June 15th, 2025
1009 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 15 de junio del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos invita a pedir al Padre para poder a adorar (V)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
La narrativa del encuentro que ocurrió entre Jesucristo nuestro Señor y la mujer samaritana nos ha conducido a la necesidad de tener que examinar áreas técnicas del estudio responsable de la Palabra de Dios. Presentamos en nuestra reflexión anterior nuestra posición de que el Evangelio de Juan fue escrito para finales del primer siglo. Esto, como un dato que magnifica y engrandece la majestad que posee el Texto Sagrado. El examen de evidencias arqueológicas, históricas y de algunas que encontramos en el mismo texto de ese Evangelio nos llevan a esa conclusión. La información y los datos que compartimos aquí están acompañados de direcciones electrónicas en las que los lectores pueden encontrar información gráfica, visual y documental que valida nuestras conclusiones.
Por un lado, contamos con la evidencia de algunos papiros que contienen fragmentos y/o segmentos de ese Evangelio. Uno de ellos es conocido como el Papiro Ryland 52, que contiene porciones del capítulo 18 del Evangelio de Juan (Jn 18:31-33, 37-38). Este es una copia del Evangelio que fue hallada en Egipto. Los análisis del mismo revelan que es una copia que fue escrita cerca del año 125 D.C.[1]. Así mismo, el Papiro Egerton 2, fechado entre el 130-150 D.C.. Este en particular es intrigante porque demuestra la existencia de otros escritores que utilizaban el Evangelio de Juan como base para presentar los dichos y las obras de Jesús.[2] Siendo esto así, es obvio que el Evangelio de Juan debió haber sido escrito mucho antes de esas fechas.
Por otro lado, sabemos que el Evangelio de Juan fue el último en ser escrito. Eusebio lo documentó así (Historia de la Iglesia de Eusebio, Libro IV, Capítulo 14.7) señalando que Clemente de Roma testificó que este Evangelio fue escrito después de los demás. Así también lo afirmó Ireneo, el antiguo obispo de Lugdunum, (véase Contra las Herejías, Libro III, Capítulo 1). Otros Padres de la Iglesia como Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano de Cártago e Hipólito de Roma repitieron esta aseveración y algunos de ellos afirmaron que Juan fue el escritor del mismo.[3],[4], [5] De hecho, Ignacio de Antioquía (murió cerca del 110 D.C.) cita el verso 8 del capítulo 3 del Evangelio de Juan (Jn 3:8) en un documento escrito para finales del primer siglo (Philadelphia 7:1).[6] Estos datos apuntan a que el Evangelio de Juan tuvo que haber sido escrito mucho antes del inicio del segundo siglo de la era cristiana.
Otro dato es el Canon Muratorio o el Fragmento Muratorio. Este es un manuscrito de cerca del año 170 D.C., hallado por Ludovico Antonio Muratori en el siglo 18 mientras realizaba investigaciones en la Biblioteca Ambrosiana de Milán.[7] Él lo publicó en el año 1740. Lo llaman fragmento porque le falta el inicio del mismo. Este documento es la lista más antigua que tenemos de los libros del Nuevo Testamento. En esta aparecen los cuatro (4) Evangelios que todos conocemos. Siendo esto así, no es muy complicado concluir que todos los Evangelios estaban disponibles mucho antes de esa fecha.
Además, parece haber evidencia interna (en el mismo texto del Evangelio) acerca de la fecha en la que este Evangelio fue escrito. Un ejemplo de esto es el diálogo entre Cristo, Pedro y Juan, que ocurre al final del Evangelio de Juan. Este puede ser interpretado como que el escritor de este Evangelio sabía que Pedro había sido martirizado a causa de su fe en Cristo y cómo era que esto había sucedido.
