1004 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 11 de mayo del 2025

1004 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 11 de mayo del 2025
Lea: herramientas para desarrollar una maternidad con propósito


“16 Y Labán tenía dos hijas: el nombre de la mayor era Lea, y el nombre de la menor, Raquel. 17 Y los ojos de Lea eran delicados, pero Raquel era de lindo semblante y de hermoso parecer. 18 Y Jacob amó a Raquel, y dijo: Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor. 19 Y Labán[1] respondió: Mejor es que te la dé a ti, y no que la dé a otro hombre; quédate conmigo. 20 Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba. 21 Entonces dijo Jacob a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella. 22 Entonces Labán juntó a todos los varones de aquel lugar, e hizo banquete. 23 Y sucedió que a la noche tomó a Lea su hija, y se la trajo; y él se llegó a ella. 24 Y dio Labán su sierva Zilpa a su hija Lea por criada. 25 Venida la mañana, he aquí que era Lea; y Jacob dijo a Labán: ¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado? 26 Y Labán respondió: No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes de la mayor. 27 Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años. 28 E hizo Jacob así, y cumplió la semana de aquélla; y él le dio a Raquel su hija por mujer. 29 Y dio Labán a Raquel su hija su sierva Bilha por criada. 30 Y se llegó también a Raquel, y la amó también más que a Lea; y sirvió a Labán aún otros siete años. 31 Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril. 32 Y concibió Lea, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Rubén [“Miren; un hijo”], porque dijo: Ha mirado Jehová mi aflicción; ahora, por tanto, me amará mi marido. 33 Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también éste. Y llamó su nombre Simeón [“Él escucha”]. 34 Y concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz tres hijos; por tanto, llamó su nombre Leví [“estar unidos o acercarse”]. 35 Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá [“Él es alabado”]; y dejó de dar a luz.”  (Gén 29:16-35)

Hacemos un paréntesis para compartir una reflexión acerca del día de las madres. Decíamos en una reflexión compartida el 14 de mayo del 2006 que el día de las madres es una celebración originada por las acciones de Julia Ward Howe, Anna M Jarvis y una maestra de escuela bíblica dominical metodista llamada Ann Reeves Jarvis. Esta mujer decidió celebrar un homenaje para las madres de la Iglesia Metodista en Grafton, West Virginia.[2] La hija de la hermana Reeves ha sido reconocida como la gestora de este homenaje en todo el pueblo de Grafton en 1907. La historia dice que la ciudad de Filadelfia decidió unirse a esta celebración en 1909 y finalmente, el 8 de mayo de 1914, el Presidente Woodrow Wilson designó el segundo domingo del mes de mayo como el Día de las Madres para todos los Estados Unidos. Otros países también celebran este día. Algunos lo hacen en la misma fecha en que lo hacemos nosotros. Entre estos se encuentran Holanda, Finlandia, Alemania, Sur África y Brasil. Otros han designado otras fechas para esta celebración. Entre ellos se encuentran España, Indonesia y Panamá. No hay duda en la importancia que reviste para casi todo el Planeta celebrar a nuestras Madres. Es por esto que nosotros nos unimos con mucha alegría a esa celebración, adorando a Dios y honrando a nuestras madres. Sabemos que muchos de los lectores quisieran haber tenido a sus madres entre nosotros, más esto no es un obstáculo para que las recordemos, manifestemos cuanto las amamos y les rindamos honor.

Hace cerca de 20 años un gigante del Evangelio, que ya está con el Señor, predicó desde nuestro púlpito un sermón extraordinario acerca de esta celebración. El pasaje bíblico que aparece en el epígrafe de esta reflexión (Gén 29:16-35) sirvió como base bíblica para los sermones de ambos servicios dominicales matutinos de ese día. El siempre recordado Rdo. Dr. Roberto Amparo Rivera trazó en esa mañana unas rutas inolvidables acerca de las herramientas que Lea utilizó para desarrollar una maternidad que sirvió como base para la llegada de Cristo Jesús nuestro Señor y Salvador. El León de la tribu de Judá llevaba en su sangre el ADN (DNA en inglés) de esta mujer.

