969 • El Heraldo Digital - Institucional • Volumen XVII • 8 de septiembre del 2024

969 • El Heraldo Digital - Institucional • Volumen XVII • 8 de septiembre del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XI)
 

1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
 
El capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios ha sido conceptualizado como el himno del amor. Las descripciones que el Apóstol Pablo nos ha regalado allí acerca del “agápē” de Dios (G26) han trascendido los umbrales del Cristianismo y se han insertado como referentes del amor en muchas otras tradiciones religiosas y socioculturales.
Sin embargo, nuestras reflexiones más recientes nos han conducido a examinar ese capítulo desde otra óptica. La descripción de las 16 características del “agápē” de Dios (G26) que Pablo describe aquí (vv. 4-8) sirven como una hoja de ruta para poder vivir satisfactoriamente la vida en el Espíritu. No solo eso, sino que estas descripciones también sirven para poder usar y administrar los dones (“charismata”) que el Espíritu le ha regalado a los creyentes en Cristo.


En reflexiones anteriores hemos analizado algunas de estas características: “es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita” (1 Cor 13:4-5). En esta reflexión pretendemos acercarnos al análisis de otras. A manera de repaso, repetimos que hay al menos tres (3) cosas que se afectan cuando decidimos que no seguiremos el consejo bíblico que nos ofrece ese capítulo 13. En primer lugar, nos arriesgamos a echar a perder nuestra funcionalidad, la identidad de lo que hemos sido llamados a hacer:


1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.” (1 Cor 13:1, RV1960)


Si yo puedo hablar varios idiomas humanos e incluso idiomas de ángeles, pero no tengo amor, soy como un metal que resuena o una campanilla que repica.” (1 Cor 13:1, PDT)


En otras palabras, nos arriesgamos a dejar de ser heraldos (1 Cor 9:27) de Cristo, embajadores de Cristo (2 Cor 5:20), sal de la tierra (Mat 5:13) y luz del mundo (Mat 5:14), anunciadores de las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Ped 2:9b), para convertirnos en hacedores de ruido. En segundo lugar, nos arriesgamos a perder la identidad de lo que somos:

2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.” (1 Cor 13:2, RV1960)


2 Yo puedo tener el don de profetizar y conocer todos los secretos de Dios. También puedo tener todo el conocimiento y tener una fe que mueva montañas. Pero si no tengo amor, no soy nada.” (PDT)


Para entender el alcance de estas aseveraciones debemos acercarnos a algunas de las muchas definiciones metafóricas que la Biblia ofrece acerca de nuestra identidad. Por ejemplo, la Biblia dice que somos hijos de Dios (Jn 1:12) y nuevas criaturas en Cristo (2 Cor 5:17). El Apóstol Pedro dice en una de sus cartas que nosotros somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Ped 2:9). Nos inclinamos a creer que ninguna de estas identidades está en juego aquí. No obstante, creemos que hay otras que sí lo pueden estar. Por ejemplo: la Biblia dice lo siguiente:

….pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” (1 Jn 4:17b, RV 1960)

Enfatizamos que este pasaje bíblico que encontramos en la Primera Carta de Juan no dice que seremos: dice somos en este mundo. Un dato muy singular es que a renglón seguido ese pasaje juanino acompaña esas expresiones describiendo que no hay temor en el “agápē” (v. 18). ¿Temor a qué?: temor a ser en este mundo como es Cristo. Ese verso contiguo dice que hay castigo (“kólasis”, G2847). O sea, tormento, quedarse corto, ser mutilado, impedido, restringido, castigado.[1]


¿Cuál puede ser el castigo más grande que podemos experimentar al no vivir dentro del “agápē”? A base de lo que dice Juan en su Carta, esto puede significar el riesgo de perder la oportunidad de poder ser como Cristo es y ver que nuestras capacidades y herramientas espirituales son tronchadas, podadas, recortadas y/o anuladas (“kólasis”).
La Biblia dice algo más, de hecho, muy especial, acerca de nuestra identidad en Cristo. Ella dice que nosotros “…tenemos el privilegio de compartir todo lo que Cristo tiene, pero si es que seguimos firmes hasta el final con la misma confianza que teníamos al principio.” (Heb 3:14, PDT). O como lo dice la versión Reina-Valera de 1960:
14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio...


Compartir todo lo que Cristo tiene incluye su vida y su naturaleza. Sabemos que Cristo es el Verbo de Dios y el amor de Dios encarnado, la manifestación suprema de la gracia, la vida, y la verdad revelada. Es de esto que somos hechos participantes cuando aceptamos que Jesucristo es nuestro Salvador y nuestro Señor. Si la pérdida que describe Pablo se refiere a que perdemos la oportunidad de participar a plenitud de todo esto, entonces el riesgo es muy grande. Sabemos que podemos continuar el análisis del tema de nuestra identidad en Cristo por mucho tiempo, no obstante, tenemos que regresar al análisis de las máximas paulinas que estamos estudiando:

1 Corintios 13:1-3. Ese pasaje paulino continúa afirmando que hay áreas de nuestra identidad en Cristo que son puestas en peligro cuando no operamos bajo el “agápē” de Dios.

