November 2nd, 2025
1029 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 2 de noviembre del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (IV)
“26 Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.” (Rom 8:14-17, NTV)
“La oración que se siente como una fuerza poderosa es el resultado inmediato de mucho tiempo dedicado a Dios. Nuestras oraciones cortas deben su propósito y eficacia a las largas que las precedieron. La oración corta de prevalecimiento no puede ser levantada por quien no ha prevalecido con Dios en una lucha más poderosa y prolongada. La victoria de la fe de Jacob no podría haberse obtenido sin esa lucha que duró toda la noche. El conocimiento de Dios no se logra con llamadas improvisadas. Dios no concede sus dones a quienes llegan y se van de forma casual o apresurada. Solo con Dios reside el secreto para conocerlo y para influir en él. Él cede ante la persistencia de una fe que lo conoce. Otorga sus dones más valiosos a quienes manifiestan su deseo y aprecio por ellos mediante la constancia y la sinceridad de su insistencia. Cristo, quien en esto y en otras cosas es nuestro ejemplo, pasó muchas noches enteras en oración. Su costumbre era orar mucho. Tenía su lugar habitual para orar. Muchos largos momentos de oración conforman su historia y carácter. Pablo oraba día y noche. Daniel, a pesar de sus intereses importantes, necesitaba tiempo para orar tres veces al día. Las oraciones de David, por la mañana, al mediodía y por la noche, sin duda, fueron muy prolongadas en muchas ocasiones. Si bien no tenemos un relato específico del tiempo que estos santos de la Biblia pasaban en oración, hay indicios de que consumían mucho tiempo en oración, y en algunas ocasiones tenían la costumbre de pasar largos períodos de oración.”[1]
La meta de las reflexiones anteriores ha sido analizar la relación que existe entre la oración y la fe. Sabemos que estas herramientas del Espíritu son esenciales para poder recibir la revelación de las cosas profundas de Dios (1 Cor 2:9). Así también para poder ser capaces de discernir cómo es que esta revelación, acompañada por estas herramientas, nos ayuda a procurar el cumplimiento del propósito de Dios para nuestras vidas.
Hemos analizado la fe y la oración en reflexiones anteriores, reconociendo que todo lo que hemos compartido acerca de estas jamás será capaz de agotar el análisis de las mismas. Un testimonio de esto es que nosotros dedicamos gran parte del año 2008 y del 2022 al análisis de la oración y aun así, sentimos que apenas logramos arañar la superficie de este tema. Es por esto que hemos decidido regresar a analizar algunos planteamientos acerca de la oración que no hemos considerado aún. En ocasiones no se tratará de exponer elementos nuevos, sino de ver la relación que existe entre algunos modelos que la Biblia nos ofrece sobre este tema.
La cita que aparece el principio de esta reflexión ha sido extraída de uno de los libros que Edward M. Bounds escribió acerca de la oración. El título de este es “Power through prayer” (Poder a través de la oración).[2] En esta cita se destacan los modelos de oración y de la búsqueda del corazón de Dios de algunos personajes bíblicos que encontramos en la Palabra de Dios. Como dice Bounds, estos modelos sirven para afirmar que aquellos que sirven al Señor tienen que consumir mucho de su tiempo en oración. Todos y cada uno de estos modelos aparecen experimentando unas transformaciones muy poderosas, así como el desarrollo de unos testimonios ministeriales vestidos de gracia y eternidad.
El ejemplo de la lucha de Jacob con Dios es uno singular. Publicamos lo siguiente acerca de esta lucha en El Heraldo del 24 de abril del año 2022:
“Jacob tenía que aprender a orar y a dejarse transformar por Dios. Es entonces que el pasaje bíblico nos dice que Jacob se acostó a dormir. Hay que reseñar que todos los encuentros que este hombre tiene con Dios ocurren durante la noche. Es allí que él sale soñando con una escalera por la que suben y bajan los ángeles de Dios. El pasaje dice que el Señor estaba al final de la escalera y que desde allí Jacob le oyó hablar. Veamos lo que dice ese pasaje bíblico:
“13 Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14 Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. 15 He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.” (Gen 28:13-15)
Este pasaje dice que Jacob despertó de su sueño y que estas fueron las frases que él usó para describir lo que había visto:
“16 Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. 17 Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.” (Gen 28:16-17)
Jonathan Sacks nos introduce en el campo del análisis bíblico en uno de sus libros para que podamos entender el tema de la oración.[3] En su exégesis acerca de este pasaje bíblico Sacks propone que la frase que Jacob usa, “...ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía,” (Gen 28:16) o está equivocada o está mal traducida. El análisis que hace Sacks nos deja saber que la frase “y yo no lo sabía” es la traducción del hebreo “ve’ anokhi lo yadati.” El concepto “yadati” significa “yo sabía” y “lo yadati” significa “yo no sabía.” Por otro lado “anokhi” significa “yo,” lo que hace de su utilización la presencia de un doble pronombre; algo superfluo e innecesario. Una traducción literal tendría que lucir así: “Y yo, yo no sabía.”
