Notas del Pastor MJ:

Dios es amor.  Esa es una expresión muy poderosa porque encierra mucho de parte de Dios y le describe perfectamente.  A diferencia de nosotros, Dios no ama como una simple acción que sale de su corazón, sino porque es parte de su esencia, de lo que él es.  Dios es amor.  Precisamente por eso es que es capaz de amar como él ama, con un amor perfecto, un amor eterno, un amor incomprensible.

Podríamos hacer el ejercicio de pensar en las muestras de amor más grande que hayamos recibido de parte de algún ser querido.  Pero todas esas se quedarán cortas ante el amor de inmenso de aquel que es el amor encarnado. Digo esto porque Dios decidió despojarse de su gloria para tomar forma de siervo y hecho semejante a cualquiera de nosotros fue a morir en la cruz para darnos perdón de nuestros pecados, salvación y vida eterna.  ¡Cuán grande amor!  Podríamos hacer el ejercicio de pensar en las formas y maneras en las cuales nosotros amamos, los sacrificios que en ocasiones hacemos por los nuestros, las formas y maneras en las cuales nos damos por los demás.  Todo eso se queda corto ante el amor del Padre que ideó el plan perfecto para acercarnos a nosotros que nos encontrábamos alejados por nuestra naturaleza de pecado. ¡Cuán grande amor!  

El amor de Dios es lo que le mueve a darnos esa segunda oportunidad (y esa tercera, cuarta, quinta, sexta y hasta la n oportunidad).  El amor de Dios es lo que le mueve a brindarnos promesas de esperanza, promesas que están garantizadas por su Palabra (que no falla), promesas que no tienen fecha de expiración.  El amor de Dios es lo que le mueve a darnos bendiciones sin límites, gracia sobre gracia y misericordias nuevas cada día.  Nos toca a nosotros entonces ser recíprocos de ese amor y amarle de vuelta.  Claro está, aquellos que aman a Dios desean agradarle, desean tener un corazón conforme a su corazón.  Ese debe ser nuestro deseo a diario.  Esto no significa que vayamos a ser perfectos porque nadie lo es.  Pero lo que esto significa es que dentro de nosotros debe haber una disposición diaria para querer amar a Dios, agradarle a él y guardar su Palabra.  Pero también nos toca reciprocar ese amor amando a otros.  El amor que hemos recibido de parte de Dios no es una excusa para pararnos en un pedestal y  mirar por encima del hombro a los demás, como si hubiéramos alcanzado un estatus especial.   Todos (yo el primero) hemos sido recipientes de una gracia inmerecida que nos ha sido entregada de parte del Padre por medio de Cristo.  Lo que nos toca a nosotros es interesarnos por los demás (como lo hacía Jesús) y dejar un poco nuestro enfoque constante hacia lo nuestro mientras expandimos nuestra visión hacia fuera, hacia la necesidad de aquel que está a nuestro lado.  A eso nos llama nuestro Señor.

El 14 de Febrero se acostumbra a celebrar el día del amor y la amistad.  Hoy yo quiero celebrar el más grande amor que ha existido, el amor de aquel que tiene un amor insuperable, porque es la definición de amor.  Hoy me gustaría celebrar el amor de Dios.

“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. (1 Juan 4:16)

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