December 29th, 2024
985 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 29 de diciembre del 2024
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XXIII)
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
La frase que describe el amor que “todo lo espera” nos ha colocado de frente al tema de la esperanza (“elpis”, G1680). Esta, como una virtud y como herramienta para la fe, forma parte de las discusiones y aseveraciones más importantes ligadas a esta última.
No debe haber duda de que este es un tema fundamental para el cierre de cualquier año y para que podamos ser capaces de enfrentar cualquier incertidumbre que pueda producir el año entrante.
El tema de la esperanza en Dios es tan importante que en el Antiguo Testamento se utilizan varios conceptos para describirla. Cada uno de estos es utilizado para hacer un énfasis particular en los elementos constitutivos de la esperanza. Por ejemplo, el “tiqvâh” (H8615) se utiliza para describir la seguridad que esta puede ofrecer. Este concepto se utiliza para describir la cuerda de grana (color rojo escarlata) que Rahab tiene que colocar en la ventana de su casa para garantizar la salvación y la seguridad de su familia cuando llegara la destrucción de la ciudad de Jericó (Jos 2:17-19). En otras palabras, que se trata de algo de lo que uno se puede agarrar y sostener. El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque sabe que hay promesas de las que nos podemos agarrar.
Es de esta definición de la esperanza que se agarra el escritor del Libro de Job cuando nos dice lo siguiente:
“13 Si tú dispusieres tu corazón, Y extendieres a él tus manos; 14 Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, Y no consintieres que more en tu casa la injusticia, 15 Entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, Y serás fuerte, y nada temerás; 16 Y olvidarás tu miseria, O te acordarás de ella como de aguas que pasaron. 17 La vida te será más clara que el mediodía; Aunque oscureciere, será como la mañana. 18 Tendrás confianza, porque hay esperanza; Mirarás alrededor, y dormirás seguro.
19 Te acostarás, y no habrá quien te espante; Y muchos suplicarán tu favor. 20 Pero los ojos de los malos se consumirán, Y no tendrán refugio; Y su esperanza será dar su último suspiro.” (Job 11:13-20)
Es muy interesante que algunos pasajes en el Antiguo Testamento indiquen que esa clase de esperanza se puede perder y hasta morir (“ʼâbad”, H6). Es el profeta Ezequiel el escritor (utilizando el mismo concepto) que nos permite ver esto cuando escribe lo siguiente en el libro de su profecía:
“11 Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos.” (Eze 37:11)
La buena noticia es que aun cuando esto sucediera, tenemos la promesa de que Dios es capaz de resucitar los muertos y la esperanza.
“12 Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. 13 Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. 14 Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.” (Eze 37:12-14)
El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque sabemos que Cristo es la resurrección y la vida (Jn 11:25). Cristo, no sólo garantiza la resurrección de nuestros cuerpos; Él garantiza la resurrección de nuestra esperanza. Además, la Biblia dice que al amor de Dios nunca se le pierde la esperanza (1 Cor 13:7, PDT)
Otro concepto utilizado en el Antiguo Testamento es “miqvêh”, (H4723), concepto que entre otras cosas significa confianza y capacidad para esperar. Es curioso el dato, de que al igual que el concepto anterior, este puede ser relacionado con algo físico, y/o que se puede tocar. En este caso, se trata de las caravanas, la reunión o la aglomeración de personas, el hilo de lino y hasta un estanque de agua. En otras palabras, que el énfasis de este concepto es que la esperanza puede llegar a través de la llegada de aquellos que nos aman, que amamos, que no temen caminar al lado nuestro, que peregrinan junto a nosotros.
