934 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 7 de enero del 2024

934 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 7 de enero del 2024
Una iglesia dirigida por el Espíritu de Dios

 
Ha comenzado el año 2024, un año que nos depara muchos retos, todos extraordinarios. Sabemos que estos retos servirán como escenarios para ver las manifestaciones de la gracia, el poder y la majestad de nuestro Señor. Esto será así tanto en nuestra vida como iglesia, como en las vidas de cada una de las familias que adoran y sirven con nosotros.  Este será al mismo tiempo un año de muchos esfuerzos de capacitación y de formación de nuestra congregación. La necesidad de conocer más acerca de quién es el Espíritu de Dios nos conmina a hacerlo. Estamos convencidos de que la iglesia necesita aprender cómo es que la Biblia describe las funciones y la operación del Espíritu Santo en la Iglesia y en la vida de los creyentes.

Desde el punto de vista procesal y programático, este año será uno intenso. Este año abriremos un programa de educación y de capacitación para todos los líderes de nuestra congregación y para aquellos que desean formar parte de los ministerios que el Señor nos ha encomendado. Este programa será dirigido por AMEC Academy, ministerio que dirige el Pastor Samuel J. Esquilín y será ofrecido de manera contigua al programa de discipulado que dirige el Pastor Wilfredo Rivera. Los hermanos que participan liderando en los ministerios de nuestra iglesia podrán formar parte de este programa. Aquellos que aún no participan en algunas de las posiciones de servicio de nuestra iglesia, deberán completar el programa de discipulado 201 que se ha venido ofreciendo desde hace varios años antes de poder formar parte del nuevo programa. En otras palabras, este programa para la capacitación de los líderes de nuestra iglesia servirá como complemento y extensión al programa de discipulado ya existente. Hemos planificado que este será un programa virtual, con clases pregrabadas que los asistentes tendrán la oportunidad de acceder desde sus hogares.  Este nuevo programa de educación y de capacitación Cristiana servirá para afirmar la formación teológica y práctica de nuestros líderes. Al mismo tiempo, les capacitará, si así ellos lo deciden, para poder continuar estudios y adiestramientos en áreas de consejería y de liderazgo. Además, este programa preparará aquellos que así lo deseen hacer para continuar estudios graduados en teología.

Este nuevo programa de educación y de capacitación vendrá de la mano del desarrollo de un programa de estudios teológicos graduados. Sí hermanos, podemos informar, para la gloria de Dios, que el Seminario Teológico Gordon Conwell (Gordon Conwell Theological Seminary)[1] ha aceptado nuestra invitación para convertir nuestras facilidades en un “hub” (centro) educativo. Esta institución teológica, que es una de las más prestigiosas en todo este hemisferio, ha aceptado ofrecer en nuestras facilidades cursos conducentes al grado de Maestría en Artes. Eventualmente, este programa también ofrecerá la oportunidad de realizar estudios conducentes al grado doctoral en ministerio (DMin). Los estudiantes que completen los requisitos de este programa educativo se graduarán del Seminario Teológico Gordon Conwell.  Una de las bendiciones de esta operación conjunta es que nuestra iglesia estará proveyendo parte del profesorado que estará enseñando en este programa. Demos toda la gloria a Dios por esta maravillosa oportunidad. A Dios sea la gloria por aquellos que han gestado y desarrollado todo el andamiaje necesario para desarrollar estos proyectos educativos y por aquellos que han estado dispuestos a formar parte de ese ministerio.

Otro programa de capacitación práctica que será extendido a toda la iglesia será el de misiones y evangelización. Creemos que toda la iglesia debe estar preparada para presentar el mensaje del Evangelio de nuestro Señor y de ser capaz de presentar “defensa con mansedumbre y reverencia” ante todo el que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros (1 Ped 3:15). El Pastor Luis A. Paz está a cargo de esos esfuerzos.

El programa de “Stephen’s ministry” (Ministerio Esteban), programa de cuidado pastoral de nuestra congregación, estará haciendo su lanzamiento en breve. Un Ministro Esteban es un miembro de la congregación que ha sido adiestrado para proveer cuidado pastoral “uno a uno” a aquellos que han experimentado temporadas de dificultades tales como angustia, divorcio, pérdida de trabajo, enfermedades crónicas o terminales y/o relocalizaciones. El primer equipo de hermanos que conforma este ministerio está a punto de concluir su fase de adiestramiento para entonces comenzar a prestar estos servicios de cuidado a la congregación. El Pastor Manuel A. Anguita y el hermano Carlos Velázquez están liderando todos estos procesos. A Dios sea la gloria por los entrenadores y por aquellos que han estado dispuestos a formar parte de ese ministerio.

