August 14th, 2022
861 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 14 de agosto 2022
Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Pt. 2)
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efe 3:14-21)
Nota editorial:
Esta reflexión forma parte de los blogs que hemos compartido durante el mes de julio del año en curso.
Nuestra reflexión anterior nos permitió iniciar el análisis de la segunda oración paulina que encontramos en la Carta a los Efesios, Efesios 3:14-21. La primera petición de esa oración ocupó el centro de esa reflexión: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu.”
Todos los creyentes afirmamos que Dios es rico. De eso no hay duda. Sus riquezas son súper abundantes, ilimitadas e inagotables. En cambio, la Biblia dice que nuestras riquezas están podridas y nuestro oro y nuestra plata están enmohecidos:
“2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.” (Stg 5:2-3).
Hay que indicar que no se trata de que Dios esté en contra de nuestro bienestar económico. Se trata de que existen prioridades que Dios ha establecido para nosotros.
Es de esas convicciones que surge la expresión que Pablo utiliza en esta oración. Sin embargo, pocas personas se han percatado de que la expresión “riquezas de su gloria” es utilizada por el apóstol Pablo con muy poca frecuencia. Esta frase parece haber sido reservada para poder identificar una fuente inagotable y única de las bendiciones celestiales.
Sabemos que el Apóstol ha identificado otras clases de riquezas celestiales en sus cartas. Por ejemplo, las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios (Rom 11:33) y las riquezas de la benignidad la paciencia y la longanimidad de Dios (Rom 2:4). El análisis textual de la primera, “las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios” (RV 1960), nos permite concluir que en esa expresión Pablo separa las fuentes de la riqueza de Dios de Su sabiduría y de Su ciencia. Muchas versiones bíblicas recogen este dato. Veamos algunas de estas:
“33 Qué grande es la riqueza de Dios, qué enorme su sabiduría y entendimiento. Nadie puede explicar las decisiones de Dios, ni puede entender lo que hace y cómo lo hace.” (Rom 11:33, PDT)
“33 ¡Qué profundas son las riquezas de Dios, y su sabiduría y entendimiento! Nadie puede explicar sus decisiones, ni llegar a comprender sus caminos.” (DHH)
“33 ¡Qué grande es la riqueza, la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Es realmente imposible para nosotros entender sus decisiones y sus caminos!” (NTV)
Estas versiones bíblicas comprueban que Pablo separa la riqueza celestial de la sabiduría y de la ciencia de Dios.
No obstante, el análisis textual de la segunda, “las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad…” (Rom 2:4), conecta la benignidad, la paciencia y la longanimidad con esa fuente de riquezas.
La benignidad describe la fuente de la utilidad, de la excelencia moral en el carácter y en la conducta de Dios (“chrēstotēs”, G5544). Esto es, Dios es fuente de benevolencia y de bondad. Es de esa riqueza de bondad, junto a Su amor incansable, que emana el plan de salvación (Tit 3:4-7). De esa fuente de riqueza de bondad es que surge el llamado a la Iglesia para que esta viva reflejando esa misma característica divina (2 Cor 6:6; Gál 5:22). Al mismo tiempo, la Iglesia ha sido llamada a ser instrumento en las manos de Dios para que el mundo sepa acerca de todo esto (Efe 2:7). Es por eso que la Iglesia ha sido instruida a estar vestida de bondad (Col 3:12).
El concepto que se traduce aquí como paciencia (“anochē”, G463) y se usa aquí para describir la tolerancia, la paciencia que tiene Dios para trabajar con nosotros. Es esa paciencia la que llevó a Dios a contenerse y a no castigar, tal y como merecían aquellos que pecaron en el pasado (Rom 3:25).
La longanimidad (“makrothumia”, G3115) describe la grandeza y la constancia de ánimo, el dominio propio, la calma de cara a aquello que es adverso. Utilizando este mismo concepto, Pablo dice más adelante que “22 Dios, queriendo dar un ejemplo de castigo y mostrar su poder, soportó con mucha paciencia a aquellos que merecían el castigo e iban a la perdición” (Rom 9:22, DHH).
Pablo señala que todo esto emana de esa fuente de riquezas. O sea, que esto puede ser descrito como una misma fuente de la que emanan todos los tesoros de la gracia.
Hay que añadir a esto que Pablo dice en la Carta a los Efesios que Dios es rico en misericordia (Efe 2:4).
