December 8th, 2024
982 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 8 de diciembre del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XXI)
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
La expresión del Apóstol Pablo que describe que el amor “agapē” (G26) todo lo cree, nos ha conducido a realizar varios ejercicios. Algunos de análisis y otros de aplicación.
Análisis:
Aplicación:
Conociendo esto tenemos que concluir que el Apóstol Pablo está “encarrilando” el uso de los dones no en sus funciones, sino en las avenidas del amor redentor de Dios y la fe que nos lleva más allá de la acción de creer. Él dice en el inicio del capítulo 13 de Primera de Corintios que los dones sólo son efectivos y funcionales cuando son dirigidos por la fe y el amor. Conociendo los datos que hemos analizado hasta aquí podemos concluir que él está diciendo que la efectividad de estos entonces se mide en función de la disposición para adorar, para agradar a Dios, trabajar y participar conforme al propósito que Dios preparó de antemano para que caminemos en este (Efe 2:10). Por último, él está afirmando que el uso y las funciones de esos dones son correctas cuando utilizamos responsablemente la libertad que nos ha sido conferida. Esto es, utilizar la libertad para manejar correctamente nuestras responsabilidades personales, morales, colectivas y ontológicas.
Compartimos en nuestra reflexión más reciente que es muy interesante el dato de que el Apóstol haga referencia a estos axiomas teológicos afirmando que estos son elementos que tiene que ser prioritarios en nuestras oraciones.
“16 Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, 17 que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. 18 Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.” (Efe 3:16-19, DHH)
Estamos seguros que esto no debe sorprender a nadie. El profeta Jeremías había adelantado que la oración, el clamor, es la manera establecida por Dios para poder ser enseñados acerca de “cosas grandes y ocultas” que no conocemos (Jer 33:3).
Ahora bien, Pablo dice en el pasaje de la Carta a los Efesios que acabamos de citar, que esta combinación de axiomas bíblicos, “….que Cristo viva en sus corazones por la fe”, y “que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas”, es la clave para poder ser capaces de comprender cosas incomprensibles. En este caso, la multidimensionalidad del amor de Dios; amor que él mismo dice aquí “….es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer.”
Por si esto no fuera suficiente, Pablo añade a todo esto que es así que podemos ser llenos, colmados de la plenitud total de Dios: o sea, todo lo que es Dios.
Los resultados que obtenemos cuando extrapolamos estas afirmaciones con lo que él le comparte a la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Corinto son inmensurables. Una de las conclusiones puede ser que el uso de los dones no es necesariamente la avenida para ser llenos de la plenitud de Dios. En cambio, ser llenos de la plenitud de Dios es la avenida para poder utilizar los con responsabilidad y sabiduría.
Sabemos que estas aseveraciones pueden levantar muchas paredes defensivas. No obstante, estamos convencidos de que estas pueden ser echadas al suelo cuando repasamos los propósitos que poseen los dones que nos regala el Espíritu Santo[3]:
a. Perfeccionar a los santos (Efe 4:12)
b. Desarrollar la obra del ministerio (Efe 4: 12)
c. La edificación de la Iglesia (Efe 4:12)
d. La unidad de la Iglesia en la fe (Efe 4:13)
e. Unidad en el conocimiento de Dios (Efe 4:13)
f. Crecimiento hasta la estatura de Cristo (Efe 4:13)
No podemos negar el hecho de que el pasaje bíblico que encontramos en el capítulo cuatro de la Carta a Los Efesios señala que Dios utiliza los dones para que alcancemos “la estatura de la plenitud de Cristo” (Efe 4:13d). Tampoco podemos negar que en muchas ocasiones Dios utiliza los dones para ministrar a la misma persona que los está operando. Sin embargo, no hay manera en la que podamos cancelar que Pablo le dice a la iglesia en la ciudad de Éfeso que necesitamos conocer todas las dimensiones del amor de Dios para alcanzar esa plenitud: “para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efe 3:19, RV 1960). Tampoco podemos negar que él afirma que hay una vía que hay que transitar para poder ser capaces de conocer esas dimensiones del amor de Dios:
La Biblia presenta una avenida para poder alcanzar todo esto: la oración provocada por el amor a Dios.