Estos programas son solo algunos de los proyectos que estaremos poniendo en marcha durante este año. Uno de los propósitos claves que anhelamos alcanzar con estos es el de satisfacer las demandas que nos impone la misión que Dios nos ha impuesto como iglesia. Esta es nuestra misión:  “Buscamos la transformación integral de todos aquellos que adoran con nosotros, de manera que puedan estar capacitados para cumplir con las responsabilidades de la Gran Comisión y preparados para ver a Cristo el Señor en su Gloria”.  En este caso, cumplir con la exigencia del cielo de que todos nosotros seamos capaces de cumplir con la Gran Comisión (Mat 28:18-20).

Ahora bien, ninguno de estos proyectos podrá ser completamente efectivo sin la participación activa del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios debe impregnar con Su presencia, ungir y dirigir todos y cada uno de estos proyectos de fe. Es muy importante destacar que estos retos pondrán de relieve[2] nuestras incapacidades y la necesidad de una dependencia total del Espíritu de Dios. Es por esto que debemos redoblar e intensificar nuestra vida de oración e intercesión, claro está, suplicando que el cielo nos permita conocer y amistarnos con el Espíritu Santo.  Dentro de los pasajes bíblicos que surgen como pasajes rectores para esta clase de énfasis y de peregrinación, hay uno que encontramos en la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos:

24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. 26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”  Rom 8:24-27 (RVR1960)

Los axiomas bíblicos que este pasaje presenta trascienden todas nuestras capacidades racionales. Es muy cierto que este pasaje nos presenta unas dimensiones de la oración que sobrepasan los niveles de la inteligencia humana. No obstante, sabemos que hay otros escenarios dibujados aquí, otros enfoques presentes en las palabras eternas que el Espíritu de Dios le inspiró al Apóstol y que encontramos en estos versos.  La oración que Pablo describe aquí trasciende la definición de que orar es hablar con Dios. Esta es la definición habitual que comúnmente le proporcionamos a los hermanos recién convertidos. Sin embargo, es interesante el dato de que el catecismo de la Iglesia Católica define la oración como un don de Dios, como un misterio de la fe y un misterio del Espíritu. Eso es lo que se enseña a los catecúmenos de esa Iglesia.  

Al mismo tiempo, es muy curioso, que Abraham J. Heschel (1907-1972), un Rabino Judío que parecía más evangélico que la mayoría de nosotros, uno de los mejores intérpretes del tema de la oración que aparece en este pasaje del Nuevo Testamento. En uno de sus libros, “Man’s quest for God; studies in Prayer and Symbolism”[3], Heschel decía que, entre otras cosas, lo que aquí se planteaba era una necesidad ontológica, una necesidad de lo que somos. Heschel llegó a formular que nuestro problema no era cómo podíamos revitalizar la oración sino cómo podíamos revitalizarnos a nosotros mismos. Él planteaba que debíamos comenzar por cultivar unas virtudes y una forma de pensar sin las cuales nuestra adoración se parece a una serie de oraciones por los muertos, por ideas que ya están muertas en nuestros corazones. Él decía que la oración que no cultiva esas virtudes cae presa del poder de los tópicos. No nos percatamos que nuestros métodos racionales son deficientes ante estos niveles de oración y muy débiles para permitir que nos sumerjamos en las profundidades de la fe. Esas virtudes que Heschel menciona son las que la Biblia describe. Un ejemplo de estas lo encontramos en la Carta del Apóstol Pablo a los Filipenses (Fil 4:8-9).  Heschel culminaba estas declaraciones invitando a que vayamos a la habitación de la quietud, y que esperemos allí que la razón aprenda a apreciar al Espíritu en vez de ir a orar procurando recibir nociones estandarizadas que lo que consiguen es sofocar la mente y embrutecer el alma.

