956 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 9 de junio del 2024

956 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  9 de junio del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: cómo vivir vidas plenas en tiempos difíciles (Pt.II)

 
“8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: 9 Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, 10 sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. 11 Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. 13 Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.” (Hch 4:8-13)
           
Nuestra reflexión anterior fue dedicada al análisis de qué debe hacer la Iglesia ante las situaciones de crisis que enfrentamos en esta época. Una cita de John Eldredge[1], nos conminaba a procurar poseer un corazón que confía en el Señor porque es a estos a quienes el Todopoderoso Señor busca para fortalecerles para enfrentar tiempos de conflicto (2 Cró 16:9).
 
“9 Los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a los que tienen el corazón totalmente comprometido con él.” (2 Cró 16:9, NTV)

Hay que puntualizar que el concepto que se traduce aquí como dar fuerzas o fortalecer es el vocablo hebreo “châzaq” (H2388). Este concepto puede ser traducido como sujetar, fortalecer, curar, ayudar, reparar y fortificar. Al mismo tiempo puede también ser traducido como conquistar, enmendar, calcar, atrapar, sostener, prevalecer y apoderarse. O sea, que el Señor puede fortalecernos sujetándonos, curándonos, ayudándonos, reparándonos y fortificándonos. El Señor puede fortalecernos conquistándonos, enmendándonos, calcándonos, atrapándonos, sosteniéndonos, haciéndonos prevalecer y/o apoderándose de nosotros.

Analizamos este concepto hebreo porque sin duda alguna, Dios nos fortalece cuando se apodera de nosotros, cuando nos llena del Espíritu. La última traducción que ofrecemos aquí de ese concepto nos permite ver la necesidad de esa llenura. Entre otras cosas, esa llenura es la que nos permite poseer la misma audacia (“boldness”), la valentía con la que el Apóstol Pedro le respondió a los líderes de gobierno y religiosos de su época, tal y como vemos en el pasaje bíblico que encabeza esta reflexión.

Hablar de la audacia, de la valentía, del atrevimiento que da el Espíritu Santo a aquellos que procuran esta llenura requiere algunas explicaciones. Nos parece que Arthur Tappan Pierson (1837-1911) explicó esto muy bien en un libro titulado “Acts of The Holy Spirit”.

“Por lo tanto, la audacia es siempre un requisito para un verdadero testimonio de Dios, y debe ser la audacia del Espíritu Santo. De lo contrario, ¿cómo puede haber un discernimiento de espíritus hostiles a Dios, una discriminación entre la verdad y el error, una penetración detrás del velo de la popularidad para descubrir las características reales de la enseñanza y la práctica predominantes? La audacia del Espíritu no es la queja imprudente e impetuosa del cínico, ni la demolición destructiva e indiscriminada de imágenes del iconoclasta y la censura universal; no coloca un Talus[2] en la iglesia con un mayal (azotador) de hierro en la mano para demoler lo que sea, porque esto invita al ataque. Cuando el Espíritu Santo da valentía, es ante todo la valentía que surge de la claridad de visión en cuanto al carácter real de las costumbres y opiniones existentes; y luego se manifiesta en una amonestación fiel, pero amorosa y tierna, cueste lo que cueste, aunque, como Juan el Bautista, uno deba entregar la cabeza por su fidelidad.

Ningún atributo es más necesario hoy para los testigos de Cristo que la valentía del Espíritu Santo debida a la plenitud (llenura) del Espíritu Santo. Está en progreso, en el mundo y en la iglesia, una filosofía de la evolución que no sólo niega la enseñanza de las Escrituras sobre la creación y la caída, sino que haría de Jesucristo simplemente el mejor producto, hasta ahora, del desarrollo evolutivo.[Esto reduciría la Biblia a una mera colección de libros, creciendo en valor y virtud a medida que la raza hiciera posible tal progreso y, a su vez, sería reemplazada a medida que nuevas condiciones elevaran al hombre a un nivel en el que sea posible y necesario un “estándar más alto de enseñanza”. Por supuesto, en tal filosofía no hay lugar para la regeneración o la resurrección ni nada sobrenatural. Y sin embargo, esa doctrina se está abriendo camino rápidamente en nuestras universidades, seminarios teológicos, iglesias y púlpitos; ¡Y cuántos hay que tienen claridad de visión para ver y audacia de palabra para testificar!  Tenemos una profunda convicción de que, si el Espíritu Santo fuera derramado hoy o derramado de tal manera que llenara a los discípulos modernos como lo fueron alguna vez los apóstoles, se descubrirían y revelarían instantáneamente las tendencias destructivas de mucho de la llamada “alta crítica”; una revelación de la tendencia a la deriva de la enseñanza doctrinal moderna hacia lo ancho del camino de la muerte, y de la práctica moderna hacia las costumbres de muchos que adoran al dios de este mundo; una nueva sensación de terrible peligro que multiplicaría los Elías en cada cima de la montaña, los Juanes en cada palacio de Herodes y los Pedros en cada tribunal de la iglesia, para pronunciar una poderosa protesta contra los males actuales disimulados con popularidad y respetabilidad.” [3]
(Traducción libre)