Es importante repetir que la Biblia apunta que la Iglesia no solo debe recibir estas bendiciones. La Biblia dice que la Iglesia tiene que exhibir estas mismas características, rasgos que son identificados como el fruto del Espíritu (Gál 5:22-26).
Ahora bien, Pablo no se circunscribe a identificar esa fuente de riquezas, la de la benignidad, la paciencia y la longanimidad de Dios. Pablo también acude a identificar una fuente de riquezas que él llama riquezas de pleno entendimiento
“2 para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,” (Col 2:2, RV 1960).
Esta expresión describe un entendimiento perfecto (DHH), un entendimento que provee una convicción sólida (PDT), la riqueza que proviene de la convicción y del entendimiento (NVI). En este caso, del designio secreto de Dios. Esta expresión describe conocer a Cristo y conocerlo a la perfección.
Lo que hace interesante esta expresión es que Pablo continúa su disertación añadiendo lo siguiente:
“2 Quiero que ellos cobren ánimo y estén bien unidos con fuertes lazos de amor. Quiero que tengan la plena confianza de que entienden el misterioso plan de Dios, que es Cristo mismo. 3 En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento.” (Col 2:2-3, NTV)
O sea, que todas las fuentes de riqueza de Dios, todos los tesoros de Dios están escondidos y pueden ser alcanzados y obtenidos en Cristo. Entonces, es correcto afirmar que las “riquezas de la gracia” que Pablo identifica en la Carta a los Efesios (Efe 1:7; 2:7), así como las “inescrutables riquezas de Cristo” (Efe 3:8), sean maneras distintas de describir la misma fuente. Es muy probable que las diferencias que pueda haber entre estas sean operacionales. Dicho de otra forma, que de la misma fuente divina brotan riquezas con diferentes funciones y operaciones.
No obstante, el Apóstol Pablo también identifica la fuente de riquezas que encontramos en la oración que estamos analizando: “las riquezas de su gloria” (Efe 3:16). Él afirma que es de esta fuente de riquezas que emana el poder para que seamos fortalecidos en el hombre interior.
Ahora bien, ¿qué es la gloria de Dios? No podemos continuar con esta reflexión sin dedicar algunas líneas al análisis del concepto que es traducido como gloria. Este concepto es el vocablo griego “doxa” (G1391). Este concepto significa esplendor, gloria (1 Ped 1:24); brillo, luminosidad, la cualidad de ser radiante (Hch 22:11; Apoc 15:8); poder increíble, demostración de poder (Rom 6:4). También, es traducido como alabanza, decir palabras de honor y gloria (Lcs 17:18; Jn 9:24); honrar, dar una tarea de relevancia (Lcs 14:10) y grandeza, condición de ser maravilloso (Mat 4:8; 12:27). Además, es utilizado para describir la existencia gloriosa, el poder supremo y sobrenatural (2 Ped 2:10); para describir el cielo, un lugar glorioso (1 Tim 3:16). En otras ocasiones es utilizado para describir la razón o el fundamento para el legítimo orgullo (1 Tes 2:20). Otros escritores bíblicos lo utilizan para describir la promesa de decir la verdad. Por último, este concepto es utilizado literalmente para dar gloria a Dios (Jn 9:24). Esto es, dar alabanzas a Dios por la gloria que Él ha manifestado, por la gloria sublime, la gloria majestuosa que Él nos ha revelado (2 Ped 1:17).
Decíamos en un párrafo anterior que la expresión “las riquezas de su gloria” no es utilizada con frecuencia por el Apóstol Pablo. Veamos algunos ejemplos de los usos que este Apóstol le da a esta expresión:
“23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, 24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?” (Rom 9:23-24, RV 1960).
“18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efe 1:18).
“26 el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Col 1:26-27).
La primera cita bíblica (Rom 9:23-24) afirma que las riquezas de la gloria de Dios son dadas a conocer mediante la manifestación de Su misericordia. Esa manifestación convierte a los judíos y a los gentiles en terreno fértil para ser preparados de antemano para que puedan tener parte en ella.
La segunda cita bíblica (Efe 1:18) afirma que de las riquezas de la gloria de Dios emana la seguridad eterna: la herencia de los santos.
La tercera cita bíblica (Col 1:26-27) afirma que de las riquezas de la gloria de Dios emana la revelación de la esperanza encarnada: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” Subrayamos el dato de que la expresion no dice que Cristo es esperanza de gloria, como si fuera una esperanza dentro de muchas otras. Esa expresión dice que Cristo es la esperanza de gloria: “estin Christos en umin he elpis tes doxēs”. O sea, que no hay esperanza fuera de Cristo; no hay esperanza si Cristo no está en nosotros.
