dialogar y conversar acerca de las cosas del Espíritu.
 
En segundo lugar, aman vivir para la gloria de Dios. Esto, añade Lloyd Jones, es la respuesta directa a la primera pregunta que el Catecismo de Westminster:

“1. ¿Cuál es el fin principal del hombre? 
A.  El fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre.” [2] (Traducción libre) 
 
Así como Cristo Jesús vivió entre nosotros para glorificar al Padre (Jn 17:1-4), así mismo ellos anhelan vivir para glorificar a Dios.

En tercer lugar, ellos poseen un hambre constante de conocer más de Dios, de Cristo y del Espíritu Santo. Ellos aman estar con aquellos que anhelan estudiar las Sagradas Escrituras para poder conocer más acerca de esto.

En cuarto lugar, encontramos que su reacción cuando cometen un pecado es diferente a la de aquellos que Pablo llama “carnales” (Rom 8:5-13). Estos últimos se sienten molestos con ellos mismos cuando pecan. Esto, dice Lloyd Jones, es señal de haber sido lastimados en su orgullo por no haber sido capaces de evitar cometer pecado. En cambio, los espirituales lo que sienten es dolor y aflicción por haber fallado. Es importante destacar que no se trata de haber fallado a los requisitos y a los estatutos bíblicos sino al amor de Dios.

Es muy interesante el hecho de que algunos escritores del Antiguo Testamento, parecen haber desarrollado estas características mucho antes de que el Espíritu Santo descendiera el Día de Pentecostés. Tal y como reseñamos en la parte final de la reflexión anterior:

“Este dato coloca en ventaja a los creyentes en Cristo porque nosotros contamos con esa presencia permanente para dirigirnos y guiarnos a esos encuentros mientras trabaja en lo profundo de nuestros corazones.”[3]

A continuación, un ejemplo acerca de esto que encontramos en el Libro de Los Salmos.
           
“8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; 9 No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.” (Sal 27:8-9, RV1960)

“8 El corazón me dice: «¡Busca su rostro!». Y yo, Señor, tu rostro busco. 9 No escondas de mí tu rostro; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación.” (NVI)

Sabemos que esta batería de reflexiones no está dedicada al análisis de los salmos. No obstante, es imposible analizar responsablemente un pasaje bíblico sin antes detenernos a conocer algo de su composición y de su contexto.

Robert Alter señala que este Salmo es una súplica en la que el escritor, sufriendo gran angustia, implora a Dios que intervenga en su favor. Alter indica que una de las distinciones de esta súplica radica en que “el poema comienza con una afirmación confiada de Dios como fuente de ayuda ante cualquier grave amenaza. Esta nota positiva continúa en los versículos 2, 3, 5 y 6, y, de forma más extravagante, en el versículo 10” (traducción libre).[4] Un dato interesante es que Alter no incluye el análisis de los versos siete (7) y ocho (8) en su libro.

Daniel Carro, José Tomás Poe y Rubén O. Zorzoli señalan que este Salmo no sólo es una súplica individual, sino que al mismo tiempo es un salmo de confianza. De hecho, ellos añaden que las dos palabras claves en este Salmo son “confianza” y “enemigos”. En otras palabras, que el salmista confía en Dios a pesar de la persecución que el salmista sufre a causa de sus enemigos. Es relevante destacar que algunos comentaristas creen que este Salmo puede pertenecer a los salmos escritos por David durante el tiempo de la rebelión de Absalón.

Carro, Poe y Zorzoli indican que la primera parte de este salmo es una acerca de la confianza (vv. 1–6), mientras que la segunda parte es una súplica o lamento individual en que el salmista pide socorro a Dios. Ellos añaden que los vocablos o conceptos comunes en las dos partes confirman lo mismo: salvación (vv. 1 y 9); adversarios (vv. 2 y 12); corazón (vv. 3, 8, 14); levantar (vv. 3, 12); buscar (vv. 4 y 8); vida (vv. 4 y 13, “vivientes” es el plural de la misma palabra).[5]
 
Estos datos son extraordinarios e impactantes. Lo son porque afirman que los escenarios en los que experimentamos persecuciones, que enfrentamos adversarios, sufrimos angustias y experiencias que provocan desaliento, son ideales para ser conducidos a buscar el rostro del Señor.

