942 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 3 de marzo del 2024

942 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  3 de marzo del 2024
Una iglesia dirigida por el Espíritu de Dios (Pt. 9): la regeneración

 
“3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.”
(Juan 3:3-8, RV 1960)
 
La Biblia dice que los lavados por la sangre de Cristo experimentamos un nuevo nacimiento. Las expresiones que encontramos en el Nuevo Testamento acerca de este principio son bastas y muy amplias. Por ejemplo, esto es lo que describe el Apóstol Pablo cuando afirma que aquellos que estamos en Cristo somos nuevas criaturas; nuevas: “kainē” (G2537), criaturas: “ktisis” (G2937).

“17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Cor 5:17)

El concepto “kainos” describe algo que es nuevo en naturaleza, diferente de lo usual, mejor que lo anterior en valor y/o atracción. Describe algo inesperado, notable, maravilloso, que nunca se ha escuchado acerca de este. Este concepto es utilizado en el Nuevo Testamento para describir algo que nunca ha sido utilizado (Mat 9:17; 27:60; Mcs 2:21; Lcs 5:36; Jn 19:41. También se utiliza para describir algo que es nuevo en su clase y en tiempo (Efe 4:22; 2 Cor 5:17). Algunos recursos académicos destacan que el concepto “kainos” es el epítome de aquello que es completamente diferente y milagroso que trae el tiempo de la salvación.[1]
 
De hecho, este concepto es descrito como un término teleológico[2] rector en las promesas apocalípticas. Es por esto que lo encontramos en pasajes que describen lo que encontraremos en el cielo. Esto es, el cielo y la tierra nueva (2 Ped 3:13; Apo 21:1 (Isa 65:17), la nueva Jerusalén (Apo 3:12; 21:2), el vino nuevo en el banquete escatológico (Mcs 14:25), el nombre nuevo (Apo 2:17; 3:12; 19:12 (Isa. 62:2; 65:15), la nueva canción (Apo 5:9; 14:3; Isa 42:10); y la promesa de que el Señor hará nuevas todas las cosas (Apo 21:5; Isa 43:19).[3]

Dicho de otra manera, “kainos” se convierte en el lema (“slogan”) de la realidad de la salvación que ya conocemos en Cristo.[4] Este recurso, el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento señala que este nuevo eón que amaneció con Cristo, trae consigo una nueva creación, la creación de una nueva criatura. Sabiendo que Cristo es el nuevo ser humano, entonces esa nueva criatura tiene que ser semejante a Cristo.
 
La Biblia afirma que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario propicia esta transformación (Rom 5:12-17; 1 Cor 15:21-22).    
 
El nombre bíblico para esta transformación es regeneración: “paliggenesia” (G3824). Este concepto bíblico describe un “genesis” (G1078) que se repite “palin” (G3825); “re-génesis”. Un nuevo comienzo, un nuevo principio que es oscilatorio, que se repite constantemente. Desde esta perspectiva cabe la probabilidad de que la regeneración del creyente se esté repitiendo constantemente.

La Biblia presenta dos (2) dimensiones de la regeneración. Una de estas es la regeneración final: la escatológica. Esta es la que la Biblia señala que ocurrirá al final de los tiempos. Esta regeneración predica la restauración del mundo (Mat 19:28), cuando ocurra la restauración de todas las cosas (Hch 3:21), cuando todas las cosas estén bajo los pies de nuestro Señor Jesucristo (1 Cor 15:27). Ese día veremos cielos nuevos y tierra nueva (Apo 21:1).[5] Esto no significa que Dios va a salvar a todo el mundo. La Biblia dice que solo son salvos aquellos que creen en el Señor (Mcs 16:16; Hch 16:31 Rom 9:33; 1 Ped 2:6). Esta es la regeneración de la creación (Rom 8:22-23) y la otorgación final de las promesas que Dios le ha hecho en Cristo a aquellos que creen en Él.