Hay unos datos bíblicos históricos que debemos tener a la mano para poder digerir estos planteamientos. En primer lugar, la Biblia dice que Jesús enseñó a sus discípulos cómo debían orar (Mat 6:5-13; Lcs 11:1-4). No era que ellos no sabían cómo hacerlo, sino que el Evangelio de nuestro Señor imponía otra forma de hacerlo. Los discípulos se acostumbraron a orar hablando con Jesús. Ellos disfrutaban escuchar y hablar con Dios encarnado, creciendo en intimidad e intercesión, y ayunando y clamando por la gloria de Dios. En segundo lugar, un poco más adelante Jesús les dijo que Él sería quitado, pero que no los dejaría solos:

12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.”  (Jn 16:12-15)

Es desde esta perspectiva que la presencia del Espíritu Santo se convierte, entre otras cosas, en el Interlocutor entre Jesús y nosotros. El Espíritu Santo nos permite continuar escuchando a Jesús nuestro Señor como si este estuviera físicamente entre nosotros. Al mismo tiempo Él nos guía a las maneras y a las formas para aplicar Sus enseñanzas de modo que podamos glorificar al Señor con todo lo que somos y lo que hacemos. En otras palabras, que la oración no es entonces una herramienta para pedir, sino que es una herramienta para poder hablar y escuchar a Dios.

Heschel decía que la oración no es una estratagema para uso ocasional; un refugio al que recurrir (“resort”) de vez en cuando. Ella es como una residencia establecida, para lo más íntimo del ser. Este rabino planteaba que todas las cosas poseen un hogar; las aves tienen su nido, las zorras sus cuevas, las abejas su panal. Él decía que la oración es el hogar de alma.  Heschel planteaba que un alma sin oración es un alma sin hogar; hastiada (“weary”), sollozante (“sobbing”), luego de vagar (“roaming”) a través de un mundo supurante (“festered”) de falsedades sin sentido (“aimlesness”) y absurdos. El alma busca un momento en el que pueda recoger su vida hecha pedazos, un momento en el que pueda despojarse (“divest”) de pretensiones impuestas y camuflajeadas. Esto, para poder simplificar las complejidades en un tiempo en el que ella pueda llamar pidiendo ayuda sin sentir que es cobarde.  Ese tipo de hogar es la oración. Heschel decía que sus atributos son la continuidad, la permanencia, la intimidad, la autenticidad y la importancia.  Repetimos: el alma es el hogar de la oración. El Profesor Heschel decía que en esa parcela (“cottage”), aún el más pobre de los hombres puede arriesgarse a desafiar la miseria y la malicia. Esta parcela podría ser frágil, su techo tembloroso e inestable, el viento podría soplar a través de este y ser abatido por las tormentas. No obstante, es allí que el alma espera ser comprendida; en el hogar de la oración.

El Apóstol Pablo nos dice en ese pasaje del capítulo 8 de la Carta a los Romanos que esa parcela puede y tiene que ser convertida en un refugio inexpugnable, sólido, a prueba de tormentas y de terremotos espirituales, emocionales o físicos. Es esto lo que se estila del escenario de oración que Pablo describe:

26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
(Rom 8:26)

Acerca de esto Heschel abundaba en que Dios está escondido en el misterio, en las
profundidades, definiendo ese concepto (misterio) como algo que necesita ser revelado por el Espíritu. Además, nosotros también estamos hundidos en nuestras propias profundidades. Él añadía que la oración que encontramos en el Antiguo Testamento parece estar rogando a Dios salir de esas profundidades.

14 Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas.”  (Sal 69:14)

5 Abandonado entre los muertos, Como los pasados a espada que yacen en el sepulcro, De quienes no te acuerdas ya, Y que fueron arrebatados de tu mano. 6 Me has puesto en el hoyo profundo, En tinieblas, en lugares profundos.”  (Sal 88:5-6)

1 De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. 2 Señor, oye mi voz; Estén atentos tus oídos A la voz de mi súplica.”  (Sal 130:1)

A base de estos datos debemos concluir que la oración trasciende la acción de hablar con Dios. La oración requiere que nos vaciemos de nosotros mismos para entrar en el misterio que revela el Espíritu Santo.

11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.”  (1 Cor 2:11-13)

Regresando a las expresiones paulinas de la Carta a los Romanos que estamos considerando aquí, Pablo utiliza unos conceptos muy especiales como contexto del acercamiento a la oración que acabamos de describir. Uno de ellos es la esperanza:

24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?" (Rom 8:24)

El concepto griego traducido aquí como esperanza es “elpizō” (G1679). Este puede ser traducido como esperanza, confianza y expectación. En otras palabras, que una de las cosas que nos mueve a la búsqueda del Señor y al trabajo que Él nos ha asignado es la esperanza que tenemos de que las promesas del Señor siempre se cumplen. La Biblia dice que esa esperanza nunca nos deja en vergüenza (Rom 5:5). Esta esperanza nos conduce a la habitación del alma sabiendo que podemos llegar a ella, a la oración, confiados, firmes en la fe y gloriándonos en la esperanza de la gloria de Dios (Rom 5:2). Llegamos a la oración en la fe, y sin movernos de la esperanza del evangelio que hemos oído. (Col 1:23)  A base de esto podemos llegar a la siguiente conclusión:
Una Iglesia impulsada por el Espíritu camina expectante del cumplimiento de las promesas que Dios nos ha hecho.
 