Un abanico de posibilidades y oportunidades exegéticas se abre cuando llegamos a los versos ocho (8) y nueve (9) de este Salmo. Basta considerar las traducciones que nos ofrecen algunas de las versiones bíblicas para comprender esto.

“8 SEÑOR, de todo corazón quiero conversar contigo y aquí estoy para adorarte. 9 No te alejes de mí, no ignores a tu servidor. Dios mío, tú eres mi Salvador. ¡No me dejes solo, no me abandones!” (PDT)

“8 Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, Señor». 9 No me des la espalda; no rechaces a tu siervo con enojo. Tú siempre has sido mi ayudador. No me dejes ahora; no me abandones, ¡oh Dios de mi salvación!” (NTV)

“8 El corazón me dice: «Busca la presencia del Señor.» Y yo, Señor, busco tu presencia. 9 ¡No te escondas de mí! ¡No me rechaces con ira! ¡Mi única ayuda eres tú! No me dejes solo y sin amparo, pues tú eres mi Dios y salvador.” (DHH)

“8 El corazón me dice: «¡Busca su rostro!».[6] Y yo, Señor, tu rostro busco. 9 No escondas de mí tu rostro; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación.” (NVI)

Los lectores se habrán percatado de las dificultades que parecen tener las traducciones de estos versos. No obstante, el mensaje es uno muy claro:

  • Hay que buscar la dirección de Dios sin importar el nivel de complejidad que puedan tener las circunstancias que enfrentamos.
  • Hay que mantener la confianza en Dios porque Él nunca ha perdido una batalla.

Claro está, estas reacciones sólo pueden ser producidas en los corazones de aquellos que saben quién es Dios y que han dedicado tiempo para conocerle personalmente.

La confianza que caracteriza las expresiones que encontramos en este Salmo identifica a una persona que sabe que puede encontrar el rostro del Señor aun cuando se encuentra lejos del santuario. Las expresiones que encontramos en los primeros versos seis (6) versos bíblicos nos conducen a concluir que él estaba lejos de este.[7]
 
“5 Pues él me ocultará allí cuando vengan dificultades; me esconderá en su santuario. Me pondrá en una roca alta donde nadie me alcanzará. 6 Entonces mantendré mi cabeza en alto, por encima de los enemigos que me rodean. En su santuario ofreceré sacrificios con gritos de alegría, y con música cantaré y alabaré al Señor.”  (Sal 27:5-6, NTV)

La explicación más certera de estas expresiones es que aun estando lejos del santuario, el salmista escuchaba las indicaciones que surgían de lo más profundo de su interior diciéndole que buscara el rostro del Señor.[8] Esta es una verdad incuestionable: Dios siempre está urgiendo que busquemos Su rostro, sin importar cuál sea el escenario de vida por el que estemos atravesando.
 
Calvino decía que David ensaya en este Salmo los deseos y las meditaciones que ejercitó cuando estaba experimentando una situación de peligro. Calvino añadió que era obvio que el Salmo fue escrito después de que el salmista hubiera sido librado de los peligros que se describen aquí, para luego continuar repitiendo estas expresiones como parte de sus meditaciones posteriores. A continuación, una de las aseveraciones de Calvino acerca del escritor de este Salmo:

“¡Qué invencible fortaleza de alma poseía el santo hombre, para poder superar los más cruentos asaltos de sus enemigos! Su admirable piedad se manifiesta en que no deseaba vivir con otro propósito que servir a Dios; ninguna ansiedad ni problema podía apartarlo de este propósito.” [9] (Traducción libre)

Calvino continuó reaccionando a las expresiones que encontramos en el verso ocho (8) de este Salmo, diciendo que el corazón que conoce al Señor, responde al llamado divino, consintiendo en ello como un eco de la voz Él.