Sacks decide entonces citar al Panim Yafot (el Rabino Pincjas Horowitz), quien nos ilustra al hacernos saber que no hay un error en el pasaje[4]. Horowitz dice que lo que este juego de palabras trata de hacernos entender es que para que Jacob pudiera reconocer que Dios estaba en ese lugar, necesitaba un “ve’ anokhi lo yadati.” Esto es, Dios está en este lugar y de mí, yo no sabía. O sea, tal y como dice Sacks, no se puede encontrar lo mejor de la revelación de Dios en oración sin antes silenciar el yo. Orar eficazmente requiere un “ve’ anokhi lo yadati”; de mí, yo no sabía.
Hay que aceptar que sólo así somos capaces de escuchar la voz de Dios y hacer que su mensaje y su dirección ocupen todas las agendas de nuestras vidas. Orar es entonces el ejercicio de acercarnos a esa escalera [que vio Jacob], comenzar a ascender por ella, alabando y presentando nuestras necesidades y opciones, para luego hacer silencio ante la Presencia de Aquél que está sentado en su trono, oír su voz y descender de allí trayendo con nosotros un pedacito del cielo para que este afecte todo lo que está alrededor nuestro.
¡Esta es la oración que es eficaz! ¿Por qué es tan eficaz?: porque nos transforma al silenciar nuestro “yo.” Sólo así, decía Sacks, podemos llegar ante la presencia de Dios y descender por “la escalera” de la oración impactados por aquello que hemos contemplado de Su majestad, santidad y poder.
Un dato adicional acerca de la oración desde la perspectiva de Jacob es que él descubre que la única manera de saber quiénes somos, de saber cuál es nuestra identidad real, es mediante un encuentro con Dios. [Repetimos], un encuentro con Dios es la única manera de descubrir quiénes somos en realidad. Esto le ocurre a Jacob en otro encuentro de oración y de revelación que aparece en el libro del Génesis (Gen 32:24-30). Este es el pasaje en el que se describe la lucha de Jacob con el ángel del Señor.
Es por esto que insistimos en que hablar acerca de la oración requiere reconocer en dónde nos hemos colocado a nosotros mismos en relación a Dios. Esta es una de las razones por las que Henri Nouwen decía que orar es caminar en la completa luz de Dios y simplemente decir yo soy humano y “Tú eres Dios.”
Simon Tugwell decía que orar es dejar que Dios sea Dios. Tugwell llegó a esta conclusión analizando un verso del Salmo 46:
“10 Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.” (Sal 46:10)
Algunas de las traducciones en inglés recogen la parte inicial de ese verso utilizando la frase “be still”; estar quedo o quieto. Sin embargo, Tugwell recurrió al análisis del texto de ese salmo en latín.[5] Ese texto en latín dice lo siguiente:
“vacate et videte quoniam ego sum Deus exaltabor in gentibus exaltabor in terra”
(Sal 45:11, Biblia Sacra Vulgata)
Tugwell subraya el hecho de que la palabra “vacate” (latín) es de donde surge el concepto que conocemos como irse de vacaciones. O sea, que la expresión del salmista es similar a decir que debemos dejar de jugar a ser Dios y permitirle que Dios sea Dios.[6]”
Debemos preguntarnos si hemos sido capaces de silenciar el “yo” en nuestras vidas de oración. Debemos preguntarnos si nuestras vidas de oración nos han permitido descubrir quiénes somos ante la presencia del Eterno; en qué lugar nos hemos colocado en relación al Todopoderoso. Además, debemos preguntarnos si hemos aprendido a dejar de jugar a ser Dios.
