993 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 23 de febrero del 2025

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Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (V)


“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
           
Los planteamientos finales de nuestra reflexión anterior incluyeron la definición de la adoración provista por el Rdo. Abelardo M. Díaz Morales (1885-1950). Este Pastor puertorriqueño fue ordenado al ministerio en 1924, sirviendo como pastor asociado en la Primera Iglesia Bautista de Caguas hasta el 1926. Ese año, este insigne pastor renunció a ese pastorado para asumir la dirección de la revista Puerto Rico Evangélico. Luego de esto, Don Abelardo regresó a servir como pastor de esa Iglesia de 1937 a 1950.[1] De hecho, esa Iglesia fue la primera iglesia bautista de Puerto Rico en alcanzar el sostenimiento propio.

A continuación, la definición de la adoración que surgió del corazón de este insigne pastor, periodista y teólogo puertorriqueño. Tal y como señaláramos en la reflexión anterior, la misma apareció publicada en una de las ediciones de la revista Puerto Rico Evangélico del 25 de junio de 1916.

“Conocer a Dios con la razón es admirarle en sus obras; conocer a Dios con el corazón es amarle por su bondad; conocer a Dios con la voluntad es imitarle en su santidad y en sus propósitos. La verdadera adoración comprende este triple conocimiento de Dios, el cual se manifiesta en el creyente por medio de la admiración, el amor y la perfección espiritual”[2]

“Conocer a Dios con la razón es admirarle en sus obras”

¿Qué significa conocer a Dios con la razón? Lo primero que debemos hacer para responder a esta pregunta es definir y entender el significado que tienen los conceptos
“conocimiento” y “conocer”.

El conocimiento es definido por el Diccionario de la lengua española como la acción y efecto de conocer. También, como el entendimiento, inteligencia y la razón natural. Es sinónimo del discernimiento, la intuición, el juicio y la cognición.

Los griegos utilizaban el concepto “gnosis” (G1108) para referirse al conocimiento tanto como a la acción de conocer. [3] Además, que se asume que ese conocimiento conlleva un estilo de vida correspondiente.[4] Compartimos lo siguiente acerca de este tema en la edición de El Heraldo del 6 de junio de 2010:

“Este llamado a conocer es un llamado a la “gnosis.” Pero no se trata aquí de un llamado helénico a conocer para que el conocimiento nos salve. Se trata aquí de un llamado a conocer luego de haber resuelto vivir una vida comprometida y de excelencia en Cristo, para Cristo el Señor y delante de nuestros semejantes.
 
Ahora bien, cabe aquí formular algunas preguntas muy importantes; ¿qué cosas provoca el Espíritu Santo que nosotros conozcamos? ¿Cuáles son aquellas áreas para las que desarrollará apetito espiritual e intelectual un creyente apasionado, comprometido y en búsqueda de una vida de excelencia? Las respuestas a estas preguntas nos colocan en un lugar de privilegio singular.
 
Aprovechamos aquí para destacar que la contraparte hebrea de este concepto es mucho más intensa, toda vez que el vocablo que más se usa presupone intimidad con la fuente del conocimiento; “yâdaʽ”
(H3045).
 
Desde el Antiguo Testamento conocemos los énfasis particulares que Dios le hacía a su pueblo Israel acerca de esa necesidad de conocerle. En algunas ocasiones el llamado es a conocer que él es Dios (Sal 33:13), mientras que en otros lugares es a conocer su poder (Isa 33:13). Sin embargo, una de las aseveraciones más poderosas acerca de este tema es la que se da en el preludio de la profecía acerca del derramamiento del Espíritu Santo (Joel 2 y 3). En Joel 2:7 y 3: se nos enfatiza que hay que conocer que Dios está en medio de su pueblo. O sea, que no se trata de sentir que Dios esté o comprobar que Dios pueda estar. Ambas posturas son epidermales y sensoriales. Los creyentes no se mueven en la fe a base de esa clase de experiencias. Los creyentes conocen que Dios está, aunque no lo sientan así. Este reclamo es cónsono con el que hace Jesús en Jn 14:20 cuando nos dice que en el día del derramamiento del Espíritu Santo conoceríamos que el Padre está en él y él en nosotros. Esto parece ser un corolario a las declaraciones hechas por Jesús acerca de la verdad. Es absolutamente cierto que conocer la verdad nos hace libres, más no es menos cierto que para conocerla tenemos que permanecer en Él (Jn 8:31-32).
 