“La voz de Dios, por tanto, debe resonar en nuestros corazones, como un eco en los rincones más profundos, para que de esta concordia mutua brote la confianza para invocarlo.” [10] (Traducción libre)

Por otro lado, Martín Lutero decía que este Salmo era una expresión de acción de gracias combinada con una oración buscando la consolación a causa de los falsos maestros[11]. Él parafraseaba las expresiones del verso ocho (8) de este salmo de la siguiente manera: “mi corazón tiene tu palabra delante de ti.”[12]

Es cierto que todo esto gira alrededor de la aseveración que hace el salmista cuando nos dice que el Señor está dispuesto a ayudarnos en los días de angustia.

“15 E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.” (Sal 50:15, RV1960)

Estamos bíblicamente convencidos de que esa es la ruta que Dios ha establecido para aquellos que le buscan de veras y que lo hacen de corazón. Ese es el llamado del Profeta Jeremías cuando dice lo siguiente:

“12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. (Jer 29:12-13)

Este es también el llamado del Profeta Amós cuando nos dice lo siguiente:

“4 Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis;” (Am 5:4)

No obstante, en muchos de los pasajes que encontramos en el Antiguo Testamento encontramos que no hay que estar atravesando el valle de lágrimas, ni por los tiempos de persecución, o que causan desasosiego, para poder tener esta clase de encuentros con el Señor. El salmista argumentaba acerca de esto en el Salmo 24 afirmando lo siguiente:

“3 ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? 4 El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. 5 El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación. 6 Tal es la generación de los que le buscan, De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah” (Sal 24:3-6)

Ahora bien, ¿qué significado posee buscar el rostro del Señor en este contexto que es anterior al sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario? Nos parece que la mejor respuesta para esta pregunta la ofrece el Pentateuco, la compilación de los primeros cinco (5) libros de la Biblia. Las expresiones que recoge esta colección de libros de las Sagradas Escrituras acerca de las experiencias de este tipo que tuvo Moisés son trascendentales e inequívocas. La Biblia dice allí, en varias ocasiones, que Moisés hablaba con Dios cara a cara y que lo conocía cara a cara.

“11 Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.” (Éxo 33:11)

“7 No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. 8 Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?” (Núm 12:7-8)

“10 Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; 11 nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, 12 y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel.” (Det 34:10-12)

Hay un dato impresionante y didáctico que se desprende de la lectura de las historias que encontramos en los primeros cinco (5) libros de la Biblia. Encontramos en estos que Moisés expresó en varias ocasiones que Dios quería mantener esa clase de relación con todo el pueblo de Israel. Él añadió a esto que fue el pueblo el que no quiso establecer esa clase de relación con Dios porque esa experiencia les produjo temor.

“2 Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. 3 No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. 4 Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego. 5 Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo: 6 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre.” (Det 5:2-6)

Aun así, la inmensurable misericordia del Señor autorizó a Moisés a bendecir a los hijos de Israel con la capacidad de poder estar bajo ese rostro desde el momento de nacer.

“22 El Señor ordenó a Moisés: 23 «Diles a Aarón y a sus hijos que impartan la bendición a los israelitas con estas palabras: 24 »“El Señor te bendiga y te guarde; 25 el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te extienda su amor; 26 el Señor mueva su rostro hacia ti y te conceda la paz”. 27 »Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los bendiga».” (Núm 6:22-27, NVI)

Es muy importante señalar que el temor puede conducirnos a rechazar esos encuentros con Dios. Se trata del temor producido por no saber cuál será el costo personal que tendremos que pagar por estos encuentros. Se trata del temor producido por las transformaciones que tendremos que experimentar, y/o por el control que tenderemos que ceder. Esta es sin duda una de las razones por las que la Biblia señala que el temor lleva en sí castigo (1 Jn 4:18).