Esta porción del libro de Pierson nos conmina a procurar la llenura del Espíritu Santo para poder ser capaces de responder con asertividad a los reclamos y las dificultades que encontramos en el mundo. Pero hay mucho más en esa llenura. La Biblia nos ofrece algunas descripciones de las características y de los objetivos que el cielo persigue con esa llenura.

Aprovechamos la oportunidad para destacar que este tema ha formado parte de otras baterías de reflexiones. Un ejemplo de esto lo encontramos en las reflexiones que publicamos recientemente acerca de la segunda oración que el Apóstol Pablo hace en la Carta a los Efesios (Efe 3:14-21). Estas reflexiones fueron publicadas en el año 2022.

“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”   (Efe 3:14-21)

En esas reflexiones señalamos que la Biblia dice que la plenitud, el “plērōma” (G4138) de Dios, es el resultado que obtenemos cuando decidimos que el Espíritu Santo nos revele las cinco (5) dimensiones del amor de Dios. Esto es: “la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento…”

Pablo lo dice así en esa Carta a los Efesios, añadiendo a esto que ese es el resultado de estar arraigados y cimentados en el amor de Dios y que esto nos hace plenamente capaces de comprender esas dimensiones. O sea, que la llenura del Espíritu Santo aumenta nuestras capacidades para adentrarnos en el conocimiento de lo profundo y eterno de Dios.

“9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” (1 Cor 2:9-13).

En otras reflexiones publicadas ese mismo año destacamos que la Carta a los Efesios utiliza muchas metáforas para describir la Iglesia.

Descripciones de la Iglesia en esta carta (descripciones operacionales de la Iglesia)
 o          Iglesia como Cuerpo de Cristo (1:23)              Iglesia fue creada por Cristo (Efe 2:10).  
 o          Edificio de Dios (Efe 2:21),                               Templo santo en el Señor (2:21)
 o          Iglesia como familia de Dios (2:19)                  Nueva humanidad (2:14-15; 4:24)
 o          Esposa de Cristo (5:22-31),                              Imitadores de Dios (5:1).
 o          Soldado de Dios (Efe 6)

Como hemos visto aquí, una de esta metáforas señala que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y la plenitud de Cristo. Veamos el texto escrito por Pablo:

  “23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efe 1:23)

Hemos dicho en algunas de esas reflexiones que lo que esa expresión señala es que, siendo la Iglesia el cuerpo de Cristo, entonces no podemos estar llenos de otra cosa que no sea Él. Somos Su cuerpo (“sōma autou”) y somos la plenitud de Aquél (“to plērōma tou”) que todo lo llena en todo. Debemos destacar que el Apóstol Pablo afirma que estar llenos de Cristo es lo mismo que estar llenos del Espíritu Santo.

“9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Rom 8:9)

“9 En ustedes no predomina la mentalidad humana sino la del Espíritu, porque el Espíritu de Dios vive en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no pertenece a Cristo.” (PDT)

Conociendo estos datos podemos afirmar, en primer lugar, que estar llenos del Espíritu Santo es lo que nos permite vivir una vida plena en el Señor. Además, que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo porque está llena a plenitud de Cristo. En segundo lugar, estar llenos del Espíritu es lo que nos capacita para poder dar testimonio efectivo de que le pertenecemos al Padre porque somos capaces de vencer la mentalidad humana o la de la carne.

Warren Wiersbe abunda sobre esto último en uno de sus libros:

“Es interesante examinar las estadísticas registradas en el Libro de los Hechos. Alrededor de 120 creyentes se reunieron en el aposento alto para orar después de la ascensión de nuestro Señor (Hechos 1:15). Tres mil se convirtieron en Pentecostés (2:41), y más tarde el número aumentó a unos cinco mil (4:4). Día tras día, los creyentes se sumaban al Señor (5:14), hasta el punto de que los apóstoles tuvieron que designar asistentes para ayudarlos (6:1 ss.). “Y la palabra de Dios crecía; y el número de los discípulos se multiplicó mucho en Jerusalén; y una gran multitud de sacerdotes obedecían a la fe” (6:7).