El modelo de oración de Cristo que cita Bounds es único en su clase. La Biblia enseña que nuestro Señor no se limitó a enseñar a sus discípulos cómo orar (Mat 6:9-13; Mcs 11:24-26; Lcs 11:1-4) y a destacar la necesidad de orar siempre (Lcs 18:1). Nuestro Salvador les modeló una vida de oración constante.
“23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.” (Mat 14:23)
“39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40 Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43 Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44 Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.” (Mat 26:39-44)
“35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.” (Mcs 1:35)
“46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;” (Mcs 6:46)
“21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, 22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.” (Lcs 3:21-23)
“16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.” (Lcs 5:16)
“12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.” (Lcs 6:12)
“28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.” (Lcs 9:28-29)
“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.” (Lcs 11:1)
“44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” (Lcs 22:44)
Sabiendo que Cristo oraba con tal intensidad y con tanta frecuencia, tenemos pues que preguntarnos si nuestra vida de oración es adecuada y suficiente.
Al mismo tiempo, el modelo de oración de Daniel que Bounds cita es uno muy interesante.
“10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.” (Dan 6:10)
Es muy cierto que este modelo sirve para afirmar la necesidad de orar de cara a los tiempos difíciles y complicados. Esta es sin duda alguna una enseñanza bíblica extraordinaria. Sin embargo, este modelo también sirve para afirmar un detalle histórico; el de la liturgia de la oración en el Antiguo Testamento. Esta liturgia surge del análisis que el pueblo judío ha realizado de la conducta de oración de los patriarcas. Por ejemplo, los judíos han identificado que casi todos los encuentros que Abraham tenía con Dios ocurrían en la mañana. Al mismo tiempo, los encuentros que Isaac tenía con Dios ocurrían durante la tarde (Gén 24:63). En cambio, los encuentros que Jacob tenía con Dios, casi todos ocurrieron durante la noche (Gén 28:10-16; 33:24-30). Es de aquí que surge la liturgia de la oración que se levanta a Dios tres (3) veces al día: en la mañana, en la tarde y en la noche.
Debemos preguntarnos cuán capaces somos de mantener la disciplina de la oración en medio de tiempos turbulentos y hostiles. Debemos preguntarnos si somos capaces de mantener la frecuencia de esta disciplina que nos modela Daniel. Después de todo, la disciplina y el requisito de oración que ordena el Nuevo Testamento es mucho más estricto: “17 Orad sin cesar.” (1 Tes 5:17).
El modelo de oración paulino es igualmente impactante. La Biblia dice que Pablo oraba presentando a los hermanos de las iglesias que el Señor le había permitido establecer y dando gracias a Dios por ellos (Rom 1:9; Efe 1:16; Fil 1:4; 1 Tes 1:2; 2 Tim 1:3). Él decía que esto era constante: siempre: sin cesar (Col 1:3; 1 Tes 5:17). No tan solo esto, sino que la Biblia dice que Pablo oraba de rodillas.
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;” (Efe 3:14-16)
Además, este Apóstol instaba a la Iglesia a orar utilizando oraciones (“deēsis”, G1162), rogativas (“proseuchē”, G4335), peticiones (“enteuxis”, G1783) y acciones de gracias (“eucharistia”, G2169). Él añadió que estas clases de oraciones se tenían que levantar a favor de todos los hombres, los reyes y por todos aquellos que están en eminencia (1 Tim 2:1-2).
La Biblia dice que Pablo pedía la cobertura de oración de los hermanos de las iglesias (Rom 15:30). Además, él exhortaba a los hermanos a orar en todo tiempo (Efe 6:18).
Todos estos datos nos permiten concluir que la vida de Pablo era una vida de oración.
Debemos preguntarnos si nuestras vidas pueden ser definidas así.
Por último, el modelo de oración de David que Bounds menciona es extraído del Libro de los Salmos.
“17 Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.” (Sal 55:17)
“2 Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde.” (Sal 141:2)
Este modelo se parece mucho al modelo de Daniel. Es aleccionador reconocer que la relación de Dios con David se mantuvo incólume mientras él practicó esta clase de ejercicios de oración. Sin embargo, su vida se complicó cuando dejó de orar así. Lo sabemos porque la Biblia presenta como preludio a la debacle que él experimentó con su relación con Betsabé, que David no sólo había abandonado sus responsabilidades como líder de su Pueblo, sino que dormía hasta la caída de la tarde.