“18» Te digo la verdad, cuando eras joven, podías hacer lo que querías; te vestías tú mismo e ibas adonde querías ir. Sin embargo, cuando seas viejo, extenderás los brazos, y otros te vestirán y te llevarán adonde no quieras ir. 19 Jesús dijo eso para darle a conocer el tipo de muerte con la que Pedro glorificaría a Dios. Entonces Jesús le dijo: «Sígueme».” (Jn 21:18-19, NTV)
Las tradiciones de la Iglesia nos han informado que el Apóstol Pedro fue crucificado en Roma cerca del año 64 DC. Tomando este dato como evidencia interna se puede concluir que este Evangelio fue escrito luego de esa fecha.
Es cierto que Juan no incluye en su Evangelio datos acerca de la destrucción de la ciudad de Jerusalén, acontecimiento que ocurrió en el año 70 D.C.. También es cierto que cuando él describe lugares como las puertas de Jerusalén, las describe utilizando verbos conjugados en presente indicativo activo (“…hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas….”; Jn 5:2, RV 1960). O sea, como si la ciudad estuviese intacta en el momento en el que él estaba escribiendo el Evangelio. Esto pudiera dar a entender que Juan escribió el Evangelio antes de la destrucción de la Ciudad Santa.
No obstante, la mayoría de los exégetas bíblicos, habiendo realizado correcciones en sus notas de estudio, colocan a Juan escribiendo el Evangelio entre los años 80-100 de la Era Cristiana.
¿Cuál es la importancia de todos estos datos? La importancia de estos datos reside en que el evangelista decidió escribir acerca del encuentro de Jesús con la mujer samaritana cerca de 60 años después de que esto sucediera. No olvidemos que nuestro Señor sostiene ese diálogo con la mujer samaritana cerca del año 30 D.C. Es cierto que sus anotaciones acerca de ese encuentro tuvieron que ser traducidas al griego clásico. Sin embargo, creemos que no es menos cierto que Juan tenía consigo algunas ayudas literarias de la época que le ayudaban a seleccionar el vocabulario correcto para hacer estas traducciones. Además, no podemos soslayar que el Espíritu Santo era la ayuda por excelencia para hacer esto. El Espíritu de Dios era quien le inspiraba a escoger el vocabulario correcto.
Veamos el uso de una de esas herramientas. Un ejemplo de ese uso lo encontramos cuando Jesús le dijo a la mujer samaritana que el Padre busca adoradores verdaderos (“alēthinos”, G228). Con toda probabilidad Jesucristo utilizó los conceptos “ĕmûnâh” (H530) y/o “ʼômen” (H544) para describir esto. Juan tradujo estos conceptos como “alēthinos”. Esto no debe sorprender a nadie porque en muchas ocasiones los traductores de la Septuaginta (versión de los LXX)[8] utilizaron ese concepto griego cuando tradujeron los conceptos hebreos que hemos mencionado. Algunos ejemplos de esto los encontramos cuando tradujeron Isaías 25:1, etc.[9] Juan debía conocer esto porque la versión de los Setenta (LXX) del Antiguo Testamento es la más citada por los escritores de todos los Evangelios.
