885 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 29 de enero 2023

885 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 29 de enero 2023
Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Pt. 22)
 
 “14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”   (Efe 3:14-21)

La segunda oración del Apóstol Pablo en la Carta a los Efesios nos ha cautivado (Efe 3:14-21). La tercera petición que él hace allí nos ha conminado a repasar los axiomas teológicos del fundamento de nuestra fe, la fe en Cristo. El Apóstol Pablo ha dicho lo siguiente en el capítulo anterior al que estamos analizando:

19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (Efe 2:19-22)
           
Sabemos que otro Apóstol, Pedro ha mantenido ese mismo hilo conductor cuando comunica lo siguiente en una de sus cartas:

4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado.” (1 Ped 2:4-6)

En otras palabras, que el fundamento sobre el que estamos edificados como piedras vivas es la cabeza del ángulo, la piedra que desecharon los edificadores (Sal 118:22; Mat 21:42): Cristo el Señor.

Ser arraigados y edificados sobre ese fundamento, sobre el amor de Dios encarnado provocará que seamos capaces de comprender todas las dimensiones del amor de Dios. Hay un mensaje que predica esta aseveración: el significado de estar edificados sobre ese fundamento, estar arraigados y cimentados en este. Este mensaje es que el creyente, así como la Iglesia, estamos adheridos en este, sin espacio para desviación alguna.  Repetimos este principio: el Apóstol Pablo y el Apóstol Pedro están diciendo que no se trata de que hemos sido colocados sobre ese fundamento. Estos apóstoles están señalando que estamos adheridos a ese fundamento y que nuestra fe, como conjunto de doctrinas y que nuestra fe, como práctica Cristiana, no admite desviación de clase alguna.

Ser edificados es la traducción del concepto griego “epoikodomeō” (G2026). Este, no solo significa edificar, sino que se utiliza para describir la acción de hacer más capaz y de fortalecer lo que se ha construido (Col 2:7; Jud 20; Hch 20:32).[1] Es interesante el dato que ofrece el Léxico del Nuevo Testamento conocido como Louw-Nida. Este señala que este concepto significa construir algo en un lugar específico.[2]

Debemos entender que el Nuevo Testamento considera la acción de construir (“oikodomeō”, G3618) como una acción que es en lo primordial apocalíptica y mesiánica. Esto es, que se desarrolla para la llegada y la recepción del Mesías prometido o para preparar el escenario para el tiempo del fin.[3] Algunos ejemplos de su uso escatológico o del tiempo del fin lo encontramos cuando Cristo le dice a Pedro que edificaría su Iglesia sobre la declaración que este futuro Apóstol hizo acerca del Señor:

16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mat 16:16-18)

Otro ejemplo lo encontramos en las aseveraciones de algunos de los testigos en el “juicio” que le celebraron a Jesús para condenarlo a la muerte en la cruz del Calvario.

57 Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo: 58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.” (Mcs 14:57-58)

Los apóstoles insisten en sus cartas que tenemos que ser edificados sobre el fundamento. Repetimos que ese fundamento es Cristo. Ser edificados sobre ese fundamento es la única manera de garantizar las promesas mesiánicas y que estamos preparados para vencer en el tiempo del fin. Algunos lectores pueden preguntarse por qué Pablo no dice directamente que estamos arraigados y cimentados en el fundamento, o sobre Cristo. ¿Por qué Pablo dice que estamos arraigados y cimentados en amor?

  “17 Pido al Padre que Cristo viva en ustedes por la fe y que su amor sea la raíz y el cimiento de su vida.” (Efe 3:17, PDT)

La respuesta para esta interrogante necesita ser segmentada para facilitar su aprendizaje. La frase arraigados y cimentados describe un estado. Desde el punto de vista teológico, Pablo postula que este es el estado en el que viven los creyentes y en el que opera la Iglesia. Los creyentes en Cristo somos salvos por la gracia de Dios manifestada en el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Esa manifestación nos ha sembrado en Él, en Cristo. Juan Crisóstomo y Martín Lutero señalaron que es por esto que podemos decir que es ese amor, el amor de Dios en Cristo, el que nos ha arraigado y cimentado en el fundamento. Por lo tanto, lo que Pablo pide en esa oración es que los creyentes no se suelten ni se desconecten del fundamento. En su plegaria Pablo ruega que utilicemos como herramienta el amor que nos sembró y nos construyó sobre la roca. Esto es, como una herramienta para permanecer en Él.