Hay que destacar que ya en el Salterio hay llamados a conocer acerca de esta revelación. El Señor se hace conocer en los juicios y disciplinas que pone en función (Sal 9:16). El Señor hace conocer las interioridades de su pacto a aquellos que buscan gozar comunión íntima con él (Sal 25:14). Las referencias bíblicas que encontramos en el Antiguo Testamento son innumerables.
 
De regreso a las enseñanzas en el Nuevo Testamento, encontramos llamados a conocer que resultan intensos e interesantes. Algunos de ellos los encontramos en la carta que San Pablo le escribe a los Efesios. En Efesios 1:9 nos dice que Dios ya nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad y que lo ha hecho con beneplácito. Luego en Efesios 1:17, mientras ora por esa Iglesia, le dice a ella que en sus oraciones está pidiendo que ella pueda conocer más acerca del Señor. Es por eso que pide que se alumbren los ojos del entendimiento de esa Iglesia (Efe 1:17-18). Así mismo, en otra oración que levanta el Apóstol Pablo a favor de esa Iglesia, San Pablo le dice a la Iglesia que él está orando para que puedan ser plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que sean llenos de toda la plenitud de Dios (Efe 3:18-19). Hay peticiones similares en Col 1:27 y 2:2).
 
Hasta aquí sabemos que hay que conocer que Dios está y que su poder también está disponible para ser conocido. Hay que conocer el amor de Dios y hay que hacerlo con herramientas que nos permitan adentrarnos en una dimensión que excede a todo conocimiento humano. O sea, que esto es entonces una gracia divina y no una capacidad humana.
 
Es muy importante destacar que cuando este Apóstol ha hecho uso de este concepto, lo hace enmarcándolo en la sabiduría y la fuente eterna que es Dios. Un ejemplo claro de esto lo encontramos en Romanos 11:33-36. Allí dice lo siguiente:
 
‘33 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! 34 Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? 35 O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? 36 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.’
 
Esta tesis paulina acerca de la fuente de la ciencia y acerca de la diferencia entre las ciencias (la de Dios y la de los hombres) es validada en muchas de las cartas de la autoría de San Pablo. Por ejemplo, en 2 Corintios 4: nos dice lo siguiente:
 
‘5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,’
 
En esa carta el Apóstol insiste en que Dios solo puede ser conocido en la faz de Jesucristo y que nosotros, los creyentes, solo somos vasijas que portan ese tesoro. O sea, que hay que saberse vasija antes de saberse portador de ese conocimiento.”


El resumen de todo esto es que Don Abelardo tenía la razón porque una y otra vez Dios nos invita a conocerle.

A todo esto, hay que añadir las implicaciones que establece otro concepto griego que se utiliza para describir el conocimiento y la acción de conocer. Se trata de los conceptos “epignōsis” (G1922) y “epiginôskô” (G1921). El vocablo “epi” implica dirección, distribución hacia, relación (tocar) o descansar sobre). El vocablo “ginōskō” (G1097)[5] puede ser traducido como conocer, permitir, ser consciente, sentir, percibir, o entender, entre otros. Veamos un ejemplo bíblico de su uso:

“12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Cor 13:12)

El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento dice lo siguiente acerca de estos conceptos:

“…... Aparte de su uso habitual, la palabra aquí denota enfáticamente la relación con Dios y con Jesús como una comunión personal en la que cada uno está decisivamente determinado por el otro en su propia existencia. …. Dios es ἀγάπη (agápē), de modo que el hombre que se relaciona con Él se relaciona como aquel que ama (1 Jn. 4:8, 16). El estar determinado por el amor es, pues, criterio del conocimiento de Dios (1 Jn 4,7 ss.; cf. 4,20 ss.), como también de la pertenencia a Jesús (Jn 13,35)….. De ahí que sea evidente que γινώσκειν (ginóskein) no significa el conocimiento de la investigación, de la observación o de la especulación, ni tampoco de la visión mística alejada de los contactos o de la acción histórica; alcanza una expresión concreta en los actos históricos. El ἀγάπη (agápē) de Dios para el κόσμος (cosmos) se actualiza en el envío del Hijo (Jn 3,16; 1 Jn 4,9 ss.)…. Puesto que el conocimiento de Jesús o de Dios se expresa respectivamente en ἀγαπᾶν (agapān), la observancia de los mandamientos (que tienen en ἀγάπη (agápē) su contenido) podría también ser llamada un criterio de γινώσκειν (ginóskein) (1 Jn 2,3-5; cf. 3,6). Sin embargo, el γίώσκειν (ginóskein), como determinación de Dios o de Jesús, no es ἀγάπη sólo en ἀγαπᾶν como acción amorosa, sino también en la conciencia de ser amado.”[6] (Traducción libre)

El resumen de todo esto es que “epignosis” y “epiginôskô” implican una relación con la fuente del conocimiento. En este caso, con Cristo debido a que este es la manifestación máxima del amor redentor de Dios.

