March 2nd, 2025
994 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 2 de marzo del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (VI)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
El análisis del capítulo cuatro (4) del Evangelio de Juan nos ha brindado la oportunidad de analizar el tema de la adoración. Cabe señalar que uno de los conceptos griegos que se utiliza para hablar acerca de este tema (“proskuneō”, G4352) es usado en nueve (9) ocasiones en este capítulo. La reflexión anterior nos permitió iniciar el estudio de la definición de la adoración que nos proveyó el Rdo. Abelardo M. Díaz Morales, definición publicada en la revista Puerto Rico Evangélico del 25 de junio de 1916.
Veamos esta una vez más.
“Conocer a Dios con la razón es admirarle en sus obras; conocer a Dios con el corazón es amarle por su bondad; conocer a Dios con la voluntad es imitarle en su santidad y en sus propósitos. La verdadera adoración comprende este triple conocimiento de Dios, el cual se manifiesta en el creyente por medio de la admiración, el amor y la perfección espiritual”[1]
La reflexión anterior nos permitió acercarnos a la primera área de conocimiento que describe el Rdo. Díaz Morales: conocer a Dios con la razón. Hay varias conclusiones sobre esta clase de conocimiento que “dejamos en el tintero.” Una de estas es que si la adoración cristiana es responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús, entonces esta clase de conocimiento se tiene que adquirir mediante la revelación de Dios a nuestra razón.
Es el Apóstol Pablo el escritor bíblico que discute esta clase de revelación con mayor frecuencia. Por ejemplo, él describe en su Carta a los Romanos que uno de los problemas que produce el pecado es que este entenebrece nuestra capacidad para razonar y reaccionar de forma correcta ante la revelación de Dios.
“19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” (Rom 1:19-21)
Es importante subrayar que el concepto griego que se traduce aquí como “entendidas” es “noieō” (G3539). Este significa dirigir la mente hacia un tema, percibir, notar, en el sentido de recibir impresiones tanto sensoriales como mentales.[2]
Pablo le dice a la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Corinto que el dios de este siglo ciega ese entendimiento.
“4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2 Cor 4:4)
El concepto que griego que se traduce aquí como entendimiento es “noēma” (G3540), que puede ser traducido como mente, pensamientos, esquemas de razonamientos, la capacidad psicológica el contenido de lo que se piensa y razona.[3] Ese verso bíblico dice que el dios de este siglo “ha nublado la mente de esa gente que no tiene fe en Cristo. No los deja ver la luz que traen las buenas noticias acerca de la gloria de Cristo”. (PDT)
No obstante, es este mismo Apóstol el que nos instruye a orar para que el Señor alumbre los ojos de nuestro entendimiento, de modo que seamos capaces de recibir y acepar la revelación de la gracia, el poder y la salvación que Dios nos ha reglado en Cristo nuestro Señor.
“16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efe 1:16-18)
Es muy interesante el hecho de que el concepto griego que se traduce aquí como entendimiento sea “dianoia” (G1271). Este puede ser traducido como mente, razonamiento, entendimiento, pensamiento, modo de pensar, disposición, manera de pensar, contenido de lo que uno piensa, estar dispuesto a aprender y/o prepararse para la acción.[4]
Al mismo tiempo, es el Apóstol Juan el que utiliza el concepto entendimiento para decirnos que Dios es quien nos lo otorga para que seamos capaces de conocer a Cristo. O sea, que este es necesario para poder conocer al Señor.
“20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.” (1 Jn 5:20)
En otras palabras, que el Señor se revela a nuestra razón. Por lo tanto, podemos conocerle con esta para entonces decidir responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor. Eso es adoración Esto no significa que seremos capaces de entender a Dios, pero sí que podemos conocerle cada día más.
Los procesos para humillarse y arrepentirse requieren una decisión racional y volitiva. Sí, el arrepentimiento es una decisión racional. El concepto griego base para el arrepentimiento es “metanoeō” (G3340). Es de allí que surge el concepto “metanoia” (G3341): arrepentimiento. Arrepentirse o “metanoeō” viene de la combinación de los conceptos “meta” (G3326, ocupar una posición en medio de dos cosas o acompañar) y “noieō” (G3539, ejercitar la mente, comprender). O sea, que arrepentirse es pensar de manera diferente, reconsiderar (moralmente sentir compunción).