“9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1 Cor 2:9 RV1960).
¿Por qué es que se hace énfasis de que todo esto ocurra en el corazón del creyente? La reflexión de El Heraldo publicada el 5 de febrero del 2023 (dedicada al análisis de la Carta a los Efesios) procuraba explicar esto. Vemos una cita directa de la misma:
“Hay que puntualizar que todo el proceso que Pablo describe aquí es posible porque el Espíritu ha fortalecido el hombre interior de los creyentes (Efe 3:16) y porque Cristo habita por la fe en esos corazones (Efe 3:17). Permita que ampliemos estas aseveraciones. Un creyente fortalecido en su ser interior por el Espíritu Santo posee la capacidad para someterse al quebrantamiento que produce el impacto de Cristo tomando el control y la titularidad de ese corazón.
Ese hombre interior, que no es otra cosa sino el remanente de la imagen de Dios en nosotros, es impactado por el Espíritu. Ese hombre interior, desfigurado y marchito por el pecado, es transformado y empoderado para la nueva vida en Cristo; la nueva criatura en Cristo: el ser humano regenerado por la sangre y por el Espíritu (Tito 3:5). Esto ocurre cuando aceptamos a Cristo como el Salvador y el Señor de nuestras vidas.
Ahora bien, lo que Pablo pide en su oración trasciende los axiomas de la redención. Lo que Pablo está pidiendo aquí es que ese hombre sea fortalecido para crecer en la gracia y en la verdad de Cristo. El Doctor Karl Braune postula que ese ser interior que una vez fue el objeto de la salvación y de la operación del Espíritu, ahora es el sujeto de la actividad transformadora en la fe. Braune añade que esto forma parte de la economía de la salvación, toda vez que el amor y la fe no están divorciados del conocimiento que el Señor nos quiere dar.[4]
Sabemos que cuando Cristo entra a todas las habitaciones que hay en el corazón, todos los inquilinos que hay en esta son sometidos a dos (2) alternativas. O se someten a Él, a Cristo, o tienen que abandonar esa residencia. Lo otro que sucede es que el corazón es ampliado para poder contener la presencia del Creador y el Salvador del mundo. [Veamos como lo han planteado algunos estudiosos de este tema]
Tal y como decía el Rdo. Dr. William Alfred Passavant (1821 – 1894), no podemos clamar a Dios con confianza con un corazón estrecho. Las riquezas divinas de gracia que Cristo y el Espíritu Santo traen al corazón del creyente, alumbran los ojos del entendimiento, amplían nuestros corazones y nos preparan para conocer más acerca de Dios. Nuestras experiencias con Dios provocan que veamos a Dios más grande cada día que pasa.
Heinrich Leonhard Heubner (1780-1853) postulaba que el énfasis paulino de que esto ocurra en el corazón expone que nuestra fe en Cristo no está hecha para aprenderse de corazón. Nuestra fe en Cristo está hecha para aprenderla en el corazón. La vida interior es levantada por la participación del Espíritu. Este provoca que Cristo habite en el corazón y es allí que aprendemos el amor del Padre.[5] Cristo no puede habitar en Iglesias de cemento o en bancos de madera. Cristo habita en el corazón de aquellos que han sido salvados por la sangre derramada en la cruz por el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
No podemos pasar por alto que solo el Espíritu de Dios puede revelarnos quién es Dios y que solo la fe puede conseguir que el Espíritu Santo nos revele y nos permita aprender quién es Cristo y que Su vida se forme en nosotros. Es por esto que Pablo insiste en que todo esto suceda por la fe. Ese amor puro y santo de Dios, trascendente y maravilloso, solo puede ser aprendido por la fe en Cristo Jesús.