Lo tercero que Pablo dice que se puede afectar es nuestra ganancia (“ōpheleō”, G5623):


3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” (1 Cor 13:3, RV 1960)

3 Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, si entrego mi cuerpo para tener de qué presumir, pero no tengo amor, nada gano con eso.” (NVI)


Debemos aclarar que ese concepto griego, “ōpheleō” (G5623), literalmente significa lograr, tener éxito en cierta meta, siendo así de provecho y/o de valor.[2]


Una de las ganancias más extraordinarias que posee el creyente es la libertad y la capacidad para adorar libremente. Hay algo de esto en unas expresiones paulina que encontramos en la Primera Carta a Timoteo:


6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento...” (1 Tim 6:6, RV 1960)
6 Ahora bien, la verdadera sumisión a Dios es una gran riqueza en sí misma cuando uno está contento con lo que tiene.” (NTV)


Lo que se traduce en este pasaje como piedad es el concepto griego “eusebeia” (G2150): entre otras traducciones, el esquema del Evangelio. Este concepto proviene del vocablo griego “eusebēs” (G2152), que puede ser traducido como reverente, o bueno. Sin embargo, es la raíz de ese concepto el que logra identificar qué es lo que significa ser piadoso. El vocablo “eusebēs” es uno compuesto por el prefijo griego “eu” (G2095) y el sufijo “sebomai” (G4576) que significa adoración, reverencia y/o ser devoto. O sea que “eusebēs” y “eusebeia”, la reverencia, la adoración y ser devoto viene de la “buena adoración.” Esa adoración es la que el Padre busca (Jn 4:23): adoración en espíritu y en verdad. Es esto lo que Pablo identifica como gran ganancia llena de contentamiento.
La extrapolación de estas aseveraciones nos coloca identificando la pérdida que Pablo señala en Primera de Corintios 13:3 como la pérdida de la piedad o perder la capacidad de rendir una buena adoración al Señor.


El resumen de esta sección es uno muy doloroso al mismo tiempo que es revelador. Los creyentes en Cristo hemos sido conminados a vivir bajo las alas del “agápē” de Dios. Nosotros podemos decidir hacerlo o rechazarlo. Esto forma parte de nuestros ejercicios y libertades volitivas. Hacerlo nos coloca en la ruta de parecernos a Cristo y estar preparados para rendir cuentas de manera satisfactoria tanto a Dios, como a nuestra conciencia (2 Cor 5:10; 1 Cor 3:12-16). No hacerlo, quizás no necesariamente pondrá en riesgo nuestra salvación, pero muy bien echará a perder nuestra funcionalidad, nuestra identidad y nuestras ganancias o metas esperadas.


Hay que afirmar que los textos bíblicos que mencionamos en el párrafo anterior (2 Cor 5:10; 1 Cor 3:12-15;) destacan que los creyentes que no aprovechan bien su tiempo no pierden su salvación. Estos pasajes bíblicos hacen referencia a un proceso de evaluación que sucederá cuando estemos en el cielo. Esto es, ya salvos y ante la presencia del Señor.
“10 Porque todos debemos presentarnos ante Cristo para que nos juzgue y cada uno recibirá el pago por todo lo bueno o malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo.” (2 Cor 5:10, PDT)


Veamos este pasaje en otra versión bíblica.
“10 Pues todos tendremos que estar delante de Cristo para ser juzgados. Cada uno de nosotros recibirá lo que merezca por lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en este cuerpo terrenal.” (DHH)


El otro pasaje bíblico dice lo siguiente:
11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1 Cor 3:11-15).


Veamos este pasaje en otra versión bíblica.
11 La base de todo ya está construida y nadie puede construir otra porque esa base es Jesucristo. 12 Algunos construyen sobre esa base con oro, plata, piedras preciosas, madera, cañas o paja. 13 Pero en ese día, el trabajo de cada uno se dará a conocer como realmente es. Ese día habrá fuego para poner a prueba su trabajo y para demostrar la calidad de lo que cada cual ha hecho. 14 Si lo que alguien construyó resiste el fuego, ese constructor recibirá su recompensa. 15 Si su construcción se quema, sufrirá pérdidas; él se salvará, pero como alguien que escapa de un fuego.” (PDT)


Es interesante el dato de que estos versos afirman que todos seremos evaluados cuando lleguemos al cielo. O sea, que no se trata de un juicio para condenarnos. Estos también afirman que aquellos que no aprovecharon bien su tiempo serán salvos, pero que esto no ocurrirá sin pérdida. Conociendo estos datos tenemos que hacer énfasis en el mensaje paulino que encontramos en el capítulo 13 de la Carta a los Corintios. Tenemos que pedirle a Dios que envíe su Santo Espíritu a ensenarnos y capacitarnos para vivir dentro del “agápē” de Dios.


