November 30th, 2025
1033 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 30 de noviembre del 2025
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (VIII)
“1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,” (Lcs 18:1, RV 1960)
“Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos.” (NTV)
“El fervor tiene que ver con Dios, al igual que la oración tiene que ver con Él. El deseo siempre tiene un objetivo. Si tenemos deseo, entonces deseamos algo. El grado de fervor con el que moldeamos nuestros deseos espirituales siempre determinará la seriedad de nuestra oración. Al respecto, Adoniram Judson dice:
‘Un espíritu afligido, la agonía de un deseo agobiado, pertenece a la oración. Un fervor lo suficientemente fuerte como para ahuyentar el sueño, que consagra e inflama el espíritu y que retira todas las ataduras terrenales, todo esto pertenece a la oración luchadora y triunfante. El Espíritu, el poder, el aire y el alimento de la oración residen en tal espíritu.’
La oración debe estar revestida de fervor, fuerza y poder. Es la fuerza que, centrada en Dios, determina el desembolso de sí mismo por el bien terrenal. Los hombres fervientes de espíritu se empeñan en alcanzar la justicia, la verdad, la gracia y todas las demás gracias sublimes y poderosas que adornan el carácter del auténtico e incuestionable hijo de Dios.
Dios declaró en una ocasión el siguiente mensaje, por boca de un valiente profeta, a un rey que en un tiempo había sido fiel a Dios, pero que, debido al éxito y la prosperidad material, había perdido la fe:
‘Los ojos del Señor recorren toda la tierra, para mostrar su poder a favor de aquellos cuyo corazón es perfecto para con él. En esto has obrado neciamente; por lo tanto, de ahora en adelante tendrás guerras. [2 Cró 16:7-12].
Dios había escuchado la oración de Asa en su juventud [2 Cró 14:11; 15:7-19], pero el desastre llegó y le llegó la tribulación, porque había abandonado la vida de oración y la fe sencilla.
En Romanos 15:30, encontramos la palabra «esforzarse» en la petición que Pablo hizo de cooperación en oración.
En Colosenses 4:12, encontramos la misma palabra, pero traducida de forma diferente: «Epafras siempre fervientemente trabajando por vosotros en oración». Pablo encargó a los romanos que «se esforzaran junto con él en oración» [Rom 15:30], es decir, que le ayudaran en su lucha [“sunagōnizomai”,G4865] de oración. La palabra significa entrar en una contienda, luchar contra adversarios. Significa, además, comprometerse con ferviente celo para obtener algo.
Estos ejemplos registrados del ejercicio y la recompensa de la fe nos permiten ver fácilmente que, en casi todos los casos, la fe se fusionó con la confianza, hasta que no es exagerado decir que la primera fue absorbida por la segunda. Es difícil distinguir adecuadamente las actividades específicas de estas dos cualidades, fe y confianza. Pero hay un punto, más allá de toda posibilidad, en el que la fe se libera de su carga, por así decirlo; donde la confianza llega y dice: «¡Tú has hecho tu parte, el resto es mío!».”[1] (Traducción libre)
La reflexión anterior fue dedicada a analizar la necesidad que tenemos de perseverar en la oración. Nos detuvimos en esta a analizar algunos modelos y ejemplos bíblicos de esa perseverancia. El concepto griego que se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse a esta característica nos cautivó. A continuación, una cita directa de esa reflexión:
“¿Qué significa perseverar en la oración? El concepto griego utilizado para describir esta característica es “proskartereō” (G4342). Este concepto es uno compuesto por el prefijo “prós” (G4314), una preposición de dirección que entre otras cosas significa hacia adelante. Junto a este, el sufijo “kartereō” (G2594) que entre otras cosas significa ser fuerte, paciente y perseverante.