Al mismo tiempo, Pablo afirma en la oración que estamos analizando que es de esa fuente de riquezas, las riquezas de la gloria de Dios que emana el poder del Espíritu que fortalece nuestro hombre interior (Efe 3:16).
Estos pasajes bíblicos nos permiten ver que esa frase, las riquezas de gloria, es utilizada por Pablo para describir que de la gloria de Dios emanan muchas cosas. Por un lado, su misericordia, porque esta provocará y facilitará que Cristo comparta con nosotros la gloria del Padre.
“22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Jn 17:22-23)
Este regalo, el de las riquezas de la gloria de Dios, entonces debe ser utilizado para mantener la unidad de la Iglesia.
Estas son solo algunas de las razones por las que algunas versiones bíblicas ofrecen traducciones de esa frase que son muy interesantes. Palabra de Dios para Todos recoge esa expresión de la siguiente manera: “su infinita grandeza.” Dios Habla Hoy: “su gloriosa riqueza.” La Nueva Traducción Viviente: “sus gloriosos e inagotables recursos.” Esa fuente de riqueza es infinita, inagotable, grande y gloriosa.
Por otro lado, de esa gloria emana la seguridad eterna porque el anhelo de un creyente maduro es saber que cuando partimos de este lado del río, lo hacemos para estar con Cristo.
“23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;” (Fil 1:23)
Además, la Biblia dice que cada creyente ha sido llamado a la gloria eterna de Dios en Jesucristo su hijo. El Apóstol Pedro describe esto en una de sus cartas.
“10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” (1 Ped 5:10)
Hay que añadir que de esa gloria también emana la esperanza, porque tener a Cristo en nosotros es similar a tener en nosotros el resplandor de la gloria de Dios. La Biblia define esto así en la Carta a los Hebreos.
“3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,” (Heb 1:3)
Por último, sabemos que de esa fuente de riquezas emana el poder porque la Biblia lo afirma así.
“3 Dios vendrá de Temán, Y el Santo desde el monte de Parán. Selah Su gloria cubrió los cielos, Y la tierra se llenó de su alabanza. 4 Y el resplandor fue como la luz; Rayos brillantes salían de su mano, Y allí estaba escondido su poder.” (Hab 3:3-4)
El Apóstol Pablo sabe y afirma que Cristo es quien revela la gloria del Padre. Así mismo lo afirmó en su Segunda Carta a los Corintios. Él dice allí que el conocimiento de esa gloria está en el rostro de Jesucristo.
“6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2 Cor 4:6)
Debemos entender que estar en Cristo es estar inmersos, sumergidos en esa gloria. Debemos también entender que anhelar estar con Cristo por toda la eternidad es querer habitar en esa gloria. La Biblia dice que todo en el cielo está lleno de esa gloria. La ciudad celestial está llena de esa gloria (Apoc 21:11, 23) y la gloria de los reyes y de las naciones se presentan como ofrenda ante ella (Apoc 21:24-26). La Biblia dice que cuando la gloria de Dios llena el templo celestial, ni siquiera aquellos que están eternamente ante la presencia del Eterno lo pueden resisitir.
“5 Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; 6 y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro…..8 Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles.” (Apoc 15:5-6, 8)
O sea, que la manifestación de la gloria de Dios también impone la voluntad del Todopoderoso.
Todo esto que hemos hecho hasta aquí es un acercamiento interpretativo de la gloria, de la “doxa” de Dios como fuente de poder supremo y sobrenatural, de su grandeza, y de su condición como sublime, maravilloso y majestuoso. Es de aquí que emana el poder que nos fortalece. O sea, que hay que estar dentro de esa gloria y esa gloria tiene que estar en nosotros para ser fortalecidos en el hombre interior.
No obstante, hay otro acercamiento que podemos hacer a la aseveración acerca de esa “doxa”. Se trata de la riqueza que hay en la adoración. La “doxa”, la alabanza que se eleva al Padre y que proviene de un corazón puro y de unas manos limpias (Sal 24:3-6) es capaz de desatar los beneficios de la “doxa” como fuente de riquezas que fortalece. Esto es, la alabanza pura y santa que le brindamos a Dios se traduce en la activación de esa fuente de riquezas de gloria que fortalece a todo aquel que se acerca al Eterno en Cristo Jesús nuestro Señor y nuestro Salvador.
Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Pt. 2)
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efe 3:14-21)
Nota editorial:
Esta reflexión forma parte de los blogs que hemos compartido durante el mes de julio del año en curso.
Nuestra reflexión anterior nos permitió iniciar el análisis de la segunda oración paulina que encontramos en la Carta a los Efesios, Efesios 3:14-21. La primera petición de esa oración ocupó el centro de esa reflexión: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu.”
Todos los creyentes afirmamos que Dios es rico. De eso no hay duda. Sus riquezas son súper abundantes, ilimitadas e inagotables. En cambio, la Biblia dice que nuestras riquezas están podridas y nuestro oro y nuestra plata están enmohecidos:
“2 Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.” (Stg 5:2-3).
Hay que indicar que no se trata de que Dios esté en contra de nuestro bienestar económico. Se trata de que existen prioridades que Dios ha establecido para nosotros.
Es de esas convicciones que surge la expresión que Pablo utiliza en esta oración. Sin embargo, pocas personas se han percatado de que la expresión “riquezas de su gloria” es utilizada por el apóstol Pablo con muy poca frecuencia. Esta frase parece haber sido reservada para poder identificar una fuente inagotable y única de las bendiciones celestiales.
Sabemos que el Apóstol ha identificado otras clases de riquezas celestiales en sus cartas. Por ejemplo, las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios (Rom 11:33) y las riquezas de la benignidad la paciencia y la longanimidad de Dios (Rom 2:4). El análisis textual de la primera, “las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios” (RV 1960), nos permite concluir que en esa expresión Pablo separa las fuentes de la riqueza de Dios de Su sabiduría y de Su ciencia. Muchas versiones bíblicas recogen este dato. Veamos algunas de estas:
“33 Qué grande es la riqueza de Dios, qué enorme su sabiduría y entendimiento. Nadie puede explicar las decisiones de Dios, ni puede entender lo que hace y cómo lo hace.” (Rom 11:33, PDT)
“33 ¡Qué profundas son las riquezas de Dios, y su sabiduría y entendimiento! Nadie puede explicar sus decisiones, ni llegar a comprender sus caminos.” (DHH)
“33 ¡Qué grande es la riqueza, la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Es realmente imposible para nosotros entender sus decisiones y sus caminos!” (NTV)
Estas versiones bíblicas comprueban que Pablo separa la riqueza celestial de la sabiduría y de la ciencia de Dios.
No obstante, el análisis textual de la segunda, “las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad…” (Rom 2:4), conecta la benignidad, la paciencia y la longanimidad con esa fuente de riquezas.
La benignidad describe la fuente de la utilidad, de la excelencia moral en el carácter y en la conducta de Dios (“chrēstotēs”, G5544). Esto es, Dios es fuente de benevolencia y de bondad. Es de esa riqueza de bondad, junto a Su amor incansable, que emana el plan de salvación (Tit 3:4-7). De esa fuente de riqueza de bondad es que surge el llamado a la Iglesia para que esta viva reflejando esa misma característica divina (2 Cor 6:6; Gál 5:22). Al mismo tiempo, la Iglesia ha sido llamada a ser instrumento en las manos de Dios para que el mundo sepa acerca de todo esto (Efe 2:7). Es por eso que la Iglesia ha sido instruida a estar vestida de bondad (Col 3:12).
El concepto que se traduce aquí como paciencia (“anochē”, G463) y se usa aquí para describir la tolerancia, la paciencia que tiene Dios para trabajar con nosotros. Es esa paciencia la que llevó a Dios a contenerse y a no castigar, tal y como merecían aquellos que pecaron en el pasado (Rom 3:25).
La longanimidad (“makrothumia”, G3115) describe la grandeza y la constancia de ánimo, el dominio propio, la calma de cara a aquello que es adverso. Utilizando este mismo concepto, Pablo dice más adelante que “22 Dios, queriendo dar un ejemplo de castigo y mostrar su poder, soportó con mucha paciencia a aquellos que merecían el castigo e iban a la perdición” (Rom 9:22, DHH).
Pablo señala que todo esto emana de esa fuente de riquezas. O sea, que esto puede ser descrito como una misma fuente de la que emanan todos los tesoros de la gracia.
Hay que añadir a esto que Pablo dice en la Carta a los Efesios que Dios es rico en misericordia (Efe 2:4).
