March 30th, 2025
998 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 30 de marzo del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (X)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
Hemos comenzado nuestra travesía analítica del concepto bíblico que llamamos propósito. Este concepto forma parte del plan de salvación y de los esquemas para el desarrollo holístico del creyente. Además, hemos visto que este aparece ligado a casi todas las definiciones de la adoración que hemos considerado hasta aquí. Estas definiciones describen que la adoración es una pieza vital para poder conocer cuál es el propósito de Dios para nuestras vidas y para poder hacer buen uso de este.
Llegamos hasta aquí habiendo analizado algunos presupuestos bíblico-teológicos esenciales. Uno de estos, que la Biblia utiliza el concepto griego “prothesis” (G4286) para referirse al propósito. Otro, que el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento dice que el Apóstol Pablo adopta ese concepto para describir la decisión primordial de Dios (el propósito), mediante la cual se establece y pone en marcha el acontecimiento salvífico en Cristo y el consiguiente camino de la comunidad hacia la glorificación escatológica.[1] Como hemos compartido en reflexiones recientes, el propósito central del Padre en Cristo es darnos la salvación y encaminar a la Iglesia a la glorificación que experimentaremos cuando Cristo regrese por su Pueblo. Esas son las metas centrales que ha establecido Dios y la “prothesis” celestial es esencial para poder alcanzarlas. No nos hemos detenido a analizar los escenarios de los propósitos individuales que el Señor tiene para cada uno de nosotros.
Añadimos a todo esto que el Diccionario de la lengua española dice que hablar de propósito, de manera conceptual, es similar a “hablar” de una prótesis.[2] O sea, que se trata de una ayuda externa que necesitamos porque hemos perdido las capacidades para poder alcanzar esas metas con nuestras propias fuerzas.
Por último, incluimos en las reflexiones anteriores la necesidad de aceptar que esa prótesis celestial es necesaria para poder alcanzar las metas individuales que Dios ha trazado para cada uno de nosotros. Esto es, si es que anhelamos que Dios sea glorificado en todo lo que hacemos en la vida (Col 3:17, 23,24).
¿Por qué hemos escogido este pasaje del capítulo cuatro (4) del Evangelio de Juan para el desarrollo de estos análisis? Lo hemos hecho porque este describe la adoración estableciendo unos principios rectores insustituibles y porque la mujer samaritana que se describe aquí necesitaba varias prótesis celestiales para poder experimentar la transformación de su vida. La más importantes de estas, sin duda alguna, la salvación de su alma. Para alcanzarla se requería que ella conociera y aceptara el don de Dios y a aquél que le estaba hablando (Jn 4:10).
¿Por qué es que tantas definiciones teológicas de la adoración hacen énfasis en reconocer que esta nos acerca a conocer y a procurar hacer nuestro el propósito de Dios? La respuesta a esta pegunta es que esas definiciones identifican la importancia de reconocer la gloria de Dios y de vivir para glorificar al Todopoderoso en Cristo Jesús nuestro Señor.
Consideramos que es necesario repasar algunos postulados bíblicos básicos de la fe cristiana para poder entender el alcance y la importancia que posee este tema. En primer lugar, no podemos olvidar que nosotros hemos sido llamados a reconocer esta gloria, darle honor por su gloria, declarar su gloria, alabarle por su gloria, reflejar su gloria y vivir para su gloria. Esto es así porque Él se lo merece y porque esto es lo que ha sucedido por toda la eternidad. La Biblia lo dice así:
“6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. 7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. 8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. 9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Apo 4:6-11)
La Biblia dice que Dios nos ha creado para esto.
“5 No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. 6 Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, 7 todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.” (Isa 43:5-7)
Ella también dice algo que no podemos olvidar ni minimizar: el pecado nos aleja de esa gloria
“23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Rom 3:23)
La Biblia afirma que el pecado provoca que la gloria nuestra sea como flor de la hierba, que se seca y se cae; y que solo la Palabra del Señor permanece para siempre.
“24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 Ped 1:24-25)
Hay que añadir a todo esto que la Biblia dice que Cristo Jesús es el único que puede reparar esta fragmentación. Esto es así porque en ningún otro hay salvación y vida eterna.
“12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hch 4:12)
La Biblia también dice que nuestro Señor vino a hacer accesible la gloria del Padre que habíamos perdido.
“14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Jn 1:14)
Ella añade que esa gloria puede ser conocida y que sólo está disponible en el rostro de Cristo, nuestro Señor y Salvador.
