December 1st, 2024
981 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 1 de diciembre del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XX)
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
Hemos estado analizando las características que el Apóstol Pablo le adscribe al amor que proviene de Dios: el “agapē” (G26). Además, hemos estado vinculando ese amor a la fe, no solo como la capacidad para creer, sino en las siguientes funciones:
Este último será el objeto de central de esta reflexión.
Estos análisis han tenido como objetivo central examinar la siguiente característica del “agápe”: el amor todo lo cree. Uno de los carriles centrales de estos análisis ha surgido de la necesidad que hemos tenido de plantearnos algunos axiomas, a saber:
Hemos repetido en varias ocasiones que estamos convencidos de que el “hall de la fama de la fe” (Heb 11:1-40) puede ser uno de los mejores modelos bíblicos para conseguir gran parte de la información que estamos buscando. A continuación, los primeros diez versos de ese pasaje bíblico:
“1 Es, pues, la fe la certeza (“hipóstasis”, G5287), esencia y/o garantía, es el ser que ha alcanzado la realidad, que ha llegado a existir) de lo que se espera, la convicción (“elegchos”, G1650), prueba o convicción; convencer, mostrar la falta, poner en manifiesto, condenar, reprochar, reprender.) de lo que no se ve. 2 Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. 3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. 4 Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. 5 Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. 6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. 7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. 8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (Heb 11:1-10).
Tal y como hemos señalado, esta reflexión será dedicada al análisis de la fe que peregrina haciendo buen uso de la libertad que Dios nos ha dado. En nuestro caso, la libertad en Cristo Jesús (Gál 5:1, 13), Señor y Salvador nuestro, autor y consumador de nuestra fe (Heb 12:2).
Antes de continuar debemos señalar que los hispanoparlantes enfrentamos limitaciones lingüísticas con algunos conceptos. Uno de estos es la libertad. Nosotros poseemos un solo concepto para hablar de esta. En cambio, los anglosajones poseen un concepto para identificar la libertad (“liberty”) como aquello que proviene de los derechos individuales y las limitaciones que puede establecer el Estado, su constitución y sus leyes. En cambio, poseen otro concepto para la libertad (“freedom”) que emana de la habilidad de los individuos para hacer aquello que les interesa o para perseguir sus intereses. Algo así le ocurre a los Judíos con el “cherut” para hablar de la libertad como un sustantivo y el “chofesh” para hablar del “freedom.” Lo mismo le ocurre a los Chinos con el “màoshī” y el “ziyóu”. En esta reflexión estaremos haciendo referencia a la libertad como “freedom”: la habilidad de los individuos para hacer aquello que les interesa o para perseguir sus intereses.
El Profesor Jonathan Sacks (1948-2020)[1], Barón de la realeza británica, es uno de los mejores proponentes de esta perspectiva bíblico-teológica. Esto, particularmente, cuando analiza la fe de Abraham. Sacks fue el jefe de los rabinos del United Hebrew Congregations of the Commonwealth. Esto es, de todos los países que componen la Mancomunidad Británica. Uno de sus libros fue dedicado al análisis del Libro de Génesis.[2] En este, Sacks describe que las peregrinaciones de Abraham podían ser analizadas desde la perspectiva de que el llamado de Dios para este hombre giraba alrededor de utilizar su libertad de forma responsable. A continuación, una cita directa de ese libro:
“La libertad no es un hecho inherente a la condición humana. Al igual que otros logros distintivos del espíritu –el arte, la literatura, la música, la poesía–, necesita entrenamiento, disciplina, aprendizaje, las rutinas más exigentes y la más minuciosa atención a los detalles. Nadie ha compuesto una gran novela o sinfonía sin años de preparación. Por eso la mayoría de las teorías sobre el comportamiento humano son simplemente falsas. Afirman que somos libres o no lo somos; o tenemos elección o nuestro comportamiento está determinado causalmente. La libertad no es una cuestión de elegir entre una [cosa] u otra. Es un proceso. Comienza con la dependencia y sólo de forma lenta y gradual se convierte en libertad, en la capacidad de dar un paso atrás ante las presiones e influencias que se ejercen sobre nosotros y actuar en respuesta a una conciencia educada, a un buen juicio, a una buena sabiduría y a una cultura moral. Es, en resumen, un viaje: el viaje de Abraham.”[3] (Traducción libre)
O sea, que la invitación que Dios le hace a Abram para dejar su tierra y su parentela y peregrinar (“Lekh Lekha”; Gén 12:1-3) incluía ese objetivo.[4]
Sacks comienza ese análisis planteando que varios de los personajes que anteceden a este patriarca, fracasaron cuando fueron retados en el uso responsable de su libertad. Es importante destacar que Sacks propone que el concepto responsabilidad sugiere la habilidad para responder (“response-ability”). Este autor compara el concepto anglosajón con el hebreo (“aĥrayut”), describiendo allí que la raíz de este es “aĥer”, que significa “el otro.” [5] O sea, que se trata de la habilidad para responder al otro. Es de aquí que el uso de la libertad es visto como responsabilidad.