“1 Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. 2 Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.” (2Sam 11:1-2)
Este pasaje bíblico nos deja saber que David no fue con sus ejércitos a la guerra, como acostumbraba hacerlo. Él envió a otros a hacer lo que le tocaba hacer. En otras palabras, David había permitido que el ocio se apoderara de él y no estaba cumpliendo con sus funciones como líder de su pueblo. Este pasaje también señala que David estaba acostado durante toda la tarde. El texto hebreo dice “Vayehi le'et ha'erev”; “Y fue al atardecer” (2 Sam 11:2a). O sea, que David pasó la tarde durmiendo y que se levantó de su lecho cuando ésta estaba declinando. En otras palabras, es muy poco probable que haya orado durante la tarde y es obvio que tampoco oró durante la noche.
Debemos ser capaces de aprender de este y de los otros modelos de oración que hemos examinado aquí. En el caso del modelo de David, este nos enseña que la ausencia de una vida de oración, de una rutina constante de esta, nos coloca en riesgo de salirnos del centro de la voluntad divina. Esto nos coloca en el filo de los abismos peligrosos y tenebrosos. No podemos perder de vista cuántas veces hemos colocado nuestras vidas en peligro por haber descuidado nuestra vida de oración.
El consejo final es este: debemos ser capaces de ir ante la presencia del Señor y pedirle que nos enseñe cómo debemos rendirnos ante Él y permitir que el Espíritu nos dirija en la oración.
[1] Bounds, E.M. Power through prayer, public domain, n.d., capítulo 7.
[2] https://www.hopefaithprayer.com/books/Power-Through-Prayer-EM-Bounds.pdf
[3] Sacks, Rabbi Sir Jonathan (2010-07-31). Genesis: The Book of Beginnings (Covenant & Conversation) (Kindle Locations 3238-3257). Kindle Edition.
[4] No hay errores en el texto original de la Biblia.
[5] La Vulgata presenta este salmo como el número 45 y en esa versión encontramos esta frase en el verso 11.
[6] Yancey, Philip. 2006. Ibid, p. 26.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (IV)
“26 Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.” (Rom 8:14-17, NTV)
“La oración que se siente como una fuerza poderosa es el resultado inmediato de mucho tiempo dedicado a Dios. Nuestras oraciones cortas deben su propósito y eficacia a las largas que las precedieron. La oración corta de prevalecimiento no puede ser levantada por quien no ha prevalecido con Dios en una lucha más poderosa y prolongada. La victoria de la fe de Jacob no podría haberse obtenido sin esa lucha que duró toda la noche. El conocimiento de Dios no se logra con llamadas improvisadas. Dios no concede sus dones a quienes llegan y se van de forma casual o apresurada. Solo con Dios reside el secreto para conocerlo y para influir en él. Él cede ante la persistencia de una fe que lo conoce. Otorga sus dones más valiosos a quienes manifiestan su deseo y aprecio por ellos mediante la constancia y la sinceridad de su insistencia. Cristo, quien en esto y en otras cosas es nuestro ejemplo, pasó muchas noches enteras en oración. Su costumbre era orar mucho. Tenía su lugar habitual para orar. Muchos largos momentos de oración conforman su historia y carácter. Pablo oraba día y noche. Daniel, a pesar de sus intereses importantes, necesitaba tiempo para orar tres veces al día. Las oraciones de David, por la mañana, al mediodía y por la noche, sin duda, fueron muy prolongadas en muchas ocasiones. Si bien no tenemos un relato específico del tiempo que estos santos de la Biblia pasaban en oración, hay indicios de que consumían mucho tiempo en oración, y en algunas ocasiones tenían la costumbre de pasar largos períodos de oración.”[1]
La meta de las reflexiones anteriores ha sido analizar la relación que existe entre la oración y la fe. Sabemos que estas herramientas del Espíritu son esenciales para poder recibir la revelación de las cosas profundas de Dios (1 Cor 2:9). Así también para poder ser capaces de discernir cómo es que esta revelación, acompañada por estas herramientas, nos ayuda a procurar el cumplimiento del propósito de Dios para nuestras vidas.
