May 4th, 2025
1003 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 4 de mayo del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: aplicaciones homiléticas sobre el propósito
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
Somos conscientes de que esta temporada de la vida en la que nos encontramos como planeta plantea muchos escenarios extraordinarios y complicados. La realidad nuestra es sin duda alguna una de muchas incertidumbres y de manejo de crisis. ¿Cómo podemos hacerle frente a todo esto sin perder ni sacrificar los llamados que nos han hecho para que conozcamos más de Dios y que lo hagamos recibiendo esto por revelación? Este es uno de los elementos medulares que potencializa el propósito de Dios para cada uno de nosotros.
La mayoría de los creyentes en Cristo hemos experimentado algo que Richard Leider comenta en su libro “The power of Purpose: Creating Meaning in your Life and Work.”[1] Este libro, que repetimos no es uno ni siquiera religioso, afirma que usualmente es en una crisis que decidimos abandonar los entuertos del día a día y dejar que la vida nos haga preguntas. Sí, uno de los beneficios que proveen las crisis, es que usualmente nos permiten o nos obligan a dejar a un lado las preocupaciones bobas, los conflictos estériles y la necesidad de estar al control de todo. Es allí que regularmente nos damos cuenta de que la vida es corta y que cada momento en ella es precioso. Casi siempre es allí que descubrimos que lo que realmente importa es la actitud que desarrollamos frente a la crisis. Recordemos que el sentido del propósito no nos llega envuelto en papel de regalo; tenemos que decidir hacerlo nuestro.
La realidad es que, como decía Viktor Frankl, la mayoría de los seres humanos (esto incluye a los creyentes en Cristo) no somos muy dados a permitir que la vida y las circunstancias por las que atravesamos nos hagan preguntas. Leider señala que es necesario descubrir que abrirse a esto es abrirse a descubrir el propósito que debemos abrazar en la vida. Es muy cierto que la mayoría de nosotros cuestionamos la vida en vez de permitir que ella nos cuestione. Por ejemplo, Leider señala que nos cuestionamos acerca de qué ha hecho la vida por nosotros o si nos irá bien mañana. En ocasiones se trata de preguntas acerca de qué beneficio, si alguno, recibiremos de aquello que estamos haciendo o en lo que trabajamos hoy. Esto ocurre con mayor frecuencia en una sociedad en la que hasta se ha perdido la seguridad de un empleo o la posibilidad de un retiro digno.
Es muy interesante que Leider cita los trabajos y consejos médicos-clínicos de unos oncólogos, Carl y Stephanie Simonton (Oncólogos), para manejar estos escenarios.
“Debes detenerte y reevaluar tus prioridades y tus valores. Debes estar dispuesto a ser tú mismo y no lo que la gente desea que tú seas; muchas veces lo haces porque piensas que esa es la única forma en que ellos te amarán. No puedes continuar siendo deshonesto. Estás en un punto en el que sí de verdad deseas vivir, tienes que ser quién tú eres en realidad.” [2] (Traducción libre)
La mayoría de los consejos de estos médicos tienen como objetivo trabajar con las actitudes de sus pacientes y con la honestidad con la que ellos realizan los ajustes necesarios en sus vidas. Aquellos que hemos sido pacientes de enfermedades terminales sabemos lo importante que es la actitud que desarrollamos frente a las crisis que provocan esas enfermedades.
“No hay una escuela mejor que la de la adversidad.” (Charles Caleb Colton)
Karen Blixen, escritora danesa que escribía bajo el pseudónimo de Isak Dinesen, decía que la mayoría de las historias más hermosas a menudo nacen de las experiencias más dolorosas. No se necesita conocer mucha teología ni tener mucha fe para arribar a esta conclusión. Los resultados que obtenemos cuando añadimos la presencia del Espíritu Santo a esta ecuación son simplemente gloriosos. Esta es una de las razones por las que la Biblia nos estimula a adorar en todo tiempo y que la alabanza esté de continuo en nuestras bocas (Sal 34:1). Los testimonios son mucho más grandes y poderosos cuando aprendemos a hacerlo. O sea, cuando aceptamos la prótesis del Espíritu Santo que nos invita a adorar a Dios en medio del dolor.
