983 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 15 de diciembre del 2024

983 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  15 de diciembre del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XXII)
 
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)

El análisis del pasaje bíblico que encabeza esta reflexión está arribando a sus puntos culminantes. Las 16 características que el Apóstol Pablo le adscribe al amor (“agápe”, G26) han ocupado nuestras discusiones desde el verano del año en curso. Estas son:

  • sufrido (“makrothumeō”, G3114)                            
  • benigno (“chrēsteuomai”, G3114)
  • no tiene envidia (“zēloō”, G2206)                           
  • no es jactancioso (“perpereuomai”, G4068)
  • no se envanece (“phusioō”, G5448)                        
  • no hace nada indebido (“aschēmoneō”, G807)
  • no busca lo suyo (“zēteō”, G2212) (“heautou”, G1438)
  • no se irrita (“paroxunō”, G3947)                            
  • no guarda rencor (“logizomai”, G3049), (“ou”, G3756), (“kakos”, G2556) [1]                          
  •  no se goza de la injusticia (“chairō”, G5463), (“adikía”, G93)
  •  se goza de la verdad (“sugchairō”, G4796), (“alētheia”, G225)
  •  todo lo sufre (“stegō”, G4722)                                
  •  todo lo cree (“pisteuō”, G4100)
  •  todo lo espera (“elpizō”, G1679)                                         
  •  todo lo soporta (“hupomenō”, G5278)         
  •  nunca deja de ser (“oudepote”, G3763)[2],[3], (“ekpiptō”, G1601)[4]

No debe sorprender a nadie que el Apóstol Pablo introduzca el tema de la esperanza luego de haber escrito acerca de la fe. El Apóstol lo hace aquí consignando la siguiente expresión: “todo lo espera.” Hay que recordar que este apóstol procura combinar el amor, la fe y la esperanza en muchas de sus cartas. Veamos algunos ejemplos de esto:

13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (1 Cor 13:13)

“3 acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tes 1:3, RV1960).

“8 Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo.” (1 Tes 5:8)

De hecho, él le llama la atención a aquellas iglesias que viven ausentes de alguna de estas virtudes. Tal es el caso de la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Éfeso. Al comienzo de su carta él da gracias por el amor y la fe que había escuchado que ellos tenían: “15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos,” (Efe 1:15). Pero inmediatamente después comienza a pedir por la esperanza que esa iglesia necesitaba tener: “18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (v.18).

Algunas versiones bíblicas ofrecen las siguientes traducciones para la expresión que encontramos en 1 Corintios 13:7c: “nunca pierde la esperanza” (PDT), “siempre tiene esperanzas” (NTV).

Tal y como hemos visto, el concepto griego que Pablo utiliza aquí es “elpizō” (G1679), que puede ser traducido como esperar, poner la esperanza en, confiar, aguardar, suspirar. Esto, indicando sobre quién o qué cosa se espera o confía (Mat 12:21; Jn 5:45; Rom 15:12; 1 Cor 15:19; 2 Cor 1:10; 1 Tim 4:10; 5:5; 6:17; 1 Ped 1:13; 3:5), indicando qué es lo que se espera (Rom 8:24–25; 1 Cor 13:7)[5]. También es traducido como esperar con confianza lo que es bueno y beneficioso, esperar, esperar en, (“que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” Romanos 15:4).[6]

Este concepto proviene del vocablo griego “elpis” (G1680) que en el contexto Cristiano puede ser traducido como expectación gozosa y confiada, confianza y/o esperanza.[7] Esta es una de las razones por las que el amor todo lo espera.
 
Hay un postulado bíblico que es central para este análisis. Este fue afirmado por este mismo Apóstol señalando que Dios ha asegurado que la esperanza en Cristo nunca nos puede desilusionar, fallar o dejarnos en vergüenza. Esto es así, porque el Espíritu Santo que recibimos el día en que aceptamos a Cristo como Señor y Salvador, ha derramado el amor de Dios en nuestros corazones.