El Rdo. Díaz Morales argumenta en su definición que esta clase de revelación debe producir nuestra admiración por todo lo que Dios es y por todo lo que Él hace.
Esta clase de revelación era parte de lo que Jesucristo procuraba al dialogar con la mujer samaritana. Los diálogos iniciales solo provocaron respuestas emocionales y defensivas, motivadas por las diferencias étnicas-culturales, los corajes y el rencor que esta mujer llevaba en sus alforjas. Haber sido repudiada en cinco (5) ocasiones y estar en peligro de sufrir esto una vez más tiene que haber producido marcas en su alma (Jn 4:16-18). Sin embargo, los próximos parlamentos le invitaban a comenzar a discernir el momento y quién era la persona que hablaba con ella.
“10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” (Jn 4:10)
Ese diálogo se extiende con expresiones sarcásticas y cargadas de prejuicios religiosos.
“11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (vv.11-12)
Esto continúa hasta que Jesús, el Verbo Encarnado, decide confrontar a esta mujer con la historia que ella llevaba en su corazón.
“16 Jesús le dijo: Vé, llama a tu marido, y ven acá. 17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.” (vv.16-18)
La reacción inicial de esta mujer fue una defensiva: “me parece que tú eres profeta” (v19), un claro reconocimiento a la autoridad Aquél que le hablaba. No obstante, reconocer a Cristo como profeta no es suficiente. Él es el Señor y el Salvador del mundo. Luego de esto, ella procede a descargar otros argumentos defensivos, pero esta vez con ribetes y colores teológicos-históricos.
“20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.” (v.20)
Es entonces que Jesús el Señor decide enunciar unas aseveraciones eternas acerca de la adoración.
“21 Jesús le dijo: —Créeme, mujer, que llegará el momento en que ustedes no adorarán al Padre en este monte ni tampoco en Jerusalén. 22 Ustedes adoran algo que no entienden. Nosotros sabemos lo que adoramos porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero llegará el momento, y en efecto ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre está buscando gente que lo adore así. 24 Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad.”
(vv.21-24, PDT)
La mujer samaritana aún no lo sabía, pero estas declaraciones dichas por Dios hecho carne, la provocarían a entrar en razón y a aceptar que Aquél que estaba frente a ella era el Cristo, el Señor de la vida. La revelación de Dios le estaba permitiendo conocer a Dios con la razón y aceptar ser transformada en mucho más que una adoradora. La frase “Ustedes adoran algo que no entienden…” había sido expresada por el único que nos puede hacer entender quién es Dios. Las expresiones que describían que la adoración no depende del lugar en el que se adora y sí de cómo adoramos sellarían esa revelación.
Repetimos, ella sería transformada en mucho más que una adoradora. Ella se convertiría en un instrumento de adoración en las manos del Todopoderoso.
La segunda área de conocimiento que el Rdo. Díaz Morales describe aquí es la siguiente:
“Conocer a Dios con el corazón es amarle por su bondad.”
¿Qué significa conocer a Dios con el corazón? Conocer a Dios con el corazón es sinónimo de conocer al Señor desde el asiento de las emociones, de la personalidad y de donde emanan los pensamientos y nuestras acciones. Cuando la Biblia dice que nuestra boca habla desde el tesoro del corazón (“kardia”, G2588; Mat 12:34; Lcs 6:45), es obvio que no se refiere al músculo cardíaco.
Los salmistas insistían en describir la adoración a Dios como algo que emanaba desde allí (“lêbâb”, H3824).
“8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová;” (Sal 27:8, RV 1960).
“1 ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! 2 Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. 3 Aun el gorrión halla casa, Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, Cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío. 4 Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán. Selah 5 Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. 6 Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques. 7 Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion.” (Sal 84:1-6)
El reclamo de Cristo a su iglesia es que el amor que profesamos a Dios tiene que emanar de allí.
