891 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de MARZO 2023

891 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de MARZO 2023
Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Pt. 28)
 
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”   (Efe 3:14-21)

La penúltima parte de la oración paulina que hemos estado analizando (Efe 3:14-21) nos revela que hay una meta, un resultado que esta oración procura que seamos capaces de alcanzar. Pablo dice en esta oración que la oportunidad de estar arraigados y cimentados en el amor incomprensible de Dios produce unos resultados. Este Apóstol señala que esas dimensiones de ese amor que Dios nos quiere revelar producen un resultado que todos debemos anhelar.

“para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Efe 3:19b)

El tema de la plenitud de Dios en la vida del creyente es uno recurrente en la Biblia. El Nuevo Testamento nos ofrece una cantidad maravillosa de pasajes bíblicos que nos permiten concluir que no se trata de una opción sino de parte integral del plan de Dios para aquellos que amamos y servimos a Cristo Jesús el Señor.  La plenitud, el “plērōma” (G4138) de Dios, significa que todo lo que Dios es, sus atributos, sus planes, sus pensamientos y sus decretos llenan y dominan todo lo que somos. La Biblia dice que Cristo puede producir esto en nosotros porque en Él habita (“katoikeō” G2730), reside permanentemente toda la plenitud de Dios.

“9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Col 2:9-10)
 
A continuación una de las enseñanzas que Pablo está afirmando en este verso. Ya que esa plenitud hace “katoikeō” en Cristo, entonces podemos afirmar que todo lo que es Dios, su plenitud, ocupa todos los espacios hay dentro de Jesucristo como hombre. Además, que se mueve en todas las direcciones en el interior de Jesús. Es por esto que Pablo destaca que la plenitud de Dios habita en Jesucristo de forma corporal. Recordamos que el uso de este concepto describe la invocación del nombre de aquel que sirve como garante de que habrá de ocurrir todo lo que se ha prometido.[1] Reiteramos que este concepto conecta hasta los espacios de tiempo; uno con el otro. En otras palabras, que se afecta el transcurso y el discurso del tiempo entre un suceso y otro.[2]  Dicho de otra forma, Cristo es cien por ciento Dios y en su carácter de ser cien por ciento hombre está total y completamente ocupado por todo lo que es Dios.  

Sabiendo esto, no nos debe sorprender que esta sea la meta a la que debamos aspirar como creyentes en Cristo. La meta es esta: alcanzar la estatura del varón perfecto (Efe 4:13): ser como Cristo (1 Jn 3:2). Un dato singular detrás de todos estos principios bíblicos es que no podemos esperar a llegar al cielo para experimentar esto. La tesis del Nuevo Testamento es que podemos y debemos aspirar a estar completamente llenos de todo lo que es Dios, de sus atributos, de sus planes, de sus pensamientos y de sus decretos. Debemos procurar que estos llenen y dominen todo lo que somos, todo lo que sentimos y todo lo que hacemos.
 
Hace algunos años el Pastor Wayne Barber se preguntaba cuál es el alcance de esa expresión: “para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” Sus respuestas son iluminadoras y enriquecedoras de la fe. [3] Este pastor comenzó destacando que aquello de lo que estamos llenos domina y afecta nuestra vida; controla y domina lo que somos. Aquello de lo que somos llenos domina y controla nuestras emociones, nuestros afectos, nuestros pensamientos, los procesos para tomar decisiones y la manera en la que miramos la vida.  La Biblia está llena de ejemplos que sustentan este principio. Uno de ellos nos presenta al Apóstol Pedro capacitado para hacerle frente a las autoridades gubernamentales de su época porque estaba lleno (“plēthō”, G4130) del Espíritu Santo (Hch 4:8). Barber señala que unas cinco (5) semanas antes Pedro estaba lleno de temores de cobardía y que eso era lo que lo dominaba y lo impulsaba en la vida. Recordemos que aquello de lo estamos llenos nos domina y nos controla.