Repasemos el significado de esos conceptos hebreos y algunos de sus usos. El primero, “ĕmûnâh”, es traducido como firmeza, constancia, fidelidad, confianza: a. de la conducta humana. b. como atributo divino.[10] También es traducido como confiabilidad, estar confiado, es decir, un estado o condición de ser confiable para una persona o estándar (Det 32:4; 1 Sam 26:23; 2Rey 22:7; 1 Cro 9:22, 26, 31; 2 Cro 19:9; 31:12, 15, 18; 34:12; Sal 33:4; 36:6[EB 5][11]; 40:11[EB 10]; 88:12[EB 11]; 89:2[EB 1],3[EB 2],6[EB 5],9[EB 8],25[EB 24],34[EB 33],50[EB 49]; 92:3[EB 2]; 98:3; 100:5; 119:75, 86, 90,138; 143:1; Pro 28:20; Isa 11:5; 25:1; 33:6; Lam 3:23; Ose 2:22[EB 20]; Hab 2:4+). También es traducido como perteneciente a un estado que no tiene movimiento lineal o no lineal (Éxo 17:12+); honestidad, es decir, un estado de ser completamente veraz (2 Rey 12:16[EB 15]; Pro 12:17, 22; Isa 59:4+); seguridad, protección, es decir, un estado que está libre de peligro (Sal 37:3+); es decir, aquello que se ajusta a la realidad y al modelo que representa (Sal 96:13; 119:30; Jer 5:1, 3; 7:28; 9:2[EB 3]+).[12]
Este concepto es utilizado en la Biblia para describir la fidelidad de Dios. Veamos algunos ejemplos de ello:
“4 Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.” (Det 32:4)
“4 Porque recta es la palabra de Jehová, Y toda su obra es hecha con fidelidad.” (Sal 33:4)
“5 Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.” (Sal 36:5)
El segundo, “ʼômen”, es traducido como fidelidad, fiabilidad, digno de confianza, es decir, un estado o condición de ser confiable y leal a una persona o estándar (Isaías 25:1+). Se trata de unidad, fidelidad perfecta, formalmente, fiabilidad de la fidelidad, es decir, un estado de ser confiable y leal a una persona o estándar a un estado elevado y perfeccionado (Isaías 25:1+)[13]
“1 Jehová, tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza.” (Isa 25:1)
En otras palabras, que cualquiera de estos conceptos hebreos afirmaría que el carácter del adorador que Dios busca se debe parecer al del Señor. ¿Quién puede conseguir esta clase de transformación sin la intervención de la presencia revelada de Dios? ¿Existirá alguna fuerza humana que pueda producir en nosotros ese elemento distintivo del carácter de Dios? La respuesta es que no. Sólo Dios mismo puede conseguir esto; ayudarnos a desarrollar un corazón que desee buscarle para parecerse al de Dios. ¿Recuerda usted este pasaje bíblico, el diálogo entre Samuel el profeta y Saúl, rey de Israel?
“14 Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.” (1 Sam 13:14)
Usar la palabra “conforme” (las versiones anglosajonas traducen esto como “after”) sugiere que el corazón de David buscaba a Dios. Esto no es incorrecto, pero el concepto hebreo usado aquí es “kilevavo” (H3824).[14] La primera letra es un prefijo “kap” que indica similar o como. Podría ser conforme o "after", pero solo en el sentido de identificación, no de búsqueda. Es lo mismo que nos sucede cuando decimos que un niño se parece a su padre. Este se comporta como su padre, piensa como su padre, es una copia del mismo. Esta es la aseveración que este pasaje bíblico afirma: David tenía un corazón como el de Dios. Era un corazón compasivo, lleno de amor y todo lo que consideraríamos que fluye del corazón de Dios. Este era un corazón que Dios fue transformando día a día hasta convertirlo en “el dulce cantor de Israel.”
“1 Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, Dijo aquel varón que fue levantado en alto, El ungido del Dios de Jacob, El dulce cantor de Israel:” (2 Sam 23:1).
Es muy interesante el dato de que el concepto hebreo que se traduce aquí como cantor es “zâmı̂yr” o “zemirâh” (H2158). Este, no necesariamente significa salmista o cantor. En seis (6) de las siete (7) ocasiones en el que este es utilizado en la Biblia es traducido como “canción” o “cánticos” (Job 35:10; Sal 95:2; 119:54; Cant 2:12; Isa 24:16) y en una ocasión “renuevo” (Isa 25:5).
