April 6th, 2025
999 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 6 de abril del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (XI)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
Las reflexiones acerca de la adoración nos han conducido a reflexionar acerca del concepto que llamamos “propósito.” Hemos visto que los acercamientos que la Biblia hace para este establecen que el creyente en Cristo Jesús no puede peregrinar en la vida girando alrededor de los propósitos suyos sino aceptando y gerenciando su vida sobre el de Dios. La mejor noticia que puede recibir un creyente es que sus propósitos sean similares a los que Dios tiene. Esto, comenzando con el propósito central que Dios tiene para todos los que creen en Cristo como Señor y Salvador de sus almas. Dios anhela nuestra salvación, que seamos glorificados juntamente con Cristo en el cielo y hagamos nuestro el llamado a adorar a Dios en todo tiempo.
Al mismo tiempo, las reflexiones anteriores han servido para afirmar que la adoración nos acerca a la fuente de la revelación divina. Responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús es un medio inigualable para acercarse a la presencia eterna, santa, majestuosa y gloriosa de Dios. Es por esto que la adoración no es algo que procuramos que forme parte de nuestra vida: es nuestra vida. Esta es una de las razones por las que la Biblia enseña que hay que darle la gloria al Señor (Sal 29:1). Ella enseña que hay que buscar su rostro siempre (Sal 105:4); ese rostro en el que está la gloria del Todopoderoso (2 Cor 4:6). Ella añade que hay que hacerlo en la hermosura de su santidad (Sal 29:2).
“1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. 2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Sal 29:1-2)
Él salmista añadió a esto que hay que hacerlo en todo lugar y en todo tiempo.
“3 Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, Sea alabado el nombre de Jehová.” (Sal 113:3)
“1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.” (Sal 34:1)
“62 A medianoche me levanto para alabarte Por tus justos juicios.” (Sal 119:62)
“147 Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra.” (v. 147)
El Nuevo Testamento amplía esta orden divina señalando que todo lo que hacemos debe ser hecho para la gloria de Dios.
“31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” (1 Cor 10:31)
Este estilo de vida, el de vivir dando gloria a Dios en todo tiempo, nos permite acercarnos a la gloria de Dios. Es por esto que las definiciones de la adoración que hemos compartido en reflexiones anteriores insisten en que lo hagamos, que lo hagamos de corazón y que lo hagamos en Cristo Jesús. Aquellos que adoran así comprueban que la vida entera en adoración les permite alcanzar los beneficios más grandes y gloriosos que se pueden alcanzar aquí.
Repetimos el principio teológico que afirma que nosotros hemos sido creados para darle honor y gloria a Dios. Añadimos a esto que también fuimos creados, planificados para formar parte de la familia de Dios (Gál 6:10; Efe 2:19). Ahora bien, es necesario que seamos transformados para que esto suceda. Esa transformación se inicia cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador y nuestro Señor, y comenzamos a buscar en adoración estar ante esa gloria.
La búsqueda de esa gloria en adoración facilita los procesos para que seamos moldeados para servir a Dios, para vivir enfocados en la misión que Dios ha asignado a cada creyente y para crecer hasta alcanzar la estatura del varón perfecto que es Cristo (Efe 4:13).
Regresando al tema del propósito, hemos visto que reconocer que el propósito de Dios para nuestras vidas emana de su corazón (Sal 33:11, “machăshâbâh” H4284: RV1960 lo traduce como “pensamientos”) le da otro sentido a la vida del creyente. Uno de los significados que posee todo esto es que aceptar el propósito de Dios es como aceptar un trasplante de corazón. El Señor nos cede su corazón.
También hemos visto que el propósito de Dios para nuestras vidas es uno que garantiza la paz (Jer 29:11: RV1960 lo traduce como “pensamientos”). Hemos visto que la promesa neotestamentaria que describe que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios (Rom 8:28) está subordinada a la aceptación del propósito de Dios para nuestras vidas (“prothesis”, G4286).
“28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Rick Warren ha planteado que el análisis de este tema nos confronta con la necesidad de encontrar respuestas a cinco (5) preguntas claves, existenciales para la vida.[1] Estas son:
¿Cuál debe ser el centro de mi vida?: la pregunta acerca de la adoración.
