971 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 22 de septiembre del 2024

971 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  22 de septiembre del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XIII)
 
1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
 
Las 16 características del “agápē” de Dios (G26) que el Apóstol Pablo describe en el Himno del Amor nos han cautivado. Las descripciones de estas aparecen en 1 Corintios 13:4-8. En esta reflexión procuraremos analizar la expresión: “mas se goza de la verdad” (1 Cor 13:6b). La expresión original de Pablo dice lo siguiente: “synchairei de tē alētheia.” Para poder obtener un nivel de comprensión más preciso del significado de esta se requiere que analicemos los conceptos que encontramos aquí. Esto es, los traducidos como “gozarse” (“sugchairō”, G4796) y “verdad” (“alētheia”, G225).

Comencemos por el segundo: la verdad. Sé que algunos deben estar preguntándose, tal como lo hizo Pilato, ¿qué es la verdad? (Jn 18:37-38). Debemos comenzar señalando que los griegos utilizaban este concepto para denotar una norma. Según la comprensión griega de la existencia, para ellos era evidente que la acción debe seguir al verdadero conocimiento o autocomprensión. Es por esta razón que, “alētheia” también puede tener el sentido de “doctrina correcta”, ya que esto muestra qué es la verdad.[1] Es muy posible que Pilato esperara esta clase respuesta de parte de Jesús aun cuando solo fuera capaz de entender muy poco. Sin embargo, Jesús decidió guardar silencio porque Pilato tenía frente a sí algo que sólo se puede entender por revelación: Cristo, la verdad encarnada estaba frente a sus ojos (Jn 14:6).
 
Como una nota editorial, debemos adelantar que el análisis de este concepto puede resultar muy complicado. Es por eso que hemos decidir echar mano de las informaciones que nos proveen varios recursos académicos que han analizado este concepto y que lo han hecho a través de muchos años. Las estructuras que estos recursos proveen nos permitirán tener a la mano un bosquejo básico para estudiar este tema y un orden lógico para las aplicaciones correspondientes al pensamiento paulino al que nos estamos acercando aquí.  Los recursos consultados tratan el concepto de la “alētheia” desde diferentes perspectivas. Algunos lo tratan de manera sencilla y sobria, procurando no complicar mucho las cosas. Lo definen como verdad, aquello que concuerda con lo que realmente sucede, los hechos que se corresponden con la realidad, ya sea histórica (en el continuo de tiempo o espacio) (Lcs 4:25; Hch 4:27), o una realidad eterna no limitada por los hechos históricos.[2]

Otros, son “espléndidos” con la información que nos proveen haciéndonos entender que este concepto no es tan simple como parece. De entrada, tenemos que etimológicamente, “alētheia” tiene el significado de no ocultamiento. Indica, pues, un asunto o estado en la medida en que se ve, se indica o se expresa, y que en tal visión, indicación o expresión se revela, o se revela a sí mismo, tal como realmente es. Esto, con la implicación, por supuesto, de que podría ocultarse, falsificarse, truncarse o suprimirse. Esto que acabamos de compartir es la traducción literal de una de las definiciones que nos provee el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel). [3]  Dicho de otra forma, este término, este término lo que significa literalmente es “el velo que se descubre.” Wolfhart Pannenberg [4] y Martin Heidegger[5] lo definen y lo utilizan así.

Ahora bien, ¿qué importancia reviste esta definición? La respuesta a esta pregunta requiere entender que hay varios aspectos de suma importancia que se desprenden de esta. En primer lugar, tal y como hemos mencionado en un párrafo anterior, la Biblia dice que la verdad no es solo un concepto, sino que posee nombre. Cristo es la verdad (Jn 14:6). En segundo lugar, esto explica algunas de las experiencias que encontramos en la Biblia, particularmente durante el ministerio de nuestro Señor, su muerte y su resurrección.
Por ejemplo, ¿se ha preguntado usted alguna vez por qué es que el velo del templo se rasgó en dos (2) cuando Cristo murió en la cruz del Calvario (Mat 27:51; Mcs 15:38; Lcs 23:45)? Es muy cierto que esta experiencia lo que hizo fue proveer el acceso a un lugar en el templo que sólo podía acceder el sumo sacerdote de Israel una vez al año. La muerte de Cristo sirve para abrir ese lugar para todos nosotros, sin necesidad de un sacerdote o de un mediador. No obstante, la realidad ontológica, teológica y teleológica[6] es que esto sucede porque aquél que moría en la cruz es la verdad de Dios encarnada y con su muerte en la cruz es en sí mismo el velo que se descubre para revelar lo profundo, lo majestuoso, lo santo, lo poderoso, lo eterno y misericordioso de Dios. O sea, que desde esta perspectiva podemos afirmar que los creyentes en Cristo abrazados por el “agápē” de Dios se gozan de la revelación de todo lo que es Dios en Cristo Jesús. Esto es sin duda parte de lo que Pablo dice en la expresión “…se goza de la verdad.”

