967 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 25 de agosto del 2024

967 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  25 de agosto del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (IX)

 
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
 
El Espíritu Santo inspiró al Apóstol Pablo para documentar y explicar estructuras teológicas y pastorales que le dan forma, cohesión y dirección a nuestras vidas como creyentes en Cristo. El tema de los dones (“charismata”) del Espíritu no es la excepción. Pablo ofrece en su Primera Carta a los Corintios lo que hemos llamado la plataforma, o el carril por el que estos deben moverse y ser administrados. O como bien él dice, el camino más excelente, la ruta que define sus usos, las características que los deben definir (1 Cor 12:31).

“31 Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.”

Hemos visto en reflexiones anteriores que algunas versiones bíblicas entregan este verso apuntando a una forma de vida que es insuperable: de excelencia.

“31 Por lo tanto, ustedes deberían desear encarecidamente los dones que son de más ayuda. Pero ahora déjenme mostrarles una manera de vida que supera a todas las demás.” (1 Cor 12:31, NTV)

“31 Busquen tener los dones del Espíritu que ustedes consideran mejores. Pero yo quiero mostrarles una manera de vivir que es mucho mejor.” (PDT)

Estas traducciones nos conducen a la conclusión de que estas expresiones describen algo más que una ruta. Estas expresiones describen un estilo de vida. O sea, que el uso y la administración correcta de los dones del Espíritu tienen que impactar muy favorablemente la forma en la que nosotros vivimos. Siendo esto así, entonces debemos concluir que lo que Pablo está definiendo aquí es una ruta para la vida en el Espíritu.

Adelantamos que esta aseveración, la vida en el Espíritu, nos conducirá a una batería de reflexiones acerca de ese tema.

Sabemos que la ruta de vida inspirada por el Espíritu y trazada por Pablo en su Primera Carta a los Corintios (1 Cor 13:1-13) es el “agápē” de Dios (G26), el amor redentor de Dios. Es ese amor y no otro el camino de excelencia por el que tiene que transitar nuestra vida como Cristianos. Esto incluye el uso y la administración de los dones del Espíritu. O sea, que no se trata del amor “phileō”(G5368), ni del “eros”, el “storgē”, o del “nomos.”

Tenemos que explicar que la aseveración que acabamos de compartir, uso y la administración de los dones, surge del análisis de 1 Pedro 4:10:

“10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.”

El concepto que se traduce aquí como “ministrar” (“diakoneō”, G1247), habla del uso y del servicio que los dones tienen que ofrecer. Por otro lado, la frase que se traduce como “buena administración” (“kalos”, G2570; “oikonomos”, G3623) describe la buena mayordomía o la sana administración que esto requiere. Estas son guías inequívocas para los dones del Espíritu. Esas guías no admiten otra cosa que no sea que estos sean usados para servir a otros y que esto se haga siguiendo las reglas que propenden a una sana administración de los mismos.

¿Cuáles son esas reglas? Algunas de estas son las que estamos estudiando en el análisis del capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios.

El análisis de esa ruta nos ha confrontado con las 16 características que posee el “agápē” que la Biblia describe:

“4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser;” (1 Cor 13:4-8a, RV 1960).

Reafirmamos que este pasaje bíblico subraya que el uso y la administración de los dones del Espíritu tienen que poseer estas características. Algunas de las reflexiones más recientes nos han permitido analizar las primeras cinco (5) de estas. En esta reflexión nos proponemos continuar con el análisis de algunas de las otras.

Pablo afirma que la ruta del “agápē” de Dios (G26) no provee espacio para que se haga algo indebido (“aschēmoneō”, G807).

El concepto griego traducido aquí como “indebido” puede ser traducido como comportarse indecentemente, actuar inapropiadamente, ser descortés, comportarse sin gracia, sin honor.[1] Otros recursos lo traducen como actuar desafiando las normas sociales y morales, con la consiguiente desgracia, vergüenza y vergüenza—'actuar vergonzosamente, comportamiento indecente, acto vergonzoso'. O sea, que lo que Pablo está diciendo aquí es que ese amor nunca se comporta de manera vergonzosa ni busca sus propios intereses.[2] Otros, dicen que se trata de faltar al decoro o a la buena educación.[3]
 
Un dato interesante es que la raíz de este concepto (“aschēmōn”, G809), describe algo desagradable, impresentable, literalmente, vergonzoso, indecoroso, como cuando Pablo la utiliza para referirse a algunas partes del cuerpo (1 Cor 12:23).[4] Otros recursos añaden que se trata de algo perteneciente a ser poco atractivo o indecoroso—‘poco atractivo, feo, e impresentable.[5]
 
Es importante destacar que Pablo está describiendo aquí una acción, algo que se hace o no se hace. O sea, que se trata de algo que nosotros podemos decidir.