“15 Pues ante ti somos como extranjeros que están de paso, igual que lo fueron todos nuestros antepasados, y nuestra vida sobre la tierra es como una sombra, sin ninguna esperanza.” (1 Cró 29:15, DHH)
La esperanza puede llegar como un hilo que nos va a permitir tejer la cobertura que necesitamos (1 Rey 10:28; 2 Cró 1:16) y hasta como un estanque de aguas abundantes (Gén 1:10; Lev 11:36). Este último representa una metáfora extraordinaria toda vez que estos pasajes bíblicos se escriben en una tierra desértica. Hablar acerca de la seguridad que ofrece que seremos capaces de encontrar estanques de aguas en ese contexto es muy esperanzador. Es interesante el dato de que la Biblia señale que en ocasiones podemos percibir que esta clase de esperanza (“miqvêh”,) nos ha abandonado. En otras palabras, se trata de momentos en los que creemos que Dios nos ha abandonado (Sal 22:2; Mat 27:46; Mcs 15:34). En ocasiones hasta podemos creer que se trata de algo que hemos hecho. Se trata de esos escenarios en los que arribamos a unas encrucijadas en la vida en las somos capaces hasta de perder la esperanza. Esta no se ha muerto, pero creemos que nos ha abandonado. Ese es el mensaje del profeta Jeremías cuando dice lo siguiente (utilizando el mismo concepto) en el libro de su profecía:
“7 Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado. 8 Oh esperanza de Israel, Guardador suyo en el tiempo de la aflicción, ¿por qué te has hecho como forastero en la tierra, y como caminante que se retira para pasar la noche? 9 Por qué eres como hombre atónito, y como valiente que no puede librar? Sin embargo, tú estás entre nosotros, oh Jehová, y sobre nosotros es invocado tu nombre; no nos desampares.” (Jer 14:7-9, RV 1960)
Estamos convencidos de que este pasaje bíblico amerita ser leído en más de una versión de las Sagradas Escrituras:
“SEÑOR, sabemos que nuestros pecados nos condenan, pero haz algo para ayudarnos por tu propio honor. Nos hemos alejado de ti muchas veces y hemos pecado contra ti. 8 Tú eres la esperanza de Israel, su salvador en tiempos de dificultad, ¿por qué ahora pareces un extraño en el país, un viajero que sólo viene a pasar la noche? 9 ¿Por qué pareces como tomado por sorpresa, como un guerrero incapaz de ayudar? SEÑOR, tú estás aquí con nosotros, se nos conoce como tu pueblo, así que no nos abandones.” (PDT)
“La gente dice: «Nuestra maldad nos alcanzó, Señor, pero ayúdanos por el honor de tu propia fama. Nos alejamos de ti y pecamos contra ti una y otra vez. 8 Oh Esperanza de Israel, nuestro Salvador en tiempos de aflicción, ¿por qué eres como un desconocido? ¿Por qué eres como un viajero que pasa por la tierra y se detiene solamente para pasar la noche? 9 ¿Estás confundido también? ¿Es nuestro guerrero valiente incapaz de salvarnos? Señor, tú estás aquí entre nosotros y somos conocidos como pueblo tuyo. ¡Por favor, no nos abandones ahora!».” (NTV)
Es muy importante destacar que Jeremías dice aquí que esto ocurre en tiempos de aflicción, de “tsârâh” (H6869). Esto es: tiempos en los que las angustias aparecen como adversarios, tiempos de adversidad, de aflicción, angustia, tribulación o problemas grandes. “…un estado de circunstancia muy desfavorable, con un enfoque en el dolor emocional y la angustia de la situación” (Traducción libre).[1] Es en esos momentos en los que en ocasiones la esperanza parece ser un concepto desconocido, un forastero entre nosotros; algo que no es nuestro, que no nos pertenece.
No obstante, es este mismo profeta el que aclara que no se trata de que ese “miqvêh” nos haya abandonado, sino que somos nosotros los que nos desconectamos de Él.
“12 Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario. 13 ¡Oh Jehová, esperanza de Israel! todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de mí serán escritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas. 14 Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza. 15 He aquí que ellos me dicen: ¿Dónde está la palabra de Jehová? ¡Que se cumpla ahora!” (Jer 17:12-15, RV 1960)
La precisión lingüística de este pasaje bíblico es inefable. Basta considerar que el concepto que se traduce aquí como “dejan” (“yâsûr”, H3249) proviene de una raíz (“sûr”, H5493) que entre otras cosas puede ser traducida como desconectar[2], apagar o poner a un lado.[3] En otras palabras, que no se trata de que la esperanza nos abandone o se comporte como un forastero, como un desconocido entre nosotros. Se trata de que somos nosotros los que permitimos que nuestros dolores y quebrantos nos desconecten de esta. En otras palabras: que se apague la esperanza. Los dolores y las angustias pueden conducirnos a desconectar, a apagar la esperanza y/o a ponerla a un lado.