Esos escenarios de adoración son los mejores para comprobar lo que dice el salmista en el Salmo 22. Este, después de lamentarse por haber creído que Dios lo había abandonado (v.1), concluye que Dios sigue siendo santo y que habita en medio de las alabanzas de su pueblo (v.2). O sea, que Dios no lo había abandonado.
La conciencia de los creyentes en Cristo ha sido despertada por el Espíritu Santo para poder reconocer que todos los seres humanos sufrimos de una enfermedad peor que el cáncer o que cualquier otra enfermedad catastrófica. Esa enfermedad se llama pecado y sólo la sangre de Cristo nos puede libertar de esta. Tratando de aculturizar esto con lo que decía Karl Barth, la “crisis” que enfrentamos ante esto es la «crisis» o la «decisión» que se le impone al ser humano cuando somos colocados ante la terrible contradicción entre el tiempo y la eternidad, el mundo y Dios.[3] Frente a esto, si no decidimos por Cristo, perecemos porque: “la paga del pecado es muerte” (Rom 6:23a). Si decidimos por Cristo, recibimos salvación y vida eterna, porque: “….la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 6:23b).
Es muy importante destacar que el momento de la conversión a Cristo y el desarrollo del discipulado son sin duda alguna, escenarios maravillosos para que demos paso y espacio a muchas preguntas. Se trata de preguntas que están asociadas a necesidades eternas que tiene el alma y a inquietudes primordiales que habitan en nuestra mente y en nuestro corazón.
¿Qué tiene que ver esto con la adoración? Leider hace suya una expresión de Oliver Wendell Holmes[4]: “Mucha gente muere con su música todavía dentro de ellos.”[5] La buena noticia es que encontrar a Cristo provee los mejores escenarios para que esa música salga de nuestro interior y se convierta en testimonios que sirven como ofrendas de alabanza y de adoración para nuestro Señor.
Hemos visto que la Biblia afirma que hay propósitos celestiales, de servicio, relacionales y de crecimiento para nuestras vidas. Ella afirma que Dios ha prometido cumplir estos en nosotros y no desampararnos.
“8 Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos.” (Sal 138:8)
“El Señor llevará a cabo los planes que tiene para mi vida, pues tu fiel amor, oh Señor, permanece para siempre. No me abandones, porque tú me creaste.” (NTV)
Repetimos que el libro de Leider no es ni siquiera religioso y mucho menos cristiano. No obstante, él señala que no existe otra persona que pueda escuchar “el llamado de la música” (descubrir el propósito y seguirlo) que cada uno de nosotros tiene por dentro. En el lenguaje bíblico, no existen dos (2) personas con el mismo llamado, porque el cielo no patrocina la creación de copias. Recordemos que la sangre de Cristo nos convierte en hijos de Dios (Jn 1:12) y no existen dos hijos que sean iguales, aún cuando sean mellizos o trillizos idénticos. Dicho de otra forma, que cada llamado es exclusivo y único. Por lo tanto, la música que cada creyente posee del cielo es única y distinta a todas las demás. Así mismo lo es el propósito, la “prothesis” que Dios tiene para cada uno de aquellos que ha recibido a Cristo como su Salvador y su Señor.
Los lectores se habrán percatado que la metáfora de la música que hemos utilizado trasciende la canción y la alabanza. Esto es así porque nosotros hemos sido llamados a adorar a Dios con todo lo que hacemos, sentimos, y/o pensamos; y a hacerlo amando a Dios con todo nuestro tu corazón, con toda el alma y con toda la mente (Mat 22:37). Es más, la Biblia afirma que esto hay que repetirlo con el prójimo (v.39) y con nuestros enemigos. No olvidemos que todo esto es adoración.
