November 9th, 2025
1030 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 9 de noviembre del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (V)
“26 Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.” (Rom 8:14-17, NTV)
“La oración involucra al ser humano en su totalidad. Abarca al hombre en su ser completo: mente, alma y cuerpo. Se requiere la entrega total del ser humano para orar, y la oración lo transforma por completo con sus frutos. Así como toda la naturaleza del ser humano se adentra a la oración, así se beneficia de ella todo lo que le pertenece a esta. Todo lo que hay en el ser humano recibe beneficios en la oración. Es por esto que es necesario entregarse por completo a Dios al orar. Los mayores frutos de la oración los obtiene aquél que se entrega a Dios por completo, con todo su ser y con todo lo que le pertenece. Este es el secreto de la consagración plena y esta es una condición para una oración eficaz; la que produce los mayores frutos.
Los hombres de antaño que obraron bien en la oración, que lograron grandes cosas, que movieron a Dios a realizar proezas, fueron aquellos que se entregaron por completo a Dios en sus oraciones. Dios desea, y tiene que poseer todo lo que hay en el ser humano para responder a sus oraciones. Él necesita hombres íntegros a través de quienes llevar a cabo sus propósitos y planes para la humanidad. Dios necesita a los seres humanos por completo. No se admiten seres humanos de doble ánimo. No se puede utilizar a un ser humano vacilante. Dios no puede usar ningún ser humano vacilante. Ningún ser humano con una lealtad dividida entre Dios, el mundo y sí mismo, puede realizar la oración que se necesita hacer.
La santidad es plenitud, y por eso Dios quiere hombres santos, hombres íntegros y sinceros, para su servicio y para la tarea de la oración. «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y ruego a Dios que todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— se conserve irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo». Estos son los tipos de seres humanos que Dios quiere como líderes de las huestes de Israel, y es de estas que se forma el grupo de oración.”[1] (Traducción libre)
El tema de la oración ha ocupado el centro de nuestras reflexiones más recientes. Sin duda alguna, conocer y practicar esta disciplina espiritual es esencial para el desarrollo del carácter del cristiano y establecer un desarrollo constante de su madurez. Al mismo tiempo, como hemos reseñado en otras ocasiones, la oración nos concede mejores y más grandes oportunidades para poder conocer aquello que Pablo (1 Cor 2:9) e Isaías (Isa 64:4, NTV) han llamado las cosas que nadie ha visto ni escuchado acerca de Dios.
El ejercicio de estudiar y realizar investigaciones acerca de este tema nos ha permitido encontrar innumerables vertientes bíblicas, teológicas e históricas acerca del mismo. Reseñamos que hemos dedicado tres (3) temporadas para analizar este: 2008, 2022 y la actual. Aun así, no hemos siquiera podido ser capaces de arañar la superficie del mismo.
Para tener una idea de lo vasto que este tema, basta considerar que no hemos sido capaces de trabajar profunda y arduamente con los elementos de la oración, aciertos y desaciertos, desarrollados por aquellos que han sido identificados como los “místicos” de la oración. Estos especialistas a los que la historia eclesiástica ha definido como practicantes de la contemplación, realizaron muy buenas y grandes aportaciones al tema de la oración. Figuras históricas como Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Teresa de Lisieux, Ignacio de Loyola, solo por mencionar algunos de estos, se adentraron en esta disciplina espiritual consiguiendo vivir experiencias trascendentales.
No tenemos espacio aquí para analizar en detalle sus aciertos y desaciertos en relación a este tema. Nunca olvidemos que los seres humanos, como seres imperfectos, siempre estaremos a la merced de errores e incongruencias que provocan esas imperfecciones. Lo que sí podemos afirmar es que ellos realizaron contribuciones muy significativas para el desarrollo de esta disciplina espiritual.