Ahora bien, para los judíos no existe tal cosa como el destino o la predestinación. Para ellos los seres humanos tenemos la capacidad de escoger entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición.[6] La teología judía plantea que Dios nos dotó con su imagen y con la capacidad para escoger.
En el caso de los patriarcas anteriores a Abraham, Sacks plantea que Adán y Eva fracasaron en el uso de su libertad personal. Ellos fueron capaces de negar su responsabilidad de cara a su rebelión: “….la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí… La serpiente me engañó, y comí.” (Gén 3:12-13). Sacks describe esto como el parto de la conducta que asume que somos víctimas de la cultura.
Lo que Sacks afirma aquí es que Adán y Eva tenían la libertad para escoger lo que quisieran. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades personales; no admitir responsabilidad por los errores cometidos.
Este escritor también dice que Caín no fracasó en el uso de su responsabilidad personal. Él no dijo categóricamente que él no había sido el causante de la muerte de su hermano. En lo que Caín fracasó, dice Sacks, fue en el uso de su libertad para enfrentar su responsabilidad moral. Las respuestas que él le dio a Dios fueron que no sabía en dónde estaba su hermano y que él no era guarda de su hermano; no era responsable de su seguridad. O sea, que él hizo lo que sintió hacer sin importar las consecuencias. La respuesta que Dios ofrece luego de esto describe que Dios todo lo sabe, todo lo ve y que tiene injerencia en todo lo que hacemos (Gén 4:9-10).
Sacks afirma aquí que Caín tenía la libertad para escoger lo que quisiera. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades morales.
Por otro lado, Noé fue retado para usar su libertad asumiendo su responsabilidad colectiva y fracasó en esta tarea. Noé, recibió ese nombre (que es traducido como “consuelo”) porque su padre (Lamec) creía que este sería la persona que Dios utilizaría para librar a los seres humanos de sus obras y del trabajo de sus manos (Gén 5:28-29). Noé fue emplazado para construir un arca en la que se salvarían aquellos que estuvieran dentro de ella en el día del juicio que se avecinaba sobre el planeta. Sack puntualiza que Noé no fue capaz de conseguir que se pudiera salvar siquiera una persona fuera de su familia.
Es cierto que Noé tuvo la oportunidad de predicar 120 años, pero lo hizo sin ganarse la confianza de ninguno de sus oyentes. También es cierto que Dios le dijo a Noé que entrara al arca con su toda su familia (Gén 7:1-13). No obstante, no es menos cierto que Noé ni siquiera intercedió ante Dios por la sociedad en la que vivía. Los modelos de personajes bíblicos posteriores a Noé, tales como Abraham y Moisés, nos permiten ver que él pudo hacerlo. Abraham intercedió por Sodoma y Gomorra. Moisés intercedió en varias ocasiones por el pueblo de Israel. Noé no lo hizo.
Sacks afirma que la responsabilidad colectiva echa al suelo la frase “sálvese el que pueda.” De hecho, el subraya que no se puede sobrevivir siendo un único sobreviviente y que es por esto que una de las primeras tareas que Noé desarrolla luego de que se acaba el juicio es preparar los medios para emborracharse.