“30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. a su pueblo en el Antiguo Testamento.”[5] (Mcs 12:29-30)
El reclamo en el Antiguo Testamento no es distinto. Es más, incluye que esas palabras estén sobre el corazón y que es este el que debe ser circuncidado.
“5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. 6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Det 6:5-7)
“6 Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Det 30:6)
Agustín de Hipona se preguntaba lo siguiente en una de sus obras maestras: Confesiones: “¿Y qué cosa más cerca de tus oídos que el corazón que te confiesa y la vida que procede de la fe?”[6] La Biblia dice que ese corazón que ha decidido humillarse y arrepentirse no puede ser despreciado por Dios (Sal 51:17).
“Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti.”[7]
Describimos en párrafos anteriores el milagro de la “metanoia” (G3341): arrepentimiento. Un dato importante es que la Biblia establece que el arrepentimiento real ocurre en lo que ella describe como el corazón (Jn 12:40).
Nos parece que lo que el Rdo. Abelardo M. Díaz Morales define aquí como adoración es una revelación de Dios al corazón del ser humano.
La Biblia dice que los seres humanos podemos tener un corazón duro, ajeno de la vida de Dios (Efe 4:18), que nos hace vagar y no nos permite conocer los caminos del Señor (Heb 3:10). Ese corazón es descrito en la Biblia como uno que es malo de incredulidad y que nos conduce a apartarnos del Dios vivo (Heb 3:12). Sin embargo, también nos dice que podemos tener un corazón limpio que es capaz de amar con limpieza (1 Tim 1:5) y de invocar al Señor (2 Tim 2:22). Se trata de un corazón que procura hacer la voluntad de Dios (Efe 6:6), un corazón sincero que es capaz de temer a Dios (Col 3:22).
El proceso de transformación del corazón es uno producido por la revelación de Cristo que hace el Espíritu Santo en cada pecador que se arrepiente. Cuando abrimos el corazón para el Señor al escuchar su voz diciendo “dame hijo mío tu corazón” (Pro 23:26), lo próximo que sucede es que Dios utiliza nuestros corazones como un lienzo; para escribir en ellos su pacto de amor y redención. Esa acción de la misericordia divina nos transforma en parte del pueblo de Dios.
“10 Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo;” (Heb 8:10).
Esta transformación comienza aceptando voluntariamente que la revelación de Dios a nuestros corazones es una invitación para que podamos ser salvos. Esto es lo que dice el Apóstol Pablo en su Carta a los Romanos.
“8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” (Rom 10:8-10)
Adoración es la respuesta a la presencia de Dios que ofrece esa revelación divina al corazón del ser humano. El Rdo. Abelardo Díaz Morales señala que esa revelación debe provocar que amemos al Señor porque Él es bueno, y como dice el salmista: “…porque para siempre es su misericordia” (Sal 106:1; 107:1; 118:1, 29). En otras palabras, que esa clase de revelación debe provocar que reciproquemos Su amor por nosotros por su benevolencia, benignidad, generosidad, magnanimidad, tolerancia, sus buenas acciones y porque Él es bueno.
[1] Díaz Morales, Abelardo. Puerto Rico Evangélico, reflexiones. Publicado el 25 de junio de 1916.
[2] Behm, J., & Würthwein, E. (1964–). νοέω, νοῦς, νόημα, ἀνόητος, ἄνοια, δυσνόητος, διάνοια, διανόημα, ἔννοια, εὐνοέω, εὔνοια, κατανοέω, μετανοέω, μετάνοια, ἀμετανόητος, προνοέω, πρόνοια, ὑπονοέω, ὑπόνοια, νουθετέω, νουθεσία. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 4, p. 948). Eerdmans.
[3] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bíblicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[4] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bíblicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[5] Se repite en Mat 22:37-38; Lcs 10:27
[6] De Hipona, Agustín. Confesiones, Libro Segundo, III.5b. Digitalizado por LIBROdot.com
(http://www.librodot.com)
[7] Op. cit. Libro Primero I.1.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (VI)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
El análisis del capítulo cuatro (4) del Evangelio de Juan nos ha brindado la oportunidad de analizar el tema de la adoración. Cabe señalar que uno de los conceptos griegos que se utiliza para hablar acerca de este tema (“proskuneō”, G4352) es usado en nueve (9) ocasiones en este capítulo. La reflexión anterior nos permitió iniciar el estudio de la definición de la adoración que nos proveyó el Rdo. Abelardo M. Díaz Morales, definición publicada en la revista Puerto Rico Evangélico del 25 de junio de 1916.