Otro concepto utilizado aquí por Pablo es la paciencia:

“25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.”  (Rom 8:25)

El concepto griego que se traduce aquí como paciencia es “hypomonē” (G5281). Algunos recursos académicos lo traducen como resistencia, perseverancia, y/o paciencia (Lcs 8:15; 21:19; Rom 2:7; 5:3; 8:25; 15:4; 2 Cor 6:4; 1 Tim 6:11; 2 Tim 3:10; Heb 12:1; Stg 1:3; 5:11; 2 Ped 1:6; Apo 2:2, 19; Gál 5:23 v.l.).[4]

Este concepto proviene del griego “hupomeno” (G5278) que significa permanecer. Su raíz, la base de donde se forma el mismo es “menō” (G3306), que significa permanecer en un lugar, quedarse, quedarse en el hogar, habitar, mantenerse vivo, hacerle frente a la oposición. En el mundo griego era utilizado para describir la acción de mantenerse firme esperando los ataques hostiles, describiendo así una habilidad física y/o espiritual.  En el Nuevo Testamento este concepto es visto como que la perseverancia que es dada con la esperanza de la realización del reino de Dios es también una actitud básica de los Cristianos mientras enfrentamos los ataques de un mundo hostil e incrédulo. Esto, reconociendo que nos encontramos en medio de sus tentaciones. El recurso académico consultado añade que “menō” es una pre condición decisiva si el individuo va a alcanzar personalmente la salvación final que ofrece Dios. [5]   Ese mismo recurso académico añade que la paciencia (“hypomonē”) es una perseverancia que está afirmada en la capacidad para esperar y en la capacidad para esperar que se expresa en la perseverancia. Es a esto que la Biblia se refiere cuando dice que estamos en la “paciencia de Jesucristo” (Apo 1:9), y que “has guardado la palabra de mi paciencia.”  Es en este contexto que Pablo afirma que “…si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.” Es ente contexto que Jesús nos dijo que “…el que persevere hasta el fin…” (Mat 10:22; 24:13; Mcs 13:13).

A base de esto podemos llegar a la siguiente conclusión:  
Una Iglesia dirigida por el Espíritu aprende a tener "hupomoné": no se quita, no se deja mover por las tormentas. Hace algo más que respirar: está viva; no rehuye el combate.  Es luego de este preámbulo que Pablo nos describe la oración, el hogar del alma: un hogar preparado y dirigido por el Espíritu Santo. De hecho, Pablo dice allí que el Espíritu Santo nos ayuda a entrar a ese hogar y nos dirige en este. Estas expresiones serán el objeto de nuestra próxima reflexión.
 
[1] https://www.gordonconwell.edu/
[2] https://www.fundeu.es/recomendacion/poner-de-relieve-no-en-relieve/
[3] Publicado por primera vez en 1954. Hay publicaciones más recientes por Aurora Press, Santa Fe, N.M., 1998.
[4] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[5] Hauck, F. (1964–). μένω, ἐμ-, παρα-, περι-, προσμένω, μονή, ὑπομένω, ὑπομονή (menō, em-, para-, peri-, prosmēnō, monē, hupomeno, hypomonē). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 4, p. 588). Eerdmans.
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2 Comments


Michelle Augustine - January 10th, 2024 at 5:16pm

Excelente reflexión, sobre la oración y él Espíritu Santo. ha sido de mucha ayuda a mi vida. Pastor. Dios lo bendiga🙏 seguiré leyendo los Heraldos realmente no me había dado la oportunidad de leerlos y me encantó.

Joyce Iglesias - January 13th, 2024 at 7:08pm

Gracias por darse la tarea de compartir los mensajes de la palabra Dios de forma detallada. Este material ayuda a repasar lo aprendido en las predicaciones. Que Dios continue ensanchando su territorio. Que Dios continue capacitando y fortaleciendo a todo el liderato de la iglesia para que sigan siendo de bendicion. "Una iglesia de presencia dirigida por el Espiritu Santo marcando generaciones". Bendiciones!

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