Tampoco hemos podido hacer espacio para analizar el desarrollo del tema de la oración en la historia de la Iglesia. Por ejemplo, no hemos podido examinar cómo es que la Iglesia desarrolló la relación entre los modelos espontáneos de oración que encontramos en el Nuevo Testamento con las liturgias de oración que el pueblo judío ya había desarrollado.
Los modelos espontáneos a los que hacemos referencia los encontramos estudiando las oraciones de Cristo y de Pablo que aparecen en el Nuevo Testamento. Las liturgias de oración del pueblo judío que señalamos incluyen la inserción del uso de los salmos, y de otras rutinas de oración que nosotros hemos hecho nuestras como creyentes en Cristo a través de los siglos. Repetimos: la Iglesia ha combinado ambos en su disciplina de oración a través de toda su historia.
Hay datos históricos relevantes acerca de este tema. Por ejemplo, sabemos que el modelo de oración conocido por sus siglas en inglés como A.C.T.S. (adoration, confession, thanksgiving and supplication - adoración, confesión, acción de gracias y súplica) fue iniciado por Orígenes (185-225 D. C.), uno de los Padres de la Iglesia. Este modelo posee muchos elementos de la oración de ambos Testamentos bíblicos. Esta información la podemos encontrar estudiando algunos de los escritos de este insigne teólogo cristiano: (Origen, “On Prayer”, 23.1).[2]
Al mismo tiempo, sabemos que la Iglesia comenzó a incluir en sus oraciones la recitación de la oración del Padre Nuestro en el segundo siglo de la era cristiana.[3] Así mismo la inserción de rutinas de oración como son las tres oraciones diarias[4].
Hay varios libros acerca de este tema. Uno de los más interesantes fue escrito hace muchos años por Clifford William Dugmore.[5] Dugmore (1909-1990) fue un excelente historiador eclesiástico británico, que contribuyó al desarrollo del estudio de la historia de la Iglesia, con énfasis en la de Gran Bretaña.[6]
Estamos convencidos de que en algún momento tendremos que dedicar un espacio considerable para el análisis responsable de todas estas aportaciones.
Ahora bien, el valor de la oración en la vida del creyente, los obstáculos, impedimentos y/o peligros que amenazan esta, son desatacados y reconocidos hasta en aquellas publicaciones académicas que se dedican a recoger bosquejos de tópicos relevantes de la fe cristiana. Entre estos, mencionamos el “Topical analysis of the Bible: with the New International Version,” (Vol. 5). Baker Book House,[7] que recoge e identifica los elementos de valor o de importancia que posee la oración.
Uno de estos valores es que la oración nos asegura la presencia del Señor. Dios siempre está presente cuando oramos, cuando buscamos su rostro. El salmista decía lo siguiente acerca de esta verdad bíblica:
“18 Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. 19 Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.” (Sal 145:18-19)
El escritor de la Carta a Santiago también lo afirmó al decir lo siguiente:
“8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (Stgo 4:8)
Es muy importante saber que la Biblia dice que a Dios le agrada hablar con nosotros. Así lo afirma el proverbista cuando dice lo siguiente:
“El SEÑOR detesta las ofrendas de los perversos, pero le agradan las oraciones de los justos.” (Pro 15:8, PDT)
La Biblia señala que otro valor que posee la oración es que esta consagra, santifica toda la creación de Dios. Así lo afirma el Apóstol Pablo cuando le dice lo siguiente a Timoteo:
“4 Todo lo que Dios creó es bueno y nada debe ser rechazado, sino recibido con agradecimiento. 5 Todo lo que Dios hizo es purificado por lo que él dijo y por la oración.” (1 Tim 4:4-5, PDT)
La Biblia también enseña que la oración es poderosa y eficaz. Leemos lo siguiente en la Carta de Santiago:
“La oración de quien está bien con Dios es poderosa y efectiva. 17 Elías fue un ser humano como cualquiera de nosotros, y pidió que no lloviera, y no llovió por tres años y medio. 18 Después oró otra vez, llovió y la tierra produjo sus cosechas.” (Stgo 5:16b-18, PDT)
“La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos. 17 Elías era tan humano como cualquiera de nosotros; sin embargo, cuando oró con fervor para que no cayera lluvia, ¡no llovió durante tres años y medio! 18 Más tarde, cuando volvió a orar, el cielo envió lluvia, y la tierra comenzó a dar cosechas.” (NTV)
La Biblia dice que la oración nos fortalece en nuestras luchas contra la tentación. Leemos lo siguiente en el Evangelio de Mateo:
“41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mat 26:41, RV 1960)
“31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.” (Lcs 22:31)
La publicación de Elwell y Buckwalter que hemos citado, afirma que la oración trae bendiciones y la protección de Dios. Hay muchas referencias bíblicas que podemos utilizar para validar esta aseveración.