Veamos esta una vez más.
“Conocer a Dios con la razón es admirarle en sus obras; conocer a Dios con el corazón es amarle por su bondad; conocer a Dios con la voluntad es imitarle en su santidad y en sus propósitos. La verdadera adoración comprende este triple conocimiento de Dios, el cual se manifiesta en el creyente por medio de la admiración, el amor y la perfección espiritual”[1]
La reflexión anterior nos permitió acercarnos a la primera área de conocimiento que describe el Rdo. Díaz Morales: conocer a Dios con la razón. Hay varias conclusiones sobre esta clase de conocimiento que “dejamos en el tintero.” Una de estas es que si la adoración cristiana es responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús, entonces esta clase de conocimiento se tiene que adquirir mediante la revelación de Dios a nuestra razón.
Es el Apóstol Pablo el escritor bíblico que discute esta clase de revelación con mayor frecuencia. Por ejemplo, él describe en su Carta a los Romanos que uno de los problemas que produce el pecado es que este entenebrece nuestra capacidad para razonar y reaccionar de forma correcta ante la revelación de Dios.
“19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” (Rom 1:19-21)
Es importante subrayar que el concepto griego que se traduce aquí como “entendidas” es “noieō” (G3539). Este significa dirigir la mente hacia un tema, percibir, notar, en el sentido de recibir impresiones tanto sensoriales como mentales.[2]
Pablo le dice a la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Corinto que el dios de este siglo ciega ese entendimiento.
“4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2 Cor 4:4)
El concepto que griego que se traduce aquí como entendimiento es “noēma” (G3540), que puede ser traducido como mente, pensamientos, esquemas de razonamientos, la capacidad psicológica el contenido de lo que se piensa y razona.[3] Ese verso bíblico dice que el dios de este siglo “ha nublado la mente de esa gente que no tiene fe en Cristo. No los deja ver la luz que traen las buenas noticias acerca de la gloria de Cristo”. (PDT)
No obstante, es este mismo Apóstol el que nos instruye a orar para que el Señor alumbre los ojos de nuestro entendimiento, de modo que seamos capaces de recibir y acepar la revelación de la gracia, el poder y la salvación que Dios nos ha reglado en Cristo nuestro Señor.
“16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efe 1:16-18)
Es muy interesante el hecho de que el concepto griego que se traduce aquí como entendimiento sea “dianoia” (G1271). Este puede ser traducido como mente, razonamiento, entendimiento, pensamiento, modo de pensar, disposición, manera de pensar, contenido de lo que uno piensa, estar dispuesto a aprender y/o prepararse para la acción.[4]
Al mismo tiempo, es el Apóstol Juan el que utiliza el concepto entendimiento para decirnos que Dios es quien nos lo otorga para que seamos capaces de conocer a Cristo. O sea, que este es necesario para poder conocer al Señor.
“20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.” (1 Jn 5:20)
En otras palabras, que el Señor se revela a nuestra razón. Por lo tanto, podemos conocerle con esta para entonces decidir responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor. Eso es adoración Esto no significa que seremos capaces de entender a Dios, pero sí que podemos conocerle cada día más.
Los procesos para humillarse y arrepentirse requieren una decisión racional y volitiva. Sí, el arrepentimiento es una decisión racional. El concepto griego base para el arrepentimiento es “metanoeō” (G3340). Es de allí que surge el concepto “metanoia” (G3341): arrepentimiento. Arrepentirse o “metanoeō” viene de la combinación de los conceptos “meta” (G3326, ocupar una posición en medio de dos cosas o acompañar) y “noieō” (G3539, ejercitar la mente, comprender). O sea, que arrepentirse es pensar de manera diferente, reconsiderar (moralmente sentir compunción).