La combinación de ambos puede ser traducida como ser diligente con algo, perseverar, ser constantemente diligente, o asistir asiduamente a todos los ejercicios que se han dispuesto para nosotros. También puede ser traducido como adherirse estrechamente a una persona, como un servidor, atender (entregarse) continuamente, y/o servir (continuamente).[2],[3] Otras traducciones incluyen continuar haciendo algo con intenso esfuerzo, con la posible implicación de hacerlo a pesar de las dificultades: «dedicarse a algo, perseverar, persistir en ello».[4] El último recurso académico consultado lo traduce como persistir, seguir adelante con devoción (Hch 2:42, 46; 6:4; Ro 12:12; Col 4:2); asociarse íntimamente, unirse, adherirse a (Hch 1:14; 8:13); servir personalmente, ser fiel (Mcs 3:9; Hch 10:7; Rom 13:6).[5] Los lectores deben extrapolar lo que sucede cuando aplicamos todas estas traducciones a la oración.”[6]
La combinación del prefijo “prós” (G4314) y el sufijo “kartereō” (G2594) es simplemente monumental. Basta considerar el uso que le dieron al segundo (“kartereō”, G2594) cuando tradujeron el Antiguo Testamento al griego, esto es, en el tercer siglo antes de Cristo: la Septuaginta (LXX) o la versión de los 70.
Por ejemplo, los traductores utilizaron “kartereō” para traducir los verbos hebreos “châzaq” (H2388) y “pâʽâh” (H6463).[7] El primero se utiliza, entre otras cosas, para describir la acción de mantener una acción, ser obstinado en ello. Un ejemplo de ello lo encontramos en el caso de Job. La Biblia dice que este patriarca trataba de mantener una conducta de integridad sin importar las circunstancias.
“9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.” (Job 2:9)
Ese pasaje bíblico dice que Job mantenía (“châzaq”, H2388) su integridad y su testimonio, a pesar de haberlo perdido todo, incluyendo diez hijos y su salud. Repetimos que esto fue traducido al griego en el siglo tres (3) A.C. como “kartereō”. O sea, que este concepto es sinónimo de mantener, ser perseverante, en este caso, manteniendo esa integridad. Desde este punto de vista, “proskartereō” (G4342) sería hacerlo constantemente, sin distracción alguna y de forma “obstinada.”
El segundo concepto (“pâʽâh”, H6463) se utiliza para describir el llanto y los gritos de dolor. En el caso del uso que le da el profeta Isaías, el de una mujer cuando está de parto.
“14 Desde el siglo he callado, he guardado silencio, y me he detenido; daré voces como la que está de parto; asolaré y devoraré juntamente.” (Isa 42:14)
O sea, que en este caso “kartereō” es sinónimo de un grito o un llanto y “proskartereō” (G4342) sería esto mismo, pero de forma constante y sin detenerse.
La Biblia utiliza esta combinación (“proskartereō”, G4342) para describir la capacidad que tenía Moisés para sostenerse en pie frente a los desmanes y las amenazas del faraón.
“24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, 26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. 27 Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” (Heb 11:24-27)
Esta es la definición de perseverar en la oración. Sostenerse en oración como se sostenía Moisés. Se trata de orar de manera “obstinada”, como la viuda que describe el Evangelio de Lucas (Lcs 18:1-6). Orar como se mantiene expresando su dolor la mujer que está de parto. Ella no se detiene hasta que se ha recibido la respuesta que procura: la criatura que ella lleva meses queriendo abrazar y no ha podido por no haberla parido aún. Destacamos que la respuesta del Señor puede ser un “sí” del Señor, un “no” del Señor, o un “todavía no” del Señor.
El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos citado en el párrafo anterior es una invitación de Jesús a que entendamos esto.
“1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. 6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.” (Lcs 18:1-6)
Este pasaje del Evangelio de Lucas comienza con una invitación que nos hace el Señor: orar siempre (“pántote”, G3842), en todo tiempo, por siempre (Mcs 14:7; Lcs 15:31; Jn 6:34; Rom 1:9; Gál 4:18; 2 Tim 3:7; Heb 7:25).[8] El llamado que hace nuestro Señor es a no desmayar (“ekkakeō”, G1573), no permitir que nos falle el corazón, el deseo de hacerlo. El estudio del Evangelio de Lucas nos revela que nuestro Señor repitió esta instrucción un poco más adelante. Esta vez, para dejarnos saber que la oración constante es esencial, no solo para que podamos ser tenidos por dignos de escapar del día de tribulación que está dispuesto para este planeta, sino para poder estar de pie delante del Hijo del Hombre.
