1002 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 27 de abril del 2025

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Funciones y operaciones del Espíritu Santo: nos conduce a adorar (XII)


“23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Jn 4:23-24, RV 1960)

Retomamos los análisis acerca de las funciones y las operaciones del Espíritu Santo luego de la celebración de la Semana Santa. Estas reflexiones han girado alrededor del tema de la adoración. La reflexión anterior sobre este tema nos permitió arribar a la conclusión de que los adoradores que se describen en el capítulo cuatro (4) del Evangelio de Juan necesitan revelación de Dios para poder adorar “en espíritu y en verdad.” En esa reflexión también concluimos que esto es así porque esa clase de adoración requiere que el que adora haya recibido la revelación de la verdad que es Cristo para que su adoración contenga la misma.

En esa reflexión presentamos evidencias exegéticas y académicas para explicar el significado de la frase juanina “en espíritu y en verdad.” Uno de esos recursos fue el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, mejor conocido como Kittel. A continuación, repetimos algunas de las aseveraciones que estos exégetas bíblicos nos ofrecen acerca del concepto que se traduce como “verdadero.”

“Este uso se encuentra en Heb 8:2, donde el tabernáculo en el cielo se describe como ἀληθινὴ σκηνή (“alēthinēs skēnēs”; “verdadero tabernáculo”) en contraste con el terrenal, y también en Heb 9:24, donde las ordenanzas del culto terrenal se llaman ἀντίτυπα τῶν ἀληθινῶν [“antitypa tōn alēthinōn”] 1…. En un desarrollo característico de este uso, el uso joánico de [“alēthinos”] introduce nuevamente una ambigüedad distintiva. Si el sentido formal de genuino se ve en Jn. 4:23, es con referencia al hecho de que tales adoradores verdaderos son determinados por la revelación. En las imágenes en las que se describe a Jesús como el [“luz verdadera”, 1:9] y la [“vida verdadera”, 15:1]…. [“alēthinos”] tiene en primera instancia el sentido de “verdadero” o “genuino”, pero genuino aquí significa “divino” en contraste con la realidad humana y terrenal, y también implica “contener” [“alētheia” G225] y por lo tanto “dar revelación.”2 (Traducción libre)

Un resumen de lo que comunica este diccionario académico es que afirma que para poder ser un adorador verdadero se requiere revelación de Dios.

Es muy importante destacar que la expresión “determinados” que se utiliza en el diccionario que acabamos de citar no tiene que ver con la elección o la predeterminación de los que se van a salvar. Esta expresión se utiliza aquí para describir que esta es la identidad que adquieren los que adoran de esta forma. Es así que ellos pueden ser identificados. La revelación de Cristo causa que la adoración de estos sea singular. Además, el concepto que Juan usa aquí se utiliza para describir la disposición, la voluntad, la firmeza, la intrepidez, la resolución, el arrojo y/o el valor3 con la que estos adoran. En otras palabras, que este concepto no se utiliza para describir a personas escogidas o llamadas por Dios para adorar.

Sabemos que este es un tema que a menudo levanta pasiones. Es por esto que creemos que es necesario hacer aquí un paréntesis para afirmar que nuestra posición teológica sobre todos estos temas es una arminiana.4 Esto es, que creemos que la soberanía de Dios y el libre albedrío son compatibles: que la salvación se puede perder.

Los planteamientos que serán esbozados a continuación no pretenden acabar con una discusión teológica centenaria entre el arminianismo y el calvinismo. Hemos tenido el privilegio de servir y estudiar en comunión con muchos gigantes del Evangelio que son calvinistas. Les amamos y admiramos, les respetamos y damos gracias a Dios por las contribuciones extraordinarias que estos han hecho en nuestras
vidas. Es importante hacer saber que nuestras diferencias en este tema tan intenso nunca ha sido un obstáculo para que podamos servir juntos, tanto en la academia como en la Iglesia del Señor.

Aquellos que somos arminianos, sabemos que el deseo del corazón del Dios Soberano no es igual al resultado final que se obtiene en la historia de la humanidad. La Biblia dice que el deseo (“boulomai”, G1014) de Dios es que nadie se pierda y que todos se arrepientan. No obstante, sabemos que el resultado final ha sido otro.