Los recursos consultados añaden mucho más cuando definen ese concepto. Estos dicen que “alētheia” denota el “estado completo o real de las cosas” y que los historiadores la utilizaban para denotar acontecimientos reales a diferencia de los mitos, y los filósofos para indicar el ser real en el sentido absoluto.[7] El Léxico Griego-Inglés del Nuevo Testamento (Louw-Nida) dice que “alētheia” es el contenido de lo que es verdadero y, por lo tanto, conforme a lo que realmente sucedió. Esta fuente lo traduce como “verdad” y añade que se utiliza para referirse a la revelación de Dios que trae Jesús o, a Jesús mismo por lo que realmente es como revelación de Dios.[8] Desde esta perspectiva, Pablo puede estar afirmando que tenemos que regocijarnos con el estado completo o real de las cosas, con lo que es verdadero y con la revelación de Dios en Cristo Jesús.

El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) añade 6 aseveraciones sumamente importantes acerca de este concepto. La primera de estas es que “alētheia” es aquello que “tiene certeza y fuerza”, sabiendo que la verdad es la “norma válida.”[9] La segunda es que este concepto es también aquello “en lo que uno puede confiar” (en el sentido del “ʼemeth”, H571 que encontramos en el Antiguo Testamento). O sea, estabilidad, certeza, fiabilidad o confiabilidad, la sinceridad y honestidad que la verdad produce.[10] Desde estas perspectivas, Pablo puede estar afirmando que tenemos que regocijarnos con la certeza y la fuerza que nos provee la revelación de Dios en Cristo. Afirma que somos capaces de regocijarnos con la estabilidad, la certeza, la fiabilidad y confiabilidad que esa revelación nos ofrece para la vida; que podemos confiar en Cristo como esa revelación. Podemos regocijarnos en la sinceridad y honestidad de esa revelación. Podemos regocijarnos con la única norma válida para poder tener acceso al Padre.

En tercer lugar, el Kittel continúa señalado que “alētheia” implica el “estado real de la cosas” tal como se revela. Esto es, en el sentido griego. Añaden a esto que se trata de la realidad revelada de Dios (Rom 1:25). [11] En cuarto lugar, dice que “alētheia” tiene que ser considerada como “verdad de la afirmación.” En quinto lugar, que también se puede utilizar como sinónimo de la “verdadera enseñanza o fe”. [12] En sexto lugar, que también puede significar autenticidad (carácter de ser genuino), realidad divina, o revelación.[13] Pablo entonces está afirmando que podemos regocijarnos en la verdad porque el mensaje de Cristo es la doctrina correcta; la afirmación divina verdadera. Cristo es el único con el carácter genuino y necesario para mostrarnos la revelación del amor del Padre. Él es el único que puede enseñar la realidad de las cosas. En otras palabras, que no se limita a mostrarnos lo que se ve a simple vista.

Aplicando esto a la aseveración paulina que estamos examinando, podemos entonces afirmar que Pablo nos está conminando a regocijarnos con lo opuesto a la injusticia (“adikía”). Esto es así porque la verdad de Dios revelada en Cristo no esconde el estado real de las cosas y nos invita a mirarlas con los lentes de la verdad del cielo. Esto es así porque la verdad en Cristo nos afirma en los presupuestos y los postulados de la Palabra de Dios y lo puede hacer porque ella es la verdadera enseñanza de fe y de conducta dada por Dios. Repetimos que esto es así porque el carácter de esta revelación es auténtica, genuina y devela la realidad divina. No olvidemos que la Biblia dice lo siguiente: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8:32). Destacamos que ese pasaje bíblico no dice “una verdad”, sino la verdad: la única que puede traernos libertad porque revela y afirma todo lo que es Dios. El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Kittel continúa su presentación acerca de este concepto añadiendo que existe una relación directa entre el “logos” (G3056) y la “alētheia” porque en la práctica de la historia y en la investigación histórica y filosófica la tarea esencial del “logos” es revelar e indicar. Al mismo tiempo, la “alētheia” también puede denotar un aspecto del “logos” en la medida en que causa aquello que se ha de ver; o bien es “verdadero”.[14] O sea, que el regocijo por la verdad debe incluir que esta revela todo lo que es el “logos”, la Palabra encarnada de Dios.
  “1 En el principio era el Verbo, y el Verbo (“logos”, G3056) era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Jn 1:1-4, RV 1960)