La otra vertiente es que la Biblia dice que Dios es amor (1 Jn 4:8). La Biblia dice que Dios muestra ese amor por nosotros permitiendo que Cristo muera por nosotros en la cruz (Rom 5:8). La Biblia dice que jamás podremos experimentar que eventos externos nos separen de amor de Cristo (Rom 8:35)[4] y que se amor es de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro (Rom 8:39). Es ese amor, el de Cristo, el que nos constriñe, el que “se ha apoderado de nosotros desde que comprendimos que uno murió por todos y que, por consiguiente, todos han muerto” (2 Cor 5:14, DHH). La Biblia señala que ese amor es en Cristo Jesús (1 Tim 1:14; 2 Tim 1:13). La Biblia dice que es en ese amor que andamos (Efe 5:2) y que es este el que nos consuela (Fil 2:1). La Biblia dice que ese amor es el que nosotros reciprocamos y lo hacemos con manifestaciones de amor por Él y por los demás (2 Cor 12:10). Hay unas expresiones que describen el significado y el alcance de ese amor en la vida del Apóstol Pablo:

8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.” (Fil 3:8, R 1960)

La Biblia dice que es el amor de Cristo es el que nos une.

1 Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; 2 para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, 3 en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” (Col 2:1-3).

Lo que estos pasajes bíblicos hacen es enseñarnos que hablar del amor de Dios en Cristo es hablar de mucho más que una emoción que el Padre tiene o siente por nosotros. El amor del Padre manifestado en el Hijo significa y describe toda una estructura y una serie de procesos diseñados desde antes de la eternidad. Ese amor representa y describe a Cristo, el amor encarnado de Dios. Ese amor es el motor y el “Accionador” del plan de redención, del plan estratégico de salvación. Hablar de ese amor, del amor de Dios, es hablar de Cristo y por lo tanto es hablar del fundamento de nuestra fe. Hablar de ese amor es hablar de la Roca inconmovible de los siglos.

Hay varios datos relevantes que se destacan de los pasajes bíblicos que hemos leído. Uno de ellos es que todos los creyentes en Cristo hemos sido edificados sobre ese fundamento. Por lo tanto, esto describe la unidad que se debe respirar entre nosotros. Hay un amor que tiene que nacer en nosotros por los demás; nadie puede negar esto. No obstante, el amor que provoca ese amor, el amor que nos une, es el amor de Dios en Cristo. Dicho de otra forma el suelo en el que estamos sembrados, el fundamento en el que hemos sido edificados es uno solo. Por lo tanto, tenemos que aprender a vivir unidos en Él y a manifestar a todos los demás ese amor que entra por nuestras raíces.

Otro dato es que ese suelo, ese fundamento describe el carácter de aquellos que están arraigados y cimentados en Cristo. El carácter del jardín y/o el carácter del edificio emanan del lugar en el que estos han sido construidos o edificados. O sea, que el fundamento tiene que cambiar nuestro carácter. Al mismo tiempo: si esas raíces se alimentan del amor de Dios en Cristo, entonces todo lo que nos acontece en la vida debe ser recibido como algo que está permeado, arropado, ungido y cubierto por ese amor. Esto incluye las tormentas, las pruebas y las crisis que enfrentamos. Esto también incluye las manifestaciones espirituales y los dones del Espíritu. Es aquí que cobra un sentido extraordinario las siguientes declaraciones del Apóstol Pablo:

36 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Rom 11:36)
 
[1] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[2] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). In Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 519). United Bible Societies.
[3] Michel, O. (1964–). οἶκος, οἰκία, οἰκεῖος, οἰκέω, οἰκοδόμος, οἰκοδομέω, οἰκοδομή, ἐποικοδομέω, συνοικοδομέω, οἰκονόμος, οἰκονομία, κατοικέω  (oikos,oikía, oikeios, oikeo, oikodómos, oikodoméo, oikodomé, epoikodoméo, sunoikodoméo, oikonomos, oikonomía, katoikeo). In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 5, pp. 136-152). Eerdmans.
[4] Solo nosotros podemos tomar esa decisión: la de rechazar la gracia, al Espíritu Santo y abandonar al Señor (Mat 23:37; Hch 7:51).

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