Debemos recordar que Lea era la mayor de las dos (2) hijas de un hombre llamado Labán, hermano de Rebeca, la madre de Jacob (Gén 29:10, 16). Este hombre era hijo de Betuel, hijo de Milca, quien fue esposa de un hermano de Abram llamado Nacor (Gén 24:24). La Biblia dice que el nombre de la otra hija de Labán era Raquel. Esta dice que ella era hermosa y que Lea tenía ojos delicados (Gén 29:16)

Roberto, con ese estilo único que lo caracterizaba como predicador y educador, sacudió a las congregaciones de ese día señalando que existía una alta probabilidad de que Lea padeciera de estrabismo; una condición en la que un ojo se gira en una dirección diferente, hacia adentro, a la del otro ojo. Esta aseveración colocaba a Lea en una situación mucho más complicada para poder agenciarse el respeto y el amor de Jacob, así como para poder desarrollar su maternidad de forma responsable y eficiente. Roberto pasó desde allí a presentar y a analizar las herramientas que Lea utilizó para lograr esto y finalmente convertirse en madre de toda la familia de Jacob (Gén 37:10). Estas herramientas formarán parte de nuestras conclusiones.

Mi relación cuasi - paterno filial con Roberto me facilitó el poder hacerle muchas preguntas sobre esta interpretación y de algunas de las vertientes que surgen del análisis textual de este pasaje bíblico. Está demás decir que estas conversaciones estaban vestidas de la gracia y de la sabiduría que Dios le dio a este profeta latinoamericano.

Hemos continuado analizando los hallazgos que esas conversaciones produjeron. Los resultados no solo apuntan a que Roberto tenía la razón. Estos nos han conducido a unas avenidas bíblicas sin precedentes. Ese texto bíblico continúa levantándose ante nuestros ojos produciendo nuevos retos y carriles insondables de la gracia y la misericordia de nuestro Señor.

El texto bíblico dice: “17 Y los ojos de Lea eran delicados[3]…” El concepto hebreo utilizado aquí es “rakkot” (H7390), concepto que puede ser traducido literalmente como “ojos suaves” u “ojos tiernos”. Sabemos que este concepto proviene de una raíz que significa “suave” o “delicado”, pero algunos especialistas opinan que su significado preciso en este contexto no está claro. Varios exégetas bíblicos, apoyándose en su uso en otros pasajes bíblicos (Det 20:8; 2 Sam 3:39, entre otros), lo han traducido como “débil”, “delicado”, con referencias a una deficiencia física, como la mala vista, o a una cualidad estética y hasta como la falta de brillo o luminosidad.

Aquellos que parten de la interpretación de que la frase “ojos tiernos” describe unos ojos débiles, delicados o suaves, lo hacen desde la perspectiva del lugar que ocupaban los ojos en los estándares de belleza del antiguo Cercano Oriente. Estos consideraban que los ojos eran uno de los rasgos más definitorios de la belleza, especialmente en las mujeres. Los testimonios que encontramos acerca de esto en El Cantar de los Cantares son más que elocuentes. Las múltiples referencias a la belleza de los ojos de una mujer que encontramos en ese libro (Cantares 1:15; 4:9; 7:4), son ejemplo de esto.[4]

Esto apuntaría a que los ojos de Lea se consideraban "suaves" o carentes del brillo esperado y que esta característica la habría diferenciado de Raquel, cuyo atractivo físico se destaca explícitamente en el texto bíblico. Algunos comentaristas bíblicos han dicho que el hecho de que los ojos de Lea sean el único rasgo mencionado sugiere que este era el aspecto de su apariencia que más llamaba la atención. Ellos añaden que si Lea hubiera sido considerada completamente poco atractiva, el texto probablemente lo habría expresado de forma más directa, como en otros casos, como en 1 Samuel 16:7, donde se aborda explícitamente la apariencia física.