“43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mat 5:43-48, RV1960)
El acercamiento bíblico es que el propósito es mucho más que aquello en lo que centramos la vida o lo que le da sentido a esta. La Biblia describe el propósito como algo que viene de Dios, definido por Él y que procura convertirnos en la clase de seres humanos que el Padre Celestial está buscando: adoradores en espíritu y en verdad.
Ahora bien, para entender la esencia de esto que llamamos “propósito” hay que entender un principio rector universal. Todas las religiones mundiales, con la excepción de la teología de la prosperidad, hablan en contra de la búsqueda de las riquezas materiales. Todas ellas enseñan a favor del desprendimiento y del amor a otros como clave para la felicidad y el éxito.
Es entonces correcto afirmar que el propósito de Dios para nuestras vidas no tiene como norte el que seamos exitosos, sino que seamos salvos. Este no tiene como meta el que seamos ricos, sino que alcancemos la vida eterna. Tampoco tiene como meta el que seamos famosos, sino que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida.
“20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.” (Lcs 10:20)
Hay que subrayar el hecho de que no debemos partir de la premisa de que el propósito que describe la Biblia deja de formar parte de las dimensiones más profundas en nosotros. Este continúa formando parte del “central core” (la esencia) de lo que somos. Tal y como hemos dicho en reflexiones anteriores, conocer y abrazar el propósito puede ser una fuente de energía y dirección. Este nos permite responder al alma cuando esta nos pregunta para qué estamos aquí. La respuesta: para glorificar a Dios.
No olvidemos que hay un denominador común en todos los seres humanos. Se trata de las dimensiones espirituales que forman nuestra existencia: alma y espíritu. Algunos han querido hacernos creer que para alcanzar la felicidad en la vida basta procurar sentirnos realizados con aquello que hacemos. Esto es, hacernos creer que basta conectar el sentido de dirección en la vida con una forma exitosa de vivirla. No es que esto sea malo e incorrecto; no lo es. Es que este acercamiento deja fuera de las ecuaciones de la vida el componente espiritual y el de la relación con Dios.
Conocemos los testimonios de muchos que han alcanzado el éxito y lo que muchos llaman estar “realizados” como seres humanos y que luego llegan a sus consejeros y terapistas preguntándose lo siguiente: “¿Era esta la meta?” Esta es una clara admisión de que los resultados obtenidos y encontrados no produjeron la felicidad suficiente ni anhelada.
Sólo Cristo puede conectar ambos escenarios en nuestras vidas; el material y el espiritual. Sólo Él puede conectar aquello en lo que trabajamos como vocación o profesión con las melodías, las directrices, las demandas y las exigencias del reino de los cielos. Sólo Él puede ayudarnos a conseguir que ambos escenarios tengan significado y dirección.
Al mismo tiempo, caminar en la vida creyendo que Dios tiene la obligación de bendecir nuestros planes es una idea absurda y anti bíblica. Nunca olvidemos lo que el proverbista dice acerca de esto:
“Puedes hacer todos los planes que quieras, pero el propósito del Señor prevalecerá.” (Pro 19:21, NTV)
“Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo. 11 Del oriente llamo al ave de rapiña; de tierra distante, al hombre que cumplirá mi propósito. Lo que he dicho, haré que se cumpla; lo que he planeado, lo realizaré.” (Isa 46:9-10, NVI)
“10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efe 2:10, RV1960)
¿Cómo podemos estar seguros de que caminamos en el propósito de Dios? Esto requiere mucho más que intuición. El Apóstol Pablo dice que somos llamados por Dios para recibir el propósito y ponerlo en acción. O sea, que esto posee una dimensión “auditiva” muy peculiar. Conocer y hacer nuestra la Palabra revelada de Dios es vital para esto.
Reconocemos que muchos creyentes en Cristo parecen tener dificultades con el tema de escuchar y reconocer la voz de Dios. Comenzamos señalando que Dios siempre nos está buscando y hablando. Es muy importante entender que Cristo es la Palabra encarnada de Dios y que las Sagradas Escrituras son la revelación de Dios, inspiradas por el Espíritu Santo. Esas fuentes nunca cesan de hablarnos.