“9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”  (2 Ped 3:9)

Sabemos que esta porción de las Sagradas Escrituras no busca negar la omnisciencia, la omnipotencia ni la soberanía de Dios. Sin embargo, esta nos dice que Dios no tiene problemas en que el deseo expreso de su corazón sea uno mientras que el resultado final sea otro. Arribamos a esta conclusión, entre otras cosas, cuando estudiamos algunos de los conceptos que se utilizan en este verso bíblico. Por ejemplo, El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento dice lo siguiente acerca del concepto que se traduce aquí como “queriendo” (“boulomai”, G1014):

“La diferencia original de significado entre βούλομαι [“boulomai”, G1014], y (ἐ)θέλω [“ethelō”, G2309] se cuestiona en la investigación filológica. Se enfrentan dos visiones diametralmente opuestas. a. Se encuentra en θέλειν [“Thélein”] deseo impulsivo e inconsciente, y en βούλεσθαι [“Boulesthai”] racional y consciente. ἐθέλειν [“ethélein”] significa así volición por inclinación o instinto natural, la proclivitas animi e desiderio, mientras que βούλεσθαι [“Boulesthai”] denota una decisión de voluntad basada en una resolución deliberada. b. Por otro lado, se entiende que ἐθέλειν [“ethelein] significa la resolución del espíritu, y βούλεσθαι [“Boulesthai”] como deseo o inclinación, como deseo del alma.5  (Traducción libre)

O sea, que el deseo de Dios, “una decisión basada en una resolución deliberada”, es que nadie se pierda y que todos procedan al arrepentimiento. Sin embargo, sabemos que son muchos los que se pierden. ¿Cambia esto la omnipotencia, la omnipresencia, la omnisciencia o la soberanía de Dios? ¡De ninguna manera! Dios ha sido, es y seguirá siendo soberano, omnipotente, omnipresente y omnisciente. Lo que cambia aquí es el alcance de la misericordia de Dios para permitirnos poseer el libre albedrío para decidir si queremos rechazar, aceptar y/o devolver el regalo de la vida eterna que Él nos ha ofrecido en Cristo.

Esto es lo mismo que ocurre con nuestros pecados e iniquidades. El profeta Miqueas señala que Dios, soberano y omnisciente, los echa en lo profundo del mar.

“19 Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” (Miq 7:19)

Esta es una de las razones por las que el salmista y el profeta Isaías oraban pidiendo a Dios, soberano y omnisciente, que no se acordara de las iniquidades, de los pecados y/o de las rebeliones de la juventud.

“7 De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová.” (Sal 25:7, RV1960)

“No te enojes tanto con nosotros, Señor; por favor, no te acuerdes de nuestros pecados para siempre. Te pedimos que nos mires y veas que somos tu pueblo.” (Isa 64:9, NTV)

¿Cancela esto la soberanía de Dios, su omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia? De ninguna manera. Estos versos confirman que la misericordia de Dios es tan grande que lo hace decidir olvidar nuestros pecados una vez estos han sido perdonados.

“25 Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.”  (Isa 43:25)

No debe sorprendernos que lo mismo acontezca con el análisis del tema del propósito y aquellos que son llamados. Recordemos que la Biblia dice que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Esto es, el de Dios. Es cierto que esta expresión señala que el propósito de Dios ha sido prometido para los llamados.

¿Cómo podemos discernir esto? Hay que comenzar reconociendo que la Biblia dice que Dios llama a todo el mundo.

“20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apoc 3:20)

La Biblia también afirma que Dios no hace acepción de personas (Rom 2:11; Gál 2:6; Efe 6:9; 1 Ped 1:17). Al mismo tiempo, hay que reconocer que la Biblia dice que los llamados son muchos, pero los escogidos son pocos

“16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.” (Mat 20:16)

“14 Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.” (Mat 22:14).

En otras palabras, que hay muchas personas que pueden haber aceptado el llamado, el propósito de Dios para sus vidas, pero que lo pierden en el camino.

