973 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 6 de octubre del 2024

973 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  6 de octubre del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XV)

 
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
 
Hemos estado analizando las 16 características que el Apóstol Pablo le adscribe al amor “agápē” (G26) en el capítulo 13 de la Primera Carta a Los Corintios. En esta reflexión nos acercaremos a otra de estas: “todo lo cree” (1 Cor 13:7b).

Puede parecer obvio que el Apóstol Pablo “amarre” el tema del amor “agápē” a la fe, a la capacidad para creer. Debemos añadir a esto, regresando a planteamientos que hemos hecho en otras reflexiones, que las características de ese amor se convierten en requisitos esenciales para poder vivir la vida en el Espíritu. Por lo tanto, debe ser obvio que Pablo “amarre” la capacidad para creer a esta clase de vida porque la Biblia dice que sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6).

Ahora bien, el tema de la fe es sin duda alguna uno de los temas bíblicos más intensos e interesantes. Acercarse a este tema fe siempre provoca un mar de preguntas y de alternativas. Por ejemplo, ¿cómo podemos definirla? Esto, amarrado a cuáles son los carriles acerca de la definición de la fe que nos ofrece la Biblia. Otro, las posibilidades que se desprenden del análisis de los conceptos (hebreo y griego) que se utilizan en la Biblia para describir la fe. Otro ejemplo, las implicaciones que vemos en la Biblia acerca de este tema.

Es obvio entonces que necesitaremos más de una reflexión para analizar esta característica del “agápē”.

¿Qué es la fe? ¿Cómo podemos definirla? Por ejemplo, Tomás de Aquino definió la fe como “….un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios; se trata, pues, de un acto sometido al libre albedrío y es referido a Dios.”[1] Además, decía él, que la fe proviene de Dios.[2] Aquino decía que es un acto del intelecto y de la voluntad, ya que la voluntad mueve al intelecto a creer. Al mismo tiempo, la voluntad es movida por Dios.
 
Al mismo tiempo, Tomás de Aquino pasó a hablar de la fe en tres sentidos: “creer por Dios” (credere Deum; que Dios es), “creer a Dios” (credere Deo; confiar en lo que Él ha dicho) y “creer en Dios” (credere in Deum; confiar nuestra vida a Dios).[3] Este último ha sido identificado como clave para el dinamismo de la fe. Hay que puntualizar que Aquino entendía estas aseveraciones como fórmulas para analizar la fe.

El primer sentido, “creer por Dios”, se refiere al aspecto intelectual de la fe, un acto del intelecto que asiente a la verdad de Dios. En el segundo aspecto, “creer a Dios”, la persona que ejerce la fe es dependiente de Dios, porque no hay nada que creer sin la revelación divina. En otras palabras, Dios debe revelar al creyente lo que se debe creer (de ahí la dependencia en Dios). En el tercer aspecto, “creer en Dios”, Aquino enfatiza que el objeto de nuestra fe es Dios, y Él es en sí mismo el fin, o la meta última de nuestra fe. Es decir, como Dios es el Bien último, Él es la meta de toda actividad mental y física. Por lo tanto, la “tarea propia de la voluntad” que es acercarse a la bondad de Dios, lleva a la persona a “dar asentimiento a la verdad revelada”.

Algunos teólogos han dicho que lo que esto significa es que la fe entonces podría ser mucho más que un mero asentimiento intelectual a la verdad divina. Ciertamente incluye esto, pero va mucho más allá porque posee unos elementos afectivos.”[4]

A todo esto, Aquino añadió que la fe procura, busca, persigue una finalidad, lo que él llamó el bien divino y que esto es el objeto propio del amor (caridad). Esto, concluye Aquino, convierte ese amor (el “agápē”) en una forma de la fe. Veamos cómo lo expresó:

Por otra parte, el bien que constituye el fin de la fe, es decir, el bien divino, es el objeto propio de la caridad. Por eso se la llama a la caridad forma de la fe, en cuanto que por la caridad se perfecciona e informa el acto de la fe.”[5]

Repetimos: Tomás de Aquino señaló que el “agápē” (la caridad en el latín) es una forma de fe.