“10 Y ninguno dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor, Que da cánticos en la noche,” (Job 35:10)
“2 Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos.” (Sal 95:2)
“54 Cánticos fueron para mí tus estatutos En la casa en donde fui extranjero.” (Sal 119:54)
“12 Se han mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción ha venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.” (Cant 2:12)
“16 De lo postrero de la tierra oímos cánticos: Gloria al justo. Y yo dije: ¡Mi desdicha, mi desdicha, ay de mí! Prevaricadores han prevaricado; y han prevaricado con prevaricación de desleales.” (Isa 24:16)
“5 Como el calor en lugar seco, así humillarás el orgullo de los extraños; y como calor debajo de nube harás marchitar el renuevo de los robustos.” (Isa 25:5)
La raíz de este concepto es un verbo que describe la acción de las manos cuando los dedos golpean o rasgan las cuerdas de un instrumento musical (“zâmar”, H2167) para producir música. O sea, que un “zâmı̂yr” o un “zemirâh” es el producto de “unas manos” que rasgan las cuerdas del instrumento musical. Se nos antoja pensar que son las manos de Dios las que van transformando nuestros corazones, al mismo tiempo que “golpean” o “rasgan” las cuerdas del arpa que llevamos en el alma hasta conseguir que nuestros corazones se parezcan al suyo. Alguien pudiera concluir que es Dios afinando nuestros corazones hasta que seamos capaces de producir la melodía que le agrada.
A base de lo antes expuesto podemos concluir que la Biblia no necesariamente dice que David era un salmista. Ella no dice que Dios lo había transformado en un cantor de canciones que David podía escribir para Dios. Esto era un producto aleatorio de lo que Dios había conseguido hacer con David. realmente era. Dios había transformado a este hombre en una canción. Él era la canción, su vida había sido transformada para ser adoración a Dios. Es todavía más interesante el hecho de que se haya esperado al final de la vida de David para poder reconocer esto: “Estas son las palabras postreras de David” (2 Sam 23:1).
Repetimos que en muchas ocasiones los traductores de la Septuaginta utilizaron el concepto griego “alēthinos” para traducir los vocablos hebreos “ĕmûnâh” (H530) y/o “ʼômen” (H544). Repasemos este concepto griego.
“Sin embargo, en el helenismo, “alēthinos”, ya no significa genuino en sentido general. En relación con lo divino, tiene el sentido de lo que verdaderamente es, o de lo que es eterno, y en relación con la conducta o el ser humano, significa su carácter más allá de lo terrenal, mediado por la revelación o el contacto con lo divino.”[15]
Siendo esto así, entonces es un hecho que Cristo le había dicho a la mujer samaritana que ella necesitaba ser transformada mediante la revelación que Él, como la Palabra Viva producía en ella. Lo que la mujer samaritana había escuchado era que Cristo había dicho que el Padre está buscando adoradores que acepten ser transformados en canciones con calzado para adorar al Señor. Ella escuchó que el Padre está buscando adoradores que acepten ser transformados hasta alcanzar tener el carácter divino. Ella había escuchado que esta clase de transformación sólo puede ser conseguida mediante la revelación que surge del contacto divino. Es por esto que el Espíritu Santo dirige a Juan a utilizar el concepto griego “alēthinos”.
[1] https://uasvbible.org/2023/03/05/the-papyrus-rylands-457-p52-a-fragment-of-the-gospel-of-john/
[2] https://catholicus.eu/en/the-egerton-papyrus-a-bridge-to-the-earliest-gospel-traditions/
[3] http://www.datingthenewtestament.com/John.htm
[4] https://www.dylandodson.com/blog/who-wrote-the-gospel-of-john-external-evidence
[5] https://www.blueletterbible.org/study/intros/john.cfm
[6] https://evidenceunseen.com/theology/scripture/historicity-of-the-new-testament/evidence-for-an-early-dating-of- the-four-gospels
[7] https://www.bible-researcher.com/muratorian.html
[8] Traducción del Antiguo Testamento al griego que se produjo en el tercer siglo A.C.
[9] Tuggy, A. E. (2003). In Lexico griego-español del Nuevo Testamento (pp. 37–38). Editorial Mundo Hispano
[10] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[11] La información entre corchetes ([]) se utiliza para explicar que en algunas versiones bíblicas la referencia puede encontrarse en el verso identificado entre estos.
[12] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[13] Op. cit
[14] https://biblehub.com/text/1_samuel/13-14.htm.