Es importante repetir que la Biblia apunta que la Iglesia no solo debe recibir estas bendiciones. La Biblia dice que la Iglesia tiene que exhibir estas mismas características, rasgos que son identificados como el fruto del Espíritu (Gál 5:22-26).
Ahora bien, Pablo no se circunscribe a identificar esa fuente de riquezas, la de la benignidad, la paciencia y la longanimidad de Dios. Pablo también acude a identificar una fuente de riquezas que él llama riquezas de pleno entendimiento
“2 para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,” (Col 2:2, RV 1960).
Esta expresión describe un entendimiento perfecto (DHH), un entendimento que provee una convicción sólida (PDT), la riqueza que proviene de la convicción y del entendimiento (NVI). En este caso, del designio secreto de Dios. Esta expresión describe conocer a Cristo y conocerlo a la perfección.
Lo que hace interesante esta expresión es que Pablo continúa su disertación añadiendo lo siguiente:
“2 Quiero que ellos cobren ánimo y estén bien unidos con fuertes lazos de amor. Quiero que tengan la plena confianza de que entienden el misterioso plan de Dios, que es Cristo mismo. 3 En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento.” (Col 2:2-3, NTV)
O sea, que todas las fuentes de riqueza de Dios, todos los tesoros de Dios están escondidos y pueden ser alcanzados y obtenidos en Cristo. Entonces, es correcto afirmar que las “riquezas de la gracia” que Pablo identifica en la Carta a los Efesios (Efe 1:7; 2:7), así como las “inescrutables riquezas de Cristo” (Efe 3:8), sean maneras distintas de describir la misma fuente. Es muy probable que las diferencias que pueda haber entre estas sean operacionales. Dicho de otra forma, que de la misma fuente divina brotan riquezas con diferentes funciones y operaciones.
No obstante, el Apóstol Pablo también identifica la fuente de riquezas que encontramos en la oración que estamos analizando: “las riquezas de su gloria” (Efe 3:16). Él afirma que es de esta fuente de riquezas que emana el poder para que seamos fortalecidos en el hombre interior.
Ahora bien, ¿qué es la gloria de Dios? No podemos continuar con esta reflexión sin dedicar algunas líneas al análisis del concepto que es traducido como gloria. Este concepto es el vocablo griego “doxa” (G1391). Este concepto significa esplendor, gloria (1 Ped 1:24); brillo, luminosidad, la cualidad de ser radiante (Hch 22:11; Apoc 15:8); poder increíble, demostración de poder (Rom 6:4). También, es traducido como alabanza, decir palabras de honor y gloria (Lcs 17:18; Jn 9:24); honrar, dar una tarea de relevancia (Lcs 14:10) y grandeza, condición de ser maravilloso (Mat 4:8; 12:27). Además, es utilizado para describir la existencia gloriosa, el poder supremo y sobrenatural (2 Ped 2:10); para describir el cielo, un lugar glorioso (1 Tim 3:16). En otras ocasiones es utilizado para describir la razón o el fundamento para el legítimo orgullo (1 Tes 2:20). Otros escritores bíblicos lo utilizan para describir la promesa de decir la verdad. Por último, este concepto es utilizado literalmente para dar gloria a Dios (Jn 9:24). Esto es, dar alabanzas a Dios por la gloria que Él ha manifestado, por la gloria sublime, la gloria majestuosa que Él nos ha revelado (2 Ped 1:17).
Decíamos en un párrafo anterior que la expresión “las riquezas de su gloria” no es utilizada con frecuencia por el Apóstol Pablo. Veamos algunos ejemplos de los usos que este Apóstol le da a esta expresión:
“23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, 24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?” (Rom 9:23-24, RV 1960).
“18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efe 1:18).
“26 el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Col 1:26-27).
La primera cita bíblica (Rom 9:23-24) afirma que las riquezas de la gloria de Dios son dadas a conocer mediante la manifestación de Su misericordia. Esa manifestación convierte a los judíos y a los gentiles en terreno fértil para ser preparados de antemano para que puedan tener parte en ella.
La segunda cita bíblica (Efe 1:18) afirma que de las riquezas de la gloria de Dios emana la seguridad eterna: la herencia de los santos.
La tercera cita bíblica (Col 1:26-27) afirma que de las riquezas de la gloria de Dios emana la revelación de la esperanza encarnada: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” Subrayamos el dato de que la expresion no dice que Cristo es esperanza de gloria, como si fuera una esperanza dentro de muchas otras. Esa expresión dice que Cristo es la esperanza de gloria: “estin Christos en umin he elpis tes doxēs”. O sea, que no hay esperanza fuera de Cristo; no hay esperanza si Cristo no está en nosotros.