Hemos analizado la fe y la oración en reflexiones anteriores, reconociendo que todo lo que hemos compartido acerca de estas jamás será capaz de agotar el análisis de las mismas. Un testimonio de esto es que nosotros dedicamos gran parte del año 2008 y del 2022 al análisis de la oración y aun así, sentimos que apenas logramos arañar la superficie de este tema. Es por esto que hemos decidido regresar a analizar algunos planteamientos acerca de la oración que no hemos considerado aún. En ocasiones no se tratará de exponer elementos nuevos, sino de ver la relación que existe entre algunos modelos que la Biblia nos ofrece sobre este tema.
La cita que aparece el principio de esta reflexión ha sido extraída de uno de los libros que Edward M. Bounds escribió acerca de la oración. El título de este es “Power through prayer” (Poder a través de la oración).[2] En esta cita se destacan los modelos de oración y de la búsqueda del corazón de Dios de algunos personajes bíblicos que encontramos en la Palabra de Dios. Como dice Bounds, estos modelos sirven para afirmar que aquellos que sirven al Señor tienen que consumir mucho de su tiempo en oración. Todos y cada uno de estos modelos aparecen experimentando unas transformaciones muy poderosas, así como el desarrollo de unos testimonios ministeriales vestidos de gracia y eternidad.
El ejemplo de la lucha de Jacob con Dios es uno singular. Publicamos lo siguiente acerca de esta lucha en El Heraldo del 24 de abril del año 2022:
“Jacob tenía que aprender a orar y a dejarse transformar por Dios. Es entonces que el pasaje bíblico nos dice que Jacob se acostó a dormir. Hay que reseñar que todos los encuentros que este hombre tiene con Dios ocurren durante la noche. Es allí que él sale soñando con una escalera por la que suben y bajan los ángeles de Dios. El pasaje dice que el Señor estaba al final de la escalera y que desde allí Jacob le oyó hablar. Veamos lo que dice ese pasaje bíblico:
“13 Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14 Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. 15 He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.” (Gen 28:13-15)
Este pasaje dice que Jacob despertó de su sueño y que estas fueron las frases que él usó para describir lo que había visto:
“16 Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. 17 Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.” (Gen 28:16-17)
Jonathan Sacks nos introduce en el campo del análisis bíblico en uno de sus libros para que podamos entender el tema de la oración.[3] En su exégesis acerca de este pasaje bíblico Sacks propone que la frase que Jacob usa, “...ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía,” (Gen 28:16) o está equivocada o está mal traducida. El análisis que hace Sacks nos deja saber que la frase “y yo no lo sabía” es la traducción del hebreo “ve’ anokhi lo yadati.” El concepto “yadati” significa “yo sabía” y “lo yadati” significa “yo no sabía.” Por otro lado “anokhi” significa “yo,” lo que hace de su utilización la presencia de un doble pronombre; algo superfluo e innecesario. Una traducción literal tendría que lucir así: “Y yo, yo no sabía.”
Sacks decide entonces citar al Panim Yafot (el Rabino Pincjas Horowitz), quien nos ilustra al hacernos saber que no hay un error en el pasaje[4]. Horowitz dice que lo que este juego de palabras trata de hacernos entender es que para que Jacob pudiera reconocer que Dios estaba en ese lugar, necesitaba un “ve’ anokhi lo yadati.” Esto es, Dios está en este lugar y de mí, yo no sabía. O sea, tal y como dice Sacks, no se puede encontrar lo mejor de la revelación de Dios en oración sin antes silenciar el yo. Orar eficazmente requiere un “ve’ anokhi lo yadati”; de mí, yo no sabía.
Hay que aceptar que sólo así somos capaces de escuchar la voz de Dios y hacer que su mensaje y su dirección ocupen todas las agendas de nuestras vidas. Orar es entonces el ejercicio de acercarnos a esa escalera [que vio Jacob], comenzar a ascender por ella, alabando y presentando nuestras necesidades y opciones, para luego hacer silencio ante la Presencia de Aquél que está sentado en su trono, oír su voz y descender de allí trayendo con nosotros un pedacito del cielo para que este afecte todo lo que está alrededor nuestro.
¡Esta es la oración que es eficaz! ¿Por qué es tan eficaz?: porque nos transforma al silenciar nuestro “yo.” Sólo así, decía Sacks, podemos llegar ante la presencia de Dios y descender por “la escalera” de la oración impactados por aquello que hemos contemplado de Su majestad, santidad y poder.
