959 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 30 de junio del 2024

959 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  30 de junio del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (II)

 
“8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: 9 Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, 10 sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. 11 Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. 13 Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.” (Hch 4:8-13)
 
La reflexión anterior nos permitió comenzar a analizar el tema de los dones del Espíritu Santo. La respuesta del Apóstol Pedro a los líderes religiosos y políticos de su época nos provocó preguntarnos por qué es que este Apóstol no echó mano de esas herramientas, de los “carismas” (G5486) que nos da el Espíritu Santo. Esto nos condujo al análisis inicial de ese tema.

Vimos en esa reflexión que la Iglesia Cristiana ha mantenido discusiones serias acerca de la cantidad de dones que existen, su propósito, pertinencia y relevancia y hasta si están vigentes hoy día o no. Ese análisis, histórico y bíblico-teológico, nos llevó a la conclusión de que los carismas del Espíritu nunca han dejado de estar presentes en la Iglesia a lo largo de toda su historia.[1]

Veamos algunos ejemplos de estas discusiones:

Justino Mártir (100-165 D.C.)
“Diariamente algunos se hacen discípulos en el nombre de Cristo y abandonan el camino del error; quienes también están recibiendo dones, cada uno según es digno, iluminados por el nombre de este Cristo. Porque uno recibe espíritu de entendimiento, otro de consejo, otro de fortaleza, otro de curación, otro de presciencia, otro de enseñanza, y otro de temor de Dios. . . .
Fue profetizado que, después de la ascensión de Cristo al cielo, Él nos libraría del error y nos daría dones. Las palabras son estas: 'Subió a lo alto; Llevó cautiva la cautividad; Dio dones a los hombres” [Efe 4:8]. Por tanto, hemos recibido dones de Cristo, que ascendió a lo alto.”
[2] (Traducción libre)

“Porque los dones proféticos permanecen con nosotros, incluso hasta el presente. Y por lo tanto debes entender que [los dones] que antes estaban entre tu nación han sido transferidos a nosotros. Y así como hubo falsos profetas contemporáneos de vuestros santos profetas, así hay ahora entre nosotros muchos falsos maestros, de quienes nuestro Señor nos advirtió que tuviéramos cuidado; de modo que en ningún aspecto somos deficientes, ya que sabemos que Él conoció de antemano todo lo que nos sucedería después de Su resurrección de entre los muertos y su ascensión al cielo.”[3] (Traducción libre)

Orígenes (Adamantius) de Alejandría (185-253 D.C)
“Hay que decir, además, que el Evangelio tiene una demostración propia, más divina que cualquiera establecida por la dialéctica griega. Y este método más adivino es llamado por el apóstol la “manifestación del Espíritu y de poder”: del “Espíritu”, a causa de las profecías, que son suficientes para producir fe en quien las lee, especialmente en aquellas cosas que relacionarse con Cristo; y de "poder", por las señales y prodigios que debemos creer que se han realizado, tanto por muchos otros motivos, y en esto, por el hecho de que aún se conservan huellas de ellos entre quienes regulan su vida por los preceptos del Evangelio.”[4] (Traducción libre)

“Y aún se conservan entre los cristianos huellas de aquel Espíritu Santo que apareció en forma de paloma. Expulsan a los espíritus malignos, realizan muchas curas y prevén ciertos acontecimientos, según la voluntad del Logos.” [5] (Traducción libre)

Constituciones Apostólicas (375-390 D.C.)[6]
Por tanto, no es necesario que cada uno de los fieles expulse demonios, ni resucite muertos, ni hable en lenguas; pero sólo aquel a quien se le concede este don, por alguna causa que pueda ser ventajosa para la salvación de los incrédulos, quienes a menudo son avergonzados, no con la demostración del mundo, sino por el poder de las señales; es decir, los que son dignos de salvación: porque todos los impíos no se ven afectados por las maravillas; y de esto Dios mismo es testigo, como cuando dice en la ley: En otras lenguas hablaré a este pueblo, y con otros labios, y no creerán.”[7] (Traducción libre)