“6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.” (Sal 32:6)
“11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mat 7:11)
“9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Lcs 11:9-10)
“12 No hay diferencia entre los judíos y los gentiles en ese sentido. Ambos tienen al mismo Señor, quien da con generosidad a todos los que lo invocan.” (Rom 10:12, NTV)
La Biblia también dice que la oración nos llena de alegría, de gozo.
“24 Hasta ahora ustedes no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán para que así estén llenos de alegría.” (Jn 16:24, PDT)
Ella también afirma que la oración es una herramienta celestial para que podamos recibir compasión y misericordia en momentos de necesidad. Así lo afirma la Carta a los Hebreos cuando dice lo siguiente:
“16 Entonces, acerquémonos con confianza al trono de Dios que es generoso. Allí recibiremos su compasión y su bondad para ayudarnos cuando lo necesitemos.” (Heb 4:16, PDT)
Otro valor que trae consigo la oración es que esta trae entendimiento y capacidad para conocer y entender mejor lo que ha dicho Dios. El profeta Jeremías afirmó esto cuando dijo lo siguiente:
“3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jer 33:3)
El concepto hebreo traducido aquí como clamor es “qârâʼ” (H7121). Los recursos académicos consultados nos permiten conocer que este puede ser traducido de muchas formas. Dentro de estas encontramos llamar o convocar. Es decir, llamar a una persona para que se presente o encomendarle una tarea (Éxo 12:31);[8] llamar por su nombre,[9] convocarlo, (Est 2:14); designar con un nombre o título y así dar nombre a algo, ya sea un nombre propio o un título representativo (Gén 1:5); llamado, designado, conocido como, considerado por (Det 3:13; 1Sam 9:9; Pro 16:21); ser llamado (Isa 48:8; 58:12; 61:3; 62:2; Eze 10:13+); proclamar, anunciar, es decir, hacer un llamado público a la información o un evento (1Rey 21:9).[10]
Hay que observar aquí que este concepto hebreo destaca la relación que posee aquél que llama (“qârâʼ”, H7121) con la persona a la que está llamando. En otras palabras, el clamor al que Jeremías se refiere requiere que la persona que clama conozca a Aquél al que está clamando; que lo conozca por su nombre. El uso de este concepto en el Salmo 34:6 es una validación de esta aseveración porque el “pobre” (“ʽânı̂y”, H6041: “depressed”) que clama en ese verso conoce quién es Dios.
“6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias.” (Sal 34:6)
Compartimos lo siguiente acerca de la afirmación de Jeremías en la reflexión de El Heraldo publicada el 22 de julio del 2022:
“El vocabulario utilizado por Jeremías para hacer referencia al clamor (“qârâʼ”, H7121), es uno que describe que éste provoca que Dios enseñe y realice unas manifestaciones (“te enseñaré”: “nâgad”, H5046). Ese clamor provoca que Dios haga anuncios y exposiciones. Estos anuncios, enseñanzas y exposiciones tienen como propósito servir como herramientas para el crecimiento y el desarrollo espiritual personal e institucional de todo aquél que la recibe. En el caso de los cristianos, esto permite que el creyente en Cristo pueda desarrollar su relación con Dios y alcanzar la madurez necesaria para mantenerse enfocado en el propósito de Dios para su vida.
