1031 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 16 de noviembre del 2025

1031 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 16 de noviembre del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (VI)

 
“26 Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.” (Rom 8:14-17, NTV)

“El Evangelio de la Oración
 
No hay nada más transformador que la oración. La gente a menudo pregunta: "¿Por qué insistes tanto en la oración?" La respuesta es muy simple: porque Jesús lo hizo. Se podría cambiar el título del Evangelio según San Lucas por el Evangelio de la Oración. Es la vida de oración de Jesús. Los otros evangelistas dicen que Jesús estaba en el Jordán y que el Espíritu descendió sobre Él como una paloma; Lucas dice que fue mientras oraba que el Espíritu descendió sobre Él (Lcs 3:21-23). Los otros evangelistas dicen que Jesús eligió a 12 discípulos; Lucas dice que fue después de pasar una noche en oración que eligió a los 12 discípulos (Lcs 6:12-13). Los otros evangelistas dicen que Jesús murió en una cruz; Lucas dice que incluso al morir, Jesús oraba por quienes lo perseguían (Lcs 23:34). Los otros evangelistas dicen que Jesús subió a un monte y se transfiguró; Lucas dice que fue mientras oraba que se transfiguró (Lcs 9:28-29). No hay nada más transformador que la oración.
 
Las Escrituras dicen que los discípulos se fueron a dormir, pero Jesús se fue a orar, como era su costumbre. Era su costumbre orar. Jesús era el Hijo de Dios; sin duda, estaba ungido para su ministerio. Si Jesús necesitaba todo ese tiempo en oración, ¿no lo necesitamos tú y yo también? Si Jesús lo necesitaba en cada crisis, ¿no lo necesitamos tú y yo en cada crisis?
 
Cuenta la historia que un grupo de turistas que visitaba un pintoresco pueblo vio a un anciano sentado junto a una cerca. De una manera bastante condescendiente, uno de los visitantes preguntó: "¿Nació algún gran hombre en este pueblo?" Sin levantar la vista, el anciano respondió: "No, solo bebés". Los hombres más grandes fueron una vez bebés. Los santos más grandes fueron una vez niños pequeños en las cosas del Espíritu.
 
C. H. Spurgeon se convirtió a los 16 años y comenzó a predicar en Londres a los 19. Cuando tenía 27 años, le construyeron un tabernáculo con capacidad para 6.000 personas, que llenaba dos veces los domingos —es decir, 12.000 personas— y una vez los jueves por la noche. ¿Cómo? Esperaba en Dios. Se aislaba con Dios. Estudiaba... y oraba.
 
Oración Desesperada
 
Dios forma a todas sus mejores personas en la soledad. ¿Sabes cuál es el secreto de la oración? Orar en secreto. «Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta...» (Mateo 6:6). No puedes alardear cuando la puerta está cerrada y no hay nadie más en ese lugar. No puedes exhibir tus dones. Puedes impresionar a los demás, pero no puedes impresionar a Dios.”
[1][2] (Traducción libre)

La cita que compartimos al principio pertenece a las publicaciones de un gigante llamado Leonard Ravenhill (1907 –1994). Ravenhill fue un evangelista y autor cristiano británico que se centró en la oración y el avivamiento. Ravenhill, quien nació en Leeds (Ingalterra), estudió en el Cliff College de ese país. Su biografía señala que fue discípulo de Samuel Chadwick. Allí estudió historia de la Iglesia, con un interés particular en el avivamiento cristiano. Todas sus biografías señalan que Leonard era un predicador excepcional y amigo personal de A.W. Tozer. Estas publicaciones destacan que sus reuniones evangelísticas durante la Segunda Guerra Mundial atrajeron a grandes multitudes. Sus sermones y sus publicaciones lo dieron a conocer por desafiar el evangelio occidental a compararse con la Iglesia Cristiana del primer siglo, tal como lo describe en el Libro de los Hechos. No obstante, fue su énfasis en la oración lo que lo colocó en una posición singular como una de las figuras cristianas emblemáticas del siglo pasado.