“Por tanto, el que hace señales y prodigios, no juzgue a ninguno de los fieles a quien no se le ha concedido lo mismo; porque varios son los dones de Dios que Él concede por medio de Cristo; y un hombre recibe un don, y otro y otro. Porque quizá uno tenga la palabra de sabiduría, y otro la palabra de ciencia; otro, discernimiento de espíritus; otro, conocimiento previo de lo que vendrá; otro, la palabra de enseñanza; otro, sufrido; otro, la continencia según la ley: porque incluso Moisés, el hombre de Dios, cuando hizo señales en Egipto, no se exaltó contra sus iguales; y cuando fue llamado dios, no despreció con arrogancia a su propio profeta Aarón. Tampoco Josué hijo de Nun, que era el líder del pueblo después de él, aunque en la guerra contra los jebuseos había hecho detener el sol frente a Gabaón, y la luna frente al valle de Ajalón, porque el día era No fue suficiente para su victoria, insulto a Phineas o Caleb.”[8] (Traducción libre)

Un ejemplo de las diferencias que existen en el manejo de los dones lo obtenemos al ver la posición de la Iglesia Católica Romana. El catecismo de esta Iglesia (punto 1831) presenta siete (7) dones, a saber: sabiduría, visión (inteligencia), consejo, fuerza (fortaleza), conocimiento (ciencia), piedad y el temor de Dios.[9],[10] Es obvio que esta lista de carismas del Espíritu no se parece a la que estudiamos en la teología protestante. Aun así, desde esta perspectiva, Pedro estaba utilizando algunos de esos dones para responder a los ancianos y los gobernantes de Jerusalén.

Por otro lado, muchos creyentes postulan la existencia de nueve (9) dones del Espíritu Santo. La base bíblica y teológica que se utiliza para sostener esta postura es un pasaje bíblico escrito por el Apóstol Pablo a la iglesia que estaba en la ciudad de Corinto.

“4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. 5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. 6 Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. 7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. 8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:4-11).

Los lectores se habrán percatado que este pasaje bíblico presenta nueve (9) carismas. No obstante, en la reflexión anterior pudimos ver otros pasajes bíblicos en los que se nos permite ver que el mismo Apóstol Pablo presenta otros dones del Espíritu cuando le escribe a otras iglesias (Rom 12:6-8; Efe 4:11) y que Pedro hace lo propio en una de sus cartas (1 Ped 4:10-11).

Tenemos que señalar que existe una cantidad extraordinaria de publicaciones que subscriben esta postura y que lo hacen con bases bíblicas.[11]
 
Insistimos en que la Biblia es la única fuente de autoridad para definir los dones que nos concede el Espíritu Santo. No existe base bíblica para describir como “carismas” otras capacidades y talentos que Dios nos pueda conceder (arte, humor, creatividad, composición, habilidades manuales, música, etc.). La intención puede ser noble y loable, pero no se sostiene bíblicamente. No hay duda que Dios es el dador de estas habilidades y talentos y que Él puede y manifiesta su presencia a través de estas.

Regresando al pasaje de 1 Corintios 12:4-11, encontramos en este unos planteamientos importantísimos acerca de los “carismas” del Espíritu. En primer lugar, ese pasaje bíblico comienza afirmando que “hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.” (v.4). Hablar de diversidad (“diairesis”, G1243) es hablar de variedad, de diferencia en clases, de distribución o divisiones entre estos. El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) sostiene que la raíz de ese vocablo griego tiene al menos cinco significados en el uso secular: “disolver o romper”; “distinguir” tanto de forma general como lógica; “para decidir”; “para distribuir”; “repartir.”[12] O sea, que Pablo parte de la afirmación de que hay distintas clases de dones espirituales (PTD, NTV).

La segunda parte de esa frase, “pero el Espíritu es el mismo”, afirma que todos los carismas vienen del mismo Espíritu. En otras palabras, que es el Espíritu de Dios quien concede estos. Al mismo tiempo, esta frase afirma que estos son los únicos dones que podemos garantizar que vienen de parte de Dios; los que encontramos en la Biblia.