Ahora bien, ¿qué hacemos con el tema de los escogidos (“eklektos”, G1588)? La Biblia también afirma que falsos Cristos y falsos profetas pueden engañarlos. Esto es, a los escogidos (Mcs 13:22).

“22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos. 23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes.” (Mcs 13:22-23)

“22 Pues vendrán falsos mesías y falsos profetas; y harán señales y milagros, para engañar, de ser posible, hasta a los que Dios mismo ha escogido. 23 ¡Tengan cuidado! Todo esto ya se lo he advertido a ustedes de antemano.” (DHH)

Esto echa al suelo argumentos acerca de la salvación predestinada para unos escogidos. Esto es así, porque de ser cierta, ni siquiera hace falta la presencia del enemigo de nuestras almas para echarlos a perder. De ser esto cierto, esos falsos Cristos y esos falsos profetas tendrían más poder que Dios. O sea, tendrían poder para engañar a aquellos que Dios habría predestinado. Todos sabemos que esto último es imposible. Repetimos: nada puede afectar la omnipotencia, la omnipresencia, la omnisciencia o la soberanía de Dios ¡De ninguna manera! Dios ha sido, es y seguirá siendo, omnipotente, omnipresente, omnisciente y soberano. Lo que cambia aquí es el alcance de la misericordia de Dios para permitirnos poseer el libre albedrío y que decidamos voluntariamente mantenernos firmes en la libertad con la que Cristo nos ha hechos libres (Gál 5:1) y no perder nuestra salvación.

Es por esto que la Biblia afirma posturas como las siguientes:

“18 Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?”
(1 Ped 4:18, RV1960)

“12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Cor 10:12)

“13 Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mat 10:22; 24:13)

“Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.” (Lcs 8:13)

“3 cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,” (Heb 2:3)

“5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1 Ped 1:5)

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.” (Rom 13:11)

“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos (“katergazomai”, G2716) en vuestra salvación con temor y temblor,” (Fil 2:12)

“Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza.” (2 Ped 3:17)

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.” (Jn 15:5-6)

“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.” (Apoc 3:5)6

“Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.”  (Rom 11:22)

“sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado (“adokimos”, G96).” (1 Cor 9:27)

¿Esto significa que debemos vivir nuestra vida en Cristo con temor a perder la salvación? ¡Claro que no! Los creyentes en Cristo hemos sido llamados a disfrutar la vida en Cristo, con la ayuda del Espíritu Santo y reconociendo que tenemos un abogado único en su clase para interceder por nosotros ante el Padre (1 Jn 2:1) en cada ocasión que pequemos.

Entonces: ¿qué afirmamos? Afirmamos que Cristo estaba predestinado.

“19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,” (1 Ped 1:19-20, RV1960)

“en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hch 4:12)

Afirmamos que el llamamiento y la salvación estaban predestinadas.

“3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1 Ped 1:3-5)

Como hemos dicho anteriormente, Dios en su soberanía decidió, como un acto de misericordia, concedernos el libre albedrío para que nosotros pudiéramos decidir si queremos aceptar, rechazar y/o devolver el regalo de la salvación y de la vida eterna.

Por lo tanto, no puede haber personas escogidas para adorar porque son estos son los que se van a salvar. El llamado de Dios para salvación está abierto a todos los seres humanos. Los adoradores que el Padre busca son personas que deciden voluntariamente aceptar el regalo de la salvación y la “prothesis” que el Espíritu Santo nos da para poder adorar en espíritu y en verdad.


 
[1] La versión PDT dice: “Porque Cristo no entró al Lugar Santísimo hecho por los hombres, que sólo es copia del verdadero, sino al cielo y está presente allí, delante de Dios, para pedir a nuestro favor.” (Heb 9:24)
[2] Op. cit.
[3] https://dle.rae.es/determinación?m=form
[4] https://www.britannica.com/topic/Arminianism
[5] Schrenk, G. (1964–). βούλομαι, βουλή, βούλημα. En G. Kittel, G. W. Bromiley y G. Friedrich (Eds.), Diccionario teológico del Nuevo Testamento (edición electrónica, vol. 1, p. 629). Eerdmans.
[6] O sea, que los nombres pueden ser borrados de ese libro.






 
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