“6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” (2 Cor 4:6-7)
La Biblia enseña que esta es la única ruta para que podamos ser llamados a la gloria eterna, en Jesucristo, y que poseemos la garantía de que esta promesa prevalece contra todo dolor y padecimiento. Además, ella añade a esto que aquellos que respondemos a ese llamado necesitamos ser perfeccionados, afirmados, fortalecidos y establecidos.
“10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” (1 Ped 5:10)
Sabemos que hay muchos postulados bíblicos adicionales que pueden ser esgrimidos aquí. Sin embargo, estamos convencidos de que estos son más que suficientes para poder afirmar que los creyentes en Cristo hemos sido llamados a poseer la gloria inherente del Señor. Esto es así por las siguientes razones:
Cristo es Dios
“5 Abraham, Isaac y Jacob son los antepasados de los israelitas, y Cristo mismo era israelita en cuanto a su naturaleza humana. Y él es Dios, el que reina sobre todas las cosas, ¡y es digno de eterna alabanza! Amén.” (Rom 9:5, NTV)
Cristo es el resplandor de la gloria de Dios
“3 El Hijo irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios, y sostiene todo con el gran poder de su palabra. Después de habernos limpiado de nuestros pecados, se sentó en el lugar de honor, a la derecha del majestuoso Dios en el cielo.” (Heb 1:3, NTV)
Cristo dijo que compartiría esa gloria con aquellos que creen en Él para mantener la unidad de la iglesia.
“22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Jn 17:22-23, RV1960)
Nosotros hemos sido llamados a reconocer esta gloria, darle honor por su gloria, declarar su gloria, alabarle por su gloria, reflejar su gloria y vivir para su gloria. La “prothesis” ofrecida por el Señor nos ayuda a conseguirlo.
La Biblia dice que los creyentes en Cristo vivimos dando honor y gloria al Rey de los siglos, al que es inmortal, invisible y sabio Dios (1 Tim 1:17). Hemos sido llamados a hacerlo reconociendo que su gloria es lo que Dios es. Teólogos que se han especializado en este tema afirman que esa gloria es la “esencia de su naturaleza, el peso (la sustancia) de su importancia, la demostración de su poder, la atmósfera de su Presencia”[3] y el resplandor de su esplendor. Tal y como hemos dicho anteriormente, la Biblia dice que Cristo es el resplandor de esa gloria (Heb 1:3).
“La gloria de Dios es la expresión de su bondad y todas las demás cualidades intrínsecas y eternas de su persona.”[4]
Es muy interesante el hecho de que la Biblia afirme que Dios decide con frecuencia manifestar su gloria antes de resolver los problemas y/o suplir las necesidades de su pueblo. Esto es así porque Dios “no juega al escondite” con su pueblo. Dios quiere manifestarse con poder y gloria. Se trata de narrativas en las que las necesidades del pueblo los llevaba a perder la visión de lo que Dios había hecho hasta ese momento. Se trata de narrativas en las que estas necesidades nublaban su entendimiento. Inmediatamente comenzaban a ver maldiciones donde no las había; reinterpretaciones de la esclavitud. Hasta se olvidaban de quién fue el que los sacó de Egipto y comenzaban a hacer responsables a sus líderes de las crisis y de las necesidades que estaban experimentando. Son obvios los parecidos con las situaciones que enfrentamos hoy y las reacciones comunes que experimentamos.
La Biblia dice que nuestro Dios decidió revelar su gloria en toda su creación.
“1 Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” (Sal 19:1)
Esta gloria no solo está disponible para ser vista en la creación. La Biblia dice con mucha frecuencia que la gloria de Dios es lo que antecede a las respuestas del Señor. Tal y como le sucedió al pueblo de Israel en su peregrinaje a la tierra prometida, los retos iniciales en cualquier desierto procuran minar nuestra confianza en Dios y minimizar nuestras capacidades para obedecer y hacer su voluntad.
Veamos algunos ejemplos de esto. En primer lugar, la historia del pueblo de Israel murmurando (“lûn”, H3885) contra Moisés y Aarón en el desierto de Sin porque no había comida. Debemos observar que la gloria de Dios se manifiesta antes de que aparezcan las codornices.
“6 Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová os ha sacado de la tierra de Egipto, 7 y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros? 8 Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová. 9 Y dijo Moisés a Aarón: Dí a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la presencia de Jehová, porque él ha oído vuestras murmuraciones. 10 Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube.” (Éxo 16:7-10)
En segundo lugar, la experiencia del pueblo de Israel antes de recibir la Ley.
“12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. 13 Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos. 15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel.” (Éxo 24:12-17)
En tercer lugar, antes de la inauguración del Tabernáculo.