Al mismo tiempo, debemos reconocer que identificar la voz de Dios en estas fuentes debe ser similar a poder identificar la voz de un ser querido; una madre, un hijo, una abuela, etc. Ningún ser humano tiene problemas con esto porque la familiaridad y la relación que tenemos con ellos, nos capacita para poder identificar sus voces en cualquier lugar y en cualquier escenario. Lo mismo sucede con la voz de Dios. La familiaridad y la relación constante con Dios en Cristo, a través de Su Palabra y en oración facilita el que podamos recibir y entender lo que Él anhela para nosotros. No olvidemos que se trata de una “prothesis” que su Santo Espíritu nos quiere obsequiar.
Sin duda alguna que esta es la clave: amistarse con Dios, familiarizarnos con Su presencia y con lo que Él dice en Su Palabra. Esto, acompañado de procesos de diálogos constantes y frecuentes con el Todopoderoso nos capacitará y empoderará para escuchar Su voz y poder recibir la “prothesis” celestial que Dios tiene para aquellos que le aman; los que le adoran en espíritu y en verdad.
[1] Leider, Richard, The Power of Purpose: Creating Meaning in your Life and Work. Barret-Koehler, San Francisco, 1997. La cuarta edición (2015) contiene unas revisiones muy importantes.
[2] O. Carl Simonton, “The Healing Journey.” (conferencia, Denver 1996). Citado por Leider en Op. cit., p. 15
[3] Machen, J Gresham. “Karl Barth and The Theology of Crisis,” WTJ 53 (1991) 197-207.
http://files1.wts.edu/uploads/images/files/WTJ/Machen - Theology of Crisis.pdf
[4] https://www.britannica.com/biography/Oliver-Wendell-Holmes-Jr. Oliver Wendell Holmes Jr., (1841-1935) fue Juez Asociado de la Corte Suprema de los Estados Unidos
[5] Leider, Op. cit., p. 63.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: aplicaciones homiléticas sobre el propósito
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
Somos conscientes de que esta temporada de la vida en la que nos encontramos como planeta plantea muchos escenarios extraordinarios y complicados. La realidad nuestra es sin duda alguna una de muchas incertidumbres y de manejo de crisis. ¿Cómo podemos hacerle frente a todo esto sin perder ni sacrificar los llamados que nos han hecho para que conozcamos más de Dios y que lo hagamos recibiendo esto por revelación? Este es uno de los elementos medulares que potencializa el propósito de Dios para cada uno de nosotros.
La mayoría de los creyentes en Cristo hemos experimentado algo que Richard Leider comenta en su libro “The power of Purpose: Creating Meaning in your Life and Work.”[1] Este libro, que repetimos no es uno ni siquiera religioso, afirma que usualmente es en una crisis que decidimos abandonar los entuertos del día a día y dejar que la vida nos haga preguntas. Sí, uno de los beneficios que proveen las crisis, es que usualmente nos permiten o nos obligan a dejar a un lado las preocupaciones bobas, los conflictos estériles y la necesidad de estar al control de todo. Es allí que regularmente nos damos cuenta de que la vida es corta y que cada momento en ella es precioso. Casi siempre es allí que descubrimos que lo que realmente importa es la actitud que desarrollamos frente a la crisis. Recordemos que el sentido del propósito no nos llega envuelto en papel de regalo; tenemos que decidir hacerlo nuestro.
La realidad es que, como decía Viktor Frankl, la mayoría de los seres humanos (esto incluye a los creyentes en Cristo) no somos muy dados a permitir que la vida y las circunstancias por las que atravesamos nos hagan preguntas. Leider señala que es necesario descubrir que abrirse a esto es abrirse a descubrir el propósito que debemos abrazar en la vida. Es muy cierto que la mayoría de nosotros cuestionamos la vida en vez de permitir que ella nos cuestione. Por ejemplo, Leider señala que nos cuestionamos acerca de qué ha hecho la vida por nosotros o si nos irá bien mañana. En ocasiones se trata de preguntas acerca de qué beneficio, si alguno, recibiremos de aquello que estamos haciendo o en lo que trabajamos hoy. Esto ocurre con mayor frecuencia en una sociedad en la que hasta se ha perdido la seguridad de un empleo o la posibilidad de un retiro digno.