[15] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, pp. 249–251). Eerdmans.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos invita a pedir al Padre para poder a adorar (V)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
La narrativa del encuentro que ocurrió entre Jesucristo nuestro Señor y la mujer samaritana nos ha conducido a la necesidad de tener que examinar áreas técnicas del estudio responsable de la Palabra de Dios. Presentamos en nuestra reflexión anterior nuestra posición de que el Evangelio de Juan fue escrito para finales del primer siglo. Esto, como un dato que magnifica y engrandece la majestad que posee el Texto Sagrado. El examen de evidencias arqueológicas, históricas y de algunas que encontramos en el mismo texto de ese Evangelio nos llevan a esa conclusión. La información y los datos que compartimos aquí están acompañados de direcciones electrónicas en las que los lectores pueden encontrar información gráfica, visual y documental que valida nuestras conclusiones.
Por un lado, contamos con la evidencia de algunos papiros que contienen fragmentos y/o segmentos de ese Evangelio. Uno de ellos es conocido como el Papiro Ryland 52, que contiene porciones del capítulo 18 del Evangelio de Juan (Jn 18:31-33, 37-38). Este es una copia del Evangelio que fue hallada en Egipto. Los análisis del mismo revelan que es una copia que fue escrita cerca del año 125 D.C.[1]. Así mismo, el Papiro Egerton 2, fechado entre el 130-150 D.C.. Este en particular es intrigante porque demuestra la existencia de otros escritores que utilizaban el Evangelio de Juan como base para presentar los dichos y las obras de Jesús.[2] Siendo esto así, es obvio que el Evangelio de Juan debió haber sido escrito mucho antes de esas fechas.
Por otro lado, sabemos que el Evangelio de Juan fue el último en ser escrito. Eusebio lo documentó así (Historia de la Iglesia de Eusebio, Libro IV, Capítulo 14.7) señalando que Clemente de Roma testificó que este Evangelio fue escrito después de los demás. Así también lo afirmó Ireneo, el antiguo obispo de Lugdunum, (véase Contra las Herejías, Libro III, Capítulo 1). Otros Padres de la Iglesia como Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano de Cártago e Hipólito de Roma repitieron esta aseveración y algunos de ellos afirmaron que Juan fue el escritor del mismo.[3],[4], [5] De hecho, Ignacio de Antioquía (murió cerca del 110 D.C.) cita el verso 8 del capítulo 3 del Evangelio de Juan (Jn 3:8) en un documento escrito para finales del primer siglo (Philadelphia 7:1).[6] Estos datos apuntan a que el Evangelio de Juan tuvo que haber sido escrito mucho antes del inicio del segundo siglo de la era cristiana.
Otro dato es el Canon Muratorio o el Fragmento Muratorio. Este es un manuscrito de cerca del año 170 D.C., hallado por Ludovico Antonio Muratori en el siglo 18 mientras realizaba investigaciones en la Biblioteca Ambrosiana de Milán.[7] Él lo publicó en el año 1740. Lo llaman fragmento porque le falta el inicio del mismo. Este documento es la lista más antigua que tenemos de los libros del Nuevo Testamento. En esta aparecen los cuatro (4) Evangelios que todos conocemos. Siendo esto así, no es muy complicado concluir que todos los Evangelios estaban disponibles mucho antes de esa fecha.
Además, parece haber evidencia interna (en el mismo texto del Evangelio) acerca de la fecha en la que este Evangelio fue escrito. Un ejemplo de esto es el diálogo entre Cristo, Pedro y Juan, que ocurre al final del Evangelio de Juan. Este puede ser interpretado como que el escritor de este Evangelio sabía que Pedro había sido martirizado a causa de su fe en Cristo y cómo era que esto había sucedido.