Debemos detenernos por un instante a examinar un poco el uso del concepto “alētheia” en el Evangelio de Juan. El Diccionario Teológico dice acerca de esto que en ese Evangelio “alētheia” designa la “realidad divina” con referencia al hecho de las siguientes cosas:
1.  que ésta es diferente de la realidad en la que el hombre se encuentra primero y por la que es controlado.
2.  que se revela y es, por lo tanto, revelación.
Estos estudiosos añaden que Juan se distingue por el hecho de que para él la “alētheia” es poder divino que no es cosmológico. En consecuencia, dicen ellos, la revelación está determinada por escuchar la Palabra y pensar (reflexionar) acerca de la Palabra. Esto coloca al pecador destituido de la gracia ante la posibilidad de poseer nuevamente una existencia genuina[15] si acepta a Cristo como su Señor y Salvador.

Recordemos que la tesis bíblica es que esa clase de existencia se perdió con nuestra caída de la gracia de Dios. Juan entonces dice que la “alētheia” es la realidad de Dios, que por supuesto, se opone y es inaccesible a la existencia humana tal como esta se encuentra luego de haberse deformado porque el ser humano cayó en pecado. O sea, que la “alētheia” es para Juan la revelación de un acontecimiento milagroso que está más allá del alcance del ser que está alejado y separado de Dios. Sin embargo, en la revelación que hace la “alētheia”, el ser humano recibe la oportunidad de recibir la verdadera posibilidad de su propio ser. Esto ocurre cuando ese ser humano decide entregarse a Cristo al encontrarse frente a la Palabra de la revelación que lo encuentra a él y le ofrece una vida nueva. Siendo esto así, concluye este recurso académico, la recepción de la “alētheia” no está condicionada ni por una instrucción racional o esotérica, por un lado, ni por una preparación y ejercicio psíquicos por otro, sino que tiene lugar en la fe obediente[16] al poder que posee Cristo que es el camino (“hodos”, G3598), la “alētheia” y la vida (“zōē”, G2222).

Es obvio que estas son razones más que suficientes para regocijarnos en la “alētheia.” Basta pensar que el “agápē” de Dios es capaz de darnos la oportunidad de experimentar la revelación de un “acontecimiento milagroso”. Esa revelación nos permite ser encontrados y acercados a Dios. Esa revelación nos devuelve la capacidad de ver las posibilidades verdaderas de lo que somos y de lo que Cristo nos invita a ser en Él. Es una invitación a alegrarnos porque esa revelación no está condicionada a las instrucciones racionales, o esotéricas, a las preparaciones psíquicas o emocionales. Además, recibir esa revelación sólo requiere fe y entrega.  

Esto es extraordinariamente importante para Juan porque él está convencido de que cuando Jesús habla de “alētheia”, es correcto afirmar que esto posee el significado formal de “decir la verdad”, pero también significa “traer la revelación en palabras.” Algunos ejemplos de esto lo encontramos en los siguientes pasajes de ese Evangelio:
40 Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham.” (Jn 8:40)
42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió….45 Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.” (vv.42, 45)
46 Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?” (v. 46)[17]

No podemos concluir esta reflexión sin presentar otras afirmaciones muy certeras que realiza el Diccionario Teológico acerca de este concepto. Sus escritores afirman que como revelación, la “alētheia” es objeto del conocimiento (“ginōskō”, G1097). Vimos algo acerca de esto cuando citamos el verso 32 del capítulo ocho del Evangelio de Juan: “conoceréis la verdad.” Este recurso académico señala que lo que se expresa aquí, primordialmente es el carácter del poder determinante de la revelación como palabra que puede ser entendida. Repetimos, la “alētheia” nos permite y nos invita a entender. Claro está, estos estudiosos añaden ellos que sería un grave malentendido tomar aquí ese conocimiento en el sentido general y formal. O sea, que no se trata del conocimiento en general, sino del conocimiento de la revelación de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor.[18]

Debemos entender, dicen estos escritores, que la Palabra de la revelación no es un complejo de afirmaciones o ideas. Tampoco es una especulación cosmológica o soteriológica. La Palabra revelada es una dirección cumplida en un encuentro concreto; el de nosotros con Dios. Esto lo demuestra el hecho de que esta no puede separarse de la persona de Jesús y de los acontecimientos cumplidos en su historia. Es por esto que encontramos que Juan destaca estas expresiones de Jesús:

17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.” (Jn 17:17-19).