El Dr. Karl Friedrich Otto von Gerlach (1801 –1849) decía que el amor de Cristo tiene que preceder todo el amor y todo el conocimiento. Esto es así porque, como decía el Dr. Charles Hodge, la revelación y la experiencia con ese amor es la que nos permite superar la ceguera espiritual provocada por nuestra naturaleza pecaminosa. Hodge postulaba que una hermosa obra de arte puede estar en el apartamento de una persona ciega y esta persona no estar consciente de ello. En ocasiones, ni siquiera estar consciente de su cercanía. Esta persona no vidente no podrá disfrutar de esa belleza a menos que la pueda tocar. Hodge decía que la fe en Cristo, hace que Cristo habite en nuestros corazones y por esa misma fe somos capaces de percibir Su presencia, Su Excelencia y Su gloria. Esa misma fe nos permitirá apropiarnos y reciprocar esas manifestaciones de su amor bendito: [tocar el borde de la majestad de Dios].
Según Hodge, la fe es a la comunión espiritual lo que la estima y el afecto es a la fraternidad y a las relaciones domésticas que tenemos con aquellos que amamos. Dado el caso de que el amor de Cristo es infinito, entonces esa revelación del Espíritu y esa comunión espiritual también lo son[6]. O sea, que la revelación de este conocimiento nos catapulta a una comunión infinita con el Padre.
Pablo continúa su disertación señalando que estas operaciones del Espíritu, de Cristo y de su amor, nos empoderan para ser capaces de adquirir un conocimiento que está por encima de nuestras capacidades humanas. Veamos cómo lo expresa este Apóstol:
“17 que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. 18 Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.” (Efe 3:17-19, DHH)
Es muy interesante que en el Antiguo Testamento se haya utilizado esta misma expresión, pero en referencia a la sabiduría de Dios.
“7 »¿Puedes tú descubrir los misterios de Dios? ¿Puedes alcanzar la perfección del conocimiento del Todopoderoso? 8 Es más alta que los cielos, ¿qué puedes hacer tú? Es más profunda que el lugar de los muertos, ¿qué puedes saber tú? 9 La sabiduría de Dios es más extensa que la tierra y más ancha que el mar.” (Job 11:7-9, PDT)
Estos versos bíblicos no deben sorprender a aquellos que conocen la relación que el Nuevo Testamento establece entre Cristo y la sabiduría de Dios:
“30 Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que él fuera la sabiduría misma para nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del pecado.” (1 Cor 1:30, NTV)
En otras palabras, que el escritor del libro de Job no sabía que estaba describiendo la altura, la profundidad, la largura y la anchura de Cristo en su carácter como la sabiduría de Dios. Creemos que Pablo conocía estas expresiones y esto le condujo a dejarse convencer por el Espíritu Santo y utilizar las mismas expresiones, pero en relación al amor de Dios en Cristo. Esto se trata de adquirir un conocimiento íntimo del amor de Cristo.[7]
Como dice Pablo en el capítulo tres (3) de la Carta a los Efesios, estamos hablando de poder “….comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su amor” (Efe 3:18, NTV). Esto implica varias cosas. En primer lugar, algunos estudiosos han postulado que la anchura describe la extensión del mundo que ese amor quiere alcanzar a través de la Iglesia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo” (Jn 3:16). La largura del amor de Dios sobre la Iglesia y sobre los creyentes incluye la extensión de tiempo: el amor de Dios a través de las edades. La altura describe los cielos, lo inacabable, el carácter infinito de las bendiciones de gracia que ese amor nos prodiga. La profundidad describe su fundamento; el amor insondable, sin fondo que ese amor posee y nos ofrece.