Al mismo tiempo, el Diccionario de la lengua española dice que la acción conocer puede ser definida como averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. Entender, advertir, saber, echar de ver a alguien o algo. También, es percibir el objeto como distinto de todo lo que no es él. Es sinónimo de informarse, comprender, reconocer, distinguir e identificar, entre otros.

En el Antiguo Testamento se utilizan varios conceptos para describir esta acción. Como vimos en la reflexión de El Heraldo antes citada, uno de los más comunes es “yâdaʽ” (H3045). Este puede ser traducido como conocimiento y como conocer (propiamente determinar mediante la vista); incluyendo observación, cuidado, reconocimiento; y causalmente instrucción, designación, castigo, etc. Es también utilizado como ser consciente, tener certeza, comprender, considerar, ser diligente, discernir, descubrir, saber, tener y/o tomar) conocimiento, entre otros.[7]

Es muy interesante que este sea el mismo concepto que se utiliza en el Antiguo Testamento para describir la intimidad entre un hombre y una mujer (Gén 4:1). O sea, que desde el punto de vista del Antiguo Testamento conocer a Dios también requiere que haya una relación especial entre Él y nosotros, además de la observación, el cuidado, el reconocimiento, la consciencia y certeza de Él. Esto es, además de aquello que podamos comprender, considerar, discernir, descubrir, saber, y/o tomar conocimiento acerca del Eterno.

En el Nuevo Testamento hay varios conceptos adicionales que se usan con frecuencia para describir esta acción. Uno de estos es “exēgeomai” (G1834)[8], declarar, dar a conocer.

“18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”  (Jn 1:18)

Otro concepto es “gnōrizō” (G1107)[9]. Este puede ser traducido como dar a conocer, certificar, conocer, o entender, entre otros.

“15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” (Jn 15:15)

“18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Efe 3:18-19)

Ahora bien, ¿cuál es el significado del concepto “razón”? El Diccionario de la lengua española dice que se trata de la facultad de discurrir el entendimiento. Dice que es sinónimo de entendimiento, raciocinio, intelecto, inteligencia, perspicacia, sagacidad, racionalidad y/o juicio. Algunos recursos académicos la definen como la facultad del ser humano de pensar, reflexionar para llegar a una conclusión o formar juicios de una determinada situación o cosa. La palabra razón proviene del latín ratio, rationis que significa “cálculo, razón o razonamiento.”

“Según Kant, la razón es la facultad de formular principios en oposición al concepto de entendimiento. Asimismo, el filósofo distingue entre razón teórica y práctica. La razón teórica es cuando usamos la razón para la noción de la realidad y formar juicios sobre ella. La razón práctica se refiere a los principios que dirigen una conducta, es con un fin práctico.  Immanuel Kant en su libro “Crítica de la razón pura” establece que la razón es la capacidad del ser humano que nos permite justificar unos juicios en otros.”[10].

Hay que puntualizar que los griegos utilizaban el concepto “logos” (G3056) para hablar acerca de la razón. Este concepto alcanzó un significado amplio y variado con el proceso de racionalización que caracterizó el espíritu griego. El sentido original de este concepto fue el de “contar”, “calcular”, “explicar”. No obstante, ellos también decían que el “logos” fue primero la expresión en palabras del concepto “diánoia” (G1271): el pensamiento profundo, propiamente la facultad de ejercitar la mente o su disposición para hacerlo. Otros, como Aristóteles, lo traducían como imaginación, mente o entendimiento.[11] En otras palabras, que el “logos” también es la expresión en palabras del proceso de razonar.[12],[13]

Esto no significa que hay que poder razonar hasta entender a Dios para poder adorarlo. La Biblia dice que esto es imposible. Por ejemplo, el Apóstol Pablo dice en su Carta a los Romanos que la profundidad de la riqueza, la sabiduría y el conocimiento de Dios es tan grande que es imposible para nosotros poder entender sus decisiones y sus caminos.