Es muy interesante que Leider cita los trabajos y consejos médicos-clínicos de unos oncólogos, Carl y Stephanie Simonton (Oncólogos), para manejar estos escenarios.
“Debes detenerte y reevaluar tus prioridades y tus valores. Debes estar dispuesto a ser tú mismo y no lo que la gente desea que tú seas; muchas veces lo haces porque piensas que esa es la única forma en que ellos te amarán. No puedes continuar siendo deshonesto. Estás en un punto en el que sí de verdad deseas vivir, tienes que ser quién tú eres en realidad.” [2] (Traducción libre)
La mayoría de los consejos de estos médicos tienen como objetivo trabajar con las actitudes de sus pacientes y con la honestidad con la que ellos realizan los ajustes necesarios en sus vidas. Aquellos que hemos sido pacientes de enfermedades terminales sabemos lo importante que es la actitud que desarrollamos frente a las crisis que provocan esas enfermedades.
“No hay una escuela mejor que la de la adversidad.” (Charles Caleb Colton)
Karen Blixen, escritora danesa que escribía bajo el pseudónimo de Isak Dinesen, decía que la mayoría de las historias más hermosas a menudo nacen de las experiencias más dolorosas. No se necesita conocer mucha teología ni tener mucha fe para arribar a esta conclusión. Los resultados que obtenemos cuando añadimos la presencia del Espíritu Santo a esta ecuación son simplemente gloriosos. Esta es una de las razones por las que la Biblia nos estimula a adorar en todo tiempo y que la alabanza esté de continuo en nuestras bocas (Sal 34:1). Los testimonios son mucho más grandes y poderosos cuando aprendemos a hacerlo. O sea, cuando aceptamos la prótesis del Espíritu Santo que nos invita a adorar a Dios en medio del dolor.
Esos escenarios de adoración son los mejores para comprobar lo que dice el salmista en el Salmo 22. Este, después de lamentarse por haber creído que Dios lo había abandonado (v.1), concluye que Dios sigue siendo santo y que habita en medio de las alabanzas de su pueblo (v.2). O sea, que Dios no lo había abandonado.
La conciencia de los creyentes en Cristo ha sido despertada por el Espíritu Santo para poder reconocer que todos los seres humanos sufrimos de una enfermedad peor que el cáncer o que cualquier otra enfermedad catastrófica. Esa enfermedad se llama pecado y sólo la sangre de Cristo nos puede libertar de esta. Tratando de aculturizar esto con lo que decía Karl Barth, la “crisis” que enfrentamos ante esto es la «crisis» o la «decisión» que se le impone al ser humano cuando somos colocados ante la terrible contradicción entre el tiempo y la eternidad, el mundo y Dios.[3] Frente a esto, si no decidimos por Cristo, perecemos porque: “la paga del pecado es muerte” (Rom 6:23a). Si decidimos por Cristo, recibimos salvación y vida eterna, porque: “….la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 6:23b).
Es muy importante destacar que el momento de la conversión a Cristo y el desarrollo del discipulado son sin duda alguna, escenarios maravillosos para que demos paso y espacio a muchas preguntas. Se trata de preguntas que están asociadas a necesidades eternas que tiene el alma y a inquietudes primordiales que habitan en nuestra mente y en nuestro corazón.
¿Qué tiene que ver esto con la adoración? Leider hace suya una expresión de Oliver Wendell Holmes[4]: “Mucha gente muere con su música todavía dentro de ellos.”[5] La buena noticia es que encontrar a Cristo provee los mejores escenarios para que esa música salga de nuestro interior y se convierta en testimonios que sirven como ofrendas de alabanza y de adoración para nuestro Señor.
