Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte II)

“Pueblo de la costa, escúchenme. Países lejanos, presten atención: Antes de que yo naciera, el SEÑOR me llamó. Me puso mi nombre cuando yo todavía estaba en el vientre de mi madre. 2 Él hizo mi boca como una espada afilada. Me escondió con la sombra de su mano. Me convirtió en una flecha pulida y me escondió en su aljaba.”  (Isaías 49:1-2, PDT)
             
En esta reflexión iniciamos el análisis de los primeros versos del capítulo 49 del libro del profeta Isaías. Sabemos que el texto de este capítulo del libro de Isaías nos ofrece una descripción detallada de las promesas acerca del Mesías prometido. También sabemos que esos versos describen las transformaciones y las metas de aquellos que viven dentro del propósito de Dios y para el propósito del Señor. Pablo y Bernabé nos enseñaron a apropiarnos de estas páginas con sus expresiones al pueblo congregado en Antioquía de Pisidia (Hch 13:14, 46-48). En esa predicación ellos afirmaron que las promesas que aparecen en el capítulo 49 del libro de Isaías también son para nosotros.

Debemos entender que este capítulo nos permite ver parte del cumplimiento de la misión del Mesías prometido. Es por esto que no podemos separarlo de la descripción de esa misión. Esta misión aparece descrita por primera vez en el capítulo 42 de este mismo libro:[1]

“1 He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. 2 No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. 3 No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia. 4 No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley. 5 Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan: 6 Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, 7 para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas. 8 Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.” (Isaías 42:1-8, RV1960)

El capítulo 49 de este libro presenta el detalle del desarrollo de esa misión en los primeros doce versos. Los versos restantes, del 13 al 26, son un diálogo entre Sion y Dios; diálogo en los que el pueblo de Dios es afirmado en las promesas que nos ha hecho el Todopoderoso. Las expresiones iniciales son un llamado a la atención a unos pueblos que trascienden las fronteras del pueblo de Israel. Desde el capítulo 43 sólo el pueblo de Israel había sido el objeto de este mensaje. El capítulo 49 lanza al Mesías y a todos aquellos que nos hemos apropiado de estas promesas, a hablarle a las naciones.

Así como el Siervo del Señor es encomendado, así también nosotros lo somos. El primer verso de este pasaje bíblico establece que no nos podemos quedar callados. Tal y como señalaba el Pastor Ejecutivo de nuestra congregación (el jefe del gabinete pastoral) en su sermón del 31 de diciembre del 2022, Dios ha hecho algo muy grande entre nosotros y hay que publicarlo.

“Escúchenme, todos ustedes en tierras lejanas; presten atención, ustedes que están muy lejos. El Señor me llamó desde antes que naciera; desde el seno de mi madre me llamó por mi nombre.” (Isaías 49:1, NTV)

“1 Oídme, costas, y escuchad, pueblos lejanos. Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria.” (RV 1960)

Estas expresiones se presentan como una validación de lo que somos en el Señor. Aquellos que decidimos aceptar y luego entender Su propósito, somos descritos aquí de una manera muy particular. En primer lugar, sabemos que no somos un accidente en la vida. Nuestros progenitores quizás no nos trajeron al mundo porque lo querían, pero Dios sí. El Todopoderoso ha contado con nosotros desde antes de la fundación del mundo. El llamado no es nuestro: es Dios quien nos ha convocado. El Todopoderoso ha hecho grandes cosas con nosotros y entre nosotros y no nos podemos quedar callados. Las islas, las costas, las naciones tienen que escucharnos.

Es un secreto a voces que podemos encontrar una amplia variedad de reacciones en los creyentes que se acercan a estas aseveraciones. Compartíamos en las reflexiones del año 2011 que hay creyentes que viven sus vidas sin hacer planes. Se trata de hombres y mujeres que saben que le pertenecen a Jesús y que le han reconocido como su Señor y su Salvador. No obstante, son personas que transitan por la vida “vagando y maravillándose” por lo que sucede, pero sin un plan de trabajo, sin un propósito definido para sus existencias. Es más, viven sin buscar cuál es el plan de Dios para sus vidas, y para la de los suyos.

Hay otros que viven sus vidas dejándolo todo en las manos de Dios. Estos viven repitiendo las palabras del proverbista:

“5 Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.” (Proverbios 3:5-6)

Esta actitud no es mala, pero no es la ideal.

La tercera clase de creyentes son aquellos que reconocen que Dios los ha llamado desde que estaban en el vientre de sus progenitoras. Como dice Isaías: “El Señor me llamó desde antes que naciera; desde el seno de mi madre me llamó por mi nombre.” (Isa 49:1b)

Esta clase de clase de creyentes busca conocer los planes de Dios y participar de estos. Ellos saben que están en la memoria de Dios (v.1 en la versión RV1960) y procuran que ese axioma, esa verdad dirija sus vidas. En sus corazones están grabadas las palabras del escritor del libro de Deuteronomio:

“1 Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres. 2 Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.” (Deuteronomio 8:1-2).

Esta clase de creyentes se enfrenta a la vida y a los retos que esta presenta sabiendo que fueron llamados por Dios y que tienen algo que decir. Es por esto que sus emociones están alineadas para apoyar y ensanchar sus relaciones con Jesucristo nuestro Salvador y nuestro Señor. Ellos enfrentan cada reto, cada prueba, cada instante en la vida trayendo a sus memorias esta verdad escritural y el fuego del Espíritu que esta desata en el corazón de aquellos que han decidido creerla.

“30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. 32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:30-32).