Un dato adicional acerca de la oración desde la perspectiva de Jacob es que él descubre que la única manera de saber quiénes somos, de saber cuál es nuestra identidad real, es mediante un encuentro con Dios. [Repetimos], un encuentro con Dios es la única manera de descubrir quiénes somos en realidad. Esto le ocurre a Jacob en otro encuentro de oración y de revelación que aparece en el libro del Génesis (Gen 32:24-30). Este es el pasaje en el que se describe la lucha de Jacob con el ángel del Señor.
Es por esto que insistimos en que hablar acerca de la oración requiere reconocer en dónde nos hemos colocado a nosotros mismos en relación a Dios. Esta es una de las razones por las que Henri Nouwen decía que orar es caminar en la completa luz de Dios y simplemente decir yo soy humano y “Tú eres Dios.”
Simon Tugwell decía que orar es dejar que Dios sea Dios. Tugwell llegó a esta conclusión analizando un verso del Salmo 46:
“10 Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.” (Sal 46:10)
Algunas de las traducciones en inglés recogen la parte inicial de ese verso utilizando la frase “be still”; estar quedo o quieto. Sin embargo, Tugwell recurrió al análisis del texto de ese salmo en latín.[5] Ese texto en latín dice lo siguiente:
“vacate et videte quoniam ego sum Deus exaltabor in gentibus exaltabor in terra”
(Sal 45:11, Biblia Sacra Vulgata)
Tugwell subraya el hecho de que la palabra “vacate” (latín) es de donde surge el concepto que conocemos como irse de vacaciones. O sea, que la expresión del salmista es similar a decir que debemos dejar de jugar a ser Dios y permitirle que Dios sea Dios.[6]”
Debemos preguntarnos si hemos sido capaces de silenciar el “yo” en nuestras vidas de oración. Debemos preguntarnos si nuestras vidas de oración nos han permitido descubrir quiénes somos ante la presencia del Eterno; en qué lugar nos hemos colocado en relación al Todopoderoso. Además, debemos preguntarnos si hemos aprendido a dejar de jugar a ser Dios.
El modelo de oración de Cristo que cita Bounds es único en su clase. La Biblia enseña que nuestro Señor no se limitó a enseñar a sus discípulos cómo orar (Mat 6:9-13; Mcs 11:24-26; Lcs 11:1-4) y a destacar la necesidad de orar siempre (Lcs 18:1). Nuestro Salvador les modeló una vida de oración constante.
“23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.” (Mat 14:23)
“39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40 Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43 Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44 Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.” (Mat 26:39-44)
“35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.” (Mcs 1:35)
“46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;” (Mcs 6:46)
“21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, 22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.” (Lcs 3:21-23)
“16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.” (Lcs 5:16)
“12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.” (Lcs 6:12)
“28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.” (Lcs 9:28-29)
“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.” (Lcs 11:1)
“44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” (Lcs 22:44)
Sabiendo que Cristo oraba con tal intensidad y con tanta frecuencia, tenemos pues que preguntarnos si nuestra vida de oración es adecuada y suficiente.
Al mismo tiempo, el modelo de oración de Daniel que Bounds cita es uno muy interesante.
“10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.” (Dan 6:10)
Es muy cierto que este modelo sirve para afirmar la necesidad de orar de cara a los tiempos difíciles y complicados. Esta es sin duda alguna una enseñanza bíblica extraordinaria. Sin embargo, este modelo también sirve para afirmar un detalle histórico; el de la liturgia de la oración en el Antiguo Testamento. Esta liturgia surge del análisis que el pueblo judío ha realizado de la conducta de oración de los patriarcas. Por ejemplo, los judíos han identificado que casi todos los encuentros que Abraham tenía con Dios ocurrían en la mañana. Al mismo tiempo, los encuentros que Isaac tenía con Dios ocurrían durante la tarde (Gén 24:63). En cambio, los encuentros que Jacob tenía con Dios, casi todos ocurrieron durante la noche (Gén 28:10-16; 33:24-30). Es de aquí que surge la liturgia de la oración que se levanta a Dios tres (3) veces al día: en la mañana, en la tarde y en la noche.