“18» Te digo la verdad, cuando eras joven, podías hacer lo que querías; te vestías tú mismo e ibas adonde querías ir. Sin embargo, cuando seas viejo, extenderás los brazos, y otros te vestirán y te llevarán adonde no quieras ir. 19 Jesús dijo eso para darle a conocer el tipo de muerte con la que Pedro glorificaría a Dios. Entonces Jesús le dijo: «Sígueme».” (Jn 21:18-19, NTV)
Las tradiciones de la Iglesia nos han informado que el Apóstol Pedro fue crucificado en Roma cerca del año 64 DC. Tomando este dato como evidencia interna se puede concluir que este Evangelio fue escrito luego de esa fecha.
Es cierto que Juan no incluye en su Evangelio datos acerca de la destrucción de la ciudad de Jerusalén, acontecimiento que ocurrió en el año 70 D.C.. También es cierto que cuando él describe lugares como las puertas de Jerusalén, las describe utilizando verbos conjugados en presente indicativo activo (“…hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas….”; Jn 5:2, RV 1960). O sea, como si la ciudad estuviese intacta en el momento en el que él estaba escribiendo el Evangelio. Esto pudiera dar a entender que Juan escribió el Evangelio antes de la destrucción de la Ciudad Santa.
No obstante, la mayoría de los exégetas bíblicos, habiendo realizado correcciones en sus notas de estudio, colocan a Juan escribiendo el Evangelio entre los años 80-100 de la Era Cristiana.
¿Cuál es la importancia de todos estos datos? La importancia de estos datos reside en que el evangelista decidió escribir acerca del encuentro de Jesús con la mujer samaritana cerca de 60 años después de que esto sucediera. No olvidemos que nuestro Señor sostiene ese diálogo con la mujer samaritana cerca del año 30 D.C. Es cierto que sus anotaciones acerca de ese encuentro tuvieron que ser traducidas al griego clásico. Sin embargo, creemos que no es menos cierto que Juan tenía consigo algunas ayudas literarias de la época que le ayudaban a seleccionar el vocabulario correcto para hacer estas traducciones. Además, no podemos soslayar que el Espíritu Santo era la ayuda por excelencia para hacer esto. El Espíritu de Dios era quien le inspiraba a escoger el vocabulario correcto.
Veamos el uso de una de esas herramientas. Un ejemplo de ese uso lo encontramos cuando Jesús le dijo a la mujer samaritana que el Padre busca adoradores verdaderos (“alēthinos”, G228). Con toda probabilidad Jesucristo utilizó los conceptos “ĕmûnâh” (H530) y/o “ʼômen” (H544) para describir esto. Juan tradujo estos conceptos como “alēthinos”. Esto no debe sorprender a nadie porque en muchas ocasiones los traductores de la Septuaginta (versión de los LXX)[8] utilizaron ese concepto griego cuando tradujeron los conceptos hebreos que hemos mencionado. Algunos ejemplos de esto los encontramos cuando tradujeron Isaías 25:1, etc.[9] Juan debía conocer esto porque la versión de los Setenta (LXX) del Antiguo Testamento es la más citada por los escritores de todos los Evangelios.