¿Cuál debe ser el carácter de mi vida?: la pregunta acerca del discipulado.
¿Cuál debe ser la contribución de mi vida?: la pregunta acerca del servicio.
¿Cuál debe ser aquello que mi vida comunica?: la pregunta acerca de la misión.
¿Cuál debe ser la comunidad a la que debo pertenecer?: la pregunta acerca de la fraternidad.
Su propuesta es sólida y teológicamente correcta.[2] Él insiste en que todo esto comienza aceptando que tenemos que aprender que la vida del creyente sólo tiene sentido cuando aprendemos a verla desde la perspectiva de Dios,[3] y que esto sólo es posible en Cristo Jesús nuestro Señor. Algo que él no considera de manera explícita es que las respuestas a todas estas preguntas forman parte de aquello que la Biblia define como adoración. Esto es así porque, tal y como afirmaba Abraham J. Heschel, adorar es exactamente eso: ceder todo lo que somos, aceptar y comenzar a aprender a ver la vida desde la perspectiva de Dios.
“La adoración es una forma de vivir, una forma de ver el mundo a la luz de Dios . . . de elevarse a un nivel superior de existencia, de ver el mundo desde el punto de vista de Dios.”[4]
Sabemos que la Biblia establece que alcanzar las respuestas correctas para estas preguntas requiere aceptar que necesitamos esas “prothesis” que Dios nos regala en Cristo Jesús. Las necesitamos para poder alcanzar la meta de la salvación en el cielo y ser glorificados allí con Cristo.
“8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 10 pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, 11 del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.” (2 Tim 1:8-11)
Al mismo tiempo, estamos convencidos de que los creyentes necesitamos esas “prothesis” divinas para poder adorar, orar, discernir, servir, cumplir con la misión asignada y poder vivir en comunión con el prójimo. Estas aseveraciones serán ampliadas un poco más adelante.
Comenzamos reiterando que la adoración es una de las “herramientas” bíblicas más efectivas para que podamos conseguir estas.
“Prothesis” para adorar
¿Por qué afirmamos que necesitamos una prótesis celestial para adorar? La Biblia dice que Dios está buscando “verdaderos adoradores” (Jn 4:23). El “Textus Receptus”[5] dice “alēthinoi proskynētai”. Es cierto que “alēthinos” (G228) puede ser traducido como real, no imaginario (Jn 17:3); verdadero, en concordancia con los hechos (Jn 19:35); genuino, sincero y verdadero (Heb 10:22+; 1 Ped 1:22 v.l.).[6] También es cierto que puede ser traducido como verídico, auténtico, franco, sincero y digno de confianza.
No obstante, ninguno de los recursos citados aquí describe que la definición de ese concepto griego establece que esto requiera revelación. Sin embargo, el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento así lo afirma.
“En relación con las cosas divinas tiene el sentido de lo que verdaderamente es, o de lo que es eterno, y en relación con la conducta o el ser humano significa su carácter más que terrenal, mediado por la revelación o el contacto con lo divino.”[8] (Traducción libre)
Este recurso académico añade algo todavía más interesante e intenso:
“Este uso se encuentra en Heb 8:2, donde el tabernáculo en el cielo se describe como ἀληθινὴ σκηνή (“alēthinēs skēnēs”; “verdadero tabernáculo”) en contraste con el terrenal, y también en Heb 9:24, donde las ordenanzas del culto terrenal se llaman ἀντίτυπα τῶν ἀληθινῶν [“antitypa tōn alēthinōn”[9]]…. En un desarrollo característico de este uso, el uso joánico de [“alēthinos”] introduce nuevamente una ambigüedad distintiva. Si el sentido formal de genuino se ve en Jn. 4:23, es con referencia al hecho de que tales adoradores verdaderos son determinados por la revelación. En las imágenes en las que se describe a Jesús como el [“luz verdadera”, 1:9] y la [“vida verdadera”, 15:1]…. [“alēthinos”] tiene en primera instancia el sentido de “verdadero” o “genuino”, pero genuino aquí significa “divino” en contraste con la realidad humana y terrenal, y también implica “contener” [“alētheia” G225] y por lo tanto “dar revelación.”[10] (Traducción libre)
O sea, que es cierto que los adoradores que describe el Evangelio de Juan no solo son verdaderos porque son genuinos, sinceros, verdaderos, con adoración verídica, auténtica, franca, o porque son dignos de confianza. Lo son porque han recibido la revelación de Dios en Cristo Jesús.