La buena noticia es que podemos clamar al cielo pidiendo a Dios que nos sane, que nos salve y pedir esperando que se cumpla la palabra profética que el Señor ha hablado sobre nosotros. El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque ese amor vive convencido de que el Espíritu de Dios que nos ha sido dado, el que Dios ha derramado en nuestros corazones, no nos abandona. Además, esa esperanza vive convencida de que no existe cosa alguna que nos pueda separar del amor de Dios que es Cristo Jesús (Rom 8:38-39). Al mismo tiempo, Pablo dice que ese amor derramado en nuestros corazones es la clave para que la esperanza no nos deje en vergüenza (Rom 5:5).
Otro concepto bíblico que se utiliza en el Antiguo Testamento para describir la esperanza es “machăseh” (H4268). Este puede ser traducido como esperanza, confianza y como refugio; un lugar al que podemos ir para proteger la vida, encontrar seguridad y/o ser cuidados. El profeta Joel lo utiliza en el libro de su profecía cuando dice lo siguiente:
“16 Y Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel. 17 Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella.” (Joel 3:16-17)
Este profeta destaca que la esperanza posee nombre: Dios mismo es la esperanza. También destaca que además de ser esperanza, Dios es fortaleza (“mâʽôz”, H4581) de su pueblo: un fortín, un lugar de defensa, una roca sólida. Además, él señala que ese “machăseh”, ese refugio, esa esperanza será utilizada por el Señor para que lo podamos conocer a Él: “Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios.” El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque ese amor vive procurando conocer más de Dios.
Existen otros conceptos hebreos que pueden ser traducidos como esperanza. Entre ellos encontramos el concepto “bâṭach” (H982) que además significa confianza, audacia, seguridad y refugio (ej. Isa 31:1). Otro, “yâchal” (H3176) puede ser traducido como paciente, esperanza, confianza y/o esperar (ej. Sal 33:18; 42:5; Isa 51:5). El espacio dedicado a esta reflexión no nos permite desarrollar los análisis de estos. Por otro lado, hemos visto que el Nuevo Testamento nos dice que la esperanza tiene un nombre y que esta requiere ser internalizada.
“27 A ellos Dios les quiso dar a conocer la gloriosa riqueza que ese designio encierra para todas las naciones. Y ese designio secreto es Cristo, que está entre ustedes y que es la esperanza de la gloria que han de tener.” (Col 1:27, DHH)
Siendo esto así, entonces, la esperanza que describe el Nuevo Testamento no es algo que nosotros ensamblamos, sino que es “Alguien” que recibimos y con el que andamos. Este argumento es tan poderoso que la Biblia dice que los creyentes en Cristo somos capaces de mantener la esperanza y creer contra toda esperanza. Así lo afirma el Apóstol Pablo describiendo la vida de Abraham.
“17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. 18 Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.” (Rom 4:17-18)
Esto es, que Abraham fue capaz de mantener la esperanza aun cuando no había razón para mantenerla. Así lo recoge la versión bíblica Good News Translation:
“18 Abraham believed and hoped, even when there was no reason for hoping, and so became “the father of many nations.” Just as the scripture says, “Your descendants will be as many as the stars.”
(18 Abraham creyó y esperó, aun cuando no había razón para esperar, y así llegó a ser "el padre de muchas naciones". Tal como dice la Escritura: "Tu descendencia será tantas como las estrellas." - Traducción libre)
El comentario que escribió el Profesor Karl Barth cuando analizó este pasaje es sin duda una joya pastoral y teológica. Él señaló que Abraham estaba manifiestamente perdido, y sin embargo había hecho un descubrimiento. Abraham estaba manifiestamente desgarrado y sin embargo, estaba forjando un lazo de unión con Dios y con la promesa recibida; manifiestamente desequilibrado y sin embargo, erguido. Barth añadió que los lectores de esa historia bíblica somos capaces de escuchar el “Sí” de Abraham, mientras el mundo por encima y por debajo de él le gritaba: “No”. O sea, que la fe de Abraham, cimentada en la esperanza contra la esperanza, le permitía extenderse más allá de las capacidades humanas.