“34 Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. 35 Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba.” (Éxo 40:34-35)
En cuarto lugar, antes del sacrificio de expiación, el holocausto y de reconciliación hechos por Aarón y por la congregación.
“5 Y llevaron lo que mandó Moisés delante del tabernáculo de reunión, y vino toda la congregación y se puso delante de Jehová. 6 Entonces Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá… 23 Y entraron Moisés y Aarón en el tabernáculo de reunión, y salieron y bendijeron al pueblo; y la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. 24 Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros.” (Lev 9:5-6, 23-24)
En quinto lugar, antes de que el pueblo fuera disciplinado.
“10 Entonces toda la multitud habló de apedrearlos. Pero la gloria de Jehová se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel.” (Num 14:10)
En sexto lugar, antes de resolver el problema de la rebelión de los sacerdotes indignos y del pueblo.
“19 Ya Coré había hecho juntar contra ellos toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión; entonces la gloria de Jehová apareció a toda la congregación…41 El día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová. 42 Y aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y Aarón, miraron hacia el tabernáculo de reunión, y he aquí la nube lo había cubierto, y apareció la gloria de Jehová.” (Núm 16:19,41-42)
En séptimo lugar, antes de que Dios supliera agua de la peña.
“6 Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos. 7 Y habló Jehová a Moisés, diciendo: 8 Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias.” (Núm 20:6-8)
Estos pasajes demuestran que la intención de Dios con su pueblo siempre fue hacerle testigo y participante de la manifestación de su gloria. Sólo así podía el pueblo de Israel alcanzar la promesa que habían recibido del Eterno.
“5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Éxo 19:5-6)
No obstante, no hay mayor revelación que la que Él hace en Cristo y en su Iglesia. El Dios invisible, que nunca antes había sido visto, se hizo visible en el Hijo encarnado.
“18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Jn 1:18)
[1] Maurer, C. (1964–). τίθημι, ἀθετέω, ἀθέτησις, ἐπιτίθημι, ἐπίθεσις, μετατίθημι, μετάθεσις, παρατίθημι, παραθήκη, [παρακαταθήκη], προτίθημι, πρόθεσις, προστίθημι. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 8, p. 166). Eerdmans.
[2] https://dle.rae.es/prótesis.
[3] Warren, Rick. (2003) “Una vida con propósito”. Miami: Editorial Vida, p. 54.
[4] Op.cit.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (X)
“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)
Hemos comenzado nuestra travesía analítica del concepto bíblico que llamamos propósito. Este concepto forma parte del plan de salvación y de los esquemas para el desarrollo holístico del creyente. Además, hemos visto que este aparece ligado a casi todas las definiciones de la adoración que hemos considerado hasta aquí. Estas definiciones describen que la adoración es una pieza vital para poder conocer cuál es el propósito de Dios para nuestras vidas y para poder hacer buen uso de este.
Llegamos hasta aquí habiendo analizado algunos presupuestos bíblico-teológicos esenciales. Uno de estos, que la Biblia utiliza el concepto griego “prothesis” (G4286) para referirse al propósito. Otro, que el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento dice que el Apóstol Pablo adopta ese concepto para describir la decisión primordial de Dios (el propósito), mediante la cual se establece y pone en marcha el acontecimiento salvífico en Cristo y el consiguiente camino de la comunidad hacia la glorificación escatológica.[1] Como hemos compartido en reflexiones recientes, el propósito central del Padre en Cristo es darnos la salvación y encaminar a la Iglesia a la glorificación que experimentaremos cuando Cristo regrese por su Pueblo. Esas son las metas centrales que ha establecido Dios y la “prothesis” celestial es esencial para poder alcanzarlas. No nos hemos detenido a analizar los escenarios de los propósitos individuales que el Señor tiene para cada uno de nosotros.
Añadimos a todo esto que el Diccionario de la lengua española dice que hablar de propósito, de manera conceptual, es similar a “hablar” de una prótesis.[2] O sea, que se trata de una ayuda externa que necesitamos porque hemos perdido las capacidades para poder alcanzar esas metas con nuestras propias fuerzas.
Por último, incluimos en las reflexiones anteriores la necesidad de aceptar que esa prótesis celestial es necesaria para poder alcanzar las metas individuales que Dios ha trazado para cada uno de nosotros. Esto es, si es que anhelamos que Dios sea glorificado en todo lo que hacemos en la vida (Col 3:17, 23,24).