De la definición que estos exégetas bíblicos proveen se desprenden dos (2) expresiones medulares e intensas. Es obvio que la primera es que lo que Juan está diciendo en el capítulo cuatro (4) de su Evangelio es que la adoración requerida por el Padre necesita revelación. O sea, que los adoradores que describe el capítulo cuatro del Evangelio de Juan (“en espíritu y en verdad”) necesitan la revelación de Cristo para poder ser capaces de hacerlo así.
La segunda, que la adoración requerida por el Padre requiere contener la verdad. Un principio bíblico insustituible es que la verdad de Dios (Cristo) sólo puede ser alcanzada mediante la revelación que nos da el Padre a través de su Santo Espíritu (Jn 14:26; 1 Cor 12:3). Esta es la forma en la que el cielo garantiza que la adoración que ofrecemos al Señor contenga la verdad.
La ampliación de esta aseveración requiere que repasemos el concepto griego “alētheia” (G225) que se traduce como “verdad.” El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento dice lo siguiente acerca de este concepto:
“Etimológicamente, ἀλήθεια [“alētheia”] significa no ocultación [velo que se descubre]. Indica, por lo tanto, un asunto o estado en la medida en que se ve, indica o expresa, y que en dicha visión, indicación o expresión se revela, o se revela a sí mismo, tal como realmente es, con la implicación, por supuesto, de que podría ser ocultado, falsificado, truncado o suprimido. ἀλήθεια, por lo tanto, denota el “estado de cosas pleno o real.”[11]
Esta es una de las razones por las que la Biblia enfatiza que el velo del templo en Jerusalén se rasga cuando Cristo muere en la cruz del Calvario.[12] El Lugar Santísimo quedó descubierto para todos cuando esto sucedió. Esto es, que se podía entrar libremente a ese lugar; ya no estaba circunscrito de manera exclusiva a un sacerdote. Esto ocurría porque la verdad divina había sido develada. Cristo, la verdad encarnada, había sido rasgado en el Calvario para que todos aquellos que creemos en Él y aceptamos su salvación y señorío podamos entrar a la misma presencia del Padre. Esto es, sin la necesidad de un intermediario. Esta es la revelación requerida y la Palabra de Dios lo afirma así.
“24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén. 25 Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, 26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, 27 al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.” (Rom 16:24-27)
Repetimos esto una vez más: los adoradores descritos por Juan no solo son verdaderos porque son genuinos, sinceros, verdaderos, con adoración verídica, auténtica, franca, o porque son dignos de confianza. Que no quede duda: todo esto es indispensable. Sin embargo, lo que estos conceptos describen es que son adoradores verdaderos porque han recibido revelación para adorar y porque han recibido revelación de la verdad. O sea, revelación de Quién es ese al que adoramos y por qué hemos decidido adorarle.
Conociendo esto podemos concluir que no se puede adorar en espíritu y en verdad sin esa revelación. Esa “prothesis” es absolutamente necesaria e indispensable. Aún más, el Nuevo Testamento afirma que los creyentes en Cristo tenemos la necesidad de orar constante y continuamente por esto. Esto nos permite adorar y servir con la vista puesta en la esperanza que nos han obsequiado con el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones (Rom 5:5). Veamos cómo lo afirma el Apóstol Pablo en sus cartas.
“17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,” (Efe 1:17-20, RV1960)
“17 y le pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo, que les dé sabiduría espiritual y percepción, para que crezcan en el conocimiento de Dios.18 Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó—es decir, su pueblo santo—, quienes son su rica y gloriosa herencia. 19 También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder 20 que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales.”
