Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte VIII)

(Análisis de Isaías 49:7)

“7 Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió.”  (Isaías 49:7, RV 1960)

“7 El SEÑOR, el Salvador de Israel, el Santo Dios, le dice a quien ha sido completamente despreciado, al que las otras naciones odian, al esclavo de gobernantes: «Reyes y príncipes se pondrán de pie al verte y se inclinarán. Porque se puede confiar en el SEÑOR; el Santo Dios de Israel te eligió».” (PDT)
             
El análisis que hemos desarrollado hasta aquí acerca del capítulo 49 del libro del profeta Isaías nos ha permitido contemplar unas dimensiones de la gracia y de la bondad de Dios que son inmensurables. El Todopoderoso inspiró a este profeta a documentar una serie de promesas eternas para aquellos que creen en el Señor y que confían en sus decisiones. Estas promesas no solo están vestidas de eternidad, sino que nos colocan en unos escenarios inmerecidos y humanamente inalcanzables.
           
Sabemos que todo esto es el producto de la gracia y de la misericordia de Dios. Basta considerar que los primeros 13 versos de este capítulo fueron escritos para describir la misión y la ruta que seguiría Cristo, el Mesías, el Salvador y el Señor de nuestras almas. Mirar estos versos a través de los cristales que nos regala el Nuevo Testamento, esto es, apropiándose de estos, es simplemente inimaginable.

Más de uno de los lectores de estos versos se ha preguntado por qué es que Dios nos regala estos océanos insondables de gracia y de misericordia. En unas reflexiones recientes decíamos que una de las razones por las que Dios decidió crearnos es porque a Él le gustan las historias. De hecho, en esa reflexión citamos a la escritora de la novela “Out of Africa” (Karen Blixen, escribiendo originalmente bajo el pseudónimo de Isak Dinesen) como una de las personas que cita esta aseveración. La realidad es que esta es una expresión Hasídica del siglo 18.[1],[2] La Biblia dice que los seres humanos somos la corona de la creación (Sal 8:1-9). La historia más grande de la que Dios nos ha hecho formar parte es la historia de la salvación.
 
El clímax de esta historia es la misericordia demostrada en la cruz del Calvario. A partir de ese clímax Dios acentúa su llamado y nos invita a que tomemos parte activa en la historia de la salvación. No olvidemos que sólo en Cristo hay salvación, sólo en Él hay redención y sólo en Él hay vida eterna. Cristo y sólo Él es Rey de reyes y Señor de señores. La gloria y el honor, la autoridad y el poder le pertenecen sólo a Él.
             
El profeta Isaías nos deja saber acerca de esto de muchas maneras, incluyendo la selección de palabras que utiliza para escribir los primeros versos del capítulo 49. Tomemos como ejemplo el verso cinco (5) de ese capítulo:
 
“5 Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza);” (RV 1960)
   
Algunos especialistas en este texto han dicho que este verso puede ser formulado de una manera diferente a la versión Reina Valera de 1960. Para esto, basta con tan solo considerar el verbo “ʼâmar” (H559) que se traduce aquí como “dice.” Cuando este verbo es relacionado con el verbo que se traduce como “hacer volver” (“leshovév” del verbo “shûb”, H7725) tenemos una expresión que dice que todo esto trata de un decreto de Dios: Jehová ha dicho hacer volver. En otras palabras, no somos nosotros los que cumplimos con esta tarea. No somos nosotros los que conseguimos estos resultados. Es Dios el que lo ha decretado y nosotros solo somos instrumentos en sus manos para ejecutar, para escribir y documentar esta historia.
 
Veamos una cita directa de una de estas fuentes exegéticas:
 
“…es decir, ha dicho o decretado que Israel vuelva a su Dios, lo que también equivale para el profeta a volver a Sion. Al traducir como proponemos, lo que es perfectamente posible y correcto según las reglas del idioma hebreo, se elimina la posibilidad de que el texto se refiera a otra persona (el profeta o el Mesías) destinado a hacer volver a Israel a su Dios. El v[erso] 5, en su totalidad puede ser traducido así:
 
‘Y ahora Jehovah, quien me formó desde el vientre, ha decretado hacer que Jacob vuelva a él e Israel se adhiera a él. Así soy estimado en los ojos de Jehovah, y mi Dios es mi fortaleza.’
 