Él fue mucho más lejos en sus planteamientos cuando aseveraba que el Espíritu Santo es el que nos conduce a la fe y que Éste, la Tercera persona de la Trinidad, es amor. Veamos esas aseveraciones:

El Apóstol habla aquí del sello que destina a la gloria y que consiste en la gracia. Esta es atribuida al Espíritu Santo, porque todo lo que Dios nos concede gratuitamente y que ciertamente es una gracia, procede de su amor, y el Espíritu Santo es amor. Por eso se dice en 1 Cor 12,4: Hay diferencia de gracias, pero uno sólo es el Espíritu.”[6]

“Se dice que el Espíritu Santo es el vínculo del Padre y del Hijo en cuanto que es Amor. Porque, como el Padre se ama a sí mismo y al Hijo con un solo Amor, y al revés; en el Espíritu Santo, en cuanto que es Amor, está implícita la relación entre el Padre y el Hijo, y al revés, como la relación entre el que ama y lo amado. Pero por lo mismo que el Padre y el Hijo se aman mutuamente, es necesario que su mutuo amor, el Espíritu Santo, proceda de ambos. Así, pues, en cuanto al origen, el Espíritu Santo no es el medio, sino la tercera Persona de la Trinidad. Y en cuanto a la relación mencionada, es el vínculo entre los dos procedente de ambos.”[7] (esto no implica, señalaba Aquino, que el Espíritu Santo haya sido engendrado)

Una conclusión obligada por estas aseveraciones es que podemos decir que el Espíritu Santo es entonces el precursor y promotor del amor de Dios y de la fe que nos conduce a creer (Jn 16:7-11).

Luego de este “aperitivo” teológico, veamos el primer “carril” para analizar la fe: el de la Palabra de Dios.

¿Qué es la fe? ¿Cómo la define la Biblia? Es muy interesante el hecho de que casi todos los creyentes hemos sido adiestrados para responder a estas preguntas esgrimiendo un verso bíblico que encontramos en la Carta a Los Hebreos:

1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Heb 11:1, RV 1960)

Esta definición es central y clave para lo que somos como Iglesia de Cristo y de Su Palabra. El problema, tal como lo describimos en el libro “El Despertar de la Adoración”,[8] es que la Biblia ofrece varias definiciones adicionales de la fe, a saber:

La fe como fruto del Espíritu (Gal 5:22-23).

22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”      

Esto no es un carisma (“charisma”, G5486) o don del Espíritu. Esto es uno de los productos que se cultivan, un fruto del Espíritu.

La fe como obra de Dios (Juan 6:28-29).

28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Esto es el producto del obrar de Dios en el corazón de cada ser humano, a través de la proclamación de las obras del Eterno

La fe como un don de Dios (Efesios 2:8-9).
   
8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.”

Esto no debe ser confundido con los carismas, pues no es ese el término que usa la carta a los Efesios. El término usado allí es "dorón" (“dōron”, G1435), o sea un regalo que Dios le da a todos los seres humanos para que puedan creer al mensaje de salvación.

La fe como un don (carisma) del Espíritu (1 Corintios 12:9).

9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.

Tal y como hemos visto en reflexiones anteriores, un carisma (“charisma”, G5486) es un regalo que el Espíritu le da a quien Él quiere para la edificación del Cuerpo de Cristo.

La fe como un producto (confesión) con asiento en el corazón del ser humano (Rom 10:8-10).

8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

La Biblia señala aquí que esta es una confesión que debe surgir del corazón del ser humano y que es desde allí que hay que creer para ser salvo.

La fe como certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).
                         
1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
                       
Sin duda alguna la definición más usada por la Iglesia Cristiana. La fe como sustancia (“hupostasis”, G5287), esencia y/o garantía. La fe como demostración (“elegchos”, G1650), prueba o convicción de lo que no se ve.

Cabe aquí una cita directa de lo que compartimos acerca de esto en el libro El Despertar de la adoración:
                       
Como habrá notado el lector, la iglesia no puede siquiera imaginar su existencia con la ausencia de una sola de estas naturalezas o definiciones de fe. El pretender que se puedan llevar a feliz término todas las demandas y todos los reclamos bíblicos mediante el ejercicio de una o algunas de estas naturalezas de la fe, es intentar coartar el derecho del Espíritu de Dios a revelarse al corazón del hombre.
 