Cristo describió esto de la siguiente manera:

“28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.”
(Mat 19:28)

La otra dimensión o escenario de regeneración es la que ocurre cuando nos entregamos a Cristo reconociéndole como nuestro Salvador y Señor. Esta dimensión se conoce como la transformación del ser humano en una nueva criatura.

Uno de nuestros pastores explicaba esto utilizando la metáfora del hígado. Este órgano es de los pocos que posee la capacidad de regenerarse. Esto es, que el hígado es capaz de “liberarse de los insultos” y de los ataques que sufre “haciéndose nuevo” constantemente. Veamos un ejemplo de esto:

“El hígado tiene increíbles capacidades de regeneración: incluso si se elimina hasta el 70% de él, el tejido restante puede volver a crecer un hígado de tamaño completo en cuestión de meses. Aprovechar esta capacidad regenerativa podría dar a los médicos muchas más opciones para tratar la enfermedad hepática crónica. Ahora, los ingenieros del MIT han dado un paso hacia ese objetivo, al crear un nuevo modelo de tejido hepático que les permite rastrear los pasos involucrados en la regeneración hepática con mayor precisión de lo que ha sido posible antes. El nuevo modelo puede producir información que no se pudo obtener de estudios de ratones u otros animales, cuya biología no es idéntica a la de los humanos. En concreto, el estudio ha identificado una molécula que parece desempeñar un papel clave.”[6]

“Debido a la habilidad única del hígado para regenerarse (crecer de nuevo), el hígado regresará a su tamaño original en aproximadamente 12 semanas.”[7]

La insuficiencia hepática puede conducir a la necesidad de un trasplante de hígado. Esto es así porque el maltrato del hígado le produce unas cicatrices que pueden llegar a impedir que este pueda continuar regenerándonos. Veamos un ejemplo de esto:
 
“La cirrosis es la formación grave de cicatrices en el hígado. Existen varios tipos de enfermedades y afecciones hepáticas que pueden causar esta afección grave, como la hepatitis o el alcoholismo crónico.
Cada vez que se da una lesión en el hígado, ya sea debido al consumo excesivo de alcohol u otra causa, como una infección, este intenta recuperarse por sí mismo. Durante el proceso, se forma tejido cicatricial. A medida que la cirrosis empeora, se forman cada vez más tejido cicatricial, lo cual hace difícil que el hígado cumpla con su función. La cirrosis en etapa avanzada es mortal.”[
8]

Lo que esta fuente señala aquí es que se hace necesario un trasplante de hígado cuando este pierde la capacidad de regenerarse. Este Pastor me decía que la regeneración en Cristo es similar a ese trasplante. Esto es, en Cristo recibimos la oportunidad de un nuevo comienzo que experimenta regeneración constantemente. Él añadía que esto no será necesario una vez lleguemos al cielo porque allí gozaremos de un cuerpo glorificado.

Es acerca de esto que nos habla Pablo en su Carta a Tito cuando nos dice lo siguiente:

“4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.” (Tit 3:4-7)

Esa nueva humanidad que surge de la conversión del creyente es el ser humano regenerado. Robert Alexander Webb ha dicho que ese nuevo hombre no es una transubstanciación teológica; un ser cuya substancia ha sido convertida de forma sobrenatural en otra clase de substancia. Tampoco es una transmutación científica; una especie que evoluciona en otra. La regeneración no es una reconstrucción metafísica; un ser humano con un equipo mental nuevo. La regeneración describe a un Cristiano convertido: un hombre natural que por la intervención del Espíritu Santo posee una nueva moral reinante dentro del escenario que provee y provoca un nuevo y renovado corazón espiritual.[9]
 
La regeneración también significa una nueva vida, un nuevo nacimiento. La regeneración es una determinación espiritual, la llegada de nuevos apetitos, de una nueva forma de ver la vida y de poseer un nuevo corazón. La regeneración no se consigue ni es el producto de que nos obsequien dones de gracia que solidifiquen aquellas cualidades buenas que tengamos. Esta requiere un cambio radical que contradice nuestra naturaleza pecaminosa y revoluciona todo nuestro ser. Es por esto que la regeneración está en un plano, en una dimensión que está mucho más allá de nuestras capacidades para explicarla y/o analizarla psicológicamente. Esta opera en unas dimensiones del alma y del espíritu, de la carne y de las emociones que nosotros no podemos entender.