Su libro más notable es “Why Revival Tarries” (Razones claves para el retraso del avivamiento), que ha vendido más de un millón de copias en todo el mundo. Las razones claves que él identificó son las siguientes:

Complacencia espiritual: muchos creyentes e iglesias se han acomodado y se han vuelto complacientes en su fe, lo que ha provocado una falta de urgencia por el despertar espiritual. Ravenhill enfatizaba que una relación vibrante con Dios requiere una búsqueda activa y dedicación, cualidades que a menudo faltan en el cristianismo contemporáneo.

Falta de oración: Ravenhill argumentaba que la oración ferviente es esencial para el avivamiento. Él hace un llamado a retomar la oración profunda y sincera que busca la presencia y el poder de Dios. Sin este compromiso con la oración, la Iglesia no puede esperar ver un avivamiento.

Disparidad con la Iglesia del Primer Siglo: Ravenhill señalaba que la iglesia moderna a menudo no refleja la pasión y el poder de la Iglesia primitiva, tal como estos se describen en el Nuevo Testamento. Él destacaba la necesidad de que los creyentes regresen a los principios y prácticas que caracterizaron a los primeros cristianos, incluyendo la santidad, el arrepentimiento y una profunda dependencia del Espíritu Santo.

Influencias culturales: a Él le llamaba la atención que a menudo, la Iglesia se ve influenciada por la cultura secular, lo que puede diluir su mensaje y misión. Ravenhill advirtió sobre el peligro de permitir que los valores mundanos se infiltren en la Iglesia, ya que esto puede obstaculizar la obra del avivamiento.

Llamado a que se levanten voces proféticas: Ravenhill hizo un llamado a que se levanten voces proféticas audaces dentro de la Iglesia para desafiar la complacencia y llamar a los creyentes a un nivel más elevado de vida y fe. Él estaba convencido de que la ausencia de tales voces contribuye al retraso del avivamiento.

Otro dato interesante acerca de este gigante del Evangelio del siglo 20 fue su influencia sobre cantantes Cristianos tales como Keith Green[3],[4] y Marcos Vidal. Este último leía un sermón de Ravenhill acerca del capítulo 5 de Amós: “Buscadme y viviréis” (Amós 5:4), cuando Dios lo inspiró a escribir. En este sermón Leonard Ravenhill se preguntaba en dónde están los sucesores de los gigantes de la fe que la Biblia describe. Marcos Vidal fue inspirado por esta lectura y terminó escribiendo un himno titulado “Buscadme y viviréis” (1990).[5]  

¡Cuánta influencia puede tener un hombre o una mujer de Dios en la vida de aquellos que el Señor está llamando al servicio de la fe!

Una de las frases célebres de Ravenhill fue la siguiente: “There's nothing more transfiguring than prayer” (No hay nada más transformador que la oración).

Reconocemos la importancia superlativa que posee esta disciplina espiritual. Es por esto que debemos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué cosas obstaculizan y/o impiden que alcancemos las dimensiones de la oración que hemos estado describiendo en las reflexiones recientes?

La Biblia provee un catálogo impresionante de respuestas para esta pregunta. Por ejemplo, la Biblia dice que alejarse de Cristo obstaculiza la oración. Hay que permanecer en Él para poder pedir con libertad y confianza.

“7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.” (Jn 15:7)

Es muy importante reconocer que separados de Él nada podemos hacer (Jn 15:5). Esto incluye poder orar con libertad y confianza. Entonces, una de las primeras tareas de la oración debe ser pedirle al Señor que no nos permita separarnos de Él.

La Biblia también dice que la duda obstaculiza la oración.

“5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” (Stgo 1:5-7)

Cristo hizo énfasis en esto cuando afirmó lo siguiente:

“21 Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. 22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” (Mat 21:21-22)

Nuestra oración debe partir de la siguiente base: reconocer el grado de fe que poseemos y pedirle a Dios que nos ayude en los niveles de incredulidad que podemos poseer. La Biblia dice que así lo hizo el padre de un hijo muy necesitado que fue traído ante nuestro Señor.