“Esta es la fe de Abraham: la fe que, en la esperanza contra la esperanza, se extiende más allá de la capacidad humana a través del abismo que separa a Dios del hombre, más allá de la visibilidad de lo visible y de la invisibilidad del mundo invisible, más allá de la posibilidad subjetiva y objetiva. Observamos a Abraham mientras avanza hacia el lugar donde solo está apoyado por la Palabra de Dios. No lo vemos realmente dar el paso supremo; pero lo vemos avanzar hacia ese lugar y moviéndose desde ese lugar. El paso supremo es invisible para nosotros.”[4] (Traducción libre)
El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque ese amor vive anclado en la certeza de que puede esperar en Dios aun cuando no haya razones para hacerlo. Esta enseñanza bíblica se viste de una importancia singular de cara al ocaso del año en curso. No hay duda de que este año estuvo plagado de experiencias que fueron capaces de minar la esperanza de muchos. Las tensiones y la incertidumbre provocadas por los escenarios políticos, económicos y familiares afectaron a más de uno. En ocasiones parecía que se desvanecían las promesas de las que estábamos agarrados. Para muchos el “tiqvâh” (H8615) parecía morir o desaparecer (Eze 37:12-14). No obstante, vimos como pudimos hacer nuestras las palabras del Libro de Job:
“17 La vida te será más clara que el mediodía; Aunque oscureciere, será como la mañana. 18 Tendrás confianza, porque hay esperanza (“tiqvâh”); Mirarás alrededor, y dormirás seguro. 19 Te acostarás, y no habrá quien te espante; Y muchos suplicarán tu favor. 20 Pero los ojos de los malos se consumirán, Y no tendrán refugio; Y su esperanza será dar su último suspiro.” (Job 11:17-20)
O como reseñaba el salmista cuando dijo lo siguiente:
“5 Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza (“tiqvâh”). 6 El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. 7 En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. 8 Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah.” (Sal 62:5-8)
En ocasiones muchos fueron enfrentados con situaciones y tiempos en los que las angustias eran adversativos, la aflicción, la angustia “tsârâh” (H6869) y/o la tribulación convertía la esperanza (“miqvêh”, H4723), en un concepto desconocido. Algunos la vieron pasar delante de ellos como un forastero, algo que no era suyo, que no les pertenecía (Jer 14:8). Aún así, pudimos decir como exclamó Esdras:
“…más a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.” (Esd 10:2)
La buena noticia es que a pesar de todas estas cosas fuimos capaces de exclamar que Dios es nuestra esperanza (“machăseh”, H4268): “Jehová es la esperanza de su pueblo” (Joel 3:16). Comprobamos lo que Dios ha prometido: la esperanza en Él no nos dejará en vergüenza (Rom 5:5). Es más, pudimos ver cómo Dios utilizó cada una de esas experiencias para que le pudiéramos conocer cada día más. La buena nueva que comunica el Evangelio, “Cristo en nosotros esperanza de gloria” (Col 1:27), fue validada una vez más. Nuestra esperanza en Cristo no solo tiene nombre, sino que no nos abandonará. Él ha prometido que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mat 28:20).
Esta verdad bíblica nos capacita para enfrentar el nuevo año. Aunque no sabemos que nos deparará el mismo, sí sabemos que podemos continuar creyendo con esperanza aun cuando no haya razones para esperar. Tal y como dice Pablo, la personalización de la esperanza y nuestra relación íntima con él es lo que da pie, establece el fundamento que permite que nos podamos gloriar en esta.
“1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” (Rom 5:1-2, RV 1960)
El amor que ha sido derramado en nuestros corazones es capaz de esperar en Dios (“todo lo espera”) sabiendo que Aquél que nos ha hecho esas promesas es fiel para cumplir todas y cada una de ellas. Estas son razones más que suficientes para exclamar que el nuevo año será uno glorioso, lleno de esperanza y del amor de nuestro Redentor. La fe en esas promesas nos convoca a mirar el futuro con alegría, con fe y esperanza. El amor de nuestro Señor nos invita a recibir el nuevo año con regocijo. La esperanza que no avergüenza nos dirige a recibirlo cantando lo que muchas generaciones han cantado de cara a los retos que trae consigo la vida:
“Tronos y coronas pueden perecer; de Jesús la Iglesia fiel habrá de ser;
Nada en contra suya prevalecerá, porque la promesa nunca faltará.
Firmes y adelante, huestes de la fe, Sin temor alguno, que Jesús nos ve.”
¡Feliz año 2025!
[1] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[2] Strong, J. (1995). En Enhanced Strong’s Lexicon. Woodside Bible Fellowship.
[3] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[4] Barth, Karl. The Epistle to the Romans (pp. 138-139). Kraus House. Kindle Edition.
Dirigidos por el Espíritu Santo: el lugar de los dones espirituales (XXIII)
“1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1 Cor 13:1-10, RV 1960)
La frase que describe el amor que “todo lo espera” nos ha colocado de frente al tema de la esperanza (“elpis”, G1680). Esta, como una virtud y como herramienta para la fe, forma parte de las discusiones y aseveraciones más importantes ligadas a esta última.
