July 14th, 2024
961 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 14 de julio del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (IV)
“7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. 8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:7-11)
Nuestras reflexiones acerca de los dones nos han conducido a insertarnos en el escenario que la Biblia describe como la manifestación del Espíritu de Dios. Iniciamos este proceso analizando las diferencias entre los “carismas” (G5486) y el “dōron” (G1435) del Espíritu Santo. Vimos en ese análisis que la Tercera Persona de la Trinidad le otorga los primeros a quienes Él quiere.
“11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:11)
Los segundos, son dádivas, ofrendas del Señor para todos los seres humanos. Esto último incluye la fe: “y esto no de vosotros, pues es don de Dios...”[1] (Efe 2:8)
.
Luego de esto, procedimos a mirar lo que dice el verso siete (7) del pasaje bíblico que aparece en el epígrafe de esta reflexión: 1 Cor 12:7-11.
“7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.”
Vimos allí que el sustantivo “phanerōsis”, que significa “aparición” o “revelación”, es el nomen agentis del concepto griego “phanerōo.”[2] O sea, “un sustantivo deverbal que designa el actor de la acción designada por el verbo base.” [3] En otras palabras, que el Apóstol Pablo usa el concepto que se traduce como “manifestación” sabiendo que éste no es otra cosa que la designación de Aquél que hace posible que existan los dones.
Esto nos coloca entonces ante la necesidad de combatir la idea de que no son dones los que nos dan sino una manifestación. Tampoco, que lo que nos dan es simplemente una manifestación. El uso del concepto “phanerōsis” describe al Agente que entra en acción y la acción que Él desarrolla. Esto es, el Espíritu Santo.
Veamos como lo explica uno de los recursos académicos consultados:
“….pues sólo en [1 Cor] 12:8 y sigs. Se nombran las diferentes operaciones y el v. 11 repite expresamente que el Espíritu es el sujeto en acción (de diferentes maneras). Así, [“phanerōsis”] es la revelación impartida por el Espíritu y que consiste en los “carismata” enumerados en los vv. 8 y sigs.), cf. R. 12:6. La revelación no es, entonces, instrucción teórica; implica actos en los que el Espíritu se manifiesta.”[4]
El énfasis de este recurso afirma que la “phanerōsis” no es una instrucción teórica, sino los actos en los que el Espíritu Santo se manifiesta. Esto nos permite entender el racional utilizado para delinear algunas traducciones bíblicas del verso siete (7) que analizamos aquí:
“7 Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos. 8 Por medio del Espíritu, a unos les concede que….” (1 Cor 12:7-8a, DHH)
“7 A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente. 8 A uno el Espíritu le da…” (NTV)
“7 El Espíritu se muestra de manera diferente en cada uno para beneficio de todos. 8 A uno le da…” (PDT)
Repetimos: estas traducciones afirman que no recibimos una manifestación; vivimos y experimentamos una manifestación. La “phanerōsis” (manifestación) que Pablo utiliza aquí es la acción de entregar los dones y la descripción del Agente que realiza esto. Tal y como decíamos en la reflexión más reciente: no hay intermediarios.
Todos estos datos afirman que la Iglesia Cristiana que nace en Pentecostés es investida con el poder del Espíritu y equipada para que el creyente pueda proclamar el evangelio de las buenas nuevas de salvación. Estas herramientas ayudan a ese creyente a acceder algo más que la letra del evangelio. Esas herramientas permiten que el creyente pueda recibir constantemente la revelación, el “phanerōo” (verbo) del evangelio, así como poder ser capaz de hacer visible ese evangelio a aquellos que nos escuchan. Repitiendo un planteamiento de la reflexión más reciente, esto es el significado del verbo “phanerōo”, la raíz del sustantivo “phanerōsis”. El verbo “phanerōo” (verbo) es sinónimo de “apocalipto” (revelación), y casi siempre en el sentido de hacer visible algo (Efe 3:5; Col 1:26).[5]
Algunas fuentes consultadas a través de los 60 años que hemos tenido el privilegio de proclamar el mensaje del Evangelio nos dicen que era de esperarse que se proporcionara una capacitación espiritual especial para que la Iglesia pudiera llevar a cabo la misión divina que nos encomendó el Señor Jesucristo. No olvidemos que nuestro Señor hizo una promesa: el Señor les dijo a sus discípulos que habían sido llamados para proclamar el mensaje del evangelio (“pescadores de hombres”: Mat 4:19; Mcs 1:17) y que necesitaban ser investidos con el poder del Espíritu Santo para poder hacerlo con autoridad, sabiduría y eficientemente.