¿Por qué hemos escogido este pasaje del capítulo cuatro (4) del Evangelio de Juan para el desarrollo de estos análisis? Lo hemos hecho porque este describe la adoración estableciendo unos principios rectores insustituibles y porque la mujer samaritana que se describe aquí necesitaba varias prótesis celestiales para poder experimentar la transformación de su vida. La más importantes de estas, sin duda alguna, la salvación de su alma. Para alcanzarla se requería que ella conociera y aceptara el don de Dios y a aquél que le estaba hablando (Jn 4:10).
¿Por qué es que tantas definiciones teológicas de la adoración hacen énfasis en reconocer que esta nos acerca a conocer y a procurar hacer nuestro el propósito de Dios? La respuesta a esta pegunta es que esas definiciones identifican la importancia de reconocer la gloria de Dios y de vivir para glorificar al Todopoderoso en Cristo Jesús nuestro Señor.
Consideramos que es necesario repasar algunos postulados bíblicos básicos de la fe cristiana para poder entender el alcance y la importancia que posee este tema. En primer lugar, no podemos olvidar que nosotros hemos sido llamados a reconocer esta gloria, darle honor por su gloria, declarar su gloria, alabarle por su gloria, reflejar su gloria y vivir para su gloria. Esto es así porque Él se lo merece y porque esto es lo que ha sucedido por toda la eternidad. La Biblia lo dice así:
“6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. 7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. 8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. 9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Apo 4:6-11)
La Biblia dice que Dios nos ha creado para esto.
“5 No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. 6 Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, 7 todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.” (Isa 43:5-7)
Ella también dice algo que no podemos olvidar ni minimizar: el pecado nos aleja de esa gloria
“23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Rom 3:23)
La Biblia afirma que el pecado provoca que la gloria nuestra sea como flor de la hierba, que se seca y se cae; y que solo la Palabra del Señor permanece para siempre.
“24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 Ped 1:24-25)
Hay que añadir a todo esto que la Biblia dice que Cristo Jesús es el único que puede reparar esta fragmentación. Esto es así porque en ningún otro hay salvación y vida eterna.
“12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hch 4:12)
La Biblia también dice que nuestro Señor vino a hacer accesible la gloria del Padre que habíamos perdido.
“14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Jn 1:14)
Ella añade que esa gloria puede ser conocida y que sólo está disponible en el rostro de Cristo, nuestro Señor y Salvador.
“6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” (2 Cor 4:6-7)
La Biblia enseña que esta es la única ruta para que podamos ser llamados a la gloria eterna, en Jesucristo, y que poseemos la garantía de que esta promesa prevalece contra todo dolor y padecimiento. Además, ella añade a esto que aquellos que respondemos a ese llamado necesitamos ser perfeccionados, afirmados, fortalecidos y establecidos.
“10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” (1 Ped 5:10)
Sabemos que hay muchos postulados bíblicos adicionales que pueden ser esgrimidos aquí. Sin embargo, estamos convencidos de que estos son más que suficientes para poder afirmar que los creyentes en Cristo hemos sido llamados a poseer la gloria inherente del Señor. Esto es así por las siguientes razones:
Cristo es Dios
“5 Abraham, Isaac y Jacob son los antepasados de los israelitas, y Cristo mismo era israelita en cuanto a su naturaleza humana. Y él es Dios, el que reina sobre todas las cosas, ¡y es digno de eterna alabanza! Amén.” (Rom 9:5, NTV)
Cristo es el resplandor de la gloria de Dios
“3 El Hijo irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios, y sostiene todo con el gran poder de su palabra. Después de habernos limpiado de nuestros pecados, se sentó en el lugar de honor, a la derecha del majestuoso Dios en el cielo.” (Heb 1:3, NTV)
Cristo dijo que compartiría esa gloria con aquellos que creen en Él para mantener la unidad de la iglesia.
“22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Jn 17:22-23, RV1960)
Nosotros hemos sido llamados a reconocer esta gloria, darle honor por su gloria, declarar su gloria, alabarle por su gloria, reflejar su gloria y vivir para su gloria. La “prothesis” ofrecida por el Señor nos ayuda a conseguirlo.
La Biblia dice que los creyentes en Cristo vivimos dando honor y gloria al Rey de los siglos, al que es inmortal, invisible y sabio Dios (1 Tim 1:17). Hemos sido llamados a hacerlo reconociendo que su gloria es lo que Dios es. Teólogos que se han especializado en este tema afirman que esa gloria es la “esencia de su naturaleza, el peso (la sustancia) de su importancia, la demostración de su poder, la atmósfera de su Presencia”[3] y el resplandor de su esplendor. Tal y como hemos dicho anteriormente, la Biblia dice que Cristo es el resplandor de esa gloria (Heb 1:3).