Sacks afirma aquí que Noé tenía la libertad para escoger lo que quisiera. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades colectivas.
Por último, Sacks afirma que la historia de la torre de Babel es la historia del fracaso ante la responsabilidad ontológica. La Ontología significa “el estudio del ser”. Esta palabra se forma a través de los conceptos griegos “ontos”, que significa ser y/o, ente, y “logos”, que significa estudio, discurso, ciencia, o teoría.
La narrativa de la Torre de Babel presenta la historia de una sociedad que pretendía ocupar el lugar que le pertenece a Dios. Sacks describe que los miembros de esta sociedad querían desplazar a Dios, el totalmente “Otro”, con el “yo” que ellos habían decidido elevar a los cielos. Como hemos explicado en párrafos anteriores, la definición del concepto responsabilidad sugiere la habilidad para responder al otro. Desde esta perspectiva los miembros de esa sociedad fracasaron en su responsabilidad ontológica. Dicho de otra forma, ellos tenían la libertad para escoger lo que quisieran. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades ontológicas. ¿Por qué?: porque escogieron poner su “yo” por encima del “otro”. En este caso, el “totalmente Otro”: Dios.
Es aquí que Sacks presenta la figura de Abraham. Según el análisis que realizó Lord Sacks, Abraham es retado a utilizar su libertad enfrentando todas estas responsabilidades. Las decisiones que él tomó para responder al llamado de Dios incluyeron usar su libertad personal para decidir obedecer a Dios. Sacks señala que Adán es exilado en contra de su voluntad. En cambio, Abraham decide aceptar voluntariamente ser exilado de su tierra y de su parentela. La fe de Abraham, su capacidad para creerle a Dios, le permitió ser exitoso en el uso de su responsabilidad personal.
Abraham es retado a utilizar su libertad de cara a su responsabilidad moral. Sus luchas para rescatar a Lot son una prueba fehaciente de esto (Gén 14:1-24). La fe de este hombre le permitió aprobar este examen con notas sobresalientes. Él no podía colocar la seguridad de su prójimo por debajo de la suya.
Abraham es retado a utilizar su libertad ante responsabilidades colectivas. Su intercesión por Lot y los habitantes de Sodoma y Gomorra describen al padre de la fe como un ser humano que no se limitaba a buscar su propia salvación (Gén 18:16-33).
La fe de Abraham le condujo a reconocer su responsabilidad ontológica. Las órdenes del totalmente “Otro” no podían ser sustituidas con las conclusiones que pudieran emanar del “yo” que él tenía. Esto fue así hasta para obedecer a Dios ante el reclamo de que ofreciera a Isaac en sacrificio en el Monte Moriah (Gén 22:1-18).
Es imposible pensar que una fe así, que usa sus libertades con responsabilidad, no haya sido movida por el amor. Lo sabemos porque nadie adora aquello que no ama y Abraham adoraba a Dios constantemente. Es por esto que podemos afirmar que la fe de Abraham lo podía creer todo y decidir obedecer todo porque él había aprendido a amar a Dios.
Por otro lado, Sacks no abunda sobre el tema de la fe de Abraham en sus escritos. En cambio, el escritor de la Carta a los Hebreos sí lo hace. Este escritor describe muchas áreas de la peregrinación de Abraham y muchos retos que tuvo que enfrentar utilizando su fe.
“8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. 11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. 12 Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. 13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. 17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:8-17)
El escritor de esta carta explica al principio de ese capítulo una aplicación de la fe que no se destaca con mucha frecuencia. Él dice allí que la fe nos permite hasta saber o entender:
“3 Por la fe entendemos que todo el universo fue formado por orden de Dios, de modo que lo que ahora vemos no vino de cosas visibles.” (Heb 11:3, NTV)
“3 Por la fe, sabemos que Dios con una orden creó el mundo. Esto significa que el universo no surgió de lo que se ve.” (PDT)
“3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (RV-1960)
Ese principio, el de la fe que entiende o que posee un componente racional, fue analizado por Tomás de Aquino en la Suma Teológica. Su definición de la fe así lo consigna.