Es por esto que la teología sistemática afirma que la regeneración es un acto, una acción de Dios. No se trata de que Él la ofrezca como el Autor y como el Dador de la misma, así como lo es de la fe y de la avenida para el arrepentimiento. Dios es el Agente de la restauración. Es Dios el que regenera al ser humano que acepta a Cristo como Salvador y Señor. Es Dios el que regenera el alma.

Además de ser el Agente de la restauración, es el poder de Dios y sólo ese poder el que produce la regeneración. El Dr. Charles Hodge ha dicho que la regeneración es un acto de la omnipotencia de Dios, porque la eficiencia y el resultado que persigue esta requiere una clase de poder que nada lo pueda resistir. Esto sólo puede ser rechazado por la voluntad del ser humano.

Hodge usaba como ejemplo la resurrección de Lázaro (Jn 11). Esa resurrección fue un acto de la omnipotencia de Dios. “Nada a modo de influencia cooperativa instrumental o secundaria intervino entre la voluntad divina y el efecto” (traducción libre).[10] O sea, que Lázaro no tuvo nada que ver en esa resurrección. Hodge argumentaba que nada pudo intervenir entre la voluntad divina y sus efectos. Lázaro permanecía pasivo, sin intervenir en todo esto. Hodge concluía que es así que opera la regeneración del ser humano que cree en Cristo y le recibe como Señor y Salvador.

El Dr. Hodge añadió a todo esto que la regeneración no es un cambio en la sustancia del alma. Esa definición fue rechazada por la Iglesia por considerarla como maniqueísta. El maniqueísmo, entre otras cosas, postulaba la existencia de una batalla constante entre el bien y el mal en la que el bien era espiritual y el mal era todo lo material. De aquí que creían en la transformación del alma, pero no del cuerpo.

Otra de las razones para oponerse a esta definición es que la regeneración predica que no son las buenas acciones las que predican que hemos sido regenerados, sino que la regeneración nos conduce a producir buenas acciones. Es distinto decir que el árbol es bueno porque produce buenos frutos, a decir que el árbol produce buenos frutos porque es bueno. Hay árboles que pueden producir buenos frutos y no son buenos. La regeneración predica que el árbol necesita nacer de nuevo para ser bueno y producir buenos frutos.

La tesis que Jesús le presenta a Nicodemo describe que el ser humano más asertivo y estricto en el cumplimiento de los requisitos que establecía la Ley de Moisés aun así estaba muerto y que era incapaz de cumplir con las demandas de Dios. Cristo le señala a Nicodemo que el único ser humano capaz de cumplir con estas demandas necesitaría una nueva vida espiritual para poder hacerlo. Esto está definido en el pasaje de capítulo tres (3) del Evangelio de Juan con la expresión “nacer de nuevo” (Jn 3:3,6,8).

Aprovechamos la oportunidad para señalar que algunos pasajes que encontramos en el Antiguo Testamento anticipaban la necesidad de esta clase de transformación. Un ejemplo de esto lo encontramos en el libro del Profeta Ezequiel, en la narrativa del valle de los huesos secos (Eze 37:1-10); la necesidad de la intervención del Espíritu de Dios para dar vida. La circuncisión del corazón de la que habla el libro del Deuteronomio (Det 30:6) y la petición de Efraín que encontramos en el libro del Profeta Jeremías (Jer 31:18) son otros ejemplos de esto.

El mensaje del Evangelio establece la necesidad de pasar de muerte a vida para poder entrar al reino de los cielos. La parábola del hijo pródigo afirma esto cuando establece que era lo que había sucedido con el hijo que había regresado a casa: “24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse” (Lcs 15:24).

Debemos entender que la Biblia establece que el pecado que está en nosotros ha provocado que nuestros cuerpos estén muertos ante la presencia de Dios y que esta es una de las razones por las que no pueden agradar a Dios.

