1008 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 8 de junio del 2025

1008 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 8 de junio del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos invita a pedir al Padre para poder a adorar (IV) 

 
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
           
El repaso de la narrativa acerca del diálogo que ocurrió entre Jesucristo nuestro Señor y la mujer samaritana nos ha permitido llegar a varias conclusiones. Una de estas, que nuestro Salvador había enseñado a esta mujer a orar mientras dialogaba con ella. Otra, que Jesucristo le había explicado el significado, el valor y el lugar que posee la adoración para aquellos que amamos al Salvador de nuestras vidas.

Es muy importante reiterar que Juan debió haber sostenido algunos diálogos con ella y con Jesucristo acerca de lo que sucedió allí antes de que este Evangelio fuera escrito. Como hemos señalado en la reflexión anterior, la Biblia dice que Juan no estaba presente cuando este encuentro ocurrió. De hecho, la Biblia dice que ninguno de los discípulos se atrevió a preguntar cosa alguna acerca de lo que había ocurrido allí cuando regresaron a ese lugar.

“27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?”  (Jn 4:27)

Además, él fue inspirado por el Espíritu Santo a escribir este Evangelio a finales del primer siglo de la era cristiana. O sea, muchos años después de que este encuentro había ocurrido.[1]

Añadimos a esto que el diálogo entre Cristo y la mujer samaritana no ocurrió en griego. Con toda probabilidad debió haber ocurrido en arameo o en hebreo. Por lo tanto, Juan dependió de las expresiones que Cristo le dijo que había vertido en ese encuentro, así como de las que esta mujer utilizó para describirle lo que había sucedido allí. Todo esto para poder traducir ese diálogo de manera fidedigna al griego clásico (koiné) que se usa en los Evangelios. Esta es una de las razones por las que estas expresiones son tan singulares y gloriosas. Juan entendió lo que le había ocurrido a esta mujer y cómo era que ella había escuchado interpretado las expresiones utilizadas por nuestro Señor y Salvador.

¿No le parece a usted que todo esto es glorioso? El evangelista ante sí a una mujer transformada por el encuentro con Jesús y con su mensaje. Las expresiones en griego clásico que Juan utiliza para documentar este diálogo son un testimonio vivo de lo que ella había vivido. Un dato adicional es que Juan sí estuvo presente en Samaria luego de que este encuentro y fue testigo presencial de la transformación que ella había experimentado.

“39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. 40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y creyeron muchos más por la palabra de él, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo. 43 Dos días después, salió de allí y fue a Galilea.” (Jn 4:39-43)

Ahora bien, ese diálogo revela otra enseñanza que Cristo le “regaló” a la mujer samaritana, así como a la Iglesia de todas las generaciones. Repasemos ese diálogo una vez más para poder ir al análisis de la misma.

“9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Jn 4:9-14)

Estas expresiones apuntan con claridad a una agenda de transformación. Las aseveraciones que Jesucristo hace aquí no se limitan a decirle a esta mujer que ella va a poder beber del agua que Él le ofrece. Estas expresiones dicen con claridad que ella y todos aquellos que creen serían transformados en fuentes de esa agua: agua que salta para vida eterna.

Examinemos esto con detenimiento y aprovechemos la ocasión para repasar axiomas y enseñanzas que hemos compartido en reflexiones anteriores. Veamos una que fue publicada recientemente.

El Heraldo del 3 de abril de 2025

“Responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús es un medio inigualable para acercarse a la presencia eterna, santa, majestuosa y gloriosa de Dios. Es por esto que la adoración no es algo que procuramos que forme parte de nuestra vida: es nuestra vida. Esta es una de las razones por las que la Biblia enseña que hay que darle la gloria al Señor (Sal 29:1). Ella enseña que hay que buscar su rostro siempre (Sal 105:4); ese rostro en el que está la gloria del Todopoderoso (2 Cor 4:6). Ella añade que hay que hacerlo en la hermosura de su santidad (Sal 29:2).
 
‘1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. 2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.’ (Sal 29:1-2)
 
Él salmista añadió a esto que hay que hacerlo en todo lugar y en todo tiempo.
 
‘3 Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, Sea alabado el nombre de Jehová.’ (Sal 113:3)
 
‘1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.’ (Sal 34:1)
 
‘62 A medianoche me levanto para alabarte Por tus justos juicios.’ (Sal 119:62)
 
‘147 Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra.’ (v. 147)
 
El Nuevo Testamento amplía esta orden divina señalando que todo lo que hacemos debe ser hecho para la gloria de Dios.
 