Los apóstoles vivían llenos de esa plenitud, la plenitud de Dios; y esto venía acompañado del gozo de Dios (Hch 13:9, 52). En cambio, hay escenas bíblicas que contrastan con las anteriores y en las que nos muestran a los enemigos del Evangelio llenos de otras cosas. Hay muchas evidencias bíblicas de esto. En ocasiones eran los celos (Hch 5:17). Otros estaban llenos de ira (Hch 19:28), llenos de adulterio (2 Ped 2:14), llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños y de malignidades (Rom 1:29). Nosotros hemos sido convocados para estar llenos de la plenitud de Dios.  Aquellos que escogen rechazar la plenitud de Dios lo hacen exponiéndose a vivir una vida en la que no se tiene en cuenta a Dios (Rom 1:28). Al mismo tiempo, tenemos que entender que si uno no está lleno de la plenitud de Dios, entonces está lleno de otra cosa. Ningún ser humano opera en este mundo completamente vacío. Siempre estamos llenos de algo.

Estar llenos del “plērōma” de Dios también presupone la capacidad para entender los tiempos en los que vivimos. En otras palabras, que no nos toma por sorpresa saber que vivimos hacia el tiempo de la plenitud de los gentiles; cuando la Iglesia vuele al cielo después que se haya completado el número de los no judíos que llegarán a Cristo:

“25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad.” (Rom 11:25-26)

“25 Hermanos, quiero que sepan este designio secreto de Dios, para que no presuman de sabios: los israelitas se han endurecido en parte, pero sólo hasta que hayan entrado todos los que no son de Israel. 26 Cuando esto suceda, todo Israel alcanzará la salvación, pues la Escritura dice: «El libertador vendrá de Sión y apartará de Jacob la maldad.” (DHH)

En otras palabras, vivimos esperando que se complete ese número para volar al cielo.
Estar llenos de ese “plērōma” nos llena de contentamiento porque nos hace saber que formamos parte del Cuerpo de Cristo. Ese Cuerpo está compuesto por un número incontable de creyentes a los que Cristo ha llenado de todo lo que Él es:

“22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efe 1:22-23).
 
Estar llenos de esa plenitud es la meta de todo creyente porque sólo así seremos capaces de alcanzar la medida de la estatura de Cristo:

 “13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;” (Efe 4:13)

Conocer que podemos y que debemos procurar estar llenos de esa plenitud afirma nuestra fe, nos permite enfrentar el presente con seguridad y aguardar el futuro con esperanza. Esto es así porque esa plenitud nos permite estar completos en Él:

“9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Col 2:9-10)

Estas expresiones paulinas dan pie a otra razón por la que debemos procurar esa plenitud. Estar completos significa que no nos hace falta nada más. Este ese el cumplimiento de las palabras del salmista cuando decía que porque el Señor es nuestro pastor nada nos falta (Sal 23:1). Estar completos significa estar satisfechos porque no queda espacio en nuestras vasijas de barro (2 Cor 4:7) para cosa alguna.  Ahora bien, la Biblia dice que Cristo es el único que puede dispensarnos la plenitud del Padre y los dones de gracia que nos hacen completos (Efe 4:8-9). Hay varias razones que sustentan esta doctrina. Ya hemos visto que una de estas es que Cristo posee toda la plenitud del Padre:

“18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,” (Col 1:18-19, RV 1960).

Otra razón es porque todos los principados y las potestades se tienen que someter a Cristo porque Él los creó. [4]
 
“16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;” (Col 1:16-18)

Es muy importante destacar que el Apóstol Pablo señala que la manera correcta de ser llenos de la plenitud de Dios es procurando que el Espíritu Santo nos haga plenamente capaces de comprender el amor de Dios. Ahora, cerramos esta reflexión repasando la aseveración paulina que este Apóstol identificó como el resultado obtenido cuando uno conoce el amor de Dios. Esta vez echamos mano de la Nueva Traducción Viviente:

“Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios.” (Efe 3:19, NTV)

¿Qué significa ser completos con la toda la plenitud y el poder que proviene de Dios? Esto significa que poseeremos todos los componentes necesarios para vivir la vida abundante que el Señor nos ha ofrecido.
 


[1] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.).  Logos Bible Software.
[2] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition, Vol. 1, p. 801). United Bible Societies.
[3] https://www.preceptaustin.org/ephesians_317-21_by_wayne_barber
[4] Delling, G. (1964–). πλήρης, πληρόω, πλήρωμα, ἀναπληρόω, ἀνταναπληρόω, ἐκπληρόω, ἐκπλήρωσις, συμπληρόω, πληροφορέω, πληροφορία (pléres, pleróo, pléroma, anapleróo, ekpleróo, ekplérosis, simpleróo, plerophoréo, plerophoría). In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 6, pp. 291–292). Eerdmans.
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