“La gloria de Dios es la expresión de su bondad y todas las demás cualidades intrínsecas y eternas de su persona.”[4]
Es muy interesante el hecho de que la Biblia afirme que Dios decide con frecuencia manifestar su gloria antes de resolver los problemas y/o suplir las necesidades de su pueblo. Esto es así porque Dios “no juega al escondite” con su pueblo. Dios quiere manifestarse con poder y gloria. Se trata de narrativas en las que las necesidades del pueblo los llevaba a perder la visión de lo que Dios había hecho hasta ese momento. Se trata de narrativas en las que estas necesidades nublaban su entendimiento. Inmediatamente comenzaban a ver maldiciones donde no las había; reinterpretaciones de la esclavitud. Hasta se olvidaban de quién fue el que los sacó de Egipto y comenzaban a hacer responsables a sus líderes de las crisis y de las necesidades que estaban experimentando. Son obvios los parecidos con las situaciones que enfrentamos hoy y las reacciones comunes que experimentamos.
La Biblia dice que nuestro Dios decidió revelar su gloria en toda su creación.
“1 Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” (Sal 19:1)
Esta gloria no solo está disponible para ser vista en la creación. La Biblia dice con mucha frecuencia que la gloria de Dios es lo que antecede a las respuestas del Señor. Tal y como le sucedió al pueblo de Israel en su peregrinaje a la tierra prometida, los retos iniciales en cualquier desierto procuran minar nuestra confianza en Dios y minimizar nuestras capacidades para obedecer y hacer su voluntad.
Veamos algunos ejemplos de esto. En primer lugar, la historia del pueblo de Israel murmurando (“lûn”, H3885) contra Moisés y Aarón en el desierto de Sin porque no había comida. Debemos observar que la gloria de Dios se manifiesta antes de que aparezcan las codornices.
“6 Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová os ha sacado de la tierra de Egipto, 7 y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros? 8 Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová. 9 Y dijo Moisés a Aarón: Dí a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la presencia de Jehová, porque él ha oído vuestras murmuraciones. 10 Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube.” (Éxo 16:7-10)
En segundo lugar, la experiencia del pueblo de Israel antes de recibir la Ley.
“12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. 13 Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos. 15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel.” (Éxo 24:12-17)
En tercer lugar, antes de la inauguración del Tabernáculo.
“34 Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. 35 Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba.” (Éxo 40:34-35)
En cuarto lugar, antes del sacrificio de expiación, el holocausto y de reconciliación hechos por Aarón y por la congregación.
“5 Y llevaron lo que mandó Moisés delante del tabernáculo de reunión, y vino toda la congregación y se puso delante de Jehová. 6 Entonces Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá… 23 Y entraron Moisés y Aarón en el tabernáculo de reunión, y salieron y bendijeron al pueblo; y la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. 24 Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros.” (Lev 9:5-6, 23-24)
En quinto lugar, antes de que el pueblo fuera disciplinado.
“10 Entonces toda la multitud habló de apedrearlos. Pero la gloria de Jehová se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel.” (Num 14:10)
En sexto lugar, antes de resolver el problema de la rebelión de los sacerdotes indignos y del pueblo.
“19 Ya Coré había hecho juntar contra ellos toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión; entonces la gloria de Jehová apareció a toda la congregación…41 El día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová. 42 Y aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y Aarón, miraron hacia el tabernáculo de reunión, y he aquí la nube lo había cubierto, y apareció la gloria de Jehová.” (Núm 16:19,41-42)
En séptimo lugar, antes de que Dios supliera agua de la peña.
“6 Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos. 7 Y habló Jehová a Moisés, diciendo: 8 Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias.” (Núm 20:6-8)
Estos pasajes demuestran que la intención de Dios con su pueblo siempre fue hacerle testigo y participante de la manifestación de su gloria. Sólo así podía el pueblo de Israel alcanzar la promesa que habían recibido del Eterno.
“5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Éxo 19:5-6)
No obstante, no hay mayor revelación que la que Él hace en Cristo y en su Iglesia. El Dios invisible, que nunca antes había sido visto, se hizo visible en el Hijo encarnado.
“18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Jn 1:18)
[1] Maurer, C. (1964–). τίθημι, ἀθετέω, ἀθέτησις, ἐπιτίθημι, ἐπίθεσις, μετατίθημι, μετάθεσις, παρατίθημι, παραθήκη, [παρακαταθήκη], προτίθημι, πρόθεσις, προστίθημι. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 8, p. 166). Eerdmans.
[2] https://dle.rae.es/prótesis.
[3] Warren, Rick. (2003) “Una vida con propósito”. Miami: Editorial Vida, p. 54.
[4] Op.cit.
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