“3 La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza pecaminosa es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a su propio Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros. 4 Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al Espíritu. 5 Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu. 6 Por lo tanto, permitir que la naturaleza pecaminosa les controle la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el Espíritu les controle la mente lleva a la vida y a la paz. 7 Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y jamás lo hará. 8 Por eso, los que todavía viven bajo el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios. 9 Pero ustedes no están dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el Espíritu de Dios vive en ustedes. (Y recuerden que los que no tienen al Espíritu de Cristo en ellos, de ninguna manera pertenecen a él). 10 Y Cristo vive en ustedes; entonces, aunque el cuerpo morirá por causa del pecado, el Espíritu les da vida, porque ustedes ya fueron hechos justos a los ojos de Dios. 11 El Espíritu de Dios, quien levantó a Jesús de los muertos, vive en ustedes; y así como Dios levantó a Cristo Jesús de los muertos, él dará vida a sus cuerpos mortales mediante el mismo Espíritu, quien vive en ustedes.” (Rom 8:3-11, NTV)

“1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,” (Efe 2:1-2, RV 1960).

El pecado ha conseguido que nuestra carne sea enemiga de Dios (Rom 8:7; Efe 2:15) y esto nos convierte en criaturas ajenas a la vida de Dios.

“17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;” (Efe 4:17-18).

En cambio, la regeneración que produce el Espíritu Santo en el creyente nos convierte en nuevas criaturas (2 Cor 5:17). La regeneración que Él produce en el creyente se traduce en nuestra transformación. Él nos convierte en hijos de Dios en el momento en que decidimos creer en el Hijo de Dios (Jn 1:11-13; 1 Jn 3:10, 24; 4:13). Esa regeneración trae consigo la pureza y la santidad necesaria para poder estar cerca de Dios y de sus propósitos (1 Ped 1:15-6), nos abre las puertas salir de los escenarios de la ignorancia (v.14) y nos conduce a la obediencia a la fe (3:16).

Todo esto es producido por la intervención del Espíritu Santo en la vida del creyente en Cristo Jesús. Esta es una de sus funciones: renovar (“anakainōsis”) y regenerar (“paliggenesia”) a todos aquellos que creen que Jesucristo es el Señor y el Salvador del mundo.
 


[1] Behm, J. (1964–). καινός, καινότης, ἀνακαινίξω, ἀνακαινόω, ἀνακαίνωσις, ἐγκαινίζω (kainos, kainótes, anakainízo, anakainóo, anakainósis, enkainízo). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 3, p. 447). Eerdmans.
[2] La teleología es la doctrina de las causas finales; del griego télos, -eos 'fin' y -logía.
[3] Behm J. (1964), Op.cit.
[4] Behm J. (1964), Op.cit., p.449.
[5] Nuelsen, J. L. (1915). Regeneration. En J. Orr, J. L. Nuelsen, E. Y. Mullins, & M. O. Evans (Eds.), The International Standard Bible Encyclopaedia (Vols. 1–5, p. 2546). The Howard-Severance Company.
[6] https://asscat-hepatitis.org/un-nuevo-modelo-de-tejido-rastrea-la-regeneracion-hepatica/#:~:text=El hígado tiene increíbles capacidades,tratar la enfermedad hepática crónica.
[7] https://hospital.uillinois.edu/es/primary-and-specialty-care/trasplante/trasplante-de-higado/donante-vivo/preguntas-frecuentas#:~:text=Debido a la habilidad única,original en aproximadamente 12 semanas.
[8] https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/cirrhosis/symptoms-causes/syc-20351487#:~:text=En términos sencillos, la cirrosis,tiene más problemas para funcionar.
[9] Webb, R. A. (1915). Man, New. En J. Orr, J. L. Nuelsen, E. Y. Mullins, & M. O. Evans (Eds.), The International Standard Bible Encyclopaedia (Vols. 1–5, p. 1975). The Howard-Severance Company.
[10]Hodge, C. (1997). Systematic theology (Vol. 3, pp. 31–33). Logos Research Systems, Inc.
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