963 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 28 de julio del 2024

963 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  28 de julio del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (V)

 
“7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. 8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:7-11)
 
El análisis de los dones espirituales nos obliga a repasar la visión de la Iglesia que nos ofrece el apóstol Pablo. Él, inspirado por el Espíritu Santo, señala que la Iglesia, es dirigida por el Espíritu de Dios.

“9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. 12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Rom 8:9-14)

O sea, que todo aquel que es de Cristo tiene la capacidad de exhibir que es hijo de Dios porque el Espíritu Santo lo dirige. Pablo afirma que esa dirección es una integral, los unos dependiendo de los otros. Esto es así porque la Iglesia, entre otras cosas, opera como el cuerpo de Cristo.

“4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. (Rom 12:4-5)

“27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” (1 Cor 12:27)

“24 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; 25 de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, 26 el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, 28 a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; 29 para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.” (Col 1:24-29)

“12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,” (Efe 4:12)

La Biblia dice, una vez más desde la inspiración que recibió este apóstol, que la integración del cuerpo de Cristo que desarrolla el Espíritu Santo produce y sostiene la unidad de la Iglesia. Cada uno de nosotros pertenece a los demás. En Cristo Jesús, nadie vive para sí: “7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.”

Veamos cómo Pablo realiza estas aseveraciones desde la perspectiva de los dones espirituales:

“4 Todos tenemos un cuerpo formado de muchas partes y cada una tiene una función distinta. 5 Así pasa con nosotros, somos muchos, pero todos formamos un solo cuerpo en nuestra relación con Cristo. Como parte de ese cuerpo, cada uno pertenece a los demás.” (Rom 12:4-5, PDT)

Es aquí que se insertan los dones espirituales; para permitir que cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo pueda hacer bien cada una de las funciones que les han sido asignadas. El apóstol Pablo señala que es esto lo que provoca y permite que se mantenga la unidad del cuerpo de Cristo, así como la eficiencia de la Iglesia para cumplir su misión.

“6 Si uno tiene el don de la profecía, que lo use de acuerdo con la fe que tiene. 7 El que recibió el don de servir, que se dedique a servir. El que recibió el don de enseñar, que se dedique a enseñar. 8 El que recibió el don de animar a otros, que se dedique a animarlos. El que recibió el don de dar, hágalo con el sincero deseo de ayudar. El que recibió el don de dirigir, hágalo lo mejor posible. El que recibió el don de ser compasivo con otros, hágalo con alegría.”  (Rom 12:6-8)

“6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; 7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.” (RV 1960).

Estas afirmaciones bíblicas son otras razones para concluir que todos los creyentes en Cristo son carismáticos. Esto es, todos aquellos nacidos de nuevo forman parte del cuerpo de Cristo, son dirigidos por el Espíritu Santo y tienen asignadas funciones para mantener la integración, la unidad y la eficiencia de ese cuerpo. Los dones del Espíritu han sido dados para desarrollar estas funciones y producir estos resultados.

Esos dones son “movimientos vivos” del cuerpo de Cristo. La unidad de la Iglesia emana y crece de las diversas funciones de estos: “charismata”. Dicho de otra manera, si el creyente no está operando de manera carismática, entonces no puede funcionar como miembro del cuerpo de Cristo.[1] Aclaramos que no se trata del “ruido” sino de la operación sistemática del “charisma”.

Este es el “provecho” (“sumpherō”, G4851), el beneficio que produce la manifestación
 (“phanerōsis”, G5321) del Espíritu de Dios.