“47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Y vosotros sois testigos de estas cosas. 49 He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lcs 24:47-49, RV 1960)
Tampoco olvidemos que nuestro Señor también había adelantado que el proceso de evangelización sería acompañado por señales que seguirían a todos los creyentes que habían recibido y aceptado el mensaje de salvación.
“17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” (Mcs 16:17-18)
Ya hemos visto que los dones, los “carismas” del Espíritu sirven para aumentar nuestro conocimiento de Dios. Además, estos sirven para proveer revelación del mensaje del Evangelio, tanto para los que lo comunican, así como para aquellos que lo reciben. Le añadimos a todo esto que estos dones nos permiten procurar y experimentar otras dimensiones del amor de Dios (1 Cor 13:1-13).
Ahora bien, ¿cuál es la necesidad de ese empoderamiento, de la autoridad que este trae consigo los carismas, de las señales, en fin, de toda la operación (“energēma”, G1755) que el Trino Dios (1 Cor 12:4-7) puso en función el Día de Pentecostés?
Hay varias maneras de responder a esta pregunta. En primer lugar, la Iglesia opera bajo la convicción de que la misión de la Iglesia es mucho más que propagar una nueva filosofía o llamar al mundo a vivir una nueva moral. La misión de la Iglesia es librar a los seres humanos de la esclavitud del pecado y del temor de la muerte, trayéndolos a los pies del Señor (Heb 2:14-18). Hay que añadir a esto que los creyentes en Cristo funcionan como embajadores (2 Cor 5:20) de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Ped 2:9). Las capacidades humanas no son suficientes para conseguir estos resultados y hacerlo de manera eficiente. La consecución de estas metas requiere poder de lo alto y herramientas adecuadas y certeras.
Debemos entender que nuestras habilidades y capacidades humanas pueden ser excelentes y adecuadas. Es más, Dios puede, y a menudo lo hace, tomar esas capacidades naturales y transformarlas en operaciones espirituales (Éxo 35:29–35; Rom 15:13, 14; 2 Tim 2:2; Tit 1:7–9;). No obstante, la Biblia dice que nuestra competencia para esta tarea proviene de Dios.
“4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” (2 Cor 3:4-6)
Los dones espirituales, “charísmata” (esta es la conjugación utilizada por Pablo en Rom 11:29; 12:6; 1 Cor 12:9, 28, 30, 31, nombre conjugado de manera nominativa, neutra y en plural),[6] son una habilitación, una dotación (endowment) o una bendición otorgada gratuitamente por Dios. O sea, que no pueden ganados ni merecidos ni ganados porque son de origen Divino.
Estos facilitan el desarrollo de nuestros ministerios (“diakonia”, G1248, 1 Cor 12:5) y la actividad operacional de estos (“energēma”, G1755), operación que la Biblia dice que proviene de Dios (1 Cor 12:6), requiere la participación activa del Espíritu Santo. Estas son algunas de las razones por las que se requiere la búsqueda constante de la llenura del Espíritu; porque deben ser administrados y operados a través de personas llenas del Espíritu.
Es desde esta perspectiva que podemos afirmar que la operación de los carismas no es otra cosa que una manifestación (“phanerōsis”, G5321) del Espíritu. Esas manifestaciones son definidas como una evidencia exterior del poder, la gracia y el amor de Dios. O sea, que los dones del Espíritu hacen que el Espíritu Santo se haga evidente en el cuerpo. La operación de los dones hace que los creyentes sean conscientes de la presencia de Dios, produciendo los efectos de alabanza y adoración.
La buena noticia es que podemos repetir muchas veces que a cada creyente lleno del Espíritu se le ha dado por lo menos un don; alguna capacidad para la manifestación del Espíritu
“7 A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente.” (1 Cor 12:7, NTV)
Por lo tanto, todos los creyentes en Cristo poseen al menos un ministerio dentro del cuerpo de Cristo. Todos los creyentes en Cristo pueden participar del servicio (“diakonia”) Cristiano. Todos los creyentes en Cristo pueden disfrutar de la operación (“energēma”) del Padre. Todos los creyentes en Cristo pueden experimentar la manifestación (“phanerōsis”, G5321) del Espíritu Santo.