El conocimiento de ese amor supera toda la ciencia y su valor es incondicional e incalculable. No se trata de que la ciencia sea enemiga de Dios. Se trata de entender que la ciencia no posee la capacidad de vencer a los enemigos del Reino de Dios. El amor de Dios movido por la fe en Cristo sí puede hacerlo. Se trata de entender que la verdadera ciencia la encontramos en donde se encuentra la cruz (theologus crucis = the theologus lucis).[8]
Otros estudiosos han apuntado que estas expresiones geométricas están inspiradas en las dimensiones de la cruz del Calvario. [9] Los Padres de la Iglesia patrocinaban esta interpretación: la anchura, la largura, la altura y la profundidad de la cruz: del amor desatado y demostrado en la cruz en la que Cristo murió por nosotros.
La Primera Carta que el Apóstol Pablo le escribió a la Iglesia en Corinto incluye una relación entre la sabiduría de los hombres y la sabiduría demostrada por el amor de Dios en la cruz.”
Estamos convencidos de que todo esto puede ser adquirido como revelación cuando decidimos orar con fervor permitiendo que la fe no nos permita hacer transacciones con el lugar que le corresponde a Cristo en nuestros corazones. Además, vivir convencidos de que nuestra relación con Dios está sólidamente fundamentada en el amor de nuestro Redentor. Esa revelación nos permitirá tener acceso a lo profundo y escondido que hay en el corazón de Dios. Es desde allí que su plenitud estará accesible a nosotros.
No tenemos duda de que esta la meta que promueve el amor que todo lo cree.
Concluimos con las siguientes aseveraciones escritas por el Rdo. Abelardo Díaz Morales. Este hombre de Dios fue por muchos años el pastor de la Iglesia Bautista de Caguas. Este insigne teólogo, padre de Abelardo Díaz Alfaro, el afamado cuentista puertorriqueño, escribió lo siguiente acerca de la fe en una de las ediciones de la revista Puerto Rico Evangélico:
“Creer es algo más que el asentimiento de la inteligencia a las verdades espirituales; es la unión vital del alma humana con el Espíritu divino. Por medio de esta unión íntima, trascendental, sublime, el hombre se identifica con Dios y Dios con el hombre. Entonces nuestra mente concibe los pensamientos de Dios, nuestro corazón siente el amor de Dios, nuestros labios hablan las palabras de Dios y nuestras manos ejecutan las obras de Dios. Por la fe, pues, nosotros subimos hasta Él y Él desciende hasta nosotros.” [10] ,
[1] Aquino dice que la fe esa la causa de nuestros temores y que la fe que produce el temor reverente es una fe formada: “…la fe formada, que por la caridad hace que el hombre se una y someta a Dios.” (Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 7., a. 1).
[2] Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 4., a. 3
[3] Un análisis completo de este tema se presentó en El Heraldo publicado el 23 de junio del corriente.
[4] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B. (2008). A commentary on the Holy Scriptures (pp. 127–129). Logos Bible Software.
[5] Heubner, Heinrich Leonhard. Praktische Erklärung Des Neuen Testaments. Nabu Press, 2012 (esta es una reproducción de un libro publicado en 1923).
[6] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B…. Op. cit.
[7] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . (1993–). Comentario bı́blico mundo hispano Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, y Filemón (1. ed., pp. 159–162). Editorial Mundo Hispano.
[8] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B…. Op. cit.
[9] Muddiman, J. (2001). The Epistle to the Ephesians (pp. 169–174). Continuum.
[10] Puerto Rico Evangélico, 25 de junio de 1916, p.12 (Reflexiones acerca de Dios).
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XXI)
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
La expresión del Apóstol Pablo que describe que el amor “agapē” (G26) todo lo cree, nos ha conducido a realizar varios ejercicios. Algunos de análisis y otros de aplicación.
Análisis:
- la fe (Efe 2:8-9) y el amor (1 Jn 4:9-10) como regalos de Dios.
- relacionar ese amor a la fe[1]
- ver el amor (“agapē”) como un tipo de fe.[2]
- la fe que ama y el amor que cree como un motor que nos conduce a:
- adorar.
- caminar agradando a Dios.
- trabajar y participar en la obra de Dios.
- peregrinar haciendo buen uso de la libertad (“freedom”) que Dios nos ha dado en Cristo Jesús.