Si queremos ayudar a ampliar la familia de Dios a través de nuestro testimonio, primero que nada debemos estar seguros de que estamos llenos del Espíritu de Dios; porque es sólo a través de su poder que nuestro testimonio glorifica a Dios y trae verdadera convicción a los pecadores (Hechos 1:8; Juan 16:8-11). Si bien Dios ciertamente quiere que compartamos nuestra experiencia personal de salvación, él puede usar esa experiencia sólo en la medida en que se relacione con la Palabra de Dios y magnifique al Hijo de Dios.”[4]

Wiersbe afirma aquí que la evangelización adquiere otra dimensión cuando la Iglesia está llena del Espíritu Santo.

Cada uno de los puntos anteriores pueden ser demostrados con tan solo leer las citas de ambas cartas en otras versiones bíblicas: (Rom 8:9; Efe 1:23)

“9 Pero ustedes no están dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el Espíritu de Dios vive en ustedes. (Y recuerden que los que no tienen al Espíritu de Cristo en ellos, de ninguna manera pertenecen a él)” (Rom 8:9, NTV)

“23 Y la iglesia es el cuerpo de Cristo; él la completa y la llena, y también es quien da plenitud a todas las cosas en todas partes con su presencia.” (Efe 1:23, NTV)

“23 Pues la iglesia es el cuerpo de Cristo, de quien ella recibe su plenitud, ya que Cristo es quien lleva todas las cosas a su plenitud.”  (DHH)

El concepto griego traducido como “llenos” o “completos” es “plēroō”, (G4137). Este nos conduce a afirmar que es Cristo es el que causa que las cosas ocurran, con la implicación de cumplir con un propósito.[5] Además, esta expresión también es utilizada en la Biblia para comunicar lo siguiente:

  • significa estar llenos (Hch 13:52), ser capaces de llegar al final (Hch 7:30, “pasados”),
  • capaces de completar las tareas encomendadas (Hch 13:25), tener el mayor grado (Hch 13:52);
  • llenar, hacer que algo esté lleno (Mt 13:48; Hch 2:2); completar, llegar a la totalidad (Rom 8:4; Apo 6:11);
  • acabar, completar una actividad (Hch 12:25); proveer plenamente, proveer de todo lo necesario (Fil 4:18);
  • proclamar en forma completa, decir todo (Rom 15:19);
  • dar el verdadero significado (Mat 5:17; Gál 5:14); hacer que ocurra, cuando implica cumplimiento de algo (Mt 1:22);
  • hacer pensar (Hch 5:3)[6]

“Los resultados que encontramos cuando aplicamos estas traducciones a la frase que describe la Iglesia como la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo son simplemente extraordinarios. Cuando decimos que la Iglesia es la plenitud de Cristo estamos declarando que esto significa que es Cristo el que causa que las cosas ocurran. Estamos diciendo que Cristo lo hace con la implicación de que cumplamos con los propósitos establecidos de antemano (Efe 2:10). Es importante señalar que no se trata de que nosotros podamos o intentemos cumplirlos. Nosotros hemos sido llamados a hacerlo porque la plenitud de Cristo garantiza el éxito.
 
Esta expresión bíblica, ser la plenitud de Cristo, ciertamente indica que estamos llenos de Él y que se nos ha dado la capacidad de llegar hasta el final. O sea, que aquellos que se rinden en el camino no tienen excusas. Esta expresión también significa que somos capaces de completar las tareas encomendadas y de alcanzar el mayor grado de gozo y de la llenura del Espíritu Santo. Esta expresión predica que hemos sido llamados a completar las tareas encomendadas. Esta expresión también dice que lo podemos hacer porque Aquel que lo llena todo nos provee plenamente de todo lo necesario para realizarlo. Esta expresión también describe nuestra predicación; una predicación completa, sin que le falte cosa alguna.
 
Esta expresión entonces afirma que es Cristo el que le da significado a la Iglesia y quien hace que ella piense correctamente.”[7]

Concluimos esa reflexión formulando algunas preguntas. Una de estas: ¿de qué está llena la Iglesia del siglo 21? Otra: ¿de qué está llena la Iglesia del Señor?
   


[1] Eldredge, John. Resilient: Restoring Your Weary Soul in These Turbulent Times. Thomas Nelson. Kindle Edition.
[2] En la mitología griega, Talos, también escrito Talus o Talon, era un autómata gigante hecho de bronce para proteger a Europa en Creta de piratas e invasores.
[3] Pierson, A. T. (1895). The Acts of the Holy Spirit (pp. 40–42). Fleming H. Revell.
[4] Wiersbe, W. W. (1988). Be what you are: 12 intriguing pictures of the Christian from the New Testament  (pp. 19–20). Tyndale House. e
[5] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 160). United Bible Societies.
[6] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos  Bible Software.
[7] Reflexión del día cinco (5) de mayo del 2022.

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