947 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 7 de abril del 2024

947 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  7 de abril del 2024
La oración en el Espíritu en la vida nueva del creyente
 
22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. 26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” Rom 8:22-27 (RVR1960)
 
La reflexión del domingo de resurrección publicada en El Heraldo el 31 de marzo del corriente (2024) nos permitió la oportunidad de analizar ocho (8) mensajes que nos regala la resurrección de Cristo. Este análisis fue desarrollado a partir del capítulo siete (“Voices of the resurrection”) de un libro escrito por Albert Benjamin Simpson, predicador y teólogo, fundador de la Alianza Cristiana Misionera y de las bases y el desarrollo del pentecostalismo que conocemos hoy. Ese libro se titula “The Cross of Christ” (La Cruz de Cristo)[1]. En esta ocasión, este análisis se desarrolló bajo la óptica que nos ofrece el Apóstol Pablo en su Carta a Los Romanos.
 
A continuación, un resumen de esos mensajes:

  1. El primer mensaje que proclama la resurrección es que Cristo es “declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Rom 1:4) 
  2. El segundo mensaje de la resurrección es que Dios el Padre aceptó el sacrificio de la cruz.
  3. El tercer mensaje de la resurrección de Cristo es que nuestra justificación ha sido asegurada.
  4. El cuarto mensaje de la resurrección es que ella es la causa eficiente de la santificación. 
  5. El quinto mensaje de la resurrección es que ella es la fuente del nivel o la dimensión de vida más alta que puede existir.
  6. El sexto mensaje de la resurrección es este; la resurrección de Cristo es la garantía de nuestra resurrección.
  7. El séptimo mensaje de la resurrección es que la resurrección de Cristo nos devuelve a Cristo coronado de gloria.
  8. El octavo y último mensaje de la resurrección es que ésta establece un precedente inimitable e inigualable, pues ella desata las dimensiones más altas que la oración y la fe pueden reclamar.

Sin duda alguna que el análisis que nos ofreció el Profesor Simpson posee un valor incalculable, vestido de la gracia y de la sabiduría de Dios.  

Ahora bien, concluimos esa reflexión señalando que existen muchos otros mensajes que comunica la resurrección de nuestro Señor. Resumimos algunos de ellos en la reflexión de El Heraldo publicada el 12 de abril de 2009. Decíamos allí que los efectos de la resurrección de Jesús son insondables. Entre los muchos resultados que pueden ser esgrimidos acerca de eso, subrayamos allí aquellos que consideramos como los más importantes.

  1. Afirma todo lo que Jesús dijo: el mensaje de Jesús y sus enseñanzas dependían de que
       pudiera cumplir su promesa y así lo hizo (Mc 8:31).
  1. Confirma quién es Jesús: Jesús declaró que él es Dios y resucitó para probarlo.
  2. Vindica los sufrimientos y la muerte de Cristo: Su pasión y su muerte no fueron en vano. Su muerte se produce con la intención de pagar por nuestra salvación y su resurrección para vencer la paga del pecado.
  3. Conquista la muerte: Jesús dijo que él es la resurrección y la vida. Dijo además que porque Él vive nosotros también viviremos (Jn 14:19). Es por esto que Pablo nos amplía que podemos vivir unidos a Cristo en el poder de la resurrección (Rom 6:5).
  4. Manifiesta la justicia de Dios: En 2 Cor 5:21 se nos enseña que Jesús fue convertido en la
esencia del pecado para que nosotros pudiéramos ser convertidos en justicia de Dios en
él. Así mismo se nos dice que la resurrección y la ascensión de Jesús garantiza su regreso
en gloria para la victoria final (Apo 19:11-13).
  1. Nos liberta del pecado porque nos justifica[2]. Pablo escribe esto en Rom 4:25. O sea, que 
        prueba que el sacrificio de Cristo fue aceptado por el Padre.
  1. Nos transforma como una acción superlativa de la gracia de Dios. La resurrección de Jesús garantiza que aquellos que están en Cristo son nuevas criaturas (2 Cor 5:17).
  2. Nos empodera. La misión del Apóstol Pablo incluye escribir acerca de vivir en el poder de la resurrección (Fil 3:8-11). La resurrección de Cristo le asigna un poder especial a la vida del creyente (Rom 8:11; Efe 1:19-20).
  3. Proclama la supremacía de Cristo.
10. Demuestra el poder de Dios.
11. Le concede autoridad al Evangelio.
12. Demuestra el carácter único del Cristianismo.
13. Apuntala el nacimiento de un Nuevo Pacto.
14. Provee las bases para la construcción del Reino.
15. Da inicio a los últimos tiempos.Cambia el curso de la historia.
16. Revela un Nuevo Camino para vivir una humanidad completa.
17. Estimula nuestro servicio.
18. Nos llena de esperanza.

Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Cor 15:19-22)

Ahora bien, hemos visto que el Apóstol Pablo enuncia estos mensajes y describe estos beneficios en su Carta a Los Romanos desde la óptica de la vida en el Espíritu. Esto es, la intervención del Espíritu Santo en la vida del creyente propulsa y desarrolla una nueva vida en Cristo y esta tiene que ser vivida en el Espíritu. Esto, a partir de que Aquél que resucitó a Cristo de entre los muertos habita en nosotros y nos dirige.

11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”  (Rom 8:11)

Debemos señalar que esta tesis paulina no está circunscrita a la teología expuesta en la Carta a Los Romanos. El Apóstol Pablo presenta esta tesis en otras de sus cartas. Veamos un ejemplo de esto:

“17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, 21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; 22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efe 1:17-23, RV 1960)

Algunas de las claves hermenéuticas (de interpretación) que utilizamos aquí son las perspectivas de este tema, el de la vida nueva que posee el creyente en Cristo, en cada carta que Pablo escribió. En la Carta a Los Efesios la perspectiva paulina es presentada desde las oraciones que el Apóstol hace por la Iglesia que estaba localizada en la ciudad de Éfeso (Efe 1:15-23; 3:14-21). La perspectiva que el Apóstol utiliza en su Carta a Los Romanos es la de la teología de la vida en el Espíritu. O sea, aquello que el Espíritu Santo desarrolla en el creyente desde que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador y nuestro Señor y dándole la oportunidad al Espíritu de Dios para que nos dirija (Rom 8:11-18).

Este es el contexto del pasaje bíblico que encabeza esta reflexión. El Apóstol Pablo comienza su alocución en el capítulo ocho de esa carta con la descripción de una nueva vida (Rom 8:1-18). Vemos allí la relación que desarrollamos con el Padre por la intervención de la sangre de Cristo y la presencia del Espíritu Santo. Esto es, la unión mística con el Padre; la incorporación al Cuerpo de Cristo[3]. Esta unión se desarrolla desde el escenario de una nueva dimensión: la de ser hijos de Dios (v.16).  Esta unión es descrita desde otra perspectiva en su Carta a Los Efesios.

22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efe 1:22-23)
“6 que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio,...
” (Efe 3:6)

11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;...” (Efe 4:11-13)

23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador…. 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” (Efe 5:23-30)

“18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,…. 24 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia;” (Col 1:18-19, 24)

15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” (Col 3:15)            

Luego de esto el Apóstol procede a ofrecernos un avance de la teología del manejo de las tribulaciones y las aflicciones desde la óptica de la esperanza (Romanos 8:18-25).

24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

Lo que el Apóstol nos dice aquí es que la vida en el Espíritu no está exenta de períodos de tribulación, pero que nosotros sabemos que las tribulaciones (las aflicciones del tiempo presente) no se comparan a la gloria venidera que se va a manifestar en nosotros (Rom 8:18).