El Rdo. Díaz Morales argumenta en su definición que esta clase de revelación debe producir nuestra admiración por todo lo que Dios es y por todo lo que Él hace.
Esta clase de revelación era parte de lo que Jesucristo procuraba al dialogar con la mujer samaritana. Los diálogos iniciales solo provocaron respuestas emocionales y defensivas, motivadas por las diferencias étnicas-culturales, los corajes y el rencor que esta mujer llevaba en sus alforjas. Haber sido repudiada en cinco (5) ocasiones y estar en peligro de sufrir esto una vez más tiene que haber producido marcas en su alma (Jn 4:16-18). Sin embargo, los próximos parlamentos le invitaban a comenzar a discernir el momento y quién era la persona que hablaba con ella.
“10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” (Jn 4:10)
Ese diálogo se extiende con expresiones sarcásticas y cargadas de prejuicios religiosos.
“11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (vv.11-12)
Esto continúa hasta que Jesús, el Verbo Encarnado, decide confrontar a esta mujer con la historia que ella llevaba en su corazón.
“16 Jesús le dijo: Vé, llama a tu marido, y ven acá. 17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.” (vv.16-18)
La reacción inicial de esta mujer fue una defensiva: “me parece que tú eres profeta” (v19), un claro reconocimiento a la autoridad Aquél que le hablaba. No obstante, reconocer a Cristo como profeta no es suficiente. Él es el Señor y el Salvador del mundo. Luego de esto, ella procede a descargar otros argumentos defensivos, pero esta vez con ribetes y colores teológicos-históricos.
“20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.” (v.20)
Es entonces que Jesús el Señor decide enunciar unas aseveraciones eternas acerca de la adoración.
“21 Jesús le dijo: —Créeme, mujer, que llegará el momento en que ustedes no adorarán al Padre en este monte ni tampoco en Jerusalén. 22 Ustedes adoran algo que no entienden. Nosotros sabemos lo que adoramos porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero llegará el momento, y en efecto ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre está buscando gente que lo adore así. 24 Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad.”
(vv.21-24, PDT)
La mujer samaritana aún no lo sabía, pero estas declaraciones dichas por Dios hecho carne, la provocarían a entrar en razón y a aceptar que Aquél que estaba frente a ella era el Cristo, el Señor de la vida. La revelación de Dios le estaba permitiendo conocer a Dios con la razón y aceptar ser transformada en mucho más que una adoradora. La frase “Ustedes adoran algo que no entienden…” había sido expresada por el único que nos puede hacer entender quién es Dios. Las expresiones que describían que la adoración no depende del lugar en el que se adora y sí de cómo adoramos sellarían esa revelación.
Repetimos, ella sería transformada en mucho más que una adoradora. Ella se convertiría en un instrumento de adoración en las manos del Todopoderoso.
La segunda área de conocimiento que el Rdo. Díaz Morales describe aquí es la siguiente:
“Conocer a Dios con el corazón es amarle por su bondad.”
¿Qué significa conocer a Dios con el corazón? Conocer a Dios con el corazón es sinónimo de conocer al Señor desde el asiento de las emociones, de la personalidad y de donde emanan los pensamientos y nuestras acciones. Cuando la Biblia dice que nuestra boca habla desde el tesoro del corazón (“kardia”, G2588; Mat 12:34; Lcs 6:45), es obvio que no se refiere al músculo cardíaco.
Los salmistas insistían en describir la adoración a Dios como algo que emanaba desde allí (“lêbâb”, H3824).
“8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová;” (Sal 27:8, RV 1960).
“1 ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! 2 Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. 3 Aun el gorrión halla casa, Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, Cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío. 4 Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán. Selah 5 Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. 6 Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques. 7 Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion.” (Sal 84:1-6)
El reclamo de Cristo a su iglesia es que el amor que profesamos a Dios tiene que emanar de allí.
“30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. a su pueblo en el Antiguo Testamento.”[5] (Mcs 12:29-30)
El reclamo en el Antiguo Testamento no es distinto. Es más, incluye que esas palabras estén sobre el corazón y que es este el que debe ser circuncidado.