Carro, Poe y Zorzoli argumentan que el temor puede ser capaz de debilitar la salud, paralizar la voluntad, quitarnos el sueño, entorpecer la mente y hasta producir el fracaso espiritual.[13] En cambio, el perfecto amor que encontramos buscando el rostro del Señor (a Cristo, 2 Cor 4:6), echa fuera el temor.

Leyendo el Libro de los Salmos encontramos que algunos salmistas parecen haber encontrado esta ruta. Basta leer las siguientes afirmaciones para convencerse de esto:

“6 Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro.” (Sal 4:6, RV 1960)

“7 Porque Jehová es justo, y ama la justicia; El hombre recto mirará su rostro.” (Sal 11:7)
“7 Pues el Señor es justo y ama la justicia; los íntegros verán su rostro.” (NTV)
“7 El Señor es justo y ama lo que es justo; ¡por eso lo verán cara a cara los sinceros!” (DHH)

“1 Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros; Selah 2 Para que sea conocido en la tierra tu camino, En todas las naciones tu salvación.” (Sal 67:1-2)

“13 Tuyo es el brazo potente; Fuerte es tu mano, exaltada tu diestra. 14 Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; Misericordia y verdad van delante de tu rostro. 15 Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.” (Sal 89:13-15)

El Señor nos invita a buscar Su rostro. Hacerlo en medio de las pruebas y de las tribulaciones es siempre una experiencia que revitaliza el alma y fortalece la fe y el espíritu. Decidir hacerlo en todo tiempo es una oportunidad sin igual para ver la gloria de Dios que está en el rostro de nuestro Amado Salvador.

Una de las metas más hermosas a las que nos dirige el Espíritu Santo es conducirnos a disfrutar esa experiencia. Él conduce a los hijos de Dios a experimentar transformaciones gloriosas en esos encuentros. Es allí que aprendemos a renunciar voluntariamente a los deseos de la carne para abrazar la gloria de Dios.

Estos procesos son vitales para poder ser capaces de comenzar a disfrutar aquí de la compañía y del anticipo de la herencia que hemos recibido del Padre Celestial. Recordamos que hemos compartido en reflexiones anteriores que el Espíritu Santo es el anticipo de esa herencia.[14]

 
 
[1] Lloyd-Jones, D. Martin. Romans. 2020. Exposition of Chapter 8:5-17. Banner of Truth Trust, pp. 183-189.
[2] https://thewestminsterstandard.org/westminster-shorter-catechism/
[3] El Heraldo, 14 de septiembre de 2025.
[4] Alter, Robert. The Book of Psalms: A Translation with Commentary (p. 158). W. W. Norton & Company. Kindle Edition.
[5] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O. (Editores Generales), & Editorial Mundo Hispano (El Paso, Texas. (1993–). Comentario bı́blico mundo hispano: Salmos (1. ed., pp. 134–135). Editorial Mundo Hispano.
[6] 27:8 El corazón … su rostro! (lectura probable); “De ti mi corazón dice: «Busquen mi rostro»” (Texto Masorético): “lecha amar libi bakshu…”.
[7] Kraus, Hans-Joachim. (1993). Psalms 1-59, a Continental Commentary. Translated by Hilton C. Oswald. Minneapolis: Fortress Press, p. 335.
[8] Cohen, A. (editor). (1992). Soncino Books of the Bible: The Psalms. Jerusalem: Soncino Press, LTD., p. 79.
[9] Calvin, J., & Anderson, J. (2010). Commentary on the Book of Psalms (Vol. 1, p. 449). Logos Bible Software.
[10] Calvin, J., & Anderson, J. (2010). Op. cit., p. 458).
[11] https://www.lutheranlibrary.org/pdf/367-luther-psalms-cole.pdf
[12] Lange, J. P., Schaff, P., Moll, C. B., Briggs, C. A., Forsyth, J., Hammond, J. B., McCurdy, J. F., & Conant, T. J. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Psalms (p. 201). Logos Bible Software.
[13] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., Op. cit.
[14] Stott, John. (1994). Romans: God’s good news for the world. Downers Grove, Ill: Intervarsity Press, p. 297.





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