(NTV)
Es importante señalar que el Apóstol Pablo estaba orando aquí por una iglesia; una comunidad de fe compuesta por hombres y mujeres que ya habían aceptado a Cristo como Señor y Salvador. O sea, que hay que continuar orando e intercediendo para que el Señor continúe permitiendo que le conozcamos cada vez más. Las mejores herramientas para conseguirlo son la oración, el estudio de la Palabra y la adoración constante. De hecho, estamos convencidos de que las dos (2) primeras forman parte de la adoración.
[1] https://makingchristknown.com/gods-five-purposes-for-your-life-with-rick-warren.htm
[2] https://saddleback.com/connect/Articles/MAP/2019/1/23/GODS-5-PURPOSES-FOR-YOUR-LIFE
[3] Warren, Rick. (2003) “Una vida con propósito”. Miami: Editorial Vida, pp. 35-47.
[4] Abraham J. Heschel.
[5] Robinson, M. (2002). Elzevir Textus Receptus (1624): with morphology (Jn 4:20–24). Logos Bible Software. Nota: “Textus Receptus significa "Texto Recibido" y se refiere al texto griego publicado del Nuevo Testamento que se utilizó como base para las traducciones de la Biblia en el período de la Reforma. Algunas de estas traducciones fueron la Biblia alemana de Lutero, la traducción inglesa de Guillermo Tyndale y la versión Reina Valera.” (https://www.compellingtruth.org/Espanol/Textus-Receptus.html)
[6] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[7] Tuggy, A. E. (2003). En Lexico griego-español del Nuevo Testamento (pp. 37–38). Editorial Mundo Hispano.
[8] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, pp. 249–251). Eerdmans.
[9] La versión PDT dice: “Porque Cristo no entró al Lugar Santísimo hecho por los hombres, que sólo es copia del verdadero, sino al cielo y está presente allí, delante de Dios, para pedir a nuestro favor.” (Heb 9:24)
[10] Op. cit.
[11] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 238). Eerdmans.
[12] Mat 27:51; Mcs 15:38; Lcs 23:45.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (XI)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
Las reflexiones acerca de la adoración nos han conducido a reflexionar acerca del concepto que llamamos “propósito.” Hemos visto que los acercamientos que la Biblia hace para este establecen que el creyente en Cristo Jesús no puede peregrinar en la vida girando alrededor de los propósitos suyos sino aceptando y gerenciando su vida sobre el de Dios. La mejor noticia que puede recibir un creyente es que sus propósitos sean similares a los que Dios tiene. Esto, comenzando con el propósito central que Dios tiene para todos los que creen en Cristo como Señor y Salvador de sus almas. Dios anhela nuestra salvación, que seamos glorificados juntamente con Cristo en el cielo y hagamos nuestro el llamado a adorar a Dios en todo tiempo.
Al mismo tiempo, las reflexiones anteriores han servido para afirmar que la adoración nos acerca a la fuente de la revelación divina. Responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús es un medio inigualable para acercarse a la presencia eterna, santa, majestuosa y gloriosa de Dios. Es por esto que la adoración no es algo que procuramos que forme parte de nuestra vida: es nuestra vida. Esta es una de las razones por las que la Biblia enseña que hay que darle la gloria al Señor (Sal 29:1). Ella enseña que hay que buscar su rostro siempre (Sal 105:4); ese rostro en el que está la gloria del Todopoderoso (2 Cor 4:6). Ella añade que hay que hacerlo en la hermosura de su santidad (Sal 29:2).
“1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. 2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Sal 29:1-2)
Él salmista añadió a esto que hay que hacerlo en todo lugar y en todo tiempo.
“3 Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, Sea alabado el nombre de Jehová.” (Sal 113:3)
“1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.” (Sal 34:1)
“62 A medianoche me levanto para alabarte Por tus justos juicios.” (Sal 119:62)
“147 Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra.” (v. 147)
El Nuevo Testamento amplía esta orden divina señalando que todo lo que hacemos debe ser hecho para la gloria de Dios.
“31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” (1 Cor 10:31)
Este estilo de vida, el de vivir dando gloria a Dios en todo tiempo, nos permite acercarnos a la gloria de Dios. Es por esto que las definiciones de la adoración que hemos compartido en reflexiones anteriores insisten en que lo hagamos, que lo hagamos de corazón y que lo hagamos en Cristo Jesús. Aquellos que adoran así comprueban que la vida entera en adoración les permite alcanzar los beneficios más grandes y gloriosos que se pueden alcanzar aquí.