Es evidente que la fe no existe sólo desde la perspectiva de los carismas. Esa fe carismática parece ser una herramienta especial del Espíritu para que la iglesia del Señor sea capaz de "mover las montañas." Es evidente que la fe salvadora, la que no es de nosotros para que nadie se gloríe (Efesios 2:8), no es similar a la fe carismática.
 
Recordemos que los carismas los da el Espíritu a quien Él quiere. Desde este punto de vista, si fuesen similares, sería igual a decir que Dios le permite creer a quien Él quiere. Esto iría en contra de la naturaleza de Dios, quien ha dicho en su palabra que no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).  Es esa la diferencia entre la fe que es "dorón" y la fe que es "charisma", la primera es un regalo de Dios para todos, la segunda es una herramienta que Dios le regala a quien Él quiere.
” [9]

El concepto griego que se traduce como “cree” en el verso siete (7) del capítulo 13 de Primera de Corintios es “pisteuō” (G4100). Este puede ser traducido como considerar cierto, creer, con la implicación de confianza (Mat 24:23; Lcs 1:20; 1 Cor 11:18; Stg 2:19; Mcs 16:13, 14 v.l.); confiar, fe, creer hasta el punto de confiar totalmente (Mat 18:6; Rom 4:3; 1 Ped 2:6; Mcs 16:17 v.l.); tener la fe cristiana, hacerse creyente del Evangelio (Hch 4:32; Rom 1:16; Mcs 16:16 v.l.); confiar, poner algo bajo el cuidado de otro (Rom 3:2; Gál 2:7; 1 Tes 2:4; 1 Tim 1:11; Tit 1:3).[10]

Este concepto emana del vocablo griego “pistós” (G4103)[11], que a la vez significa confiado, relativo a una fe que confía (Gál 3:9; 1 Cor 7:14 v.l.); confiable, ser digno de crédito (Mat 25:21; 2 Tim 2:2, 11); seguro, con la implicación de ser digno de plena confianza (Hch 13:34).[12]

Otro concepto que debemos considerar aquí es “pistis” (G4102) que concretamente significa la “garantía” que crea la posibilidad de confianza, la “seguridad”, aquello en lo que se puede confiar, o la seguridad de fiabilidad.[13] Es sobres estas bases que se hace la declaración que encontramos en la Primera Carta a los Corintios.

Ahora, sabemos que Pablo escribió estas cartas utilizando el griego clásico de sus tiempos. Es de allí que emanan los conceptos griegos que hemos mencionado aquí. No obstante, es importante reconocer que su entrenamiento como exégeta bíblico hebreo (a los pies de Gamaliel, Hch 22:3), debe haberle conducido a pensar todos estos conceptos en hebreo.

Aunque no tenemos mucho espacio en esta reflexión para analizar esta vertiente, no podemos perder la oportunidad para al menos señalar que dos de los conceptos hebreos equivalentes a los que estamos estudiando aquí son los vocablos “ʼăman” (H540) y “ʼâman” (H539). El primero (H540) puede ser traducido como creer, confiar, ser fiel y/o estar seguro.[14]

Las posibles traducciones del segundo (H539), la raíz de la que surge el primero, son las siguientes:

  • Criar, sustentar, dar consistencia a los primeros pasos del niño, es decir, enseñarles a andar, a comer, etc. como nodriza o tutor (2 Sam 4:4; 2 Rey 10:1, 5; Núm 11:12; Lam 4:5).
 
1) Ser fiel a (Ose 12:1; 1 Sam 2:35).
2) Permanecer firme; ser algo crónico o fijo (Isa 7:9; 1 Cró 17:23; Deut 28:59).
3) Ser verificado, ser hallado verdadero (Gén 42:20).
4) Ser llevado o alzado por una nodriza (Isa 60:4). 
a) neemán rúaj = fiel de espíritu o de carácter estable (Prov 11:13).
b) nodáti neemanáh = hago conocer lo que es verdadero (Ose 5:9).
      
5) Creer:
a) Considerar algo como bien fundamentado (Exo 4:5, 8).
b) Estar convencido de algo (Sal 27:13; 116:10);
c) Poner la confianza en alguien (1 Sam 27:12; Deut 9:23; Gén 15:6)[15]

En otras palabras, que los judíos se referían a la fe de la misma manera en la que se referían a los procesos correctos para educar y criar a los hijos.