Tal y como compartimos en las reflexiones del 2011, esta clase de creyentes ha decidido que sus corazones tienen que arder para Dios. Esos corazones arden para ese propósito santo que el Todopoderoso ha seleccionado y diseñado para ellos. La aceptación de esta verdad bíblica les permite el desarrollo de un corazón conforme al corazón de Dios.

Recordemos lo que dice la Escritura en el Primer Libro de Samuel:

“13 Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14 Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.” (1 Samuel 13:13-14)
           
Esa clase de corazón no se amilana ante los gigantes, no le teme a los demonios, no se paraliza ante las agendas políticas, gubernamentales o militares que procuran destruirle. Esa clase de corazón sabe y afirma constantemente lo que una vez dijo el mismo salmista que el Señor se consiguió para sustituir a uno que no quiso entender este principio:

“6 Jehová está conmigo; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre. 7 Jehová está conmigo entre los que me ayudan; Por tanto, yo veré mi deseo en los que me aborrecen. 8 Mejor es confiar en Jehová Que confiar en el hombre. 9 Mejor es confiar en Jehová Que confiar en príncipes. 10 Todas las naciones me rodearon; Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré. 11 Me rodearon y me asediaron; Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré. 12 Me rodearon como abejas; se enardecieron como fuego de espinos; Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré. 13 Me empujaste con violencia para que cayese, Pero me ayudó Jehová. 14 Mi fortaleza y mi cántico es JAH, Y él me ha sido por salvación. 15 Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; La diestra de Jehová hace proezas. 16 La diestra de Jehová es sublime; La diestra de Jehová hace valentías. 17 No moriré, sino que viviré, Y contaré las obras de JAH.”  (Salmos 118:6-17)
 
Esta clase de corazón vive sin avaricia, sin apego a las cosas de este mundo.

“5 Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; 6 de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre.” (Hebreos 13:5-6)
           
Lo pueden hacer porque reconocen lo que enseña la Santa Palabra del Señor: “Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria.” (Isaías 49:1b, RV 1960)

El Pastor Ejecutivo de nuestra Iglesia hacía énfasis en ese verso durante la predicación del 31 de diciembre del año que acaba de concluir. Él decía que es una fuente de gozo saber y reconocer que estamos en la memoria de Dios. Eso nos garantiza eternidad y así lo afirma el salmista:

“11 El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones.” (Salmos 33:11)

Sin embargo, muy bien acotaba nuestro Pastor Ejecutivo, que no podemos perder de vista que existen fuera contrarias que procuran borrarnos de la memoria histórica y colectiva. La pérdida de las identidades nacionales de muchos países (incluyendo el nuestro) no ocurre de manera accidental. No obstante, el profeta Isaías afirma lo mismo que afirmaron otros escritores bíblicos: nuestra identidad ha sido definida por el Señor “desde el vientre, desde las entrañas” de nuestras progenitoras.

De hecho, el Pastor MJ, como se le conoce cariñosamente entre nosotros, nos decía que hay pasajes bíblicos que tratan con este asunto:

“3 Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente, Y han entrado en consejo contra tus protegidos. 4 Han dicho: Venid, y destruyámoslos para que no sean nación, Y no haya más memoria del nombre de Israel.” (Salmos 83:3-4)

La buena noticia es que Dios se acuerda de nosotros, que estamos en su memoria; estamos en sus pensamientos. En otras palabras, que hay una respuesta grabada en nuestros corazones para cada ocasión en la que nos encontremos asediados por esta clase de amenazas:

“11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” (Jeremias 29:11-12)

Ese verso inicial del capítulo 49 del libro del profeta Isaías nos invita a hacer un alto para reconocer varias cosas. En primer lugar, que tenemos algo grande que comunicar y que es tan grande que no puede ser limitado a que lo escuchen aquellos que están en nuestro entorno. En segundo lugar, que hemos sido diseñados para hacer esto desde la memoria de Dios. El nombre que Él nos puso desde antes de ser formados en el vientre de nuestras madres predica ese propósito y esas funciones. Esto toma unos colores sin precedentes luego del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario.

Esto nos debe conducir a subrayar la importancia que posee la planificación de nuestras vidas en el orden Dios; planes de vida y de trabajo conforme al corazón de Dios. El cuidado en el diseño y el desarrollo de estos planes tiene efectos directos en nuestra calidad de vida, y en la longevidad de esta. El cuidado en el diseño y el desarrollo de estos planes tiene efectos directos en la capacidad que tenemos  para alcanzar la dirección correcta que Dios anhela que llevemos en la vida y la capacidad para cumplir con sus propósitos para nuestras vidas.

Como ha dicho Warren W. Wiersbe, estas son áreas que están revestidas de tanta importancia que no podemos permitir que otras personas las dirijan; solo Dios. Confiar en Él, en sus planes y en sus   propósitos asegura que no perderemos mucho el tiempo tratando de poner en orden nuestros pensamientos o cambiando nuestra forma de pensar.

El profeta Isaías levanta su voz profética, pertinente, veraz y sonora. Dios lo utilizó hace cerca de 2800 años para recordarnos hoy quiénes somos y para qué estamos aquí. Los nuestros, nuestras familias, nuestros vecinos, los compañeros de labor o de estudio, así como los pueblos cercanos y lejanos tienen que saberlo.

“Óiganme, países del mar, préstenme atención, naciones lejanas: El Señor me llamó desde antes de que yo naciera; pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno de mi madre.”
(Isaías 49:1, Dios Habla Hoy)
Referencias

[1] Spence-Jones, H. D. M., ed. (1910). Isaiah (Vol. 2, p. 230). Funk & Wagnalls Company

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