Comenzamos destacando que los conceptos utilizados en la frase “cosas grandes y ocultas” describen algo que es “gâdôl” (H1419) y “bâtsar” (H1219). Hemos dicho en otras reflexiones que el primero describe algo que es grande y/o que es más grande en términos de tiempo. El segundo describe algo que es inaccesible, que está aislado, que ha sido ocultado, que ha sido reprimido o que es contenido, que es secreto o que ha sido cortado[11].
Puntualizamos que es muy interesante el dato de que el concepto “bâtsar” también se utilice para describir la acción de recoger racimos de uvas (Lev 25:5, 11; Det 24:21; Jue 9:27). Esto es así porque tal y como hemos identificado en el párrafo anterior, este concepto también se utiliza para describir la acción de cortar algo. O sea, que Dios le estaba diciendo al profeta que Él ha prometido revelar, enseñar, exponer cosas que ya no son porque fueron cortadas, o que habrá de exponer el fruto (como las uvas) que viene de camino y que aún no ha sido recogido.
Este concepto también es utilizado para describir cosas que han sido retenidas o que están encerradas: aquello que parece inaccesible. Un ejemplo de esto último es el proceso de extracción de las minas de aquellos metales preciosos como el oro y la plata.[12] Otro uso es el de la enseñanza de aquellas cosas que son difíciles de entender. Existen varios ejemplos de esto en la revelación de mensajes implícitos en pasajes bíblicos que pueden dar la impresión de que no hacen sentido.
Es muy importante destacar que la Biblia siempre hace sentido; no existen contradicciones en ella. Hay explicaciones sólidas y coherentes para todas las ocasiones en las que encontramos pasajes bíblicos que parecen contradecirse.
El mensaje que el Señor le dio al profeta Jeremías indica que el clamor, la oración incesante, es la clave para poder encontrar esas explicaciones. Dios revela Su Palabra, puede enseñar en dónde encontrar investigaciones responsables, relevantes y coherentes que nos ayuden a entender los pasajes que parecen difíciles de entender. Una vez más, el clamor a Dios es la pieza clave de esta ecuación.
Este énfasis se repite una y otra vez en las Sagradas Escrituras. Dios se revela a través de la oración con una manifestación que transforma todas las cosas.
“9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” (1 Cor 2:9-13)
“47 El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio.” (Dan 2:47)
El tiempo de oración se transforma en una aventura de fe cuando logramos comprender estas verdades Escriturales. Clamar como nos instruye Dios a través de este profeta, garantiza sanidad y restauración, revelación y transformación. Esto es así porque cuando entramos en esa dimensión de la oración entramos en el tiempo de Dios. El tiempo de Dios es eterno, sin principio ni fin. La oración nos introduce en el tiempo eterno de Dios.”
[1] Bounds, E. (2003). “The essentials of prayer”, en Complete Works of E. M. Bounds. WORDsearch.
[2] Hardin, L. T. (2016). Prayer. En J. D. Barry, D. Bomar, D. R. Brown, R. Klippenstein, D. Mangum, C. Sinclair Wolcott, L. Wentz, E. Ritzema, & W. Widder (Eds.), The Lexham Bible Dictionary. Lexham Press.
[3] Didache 8.
[4] Apostolic Constitutions 7:47–49.
[5] Dugmore, C.W.. The Influence of the Synagogue Upon the Divine Office. Oxford: University Press, 1944.
[6] https://www.librarything.com/author/dugmorecw.
[7] Elwell, W. A., & Buckwalter, D. (1996). Topical analysis of the Bible: with the New International Version (Vol. 5). Baker Book House
[8] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[9] Strong, J. (1995). En Enhanced Strong’s Lexicon. Woodside Bible Fellowship.
