Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte V)

“Yo respondí: «¡Pero mi labor parece tan inútil! He gastado mis fuerzas en vano, y sin ningún propósito. No obstante, lo dejo todo en manos del Señor; confiaré en que Dios me recompense».”  (Isaías 49:4, NTV)

“4 Y yo que había pensado: «He pasado trabajos en vano, he gastado mis fuerzas sin objeto, para nada.» En realidad mi causa está en manos del Señor, mi recompensa está en poder de mi Dios.” (DHH)
             
En esta reflexión nos proponemos continuar el análisis del capítulo 49 del libro del profeta Isaías. En esta ocasión dedicaremos nuestra atención al análisis del verso cuatro (4) de este capítulo. Reiteramos que estas reflexiones procuran adentrarnos a conocer y a invitarnos a reflexionar sobre el propósito de Dios para nuestras vidas. Esto es, encontrar respuestas bíblicas para preguntas tales como ¿quiénes somos?, ¿para qué estamos aquí? y ¿qué estamos tratando de hacer con nuestras vidas?

El verso cuatro (4) de este capítulo se presenta como una reacción del Mesías, del profeta, y/o del lector a las propuestas que Dios le ha hecho en los versos anteriores. En esos versos Dios llama a sus siervos, les encomienda un mensaje que hay que publicar a las naciones (v.1). Dios revela la agenda de transformación que ha dispuesto para estos. Esto es, convertir las bocas de estos en espadas agudas, transformarles en saetas bruñidas, esconderles en su aljaba y protegerles bajo la sombra de su mano (v.2). A todo esto, Dios añade que todo este proceso servirá para que sus siervos puedan darle la gloria al único que la merece: el Dios de Israel.
A continuación la reacción inicial del que recibe estas palabras proféticas:
 
“4 Yo respondí: «¡Pero mi labor parece tan inútil!” (Isaías 49:4a, NTV)

“4 Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano” (RV1960)

La reacción inicial descrita aquí es que el receptor de esta palabra, de este emplazamiento divino cree que ha trabajado en vano, que su vida es inútil. El receptor de esta palabra celestial cree que su vida es una que carece de sentido, una vida vacía, sin propósito.

Todas estas conclusiones se desprenden del análisis de los conceptos que Isaías utiliza aquí. El concepto labor, el “yâgaʽ” (H3021) que Isaías utiliza aquí, describe algo que va mucho más allá de la labor y/o la actividad realizada. Este concepto describe el esfuerzo, la perseverancia,[1] al igual que el cansancio, la fatiga, el esfuerzo, la dureza de esa labor.[2] Este concepto también describe el cansancio y las necesidades emocionales que ese esfuerzo ha generado, la cantidad de energía empleada y la necesidad de descanso que esta tarea ha provocado.[3]
 
En otras palabras, que Isaías dice que el receptor de esta palabra ha trabajado duro, se ha esforzado mucho, ha sido perseverante, pero está agotado física y emocionalmente.
 
Al mismo tiempo, Isaías utiliza un concepto, un adjetivo para calificar la opinión que tiene el receptor de esta palabra profética acerca de todo lo que ha hecho. Esta persona expresa que su trabajo es inútil, que ha sido en vano.
 
El adjetivo que Isaías utiliza aquí es uno muy singular. Se trata del vocablo hebreo “rı̂yq” (H7385). Esta palabra es básicamente un sustantivo, pero funciona aquí como un adjetivo. El mismo describe algo que es vano, que está vacío, que no sirve para nada, que carece de propósito.[4] Este concepto describe algo que ha dejado a uno vacío, sin productividad, sin rentabilidad.[5] Describe que uno siente que el tiempo se ha perdido y que su alma, como una vasija, está vacía.[6]
 
Nos parece que estas expresiones, las que dan inicio al verso cuatro (4) del capítulo 49 de esta profecía, describen a muchas personas nobles, esforzadas y laboriosas que encontramos a diario. Algunos de estos son aquellos que perdieron sus pensiones, sus bonos, el fruto del trabajo de todas sus vidas. Otros, son aquellos que dedicaron todo lo que son al desarrollo del ministerio que el Señor les encomendó y han llegado a esta parte del camino vacíos, sin haber alcanzado los resultados, la productividad esperada. Esto último, bien sea porque lo alcanzaron y la pandemia se los arrebató. Otros, porque alguna decisión equivocada o alguna enfermedad se encargó de drenar los resultados ya obtenidos. En otros casos se trata de jefes de familias que han vivido sus vidas al pie del cañón tratando de que sus casas y los suyos se mantengan a los pies del Señor que murió por nosotros en la cruz del Calvario y creen que ha fracasado en este intento.
 
En todos estos casos, los resultados parecen ser los mismos. La opinión generalizada es que la mayoría de ellos cree que han trabajado en vano. Hay que puntualizar que no está en juego su amor ni su fidelidad al Señor. Lo que está sobra la mesa es ese sentimiento de vaciedad, de inutilidad y de ausencia de resultados que estimamos correctos y adecuados.
 