Aplicación:
Conociendo esto tenemos que concluir que el Apóstol Pablo está “encarrilando” el uso de los dones no en sus funciones, sino en las avenidas del amor redentor de Dios y la fe que nos lleva más allá de la acción de creer. Él dice en el inicio del capítulo 13 de Primera de Corintios que los dones sólo son efectivos y funcionales cuando son dirigidos por la fe y el amor. Conociendo los datos que hemos analizado hasta aquí podemos concluir que él está diciendo que la efectividad de estos entonces se mide en función de la disposición para adorar, para agradar a Dios, trabajar y participar conforme al propósito que Dios preparó de antemano para que caminemos en este (Efe 2:10). Por último, él está afirmando que el uso y las funciones de esos dones son correctas cuando utilizamos responsablemente la libertad que nos ha sido conferida. Esto es, utilizar la libertad para manejar correctamente nuestras responsabilidades personales, morales, colectivas y ontológicas.
Compartimos en nuestra reflexión más reciente que es muy interesante el dato de que el Apóstol haga referencia a estos axiomas teológicos afirmando que estos son elementos que tiene que ser prioritarios en nuestras oraciones.
“16 Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, 17 que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. 18 Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.” (Efe 3:16-19, DHH)
Estamos seguros que esto no debe sorprender a nadie. El profeta Jeremías había adelantado que la oración, el clamor, es la manera establecida por Dios para poder ser enseñados acerca de “cosas grandes y ocultas” que no conocemos (Jer 33:3).
Ahora bien, Pablo dice en el pasaje de la Carta a los Efesios que acabamos de citar, que esta combinación de axiomas bíblicos, “….que Cristo viva en sus corazones por la fe”, y “que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas”, es la clave para poder ser capaces de comprender cosas incomprensibles. En este caso, la multidimensionalidad del amor de Dios; amor que él mismo dice aquí “….es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer.”
Por si esto no fuera suficiente, Pablo añade a todo esto que es así que podemos ser llenos, colmados de la plenitud total de Dios: o sea, todo lo que es Dios.
Los resultados que obtenemos cuando extrapolamos estas afirmaciones con lo que él le comparte a la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Corinto son inmensurables. Una de las conclusiones puede ser que el uso de los dones no es necesariamente la avenida para ser llenos de la plenitud de Dios. En cambio, ser llenos de la plenitud de Dios es la avenida para poder utilizar los con responsabilidad y sabiduría.
Sabemos que estas aseveraciones pueden levantar muchas paredes defensivas. No obstante, estamos convencidos de que estas pueden ser echadas al suelo cuando repasamos los propósitos que poseen los dones que nos regala el Espíritu Santo[3]:
- Los carismas se han dado para agilizar varios procesos de la vida de la Iglesia, al mismo tiempo que facilitan la adoración.
- Los carismas del Espíritu han sido dados con los siguientes propósitos:
a. Perfeccionar a los santos (Efe 4:12)
b. Desarrollar la obra del ministerio (Efe 4: 12)
c. La edificación de la Iglesia (Efe 4:12)
d. La unidad de la Iglesia en la fe (Efe 4:13)
e. Unidad en el conocimiento de Dios (Efe 4:13)
f. Crecimiento hasta la estatura de Cristo (Efe 4:13)
- Todo adorador tiene al menos uno de esos carismas (1 Cor 12:7)
- Son claves para la adoración (1 Cor 14:25)
No podemos negar el hecho de que el pasaje bíblico que encontramos en el capítulo cuatro de la Carta a Los Efesios señala que Dios utiliza los dones para que alcancemos “la estatura de la plenitud de Cristo” (Efe 4:13d). Tampoco podemos negar que en muchas ocasiones Dios utiliza los dones para ministrar a la misma persona que los está operando. Sin embargo, no hay manera en la que podamos cancelar que Pablo le dice a la iglesia en la ciudad de Éfeso que necesitamos conocer todas las dimensiones del amor de Dios para alcanzar esa plenitud: “para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efe 3:19, RV 1960). Tampoco podemos negar que él afirma que hay una vía que hay que transitar para poder ser capaces de conocer esas dimensiones del amor de Dios:
- La combinación de estar cimentados y arraigados en el amor de Dios con la seguridad de que Cristo habita en nuestros corazones a base de la fe.