“….un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios; se trata, pues, de un acto sometido al libre albedrío y es referido a Dios.”[7]
Aquino también afirmaba que la Biblia dice que la fe proviene de Dios.[8]
Lo que hemos visto hasta aquí es que la fe nos permite hacer uso correcto de nuestras libertades para cumplir cabalmente con nuestras responsabilidades. Nosotros, los creyentes en Cristo, tenemos una ventaja que Abraham no poseía: el amor redentor manifestado en la cruz del Calvario. Ese amor potencializa la fe en Cristo Jesús y la hace trascender la acción de creer para convertirse en convicción, en certeza, y en capacidad para entender y hasta saber. Esa fe motivada por el amor de Dios que ha sido derramado sobre nuestros corazones (Rom 5:5) nos permite que podamos utilizar con responsabilidad la libertad que hemos recibido y ser capaces de ser colmados con la plenitud total de Dios.
El Apóstol Pablo explica estas conclusiones en su Carta a los Efesios cuando dice lo siguiente:
“16 Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, 17 que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. 18 Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.” (Efe 3:16-19, DHH)
¿No le parece interesante el dato de que Pablo esté pidiendo todo esto en oración?
[1] https://rabbisacks.org/
[2] Sacks, Jonathan. Genesis: The Book of Beginnings (Covenant & Conversation 1) (pp. 61-80). Kindle Edition.
[3] Op. cit., p. 72.
[4] El texto hebreo dice lo siguiente en el verso 1: “Vayómer Adonái el-Avram lech lechá meartzecha oomimoladetcha oomibeyt avícha el haáretz asher aréka.”
[5] Op.cit., pp.61-64.
[6] Op. cit. p.70.
[7] Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 2., a. 9.
[8] Op. cit., II-II, q. 6., a. 3.
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XX)
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
Hemos estado analizando las características que el Apóstol Pablo le adscribe al amor que proviene de Dios: el “agapē” (G26). Además, hemos estado vinculando ese amor a la fe, no solo como la capacidad para creer, sino en las siguientes funciones:
- La fe que adora.
- La fe que camina agradando a Dios.
- La fe que trabaja y participa en la obra de Dios.
- La fe que peregrina haciendo buen uso de la libertad que Dios nos ha dado en Cristo Jesús.
Este último será el objeto de central de esta reflexión.
Estos análisis han tenido como objetivo central examinar la siguiente característica del “agápe”: el amor todo lo cree. Uno de los carriles centrales de estos análisis ha surgido de la necesidad que hemos tenido de plantearnos algunos axiomas, a saber:
- Si es que creemos para amar.
- Si es que amamos para creer.
- Si ambas cosas, que son regalos de Dios, vienen de la mano y operan juntas.
Hemos repetido en varias ocasiones que estamos convencidos de que el “hall de la fama de la fe” (Heb 11:1-40) puede ser uno de los mejores modelos bíblicos para conseguir gran parte de la información que estamos buscando. A continuación, los primeros diez versos de ese pasaje bíblico:
“1 Es, pues, la fe la certeza (“hipóstasis”, G5287), esencia y/o garantía, es el ser que ha alcanzado la realidad, que ha llegado a existir) de lo que se espera, la convicción (“elegchos”, G1650), prueba o convicción; convencer, mostrar la falta, poner en manifiesto, condenar, reprochar, reprender.) de lo que no se ve. 2 Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. 3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. 4 Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. 5 Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. 6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. 7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. 8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (Heb 11:1-10).
Tal y como hemos señalado, esta reflexión será dedicada al análisis de la fe que peregrina haciendo buen uso de la libertad que Dios nos ha dado. En nuestro caso, la libertad en Cristo Jesús (Gál 5:1, 13), Señor y Salvador nuestro, autor y consumador de nuestra fe (Heb 12:2).