‘31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. (1 Cor 10:31)
 
Este estilo de vida, el de vivir dando gloria a Dios en todo tiempo, nos permite acercarnos a la gloria de Dios. Es por esto que las definiciones de la adoración que hemos compartido en reflexiones anteriores insisten en que lo hagamos, que lo hagamos de corazón y que lo hagamos en Cristo Jesús. Aquellos que adoran así comprueban que la vida entera en adoración les permite alcanzar los beneficios más grandes y gloriosos que se pueden alcanzar aquí.
 
Repetimos el principio teológico que afirma que nosotros hemos sido creados para darle honor y gloria a Dios. Añadimos a esto que también fuimos creados, planificados para formar parte de la familia de Dios (Gál 6:10; Efe 2:19). Ahora bien, es necesario que seamos transformados para que esto suceda. Esa transformación se inicia cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador y nuestro Señor, y comenzamos a buscar en adoración estar ante esa gloria. La búsqueda de esa gloria en adoración facilita los procesos para que seamos moldeados para servir a Dios, para vivir enfocados en la misión que Dios ha asignado a cada creyente y para crecer hasta alcanzar la estatura del varón perfecto que es Cristo (Efe 4:13).”

Entonces, es un hecho que Cristo le había dicho a la mujer samaritana que ella necesitaba ser transformada y que esa transformación la convertiría a ella en una fuente de agua que salta para vida eterna. Ella también aprendió que esa transformación tendría un costo. Al menos, ese costo traería consigo la necesidad de echar a un lado su inclinación a verlo todo desde la óptica de su etnicidad.

“21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.”  (Jn 4:21-24)

Repasemos estas aseveraciones, particularmente la que describe a los adoradores que el Padre Celestial busca (verdaderos). Estaremos utilizando otra reflexión publicada hace algunos años para examinar esa aseveración. La misma estaba enfocada en el relato bíblico de la adoración ofrecida por otra mujer muy singular; la mujer que derrama el perfume de nardo puro que trajo en el frasco de alabastro.

“3 Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. 4 Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? 5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. 6 Pero Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. 7 Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. 8 Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.”  (Mc 14:3-9)

El Heraldo del 5 de enero de 2014

“Esta mujer derrama su adoración enfocada en Aquél al que adora, consciente del costo que esta implica y sabiendo que esta adoración es preciosa. La verdadera adoración cuesta.

Uno de los elementos esenciales de este escenario es que la adoración de esta mujer es personal. Ella no adora por proxy; no puede enviar a otra persona a hacerlo por ella. Ella se arriesga y enfrenta todas las críticas y las calumnias cuando decide venir a adorar al Señor. La adoración de esta mujer posee un costo personal y emocional invaluable. No olvidamos que lo que ella derrama era suyo y con toda probabilidad lo había comprado para su disfrute personal. Joachim Gnilka describe la costumbre judía de tener esclavos ungiendo con perfume a las visitas especiales. Ella no temió ser considerada otra sierva del Señor. La adoración implica humillación.


Otro elemento esencial de este escenario es que su sacrificio posee un componente físico singular. La versión que nos ofrece el Evangelio de Lucas (Lcs 7:36-50) dice que ella usa su cabello, sus manos, sus lágrimas y su boca (besa los pies de Jesús). Esto describe un aspecto de la adoración que es necesario repasar. Esto es, adoración con las manos, con la boca, con lágrimas y con nuestro cuerpo.  


¿Habremos comprendido correctamente la necesidad de sacrificios de nuestro cuerpo como expresiones de adoración al Señor? Solo piense que hay gente que no viene a la Iglesia cuando llueve porque no se pueden mojar. ¿O que diremos de aquellos que no pueden sacrificar un rato extra en la semana para adiestrarse en aquellas cosas en las que deben servir al Señor?  “…os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom 12:1).


Veamos este pasaje bíblico una vez más:
 
“12 Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. 2 No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.” 
(Rom 12:1-2, NTV)
            
El segundo escenario, cuando la Biblia dice que ella hace lo que puede para servir al Señor, creo que es inspirado por algunas motivaciones extraordinarias. La primera de ellas es la compasión. Yo estoy convencido de que el discernimiento del Espíritu le intuía a saber que se acercaba el sacrificio más grande de la humanidad; la cruz del Calvario. La compasión siempre hace la diferencia. El costo del perfume carecía de importancia ante al amor que ella sentía por Aquél que le había salvado y rescatado. La adoración verdadera nos obliga a hacer todo aquello que podemos hacer para Dios. 


Sabemos que la Biblia dice en Stgo 4:17 que aquellos que saben hacer lo bueno y no lo hacen están pecando. Sin embargo, no es el temor a pecar lo que mueve a esta mujer. A ella la mueve el amor compasivo que le hace saber que su Señor va a padecer dolor. ¿Qué de aquellos que forman parte del Cuerpo de Cristo y que sufren dolores? ¿No nos han llamado a servir a Dios sirviéndoles?  