En estas palabras se aludiría también al decreto de Ciro, al cual respalda el decreto de Dios (comp. 44:26–28).”[3]
               
Si usted leyó con cuidado se habrá percatado que Dios hace que hasta un gentil inconverso como Ciro forme parte de esta historia, la historia de la salvación que Dios ha escrito.
             
El Dr. Warren W. Wiersbe formula algunas preguntas cuando analiza los primeros versos del capítulo 49 del libro de Isaías. Una de estas tiene que ver con la autoridad que tiene Cristo como el Siervo de Dios, como el Mesías, para predicar a las naciones gentiles, y hacerlo con la autoridad que se describe los versos cinco (5) y seis (6):
 
“5 Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); 6 dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (Isaías 49:5-6, RV 1960)
 
Wiersbe argumenta que Cristo como el Siervo del Señor, fue llamado a Su ministerio desde antes de su nacimiento. Esto es lo mismo que la Biblia dice que le sucedió a figuras como el profeta Jeremías (Jer 1:5) y al Apóstol Pablo (Gál 1:15). Dios lo preparó como espada aguda y saeta bruñida (Heb 4:12; Apoc 1:16). Wiersbe puntualiza que el Mesías vino al mismo tiempo como Siervo y como Guerrero. Esto es, sirviendo a aquellos que confían en Él y juzgando y sentenciando a aquellos que le resisten.
 
Es entonces que Wiersbe hace un señalamiento estremecedor:
 
“Todos los siervos del Señor deben ser como armas preparadas. Robert Murray McCheyene escribió que ‘Dios no bendice los grandes talentos tanto como lo hace con el parecido que tenemos con Jesús.’ Un ministro [siervo] santo del Señor es un arma formidable en la mano de Dios.”[4] (Traducción libre)
 
El Dr. Wiersbe añade a todo esto que hay varias cosas que no podemos perder de vista. Una de estas es que la Iglesia es la luz de Dios para un mundo en tinieblas (Mat 5:14-16; Hch 13:46-49). Él añade que así como le sucedió a Israel, parece que nosotros como Iglesia estamos fracasando en llevar el mensaje de la Buenas Nuevas a los confines de la tierra. Nuestra misión, nuestra tarea en la historia escrita por Dios, no admite excusas ni sustituciones.
 
Wiersbe concluye diciendo que no podemos perder de vista que el Mesías tenía profetizado que sería rechazado por los Judíos y por los Gentiles.[5] O sea, que la Iglesia del siglo 21 debe estar preparada para ser marginada, rechazada y humillada.
 
El rechazo al que Wiersbe alude es el que aparece descrito en el verso siete (7) del capítulo del libro de Isaías que estamos analizando.
 
“El SEÑOR, el Salvador de Israel, el Santo Dios, le dice a quien ha sido completamente despreciado, al que las otras naciones odian, al esclavo de gobernantes: «Reyes y príncipes se pondrán de pie al verte  y se inclinarán. Porque se puede confiar en el SEÑOR; el Santo Dios de Israel te eligió».”  (Isaías 49:7, PDT)
 
“El Señor, el redentor, el Dios Santo de Israel, dice al pueblo que ha sido totalmente despreciado, al que los otros pueblos aborrecen, al que ha sido esclavo de los tiranos: «Cuando los reyes y los príncipes te vean, se levantarán y se inclinarán delante de ti porque yo, el Señor, el Dios Santo de Israel, te elegí y cumplo mis promesas.»”  (DHH)
             
Los lectores deben haberse percatado que una de las versiones citadas (Palabra de Dios para Todos) refiere este verso como parte de la tarea y la misión del Mesías, mientras que la otra versión (Dios Habla Hoy) lo refiere a la tarea, la misión y la historia del pueblo de Israel. O sea, que este verso describe las vicisitudes del Mesías y las tragedias que viviría el pueblo de Israel.
 
¿Será correcto aplicar este verso bíblico a la Iglesia? La respuesta es que sí. La Iglesia ha sido diseñada para estar contra las sogas, en una lucha desigual y “atropellante.” Es allí en donde ella se convierte en testigo de los actos portentosos más extraordinarios de la mano de Dios.
             