Repetimos el principio teológico que afirma que nosotros hemos sido creados para darle honor y gloria a Dios. Añadimos a esto que también fuimos creados, planificados para formar parte de la familia de Dios (Gál 6:10; Efe 2:19). Ahora bien, es necesario que seamos transformados para que esto suceda. Esa transformación se inicia cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador y nuestro Señor, y comenzamos a buscar en adoración estar ante esa gloria.
La búsqueda de esa gloria en adoración facilita los procesos para que seamos moldeados para servir a Dios, para vivir enfocados en la misión que Dios ha asignado a cada creyente y para crecer hasta alcanzar la estatura del varón perfecto que es Cristo (Efe 4:13).
Regresando al tema del propósito, hemos visto que reconocer que el propósito de Dios para nuestras vidas emana de su corazón (Sal 33:11, “machăshâbâh” H4284: RV1960 lo traduce como “pensamientos”) le da otro sentido a la vida del creyente. Uno de los significados que posee todo esto es que aceptar el propósito de Dios es como aceptar un trasplante de corazón. El Señor nos cede su corazón.
También hemos visto que el propósito de Dios para nuestras vidas es uno que garantiza la paz (Jer 29:11: RV1960 lo traduce como “pensamientos”). Hemos visto que la promesa neotestamentaria que describe que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios (Rom 8:28) está subordinada a la aceptación del propósito de Dios para nuestras vidas (“prothesis”, G4286).
“28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Rick Warren ha planteado que el análisis de este tema nos confronta con la necesidad de encontrar respuestas a cinco (5) preguntas claves, existenciales para la vida.[1] Estas son:
¿Cuál debe ser el centro de mi vida?: la pregunta acerca de la adoración.
¿Cuál debe ser el carácter de mi vida?: la pregunta acerca del discipulado.
¿Cuál debe ser la contribución de mi vida?: la pregunta acerca del servicio.
¿Cuál debe ser aquello que mi vida comunica?: la pregunta acerca de la misión.
¿Cuál debe ser la comunidad a la que debo pertenecer?: la pregunta acerca de la fraternidad.
Su propuesta es sólida y teológicamente correcta.[2] Él insiste en que todo esto comienza aceptando que tenemos que aprender que la vida del creyente sólo tiene sentido cuando aprendemos a verla desde la perspectiva de Dios,[3] y que esto sólo es posible en Cristo Jesús nuestro Señor. Algo que él no considera de manera explícita es que las respuestas a todas estas preguntas forman parte de aquello que la Biblia define como adoración. Esto es así porque, tal y como afirmaba Abraham J. Heschel, adorar es exactamente eso: ceder todo lo que somos, aceptar y comenzar a aprender a ver la vida desde la perspectiva de Dios.
“La adoración es una forma de vivir, una forma de ver el mundo a la luz de Dios . . . de elevarse a un nivel superior de existencia, de ver el mundo desde el punto de vista de Dios.”[4]
Sabemos que la Biblia establece que alcanzar las respuestas correctas para estas preguntas requiere aceptar que necesitamos esas “prothesis” que Dios nos regala en Cristo Jesús. Las necesitamos para poder alcanzar la meta de la salvación en el cielo y ser glorificados allí con Cristo.
“8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 10 pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, 11 del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.” (2 Tim 1:8-11)
Al mismo tiempo, estamos convencidos de que los creyentes necesitamos esas “prothesis” divinas para poder adorar, orar, discernir, servir, cumplir con la misión asignada y poder vivir en comunión con el prójimo. Estas aseveraciones serán ampliadas un poco más adelante.
Comenzamos reiterando que la adoración es una de las “herramientas” bíblicas más efectivas para que podamos conseguir estas.