El Rashi, un comentario bíblico del medioevo, dice que lo que esto significa es que los ojos de Lea eran feos debido a su llanto. Ese comentario dice que ella lloraba mucho porque, al ser la hermana mayor, había oído que estaba destinada a ser la esposa de Esaú, y ella no quería casarse con él. Otros dicen que simplemente significa que los ojos de Lea eran sensibles. Estos alegan que fue por eso que Raquel salió a buscar a las ovejas y no Lea, porque sus ojos eran sensibles al viento, y esta es la razón por la que Jacob la vio primero.[5]  

Si esta fuera la interpretación final podríamos entender que los problemas estéticos de Lea no le impidieron ser la madre de seis (6) de las tribus de Israel, incluyendo la de Judá, a través del cual vino la descendencia física de Cristo. Su visión externa pudo haber sido tierna y delicada, pero su visión interior era fuerte. La maternidad bendecida y con propósito parte de este principio. Así también la de la Iglesia del Señor. La visión interior de una madre, así como la de la Iglesia de Jesucristo, tiene que ser fuerte. “Pues vivimos por la fe y no por lo que vemos.” (2 Cor 5:7, PDT).

Tal y como han dicho muchos especialistas en este texto, el contraste entre Lea y Raquel nos recuerda que la Biblia afirma que la apariencia exterior no mide el valor de una persona ante el Señor. Ese principio le fue afirmado a Samuel cuando este fue a ungir al sucesor del rey Saúl.

“7 Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Sam 16:7, RV1960)

El pasaje bíblico que encontramos en el capítulo 29 del Libro de Génesis describe que una mujer ignorada fue escogida por el Señor para cumplir las promesas del pacto que Dios le había hecho a Abraham: “18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gén 22:18). El hecho de que Judá, y no José, el hijo de Raquel, fuera elegido como el eslabón en la genealogía de Cristo afirma que la selección divina se basa en los propósitos de Jehová y no en los estándares humanos de belleza o preferencia humana.

Todo esto comienza con la transformación de Lea. Ella decide que sus esfuerzos para conseguir el amor de Jacob serán dirigidos a alabar al Señor. O sea, que ella internaliza que la verdadera plenitud en el Señor proviene de una relación personal con Dios y no de la aprobación humana. De hecho, esta es una de las razones por las que la Biblia presenta al Señor como el esposo de su pueblo (Isa 54:5). Estas convicciones le permitieron conquistar la posición de matriarca de ese pueblo y el amor de su marido.

Ahora bien, un problema con este carril exegético es la carga que el nombre de Lea (H3812) le proporciona a la característica de sus ojos. La raíz del nombre de Lea (H3811) significa algo más que “cansada”. Este concepto en inglés sería traducido como “tired.” No obstante, los recursos académicos traducen este como “weary” (agotado-fatigado). La diferencia entre el primero y el segundo es que el cansancio se puede resolver descansando y durmiendo. En cambio, la fatiga y/o el agotamiento indica que las fuerzas no solo se han agotado por el trabajo o el esfuerzo, sino que también puede referirse a una condición en la que todo el ser (cuerpo y alma) está en un estado de agotamiento. Esto no necesariamente se recupera descansando o durmiendo.