No debe haber duda de que este es un tema fundamental para el cierre de cualquier año y para que podamos ser capaces de enfrentar cualquier incertidumbre que pueda producir el año entrante.
El tema de la esperanza en Dios es tan importante que en el Antiguo Testamento se utilizan varios conceptos para describirla. Cada uno de estos es utilizado para hacer un énfasis particular en los elementos constitutivos de la esperanza. Por ejemplo, el “tiqvâh” (H8615) se utiliza para describir la seguridad que esta puede ofrecer. Este concepto se utiliza para describir la cuerda de grana (color rojo escarlata) que Rahab tiene que colocar en la ventana de su casa para garantizar la salvación y la seguridad de su familia cuando llegara la destrucción de la ciudad de Jericó (Jos 2:17-19). En otras palabras, que se trata de algo de lo que uno se puede agarrar y sostener. El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque sabe que hay promesas de las que nos podemos agarrar.
Es de esta definición de la esperanza que se agarra el escritor del Libro de Job cuando nos dice lo siguiente:
“13 Si tú dispusieres tu corazón, Y extendieres a él tus manos; 14 Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, Y no consintieres que more en tu casa la injusticia, 15 Entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, Y serás fuerte, y nada temerás; 16 Y olvidarás tu miseria, O te acordarás de ella como de aguas que pasaron. 17 La vida te será más clara que el mediodía; Aunque oscureciere, será como la mañana. 18 Tendrás confianza, porque hay esperanza; Mirarás alrededor, y dormirás seguro.
19 Te acostarás, y no habrá quien te espante; Y muchos suplicarán tu favor. 20 Pero los ojos de los malos se consumirán, Y no tendrán refugio; Y su esperanza será dar su último suspiro.” (Job 11:13-20)
Es muy interesante que algunos pasajes en el Antiguo Testamento indiquen que esa clase de esperanza se puede perder y hasta morir (“ʼâbad”, H6). Es el profeta Ezequiel el escritor (utilizando el mismo concepto) que nos permite ver esto cuando escribe lo siguiente en el libro de su profecía:
“11 Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos.” (Eze 37:11)
La buena noticia es que aun cuando esto sucediera, tenemos la promesa de que Dios es capaz de resucitar los muertos y la esperanza.
“12 Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. 13 Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. 14 Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.” (Eze 37:12-14)
El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque sabemos que Cristo es la resurrección y la vida (Jn 11:25). Cristo, no sólo garantiza la resurrección de nuestros cuerpos; Él garantiza la resurrección de nuestra esperanza. Además, la Biblia dice que al amor de Dios nunca se le pierde la esperanza (1 Cor 13:7, PDT)
Otro concepto utilizado en el Antiguo Testamento es “miqvêh”, (H4723), concepto que entre otras cosas significa confianza y capacidad para esperar. Es curioso el dato, de que al igual que el concepto anterior, este puede ser relacionado con algo físico, y/o que se puede tocar. En este caso, se trata de las caravanas, la reunión o la aglomeración de personas, el hilo de lino y hasta un estanque de agua. En otras palabras, que el énfasis de este concepto es que la esperanza puede llegar a través de la llegada de aquellos que nos aman, que amamos, que no temen caminar al lado nuestro, que peregrinan junto a nosotros.