Al mismo tiempo, Pablo afirma en la oración que estamos analizando que es de esa fuente de riquezas, las riquezas de la gloria de Dios que emana el poder del Espíritu que fortalece nuestro hombre interior (Efe 3:16).
Estos pasajes bíblicos nos permiten ver que esa frase, las riquezas de gloria, es utilizada por Pablo para describir que de la gloria de Dios emanan muchas cosas. Por un lado, su misericordia, porque esta provocará y facilitará que Cristo comparta con nosotros la gloria del Padre.
“22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Jn 17:22-23)
Este regalo, el de las riquezas de la gloria de Dios, entonces debe ser utilizado para mantener la unidad de la Iglesia.
Estas son solo algunas de las razones por las que algunas versiones bíblicas ofrecen traducciones de esa frase que son muy interesantes. Palabra de Dios para Todos recoge esa expresión de la siguiente manera: “su infinita grandeza.” Dios Habla Hoy: “su gloriosa riqueza.” La Nueva Traducción Viviente: “sus gloriosos e inagotables recursos.” Esa fuente de riqueza es infinita, inagotable, grande y gloriosa.
Por otro lado, de esa gloria emana la seguridad eterna porque el anhelo de un creyente maduro es saber que cuando partimos de este lado del río, lo hacemos para estar con Cristo.
“23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;” (Fil 1:23)
Además, la Biblia dice que cada creyente ha sido llamado a la gloria eterna de Dios en Jesucristo su hijo. El Apóstol Pedro describe esto en una de sus cartas.
“10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” (1 Ped 5:10)
Hay que añadir que de esa gloria también emana la esperanza, porque tener a Cristo en nosotros es similar a tener en nosotros el resplandor de la gloria de Dios. La Biblia define esto así en la Carta a los Hebreos.
“3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,” (Heb 1:3)
Por último, sabemos que de esa fuente de riquezas emana el poder porque la Biblia lo afirma así.
“3 Dios vendrá de Temán, Y el Santo desde el monte de Parán. Selah Su gloria cubrió los cielos, Y la tierra se llenó de su alabanza. 4 Y el resplandor fue como la luz; Rayos brillantes salían de su mano, Y allí estaba escondido su poder.” (Hab 3:3-4)
El Apóstol Pablo sabe y afirma que Cristo es quien revela la gloria del Padre. Así mismo lo afirmó en su Segunda Carta a los Corintios. Él dice allí que el conocimiento de esa gloria está en el rostro de Jesucristo.
“6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2 Cor 4:6)
Debemos entender que estar en Cristo es estar inmersos, sumergidos en esa gloria. Debemos también entender que anhelar estar con Cristo por toda la eternidad es querer habitar en esa gloria. La Biblia dice que todo en el cielo está lleno de esa gloria. La ciudad celestial está llena de esa gloria (Apoc 21:11, 23) y la gloria de los reyes y de las naciones se presentan como ofrenda ante ella (Apoc 21:24-26). La Biblia dice que cuando la gloria de Dios llena el templo celestial, ni siquiera aquellos que están eternamente ante la presencia del Eterno lo pueden resisitir.
“5 Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; 6 y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro…..8 Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles.” (Apoc 15:5-6, 8)
O sea, que la manifestación de la gloria de Dios también impone la voluntad del Todopoderoso.
Todo esto que hemos hecho hasta aquí es un acercamiento interpretativo de la gloria, de la “doxa” de Dios como fuente de poder supremo y sobrenatural, de su grandeza, y de su condición como sublime, maravilloso y majestuoso. Es de aquí que emana el poder que nos fortalece. O sea, que hay que estar dentro de esa gloria y esa gloria tiene que estar en nosotros para ser fortalecidos en el hombre interior.
No obstante, hay otro acercamiento que podemos hacer a la aseveración acerca de esa “doxa”. Se trata de la riqueza que hay en la adoración. La “doxa”, la alabanza que se eleva al Padre y que proviene de un corazón puro y de unas manos limpias (Sal 24:3-6) es capaz de desatar los beneficios de la “doxa” como fuente de riquezas que fortalece. Esto es, la alabanza pura y santa que le brindamos a Dios se traduce en la activación de esa fuente de riquezas de gloria que fortalece a todo aquel que se acerca al Eterno en Cristo Jesús nuestro Señor y nuestro Salvador.
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