[10] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 613–614). Editorial Mundo Hispano
[11] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[12] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). En Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament Scriptures (pp. 134–135). Logos Bible Software.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (V)
“26 Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.” (Rom 8:14-17, NTV)
“La oración involucra al ser humano en su totalidad. Abarca al hombre en su ser completo: mente, alma y cuerpo. Se requiere la entrega total del ser humano para orar, y la oración lo transforma por completo con sus frutos. Así como toda la naturaleza del ser humano se adentra a la oración, así se beneficia de ella todo lo que le pertenece a esta. Todo lo que hay en el ser humano recibe beneficios en la oración. Es por esto que es necesario entregarse por completo a Dios al orar. Los mayores frutos de la oración los obtiene aquél que se entrega a Dios por completo, con todo su ser y con todo lo que le pertenece. Este es el secreto de la consagración plena y esta es una condición para una oración eficaz; la que produce los mayores frutos.
Los hombres de antaño que obraron bien en la oración, que lograron grandes cosas, que movieron a Dios a realizar proezas, fueron aquellos que se entregaron por completo a Dios en sus oraciones. Dios desea, y tiene que poseer todo lo que hay en el ser humano para responder a sus oraciones. Él necesita hombres íntegros a través de quienes llevar a cabo sus propósitos y planes para la humanidad. Dios necesita a los seres humanos por completo. No se admiten seres humanos de doble ánimo. No se puede utilizar a un ser humano vacilante. Dios no puede usar ningún ser humano vacilante. Ningún ser humano con una lealtad dividida entre Dios, el mundo y sí mismo, puede realizar la oración que se necesita hacer.
La santidad es plenitud, y por eso Dios quiere hombres santos, hombres íntegros y sinceros, para su servicio y para la tarea de la oración. «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y ruego a Dios que todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— se conserve irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo». Estos son los tipos de seres humanos que Dios quiere como líderes de las huestes de Israel, y es de estas que se forma el grupo de oración.”[1] (Traducción libre)
El tema de la oración ha ocupado el centro de nuestras reflexiones más recientes. Sin duda alguna, conocer y practicar esta disciplina espiritual es esencial para el desarrollo del carácter del cristiano y establecer un desarrollo constante de su madurez. Al mismo tiempo, como hemos reseñado en otras ocasiones, la oración nos concede mejores y más grandes oportunidades para poder conocer aquello que Pablo (1 Cor 2:9) e Isaías (Isa 64:4, NTV) han llamado las cosas que nadie ha visto ni escuchado acerca de Dios.
El ejercicio de estudiar y realizar investigaciones acerca de este tema nos ha permitido encontrar innumerables vertientes bíblicas, teológicas e históricas acerca del mismo. Reseñamos que hemos dedicado tres (3) temporadas para analizar este: 2008, 2022 y la actual. Aun así, no hemos siquiera podido ser capaces de arañar la superficie del mismo.
Para tener una idea de lo vasto que este tema, basta considerar que no hemos sido capaces de trabajar profunda y arduamente con los elementos de la oración, aciertos y desaciertos, desarrollados por aquellos que han sido identificados como los “místicos” de la oración. Estos especialistas a los que la historia eclesiástica ha definido como practicantes de la contemplación, realizaron muy buenas y grandes aportaciones al tema de la oración. Figuras históricas como Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Teresa de Lisieux, Ignacio de Loyola, solo por mencionar algunos de estos, se adentraron en esta disciplina espiritual consiguiendo vivir experiencias trascendentales.
No tenemos espacio aquí para analizar en detalle sus aciertos y desaciertos en relación a este tema. Nunca olvidemos que los seres humanos, como seres imperfectos, siempre estaremos a la merced de errores e incongruencias que provocan esas imperfecciones. Lo que sí podemos afirmar es que ellos realizaron contribuciones muy significativas para el desarrollo de esta disciplina espiritual.
Tampoco hemos podido hacer espacio para analizar el desarrollo del tema de la oración en la historia de la Iglesia. Por ejemplo, no hemos podido examinar cómo es que la Iglesia desarrolló la relación entre los modelos espontáneos de oración que encontramos en el Nuevo Testamento con las liturgias de oración que el pueblo judío ya había desarrollado.