Antes de continuar debemos señalar que los hispanoparlantes enfrentamos limitaciones lingüísticas con algunos conceptos. Uno de estos es la libertad. Nosotros poseemos un solo concepto para hablar de esta. En cambio, los anglosajones poseen un concepto para identificar la libertad (“liberty”) como aquello que proviene de los derechos individuales y las limitaciones que puede establecer el Estado, su constitución y sus leyes. En cambio, poseen otro concepto para la libertad (“freedom”) que emana de la habilidad de los individuos para hacer aquello que les interesa o para perseguir sus intereses. Algo así le ocurre a los Judíos con el “cherut” para hablar de la libertad como un sustantivo y el “chofesh” para hablar del “freedom.” Lo mismo le ocurre a los Chinos con el “màoshī” y el “ziyóu”. En esta reflexión estaremos haciendo referencia a la libertad como “freedom”: la habilidad de los individuos para hacer aquello que les interesa o para perseguir sus intereses.
El Profesor Jonathan Sacks (1948-2020)[1], Barón de la realeza británica, es uno de los mejores proponentes de esta perspectiva bíblico-teológica. Esto, particularmente, cuando analiza la fe de Abraham. Sacks fue el jefe de los rabinos del United Hebrew Congregations of the Commonwealth. Esto es, de todos los países que componen la Mancomunidad Británica. Uno de sus libros fue dedicado al análisis del Libro de Génesis.[2] En este, Sacks describe que las peregrinaciones de Abraham podían ser analizadas desde la perspectiva de que el llamado de Dios para este hombre giraba alrededor de utilizar su libertad de forma responsable. A continuación, una cita directa de ese libro:
“La libertad no es un hecho inherente a la condición humana. Al igual que otros logros distintivos del espíritu –el arte, la literatura, la música, la poesía–, necesita entrenamiento, disciplina, aprendizaje, las rutinas más exigentes y la más minuciosa atención a los detalles. Nadie ha compuesto una gran novela o sinfonía sin años de preparación. Por eso la mayoría de las teorías sobre el comportamiento humano son simplemente falsas. Afirman que somos libres o no lo somos; o tenemos elección o nuestro comportamiento está determinado causalmente. La libertad no es una cuestión de elegir entre una [cosa] u otra. Es un proceso. Comienza con la dependencia y sólo de forma lenta y gradual se convierte en libertad, en la capacidad de dar un paso atrás ante las presiones e influencias que se ejercen sobre nosotros y actuar en respuesta a una conciencia educada, a un buen juicio, a una buena sabiduría y a una cultura moral. Es, en resumen, un viaje: el viaje de Abraham.”[3] (Traducción libre)
O sea, que la invitación que Dios le hace a Abram para dejar su tierra y su parentela y peregrinar (“Lekh Lekha”; Gén 12:1-3) incluía ese objetivo.[4]
Sacks comienza ese análisis planteando que varios de los personajes que anteceden a este patriarca, fracasaron cuando fueron retados en el uso responsable de su libertad. Es importante destacar que Sacks propone que el concepto responsabilidad sugiere la habilidad para responder (“response-ability”). Este autor compara el concepto anglosajón con el hebreo (“aĥrayut”), describiendo allí que la raíz de este es “aĥer”, que significa “el otro.” [5] O sea, que se trata de la habilidad para responder al otro. Es de aquí que el uso de la libertad es visto como responsabilidad.
Ahora bien, para los judíos no existe tal cosa como el destino o la predestinación. Para ellos los seres humanos tenemos la capacidad de escoger entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición.[6] La teología judía plantea que Dios nos dotó con su imagen y con la capacidad para escoger.
En el caso de los patriarcas anteriores a Abraham, Sacks plantea que Adán y Eva fracasaron en el uso de su libertad personal. Ellos fueron capaces de negar su responsabilidad de cara a su rebelión: “….la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí… La serpiente me engañó, y comí.” (Gén 3:12-13). Sacks describe esto como el parto de la conducta que asume que somos víctimas de la cultura.
Lo que Sacks afirma aquí es que Adán y Eva tenían la libertad para escoger lo que quisieran. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades personales; no admitir responsabilidad por los errores cometidos.