“15 Pues ante ti somos como extranjeros que están de paso, igual que lo fueron todos nuestros antepasados, y nuestra vida sobre la tierra es como una sombra, sin ninguna esperanza.” (1 Cró 29:15, DHH)
La esperanza puede llegar como un hilo que nos va a permitir tejer la cobertura que necesitamos (1 Rey 10:28; 2 Cró 1:16) y hasta como un estanque de aguas abundantes (Gén 1:10; Lev 11:36). Este último representa una metáfora extraordinaria toda vez que estos pasajes bíblicos se escriben en una tierra desértica. Hablar acerca de la seguridad que ofrece que seremos capaces de encontrar estanques de aguas en ese contexto es muy esperanzador. Es interesante el dato de que la Biblia señale que en ocasiones podemos percibir que esta clase de esperanza (“miqvêh”,) nos ha abandonado. En otras palabras, se trata de momentos en los que creemos que Dios nos ha abandonado (Sal 22:2; Mat 27:46; Mcs 15:34). En ocasiones hasta podemos creer que se trata de algo que hemos hecho. Se trata de esos escenarios en los que arribamos a unas encrucijadas en la vida en las somos capaces hasta de perder la esperanza. Esta no se ha muerto, pero creemos que nos ha abandonado. Ese es el mensaje del profeta Jeremías cuando dice lo siguiente (utilizando el mismo concepto) en el libro de su profecía:
“7 Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado. 8 Oh esperanza de Israel, Guardador suyo en el tiempo de la aflicción, ¿por qué te has hecho como forastero en la tierra, y como caminante que se retira para pasar la noche? 9 Por qué eres como hombre atónito, y como valiente que no puede librar? Sin embargo, tú estás entre nosotros, oh Jehová, y sobre nosotros es invocado tu nombre; no nos desampares.” (Jer 14:7-9, RV 1960)
Estamos convencidos de que este pasaje bíblico amerita ser leído en más de una versión de las Sagradas Escrituras:
“SEÑOR, sabemos que nuestros pecados nos condenan, pero haz algo para ayudarnos por tu propio honor. Nos hemos alejado de ti muchas veces y hemos pecado contra ti. 8 Tú eres la esperanza de Israel, su salvador en tiempos de dificultad, ¿por qué ahora pareces un extraño en el país, un viajero que sólo viene a pasar la noche? 9 ¿Por qué pareces como tomado por sorpresa, como un guerrero incapaz de ayudar? SEÑOR, tú estás aquí con nosotros, se nos conoce como tu pueblo, así que no nos abandones.” (PDT)
“La gente dice: «Nuestra maldad nos alcanzó, Señor, pero ayúdanos por el honor de tu propia fama. Nos alejamos de ti y pecamos contra ti una y otra vez. 8 Oh Esperanza de Israel, nuestro Salvador en tiempos de aflicción, ¿por qué eres como un desconocido? ¿Por qué eres como un viajero que pasa por la tierra y se detiene solamente para pasar la noche? 9 ¿Estás confundido también? ¿Es nuestro guerrero valiente incapaz de salvarnos? Señor, tú estás aquí entre nosotros y somos conocidos como pueblo tuyo. ¡Por favor, no nos abandones ahora!».” (NTV)
Es muy importante destacar que Jeremías dice aquí que esto ocurre en tiempos de aflicción, de “tsârâh” (H6869). Esto es: tiempos en los que las angustias aparecen como adversarios, tiempos de adversidad, de aflicción, angustia, tribulación o problemas grandes. “…un estado de circunstancia muy desfavorable, con un enfoque en el dolor emocional y la angustia de la situación” (Traducción libre).[1] Es en esos momentos en los que en ocasiones la esperanza parece ser un concepto desconocido, un forastero entre nosotros; algo que no es nuestro, que no nos pertenece.
No obstante, es este mismo profeta el que aclara que no se trata de que ese “miqvêh” nos haya abandonado, sino que somos nosotros los que nos desconectamos de Él.
“12 Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario. 13 ¡Oh Jehová, esperanza de Israel! todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de mí serán escritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas. 14 Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza. 15 He aquí que ellos me dicen: ¿Dónde está la palabra de Jehová? ¡Que se cumpla ahora!” (Jer 17:12-15, RV 1960)
La precisión lingüística de este pasaje bíblico es inefable. Basta considerar que el concepto que se traduce aquí como “dejan” (“yâsûr”, H3249) proviene de una raíz (“sûr”, H5493) que entre otras cosas puede ser traducida como desconectar[2], apagar o poner a un lado.[3] En otras palabras, que no se trata de que la esperanza nos abandone o se comporte como un forastero, como un desconocido entre nosotros. Se trata de que somos nosotros los que permitimos que nuestros dolores y quebrantos nos desconecten de esta. En otras palabras: que se apague la esperanza. Los dolores y las angustias pueden conducirnos a desconectar, a apagar la esperanza y/o a ponerla a un lado.
La buena noticia es que podemos clamar al cielo pidiendo a Dios que nos sane, que nos salve y pedir esperando que se cumpla la palabra profética que el Señor ha hablado sobre nosotros. El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque ese amor vive convencido de que el Espíritu de Dios que nos ha sido dado, el que Dios ha derramado en nuestros corazones, no nos abandona. Además, esa esperanza vive convencida de que no existe cosa alguna que nos pueda separar del amor de Dios que es Cristo Jesús (Rom 8:38-39). Al mismo tiempo, Pablo dice que ese amor derramado en nuestros corazones es la clave para que la esperanza no nos deje en vergüenza (Rom 5:5).