“5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. 6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Det 6:5-7)
“6 Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Det 30:6)
Agustín de Hipona se preguntaba lo siguiente en una de sus obras maestras: Confesiones: “¿Y qué cosa más cerca de tus oídos que el corazón que te confiesa y la vida que procede de la fe?”[6] La Biblia dice que ese corazón que ha decidido humillarse y arrepentirse no puede ser despreciado por Dios (Sal 51:17).
“Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti.”[7]
Describimos en párrafos anteriores el milagro de la “metanoia” (G3341): arrepentimiento. Un dato importante es que la Biblia establece que el arrepentimiento real ocurre en lo que ella describe como el corazón (Jn 12:40).
Nos parece que lo que el Rdo. Abelardo M. Díaz Morales define aquí como adoración es una revelación de Dios al corazón del ser humano.
La Biblia dice que los seres humanos podemos tener un corazón duro, ajeno de la vida de Dios (Efe 4:18), que nos hace vagar y no nos permite conocer los caminos del Señor (Heb 3:10). Ese corazón es descrito en la Biblia como uno que es malo de incredulidad y que nos conduce a apartarnos del Dios vivo (Heb 3:12). Sin embargo, también nos dice que podemos tener un corazón limpio que es capaz de amar con limpieza (1 Tim 1:5) y de invocar al Señor (2 Tim 2:22). Se trata de un corazón que procura hacer la voluntad de Dios (Efe 6:6), un corazón sincero que es capaz de temer a Dios (Col 3:22).
El proceso de transformación del corazón es uno producido por la revelación de Cristo que hace el Espíritu Santo en cada pecador que se arrepiente. Cuando abrimos el corazón para el Señor al escuchar su voz diciendo “dame hijo mío tu corazón” (Pro 23:26), lo próximo que sucede es que Dios utiliza nuestros corazones como un lienzo; para escribir en ellos su pacto de amor y redención. Esa acción de la misericordia divina nos transforma en parte del pueblo de Dios.
“10 Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo;” (Heb 8:10).
Esta transformación comienza aceptando voluntariamente que la revelación de Dios a nuestros corazones es una invitación para que podamos ser salvos. Esto es lo que dice el Apóstol Pablo en su Carta a los Romanos.
“8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” (Rom 10:8-10)
Adoración es la respuesta a la presencia de Dios que ofrece esa revelación divina al corazón del ser humano. El Rdo. Abelardo Díaz Morales señala que esa revelación debe provocar que amemos al Señor porque Él es bueno, y como dice el salmista: “…porque para siempre es su misericordia” (Sal 106:1; 107:1; 118:1, 29). En otras palabras, que esa clase de revelación debe provocar que reciproquemos Su amor por nosotros por su benevolencia, benignidad, generosidad, magnanimidad, tolerancia, sus buenas acciones y porque Él es bueno.
[1] Díaz Morales, Abelardo. Puerto Rico Evangélico, reflexiones. Publicado el 25 de junio de 1916.
[2] Behm, J., & Würthwein, E. (1964–). νοέω, νοῦς, νόημα, ἀνόητος, ἄνοια, δυσνόητος, διάνοια, διανόημα, ἔννοια, εὐνοέω, εὔνοια, κατανοέω, μετανοέω, μετάνοια, ἀμετανόητος, προνοέω, πρόνοια, ὑπονοέω, ὑπόνοια, νουθετέω, νουθεσία. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 4, p. 948). Eerdmans.
[3] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bíblicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[4] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bíblicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[5] Se repite en Mat 22:37-38; Lcs 10:27
[6] De Hipona, Agustín. Confesiones, Libro Segundo, III.5b. Digitalizado por LIBROdot.com
(http://www.librodot.com)
[7] Op. cit. Libro Primero I.1.
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1 Comment
Excelente exposición del tema!!
nLamentable sus expresiones antes de predicar respecto al presidente de Ucrania ??
nDebería dejar la arrogancia y pedantería en la enseñanzas y predicas en la casa de Dios
nSolo escritura y no imponer su cosmovision republicana
nSon palabras fuertes pero debería considerarlas y meditarlas para el bien de la Iglesia