Hemos visto que la Biblia afirma que hay propósitos celestiales, de servicio, relacionales y de crecimiento para nuestras vidas. Ella afirma que Dios ha prometido cumplir estos en nosotros y no desampararnos.
“8 Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos.” (Sal 138:8)
“El Señor llevará a cabo los planes que tiene para mi vida, pues tu fiel amor, oh Señor, permanece para siempre. No me abandones, porque tú me creaste.” (NTV)
Repetimos que el libro de Leider no es ni siquiera religioso y mucho menos cristiano. No obstante, él señala que no existe otra persona que pueda escuchar “el llamado de la música” (descubrir el propósito y seguirlo) que cada uno de nosotros tiene por dentro. En el lenguaje bíblico, no existen dos (2) personas con el mismo llamado, porque el cielo no patrocina la creación de copias. Recordemos que la sangre de Cristo nos convierte en hijos de Dios (Jn 1:12) y no existen dos hijos que sean iguales, aún cuando sean mellizos o trillizos idénticos. Dicho de otra forma, que cada llamado es exclusivo y único. Por lo tanto, la música que cada creyente posee del cielo es única y distinta a todas las demás. Así mismo lo es el propósito, la “prothesis” que Dios tiene para cada uno de aquellos que ha recibido a Cristo como su Salvador y su Señor.
Los lectores se habrán percatado que la metáfora de la música que hemos utilizado trasciende la canción y la alabanza. Esto es así porque nosotros hemos sido llamados a adorar a Dios con todo lo que hacemos, sentimos, y/o pensamos; y a hacerlo amando a Dios con todo nuestro tu corazón, con toda el alma y con toda la mente (Mat 22:37). Es más, la Biblia afirma que esto hay que repetirlo con el prójimo (v.39) y con nuestros enemigos. No olvidemos que todo esto es adoración.
“43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mat 5:43-48, RV1960)
El acercamiento bíblico es que el propósito es mucho más que aquello en lo que centramos la vida o lo que le da sentido a esta. La Biblia describe el propósito como algo que viene de Dios, definido por Él y que procura convertirnos en la clase de seres humanos que el Padre Celestial está buscando: adoradores en espíritu y en verdad.
Ahora bien, para entender la esencia de esto que llamamos “propósito” hay que entender un principio rector universal. Todas las religiones mundiales, con la excepción de la teología de la prosperidad, hablan en contra de la búsqueda de las riquezas materiales. Todas ellas enseñan a favor del desprendimiento y del amor a otros como clave para la felicidad y el éxito.
Es entonces correcto afirmar que el propósito de Dios para nuestras vidas no tiene como norte el que seamos exitosos, sino que seamos salvos. Este no tiene como meta el que seamos ricos, sino que alcancemos la vida eterna. Tampoco tiene como meta el que seamos famosos, sino que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida.
“20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.” (Lcs 10:20)
Hay que subrayar el hecho de que no debemos partir de la premisa de que el propósito que describe la Biblia deja de formar parte de las dimensiones más profundas en nosotros. Este continúa formando parte del “central core” (la esencia) de lo que somos. Tal y como hemos dicho en reflexiones anteriores, conocer y abrazar el propósito puede ser una fuente de energía y dirección. Este nos permite responder al alma cuando esta nos pregunta para qué estamos aquí. La respuesta: para glorificar a Dios.
No olvidemos que hay un denominador común en todos los seres humanos. Se trata de las dimensiones espirituales que forman nuestra existencia: alma y espíritu. Algunos han querido hacernos creer que para alcanzar la felicidad en la vida basta procurar sentirnos realizados con aquello que hacemos. Esto es, hacernos creer que basta conectar el sentido de dirección en la vida con una forma exitosa de vivirla. No es que esto sea malo e incorrecto; no lo es. Es que este acercamiento deja fuera de las ecuaciones de la vida el componente espiritual y el de la relación con Dios.