Cabe aquí una pregunta: ¿es esto lo que estamos experimentando en la Iglesia de la posmodernidad?
[1] Büchsel, F. (1964–). δίδωμι, δῶρον, δωρέομαι, δώρημα, δωρεά, δωρεάν, ἀπο-, ἀνταποδίδωμι, ἀνταπόδοσις, ἀνταπόδομα, παραδίδωμι, παράδοσις (didōmi, dōron, dōreomai dōrēma, dōrea, dōrean, apo-, antapodídōmi, antapodosis, antapódoma, paradídōmi, parádosis). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 2, p. 166). Eerdmans.
[2] Bultmann, R., & Lührmann, D. (1964–). φαίνω, φανερός, φανερόω, φανέρωσις, φαντάζω, φάντασμα, ἐμφανίζω, ἐπιφαίνω, ἐπιφανής, ἐπιφάνεια (phainō, phanerós, phaneroō, phanerosis, phantázo, phántasma, emphanízō, epiphaínō, epiphanēs, epipháneia). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 9, pp. 3–6). Eerdmans.
[3] El verbo base es “phaneroō” (G5319) que significa revelar. https://www.christianlehmann.eu/ling/sprachen/maya/gramatica/semas/nom/nom_tema/index.html?https://www.christianlehmann.eu/ling/sprachen/maya/gramatica/semas/nom/nom_tema/nomen_agentis.html
[4] Bultmann, R., & Lührmann, D. (1964–)….Op.cit.
[5] Bultmann, R., & Lührmann, D. (1964–). φαίνω, φανερός, φανερόω, φανέρωσις, φαντάζω, φάντασμα, ἐμφανίζω, ἐπιφαίνω, ἐπιφανής, ἐπιφάνεια (phainō, phanerós, phaneroō, phanerosis, phantázo, phántasma, emphanízō, epiphaínō, epiphanēs, epipháneia)…Op.cit, Vol. 9, p.6). Eerdmans.
[6] El concepto griego más popularizado es “charisma”, G5486 y se lee “chárisma.”
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (IV)
“7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. 8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:7-11)
Nuestras reflexiones acerca de los dones nos han conducido a insertarnos en el escenario que la Biblia describe como la manifestación del Espíritu de Dios. Iniciamos este proceso analizando las diferencias entre los “carismas” (G5486) y el “dōron” (G1435) del Espíritu Santo. Vimos en ese análisis que la Tercera Persona de la Trinidad le otorga los primeros a quienes Él quiere.
“11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor 12:11)
Los segundos, son dádivas, ofrendas del Señor para todos los seres humanos. Esto último incluye la fe: “y esto no de vosotros, pues es don de Dios...”[1] (Efe 2:8)
.
Luego de esto, procedimos a mirar lo que dice el verso siete (7) del pasaje bíblico que aparece en el epígrafe de esta reflexión: 1 Cor 12:7-11.
“7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.”
Vimos allí que el sustantivo “phanerōsis”, que significa “aparición” o “revelación”, es el nomen agentis del concepto griego “phanerōo.”[2] O sea, “un sustantivo deverbal que designa el actor de la acción designada por el verbo base.” [3] En otras palabras, que el Apóstol Pablo usa el concepto que se traduce como “manifestación” sabiendo que éste no es otra cosa que la designación de Aquél que hace posible que existan los dones.
Esto nos coloca entonces ante la necesidad de combatir la idea de que no son dones los que nos dan sino una manifestación. Tampoco, que lo que nos dan es simplemente una manifestación. El uso del concepto “phanerōsis” describe al Agente que entra en acción y la acción que Él desarrolla. Esto es, el Espíritu Santo.