“36 Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” (Lcs 21:36).
Así mismo, nuestro Señor dejó instrucciones en las que señaló que la perseverancia en la oración es vital para poder vencer las tentaciones.
“38 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mcs 14:38)
La perseverancia en la oración facilita que seamos cada vez más conscientes del significado y el valor de la relación que tenemos con el Padre Celestial mediante la participación del Espíritu Santo. Esa relación tiene como meta que el Espíritu nos empodere a aceptar que Cristo habite en nuestros corazones. La Biblia dice que antes de esto, el Espíritu Santo tiene que fortalecernos con su poder, de modo que seamos capaces de desarrollar las tareas, las responsabilidades y los privilegios que esa mudanza trae consigo.
La Biblia dice que el Apóstol Pablo oraba así en una de sus oraciones por la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Éfeso.
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,.” (Efe 3:14-17)
“14 Cuando pienso en todo esto, caigo de rodillas y elevo una oración al Padre, 15 el Creador de todo lo que existe en el cielo y en la tierra. 16 Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. 17 Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los manten.” (NTV)
John R.W. Stott nos dice que el Obispo Handley Moule ofreció una de las mejores aclaraciones de este pasaje bíblico. [9] Este Obispo explicaba el concepto “katoikēsai” (G2730), que es el vocablo griego utilizado aquí y que es traducido como “habitar.” Este concepto griego, dijo Moule, es un verbo creado expresamente para denotar residencia en lugar de alojamiento. O sea, que este pasaje bíblico afirma que no se trata de que Cristo sea un visitante, sino que tiene que habitar en nosotros como lo hace un amo en su morada, en su propia casa. En otras palabras, Cristo no es un viajero que decide quedarse allí por algunas noches, como un viajero que se marchará en la mañana. Como dijo Moule:
“De nuevo, es «la residencia de su Amo y Señor, siempre en el corazón, quien donde mora debe gobernar; quien entra no solo para alegrar y consolar, sino ante todo para reinar».” [10] (Traducción libre)
Repetimos: hay que perseverar en oración para que esto ocurra. Es esa oración “obstinada” la que provoca los espacios de esa relación con Dios para que Él facilite que el Espíritu nos fortalezca (“krataiōthēnai”, G2901) con su poder. Tal y como dice Bounds en la cita con la que iniciamos esta reflexión, es la clase de oración que nace de un espíritu afligido, de la agonía de un deseo agobiado, por la necesidad que tenemos de la presencia de Dios, de la intimidad con Él. La perseverancia en la oración ahuyenta el sueño, consagra e inflama el espíritu, nos separa de todas las ataduras terrenales. El aire que respiramos, el poder con el que somos revestidos, la Presencia del Espíritu Santo que disfrutamos son el alimento de esa clase de oración. Como dice Bounds, la oración perseverante está revestida de fervor, de fuerza y de poder. Es la fuerza que, centrada en Dios, nos permite ser testigos de cómo Dios se desembolsa a sí mismo por el bien nuestro.
El pasaje de la Carta a los Efesios que hemos citado dice que este proceso no solo nos hace capaces, nos empodera para que Cristo sea un residente permanente, Amo y Señor de todo lo que somos. Este pasaje dice que lo que ocurre es que esa relación nos conduce a confiar cada vez más en Dios.
“17 Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él….”.
Nota editorial:
El sonido de los tambores de guerra que escuchamos en el momento que editamos esta reflexión es ensordecedor. No los habíamos tenido tan cerca de nosotros desde la Guerra Hispanoamericana, 1898. Las transiciones para un nuevo orden mundial geo-político y económico nos ha colocado en el patio de una de las áreas de conflicto que ha generado este proceso.