Debemos preguntarnos cuán capaces somos de mantener la disciplina de la oración en medio de tiempos turbulentos y hostiles. Debemos preguntarnos si somos capaces de mantener la frecuencia de esta disciplina que nos modela Daniel. Después de todo, la disciplina y el requisito de oración que ordena el Nuevo Testamento es mucho más estricto: “17 Orad sin cesar.” (1 Tes 5:17).
El modelo de oración paulino es igualmente impactante. La Biblia dice que Pablo oraba presentando a los hermanos de las iglesias que el Señor le había permitido establecer y dando gracias a Dios por ellos (Rom 1:9; Efe 1:16; Fil 1:4; 1 Tes 1:2; 2 Tim 1:3). Él decía que esto era constante: siempre: sin cesar (Col 1:3; 1 Tes 5:17). No tan solo esto, sino que la Biblia dice que Pablo oraba de rodillas.
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;” (Efe 3:14-16)
Además, este Apóstol instaba a la Iglesia a orar utilizando oraciones (“deēsis”, G1162), rogativas (“proseuchē”, G4335), peticiones (“enteuxis”, G1783) y acciones de gracias (“eucharistia”, G2169). Él añadió que estas clases de oraciones se tenían que levantar a favor de todos los hombres, los reyes y por todos aquellos que están en eminencia (1 Tim 2:1-2).
La Biblia dice que Pablo pedía la cobertura de oración de los hermanos de las iglesias (Rom 15:30). Además, él exhortaba a los hermanos a orar en todo tiempo (Efe 6:18).
Todos estos datos nos permiten concluir que la vida de Pablo era una vida de oración.
Debemos preguntarnos si nuestras vidas pueden ser definidas así.
Por último, el modelo de oración de David que Bounds menciona es extraído del Libro de los Salmos.
“17 Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.” (Sal 55:17)
“2 Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde.” (Sal 141:2)
Este modelo se parece mucho al modelo de Daniel. Es aleccionador reconocer que la relación de Dios con David se mantuvo incólume mientras él practicó esta clase de ejercicios de oración. Sin embargo, su vida se complicó cuando dejó de orar así. Lo sabemos porque la Biblia presenta como preludio a la debacle que él experimentó con su relación con Betsabé, que David no sólo había abandonado sus responsabilidades como líder de su Pueblo, sino que dormía hasta la caída de la tarde.
“1 Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. 2 Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.” (2Sam 11:1-2)
Este pasaje bíblico nos deja saber que David no fue con sus ejércitos a la guerra, como acostumbraba hacerlo. Él envió a otros a hacer lo que le tocaba hacer. En otras palabras, David había permitido que el ocio se apoderara de él y no estaba cumpliendo con sus funciones como líder de su pueblo. Este pasaje también señala que David estaba acostado durante toda la tarde. El texto hebreo dice “Vayehi le'et ha'erev”; “Y fue al atardecer” (2 Sam 11:2a). O sea, que David pasó la tarde durmiendo y que se levantó de su lecho cuando ésta estaba declinando. En otras palabras, es muy poco probable que haya orado durante la tarde y es obvio que tampoco oró durante la noche.
Debemos ser capaces de aprender de este y de los otros modelos de oración que hemos examinado aquí. En el caso del modelo de David, este nos enseña que la ausencia de una vida de oración, de una rutina constante de esta, nos coloca en riesgo de salirnos del centro de la voluntad divina. Esto nos coloca en el filo de los abismos peligrosos y tenebrosos. No podemos perder de vista cuántas veces hemos colocado nuestras vidas en peligro por haber descuidado nuestra vida de oración.
El consejo final es este: debemos ser capaces de ir ante la presencia del Señor y pedirle que nos enseñe cómo debemos rendirnos ante Él y permitir que el Espíritu nos dirija en la oración.
[1] Bounds, E.M. Power through prayer, public domain, n.d., capítulo 7.
[2] https://www.hopefaithprayer.com/books/Power-Through-Prayer-EM-Bounds.pdf
[3] Sacks, Rabbi Sir Jonathan (2010-07-31). Genesis: The Book of Beginnings (Covenant & Conversation) (Kindle Locations 3238-3257). Kindle Edition.
[4] No hay errores en el texto original de la Biblia.
[5] La Vulgata presenta este salmo como el número 45 y en esa versión encontramos esta frase en el verso 11.
[6] Yancey, Philip. 2006. Ibid, p. 26.
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AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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