Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte III)

“Pueblo de la costa, escúchenme. Países lejanos, presten atención: Antes de que yo naciera, el SEÑOR me llamó. Me puso mi nombre cuando yo todavía estaba en el vientre de mi madre. 2 Él hizo mi boca como una espada afilada. Me escondió con la sombra de su mano. Me convirtió en una flecha pulida y me escondió en su aljaba.” (Isaías 49:1-2, PDT)
             
En esta reflexión continuamos con el análisis de los primeros versos del capítulo 49 del libro del profeta Isaías. En esta ocasión nos toca analizar el verso dos (2) de ese pasaje:

“2 Él hizo mi boca como una espada afilada. Me escondió con la sombra de su mano. Me convirtió en una flecha pulida y me escondió en su aljaba.”  (Isaías 49:2, PDT)

“2 Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba.” (RV1960)
             
Este verso bíblico describe parte del propósito que Dios tiene con aquellos que han accedido a la convocatoria que nos ha hecho el Señor.

Recordamos las palabras del profeta Jeremías que compartimos en nuestra reflexión anterior.

Este profeta dice en el capítulo 29 de su libro que el proceso de planificación de Dios culminó hace mucho tiempo.

“11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (Jeremias 29:11, RV 1960)’

Creemos que este proceso se realizó antes de la fundación del mundo. O sea, que los planes de Dios para nosotros están completos desde antes que comenzara el tiempo tal y como nosotros lo conocemos. Por lo tanto, nosotros no tenemos por qué estresarnos tratando de que Dios defina esos planes para nuestro diario vivir y/o para nuestros ministerios.

Hay una serie de aseveraciones medulares que tenemos que compartir antes de presentar los resultados del análisis que hemos realizado del verso dos (2) de ese capítulo 49. El profeta Isaías nos anima a entender en el verso dos (2) del capítulo 49 de su profecía que Dios ha definido esos planes. La visión de Dios para sus hijos es que nuestras bocas sean espadas afiladas, que nuestras vidas estén cubiertas con la sombra de su mano y que seamos flechas pulidas que Él guarde en su aljaba. Es cierto que estas son metas a corto y a largo plazo que requieren planes de acción para ser completadas. No obstante, la palabra que Dios le inspiró a Isaías se presenta como la visión, esto es, cómo luce el producto final cuando Dios termina su operación con nosotros. Esa meta trasciende el tiempo y define nuestro futuro.

Ya que sabemos qué es lo que Dios procura con nosotros, entonces nuestra tarea más importante e imperiosa debe ser preguntarnos qué se requiere de nosotros. En primer lugar, se requiere que hagamos nuestra la visión de Dios. En segundo lugar, invertir recursos espirituales y de preparación y capacitación holística (de todos los sectores de lo que somos como seres humanos) que nos ayuden a desarrollar sistemas que activen esa visión. En tercer lugar, se requiere empoderar la visión en todas las áreas de nuestra vida. Esa es nuestra misión: qué cosas tenemos que hacer nosotros para que la visión de Dios se desarrolle por completo en nuestras vidas.

En cuarto lugar, se requiere que nos apoyemos unos a otros, como parte del cuerpo de Cristo en el desarrollo de esa visión. Esto también forma parte de nuestra misión como hijos de Dios lavados por la sangre de Cristo. Nunca olvidemos que el requerimiento que realiza el Nuevo Testamento sobre esto último, siempre aparece definido en plural.

“14 Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, 15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;” (1 Pedro 3:14-15). 

Esta palabra profética afirma que nuestra esperanza posee razones de ser. Además, tal y como decíamos en nuestra reflexión anterior, la apropiación de esta visión y del propósito de Dios para nuestras vidas le dará dirección a nuestra existencia. Esto lo afirma el proverbista cuando dice lo siguiente:
 
“8 Mejor es lo poco con justicia Que la muchedumbre de frutos sin derecho. 9 El corazón del hombre piensa su camino; Mas Jehová endereza sus pasos.” (Pro 16:8-9).

“11 Por el camino de la sabiduría te he encaminado, Y por veredas derechas te he hecho andar.” (Proverbios 4:11)
         
Es Dios el que le da sentido, dirección, propósito a nuestras vidas.
 
“23 Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino.” (Salmos 37:23).
           
Reconocer a Dios en todos estos procesos minimizará nuestras equivocaciones.
         