“23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.” (Mcs 9:23-24).

La Biblia afirma que la soberbia obstaculiza la oración. Así lo dice en el Libro de Job y en la Carta de Santiago.

“12 Allí clamarán, y él no oirá, Por la soberbia de los malos. 13 Ciertamente Dios no oirá la vanidad, Ni la mirará el Omnipotente.” (Job 35:12–13)

“6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. 7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” (Stgo 4:6–10)

La medicina bíblica para este escenario no es muy complicada. Acercarnos a la majestad y la gloria de Dios debe ser utilizado como un antídoto contra la vanidad y la soberbia. Nadie que se acerca a la manifestación de esa gloria puede salir de esos escenarios sin haber postrado todo ante la presencia del Eterno y Altísimo Señor.

Otra respuesta bíblica apunta a que la ansiedad obstaculiza la oración. Cristo señaló que no debemos preocuparnos con ansiosa inquietud por aquello que habremos de comer y vestir (Lcs 12:29). Él señaló que la gente que no conoce al Todopoderoso es la que anda así.

“29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. 30 Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. 31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Lcs 12:29-31)
 
Esta es una de las razones por las que el Apóstol Pablo exhortaba a la iglesia a orar sin ansiedad.

“6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Fil 4:6-7).

La razón por la que la ansiedad (“merimnaō”, G3309)[6] obstaculiza la oración es porque esta presupone la fragmentación de nuestros pensamientos. Este concepto griego proviene del griego “mérimna” (G3308) que significa distracción y/o afán. La raíz de estos conceptos es “merizō” (G3307) que entre otras cosas significa dividir, desunir y/o fragmentar.[7]  Es por esto que tener ansiedad es similar a tener el cerebro fragmentado, dividido en el análisis de muchos temas y preocupaciones.  

Cabe aquí una pregunta: ¿qué hacemos con la ansiedad? La Biblia dice que hay que echarla toda, lanzarla por completo, sobre los hombros del Señor porque Él tiene cuidado de nosotros (1 Ped 5:6-7). Por lo tanto, una de las tareas fundamentales de la oración debe ser esta: pedirle a Dios que nos enseñe a confiar el Él. Esta confianza nos permitirá echar todas nuestras ansiedades sobre los hombros del Eterno.

La Biblia dice que la desobediencia obstaculiza la oración (Det 1:43-45; 3:26; 2 Sam 22:27, 41-42; Jer 11:10-11; Lam 3:8, 39, 41-42, 44; Miq 3:4). Esta es sin duda alguna una de las razones por las que la Biblia dice que obedecer es mejor que los sacrificios (1 Sam 15:22).

Cabe aquí otra pregunta: ¿cómo podemos lograr ser obedientes al Señor y a su Palabra? La Biblia dice que la obediencia es uno de los productos que surge de la acción santificadora del Espíritu Santo en nosotros.

“2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.” (1 Ped 1:2)

Ese pasaje bíblico dice que entre otras cosas, la obra santificadora del Espíritu nos purifica para ser capaces de obedecer: “y los purificó por medio del Espíritu para que lo obedezcan y sean rociados[a] con la sangre de Jesucristo” (PDT). En otras palabras, que si le pedimos a Dios que su Espíritu nos santifique y nos purifique cada vez más, esto, entre otras cosas, producirá que seamos obedientes. Al mismo tiempo, podemos concluir que la ausencia de la obediencia es sinónimo de la ausencia de la obra santificadora y purificadora del Espíritu Santo.