Conocemos los testimonios de muchos que han alcanzado el éxito y lo que muchos llaman estar “realizados” como seres humanos y que luego llegan a sus consejeros y terapistas preguntándose lo siguiente: “¿Era esta la meta?” Esta es una clara admisión de que los resultados obtenidos y encontrados no produjeron la felicidad suficiente ni anhelada.
Sólo Cristo puede conectar ambos escenarios en nuestras vidas; el material y el espiritual. Sólo Él puede conectar aquello en lo que trabajamos como vocación o profesión con las melodías, las directrices, las demandas y las exigencias del reino de los cielos. Sólo Él puede ayudarnos a conseguir que ambos escenarios tengan significado y dirección.
Al mismo tiempo, caminar en la vida creyendo que Dios tiene la obligación de bendecir nuestros planes es una idea absurda y anti bíblica. Nunca olvidemos lo que el proverbista dice acerca de esto:
“Puedes hacer todos los planes que quieras, pero el propósito del Señor prevalecerá.” (Pro 19:21, NTV)
“Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo. 11 Del oriente llamo al ave de rapiña; de tierra distante, al hombre que cumplirá mi propósito. Lo que he dicho, haré que se cumpla; lo que he planeado, lo realizaré.” (Isa 46:9-10, NVI)
“10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efe 2:10, RV1960)
¿Cómo podemos estar seguros de que caminamos en el propósito de Dios? Esto requiere mucho más que intuición. El Apóstol Pablo dice que somos llamados por Dios para recibir el propósito y ponerlo en acción. O sea, que esto posee una dimensión “auditiva” muy peculiar. Conocer y hacer nuestra la Palabra revelada de Dios es vital para esto.
Reconocemos que muchos creyentes en Cristo parecen tener dificultades con el tema de escuchar y reconocer la voz de Dios. Comenzamos señalando que Dios siempre nos está buscando y hablando. Es muy importante entender que Cristo es la Palabra encarnada de Dios y que las Sagradas Escrituras son la revelación de Dios, inspiradas por el Espíritu Santo. Esas fuentes nunca cesan de hablarnos.
Al mismo tiempo, debemos reconocer que identificar la voz de Dios en estas fuentes debe ser similar a poder identificar la voz de un ser querido; una madre, un hijo, una abuela, etc. Ningún ser humano tiene problemas con esto porque la familiaridad y la relación que tenemos con ellos, nos capacita para poder identificar sus voces en cualquier lugar y en cualquier escenario. Lo mismo sucede con la voz de Dios. La familiaridad y la relación constante con Dios en Cristo, a través de Su Palabra y en oración facilita el que podamos recibir y entender lo que Él anhela para nosotros. No olvidemos que se trata de una “prothesis” que su Santo Espíritu nos quiere obsequiar.
Sin duda alguna que esta es la clave: amistarse con Dios, familiarizarnos con Su presencia y con lo que Él dice en Su Palabra. Esto, acompañado de procesos de diálogos constantes y frecuentes con el Todopoderoso nos capacitará y empoderará para escuchar Su voz y poder recibir la “prothesis” celestial que Dios tiene para aquellos que le aman; los que le adoran en espíritu y en verdad.
[1] Leider, Richard, The Power of Purpose: Creating Meaning in your Life and Work. Barret-Koehler, San Francisco, 1997. La cuarta edición (2015) contiene unas revisiones muy importantes.
[2] O. Carl Simonton, “The Healing Journey.” (conferencia, Denver 1996). Citado por Leider en Op. cit., p. 15
[3] Machen, J Gresham. “Karl Barth and The Theology of Crisis,” WTJ 53 (1991) 197-207.
http://files1.wts.edu/uploads/images/files/WTJ/Machen - Theology of Crisis.pdf
[4] https://www.britannica.com/biography/Oliver-Wendell-Holmes-Jr. Oliver Wendell Holmes Jr., (1841-1935) fue Juez Asociado de la Corte Suprema de los Estados Unidos
[5] Leider, Op. cit., p. 63.
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