“El Espíritu se muestra de manera diferente en cada uno para beneficio de todos.” (1 Cor 12:7, PDT)

“Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos.” (DHH)

“7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.”  (RV1960)
 
El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) señala que el concepto “sumpherō” (G4851) era utilizado en la antigüedad para describir acciones tales como: “reunir”, “unir”, (Herodotus, Hist. III, 92, 2); (Xenophon de Atenas, Anabasis. VI, 4, 9), “traer” (Epicharmus, Fragment, 35, 8 (Comicuorum Graecorum Fragmenta (CGF), 96), “llevar juntos”, (Eurípides de Salamis, Alcestis, 370; Xenophon de Atenas, Anabasis. VII, 6, 20), “ser útil”, (Herodotus de Halicarnassus, IX, 37, 4; Aeschylus of Ephesus, Supplices, 753), o cosa a la que sirve algo (Aristophanes de Atenas, Plutus, 38). También incluye, entre otras cosas, que se utilizaba para describir el objetivo, ser ventajoso, beneficioso, aquello que es de servicio, ayudar, estar de acuerdo y para adaptarse a alguien (Xenophon de Atenas, Cryopaedia (The Education of Cyrus), VIII, 4, 21).[2]

El Louw & Nida dice que este concepto puede ser traducido como hacer que se reúnan y/o convocar objetos animados o inanimados.

Sabemos que todas estas definiciones pueden parecer abrumadoras para algunos de los electores. No obstante, creemos que son necesarias para poder hacer énfasis en el significado de la expresión paulina. Primera de Corintios doce y verso 7 nos dice que la manifestación que el Espíritu Santo realiza a través de los dones espirituales es para provecho (“sumpherō”, G4851) de todos. Utilizando las definiciones antes expuestas podemos concluir que los dones espirituales son entregados para los siguientes propósitos:

 -     reunir, unir, convocar los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     traer a un centro común a los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     llevar juntos a los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     hacer útiles a los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     hacer claro el objetivo de los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     darle ventaja, hacer ventajosa la operación a los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     ser de beneficio a los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     ayudar en el servicio a los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     ayudar a poner de acuerdo a los miembros del cuerpo de Cristo.
 -     ayudar en la adaptación de los miembros del cuerpo de Cristo.

Todo eso implica que la dirección del Espíritu Santo no solo opera en nosotros para que seamos capaces de alcanzar el cumplimiento de la misión que se nos ha entregado. La dirección del Espíritu de Dios procura que seamos y estemos los unos por los otros.

Es por esto que Pablo insiste en que los dones dejan de ser eficientes y productivos cuando no se administran dentro y con el amor (“agapē”, G26) de Dios.

“1 Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. 2 Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los designios secretos de Dios, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. 3 Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve. 4 Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, 5 ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; 6 es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. 7 Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo. 8 El amor jamás dejará de existir. Un día el don de profecía terminará, y ya no se hablará en lenguas, ni serán necesarios los conocimientos. 9 Porque los conocimientos y la profecía son cosas imperfectas, 10 que llegarán a su fin cuando venga lo que es perfecto. 11 Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre, dejé atrás lo que era propio de un niño. 12 Ahora vemos de manera indirecta, como en un espejo, y borrosamente; pero un día veremos cara a cara. Mi conocimiento es ahora imperfecto, pero un día conoceré a Dios como él me ha conocido siempre a mí. 13 Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor.” (1 Cor 13:1-13, DHH)

Las implicaciones de estas expresiones requieren ser discutidas antes de que ofrezcamos explicaciones detalladas de los “charismata.

   
[1] Elwell, W. A., & Comfort, P. W. (2001). En Tyndale Bible dictionary (pp. 1222–1223). Tyndale House Publishers.
[2] Weiss, K. (1964–). φέρω, ἀναφέρω, διαφέρω, τὰ διαφέροντα, διάφορος (ἀδιάφορον), εἰσφέρω, προσφέρω, προσφορά, συμφέρω, σύμφορος, φόρος, φορέω, φορτίον, φορτίζω (phéroo, anaphéroo, diaphéroo, ta diaphéronta, diáphoros (andiáphoron) eisphéroo, prosphéroo, prosphorá, sumphéroo, súmphoros, phóros, phoréo, phortíon, phortízo). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 9, p. 69). Eerdmans.






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