“34 Pues, ¿quién puede conocer los pensamientos del Señor? ¿Quién sabe lo suficiente para aconsejarlo? 35 ¿Y quién le ha entregado tanto para que él tenga que devolvérselo? 36 Pues todas las cosas provienen de él y existen por su poder y son para su gloria. ¡A él sea toda la gloria por siempre! Amén.  (Rom 11:33-36, NTV)

Lo que esto significa es que cuando nuestra razón, nuestra capacidad limitada y finita para discurrir el entendimiento nos conduce a indagar acerca de quién es Dios, de pensar y reflexionar para llegar a una conclusión acerca de Él y de sus obras, esto nos debe conducir a la admiración del “único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1 Tim 6:16).” Lo que esto significa es que cuando nuestra razón, nuestra capacidad finita y limitada nos conduce a procurar entender la noción de la realidad de Dios y formar juicios acerca de este, esto debe provocar que hagamos nuestras las palabras del salmista:

“3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Sal 8:3-4, RV 1960)

Sabemos que la mente del Señor es incomprensible. Aún así, el Señor le dice la mujer samaritana que ella todavía no era capaz de conocer quién era el que le hablaba. Es más, Él le dice que ella no era siquiera capaz de percibir, de ver, de ser consciente (“eidō”, G1492) del regalo que Dios tenía preparado para ella. Si ella hubiera sido capaz de hacerlo, y de conocer quién era el que le hablaba, ella terminaría rendida a los pies del Eterno.

“10 Jesús contestó: —Si tan solo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva.” (Jn 4:10, NTV)

Es muy interesante el dato de que este concepto (“logos”) también haya sido utilizado en la Biblia para describir a Cristo.

“En el principio era el ‘logos’ y el ‘logos’ era con Dios, y el ‘logos’ era Dios.” (Jn 1:1, RV1960)

En otras palabras, que la adoración cristiana sólo es posible conociendo al “logos”: Cristo.

La adoración cristiana requiere este tipo de conocimiento: saber Quién ese ese que se está revelando para salvarnos y que es galardonador de los que le buscan (Heb 11:6).

La mujer samaritana no sabía que el Dios que se revela en la creación (Rom 1:19-20) había decidido encarnarse y venir al encuentro de ella. La palabra con la que toda la creación fue constituida (Heb 11:3; “katartizō”, G2675) se había encarnado y estaba frente a ella para que pudiera tener la oportunidad de conocer a Dios, para ser salva y restaurada.


   
[1] https://www.literaturabautista.com/biografias-de-grandes-cristianos-hispanos-abelardo-m-diaz-morales/
[2] Díaz Morales, Abelardo. Puerto Rico Evangélico, reflexiones. Publicado el 25 de junio de 1916.
[3] Bultmann, R. (1964–). γινώσκω, γνῶσις, ἐπιγινώσκω, ἐπίγνωσις, καταγινώσκω, ἀκατάγνωστος, προγινώσκω, πρόγνωσις, συγγνώμη, γνώμη, γνωρίζω, γνωστός. In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 693). Eerdmans.
[4] Op. cit, p. 707
[5] Se utiliza en 209 ocasiones en el NT.
[6] Bultmann, R. (1964–). γινώσκω, γνῶσις, ἐπιγινώσκω, ἐπίγνωσις, καταγινώσκω, ἀκατάγνωστος, προγινώσκω, πρόγνωσις, συγγνώμη, γνώμη, γνωρίζω, γνωστός. In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 711). Eerdmans.
[7] Swanson, J. (1997). In Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[8] Se utiliza en seis (6) ocasiones en el NT.
[9] Se utiliza en 23 ocasiones en el NT.
[10] Nos parece que el resumen que provee la siguiente página cibernética puede ser de gran ayuda para los lectores https://www.significados.com/razon/#:~:text=La razón es la facultad.
[11] Schrenk, G., Debrunner, A., Kleinknecht, H., Procksch, O., Quell, G., & Kittel, G. (1964–). λέγω, λόγος, ῥῆμα, λαλέω, λόγιος, λόγιον, ἄλογος, λογικός, λογομαχέω, λογομαχία, ἐκλέγομαι, ἐκλογή, ἐκλεκτός. G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 4, pp. 69–137). Grand Rapids, MI: Eerdmans.
[12] https://www.thecollector.com/aristotle-model-communication/
[13] https://plato.stanford.edu/entries/aristotle-rhetoric/




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