5 Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.”  (Rom 5:5, DHH)

Esta es una expresión poderosísima porque la base de esa seguridad no es nuestro amor por Dios, sino el amor que Él tiene por nosotros. Así lo afirmaba el Dr. Charles Hodge cuando dijo lo siguiente:

La esperanza que albergan los verdaderos creyentes, fundada en la naturaleza misma de los ejercicios piadosos, nunca los decepcionará (Sal 22:5). La base de esta seguridad, sin embargo, no es la fuerza de nuestro propósito o la confianza en nuestra propia bondad, sino el amor de Dios. La última cláusula del versículo asigna la razón por la cual la esperanza del cristiano no será engañosa; es porque el amor de Dios es derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. "El amor de Dios" es su amor por nosotros, y no el nuestro por Él, como se desprende de los siguientes versículos, en los que el apóstol ilustra la grandeza y el carácter gratuito (gratuidad) de este amor, con una referencia a la indignidad de sus objetos.”[8] (Traducción libre).

Sabemos que algunos teólogos tales como Agustín de Hipona interpretaron la expresión paulina del verso 5 del capítulo cinco (5) de la Carta a los Romanos como que nuestro amor por el Señor es el que mantiene esa característica de la esperanza. Sin embargo, el verso 8 de ese mismo capítulo describe que el amor del que Pablo está hablando aquí es el amor de Dios por nosotros.[9] Esta es otra de las razones por las que el amor todo lo espera.
 
“8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Rom 5:8, RV 1960)

Esto nos conduce al menos a dos conclusiones. La primera es que hay situaciones en la vida que lamentablemente pueden hasta provocar que nuestro amor por el Señor mengüe. En cambio, el amor de Dios es inmutable. Por lo tanto, la esperanza en Cristo nunca nos va a desilusionar porque está basada en el amor de Dios. Esto nos permite mantener la esperanza aun cuando no haya “ambiente” ni contexto para esta, tal y como le sucedió a Abraham: “…Él creyó en esperanza contra esperanza” (Rom 4:18). La segunda es que el amor de Dios derramado sobre nosotros, coloca la esperanza del creyente en Cristo en un futuro escatológico, con la presencia del Espíritu Santo que también fue derramado (Hch 2:18, 33; 10:45). O sea, que esto funciona como la garantía de que nuestra salvación será completa. En otras palabras, que la promesa divina está garantizada y podemos vivir con la santa expectación de su cumplimiento. Y no solo esto, sino que Dios ha cubierto todo esto, lo ha “matizado” con su “agapē”. Esta es otra de las razones por las que el amor todo lo espera.

Es por esta causa que Pablo le dice a la iglesia que estaba en la ciudad de Roma que nosotros podemos sufrir en este mundo, pero que lo hacemos con esperanza porque ya tenemos el Espíritu Santo, como anticipo de la promesa de salvación de Dios. Pablo añade que lo que hacemos ahora es esperar que Dios nos dé todos los derechos como hijos suyos cuando nuestro cuerpo sea liberado (por muerte o por arrebatamiento). Esta es otra de las razones por las que el amor todo lo espera.

“23 y los creyentes también gemimos—aunque tenemos al Espíritu Santo en nosotros como una muestra anticipada de la gloria futura—porque anhelamos que nuestro cuerpo sea liberado del pecado y el sufrimiento. Nosotros también deseamos con una esperanza ferviente que llegue el día en que Dios nos dé todos nuestros derechos como sus hijos adoptivos, incluido el nuevo cuerpo que nos prometió.”  (Rom 8:23, NTV)

Pablo añade a todo esto que nosotros recibimos esa esperanza cuando fuimos salvos: al aceptar a Cristo como Señor y Salvador. Él afirma que nosotros recibimos allí esa esperanza, pero que una esperanza que se ve no es realmente una esperanza porque, ¿para qué esperar lo que ya se ve? En cambio, nosotros lo que estamos haciendo aquí es esperar lo que aún no podemos ver y eso lo esperamos con paciencia.