Veamos como lo explica uno de los recursos académicos consultados:
“….pues sólo en [1 Cor] 12:8 y sigs. Se nombran las diferentes operaciones y el v. 11 repite expresamente que el Espíritu es el sujeto en acción (de diferentes maneras). Así, [“phanerōsis”] es la revelación impartida por el Espíritu y que consiste en los “carismata” enumerados en los vv. 8 y sigs.), cf. R. 12:6. La revelación no es, entonces, instrucción teórica; implica actos en los que el Espíritu se manifiesta.”[4]
El énfasis de este recurso afirma que la “phanerōsis” no es una instrucción teórica, sino los actos en los que el Espíritu Santo se manifiesta. Esto nos permite entender el racional utilizado para delinear algunas traducciones bíblicas del verso siete (7) que analizamos aquí:
“7 Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos. 8 Por medio del Espíritu, a unos les concede que….” (1 Cor 12:7-8a, DHH)
“7 A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente. 8 A uno el Espíritu le da…” (NTV)
“7 El Espíritu se muestra de manera diferente en cada uno para beneficio de todos. 8 A uno le da…” (PDT)
Repetimos: estas traducciones afirman que no recibimos una manifestación; vivimos y experimentamos una manifestación. La “phanerōsis” (manifestación) que Pablo utiliza aquí es la acción de entregar los dones y la descripción del Agente que realiza esto. Tal y como decíamos en la reflexión más reciente: no hay intermediarios.
Todos estos datos afirman que la Iglesia Cristiana que nace en Pentecostés es investida con el poder del Espíritu y equipada para que el creyente pueda proclamar el evangelio de las buenas nuevas de salvación. Estas herramientas ayudan a ese creyente a acceder algo más que la letra del evangelio. Esas herramientas permiten que el creyente pueda recibir constantemente la revelación, el “phanerōo” (verbo) del evangelio, así como poder ser capaz de hacer visible ese evangelio a aquellos que nos escuchan. Repitiendo un planteamiento de la reflexión más reciente, esto es el significado del verbo “phanerōo”, la raíz del sustantivo “phanerōsis”. El verbo “phanerōo” (verbo) es sinónimo de “apocalipto” (revelación), y casi siempre en el sentido de hacer visible algo (Efe 3:5; Col 1:26).[5]
Algunas fuentes consultadas a través de los 60 años que hemos tenido el privilegio de proclamar el mensaje del Evangelio nos dicen que era de esperarse que se proporcionara una capacitación espiritual especial para que la Iglesia pudiera llevar a cabo la misión divina que nos encomendó el Señor Jesucristo. No olvidemos que nuestro Señor hizo una promesa: el Señor les dijo a sus discípulos que habían sido llamados para proclamar el mensaje del evangelio (“pescadores de hombres”: Mat 4:19; Mcs 1:17) y que necesitaban ser investidos con el poder del Espíritu Santo para poder hacerlo con autoridad, sabiduría y eficientemente.
“47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Y vosotros sois testigos de estas cosas. 49 He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lcs 24:47-49, RV 1960)
Tampoco olvidemos que nuestro Señor también había adelantado que el proceso de evangelización sería acompañado por señales que seguirían a todos los creyentes que habían recibido y aceptado el mensaje de salvación.
“17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” (Mcs 16:17-18)
Ya hemos visto que los dones, los “carismas” del Espíritu sirven para aumentar nuestro conocimiento de Dios. Además, estos sirven para proveer revelación del mensaje del Evangelio, tanto para los que lo comunican, así como para aquellos que lo reciben. Le añadimos a todo esto que estos dones nos permiten procurar y experimentar otras dimensiones del amor de Dios (1 Cor 13:1-13).
Ahora bien, ¿cuál es la necesidad de ese empoderamiento, de la autoridad que este trae consigo los carismas, de las señales, en fin, de toda la operación (“energēma”, G1755) que el Trino Dios (1 Cor 12:4-7) puso en función el Día de Pentecostés?
Hay varias maneras de responder a esta pregunta. En primer lugar, la Iglesia opera bajo la convicción de que la misión de la Iglesia es mucho más que propagar una nueva filosofía o llamar al mundo a vivir una nueva moral. La misión de la Iglesia es librar a los seres humanos de la esclavitud del pecado y del temor de la muerte, trayéndolos a los pies del Señor (Heb 2:14-18). Hay que añadir a esto que los creyentes en Cristo funcionan como embajadores (2 Cor 5:20) de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Ped 2:9). Las capacidades humanas no son suficientes para conseguir estos resultados y hacerlo de manera eficiente. La consecución de estas metas requiere poder de lo alto y herramientas adecuadas y certeras.