Este escritor también dice que Caín no fracasó en el uso de su responsabilidad personal. Él no dijo categóricamente que él no había sido el causante de la muerte de su hermano. En lo que Caín fracasó, dice Sacks, fue en el uso de su libertad para enfrentar su responsabilidad moral. Las respuestas que él le dio a Dios fueron que no sabía en dónde estaba su hermano y que él no era guarda de su hermano; no era responsable de su seguridad. O sea, que él hizo lo que sintió hacer sin importar las consecuencias. La respuesta que Dios ofrece luego de esto describe que Dios todo lo sabe, todo lo ve y que tiene injerencia en todo lo que hacemos (Gén 4:9-10).
Sacks afirma aquí que Caín tenía la libertad para escoger lo que quisiera. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades morales.
Por otro lado, Noé fue retado para usar su libertad asumiendo su responsabilidad colectiva y fracasó en esta tarea. Noé, recibió ese nombre (que es traducido como “consuelo”) porque su padre (Lamec) creía que este sería la persona que Dios utilizaría para librar a los seres humanos de sus obras y del trabajo de sus manos (Gén 5:28-29). Noé fue emplazado para construir un arca en la que se salvarían aquellos que estuvieran dentro de ella en el día del juicio que se avecinaba sobre el planeta. Sack puntualiza que Noé no fue capaz de conseguir que se pudiera salvar siquiera una persona fuera de su familia.
Es cierto que Noé tuvo la oportunidad de predicar 120 años, pero lo hizo sin ganarse la confianza de ninguno de sus oyentes. También es cierto que Dios le dijo a Noé que entrara al arca con su toda su familia (Gén 7:1-13). No obstante, no es menos cierto que Noé ni siquiera intercedió ante Dios por la sociedad en la que vivía. Los modelos de personajes bíblicos posteriores a Noé, tales como Abraham y Moisés, nos permiten ver que él pudo hacerlo. Abraham intercedió por Sodoma y Gomorra. Moisés intercedió en varias ocasiones por el pueblo de Israel. Noé no lo hizo.
Sacks afirma que la responsabilidad colectiva echa al suelo la frase “sálvese el que pueda.” De hecho, el subraya que no se puede sobrevivir siendo un único sobreviviente y que es por esto que una de las primeras tareas que Noé desarrolla luego de que se acaba el juicio es preparar los medios para emborracharse.
Sacks afirma aquí que Noé tenía la libertad para escoger lo que quisiera. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades colectivas.
Por último, Sacks afirma que la historia de la torre de Babel es la historia del fracaso ante la responsabilidad ontológica. La Ontología significa “el estudio del ser”. Esta palabra se forma a través de los conceptos griegos “ontos”, que significa ser y/o, ente, y “logos”, que significa estudio, discurso, ciencia, o teoría.
La narrativa de la Torre de Babel presenta la historia de una sociedad que pretendía ocupar el lugar que le pertenece a Dios. Sacks describe que los miembros de esta sociedad querían desplazar a Dios, el totalmente “Otro”, con el “yo” que ellos habían decidido elevar a los cielos. Como hemos explicado en párrafos anteriores, la definición del concepto responsabilidad sugiere la habilidad para responder al otro. Desde esta perspectiva los miembros de esa sociedad fracasaron en su responsabilidad ontológica. Dicho de otra forma, ellos tenían la libertad para escoger lo que quisieran. Sin embargo, el ejercicio para manejar esa libertad fue desarrollado escogiendo fracasar en sus responsabilidades ontológicas. ¿Por qué?: porque escogieron poner su “yo” por encima del “otro”. En este caso, el “totalmente Otro”: Dios.
Es aquí que Sacks presenta la figura de Abraham. Según el análisis que realizó Lord Sacks, Abraham es retado a utilizar su libertad enfrentando todas estas responsabilidades. Las decisiones que él tomó para responder al llamado de Dios incluyeron usar su libertad personal para decidir obedecer a Dios. Sacks señala que Adán es exilado en contra de su voluntad. En cambio, Abraham decide aceptar voluntariamente ser exilado de su tierra y de su parentela. La fe de Abraham, su capacidad para creerle a Dios, le permitió ser exitoso en el uso de su responsabilidad personal.
Abraham es retado a utilizar su libertad de cara a su responsabilidad moral. Sus luchas para rescatar a Lot son una prueba fehaciente de esto (Gén 14:1-24). La fe de este hombre le permitió aprobar este examen con notas sobresalientes. Él no podía colocar la seguridad de su prójimo por debajo de la suya.