Los modelos espontáneos a los que hacemos referencia los encontramos estudiando las oraciones de Cristo y de Pablo que aparecen en el Nuevo Testamento. Las liturgias de oración del pueblo judío que señalamos incluyen la inserción del uso de los salmos, y de otras rutinas de oración que nosotros hemos hecho nuestras como creyentes en Cristo a través de los siglos. Repetimos: la Iglesia ha combinado ambos en su disciplina de oración a través de toda su historia.
Hay datos históricos relevantes acerca de este tema. Por ejemplo, sabemos que el modelo de oración conocido por sus siglas en inglés como A.C.T.S. (adoration, confession, thanksgiving and supplication - adoración, confesión, acción de gracias y súplica) fue iniciado por Orígenes (185-225 D. C.), uno de los Padres de la Iglesia. Este modelo posee muchos elementos de la oración de ambos Testamentos bíblicos. Esta información la podemos encontrar estudiando algunos de los escritos de este insigne teólogo cristiano: (Origen, “On Prayer”, 23.1).[2]
Al mismo tiempo, sabemos que la Iglesia comenzó a incluir en sus oraciones la recitación de la oración del Padre Nuestro en el segundo siglo de la era cristiana.[3] Así mismo la inserción de rutinas de oración como son las tres oraciones diarias[4].
Hay varios libros acerca de este tema. Uno de los más interesantes fue escrito hace muchos años por Clifford William Dugmore.[5] Dugmore (1909-1990) fue un excelente historiador eclesiástico británico, que contribuyó al desarrollo del estudio de la historia de la Iglesia, con énfasis en la de Gran Bretaña.[6]
Estamos convencidos de que en algún momento tendremos que dedicar un espacio considerable para el análisis responsable de todas estas aportaciones.
Ahora bien, el valor de la oración en la vida del creyente, los obstáculos, impedimentos y/o peligros que amenazan esta, son desatacados y reconocidos hasta en aquellas publicaciones académicas que se dedican a recoger bosquejos de tópicos relevantes de la fe cristiana. Entre estos, mencionamos el “Topical analysis of the Bible: with the New International Version,” (Vol. 5). Baker Book House,[7] que recoge e identifica los elementos de valor o de importancia que posee la oración.
Uno de estos valores es que la oración nos asegura la presencia del Señor. Dios siempre está presente cuando oramos, cuando buscamos su rostro. El salmista decía lo siguiente acerca de esta verdad bíblica:
“18 Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. 19 Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.” (Sal 145:18-19)
El escritor de la Carta a Santiago también lo afirmó al decir lo siguiente:
“8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (Stgo 4:8)
Es muy importante saber que la Biblia dice que a Dios le agrada hablar con nosotros. Así lo afirma el proverbista cuando dice lo siguiente:
“El SEÑOR detesta las ofrendas de los perversos, pero le agradan las oraciones de los justos.” (Pro 15:8, PDT)
La Biblia señala que otro valor que posee la oración es que esta consagra, santifica toda la creación de Dios. Así lo afirma el Apóstol Pablo cuando le dice lo siguiente a Timoteo:
“4 Todo lo que Dios creó es bueno y nada debe ser rechazado, sino recibido con agradecimiento. 5 Todo lo que Dios hizo es purificado por lo que él dijo y por la oración.” (1 Tim 4:4-5, PDT)
La Biblia también enseña que la oración es poderosa y eficaz. Leemos lo siguiente en la Carta de Santiago:
“La oración de quien está bien con Dios es poderosa y efectiva. 17 Elías fue un ser humano como cualquiera de nosotros, y pidió que no lloviera, y no llovió por tres años y medio. 18 Después oró otra vez, llovió y la tierra produjo sus cosechas.” (Stgo 5:16b-18, PDT)
“La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos. 17 Elías era tan humano como cualquiera de nosotros; sin embargo, cuando oró con fervor para que no cayera lluvia, ¡no llovió durante tres años y medio! 18 Más tarde, cuando volvió a orar, el cielo envió lluvia, y la tierra comenzó a dar cosechas.” (NTV)
La Biblia dice que la oración nos fortalece en nuestras luchas contra la tentación. Leemos lo siguiente en el Evangelio de Mateo:
“41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mat 26:41, RV 1960)
“31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.” (Lcs 22:31)
La publicación de Elwell y Buckwalter que hemos citado, afirma que la oración trae bendiciones y la protección de Dios. Hay muchas referencias bíblicas que podemos utilizar para validar esta aseveración.