Debemos entender que nuestras habilidades y capacidades humanas pueden ser excelentes y adecuadas. Es más, Dios puede, y a menudo lo hace, tomar esas capacidades naturales y transformarlas en operaciones espirituales (Éxo 35:29–35; Rom 15:13, 14; 2 Tim 2:2; Tit 1:7–9;). No obstante, la Biblia dice que nuestra competencia para esta tarea proviene de Dios.
“4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” (2 Cor 3:4-6)
Los dones espirituales, “charísmata” (esta es la conjugación utilizada por Pablo en Rom 11:29; 12:6; 1 Cor 12:9, 28, 30, 31, nombre conjugado de manera nominativa, neutra y en plural),[6] son una habilitación, una dotación (endowment) o una bendición otorgada gratuitamente por Dios. O sea, que no pueden ganados ni merecidos ni ganados porque son de origen Divino.
Estos facilitan el desarrollo de nuestros ministerios (“diakonia”, G1248, 1 Cor 12:5) y la actividad operacional de estos (“energēma”, G1755), operación que la Biblia dice que proviene de Dios (1 Cor 12:6), requiere la participación activa del Espíritu Santo. Estas son algunas de las razones por las que se requiere la búsqueda constante de la llenura del Espíritu; porque deben ser administrados y operados a través de personas llenas del Espíritu.
Es desde esta perspectiva que podemos afirmar que la operación de los carismas no es otra cosa que una manifestación (“phanerōsis”, G5321) del Espíritu. Esas manifestaciones son definidas como una evidencia exterior del poder, la gracia y el amor de Dios. O sea, que los dones del Espíritu hacen que el Espíritu Santo se haga evidente en el cuerpo. La operación de los dones hace que los creyentes sean conscientes de la presencia de Dios, produciendo los efectos de alabanza y adoración.
La buena noticia es que podemos repetir muchas veces que a cada creyente lleno del Espíritu se le ha dado por lo menos un don; alguna capacidad para la manifestación del Espíritu
“7 A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente.” (1 Cor 12:7, NTV)
Por lo tanto, todos los creyentes en Cristo poseen al menos un ministerio dentro del cuerpo de Cristo. Todos los creyentes en Cristo pueden participar del servicio (“diakonia”) Cristiano. Todos los creyentes en Cristo pueden disfrutar de la operación (“energēma”) del Padre. Todos los creyentes en Cristo pueden experimentar la manifestación (“phanerōsis”, G5321) del Espíritu Santo.
Cabe aquí una pregunta: ¿es esto lo que estamos experimentando en la Iglesia de la posmodernidad?
[1] Büchsel, F. (1964–). δίδωμι, δῶρον, δωρέομαι, δώρημα, δωρεά, δωρεάν, ἀπο-, ἀνταποδίδωμι, ἀνταπόδοσις, ἀνταπόδομα, παραδίδωμι, παράδοσις (didōmi, dōron, dōreomai dōrēma, dōrea, dōrean, apo-, antapodídōmi, antapodosis, antapódoma, paradídōmi, parádosis). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 2, p. 166). Eerdmans.
[2] Bultmann, R., & Lührmann, D. (1964–). φαίνω, φανερός, φανερόω, φανέρωσις, φαντάζω, φάντασμα, ἐμφανίζω, ἐπιφαίνω, ἐπιφανής, ἐπιφάνεια (phainō, phanerós, phaneroō, phanerosis, phantázo, phántasma, emphanízō, epiphaínō, epiphanēs, epipháneia). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 9, pp. 3–6). Eerdmans.
[3] El verbo base es “phaneroō” (G5319) que significa revelar. https://www.christianlehmann.eu/ling/sprachen/maya/gramatica/semas/nom/nom_tema/index.html?https://www.christianlehmann.eu/ling/sprachen/maya/gramatica/semas/nom/nom_tema/nomen_agentis.html
[4] Bultmann, R., & Lührmann, D. (1964–)….Op.cit.
[5] Bultmann, R., & Lührmann, D. (1964–). φαίνω, φανερός, φανερόω, φανέρωσις, φαντάζω, φάντασμα, ἐμφανίζω, ἐπιφαίνω, ἐπιφανής, ἐπιφάνεια (phainō, phanerós, phaneroō, phanerosis, phantázo, phántasma, emphanízō, epiphaínō, epiphanēs, epipháneia)…Op.cit, Vol. 9, p.6). Eerdmans.
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