La Biblia presenta una avenida para poder alcanzar todo esto: la oración provocada por el amor a Dios.
“9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1 Cor 2:9 RV1960).
¿Por qué es que se hace énfasis de que todo esto ocurra en el corazón del creyente? La reflexión de El Heraldo publicada el 5 de febrero del 2023 (dedicada al análisis de la Carta a los Efesios) procuraba explicar esto. Vemos una cita directa de la misma:
“Hay que puntualizar que todo el proceso que Pablo describe aquí es posible porque el Espíritu ha fortalecido el hombre interior de los creyentes (Efe 3:16) y porque Cristo habita por la fe en esos corazones (Efe 3:17). Permita que ampliemos estas aseveraciones. Un creyente fortalecido en su ser interior por el Espíritu Santo posee la capacidad para someterse al quebrantamiento que produce el impacto de Cristo tomando el control y la titularidad de ese corazón.
Ese hombre interior, que no es otra cosa sino el remanente de la imagen de Dios en nosotros, es impactado por el Espíritu. Ese hombre interior, desfigurado y marchito por el pecado, es transformado y empoderado para la nueva vida en Cristo; la nueva criatura en Cristo: el ser humano regenerado por la sangre y por el Espíritu (Tito 3:5). Esto ocurre cuando aceptamos a Cristo como el Salvador y el Señor de nuestras vidas.
Ahora bien, lo que Pablo pide en su oración trasciende los axiomas de la redención. Lo que Pablo está pidiendo aquí es que ese hombre sea fortalecido para crecer en la gracia y en la verdad de Cristo. El Doctor Karl Braune postula que ese ser interior que una vez fue el objeto de la salvación y de la operación del Espíritu, ahora es el sujeto de la actividad transformadora en la fe. Braune añade que esto forma parte de la economía de la salvación, toda vez que el amor y la fe no están divorciados del conocimiento que el Señor nos quiere dar.[4]
Sabemos que cuando Cristo entra a todas las habitaciones que hay en el corazón, todos los inquilinos que hay en esta son sometidos a dos (2) alternativas. O se someten a Él, a Cristo, o tienen que abandonar esa residencia. Lo otro que sucede es que el corazón es ampliado para poder contener la presencia del Creador y el Salvador del mundo. [Veamos como lo han planteado algunos estudiosos de este tema]
Tal y como decía el Rdo. Dr. William Alfred Passavant (1821 – 1894), no podemos clamar a Dios con confianza con un corazón estrecho. Las riquezas divinas de gracia que Cristo y el Espíritu Santo traen al corazón del creyente, alumbran los ojos del entendimiento, amplían nuestros corazones y nos preparan para conocer más acerca de Dios. Nuestras experiencias con Dios provocan que veamos a Dios más grande cada día que pasa.
Heinrich Leonhard Heubner (1780-1853) postulaba que el énfasis paulino de que esto ocurra en el corazón expone que nuestra fe en Cristo no está hecha para aprenderse de corazón. Nuestra fe en Cristo está hecha para aprenderla en el corazón. La vida interior es levantada por la participación del Espíritu. Este provoca que Cristo habite en el corazón y es allí que aprendemos el amor del Padre.[5] Cristo no puede habitar en Iglesias de cemento o en bancos de madera. Cristo habita en el corazón de aquellos que han sido salvados por la sangre derramada en la cruz por el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
No podemos pasar por alto que solo el Espíritu de Dios puede revelarnos quién es Dios y que solo la fe puede conseguir que el Espíritu Santo nos revele y nos permita aprender quién es Cristo y que Su vida se forme en nosotros. Es por esto que Pablo insiste en que todo esto suceda por la fe. Ese amor puro y santo de Dios, trascendente y maravilloso, solo puede ser aprendido por la fe en Cristo Jesús.