A base de lo expuesto hasta aquí, no hacer nada indebido implica no comportarse indecentemente, ni actuar inapropiadamente. Esta característica describe que un creyente lleno de ese amor decide que no será descortés, que no se comportará sin gracia y/o sin honor. Esta característica describe que un creyente lleno de ese amor no actúa desafiando las normas sociales y morales y que procura no atraer la consiguiente desgracia y/o la vergüenza que esto puede traer. Esto describe que un creyente lleno de ese amor decide que no actuará vergonzosamente. Esta característica describe que un creyente lleno del “agápē” de Dios decide que su comportamiento nunca será indecente y que no cometerá actos vergonzosos. Esta característica describe que un creyente lleno de ese amor no busca sus propios intereses, no le falta al decoro y tampoco puede ser un mal educado.

A base de esto tenemos que concluir que cuando Pablo dice que el amor no hace nada indebido, está describiendo a un creyente en Cristo que procura no hacer algo desagradable. Esta característica describe a un creyente que se cuida de no convertirse en alguien impresentable, literalmente, vergonzoso, y/o indecoroso.

No olvidemos que todo esto también aplica al uso y la administración de los dones del Espíritu.  Tampoco olvidemos que ningún creyente en Cristo puede pedir ser excusado de esto porque ese creyente lleva a Dios por dentro y Dios es ese “agápē.” En otras palabras, si somos de Cristo tenemos a Dios por dentro. Por lo tanto, este es el comportamiento esperado de nosotros, porque Dios es amor. No aceptar esto puede significar que hemos desplazado a Dios de nuestras vidas.

Hemos adelantado una parte del análisis de la próxima característica que Pablo ofrece acerca del “agápē” que Dios nos da: “no busca lo suyo.” La frase que aparece en el texto griego del Nuevo Testamento es la siguiente: “ou zētei ta heautēs” (no busca las cosas de su propia cosecha, o suyas). El concepto que se traduce como buscar (“zēteō”, G2212) es un verbo que está conjugado en tercera persona singular, o sea que se trata de una decisión individual. Esa conjugación es un presente indicativo activo. O sea, que afirma la actualidad de esa declaración, como cuando la Biblia dice que Dios es amor (1 Jn 4:8).

El concepto que se utiliza aquí para describir “lo suyo” (“heautou”, G1438), es un pronombre reflexivo (genitivo femenino) conjugado en tercera persona singular.

Quizás sea más fácil manejar esos datos desde otras gramáticas. Por ejemplo, en inglés existen pronombres reflexivos tales como “myself,” “yourself,” “himself,” “herself,” “itself,” “ourselves,” “yourselves,” and “themselves.” Estos hacen referencia a una persona o una cosa. Estos pronombres se usan a menudo cuando el sujeto y el objeto de un verbo son el mismo.[6] Al mismo tiempo, los vemos en la gramática española como los que son clasificados como átonos (“me”, “se”, “os”…) y los tónicos (“mí,” “conmigo,” “ti,” “contigo,” “sí,” “consigo,” y “vos…). Los átonos son clíticos verbales, mientras que los tónicos son siempre términos de preposición, como en “Pensás demasiado en vos.”[7] Existen muy buenos análisis de estas conjugaciones en internet.[8],[9]

El “agápē” es el sujeto de la oración en 1 Cor 13:1-8. O sea, que este pronombre se trata de una característica que le pertenece a ese amor. No es algo que se construye, ni que se adquiere. El amor “agápē” no hace “heautou.” Esto es, el que está lleno de ese amor no piensa en primera persona y mucho menos en sí mismo o lo que es suyo[10]; ni para sí mismo.[11] Dicho de otra forma, se trata de un creyente en Cristo que no puede buscar los propósitos suyos ni lo que le pertenece porque busca el propósito del Señor y aquello que es del cielo.