Repasemos el significado de esos conceptos hebreos y algunos de sus usos. El primero, “ĕmûnâh”, es traducido como firmeza, constancia, fidelidad, confianza: a. de la conducta humana. b. como atributo divino.[10] También es traducido como confiabilidad, estar confiado, es decir, un estado o condición de ser confiable para una persona o estándar (Det 32:4; 1 Sam 26:23; 2Rey 22:7; 1 Cro 9:22, 26, 31; 2 Cro 19:9; 31:12, 15, 18; 34:12; Sal 33:4; 36:6[EB 5][11]; 40:11[EB 10]; 88:12[EB 11]; 89:2[EB 1],3[EB 2],6[EB 5],9[EB 8],25[EB 24],34[EB 33],50[EB 49]; 92:3[EB 2]; 98:3; 100:5; 119:75, 86, 90,138; 143:1; Pro 28:20; Isa 11:5; 25:1; 33:6; Lam 3:23; Ose 2:22[EB 20]; Hab 2:4+). También es traducido como perteneciente a un estado que no tiene movimiento lineal o no lineal (Éxo 17:12+); honestidad, es decir, un estado de ser completamente veraz (2 Rey 12:16[EB 15]; Pro 12:17, 22; Isa 59:4+); seguridad, protección, es decir, un estado que está libre de peligro (Sal 37:3+); es decir, aquello que se ajusta a la realidad y al modelo que representa (Sal 96:13; 119:30; Jer 5:1, 3; 7:28; 9:2[EB 3]+).[12]
Este concepto es utilizado en la Biblia para describir la fidelidad de Dios. Veamos algunos ejemplos de ello:
“4 Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.” (Det 32:4)
“4 Porque recta es la palabra de Jehová, Y toda su obra es hecha con fidelidad.” (Sal 33:4)
“5 Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.” (Sal 36:5)
El segundo, “ʼômen”, es traducido como fidelidad, fiabilidad, digno de confianza, es decir, un estado o condición de ser confiable y leal a una persona o estándar (Isaías 25:1+). Se trata de unidad, fidelidad perfecta, formalmente, fiabilidad de la fidelidad, es decir, un estado de ser confiable y leal a una persona o estándar a un estado elevado y perfeccionado (Isaías 25:1+)[13]
“1 Jehová, tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza.” (Isa 25:1)
En otras palabras, que cualquiera de estos conceptos hebreos afirmaría que el carácter del adorador que Dios busca se debe parecer al del Señor. ¿Quién puede conseguir esta clase de transformación sin la intervención de la presencia revelada de Dios? ¿Existirá alguna fuerza humana que pueda producir en nosotros ese elemento distintivo del carácter de Dios? La respuesta es que no. Sólo Dios mismo puede conseguir esto; ayudarnos a desarrollar un corazón que desee buscarle para parecerse al de Dios. ¿Recuerda usted este pasaje bíblico, el diálogo entre Samuel el profeta y Saúl, rey de Israel?
“14 Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.” (1 Sam 13:14)
Usar la palabra “conforme” (las versiones anglosajonas traducen esto como “after”) sugiere que el corazón de David buscaba a Dios. Esto no es incorrecto, pero el concepto hebreo usado aquí es “kilevavo” (H3824).[14] La primera letra es un prefijo “kap” que indica similar o como. Podría ser conforme o "after", pero solo en el sentido de identificación, no de búsqueda. Es lo mismo que nos sucede cuando decimos que un niño se parece a su padre. Este se comporta como su padre, piensa como su padre, es una copia del mismo. Esta es la aseveración que este pasaje bíblico afirma: David tenía un corazón como el de Dios. Era un corazón compasivo, lleno de amor y todo lo que consideraríamos que fluye del corazón de Dios. Este era un corazón que Dios fue transformando día a día hasta convertirlo en “el dulce cantor de Israel.”
“1 Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, Dijo aquel varón que fue levantado en alto, El ungido del Dios de Jacob, El dulce cantor de Israel:” (2 Sam 23:1).
Es muy interesante el dato de que el concepto hebreo que se traduce aquí como cantor es “zâmı̂yr” o “zemirâh” (H2158). Este, no necesariamente significa salmista o cantor. En seis (6) de las siete (7) ocasiones en el que este es utilizado en la Biblia es traducido como “canción” o “cánticos” (Job 35:10; Sal 95:2; 119:54; Cant 2:12; Isa 24:16) y en una ocasión “renuevo” (Isa 25:5).