“6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.” (Sal 32:6)
“11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mat 7:11)
“9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Lcs 11:9-10)
“12 No hay diferencia entre los judíos y los gentiles en ese sentido. Ambos tienen al mismo Señor, quien da con generosidad a todos los que lo invocan.” (Rom 10:12, NTV)
La Biblia también dice que la oración nos llena de alegría, de gozo.
“24 Hasta ahora ustedes no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán para que así estén llenos de alegría.” (Jn 16:24, PDT)
Ella también afirma que la oración es una herramienta celestial para que podamos recibir compasión y misericordia en momentos de necesidad. Así lo afirma la Carta a los Hebreos cuando dice lo siguiente:
“16 Entonces, acerquémonos con confianza al trono de Dios que es generoso. Allí recibiremos su compasión y su bondad para ayudarnos cuando lo necesitemos.” (Heb 4:16, PDT)
Otro valor que trae consigo la oración es que esta trae entendimiento y capacidad para conocer y entender mejor lo que ha dicho Dios. El profeta Jeremías afirmó esto cuando dijo lo siguiente:
“3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jer 33:3)
El concepto hebreo traducido aquí como clamor es “qârâʼ” (H7121). Los recursos académicos consultados nos permiten conocer que este puede ser traducido de muchas formas. Dentro de estas encontramos llamar o convocar. Es decir, llamar a una persona para que se presente o encomendarle una tarea (Éxo 12:31);[8] llamar por su nombre,[9] convocarlo, (Est 2:14); designar con un nombre o título y así dar nombre a algo, ya sea un nombre propio o un título representativo (Gén 1:5); llamado, designado, conocido como, considerado por (Det 3:13; 1Sam 9:9; Pro 16:21); ser llamado (Isa 48:8; 58:12; 61:3; 62:2; Eze 10:13+); proclamar, anunciar, es decir, hacer un llamado público a la información o un evento (1Rey 21:9).[10]
Hay que observar aquí que este concepto hebreo destaca la relación que posee aquél que llama (“qârâʼ”, H7121) con la persona a la que está llamando. En otras palabras, el clamor al que Jeremías se refiere requiere que la persona que clama conozca a Aquél al que está clamando; que lo conozca por su nombre. El uso de este concepto en el Salmo 34:6 es una validación de esta aseveración porque el “pobre” (“ʽânı̂y”, H6041: “depressed”) que clama en ese verso conoce quién es Dios.
“6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias.” (Sal 34:6)
Compartimos lo siguiente acerca de la afirmación de Jeremías en la reflexión de El Heraldo publicada el 22 de julio del 2022:
“El vocabulario utilizado por Jeremías para hacer referencia al clamor (“qârâʼ”, H7121), es uno que describe que éste provoca que Dios enseñe y realice unas manifestaciones (“te enseñaré”: “nâgad”, H5046). Ese clamor provoca que Dios haga anuncios y exposiciones. Estos anuncios, enseñanzas y exposiciones tienen como propósito servir como herramientas para el crecimiento y el desarrollo espiritual personal e institucional de todo aquél que la recibe. En el caso de los cristianos, esto permite que el creyente en Cristo pueda desarrollar su relación con Dios y alcanzar la madurez necesaria para mantenerse enfocado en el propósito de Dios para su vida.