La Biblia afirma que la idolatría obstaculiza la oración. Debemos tomar en cuenta que un ídolo es cualquier cosa que ocupe el lugar que sólo le pertenece a Dios, usurpando el tiempo, la devoción y la atención que le debemos al Todopoderoso. El profeta Jeremías dice lo siguiente al respecto:

“10 Se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, los cuales no quisieron escuchar mis palabras, y se fueron tras dioses ajenos para servirles; la casa de Israel y la casa de Judá invalidaron mi pacto, el cual había yo concertado con sus padres. 11 Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí yo traigo sobre ellos mal del que no podrán salir; y clamarán a mí, y no los oiré….. 14 Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración; porque yo no oiré en el día que en su aflicción clamen a mí.” (Jer 11:10–11, 14)

El profeta Ezequiel también lo afirma así en el Libro de su profecía.

“1 Vinieron a mí algunos de los ancianos de Israel, y se sentaron delante de mí. 2 Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 3 Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón, y han establecido el tropiezo de su maldad delante de su rostro. ¿Acaso he de ser yo en modo alguno consultado por ellos?” (Eze 14:1–3)

“31 Porque ofreciendo vuestras ofrendas, haciendo pasar vuestros hijos por el fuego, os habéis contaminado con todos vuestros ídolos hasta hoy; ¿y he de responderos yo, casa de Israel? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no os responderé.” (Eze 20:31)

La medicina contra este virus que ataca el corazón del creyente es pedir al Señor que renueve nuestros corazones.

“19 Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, 20 para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios.” (Eze 11:19-20)

“31 Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? 32 Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.” (Eze 18:31)

Esta medicina bíblica describe que debemos pedir al Señor que ponga su Espíritu en nosotros para que seamos capaces de recibir un corazón nuevo en el que los ídolos no puedan ocupar el lugar que sólo le pertenece a Dios.

“26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.”  (Eze 36:26-27)

La Biblia identifica otros obstáculos para la oración. Entre estos encontramos los siguientes:

  • La hipocresía (Mat 6:5-6)
  •  La irreverencia (Mal 1:7–10)
  •  El desánimo (Lcs 18:1)
  •  La repetición sin sentido (Mat 6:7)
  •  Orar en contra de la voluntad de Dios (Stgo 4:3; 1 Jn 5:14)
  •  Negarse a ayudar a los pobres (Pro 21:13)
  •  El egoísmo (Stgo 4:3)
  •  El pecado no confesado (Sal 66:18; Isa 59:1–2; Jn 9:31; Stgo 4:8)
  •  La incapacidad para perdonar (Mat 6:14-15; Mcs 11:25)
  •  Una relación matrimonial inapropiada (1 Ped 3:7)

La buena noticia es que existe medicina espiritual y bíblica para todos y cada uno de ellos. Basta pedir que el Espíritu Santo transforme nuestros corazones. Basta pedir que Él inserte en ellos los propósitos eternos de Dios. Como dice el profeta Jeremías:

“12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.”  (Jer 29:12-14)

Hay dos datos finales muy interesantes que debemos compartir. En primer lugar, la búsqueda de alternativas para superar estos obstáculos define y afirma una agenda de transformación para el creyente por medio de la oración. En segundo lugar, que ninguna de las alternativas bíblicas de la oración que hemos considerado hasta aquí incluye las peticiones por nuestras necesidades personales. Ciertamente estas tienen un lugar en la oración del creyente en Cristo. Sin embargo, ese lugar no trasciende los escenarios de transformación que necesitamos experimentar para que nuestra oración sea verdaderamente eficaz.
 


[1] http://www.ravenhill.org/articles.htm
[2] Bounds, E. (2003). “The essentials of prayer”, en Complete Works of E. M. Bounds. WORDsearch.
[3]https://www.lastdaysministries.org/Groups/1000008700/Last_Days_Ministries/Keith_Green/Bio/Bio.aspx
[4] Leonard Ravenhill fue sepultado al lado de este último en Garden Valley, Texas.
[5] https://youtu.be/MfjV-8aIInc?si=QzW98u__jjYLrPr1
[6] Tuggy, A. E. (2003). En Lexico griego-español del Nuevo Testamento (p. 608). Editorial Mundo Hispano.
[7] Op.cit.






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