El verso siete (7) de ese pasaje afirma que todos los creyentes poseemos al menos uno de esos carismas: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”. Esa frase afirma que a cada uno de los creyentes se le ha entregado la manifestación (“phanerōsis”, G5321), la expresión, la otorgación de al menos uno de esos carismas. O como dice la Nueva Traducción Viviente:

“7 A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente.

El verso once (11) de ese pasaje señala que es el Espíritu de Dios el que decide quién recibe el carisma y qué don debe recibir.

“Es el mismo y único Espíritu quien distribuye todos esos dones. Solamente él decide qué don cada uno debe tener.” (NTV)

Más de uno debe estar preguntándose si es entonces válido orar y ayunar para recibir un don en particular. La realidad es que el ayuno y la oración nunca están demás; nos acercan a la presencia de Dios. Estamos convencidos de que han sido muchas las ocasiones en las que el Espíritu Santo ha esperado a que transcurra ese tiempo de oración y ayuno antes de entregar el don (o los dones) que Él ya había seleccionado para algún creyente. Sin embargo, tenemos que señalar que como es Él quien decide esto, por lo tanto, es probable que oremos y ayunemos para recibir un carisma que nunca recibiremos.

En reflexiones anteriores hemos analizado que los versos del cuatro (4) al seis (6) son una demostración de la teología trinitaria del Apóstol Pablo.

  • El Espíritu Santo presenta la diversidad (“diairesis”, G1243) de dones (“carismas”, G5486).
  • Hay un solo Señor (Jesucristo) frente a la diversidad o diferencia (“diairesis”, G1243) de ministerios (“diakonia”, G1248). O sea, los ministerios que estos dones facultan.
  • El mismo Dios (el Padre) es quien trabaja con las maneras diferentes (“diairesis”, G1243)   de las manifestaciones u operaciones (“energēma”, G1755) de su poder.

Este concepto griego, “energēma”, significa “lo que se efectúa” y/o el “acto” o la “acción”. En Gálatas 2:8 es utilizado para hacernos saber que el oficio apostólico de Pedro y Pablo es el propósito y meta de la operación divina. En Gálatas 3:5 la referencia es a las demostraciones milagrosas de poder con las que Dios da fuerza a la predicación misionera.[13]
 
En otras palabras, Pablo está diciendo aquí que es el Espíritu Santo el que reparte y administra la diversidad de dones, que hay un solo Señor ante la diversidad de ministerios que estos dones provocan y que hay un solo Dios (Padre y Creador de todo lo que existe) garantizando que todo esto se efectúe, que esté en acción.

Ahora bien, ¿cómo debemos administrar los carismas del Espíritu? Después de todo, la Biblia dice lo siguiente acerca de esto:

“10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Ped 4:10, RV 1960)

“10 Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido.” (DHH)

Para ser un buen administrador (“oikonomos”, G3623) de los dones espirituales recibidos se requiere estar lleno del Espíritu de Dios. Esta es una verdad absoluta. No obstante, esta aseveración no necesariamente responde a la pregunta más reciente: ¿cómo debemos administrar los carismas del Espíritu? Nos parece que un artículo publicado en una página dedicada a presentar planes de estudios bíblico contesta esta pregunta de manera escueta y directa: YouVersion: “¿Qué Es y Cómo Ser Llenos del Espíritu Santo?: día 2.” Les invitamos a leerlo con detenimiento.

“¿Qué es ser lleno del Espíritu Santo?
 
La gente, comúnmente piensa que la llenura del Espíritu Santo se expresa en “grandes” manifestaciones o en “grandes” milagros, como posiblemente sería hablar en lenguas, sanar enfermos, expulsar demonios, pronosticar eventos futuros y cosas semejantes. Pero lo cierto es que la llenura del Espíritu Santo no solo se manifiesta de esa forma, sino que también lo hace, principalmente, de maneras menos espectaculares: al compartir el evangelio a un desconocido, cuando te conmueve hasta las lágrimas una alabanza o cuando te alejas de alguna tentación, por poner algunos ejemplos.
 
En Efesios 5:18, Pablo enseña esta verdad cuando dice que para vivir una vida cristiana necesitamos ser llenos del Espíritu Santo. En esa porción de su epístola, Pablo describe cómo debe conducirse el creyente en su vida cotidiana…..
 