La perseverancia en la oración es la orden del día. La Biblia dice la oración del justo puede mucho (Stg 5:16b). Esa oración puede conseguir que Caracas, el presidente Nicolás Maduro y sus asesores escuchen la voz de Dios. Esa oración puede conseguir que Washington, el presidente Donald J. Trump y sus asesores también la puedan escuchar. La Biblia dice que hay que escuchar lo que el Señor le hablará al pueblo:
“8 Escucharé lo que hablará Jehová Dios; Porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, Para que no se vuelvan a la locura.” (Sal 85:8, RV1960)
La perseverancia en la oración puede conseguir que Dios sea movido a misericordia y que extienda su mano de favor para proteger a los que no pueden, a los que no tienen y a los que no saben. La Biblia dice que el ángel del Señor hace un campamento alrededor de los que le temen y los defiende (Sal 34:9)
Hoy más que nunca hacemos nuestro el consejo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo: “…. la necesidad de orar siempre, y no desmayar.” (Lcs 18:1b)
[1] Bounds, E.M. “The Necessity of Prayer,” en The Complete Works on Prayer.” Grand Rapids: Baker Books, 2004.
[2] Grundmann, W. (1964–). καρτερέω, προσκαρτερέω, προσκαρτέρησις. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 3, pp. 617–620). Eerdmans.
[3] Tuggy Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software., A. E. (2003). En Léxico griego-español del Nuevo Testamento (p. 824). Editorial Mundo Hispano.
[4] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 662). United Bible Societies.
[5] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[6] El Heraldo, 23 de noviembre de 2025.
[7] Grundmann, W. (1964–), Op. cit.
[8] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[9] Stott, J. R. W. (1976). Paul Prays for the Church. Themelios, 2(1), 2–4.
[10] Moule, Handley. Veni Creator, Hodder, 1890, pp. 235, 240.
Funciones y operaciones del Espíritu Santo: intercede por nosotros y nos enseña a orar (VIII)
“1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,” (Lcs 18:1, RV 1960)
“Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos.” (NTV)
“El fervor tiene que ver con Dios, al igual que la oración tiene que ver con Él. El deseo siempre tiene un objetivo. Si tenemos deseo, entonces deseamos algo. El grado de fervor con el que moldeamos nuestros deseos espirituales siempre determinará la seriedad de nuestra oración. Al respecto, Adoniram Judson dice:
‘Un espíritu afligido, la agonía de un deseo agobiado, pertenece a la oración. Un fervor lo suficientemente fuerte como para ahuyentar el sueño, que consagra e inflama el espíritu y que retira todas las ataduras terrenales, todo esto pertenece a la oración luchadora y triunfante. El Espíritu, el poder, el aire y el alimento de la oración residen en tal espíritu.’
La oración debe estar revestida de fervor, fuerza y poder. Es la fuerza que, centrada en Dios, determina el desembolso de sí mismo por el bien terrenal. Los hombres fervientes de espíritu se empeñan en alcanzar la justicia, la verdad, la gracia y todas las demás gracias sublimes y poderosas que adornan el carácter del auténtico e incuestionable hijo de Dios.
Dios declaró en una ocasión el siguiente mensaje, por boca de un valiente profeta, a un rey que en un tiempo había sido fiel a Dios, pero que, debido al éxito y la prosperidad material, había perdido la fe:
‘Los ojos del Señor recorren toda la tierra, para mostrar su poder a favor de aquellos cuyo corazón es perfecto para con él. En esto has obrado neciamente; por lo tanto, de ahora en adelante tendrás guerras. [2 Cró 16:7-12].
Dios había escuchado la oración de Asa en su juventud [2 Cró 14:11; 15:7-19], pero el desastre llegó y le llegó la tribulación, porque había abandonado la vida de oración y la fe sencilla.