“10 Y ninguno dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor, Que da cánticos en la noche,” (Job 35:10)
“2 Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos.” (Sal 95:2)
“54 Cánticos fueron para mí tus estatutos En la casa en donde fui extranjero.” (Sal 119:54)
“12 Se han mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción ha venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.” (Cant 2:12)
“16 De lo postrero de la tierra oímos cánticos: Gloria al justo. Y yo dije: ¡Mi desdicha, mi desdicha, ay de mí! Prevaricadores han prevaricado; y han prevaricado con prevaricación de desleales.” (Isa 24:16)
“5 Como el calor en lugar seco, así humillarás el orgullo de los extraños; y como calor debajo de nube harás marchitar el renuevo de los robustos.” (Isa 25:5)
La raíz de este concepto es un verbo que describe la acción de las manos cuando los dedos golpean o rasgan las cuerdas de un instrumento musical (“zâmar”, H2167) para producir música. O sea, que un “zâmı̂yr” o un “zemirâh” es el producto de “unas manos” que rasgan las cuerdas del instrumento musical. Se nos antoja pensar que son las manos de Dios las que van transformando nuestros corazones, al mismo tiempo que “golpean” o “rasgan” las cuerdas del arpa que llevamos en el alma hasta conseguir que nuestros corazones se parezcan al suyo. Alguien pudiera concluir que es Dios afinando nuestros corazones hasta que seamos capaces de producir la melodía que le agrada.
A base de lo antes expuesto podemos concluir que la Biblia no necesariamente dice que David era un salmista. Ella no dice que Dios lo había transformado en un cantor de canciones que David podía escribir para Dios. Esto era un producto aleatorio de lo que Dios había conseguido hacer con David. realmente era. Dios había transformado a este hombre en una canción. Él era la canción, su vida había sido transformada para ser adoración a Dios. Es todavía más interesante el hecho de que se haya esperado al final de la vida de David para poder reconocer esto: “Estas son las palabras postreras de David” (2 Sam 23:1).
Repetimos que en muchas ocasiones los traductores de la Septuaginta utilizaron el concepto griego “alēthinos” para traducir los vocablos hebreos “ĕmûnâh” (H530) y/o “ʼômen” (H544). Repasemos este concepto griego.
“Sin embargo, en el helenismo, “alēthinos”, ya no significa genuino en sentido general. En relación con lo divino, tiene el sentido de lo que verdaderamente es, o de lo que es eterno, y en relación con la conducta o el ser humano, significa su carácter más allá de lo terrenal, mediado por la revelación o el contacto con lo divino.”[15]
Siendo esto así, entonces es un hecho que Cristo le había dicho a la mujer samaritana que ella necesitaba ser transformada mediante la revelación que Él, como la Palabra Viva producía en ella. Lo que la mujer samaritana había escuchado era que Cristo había dicho que el Padre está buscando adoradores que acepten ser transformados en canciones con calzado para adorar al Señor. Ella escuchó que el Padre está buscando adoradores que acepten ser transformados hasta alcanzar tener el carácter divino. Ella había escuchado que esta clase de transformación sólo puede ser conseguida mediante la revelación que surge del contacto divino. Es por esto que el Espíritu Santo dirige a Juan a utilizar el concepto griego “alēthinos”.
[1] https://uasvbible.org/2023/03/05/the-papyrus-rylands-457-p52-a-fragment-of-the-gospel-of-john/
[2] https://catholicus.eu/en/the-egerton-papyrus-a-bridge-to-the-earliest-gospel-traditions/
[3] http://www.datingthenewtestament.com/John.htm
[4] https://www.dylandodson.com/blog/who-wrote-the-gospel-of-john-external-evidence
[5] https://www.blueletterbible.org/study/intros/john.cfm
[6] https://evidenceunseen.com/theology/scripture/historicity-of-the-new-testament/evidence-for-an-early-dating-of- the-four-gospels
[7] https://www.bible-researcher.com/muratorian.html
[8] Traducción del Antiguo Testamento al griego que se produjo en el tercer siglo A.C.
[9] Tuggy, A. E. (2003). In Lexico griego-español del Nuevo Testamento (pp. 37–38). Editorial Mundo Hispano
[10] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[11] La información entre corchetes ([]) se utiliza para explicar que en algunas versiones bíblicas la referencia puede encontrarse en el verso identificado entre estos.
[12] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[13] Op. cit
[14] https://biblehub.com/text/1_samuel/13-14.htm.
[15] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, pp. 249–251). Eerdmans.
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