“6 Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.” (Proverbios 3:6)

Hay una porción bíblica de la Segunda Carta a Timoteo que es vital para poder entender todo esto:

 “8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 10 pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio”  (2 Timoteo 1:8-10)

El hilo conductor de estas enseñanzas bíblicas es impresionante. Basta saber que Isaías recibe la inspiración del Espíritu Santo para documentar esta palabra profética como parte del capítulo 49 del libro que lleva su nombre. Es en ese capítulo que el profeta describe que nuestra boca debe ser una espada afilada. La Carta a los Efesios es el libro número 49 en el orden canónico que nuestra Biblia sigue. Es esa Carta la que nos enseña lo siguiente:

“16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.” (Efesios 6:16-20)

Una vez más, no creemos que reconocer el orden de los capítulos del libro de Isaías y su relación con el orden canónico de la Biblia sea esencial para nuestra salvación. Aun así, tenemos que admitir que esto no deja de ser impresionante.

Algunos puristas insisten en que Isaías presenta estas profecías como si fueran historias. Esta aseveración nos conduce a estudiar la propuesta que han hecho algunos especialistas en el campo del propósito. Estos han dicho que esa es la esencia del propósito: Dios hizo al ser humano porque a Él le gustan las historias. Esta expresión la encontramos hasta en los labios de Isak Dinesen, nombre ficticio (pseudónimo) de la Baronesa Karen Christenze von Bixen –Finecke (nacida bajo el apellido Dinesen; 1885-1962). Esta mujer Danesa, nacida en Rungsted, Dinamarca, es la autora de la novela “Out of Africa.”[1]
 
Si a Dios le gustan las historias: ¿cuál es la nuestra? La respuesta a esta pregunta debe ser la que provee la Biblia. La historia nuestra es la historia de la redención. Nosotros somos hijos de Dios comprados a precio de sangre en la cruz del Calvario y moldeados hasta ser formados como saetas bruñidas y nuestras bocas convertidas en espadas agudas. Es por esto que sabemos que el propósito no es un concepto sino una práctica que dura toda la vida.
             
El análisis del verso dos (2) del capítulo 49 del libro del profeta Isaías provee como una de sus conclusiones que este afirma el resultado del propósito de Dios para nuestras vidas. En otras palabras, aquello en lo que nos tenemos que convertir y aquello que debemos que estar realizando constantemente.
  
2 Hizo que mis palabras de juicio fueran tan filosas como una espada” (Isaías 49:2a, NTV).
 
“2 Y puso mi boca como espada aguda” (RV1960)
             
Tal y como decía el Pastor Ejecutivo de nuestra Iglesia en su sermón del último día del año, Dios quiere que nuestras bocas estén siempre llenas con su Palabra. El Pastor Mizraim E. Esquilín Carrero afirmaba que tener la boca como espada aguda, o afilada, es similar a que se cumpla en nosotros lo que dice el escritor de la Carta a Los Hebreos:
 
“12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)
 
En su alocución del servicio del 31 de diciembre, el Pastor Ejecutivo señalaba algo más acerca del verso dos (2) de la profecía que estamos analizando. Él decía que este le llevaba a concluir que esta profecía procura que los creyentes tengan una revelación y un conocimiento profundo del Señor. Su conclusión se basaba en el análisis de la siguiente frase que encontramos en ese verso:
  
Me ha escondido bajo la sombra de su mano.” (Isaías 49:2b, NTV)  
 
“me cubrió con la sombra de su mano;” (RV 1960)
               
Su conclusión emanó del análisis que él realizó de algunos de las reflexiones acerca del Salmo 91 que compartimos en este mismo foro en los meses de diciembre del año 2020 y enero del 2021. Estas reflexiones afirman que estar escondidos bajo la sombra de la mano de Dios presupone poseer protección y conocer que estamos expuestos a los beneficios y la influencia que se describe en cuatro (4) de los nombres de Dios. Veamos algunas citas directas de estas reflexiones:
 
“Hemos comenzado el análisis del Salmo 91. Un dato importantísimo que hay que destacar es que el escritor de este salmo privilegia el uso de cuatro (4) nombres de Dios. Estos cuatro nombres son identificados en los primeros dos (2) versos del Salmo:
 
‘1 El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. 2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.’  (Sal 91:1-2)
 