En Romanos 15:30, encontramos la palabra «esforzarse» en la petición que Pablo hizo de cooperación en oración.
En Colosenses 4:12, encontramos la misma palabra, pero traducida de forma diferente: «Epafras siempre fervientemente trabajando por vosotros en oración». Pablo encargó a los romanos que «se esforzaran junto con él en oración» [Rom 15:30], es decir, que le ayudaran en su lucha [“sunagōnizomai”,G4865] de oración. La palabra significa entrar en una contienda, luchar contra adversarios. Significa, además, comprometerse con ferviente celo para obtener algo.
Estos ejemplos registrados del ejercicio y la recompensa de la fe nos permiten ver fácilmente que, en casi todos los casos, la fe se fusionó con la confianza, hasta que no es exagerado decir que la primera fue absorbida por la segunda. Es difícil distinguir adecuadamente las actividades específicas de estas dos cualidades, fe y confianza. Pero hay un punto, más allá de toda posibilidad, en el que la fe se libera de su carga, por así decirlo; donde la confianza llega y dice: «¡Tú has hecho tu parte, el resto es mío!».”[1] (Traducción libre)
La reflexión anterior fue dedicada a analizar la necesidad que tenemos de perseverar en la oración. Nos detuvimos en esta a analizar algunos modelos y ejemplos bíblicos de esa perseverancia. El concepto griego que se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse a esta característica nos cautivó. A continuación, una cita directa de esa reflexión:
“¿Qué significa perseverar en la oración? El concepto griego utilizado para describir esta característica es “proskartereō” (G4342). Este concepto es uno compuesto por el prefijo “prós” (G4314), una preposición de dirección que entre otras cosas significa hacia adelante. Junto a este, el sufijo “kartereō” (G2594) que entre otras cosas significa ser fuerte, paciente y perseverante.
La combinación de ambos puede ser traducida como ser diligente con algo, perseverar, ser constantemente diligente, o asistir asiduamente a todos los ejercicios que se han dispuesto para nosotros. También puede ser traducido como adherirse estrechamente a una persona, como un servidor, atender (entregarse) continuamente, y/o servir (continuamente).[2],[3] Otras traducciones incluyen continuar haciendo algo con intenso esfuerzo, con la posible implicación de hacerlo a pesar de las dificultades: «dedicarse a algo, perseverar, persistir en ello».[4] El último recurso académico consultado lo traduce como persistir, seguir adelante con devoción (Hch 2:42, 46; 6:4; Ro 12:12; Col 4:2); asociarse íntimamente, unirse, adherirse a (Hch 1:14; 8:13); servir personalmente, ser fiel (Mcs 3:9; Hch 10:7; Rom 13:6).[5] Los lectores deben extrapolar lo que sucede cuando aplicamos todas estas traducciones a la oración.”[6]
La combinación del prefijo “prós” (G4314) y el sufijo “kartereō” (G2594) es simplemente monumental. Basta considerar el uso que le dieron al segundo (“kartereō”, G2594) cuando tradujeron el Antiguo Testamento al griego, esto es, en el tercer siglo antes de Cristo: la Septuaginta (LXX) o la versión de los 70.
Por ejemplo, los traductores utilizaron “kartereō” para traducir los verbos hebreos “châzaq” (H2388) y “pâʽâh” (H6463).[7] El primero se utiliza, entre otras cosas, para describir la acción de mantener una acción, ser obstinado en ello. Un ejemplo de ello lo encontramos en el caso de Job. La Biblia dice que este patriarca trataba de mantener una conducta de integridad sin importar las circunstancias.
“9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.” (Job 2:9)
Ese pasaje bíblico dice que Job mantenía (“châzaq”, H2388) su integridad y su testimonio, a pesar de haberlo perdido todo, incluyendo diez hijos y su salud. Repetimos que esto fue traducido al griego en el siglo tres (3) A.C. como “kartereō”. O sea, que este concepto es sinónimo de mantener, ser perseverante, en este caso, manteniendo esa integridad. Desde este punto de vista, “proskartereō” (G4342) sería hacerlo constantemente, sin distracción alguna y de forma “obstinada.”