“24 Recibimos esa esperanza cuando fuimos salvos. (Si uno ya tiene algo, no necesita esperarlo; 25 pero si deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y confianza).” (vv. 24-25)

La teología sistemática entre otras cosas afirma que la esperanza Cristiana es esperanza de resurrección. Esto es algo que ha sido prometido y garantizado (Jn 11:25-26; Rom 6:8; 2 Cor 13:4; 2 Tim 2:11). Es por esto que la esperanza del Cristiano le capacita y le permite enfrentar el pecado, la vida, la muerte, la gloria, el sufrimiento y el dolor. Las afirmaciones de las promesas bíblicas nos hablan de ese futuro que es glorioso, sin lágrimas, sin dolor, sin muerte. Los postulados de esa rama de la teología afirman que ese futuro se anuncia ya en esas promesas y a través de la esperanza despertada influye en nuestro presente: aquí y ahora.

Es allí que la fe se convierte en audacia, en apertura, en confianza y longanimidad. De hecho, estos principios son tan fuertes y sólidos que la Biblia dice que la esperanza obliga a la comunidad Cristiana a manejarla con responsabilidad: la “responsabilidad de la esperanza” que hay en ella. (1 Ped 3:15).

Compartimos en El Heraldo del 15 de febrero del 2022 que nuestra esperanza no se anquilosa porque ella depende de las promesas que hemos recibido de Dios. A continuación algunas de estas:

  • Nuestra esperanza está en Dios:
“7 Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti.” (Salmos 39:7)

  • Nuestra esperanza es de Dios:
“5 Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza.” (Salmos 62:5)
 
  • Dios es nuestra esperanza:
“6 Del consejo del pobre se han burlado, Pero Jehová es su esperanza.” (Salmos 14:6)
 
“5 Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, Oh Dios de nuestra salvación, Esperanza de todos los términos de la tierra, Y de los más remotos confines del mar.” (Salmos 65:5)

Decíamos allí que la fe y la esperanza definen la existencia del creyente y estas dos (2) unidas al “agapē” (G26), el amor de Dios, son los elementos que describen quiénes somos. Es así que Pablo describe a la Iglesia en Tesalónica y a la Iglesia en Corinto. Esta es otra de las razones por las que el amor todo lo espera.
 
“2 Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, 3 acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo.”   (1 Tesalonicenses 1:2-3, RV 1960)

Es refrescante conocer que podemos hacer todo esto porque el amor de Dios ha sido derramado (“ekcheō” ó “ekchunō”, G1632) en nuestros corazones. Dicho de otra manera, derramado desde arriba, desde la cruz del Calvario (Mat 26:28; Mcs 14:24), desde la misma presencia de Dios y en cantidades que nada creado puede contener. Este es el contexto bíblico- teológico para la expresión paulina que afirma que el amor todo lo espera.

Estas afirmaciones paulinas, el amor que todo lo cree y todo lo espera, nos permiten afirmar un principio fundamental: el amor que Dios nos ha regalado está potencializado por la fe y por la esperanza. Ese amor también potencializa a los otros dos. Este principio se reviste de una importancia inmensurable e insondable cuando conocemos que ambas, la fe y esperanza, comparten las siguientes características:

  • ambas provienen de la misma fuente.
  • ambas poseen personalidad propia.
  • ambas son menores al amor.

¿Por qué afirmamos esto? Para empezar, la Biblia dice que la fe de la que estamos hablando posee un Autor (“archēgos”, G747) y un Consumador (“teleiotēs”, G5047).

“2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Heb 12:2)

Ese pasaje dice que nuestro Señor y Salvador es el comienzo, el jefe, el capitán, el príncipe, el que pone en orden de tiempo, espacio y rango, el fundamento inamovible de la fe. Jesucristo es quien lleva a la perfección, al orden de lo completo la fe.

Al mismo tiempo, la Biblia dice que la esperanza posee un nombre: Cristo.

“27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Col 1:27)

En otras palabras, el amor que Dios nos ha dado todo lo cree y todo lo espera porque la fe que utiliza posee un autor que siempre mantiene esa fe en orden en tiempo, espacio y rango. Ese amor todo lo cree y todo lo espera porque esa esperanza tiene nombre y ese nombre es glorioso: “….Jesucristo nuestra esperanza” (1 Tim 1:1c). Esta es otra de las razones por las que el amor todo lo espera.

Ahora bien, consideramos adecuado repasar algunos principios teológicos que hemos compartido acerca de la relación entre la fe y la esperanza.