Estos versos afirman que Cristo trae la verdad trascendiendo la impartición mediada por su Palabra. Cristo Jesús la trae y la habla sabiendo que se trata de Él mismo y por esto se santifica para nosotros. La revelación de la verdad sería más que suficiente para acercarnos a Dios. Pero el amor del Padre manifestado en Cristo va mucho más allá. Cristo se santifica por nosotros para que la verdad consiga algo adicional a reconciliarnos con Dios. Cristo lo hace para que la verdad nos haga santos. Es también por esto que Juan destaca que Jesús es el camino, la verdad y la vida y que nadie puede ir al Padre si no es por Él (Jn 14:6). Como dice el Diccionario antes citado, que la revelación no es el medio para un fin, sino que es a la vez el camino y la vida (la meta). En otras palabras, que se trata de un acontecimiento divino que permite que Dios sea accesible mediante esa revelación (Jn 1:14, 17)[19] para que alcancemos salvación, para ser hechos santos y para obtener el regalo de la vida eterna.

Creemos que no necesitamos explicar por qué es que Pablo nos dice que el amor de Dios nos invita a regocijarnos en esto. Pablo dice que debemos regocijarnos en la revelación que coloca a Cristo dándonos libertad, santificándose por nosotros e insertándonos por amor en ese acontecimiento divino que nos regala la vida de Dios. Debemos regocijarnos en que esa revelación define una meta y un encuentro concreto. Debemos regocijarnos en que se nos concede la oportunidad de conocer todas estas cosas.

Por último, la invitación no es a gozarnos (“chairō”, G5463) por esto, sino a regocijarnos (“sugchairō”, G4796).[20] El primer concepto describe el gozo en el carácter individual. El segundo posee el prefijo “sun” (G4862) que opera como una preposición primaria que denota unión. Significa con o junto (pero mucho más cercana que “meta” (G3326) o “para” (G3844). Se trata de la unión por asociación, compañerismo, por proceso, semejanza, posesión, como instrumentalidad, adición, etc. En otras palabras, que Pablo dice que la celebración de la verdad revelada, del “alētheia” de Dios en Cristo no se puede limitar a realizarse de manera individual o a solas. Se trata de disfrutar de un estado de felicidad o bienestar junto con otra persona; se trata de alegrarnos todos juntos con ella.[21]

El uso de este concepto en otros pasajes bíblicos nos puede ayudar a desarrollar una mejor comprensión del mismo:

58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.” (Lcs 1:58)

4 Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.” (Lcs 15:4-6)

 “8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.” (Lcs 15:8-9)

26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” (1 Cor 12:26)

O sea, el llamado a corregir el posible gozo, la “intoxicación religiosa” por las injusticias es un llamado personal e individual. El llamado a gozarse por la verdad revelada y encarnada en Cristo es uno colectivo.
Esta aseveración será ampliada en nuestra próxima reflexión.
 
[1] Quell, G., Kittel, G. y Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω (alētheia, alēthēs, alēthinos, alētheuō). En G. Kittel, G. W. Bromiley y G. Friedrich (Eds.), Diccionario teológico del Nuevo Testamento (edición electrónica, vol. 1, pág. 238). Eerdmans.
[2] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[3] Quell, G., Kittel, G. y Bultmann, R.. Op.cit., p. 238.
[4] El uso y definición de este término es manejado con maestría y gran responsabilidad por varios teólogos. Entre ellos Wolfhart Pannenberg. 1976. Cuestiones Fundamentales de Teología Sistemática. Salamanca: Ediciones Sígueme.
[5] https://iep.utm.edu/heidegge/#H1
[6] Doctrina de las causas finales y/o doctrina filosófica o científica que trata de explicar el universo en función de sus propósitos o fines.
[7] Quell, G., Kittel, G. y Bultmann, R.. Op.cit., p. 238.
[8] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 672). United Bible Societies.
[9] Quell, G., Kittel, G. y Bultmann, R.. Op.cit., p. 242.
[10] Op.cit. p. 243.
[11] Op.cit.
[12] Op.cit., p. 244.
[13] Op.cit., p. 245.
[14] Quell, G Kittel…Op.cit. p. 239.
[15] Op.cit., p. 245.
[16] Op.cit.
[17] Op.cit.
[18] Op.cit., p. 246.
[19] Op.cit.
[20] Se lee “sunghairo.”
[21] Conzelmann, H., & Zimmerli, W. (1964–). χαίρω, χαρά, συγχαίρω, χάρις, χαρίζομαι, χαριτόω, ἀχάριστος, χάρισμα, εὐχαριστέω, εὐχαριστία, εὐχάριστος  (chaíro, chará, sinchaíro, charis, charízomai, charistóo, acháristos, chárisma, euchaistéo, eucaristía, eucháristos). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 9, pp. 359-376). Eerdmans.





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