“Prothesis” para adorar
¿Por qué afirmamos que necesitamos una prótesis celestial para adorar? La Biblia dice que Dios está buscando “verdaderos adoradores” (Jn 4:23). El “Textus Receptus”[5] dice “alēthinoi proskynētai”. Es cierto que “alēthinos” (G228) puede ser traducido como real, no imaginario (Jn 17:3); verdadero, en concordancia con los hechos (Jn 19:35); genuino, sincero y verdadero (Heb 10:22+; 1 Ped 1:22 v.l.).[6] También es cierto que puede ser traducido como verídico, auténtico, franco, sincero y digno de confianza.
- Verdadero (según la verdad): (Jn 4:37; 19:35; Apo 16:7; 19:2, 9; 21:5; 22:6).
- Veraz, digno de confianza: (Heb 10:22; Apo 3:7, 14; 6:10; 19:11).
- Real, genuino, auténtico: (Lcs 16:11; Jn 1:9; 4:23; 6:32; 7:28; 15:1; 17:3; 1 Tes. 1:9; Heb 8:2; 9:24; 1 Jn 2:8; 5:20).[7]
No obstante, ninguno de los recursos citados aquí describe que la definición de ese concepto griego establece que esto requiera revelación. Sin embargo, el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento así lo afirma.
“En relación con las cosas divinas tiene el sentido de lo que verdaderamente es, o de lo que es eterno, y en relación con la conducta o el ser humano significa su carácter más que terrenal, mediado por la revelación o el contacto con lo divino.”[8] (Traducción libre)
Este recurso académico añade algo todavía más interesante e intenso:
“Este uso se encuentra en Heb 8:2, donde el tabernáculo en el cielo se describe como ἀληθινὴ σκηνή (“alēthinēs skēnēs”; “verdadero tabernáculo”) en contraste con el terrenal, y también en Heb 9:24, donde las ordenanzas del culto terrenal se llaman ἀντίτυπα τῶν ἀληθινῶν [“antitypa tōn alēthinōn”[9]]…. En un desarrollo característico de este uso, el uso joánico de [“alēthinos”] introduce nuevamente una ambigüedad distintiva. Si el sentido formal de genuino se ve en Jn. 4:23, es con referencia al hecho de que tales adoradores verdaderos son determinados por la revelación. En las imágenes en las que se describe a Jesús como el [“luz verdadera”, 1:9] y la [“vida verdadera”, 15:1]…. [“alēthinos”] tiene en primera instancia el sentido de “verdadero” o “genuino”, pero genuino aquí significa “divino” en contraste con la realidad humana y terrenal, y también implica “contener” [“alētheia” G225] y por lo tanto “dar revelación.”[10] (Traducción libre)
O sea, que es cierto que los adoradores que describe el Evangelio de Juan no solo son verdaderos porque son genuinos, sinceros, verdaderos, con adoración verídica, auténtica, franca, o porque son dignos de confianza. Lo son porque han recibido la revelación de Dios en Cristo Jesús.
De la definición que estos exégetas bíblicos proveen se desprenden dos (2) expresiones medulares e intensas. Es obvio que la primera es que lo que Juan está diciendo en el capítulo cuatro (4) de su Evangelio es que la adoración requerida por el Padre necesita revelación. O sea, que los adoradores que describe el capítulo cuatro del Evangelio de Juan (“en espíritu y en verdad”) necesitan la revelación de Cristo para poder ser capaces de hacerlo así.
La segunda, que la adoración requerida por el Padre requiere contener la verdad. Un principio bíblico insustituible es que la verdad de Dios (Cristo) sólo puede ser alcanzada mediante la revelación que nos da el Padre a través de su Santo Espíritu (Jn 14:26; 1 Cor 12:3). Esta es la forma en la que el cielo garantiza que la adoración que ofrecemos al Señor contenga la verdad.