Creer que solamente las manifestaciones espectaculares del Espíritu son las que demuestran que alguien está lleno de Él, pudiera suponer que para Dios hay niveles de dificultad. Comúnmente se piensa que una manifestación espectacular requiere más poder que algo “sencillo”, pero lo cierto es que para Dios requiere exactamente el mismo esfuerzo, ninguno. También se puede creer que las cosas “sencillas” las podemos hacer con nuestras propias fuerzas y que para ello no necesitamos de su Espíritu; o si acaso, con un poco es suficiente. Pero evidentemente eso es un gran error.
 
Debemos entender que, en cualquier cosa que el Señor nos ponga por delante para que realicemos, necesitamos hacerlo con su poder y que Él lo haga en nosotros. No importa si es una cosa pequeña o grande. Y también debemos dejar de pensar que para Dios hay cosas pequeñas, pues todo lo que hagamos para Él y en Su nombre siempre es grande.
 
Hay tres áreas generales en las que se mueve el Espíritu de Dios: una es glorificar a Cristo; otra en el amor; y también en la Santidad. Dentro de la tarea de glorificar a Cristo encontramos el evangelismo, la adoración, la dependencia de la gracia, etc. Dentro del área del amor encontramos todos aquellos sacrificios que hacemos por las personas en el nombre de Cristo. Y dentro del área de la santidad encontramos el arrepentimiento, la confesión de pecados y la resistencia ante la tentación, etc. Para todo esto necesitamos la llenura de Su Espíritu.
 
Desear cualquier cosa piadosa, y para Cristo, es un resultado de nuestra nueva naturaleza. Pero el realizarlo solo es posible por medio de la llenura del Espíritu Santo en el creyente.”
[14]
   

 
[1] Hay varios resúmenes de excelencia acerca de esta discusión. Uno de estos, escrito por Will Graham, un estudiante irlandés que pertenece a las Asambleas de Dios y que realizó estudios en de posgrado en FIET: “The gifts of the Spirit never left the early church” (https://evangelicalfocus.com/fresh-breeze/240/the-gifts-of-the-spirit-never-left-  the-early-church). Otro, “The gift of tongues: comparing the church fathers with contemporary pentecostalism”,  escrito por Nathan Busenit para el Journal de The Master’s Seminary: TMSJ17/1 (Spring 2006) 61-78.
[2] Diálogo con Trifón, Capítulo 39 (ANF, 1.214).
[3] Diálogo con Trifón, Capítulo 82 (ANF, 1.240).
[4] Contra Celso, 1:2 (ANF, 4.397-398).
[5] Contra Celso, 1:46 (ANF, 4.415).
[6] http://www.ldysinger.com/@texts/0388_apost_const/00a_start.htm
[7] Apostolic Constitutions, 8:1 (ANF, 7.479-480). https://www.newadvent.org/fathers/07158.htm
[8] Op. cit.
[9] https://youcat.org/es/credopedia/dones-del-espiritu-santo/
[10] https://www.caritas.es/producto/dones-espiritu-santo/#:~:text=Los siete dones son: sabiduría,destinada a conjuntarse y complementarse.
[11] https://www.bibliaon.com/es/dones_espiritu_santo/
[12] Schlier, H. (1964–). αἱρέομαι, αἵρεσις, αἱρετικός, αἱρετίζω, διαιρέω, διαίρεσις (aíreomai, airesis, airetikós, airetízo, diairéo, diaíresis). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 184). Eerdmans
[13] Bertram, G. (1964–). ἔργον, ἐργάζομαι, ἐργάτης, ἐργασία, ἐνεργής, ἐνἑργεια, ἐνεργέω, ἐνέργημα, εὐεργεσία,  εὐεργετἑω, εὐεργέτης (ergon, ergazomai, ergátēs, ergasía, energēs, energeia, energéo, energēma, euergesía, eueryeteo, euergétēs) . En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 2, p. 652). Eerdmans.
[14] https://www.bible.com/es/reading-plans/22382-que-es-y-como-ser-llenos-del-espiritu-santo/day/2








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