“9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 10 pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, 11 del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.” (2 Tim 1:9-11), RV 1960)

De hecho, se trata de un creyente en Cristo que no tiene reparos en aceptar que todo lo que le sucede, sea bueno o no tan bueno, proviene de la soberanía de Dios:

“8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,” (2 Tim 1:8)

Se trata de un creyente en Cristo que no hace las cosas por rivalidad ni orgullo, que sabe ser humilde y que considera a los demás como más importantes que sí mismo. Un creyente que no busca su propio bien, sino el de los demás:

“3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Fil 2:3-4)

Cerramos esta reflexión con el análisis del concepto griego que se traduce como buscar: “zēteō”, (G2212). Este es uno de esos conceptos que merece una batería de reflexiones. Es cierto que aparece en la Biblia traducido como tratar de encontrar la ubicación de algo (Mcs 1:37; Mat 18:11); buscar conocimiento, intentar aprender acerca de (Mcs 11:18; 1 Cor 1:22); desear, querer (Jn 1:38; Apo 9:6 demandar, pedir algo (Mcs 8:11), procurar, intentar hacer (Lcs 5:18); intentar encontrar, o tratar de alcanzar cierto estado o condición (Mat 26:16).[12]

No obstante, el mensaje del Evangelio transforma el énfasis y el centro de esa búsqueda, ofreciendo como uno de sus resultados la capacidad de encontrar una solución para el afán:

“33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” (Mat 6:33-34)

Es muy interesante el hecho de que el mensaje del Evangelio nos permite entender que nosotros no comenzamos esa búsqueda. Es Dios quien la inicia enviando a su Hijo Cristo a buscarnos para salvarnos.

“20 E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; Me manifesté a los que no preguntaban por mí.”  (Rom 10:20)

“10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lcs 19:10)

La Biblia dice que la decisión de permitir que haya una transformación de aquello que buscamos y que aceptemos aquello que busca Dios, impactará varias áreas de nuestras vidas. Una de estas es la adoración.

“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.  (Jn 4:23)

Otra, es la transformación de la perspectiva con la que miramos la vida.

“1 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.”  (Col 3:1-4)

Otra de estas es la transformación de las prioridades en la vida.

“22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.” (1 Cor 1:22-24)

Este pasaje bíblico señala que esa transformación asegura que seguir el propósito de Dios produce que obtengamos las bendiciones que no estamos buscando (el poder y la sabiduría de Dios) como un beneficio colateral.

Pablo nos ofrece en el capítulo 13 de Primera de Corintios una manera sencilla y fácil para cambiar nuestras búsquedas (“zēteō”, G2212). Él nos dice, inspirado por el Espíritu Santo, que la manera para cambiarlas es ser lleno del “agápē” de Dios. La llenura de ese amor provocará el exilio de todo egoísmo, personalismos y ambiciones humanas, saturando nuestra alma con una gracia que provoca que esta no anhele ni necesite buscar lo suyo, porque se siente más que satisfecha con lo que provee y lo que provoca el amor de Dios.

Sólo piense por un instante qué puede suceder en un creyente en Cristo cuando decide que utilizará las herramientas dadas por Dios dirigido y motivado por estas características.





[1] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[2] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 695). United Bible Societies.
[3] Tuggy, A. E. (2003). En Lexico griego-español del Nuevo Testamento (p. 138). Editorial Mundo Hispano.
[4] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[5] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 695). United Bible Societies.
[6] https://learnenglish.britishcouncil.org/grammar/b1-b2-grammar/reflexive-pronouns#:~:text=Reflexive pronouns are words like,a verb are the same.
[7] https://www.rae.es/gtg/pronombre-reflexivo#:~:text=De acuerdo con esta última,en Pensás demasiado en vos.
[8]https://iespedrosoto.es/departamentos/latin/morfosintaxis/griego/Pronombres_griegos.pdf
[9] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software https://daedalus.umkc.edu/FirstGreekBook/JWW_FGB48.html#:~:text=The reflexive pronouns are ἐμαυτοῦ,of himself, herself, itself.
[10] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[11] Tuggy, A. E. (2003). En Lexico griego-español del Nuevo Testamento (pp. 258–259). Editorial Mundo Hispano.
[12] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.





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