La ampliación de esta aseveración requiere que repasemos el concepto griego “alētheia” (G225) que se traduce como “verdad.” El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento dice lo siguiente acerca de este concepto:
“Etimológicamente, ἀλήθεια [“alētheia”] significa no ocultación [velo que se descubre]. Indica, por lo tanto, un asunto o estado en la medida en que se ve, indica o expresa, y que en dicha visión, indicación o expresión se revela, o se revela a sí mismo, tal como realmente es, con la implicación, por supuesto, de que podría ser ocultado, falsificado, truncado o suprimido. ἀλήθεια, por lo tanto, denota el “estado de cosas pleno o real.”[11]
Esta es una de las razones por las que la Biblia enfatiza que el velo del templo en Jerusalén se rasga cuando Cristo muere en la cruz del Calvario.[12] El Lugar Santísimo quedó descubierto para todos cuando esto sucedió. Esto es, que se podía entrar libremente a ese lugar; ya no estaba circunscrito de manera exclusiva a un sacerdote. Esto ocurría porque la verdad divina había sido develada. Cristo, la verdad encarnada, había sido rasgado en el Calvario para que todos aquellos que creemos en Él y aceptamos su salvación y señorío podamos entrar a la misma presencia del Padre. Esto es, sin la necesidad de un intermediario. Esta es la revelación requerida y la Palabra de Dios lo afirma así.
“24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén. 25 Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, 26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, 27 al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.” (Rom 16:24-27)
Repetimos esto una vez más: los adoradores descritos por Juan no solo son verdaderos porque son genuinos, sinceros, verdaderos, con adoración verídica, auténtica, franca, o porque son dignos de confianza. Que no quede duda: todo esto es indispensable. Sin embargo, lo que estos conceptos describen es que son adoradores verdaderos porque han recibido revelación para adorar y porque han recibido revelación de la verdad. O sea, revelación de Quién es ese al que adoramos y por qué hemos decidido adorarle.
Conociendo esto podemos concluir que no se puede adorar en espíritu y en verdad sin esa revelación. Esa “prothesis” es absolutamente necesaria e indispensable. Aún más, el Nuevo Testamento afirma que los creyentes en Cristo tenemos la necesidad de orar constante y continuamente por esto. Esto nos permite adorar y servir con la vista puesta en la esperanza que nos han obsequiado con el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones (Rom 5:5). Veamos cómo lo afirma el Apóstol Pablo en sus cartas.
“17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,” (Efe 1:17-20, RV1960)
“17 y le pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo, que les dé sabiduría espiritual y percepción, para que crezcan en el conocimiento de Dios.18 Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó—es decir, su pueblo santo—, quienes son su rica y gloriosa herencia. 19 También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder 20 que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales.”
(NTV)
Es importante señalar que el Apóstol Pablo estaba orando aquí por una iglesia; una comunidad de fe compuesta por hombres y mujeres que ya habían aceptado a Cristo como Señor y Salvador. O sea, que hay que continuar orando e intercediendo para que el Señor continúe permitiendo que le conozcamos cada vez más. Las mejores herramientas para conseguirlo son la oración, el estudio de la Palabra y la adoración constante. De hecho, estamos convencidos de que las dos (2) primeras forman parte de la adoración.
[1] https://makingchristknown.com/gods-five-purposes-for-your-life-with-rick-warren.htm
[2] https://saddleback.com/connect/Articles/MAP/2019/1/23/GODS-5-PURPOSES-FOR-YOUR-LIFE
[3] Warren, Rick. (2003) “Una vida con propósito”. Miami: Editorial Vida, pp. 35-47.
[4] Abraham J. Heschel.
[5] Robinson, M. (2002). Elzevir Textus Receptus (1624): with morphology (Jn 4:20–24). Logos Bible Software. Nota: “Textus Receptus significa "Texto Recibido" y se refiere al texto griego publicado del Nuevo Testamento que se utilizó como base para las traducciones de la Biblia en el período de la Reforma. Algunas de estas traducciones fueron la Biblia alemana de Lutero, la traducción inglesa de Guillermo Tyndale y la versión Reina Valera.” (https://www.compellingtruth.org/Espanol/Textus-Receptus.html)
[6] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[7] Tuggy, A. E. (2003). En Lexico griego-español del Nuevo Testamento (pp. 37–38). Editorial Mundo Hispano.
[8] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, pp. 249–251). Eerdmans.
[9] La versión PDT dice: “Porque Cristo no entró al Lugar Santísimo hecho por los hombres, que sólo es copia del verdadero, sino al cielo y está presente allí, delante de Dios, para pedir a nuestro favor.” (Heb 9:24)
[10] Op. cit.
[11] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 238). Eerdmans.
[12] Mat 27:51; Mcs 15:38; Lcs 23:45.
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