Tenemos que puntualizar que la traducción que otros recursos académicos le han dado al concepto “ʼăman” (H540) es que este significa decir Amén con todas las consecuencias tanto para el objeto como para el sujeto. Esto es así, dicen estos especialistas, porque este concepto expresa el reconocimiento de la relación objetiva del objeto con la realidad.[16] En otras palabras, la realidad es que Dios es inmutable y eterno, fiel y verdadero y nuestra relación con Él nos conduce a decir amén (así sea) a todo lo que Él ha dicho,

El Apóstol Pablo conocía muy bien estas definiciones. Él sabía que la fe que estaba describiendo aquí era la convicción que nos conduce a decir Amén a lo que Dios ha dicho (Su Santa Palabra).

Sabemos que todavía nos falta considerar las implicaciones bíblicas que se destilan de la fe. Algunas de estas son la fe como confesión (confesamos para salvación), la fe como el conjunto de doctrinas (aquello que creemos) y la fe como estilo de vida (la fe que vivimos). Esto formará parte de nuestra próxima reflexión. Sin embargo, tenemos que hacer un paréntesis para preguntarnos lo siguiente: ¿cómo se aplica todo lo que hemos visto hasta aquí a la expresión paulina que encontramos en 1 Corintios 13:6b? A base de lo que hemos analizado hasta aquí: ¿qué significado tiene esa expresión “todo lo cree”, “jamás pierde la fe” (NTV), “siempre confía” (PDT)? ¿Estos datos son suficientes para que el Apóstol Pablo “amarre” el “agápē” a la fe?

Es obvio que tenemos que comenzar señalando que Pablo sabe que la fe viene de Dios. Ese “... acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios” es nuestro y está en operación en nosotros gracias al amor de Dios. En primer lugar, hemos visto que Dios nos lo regala. En segundo lugar, esa fe produce certeza y convicción en Dios porque Él es inmutable y eterno, fiel y verdadero. Es es una de las razones por las que el “agápē” puede decir amén a todo lo Dios ha dicho.

Y no solo por la fe, sino que el “agápē” puede hacerlo porque este reconoce que la Palabra de Dios es verdad (Jn 17:17). El “agápē” puede hacerlo porque según los griegos el “agápē” es sinónimo de obediencia a la verdad (“alētheia”, G225).

for obedience to the truth is ἀγάπη (“agápē”, G26), which is the direct opposite of ἀδικία (“adikia”,G93).”[17]

El amor que Dios nos ha entregado, ese amor con el que Él nos amó primero es poderoso para conducirnos a obedecer a Jesucristo y a Su Palabra. Es por eso que ese amor cree todo lo que Dios ha dicho en Su Palabra.

Continuaremos analizando esa expresión paulina en nuestra próxima reflexión.



[1] Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 2., a. 9.
[2] Op. cit., II-II, q. 6., a. 3.
[3] Op. cit., II-II, q. 2., a. 2.
[4] P. Riga, “The act of faith in Augustine and Aquinas,” The Thomist (1971) 35: 168.
[5] Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 4., a. 3
[6] Op. cit. IIIa, q. 63., a.3.
[7] Op.cit. Ia, q. 37., a. 1.
[8] Esquilíٙn, Mizraim. 1995. El Despertar de la adoración. Miami: Editorial Caribe, pp. 175-76.
[9] Op.cit.
[10] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[11] Bultmann, R. (1964–). πιστεύω, πίστις, πιστός, πιστόω, ἄπιστος, ἀπιστέω, ἀπιστία, ὀλιγόπιστος, ὀλιγοπιστία (“pisteuō”, “pistis”, “pistós”, “pistoō”, “apistós”, “apisteuō”, “apistía”, “oligópistos”, “oligopistía”). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 6, p. 177). Eerdmans.
[12] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[13] Bultmann, R. (1964–), Op.cit.
[14] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 50). Editorial Mundo Hispano.
[15] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 50). Editorial Mundo Hispano.
[16] Bultmann, R. (1964–). Op.cit., p.186.
[17] Schrenk, G. (1964–). ἄδικος, ἀδικία, ἀδικέω, ἀδίκημα (adikos, adikía, adikeō, adikēma). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 156). Eerdmans.




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