Estos nombres revelan el conocimiento que el escritor de este salmo poseía acerca de Dios y la relación que él tenía con el Eterno. Lo que esto significa es que este escritor utiliza este salmo para describir la naturaleza del Dios a quien este salmista sirve. Hay algunos pseudo intérpretes modernos que han dicho que todo lo que se describe en este salmo ocurre en la mente de aquellos que hacen suyas las aseveraciones que encontramos aquí. Nada más lejos de la verdad. Los nombres de Dios que este escritor escoge, no solo describen su conocimiento acerca de Dios, sino los resultados de una relación personal e íntima con el Señor. Este hombre conoce a Dios de manera personal, ha experimentado la revelación del Eterno de muchas formas y reconoce que no se puede vivir fuera de esa Presencia y de ese cuidado.” [2]
 
El Altísimo, el Todopoderoso, el Señor que se revela, el Dios Creador de todo lo que existe ofrece todo esto a todos los que se le acercan. Se trata de renunciar a los métodos convencionales que utilizamos para encontrar estas cosas para dejarnos abrazar por la providencia de Dios. Esto produce el efecto de libertarnos del temor, y nos catapulta a una búsqueda incesante de la sabiduría y de la santidad de Dios.” [3]
 
“El escritor del salmo 91 nos dice en dónde está Dios en tiempos de dolor y de angustia. El salmista nos dice en dónde está Dios en tiempos en los que nos amenazan los lazos de los cazadores, las pestes destructoras y los terrores nocturnos. El salmista nos dice en dónde está el Señor cuando somos amenazados por las saetas que vuelan de día y las pestilencias que andan tratando de sorprendernos.

Las declaraciones del salmista nos invitan a descubrir esto girando alrededor de cuatro (4) postulados teológicos y cuatro (4) decisiones. Los postulados teológicos son el abrigo de Dios, la sombra de Dios, la esperanza y la seguridad o la protección de Dios. Las decisiones son habitar, morar, decir y confiar.” [4]
 
“Ahora bien, el Salmo 57 nos ofrece unas expresiones que son similares a las que se utilizan en el Salmo 91. Veamos el uso del concepto “tsêl” (H6738: sombra) en ese salmo:
 
“1 Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta que pasen los quebrantos. 2 Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece.” (Salmos 57:1-2)” [5]
             
Esos datos nos cancelan que estar cubiertos bajo esa sombra también afirma que estaremos seguros y confiados cuando llegue algún quebranto.
 
“1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. 3 No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. 5 Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. 6 El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. 7 Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. 8 Jehová guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre.” (Salmos121:1-8)
 
En tercer lugar, nuestro Pastor Ejecutivo afirmaba que la profecía de Isaías declara que Dios nos quiere convertir en un instrumento en sus manos.
 
Soy y una flecha afilada en su aljaba”. (Isaías 49:2c, NTV)
 
“me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba;” (RV1960)
 
La espada es un instrumento de alcance inmediato. En cambio, la saeta es un instrumento para operaciones a larga distancia. Ser una flecha, una saeta en las manos de Dios, significa que Dios es quien nos lanza. Esto presupone que nunca fallaremos en dar en el blanco. Esto es, cuando nos dejamos dirigir, disparar por el Señor. O sea, que La victoria es segura.
 
Por último, esa aseveración del profeta, puede ser interpretada como una promesa de filiación eterna.
 
“Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud.” (Salmos 127:4).
             
Cuando le aplicamos esta promesa a la profecía de Isaías descubrimos que nunca podríamos ser huérfanos, porque Dios es nuestro Padre. El sentimiento de orfandad y de abandono queda cancelado por las misericordias del Señor. Él es el valiente (“¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla”; Sal 24:8) y nosotros somos sus hijos.
             
Concluimos diciendo que preguntas tales como quiénes somos, para qué estamos aquí y qué estamos tratando de hacer con nuestras vidas hallan respuestas eternas en el verso dos (2) del capítulo 49 del Libro del profeta Isaías.
Referencias
   
[1] https://www.britannica.com/biography/Isak-Dinesen
   
[2] Cita de reflexión publicada el 8 de diciembre del 2020.
   
[3] Cita de reflexión publicada el 5 de enero del 2021.
   
[4] Cita de reflexión publicada el 17 de diciembre del 2020.
   
[5] Cita de reflexión publicada el 10 de diciembre del 2020.

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