Otro concepto bíblico que se utiliza en el Antiguo Testamento para describir la esperanza es “machăseh” (H4268). Este puede ser traducido como esperanza, confianza y como refugio; un lugar al que podemos ir para proteger la vida, encontrar seguridad y/o ser cuidados. El profeta Joel lo utiliza en el libro de su profecía cuando dice lo siguiente:
“16 Y Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel. 17 Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella.” (Joel 3:16-17)
Este profeta destaca que la esperanza posee nombre: Dios mismo es la esperanza. También destaca que además de ser esperanza, Dios es fortaleza (“mâʽôz”, H4581) de su pueblo: un fortín, un lugar de defensa, una roca sólida. Además, él señala que ese “machăseh”, ese refugio, esa esperanza será utilizada por el Señor para que lo podamos conocer a Él: “Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios.” El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque ese amor vive procurando conocer más de Dios.
Existen otros conceptos hebreos que pueden ser traducidos como esperanza. Entre ellos encontramos el concepto “bâṭach” (H982) que además significa confianza, audacia, seguridad y refugio (ej. Isa 31:1). Otro, “yâchal” (H3176) puede ser traducido como paciente, esperanza, confianza y/o esperar (ej. Sal 33:18; 42:5; Isa 51:5). El espacio dedicado a esta reflexión no nos permite desarrollar los análisis de estos. Por otro lado, hemos visto que el Nuevo Testamento nos dice que la esperanza tiene un nombre y que esta requiere ser internalizada.
“27 A ellos Dios les quiso dar a conocer la gloriosa riqueza que ese designio encierra para todas las naciones. Y ese designio secreto es Cristo, que está entre ustedes y que es la esperanza de la gloria que han de tener.” (Col 1:27, DHH)
Siendo esto así, entonces, la esperanza que describe el Nuevo Testamento no es algo que nosotros ensamblamos, sino que es “Alguien” que recibimos y con el que andamos. Este argumento es tan poderoso que la Biblia dice que los creyentes en Cristo somos capaces de mantener la esperanza y creer contra toda esperanza. Así lo afirma el Apóstol Pablo describiendo la vida de Abraham.
“17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. 18 Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.” (Rom 4:17-18)
Esto es, que Abraham fue capaz de mantener la esperanza aun cuando no había razón para mantenerla. Así lo recoge la versión bíblica Good News Translation:
“18 Abraham believed and hoped, even when there was no reason for hoping, and so became “the father of many nations.” Just as the scripture says, “Your descendants will be as many as the stars.”
(18 Abraham creyó y esperó, aun cuando no había razón para esperar, y así llegó a ser "el padre de muchas naciones". Tal como dice la Escritura: "Tu descendencia será tantas como las estrellas." - Traducción libre)
El comentario que escribió el Profesor Karl Barth cuando analizó este pasaje es sin duda una joya pastoral y teológica. Él señaló que Abraham estaba manifiestamente perdido, y sin embargo había hecho un descubrimiento. Abraham estaba manifiestamente desgarrado y sin embargo, estaba forjando un lazo de unión con Dios y con la promesa recibida; manifiestamente desequilibrado y sin embargo, erguido. Barth añadió que los lectores de esa historia bíblica somos capaces de escuchar el “Sí” de Abraham, mientras el mundo por encima y por debajo de él le gritaba: “No”. O sea, que la fe de Abraham, cimentada en la esperanza contra la esperanza, le permitía extenderse más allá de las capacidades humanas.