Podemos dedicar el análisis de este verso bíblico al estudio del desprecio, del aborrecimiento, de la esclavitud y del rechazo que este describe. Otra alternativa es analizar las características que se utilizan aquí para describir a Aquél que nos habla. La alternativa seleccionada es obvia. Basta reconocer que se ha profetizado que el primer escenario es uno pasajero, que posee fecha de expiración. En cambio, el segundo, describe al Inmutable, al Gran Yo Soy, a Aquél que nunca cambia (Heb 13:8).
 
El que habla en este verso es identificado como el Redentor, el “gâʼal” (H1350). Este título, entre otras cosas, describe a alguien que decide rescatar mediante la compra de una propiedad que ha sido vendida (Lev. 25:33). Describe a alguien que ha decidido libertar, comprar la libertad de una persona (Lev. 25:48), redimir o adquirir la propiedad de un familiar fallecido (Rut 4:4) y/o rescatar de su abandono y soledad en la sociedad a la viuda de un familiar fallecido (Rut 2:20).[6]
 
Este título describe a alguien que compra mediante un pago las cosas consagradas (ej. Israel de la mano Egipto y Jerusalén de las manos de sus enemigos), al mismo tiempo que establece y describe la relación personal que este tiene con aquellos a los que ha redimido.[7]

Un ejemplo muy singular del uso de este título es el que hace Job en medio de sus crisis cuando dice lo siguiente:

“25 Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; 26 Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; 27 Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.” (Job 19:25-27, RV 1960)
             
Isaías dice que el que nos habla acerca de estos escenarios se llama el Redentor. O sea, que Él ya pagó el precio necesario para rescatarnos de todos esos escenarios trágicos e inmisericordes. Tal y como dijera Job: nuestro Redentor ya ha asegurado que es capaz de levantarnos de entre los muertos. Nuestro Redentor vive y nos ha prometido que veremos su retribución con nuestros ojos, o sea, aquí, en la tierra de los vivientes. Así lo afirma el salmista:

“13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová En la tierra de los vivientes.” (Salmos 27:13)

Es por esto que podemos esperar y “aguardar” al Señor como dice el verso 14 del Salmo 27. Esta es una de las razones por las que nos esforzamos y recibimos aliento para el corazón. El Redentor ha hablado y ha pagado el precio necesario para que recibamos el cumplimiento de estas promesas.

Isaías dice que habla Aquél que es santo. Tal y como dice R.C. Sproul, la santidad de Dios es su naturaleza, y la naturaleza de Dios es su santidad.[8] Tal y como argumenta Louis Berkhof, la santidad de Dios es su trascendencia. O sea, que esto lo distingue de toda la creación.[9] En otras palabras, que habla alguien que no tiene necesidad alguna para querer inmiscuirse con nosotros, mas sin embargo lo hace. Lo que motiva al Santo de Israel a hacerlo es el amor que siente por nosotros.
 
Isaías dice que habla Aquél que es fiel (“ʼâman”, H539). Esto es, Aquél que permanece firme, que puede ser verificado, ser hallado verdadero.[10] Habla Aquél en el que se puede creer, en el que se puede confiar, que cumple todo lo que promete.[11]
             
La palabra profética que encontramos en el verso siete (7) del capítulo 49 del libro de Isaías es una fuerte y que puede producir preocupaciones. No obstante, caminamos en ella con seguridad porque los escenarios que esta describe son pasajeros. Caminamos con seguridad porque el que camina con nosotros es el Redentor, es el Santo de Israel y Él es fiel.
Referencias   

[1] https://everything2.com/title/God+Made+Man+Because+He+Loves+Stories
   
[2] https://www.chabad.org/library/article_cdo/aid/110433/jewish/A-brief-biography-of-Rabbi-Dovber-The-Maggid-of-Mezritch.htm

[3] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . (1993–). Comentario Bı́blico Mundo Hispano Isaías (1. ed., p. 210). Editorial Mundo Hispano.
   
[4] Wiersbe, W. W. (1996). Be Comforted (pp. 122–123). Victor Books.

[5] Op. cit.
   
[6] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 106–107). Editorial Mundo Hispano.

[7] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.

[8] Sproul R. C.. La Santidad de Dios: Guía de estudio (Ligonier Ministries, 2014), p.11.
   
[9] Berkhof, Louis.  Teología Sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 2009), pp. 85-86.
   
[10] Chávez, M. (1992). In Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 50). Editorial Mundo Hispano.

[11] Brown, F., Driver, S. R., & Briggs, C. A. (1977). In Enhanced Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (pp. 52–53). Clarendon Press.

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