Otra motivación es su compromiso. No debe haber duda alguna de que esta mujer estaba comprometida con el Señor. El 2014 será muy distinto y diferente para aquellos que estén comprometidos con el Señor. Hay gente que se puede comprometer con VISA, JC Penney y Sears, con Toyota, Mitsubishi, Ford, o con BPPR, Pentagon y Scotia Bank, pero no se pueden comprometer con el Señor. La adoración verdadera requiere compromiso.


Su otra motivación tiene que haber sido su deseo de estar cerca del Señor. No existe motivación más grande que esta. No hay duda alguna de que todo lo que tenemos es por Él. Todo lo que poseemos es por Él. Todo lo que somos es por Él. Nuestro futuro está seguro por Él. Hay gozo al estar cerca de Él. Todo está bien si estamos con Él. Sien do esto así, entonces: la verdadera adoración nos acerca a Dios y nos separa del mundo.


El tercer escenario, la acción que la hace partícipe de los sufrimientos del Señor, nace de un corazón que no teme a que la identifiquen con Aquél que pronto iría al Calvario. Pablo nos dice que a nosotros nos es concedido a causa de Cristo, no sólo que creamos en él, sino también que padezcamos por Él (Fil 1:29). Esta es una escuela muy especial porque nos coloca en un escenario en el que no tememos que nos llamen fundamentalistas en el sentido que la Biblia nos enseña esto como fundamento. Es una escuela muy especial porque nos coloca en un escenario en el que no tenemos temor de pagar el precio de sufrir algunas penurias por Cristo Jesús. La verdadera adoración no teme padecer por Cristo.


El nardo que ella derrama es solo una metáfora de la vida de esta mujer. Para conseguirlo hay que escalar montañas y poner en riesgo muchas cosas. Una vez se consigue hay que desenterrarlo y cargarlo en los hombros. Luego hay que macerarlo hasta sacarle un aceite que no puede ser escondido porque su rico olor lo delata en cualquier lugar. El envase en el que hay que colocarlo es otra metáfora de la vida. Ese alabastro tiene que ser labrado a mano. Esta tarea tiene que llevarle a parecer cristal, lámina fina que se romperá con facilidad cuando se le pida ser quebrantado ante los pies de Aquél que está sentado en un trono alto y sublime. 


Si el alabastro no se quebranta y el nardo no se derrama entonces ambos se habrán desperdiciado. La voluntad humana de esta mujer cedió ante la hermosura de Aquél que le conquistó el corazón con su amor. Esto la llevó a convencerse de que quebrantarse, romperse, derramarse y humillarse ante Él sería lo mejor que jamás le podría suceder. ¿Cuánto hace que no te quebrantas, te rompes, te derramas y te humillas ante Él?  


Su testimonio ha trascendido las generaciones y dos (2) mil años más tarde celebramos en todos los lugares del mundo esta expresión de adoración tal y como Cristo dijo que sería hecho (Mc 14:9). ¿Qué se dirá de ti cuándo se cuente la historia de esta generación? ¿Qué dirá Cristo acerca de ti?


El olor de ese nardo cambió la atmósfera de ese lugar. La verdadera adoración cambia la atmósfera del lugar en el que se adora. ¿Cuánto tiempo duró el olor en esa residencia? Hay que adorar constantemente para que nunca se acabe ese rico olor que produce la adoración.
 
‘12 Mientras el rey estaba en su reclinatorio, Mi nardo dio su olor.’ (Cantares 1:12)” 

         
Esta mujer encontró el propósito de Dios para su vida mientras adoraba. Un resumen conciso de todo esto es que el encuentro que la mujer samaritana tuvo con nuestro Señor también le había permitido encontrar el suyo. Ser salva, ser transformada en una fuente de agua que salta para vida eterna y ser transformada en una adoradora verdadera. Es obvio que todo esto requería que ella hubiera sido sanada de sus recuerdos y de los traumas provocados por las experiencias sufridas en el pasado. El testimonio documental ofrecido por Juan revela que esto también ocurrió, para la gloria de Dios.

La mujer samaritana, al igual que la describe el capítulo catorce (14) del Evangelio de Marcos entendió, tenía que ella tenía que ceder su voluntad como mujer ante la hermosura de Aquél que le conquistó el corazón con su mensaje de gracia. Esta palabra de vida la llevó también a ella a convencerse de que tenía que ser quebrantada, rota, derramada delante del Señor de la vida y que decidir humillarse ante Él sería lo mejor que jamás le podría suceder. ¿Qué cree usted que el Señor quiere hacer con cada uno de nosotros?



[1] Este Evangelio fue el último en escribirse y esto ocurrió a finales del primer siglo de la era cristiana.


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