Los recursos académicos consultados nos informan que “Lea” (H3811) significa no poder, estar cansado, es decir, no tener la capacidad de llevar a cabo una función o tarea, como una extensión de estar cansado o fatigado, y por lo tanto incapaz de responder con potencia (Gén 19:11+); no poder (Éxo 7:18; Jer 6:11; 15:6) cansarse emocionalmente, es decir, estar en un estado que manifestará emociones o actitudes negativas como impaciencia o desánimo (Job 4:2, 5); cansarse (Isa 1:14; 16:12; 47:13; Jer 9:4; 20:9); causar cansancio emocional (Job 16:7; Isa 7:13; Eze 24:12; Miq 6:3); desgastarse, es decir, hacer que uno esté físicamente cansado (Jer 12:5); ser perezoso, formalmente, cansado, es decir, rehusarse a participar en la actividad necesaria como estilo de vida, como una extensión de estar físicamente cansado (Pro 26:15+); carecer, formalmente, estar cansado, es decir, estar en un estado de necesidad, como una extensión de estar físicamente cansado.[6]

Otros, han informado que ese concepto hebreo también significa ser impaciente, creer que es en vano el esfuerzo, o ser impaciente ante un intento de consuelo, o ante una calamidad. Además, cansarse de hacer algo, por pereza, de la necesidad de esforzarse enérgicamente, de la oración sin esperanza, de vanas consultas y/o con la paciencia siempre agotada. Las metáforas utilizadas con este concepto describen la tierra reseca y la capacidad para agotar la paciencia de otros.[7]

En otras palabras, la descripción de los ojos de Lea describe algo que es un reflejo de una mujer agotada, fatigada, con cansancio del cuerpo, del alma y de su espíritu. Un aspecto trascendental que este pasaje bíblico esconde es que ella llega al matrimonio y a la maternidad con estas condiciones físicas, emocionales y espirituales. En otras palabras, utilizando una metáfora del deporte del beisbol, que Lea tenía “dos “strikes” en su contra antes de presentarse a lidiar con los retos del matrimonio, con la maternidad y tener que lidiar con un esposo sumamente difícil, complicado, acomplejado que además estaba huyendo de Dios y de sí mismo.

Cabe aquí una pregunta: ¿a quién se le ocurrió ponerle ese nombre a esta mujer? A la misma familia que se le ocurrió ponerle el nombre de “Usurpador” a uno de sus hijos: “Jacob” (“yaʽăqôb”, H3290). Es desde este punto de vista bíblico que se describe a Lea. Por un lado, sus ojos pueden estar siendo descritos como un reflejo de lo que ella está sufriendo. Por el otro, ella puede estar sufriendo los efectos de haber tenido que vivir gran parte de la vida con problemas oftalmológicos tales como la conjuntivitis, las cataratas, el tracoma, la miopía o el estrabismo.

Tal y como planteaba el Rdo. Roberto Amparo Rivera, estas condiciones son comunes en muchas mujeres que abrazan el matrimonio y la maternidad y aún en aquellas que han decidido no casarse o no tener hijos. La fatiga y el agotamiento que experimentan muchas de ellas proviene de los entornos familiares y relacionales que las forman. Roberto no comentó esto, pero creemos que no hace falta mucha investigación para llegar a la conclusión de que vivir en la casa de Labán (H3837) es vivir en un centro que patrocina estos síntomas y estas condiciones. Esta conclusión emana de lo que encontramos cuando analizamos su personalidad y el significado de su nombre. Ese nombre (“lâbân”) significa “blanco” y la raíz de este (“lâban”, H3835) significa hacedor de “ladrillos.” En otras palabras, que vivir en la casa de Labán es similar a vivir constantemente de frente a una pared inamovible y fría.