El segundo concepto (“pâʽâh”, H6463) se utiliza para describir el llanto y los gritos de dolor. En el caso del uso que le da el profeta Isaías, el de una mujer cuando está de parto.
“14 Desde el siglo he callado, he guardado silencio, y me he detenido; daré voces como la que está de parto; asolaré y devoraré juntamente.” (Isa 42:14)
O sea, que en este caso “kartereō” es sinónimo de un grito o un llanto y “proskartereō” (G4342) sería esto mismo, pero de forma constante y sin detenerse.
La Biblia utiliza esta combinación (“proskartereō”, G4342) para describir la capacidad que tenía Moisés para sostenerse en pie frente a los desmanes y las amenazas del faraón.
“24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, 26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. 27 Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” (Heb 11:24-27)
Esta es la definición de perseverar en la oración. Sostenerse en oración como se sostenía Moisés. Se trata de orar de manera “obstinada”, como la viuda que describe el Evangelio de Lucas (Lcs 18:1-6). Orar como se mantiene expresando su dolor la mujer que está de parto. Ella no se detiene hasta que se ha recibido la respuesta que procura: la criatura que ella lleva meses queriendo abrazar y no ha podido por no haberla parido aún. Destacamos que la respuesta del Señor puede ser un “sí” del Señor, un “no” del Señor, o un “todavía no” del Señor.
El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos citado en el párrafo anterior es una invitación de Jesús a que entendamos esto.
“1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. 6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.” (Lcs 18:1-6)
Este pasaje del Evangelio de Lucas comienza con una invitación que nos hace el Señor: orar siempre (“pántote”, G3842), en todo tiempo, por siempre (Mcs 14:7; Lcs 15:31; Jn 6:34; Rom 1:9; Gál 4:18; 2 Tim 3:7; Heb 7:25).[8] El llamado que hace nuestro Señor es a no desmayar (“ekkakeō”, G1573), no permitir que nos falle el corazón, el deseo de hacerlo. El estudio del Evangelio de Lucas nos revela que nuestro Señor repitió esta instrucción un poco más adelante. Esta vez, para dejarnos saber que la oración constante es esencial, no solo para que podamos ser tenidos por dignos de escapar del día de tribulación que está dispuesto para este planeta, sino para poder estar de pie delante del Hijo del Hombre.
“36 Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” (Lcs 21:36).
Así mismo, nuestro Señor dejó instrucciones en las que señaló que la perseverancia en la oración es vital para poder vencer las tentaciones.
“38 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mcs 14:38)
La perseverancia en la oración facilita que seamos cada vez más conscientes del significado y el valor de la relación que tenemos con el Padre Celestial mediante la participación del Espíritu Santo. Esa relación tiene como meta que el Espíritu nos empodere a aceptar que Cristo habite en nuestros corazones. La Biblia dice que antes de esto, el Espíritu Santo tiene que fortalecernos con su poder, de modo que seamos capaces de desarrollar las tareas, las responsabilidades y los privilegios que esa mudanza trae consigo.
La Biblia dice que el Apóstol Pablo oraba así en una de sus oraciones por la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Éfeso.