Abraham es retado a utilizar su libertad ante responsabilidades colectivas. Su intercesión por Lot y los habitantes de Sodoma y Gomorra describen al padre de la fe como un ser humano que no se limitaba a buscar su propia salvación (Gén 18:16-33).
La fe de Abraham le condujo a reconocer su responsabilidad ontológica. Las órdenes del totalmente “Otro” no podían ser sustituidas con las conclusiones que pudieran emanar del “yo” que él tenía. Esto fue así hasta para obedecer a Dios ante el reclamo de que ofreciera a Isaac en sacrificio en el Monte Moriah (Gén 22:1-18).
Es imposible pensar que una fe así, que usa sus libertades con responsabilidad, no haya sido movida por el amor. Lo sabemos porque nadie adora aquello que no ama y Abraham adoraba a Dios constantemente. Es por esto que podemos afirmar que la fe de Abraham lo podía creer todo y decidir obedecer todo porque él había aprendido a amar a Dios.
Por otro lado, Sacks no abunda sobre el tema de la fe de Abraham en sus escritos. En cambio, el escritor de la Carta a los Hebreos sí lo hace. Este escritor describe muchas áreas de la peregrinación de Abraham y muchos retos que tuvo que enfrentar utilizando su fe.
“8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. 11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. 12 Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. 13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. 17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:8-17)
El escritor de esta carta explica al principio de ese capítulo una aplicación de la fe que no se destaca con mucha frecuencia. Él dice allí que la fe nos permite hasta saber o entender:
“3 Por la fe entendemos que todo el universo fue formado por orden de Dios, de modo que lo que ahora vemos no vino de cosas visibles.” (Heb 11:3, NTV)
“3 Por la fe, sabemos que Dios con una orden creó el mundo. Esto significa que el universo no surgió de lo que se ve.” (PDT)
“3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (RV-1960)
Ese principio, el de la fe que entiende o que posee un componente racional, fue analizado por Tomás de Aquino en la Suma Teológica. Su definición de la fe así lo consigna.
“….un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios; se trata, pues, de un acto sometido al libre albedrío y es referido a Dios.”[7]
Aquino también afirmaba que la Biblia dice que la fe proviene de Dios.[8]
Lo que hemos visto hasta aquí es que la fe nos permite hacer uso correcto de nuestras libertades para cumplir cabalmente con nuestras responsabilidades. Nosotros, los creyentes en Cristo, tenemos una ventaja que Abraham no poseía: el amor redentor manifestado en la cruz del Calvario. Ese amor potencializa la fe en Cristo Jesús y la hace trascender la acción de creer para convertirse en convicción, en certeza, y en capacidad para entender y hasta saber. Esa fe motivada por el amor de Dios que ha sido derramado sobre nuestros corazones (Rom 5:5) nos permite que podamos utilizar con responsabilidad la libertad que hemos recibido y ser capaces de ser colmados con la plenitud total de Dios.
El Apóstol Pablo explica estas conclusiones en su Carta a los Efesios cuando dice lo siguiente:
“16 Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, 17 que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. 18 Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios.” (Efe 3:16-19, DHH)
¿No le parece interesante el dato de que Pablo esté pidiendo todo esto en oración?
[1] https://rabbisacks.org/
[2] Sacks, Jonathan. Genesis: The Book of Beginnings (Covenant & Conversation 1) (pp. 61-80). Kindle Edition.
[3] Op. cit., p. 72.
[4] El texto hebreo dice lo siguiente en el verso 1: “Vayómer Adonái el-Avram lech lechá meartzecha oomimoladetcha oomibeyt avícha el haáretz asher aréka.”
[5] Op.cit., pp.61-64.
[6] Op. cit. p.70.
[7] Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 2., a. 9.
[8] Op. cit., II-II, q. 6., a. 3.
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❤️❤️??Gloria al Señor nuestro Dios!!
nMe fascinó!! Gracias Padre por tu Espíritu Santo presente en la Iglesia AMEC !!!