Un problema singular que este pasaje describe es que las Leas de este tiempo muchas veces llegan al matrimonio y a la maternidad llevando sobre sus hombros esa fatiga y esas incapacidades físicas, emocionales y/o espirituales. Se trata de arribar a una relación matrimonial saliendo de experiencias de crisis emocionales, en ocasiones de ambientes en los que se ha estandarizado la frialdad, el engaño, el maltrato y/o la falta de atención a los problemas reales que tiene la familia. Ese es el símil de vivir en la casa de Labán. En esos ambientes usualmente aprendemos a sobrevivir apoyados en las cosas estéticas, intelectuales, materiales y/o superfluas. Casi nunca nos damos cuenta de las incapacidades que tenemos para poder ver correctamente lo que tenemos ante nuestros ojos. Esto incluye la incapacidad para ver el plan que Dios tiene para nuestras vidas. Algunas mujeres salen de la casa de Labán sin percatarse de que llevan ese lastre sobre sus hombros

La fatiga, el desgaste van acompañadas de las filosofías que emanan de la raíz del nombre de esta mujer. El cansancio constante, sentir que se tiene que arrastrar lo pies para poder conseguir algo, la multiplicación de las emociones negativas, las actitudes negativas, la tristeza implícita que abate el alma y batallar con los “no se puede.” Al mismo tiempo, batallar con la impaciencia, con la incapacidad para mantener la esperanza y hasta para poder orar.

Un detalle irónico es que usualmente comienzan a llegar los hijos y ellas se convencen de que el cansancio nunca desaparecerá. Las metáforas adscritas a ese nombre también se manifiestan con frecuencia: sentir que se están secando como tierra que no ha visto llover en mucho tiempo. Todo esto, sin haber mencionado las luchas con los Jacobs con los que decidieron casarse.

La buena noticia es que la Biblia dice que es en estos ambientes que podemos hacer nuestras las palabras del salmista.

“1 Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, 2 Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario.” (Sal 63:1-2)

Una Rabí llamada Sarah Mack decía que las lágrimas de Lea son la única manifestación externa de su angustia emocional. Ella añade que el pasaje bíblico no describe ninguna expresión verbal de su angustia hacia Jacob. Nos damos cuenta de esto cuando ella comienza a ponerle nombre a sus hijos.  se hace evidente la tristeza de Lea. Tras dar a luz a Rubén, Lea proclama: «Dios ha visto mi sufrimiento» y «Dios ha visto que soy odiada». Ella dice que nunca sabremos si Lea pronuncia estas palabras en voz baja en sus oraciones, si las murmura en voz baja en su tienda o si ella confronta a Jacob públicamente. Lo único que tenemos en el texto es que Jacob ignora todo esto o que le es indiferente la agonía de Lea.[8]
 
“Lo que Jacob parece no entender es que Dios ve todo esto con absoluta claridad…. Cuando Dios ve a una persona abatida, le tiende una mano y la levanta, como está escrito (Salmos 145:14): ‘Sostiene Jehová a todos los que caen, Y levanta a todos los oprimidos.’….. Es a través de la historia de Lea que la [Biblia] nos enseña [lo siguiente]: abre los ojos ante el dolor de quienes sufren en silencio. No cierres los oídos a las necesidades y esperanzas de quienes quizás no sean hermosos y tengan heridas físicas y emocionales. En un mundo tan convulso como el nuestro, no es de extrañar que este aspecto de la narrativa de Lea tenga una resonancia duradera. El Dios que ve a Lea nos recuerda que [a pesar de nuestras incapacidades visuales] tenemos el poder de ver verdaderamente a quienes nos rodean. Podemos tomarnos el tiempo para mirar más allá de la superficie. Podemos dar el generoso regalo de escuchar la voz de los marginados, los perdidos y los que sufren.” [9] (Traducción libre)

Es aquí que Roberto presentó las herramientas que Dios le proveyó a “la fea” de esta historia. Ella no se limitó a ver que su capacidad para tener hijos le daba una ventaja sobre Raquel. Como casi todas las mujeres que han sido bendecidas con el don de la maternidad, ella veía en cada uno de ellos la llegada del plan de Dios y las herramientas para renfocar su vida en el propósito divino. Tal y como hemos adelantado en párrafos anteriores, los nombres de estos proclaman esta gran verdad.