Jürgen Moltmann nos ha dicho que sin el conocimiento de la fe la esperanza se convierte en utopía que se pierde en el vacío. Al mismo tiempo, la fe no puede operar sin la esperanza. Sin esperanza la fe decae y se transforma en fe pusilánime, muerta. Søren Kierkegaard (1813-1855), teólogo y filósofo Danés (padre del existencialismo), decía que esa esperanza es como una extensión del alma hacia lo más grande. Se trata de lo que él llamaba “apasionamiento por lo posible.” La esperanza que brota de la fe examina los horizontes que de esta manera se abren por encima de una existencia que parece cerrada.

Moltmann argumentó en el libro “La Teología de la Esperanza”[10] que la fe nos hace encontrar la senda. Él dice allí que la esperanza nos mantiene en ella. La fe ve el inicio del futuro de amplitud y libertad en Cristo. La esperanza abre esta fe al futuro amplísimo de Cristo. La fe transforma la esperanza en confianza. La fe nos vincula con Cristo. Moltmann argumenta que la esperanza es el acompañante inseparable de la fe. La fe es el fundamento en el que descansa la esperanza. La esperanza alimenta y sostiene la fe, la renueva y reanima constantemente para que se levante cada día más fuerte. Estas son sin duda otras de las razones por las que el amor todo lo espera.

En El Heraldo antes citado compartimos que esto ayuda a entender por qué Pablo no podía perder la oportunidad de pedirle a Dios que iluminara la mente de la Iglesia en Éfeso para que pudieran ser capaces de conocer las dimensiones del amor por el que habían sido llamados (Efe 3:14-21).

Concluimos diciendo que el amor todo lo espera porque sabe que podemos estar gozos en la esperanza:

“11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;” (Rom 12:11-12)
 
El amor todo lo espera porque sabe que la esperanza nos ayudará a manejar las pérdidas de aquellos que amamos:

“13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.” (1 Tes 4:13)

El amor todo lo espera porque saber que el Dios de esperanza ha prometido llenarnos todo gozo y paz en el creer, para que así aumente nuestra esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rom 15:13.

Además, el amor todo lo espera porque sabe que Dios no puede mentir:

“18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.”  (Heb 6:18-20)


   
[1] “…..ni lleva un registro de las ofensas recibidas” (1 Cor 13:5d, NTV)
[2] οὐδέποτε ŏudĕpŏtĕ, oo-dep´-ot-eh; from 3761 and 4218; not even at any time, i.e. never at all:—neither at any time, never, nothing at any time (Strong, J. (2009). En A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 1, p. 53). Logos Bible Software.
[3] οὐδέποτε (oudepote): adv.; ≡ Strong 3763—LN 67.10 nunca (Mt 7:23; 9:33; 26:33; Mr 2:12; Lc 15:29; Jn 7:46; Hch 10:14; 1 Co 13:8; He 10:1, 11) (Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software..)
[4] Caer, caerse de. A) lit.: Hch 12:7; Hch 27:32; Stg 1:11; 1 Ped 1:24. B) Término náutico. Chocar, encallar, varar: Hch 27:17; Hch 27:26; Hch 27:29. C) fig. Fallar, no cumplir: Rom 9:6; T.R., 1 Cor 13:8; Gál 5:4; 2 Ped 3:17 (Tuggy, A. E. (2003). En Lexico griego-español del Nuevo Testamento (p. 296). Editorial Mundo Hispano).
[5] Tuggy, A. E. (2003). En Lexico griego-español del Nuevo Testamento (pp. 306–308). Editorial Mundo Hispano.
[6] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 295). United Bible Societies.
[7] Bultmann, R. (1964–). ἐλπίς, ἐλπίζω, ἀπ-, προελπίζω (elpis, elpizō, ap-proelpizo). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 2, p. 522). Eerdmans.
[8] Hodge, C. (1882). A commentary on the Epistle to the Romans (New Edition, pp. 210–211). Louis Kregel.
[9] Barrett, C. K. (1991). The Epistle to the Romans (Rev. ed., pp. 97–98). Continuum
[10] Moltmann, Jürgen. 1972. Teología de la Esperanza. Salamanca: Ediciones Sígueme.






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