18 Yo reconozco que tenemos que sufrir ahora, pero esos sufrimientos no son nada comparados con toda la gloria que vamos a recibir después.” (PDT)

18 Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después.” (DHH)

18 Sin embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que él nos revelará más adelante.” (NTV)

Es muy interesante el dato de que el Apóstol señale aquí que estas aflicciones provocan tres (3) clases de gemidos, a saber:

  • Toda la creación gime (v.22)
  • El creyente gime (v.23)
  • El Espíritu gime dentro del creyente intercediendo por nosotros (v.26)[4]

Sabemos que algunos comentarios bíblicos[5] apuntan a que la frase “el Espíritu gime” debe referirse a que somos nosotros los que gemimos con gemidos indecibles y que el Espíritu los hace suyos ante el Padre. Ellos concluyen que el Espíritu no puede gemir. Estamos convencidos de que están equivocados. Las razones para llegar a esta conclusión son muchas. Tomemos por ejemplo que la Biblia dice que el Padre se aflige por nosotros.

9 En toda angustia [“tsârâh”, H6869] de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad.” (Isa 63:9, RV 1960)

Cuando ellos sufrían, él también sufrió, y él personalmente los rescató. En su amor y su misericordia los redimió; los levantó y los tomó en brazos a lo largo de los años.” (NTV)

La Biblia añade a esto que el Hijo también se aflige:

44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” (Lcs 22:44)

¿Qué nos puede hacer pensar que dos personas de la Trinidad se puedan afligir y la tercera persona no?
Cuando R.C. Sproul analizó este tema llegó a la conclusión de que el mensaje de Pablo apuntaba hacia la impaciencia. Él se preguntaba qué cosa es lo que provoca que muchos creyentes estén constantemente detrás de las enseñanzas acerca de la ausencia de enfermedades, salud victoriosa y una vida sin problemas. La respuesta: la impaciencia. Sproul añadió que esto mismo sucede con el perfeccionismo. Él argumenta que nosotros sabemos que Dios ha prometido glorificarse; que poseemos una naturaleza similar a la de Cristo cuando éste resucitó de entre los muertos. No obstante, el perfeccionista no puede esperar al cumplimiento de una promesa en el futuro. Esto, dice él, no les permite lidiar de manera asertiva con el pecado, con las enfermedades y la muerte. Sproul va más lejos cuando afirma que la impaciencia debe ser considerada como un pecado porque es esta es la que produce y sustenta todas estas teologías equivocadas. Sproul añade que el capítulo ocho (8) de la Carta a Los Romanos afirma que la esperanza y la paciencia no son las únicas herramientas que tenemos para enfrentar las aflicciones y los problemas que encontramos en la vida. La otra herramienta es la presencia del Espíritu Santo.[6]

Este es el contexto, la descripción de la dimensión y el escenario que abre las puertas para el mensaje que Pablo comunica en los versos 26 y 27 del capítulo de la Carta a Los Romanos que estaremos analizando aquí. Es por esto que el verso 26 comienza diciendo “26 De igual manera…” (RV1960, PDT, DHH).

Lo que Pablo está describiendo aquí es uno de los ministerios del Espíritu Santo: sostenernos en medio de las tribulaciones. Lo otro que Pablo describe aquí es el misterio de la oración. ¿Cómo es que Pablo describe la oración este contexto? La respuesta a esto formará parte de nuestra próxima reflexión.

[1] Este libro ha sido publicado en múltiples ocasiones. La primera ocasión fue en 1910.
[2] Esta es una conclusión que corre en paralelo con uno de los mensajes que Simpson en su libro. Él lo enfoca desde la perspectiva del sacrificio aceptado por el Padre y el establecimiento de la comunión con el Eterno. En esta ocasión se presenta desde la perspectiva del perdón de nuestros pecados y la cancelación de la deuda que teníamos con el Padre.  
[3] Lange, J. P., Schaff, P., Fay, F. R., Hurst, J. F., & Riddle, M. B. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Romans (p. 275). Logos Bible Software.
[4] Wiersbe, W. W. (1992). Wiersbe’s expository outlines on the New Testament (p. 389). Victor Books.
[5] New English Bible plantea esto.
[6] Sproul, R. C. (1994). The Gospel of God: An Exposition of Romans (pp. 143–144). Christian Focus Publications.

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