Charles John Ellicott comparte en su comentario acerca de este verso bíblico que el profeta Isaías sabía, había experimentado que esta clase de experiencia forma parte de la disciplina que experimenta todo siervo fiel del Señor. Esto, en proporción del nivel de rendimiento de sus servicios. O sea, que mientras más grande es la responsabilidad, más intensa puede ser la experiencia de angustia y de vacío que podemos experimentar en el camino. Algunos ejemplos bíblicos son claves aquí. Es Jeremías, el profeta de Anatot quejándose delante de Dios:
 
“14 Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. 15 Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho.” (Jeremias 20:14-15, RV 1960)
 
Es el profeta Elías deseando morirse luego de haber escuchado las amenazas de Jezabel:
 
“3 Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. 4 Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.” (1 Reyes 19:3-4)
             
Es Jesucristo en el jardín de Getsemaní y en la cruz del Calvario, en el mismo centro del cumplimiento del fundamento teológico conocido como la muerte sustituta:
 
“39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mateo 26:39)
 
“46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46)
 
Se trata de siervos escogidos por el Señor para tareas excelsas que chocan con obstáculos insalvables y llegan a pensar que Dios les ha abandonado, que su labor ha sido inútil, en vano. Se trata de siervos que han batallado tanto que sus manos se cansan al punto de que la espada se les queda pegada a sus manos (2 Sam 23:10).
 
El profeta Isaías añade algo más en el verso cuatro (4) del capítulo 49 del libro de su profecía. Isaías dice que el receptor de este mensaje dice lo siguiente:
 
“He gastado mis fuerzas en vano, y sin ningún propósito.” (Isaías 49:4b, NTV)
 
“y sin provecho he consumido mis fuerzas;” (RV 1960)
             
Su vigor, su “kôach” (H3581), su fuerza, su capacidad para producir han sido en vano. La lozanía se ha perdido. Su vida y su hoja de servicio son como la vida de Abel, “hebel” (H1892), el hijo de Adán y Eva que fue asesinado por su hermano. La vida de Abel pareció un suspiro, transitoria, sin grandes aportaciones. Así mismo ven estos sus vidas y sus esfuerzos: transitorios, vanos, insatisfactorios. En otras palabras, que los dolores producidos por los resultados recientes nos pueden hacer creer que nuestra vida no cuenta.
 
Es indispensable señalar que Dios ha permitido que muchos creyentes fieles se sientan así en esta temporada. Son cientos de miles de creyentes que están manejando esta clase de reacciones en este tiempo. Los embates causados por la pandemia, las tormentas, los terremotos, las pérdidas y las angustias existenciales, han producido una nueva pandemia: del alma y del espíritu. Son cientos de miles los que han tenido que chocar con su humanidad y su fragilidad. La buena noticia es que la medicina para este mal la encontramos en este mismo verso.
 
 “No obstante, lo dejo todo en manos del Señor; confiaré en que Dios me recompense».” (Isaías 49:4c, NTV)
 
 “pero mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios,” (RV1960)
 
Esta expresión no es la de una persona que ha decidido hallar refugio en la resignación. ¡No! Esta expresión es la de aquellos que saben que han trabajado (“peʽûllâh”, H6468) para el Señor y que nuestro Dios siempre ha pagado bien.
             
Esta expresión es similar a la que encontramos en una de las descripciones que nos regalan acerca de los héroes de la fe en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos:
 
“32 ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; 33 que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, 34 apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. 35 Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. 36 Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. 37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; 38 de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. 39 Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; 40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.” (Hebreos 11: 32-40, RV1960)
 
 ¿Usted leyó esto bien?: “sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron
 en fuga ejércitos extranjeros
.” Estos héroes chocaron con todo lo que hemos explicado hasta aquí, se quejaron, pero continuaron su marcha. Enfrentaron lo que la Biblia describe como “astheneia” (G769), esa condición en la que la vida misma le dice a uno que hay que detenerse, que no quedan fuerzas para continuar peleando. Ese verso dice que sacaron fuerza de la “astheneia”. Esto es similar a sacar dinero de una cuenta bancaria en la que hay un balance negativo. O sea, que sacaron fuerzas de donde no las había.
 
La Nueva Traducción Viviente dice lo siguiente:
   
“Su debilidad se convirtió en fortaleza. Llegaron a ser poderosos en batalla e hicieron huir a ejércitos enteros.” (Hebreos 11:34b)
             
La versión bíblica Dios Habla Hoy lo recoge de la siguiente manera:
 
“34 apagaron fuegos violentos, escaparon de ser muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos.” (DHH)
 
Ahora bien: ¿cómo hallaron fuerzas en ese lugar? La respuesta para esta pregunta la ofrece la Palabra de Dios.
 
“29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. 30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; 31 pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” (Isaías 40:29-31)
             
En otras palabras, que hay esperanza aún más allá de la “astheneia”. Hay un horizonte lleno de grandes promesas más allá de la sensación de vacío y de desesperanza provocadas por los pobres resultados y las malas noticias recibidas. Hay una palabra profética segura que nos acompaña más allá de la sensación de derrota que podemos estar experimentando. Dios no ha concluido su labor en, ni con nosotros. Es por esto que tenemos que continuar poniendo nuestra confianza en el Señor.
             
Hay unas expresiones que ofrece el Apóstol Pablo que muy bien recogen todo lo que dicen estos pasajes bíblicos que hemos citado hasta aquí:
 
“16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”  (2 Corintios 4:16-18)
Referencias

[1] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.

[2] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 236). Editorial Mundo Hispano.

[3] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.

[4] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 648). Editorial Mundo Hispano.

[5] Holladay, W. L., & Köhler, L. (2000). En A concise Hebrew and Aramaic lexicon of the Old Testament (p. 339). Brill.

[6] Brown, F., Driver, S. R., & Briggs, C. A. (1977). En Enhanced Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (pp. 937–938). Clarendon Press.

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