El Dr. Karl Friedrich Otto von Gerlach (1801 –1849) decía que el amor de Cristo tiene que preceder todo el amor y todo el conocimiento. Esto es así porque, como decía el Dr. Charles Hodge, la revelación y la experiencia con ese amor es la que nos permite superar la ceguera espiritual provocada por nuestra naturaleza pecaminosa. Hodge postulaba que una hermosa obra de arte puede estar en el apartamento de una persona ciega y esta persona no estar consciente de ello. En ocasiones, ni siquiera estar consciente de su cercanía. Esta persona no vidente no podrá disfrutar de esa belleza a menos que la pueda tocar. Hodge decía que la fe en Cristo, hace que Cristo habite en nuestros corazones y por esa misma fe somos capaces de percibir Su presencia, Su Excelencia y Su gloria. Esa misma fe nos permitirá apropiarnos y reciprocar esas manifestaciones de su amor bendito: [tocar el borde de la majestad de Dios].
Según Hodge, la fe es a la comunión espiritual lo que la estima y el afecto es a la fraternidad y a las relaciones domésticas que tenemos con aquellos que amamos. Dado el caso de que el amor de Cristo es infinito, entonces esa revelación del Espíritu y esa comunión espiritual también lo son[6]. O sea, que la revelación de este conocimiento nos catapulta a una comunión infinita con el Padre.
Pablo continúa su disertación señalando que estas operaciones del Espíritu, de Cristo y de su amor, nos empoderan para ser capaces de adquirir un conocimiento que está por encima de nuestras capacidades humanas. Veamos cómo lo expresa este Apóstol:
“17 que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. 18 Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.” (Efe 3:17-19, DHH)
Es muy interesante que en el Antiguo Testamento se haya utilizado esta misma expresión, pero en referencia a la sabiduría de Dios.
“7 »¿Puedes tú descubrir los misterios de Dios? ¿Puedes alcanzar la perfección del conocimiento del Todopoderoso? 8 Es más alta que los cielos, ¿qué puedes hacer tú? Es más profunda que el lugar de los muertos, ¿qué puedes saber tú? 9 La sabiduría de Dios es más extensa que la tierra y más ancha que el mar.” (Job 11:7-9, PDT)
Estos versos bíblicos no deben sorprender a aquellos que conocen la relación que el Nuevo Testamento establece entre Cristo y la sabiduría de Dios:
“30 Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que él fuera la sabiduría misma para nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del pecado.” (1 Cor 1:30, NTV)
En otras palabras, que el escritor del libro de Job no sabía que estaba describiendo la altura, la profundidad, la largura y la anchura de Cristo en su carácter como la sabiduría de Dios. Creemos que Pablo conocía estas expresiones y esto le condujo a dejarse convencer por el Espíritu Santo y utilizar las mismas expresiones, pero en relación al amor de Dios en Cristo. Esto se trata de adquirir un conocimiento íntimo del amor de Cristo.[7]
Como dice Pablo en el capítulo tres (3) de la Carta a los Efesios, estamos hablando de poder “….comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su amor” (Efe 3:18, NTV). Esto implica varias cosas. En primer lugar, algunos estudiosos han postulado que la anchura describe la extensión del mundo que ese amor quiere alcanzar a través de la Iglesia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo” (Jn 3:16). La largura del amor de Dios sobre la Iglesia y sobre los creyentes incluye la extensión de tiempo: el amor de Dios a través de las edades. La altura describe los cielos, lo inacabable, el carácter infinito de las bendiciones de gracia que ese amor nos prodiga. La profundidad describe su fundamento; el amor insondable, sin fondo que ese amor posee y nos ofrece.