Otra característica que el Apóstol Pablo destaca del amor de Dios es que este no sabe guardar (“logizomai”, G3049) rencor (“kakos”, G2556). El concepto que se traduce aquí como rencor (“kakos”) puede ser en realidad traducido como la ausencia de la excelencia o la presencia de esa carencia. O sea, que es una expresión negativa que significa “vil”, “inservible”, “incapaz”, “pobre en su especie”, “moralmente malo”, “malvado”, “infeliz”, “malo” y/o “ruinoso.” Cuando este concepto es utilizado para describir el mal, posee algo más que un significado puramente moral.[3]

 
Al mismo tiempo, el concepto griego que se traduce aquí como “guardar” (“logizomai”), describe la idea de la acción de pensar conforme a reglas lógicas y estrictas. En los tratos comerciales se utiliza para describir un ajuste de cuentas, para cobrar una deuda, para estimar el valor de un objeto y/o para “deliberar o concluir” sobre esto. Para muchos estudiosos este concepto es similar a realizar un inventario. Ese concepto posee un énfasis en el curso racional del pensamiento. O sea que, como el acto del pensamiento, adquiere un carácter subjetivo, emocional e incluso volitivo. Se sabe que en muchos casos el contexto suele ser lo suficientemente fuerte como para impartir el sentido hebreo al término griego. Es de aquí que surge el significado de “planear el mal” y/o hacerlo “contra alguien.”


Todo esto puede ser resumido diciendo que una de las características del “agápē” es que no se detiene a hacer un inventario lógico ni emocional de aquello que es vil, inservible, incapaz, pobre en su especie, moralmente malo, malvado, infeliz, malo y/o ruinoso. Aquellos que están llenos del “agápē” no encuentran ni le proveen el espacio para ajustar cuentas con el prójimo, para cobrar una deuda de este, para estimar las relaciones que se tienen a base de el valor de un objeto y/o para sentarse a deliberar o llegar a conclusiones sobre esto.


Los creyentes en Cristo, operando bajo las alas del amor redentor de Dios, no conceden espacio para esto porque sus pensamientos están “enfocados” en lo que dice la Palabra Santa:
8 En fin, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble, correcto, puro, hermoso y admirable. También piensen en lo que tiene alguna virtud, en lo que es digno de reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en eso. 9 Hagan todo lo que les enseñé, todo lo que aprendieron al verme y oírme, y el Dios de paz estará con ustedes.” (Fil 4:8-9, PDT)
Es extraordinario saber que ese pasaje de la Carta a la Iglesia en la ciudad de Filipos dice lo siguiente en el verso anterior a los que acabamos de citar:
7 La paz de Dios hará guardia sobre todos sus pensamientos y sentimientos porque ustedes pertenecen a Jesucristo. Su paz lo puede hacer mucho mejor que nuestra mente humana.” (Fil 4:7, PDT)


Sin duda alguna que esta es una receta excelente para impedir que los pensamientos se inclinen a la realización de inventarios de todo aquello que ha tratado de robarnos las bendiciones y los efectos el amor de Dios. El amor de Dios es la fuente de esa paz y la garantía de esa promesa. Por último, hay otra herramienta que el creyente en Cristo que vive y opera bajo el amor redentor del Señor puede utilizar para no conceder espacio en su mente para los ejercicios objetivos o subjetivos que nos inducen a guardar rencor. El Apóstol Pablo la describe así:
3 Es cierto que vivimos en este mundo, pero no luchamos como los seres humanos que viven en él. 4 Las armas con las que luchamos no son de este mundo, sino que tienen el poder de Dios para destruir las fortalezas del enemigo. Con nuestras armas, también destruimos los argumentos de los que están en contra nuestra 5 y acabamos con el orgullo que no le permite a la gente conocer a Dios. Así podemos capturar todos los pensamientos y hacer que obedezcan a Cristo.” (2 Cor 10:3-5, PDT)
 
[1] Schneider, J. (1964–). κολάζω, κόλασις (kolazō, kólasis). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 3, p. 814). Eerdmans.
[2] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[3] Grundmann, W. (1964–). κακός, ἄκακος, κακία, κακόω, κακο͂ργος, κακοήθεια, κακοποιέω, κακοποιός, ἐγκακιέω, ἀνεξίκακος (kakós, akakos, kakía, kakoō, kakõrgos, kakoētheia, kakopoiéō, kakopoiós, egkakiéō, anezíkakos). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 3, p. 469). Eerdmans.
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