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,.” (Efe 3:14-17)
“14 Cuando pienso en todo esto, caigo de rodillas y elevo una oración al Padre, 15 el Creador de todo lo que existe en el cielo y en la tierra. 16 Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. 17 Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los manten.” (NTV)
John R.W. Stott nos dice que el Obispo Handley Moule ofreció una de las mejores aclaraciones de este pasaje bíblico. [9] Este Obispo explicaba el concepto “katoikēsai” (G2730), que es el vocablo griego utilizado aquí y que es traducido como “habitar.” Este concepto griego, dijo Moule, es un verbo creado expresamente para denotar residencia en lugar de alojamiento. O sea, que este pasaje bíblico afirma que no se trata de que Cristo sea un visitante, sino que tiene que habitar en nosotros como lo hace un amo en su morada, en su propia casa. En otras palabras, Cristo no es un viajero que decide quedarse allí por algunas noches, como un viajero que se marchará en la mañana. Como dijo Moule:
“De nuevo, es «la residencia de su Amo y Señor, siempre en el corazón, quien donde mora debe gobernar; quien entra no solo para alegrar y consolar, sino ante todo para reinar».” [10] (Traducción libre)
Repetimos: hay que perseverar en oración para que esto ocurra. Es esa oración “obstinada” la que provoca los espacios de esa relación con Dios para que Él facilite que el Espíritu nos fortalezca (“krataiōthēnai”, G2901) con su poder. Tal y como dice Bounds en la cita con la que iniciamos esta reflexión, es la clase de oración que nace de un espíritu afligido, de la agonía de un deseo agobiado, por la necesidad que tenemos de la presencia de Dios, de la intimidad con Él. La perseverancia en la oración ahuyenta el sueño, consagra e inflama el espíritu, nos separa de todas las ataduras terrenales. El aire que respiramos, el poder con el que somos revestidos, la Presencia del Espíritu Santo que disfrutamos son el alimento de esa clase de oración. Como dice Bounds, la oración perseverante está revestida de fervor, de fuerza y de poder. Es la fuerza que, centrada en Dios, nos permite ser testigos de cómo Dios se desembolsa a sí mismo por el bien nuestro.
El pasaje de la Carta a los Efesios que hemos citado dice que este proceso no solo nos hace capaces, nos empodera para que Cristo sea un residente permanente, Amo y Señor de todo lo que somos. Este pasaje dice que lo que ocurre es que esa relación nos conduce a confiar cada vez más en Dios.
“17 Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él….”.
Nota editorial:
El sonido de los tambores de guerra que escuchamos en el momento que editamos esta reflexión es ensordecedor. No los habíamos tenido tan cerca de nosotros desde la Guerra Hispanoamericana, 1898. Las transiciones para un nuevo orden mundial geo-político y económico nos ha colocado en el patio de una de las áreas de conflicto que ha generado este proceso.
La perseverancia en la oración es la orden del día. La Biblia dice la oración del justo puede mucho (Stg 5:16b). Esa oración puede conseguir que Caracas, el presidente Nicolás Maduro y sus asesores escuchen la voz de Dios. Esa oración puede conseguir que Washington, el presidente Donald J. Trump y sus asesores también la puedan escuchar. La Biblia dice que hay que escuchar lo que el Señor le hablará al pueblo:
“8 Escucharé lo que hablará Jehová Dios; Porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, Para que no se vuelvan a la locura.” (Sal 85:8, RV1960)
La perseverancia en la oración puede conseguir que Dios sea movido a misericordia y que extienda su mano de favor para proteger a los que no pueden, a los que no tienen y a los que no saben. La Biblia dice que el ángel del Señor hace un campamento alrededor de los que le temen y los defiende (Sal 34:9)
Hoy más que nunca hacemos nuestro el consejo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo: “…. la necesidad de orar siempre, y no desmayar.” (Lcs 18:1b)
[1] Bounds, E.M. “The Necessity of Prayer,” en The Complete Works on Prayer.” Grand Rapids: Baker Books, 2004.
[2] Grundmann, W. (1964–). καρτερέω, προσκαρτερέω, προσκαρτέρησις. En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 3, pp. 617–620). Eerdmans.
[3] Tuggy Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software., A. E. (2003). En Léxico griego-español del Nuevo Testamento (p. 824). Editorial Mundo Hispano.
[4] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 662). United Bible Societies.
[5] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[6] El Heraldo, 23 de noviembre de 2025.
[7] Grundmann, W. (1964–), Op. cit.
[8] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[9] Stott, J. R. W. (1976). Paul Prays for the Church. Themelios, 2(1), 2–4.
[10] Moule, Handley. Veni Creator, Hodder, 1890, pp. 235, 240.
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