El conocimiento de ese amor supera toda la ciencia y su valor es incondicional e incalculable. No se trata de que la ciencia sea enemiga de Dios. Se trata de entender que la ciencia no posee la capacidad de vencer a los enemigos del Reino de Dios. El amor de Dios movido por la fe en Cristo sí puede hacerlo. Se trata de entender que la verdadera ciencia la encontramos en donde se encuentra la cruz (theologus crucis = the theologus lucis).[8]
Otros estudiosos han apuntado que estas expresiones geométricas están inspiradas en las dimensiones de la cruz del Calvario. [9] Los Padres de la Iglesia patrocinaban esta interpretación: la anchura, la largura, la altura y la profundidad de la cruz: del amor desatado y demostrado en la cruz en la que Cristo murió por nosotros.
La Primera Carta que el Apóstol Pablo le escribió a la Iglesia en Corinto incluye una relación entre la sabiduría de los hombres y la sabiduría demostrada por el amor de Dios en la cruz.”
Estamos convencidos de que todo esto puede ser adquirido como revelación cuando decidimos orar con fervor permitiendo que la fe no nos permita hacer transacciones con el lugar que le corresponde a Cristo en nuestros corazones. Además, vivir convencidos de que nuestra relación con Dios está sólidamente fundamentada en el amor de nuestro Redentor. Esa revelación nos permitirá tener acceso a lo profundo y escondido que hay en el corazón de Dios. Es desde allí que su plenitud estará accesible a nosotros.
No tenemos duda de que esta la meta que promueve el amor que todo lo cree.
Concluimos con las siguientes aseveraciones escritas por el Rdo. Abelardo Díaz Morales. Este hombre de Dios fue por muchos años el pastor de la Iglesia Bautista de Caguas. Este insigne teólogo, padre de Abelardo Díaz Alfaro, el afamado cuentista puertorriqueño, escribió lo siguiente acerca de la fe en una de las ediciones de la revista Puerto Rico Evangélico:
“Creer es algo más que el asentimiento de la inteligencia a las verdades espirituales; es la unión vital del alma humana con el Espíritu divino. Por medio de esta unión íntima, trascendental, sublime, el hombre se identifica con Dios y Dios con el hombre. Entonces nuestra mente concibe los pensamientos de Dios, nuestro corazón siente el amor de Dios, nuestros labios hablan las palabras de Dios y nuestras manos ejecutan las obras de Dios. Por la fe, pues, nosotros subimos hasta Él y Él desciende hasta nosotros.” [10] ,
[1] Aquino dice que la fe esa la causa de nuestros temores y que la fe que produce el temor reverente es una fe formada: “…la fe formada, que por la caridad hace que el hombre se una y someta a Dios.” (Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 7., a. 1).
[2] Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 4., a. 3
[3] Un análisis completo de este tema se presentó en El Heraldo publicado el 23 de junio del corriente.
[4] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B. (2008). A commentary on the Holy Scriptures (pp. 127–129). Logos Bible Software.
[5] Heubner, Heinrich Leonhard. Praktische Erklärung Des Neuen Testaments. Nabu Press, 2012 (esta es una reproducción de un libro publicado en 1923).
[6] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B…. Op. cit.
[7] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . (1993–). Comentario bı́blico mundo hispano Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, y Filemón (1. ed., pp. 159–162). Editorial Mundo Hispano.
[8] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B…. Op. cit.
[9] Muddiman, J. (2001). The Epistle to the Ephesians (pp. 169–174). Continuum.
[10] Puerto Rico Evangélico, 25 de junio de 1916, p.12 (Reflexiones acerca de Dios).
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1 Comment
Me encanta el concepto de manejar los dones espirituales con responsabilidad.Facinante por demás el pasaje de efectos 3:16-19.
n
nCon mucho amor en Cristo y respeto
nEl YO, el mundo y la carne nuestros peores enemigos
nEl puesto más alto en la iglesia que nos llamó a ser Cristo es el de Siervos
nLo demás son dificultades con nuestro YO!!
nGloria al nombre del Señor Jesús!!!