Comenzamos destacando que los conceptos utilizados en la frase “cosas grandes y ocultas” describen algo que es “gâdôl” (H1419) y “bâtsar” (H1219). Hemos dicho en otras reflexiones que el primero describe algo que es grande y/o que es más grande en términos de tiempo. El segundo describe algo que es inaccesible, que está aislado, que ha sido ocultado, que ha sido reprimido o que es contenido, que es secreto o que ha sido cortado[11].
Puntualizamos que es muy interesante el dato de que el concepto “bâtsar” también se utilice para describir la acción de recoger racimos de uvas (Lev 25:5, 11; Det 24:21; Jue 9:27). Esto es así porque tal y como hemos identificado en el párrafo anterior, este concepto también se utiliza para describir la acción de cortar algo. O sea, que Dios le estaba diciendo al profeta que Él ha prometido revelar, enseñar, exponer cosas que ya no son porque fueron cortadas, o que habrá de exponer el fruto (como las uvas) que viene de camino y que aún no ha sido recogido.
Este concepto también es utilizado para describir cosas que han sido retenidas o que están encerradas: aquello que parece inaccesible. Un ejemplo de esto último es el proceso de extracción de las minas de aquellos metales preciosos como el oro y la plata.[12] Otro uso es el de la enseñanza de aquellas cosas que son difíciles de entender. Existen varios ejemplos de esto en la revelación de mensajes implícitos en pasajes bíblicos que pueden dar la impresión de que no hacen sentido.
Es muy importante destacar que la Biblia siempre hace sentido; no existen contradicciones en ella. Hay explicaciones sólidas y coherentes para todas las ocasiones en las que encontramos pasajes bíblicos que parecen contradecirse.
El mensaje que el Señor le dio al profeta Jeremías indica que el clamor, la oración incesante, es la clave para poder encontrar esas explicaciones. Dios revela Su Palabra, puede enseñar en dónde encontrar investigaciones responsables, relevantes y coherentes que nos ayuden a entender los pasajes que parecen difíciles de entender. Una vez más, el clamor a Dios es la pieza clave de esta ecuación.
Este énfasis se repite una y otra vez en las Sagradas Escrituras. Dios se revela a través de la oración con una manifestación que transforma todas las cosas.
“9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” (1 Cor 2:9-13)
“47 El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio.” (Dan 2:47)
El tiempo de oración se transforma en una aventura de fe cuando logramos comprender estas verdades Escriturales. Clamar como nos instruye Dios a través de este profeta, garantiza sanidad y restauración, revelación y transformación. Esto es así porque cuando entramos en esa dimensión de la oración entramos en el tiempo de Dios. El tiempo de Dios es eterno, sin principio ni fin. La oración nos introduce en el tiempo eterno de Dios.”
[1] Bounds, E. (2003). “The essentials of prayer”, en Complete Works of E. M. Bounds. WORDsearch.
[2] Hardin, L. T. (2016). Prayer. En J. D. Barry, D. Bomar, D. R. Brown, R. Klippenstein, D. Mangum, C. Sinclair Wolcott, L. Wentz, E. Ritzema, & W. Widder (Eds.), The Lexham Bible Dictionary. Lexham Press.
[3] Didache 8.
[4] Apostolic Constitutions 7:47–49.
[5] Dugmore, C.W.. The Influence of the Synagogue Upon the Divine Office. Oxford: University Press, 1944.
[6] https://www.librarything.com/author/dugmorecw.
[7] Elwell, W. A., & Buckwalter, D. (1996). Topical analysis of the Bible: with the New International Version (Vol. 5). Baker Book House
[8] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[9] Strong, J. (1995). En Enhanced Strong’s Lexicon. Woodside Bible Fellowship.
[10] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 613–614). Editorial Mundo Hispano
[11] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[12] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). En Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament Scriptures (pp. 134–135). Logos Bible Software.
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