Lea era una mujer de su tiempo. Ella estaba convencida de que la fertilidad se consideraba una señal de bendición divina, y que la maternidad desempeñaba un papel crucial en el estatus de la mujer dentro de la familia de los tiempos bíblicos. La posmodernidad ha transformado esta opinión con sus luces y sus sombras.

En el primero de los hijos vemos su necesidad de sentirse amada y creer que tener un hijo conseguiría esto.

• Rubén (“Miren; un hijo”): “Porque Jehová ha visto mi aflicción, seguramente mi esposo me amará ahora”. (Génesis 29:32)

Con el segundo, ella demuestra que aprendió la importancia de la apertura a la necesidad de aprender a orar y a escuchar la voz de Dios para poder recibir la orientación correcta y adecuada. Esto último, para conseguir salir de esos mares de tristeza y de esas cárceles dolorosas.

• Simeón (“Él escucha”): “Porque Jehová ha oído que no soy amada, me ha dado también este hijo.” (Génesis 29:33)

Con el tercero, Dios le jugó una travesura divina. Lea cree que el tercero conseguirá que Jacob se encariñe con ella. Lo que ella no sabe es que en ese parto ella estaba pariendo una línea de sacerdotes y levitas. Estamos convencidos de que cada hogar que sirve al Señor está saturado de sacerdotes para el Eterno (1 Ped 2:9).

• Leví (“Estar unidos o acercarse”): “Por fin mi esposo se encariñará conmigo, porque le he dado tres hijos.” (Génesis 29:34)

Tal y como señalaba el Rdo. Roberto Amparo Rivera, el cuarto hijo marca un cambio de enfoque en la vida de Lea.

• Judá (“Él es alabado”): “Esta vez alabaré a Jehová.” (Génesis 29:35)

Lo que Lea no sabe es que enfocarse en la alabanza la va preparar para encontrar contentamiento en el Señor y para estar lista para asumir el matriarcado de los doce hijos de Jacob. Ella no lo sabe, pero Dios hará desaparecer los Labán, las Raquel y cualquier otro impedimento que había en el camino. Es más, hasta su marido será transformado. Ella no lo sabe, pero su marido dejará de ser el “Usurpador” para convertirse en el que “El que lucha con Dios” (Gén 32:28). Dios tenía reservado un encuentro entre Jacob y el Ángel del Señor que cambiaría la historia de este hombre y la de la nación que surgiría de sus raíces (Gén 32:24-31). En otras palabras, que el plan de Dios siempre prevalece.

No tenemos información bíblica que revele que sucedió con la condición oftálmica de Lea. Lo que sí sabemos es que al final de la historia, físicamente sana o no, ella era capaz de ver muy bien, de disfrutar de sus hijos y de un marido transformado por el Señor. (Gén 37:10)
 


[1] Labán vivía en Harán (“chârân”, H2771); “tostado”. Esto es distinto a Harán (“hârân”, H2039): “alpinista”, nombre del hermano de Abram (Gén 11:27-32).
[2] https://www.history.com/articles/mothers-day.
[3] El texto hebreo dice: Ve eynéy Leáh rakot ve Rachél haitá yefat tóar vifat mar.eh
 וְעֵינֵי לֵאָה, רַכּוֹת; וְרָחֵל, הָיְתָה, יְפַת-תֹּאַר, וִיפַת מַרְאֶה.
[4] https://uasvbible.org/2025/03/05/what-does-genesis-2917-mean-when-it-says-leah-had-weak-eyes/
[5] (https://www.koltorah.org/articles/leahs-eyes-by-david-miller).
[6] Swanson, J. (1997). In Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[7] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). In The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[8] https://truah.org/resources/weak-eyes/
[9] Op. cit.






 
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1 Comment


Jennifer Parrilla - May 12th, 2025 at 10:37am

Dios les bendiga,

n

nHermoso mensaje, tuve que ver los dos servicios y aquí estoy leyendo el heraldo.

n

nQue Dios le dé muchos años al Pastor!

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