“Esta es la fe de Abraham: la fe que, en la esperanza contra la esperanza, se extiende más allá de la capacidad humana a través del abismo que separa a Dios del hombre, más allá de la visibilidad de lo visible y de la invisibilidad del mundo invisible, más allá de la posibilidad subjetiva y objetiva. Observamos a Abraham mientras avanza hacia el lugar donde solo está apoyado por la Palabra de Dios. No lo vemos realmente dar el paso supremo; pero lo vemos avanzar hacia ese lugar y moviéndose desde ese lugar. El paso supremo es invisible para nosotros.”[4] (Traducción libre)
El amor que Dios ha colocado en nuestros corazones todo lo espera porque ese amor vive anclado en la certeza de que puede esperar en Dios aun cuando no haya razones para hacerlo. Esta enseñanza bíblica se viste de una importancia singular de cara al ocaso del año en curso. No hay duda de que este año estuvo plagado de experiencias que fueron capaces de minar la esperanza de muchos. Las tensiones y la incertidumbre provocadas por los escenarios políticos, económicos y familiares afectaron a más de uno. En ocasiones parecía que se desvanecían las promesas de las que estábamos agarrados. Para muchos el “tiqvâh” (H8615) parecía morir o desaparecer (Eze 37:12-14). No obstante, vimos como pudimos hacer nuestras las palabras del Libro de Job:
“17 La vida te será más clara que el mediodía; Aunque oscureciere, será como la mañana. 18 Tendrás confianza, porque hay esperanza (“tiqvâh”); Mirarás alrededor, y dormirás seguro. 19 Te acostarás, y no habrá quien te espante; Y muchos suplicarán tu favor. 20 Pero los ojos de los malos se consumirán, Y no tendrán refugio; Y su esperanza será dar su último suspiro.” (Job 11:17-20)
O como reseñaba el salmista cuando dijo lo siguiente:
“5 Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza (“tiqvâh”). 6 El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. 7 En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. 8 Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah.” (Sal 62:5-8)
En ocasiones muchos fueron enfrentados con situaciones y tiempos en los que las angustias eran adversativos, la aflicción, la angustia “tsârâh” (H6869) y/o la tribulación convertía la esperanza (“miqvêh”, H4723), en un concepto desconocido. Algunos la vieron pasar delante de ellos como un forastero, algo que no era suyo, que no les pertenecía (Jer 14:8). Aún así, pudimos decir como exclamó Esdras:
“…más a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.” (Esd 10:2)
La buena noticia es que a pesar de todas estas cosas fuimos capaces de exclamar que Dios es nuestra esperanza (“machăseh”, H4268): “Jehová es la esperanza de su pueblo” (Joel 3:16). Comprobamos lo que Dios ha prometido: la esperanza en Él no nos dejará en vergüenza (Rom 5:5). Es más, pudimos ver cómo Dios utilizó cada una de esas experiencias para que le pudiéramos conocer cada día más. La buena nueva que comunica el Evangelio, “Cristo en nosotros esperanza de gloria” (Col 1:27), fue validada una vez más. Nuestra esperanza en Cristo no solo tiene nombre, sino que no nos abandonará. Él ha prometido que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mat 28:20).
Esta verdad bíblica nos capacita para enfrentar el nuevo año. Aunque no sabemos que nos deparará el mismo, sí sabemos que podemos continuar creyendo con esperanza aun cuando no haya razones para esperar. Tal y como dice Pablo, la personalización de la esperanza y nuestra relación íntima con él es lo que da pie, establece el fundamento que permite que nos podamos gloriar en esta.
“1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” (Rom 5:1-2, RV 1960)
El amor que ha sido derramado en nuestros corazones es capaz de esperar en Dios (“todo lo espera”) sabiendo que Aquél que nos ha hecho esas promesas es fiel para cumplir todas y cada una de ellas. Estas son razones más que suficientes para exclamar que el nuevo año será uno glorioso, lleno de esperanza y del amor de nuestro Redentor. La fe en esas promesas nos convoca a mirar el futuro con alegría, con fe y esperanza. El amor de nuestro Señor nos invita a recibir el nuevo año con regocijo. La esperanza que no avergüenza nos dirige a recibirlo cantando lo que muchas generaciones han cantado de cara a los retos que trae consigo la vida:
“Tronos y coronas pueden perecer; de Jesús la Iglesia fiel habrá de ser;
Nada en contra suya prevalecerá, porque la promesa nunca faltará.
Firmes y adelante, huestes de la fe, Sin temor alguno, que Jesús nos ve.”
¡Feliz año 2025!
[1] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[2] Strong, J. (1995). En Enhanced Strong’s Lexicon. Woodside Bible Fellowship.
[3] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[4] Barth, Karl. The Epistle to the Romans (pp. 138-139). Kraus House. Kindle Edition.
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Bendito sea el nombre del Señor Jesús esperanza nuestra.Que alegría tan gloriosa el saber y vivir que nos cobija esa esperanza viva e infinita.Con gran entusiasmo y expectativa recibiremos el nuevo año pues la gloria de Dios es nuestra esperanza!!!❤️??