887 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de febrero 2023

887 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de febrero 2023

Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Pt. 24)
 
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”   (Efe 3:14-21)

Las dimensiones del amor de Dios descritas en la segunda oración del Apóstol Pablo en la Carta a los Efesios (Efe 3:14-21), han ocupado el centro de nuestras reflexiones más recientes.

“18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento.” (Efe 3:18-19a).

Estas expresiones con las que el Apóstol le pide a Dios que seamos capaces de conocer algo que “es demasiado grande para comprenderlo todo” (versión NTV), han acaparado nuestra atención.  Expusimos en nuestra reflexión anterior la necesidad que tenemos de que el Espíritu fortalezca nuestro ser interior para recibir esta revelación. Además, miramos de manera superficial la necesidad de que Cristo habite en nuestros corazones para que estos puedan ser ensanchados, de modo que puedan ser capaces de recibir este conocimiento. Todo lo anterior forma parte de las peticiones que Pablo hace antes de pedir la revelación y la capacitación para conocer esa revelación del amor de Dios.  Repetimos que estas peticiones trascienden los axiomas del amor redentor. El amor redentor de Cristo, el que Él derramó sobre nosotros en la cruz del Calvario deshace la vieja criatura y la transforma en una nueva, a semejanza de nuestro Salvador. Es esa demostración del amor redentor la que nos justifica y nos convierte en herederos de la vida eterna:

“4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.”  (Tit 3:4-7)

Ese amor es revelado por el Espíritu Santo y lo único que necesita para hacerse patente es la fe de aquellos que decidimos creer en Aquél que pagó el precio por nuestra salvación.

“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efe 2:8-9)

Esta oración paulina que estamos analizando, la segunda oración que el Apóstol hace en esta
Carta, es dirigida a favor de un grupo de fieles que han conocido ese amor redentor. Los hermanos de la Iglesia en la ciudad de Éfeso conocían ese amor redentor, habían sido lavados de sus pecados con la sangre derramada en la cruz del Calvario. Esos hermanos eran nuevas criaturas en Cristo Jesús.  Ellos habían experimentado el postulado bíblico que dice que las “cosas viejas pasaron y he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor 5:17).  No obstante, Pablo se detiene a orar por ellos, y por la Iglesia en general, pidiendo que los salvados por la sangre de Cristo pudieran conocer mucho más acerca de ese amor.  Reiteramos que nadie puede contradecir que el amor redentor de Dios en Cristo es insustituible e insuperable. Ningún ser humano puede ir al Padre si no es a través del amor redentor manifestado en el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario (Jn 14:6). Es así que Dios muestra su amor por nosotros:

“8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”  (Rom 5:8)

Es obvio que Pablo estaba pidiendo algo más. Esa oración paulina se inserta en la oportunidad y en la necesidad de ver y experimentar “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre” (1 Cor 2:9). Este verso bíblico termina diciendo que estas cosas “…son las que Dios ha preparado para los que le aman.”  Esa es la tesis del Doctor Karl Braune: el ser interior que una vez fue el objeto de la salvación y de la operación del Espíritu, ahora es el sujeto de la actividad transformadora en la fe.  Repetimos que Braune añade que esto forma parte de la economía de la salvación, toda vez que el amor y la fe no están divorciados del conocimiento que el Señor nos quiere dar.[1]  Veamos esa petición una vez más:

“17 Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes. 18 Espero que puedan comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su amor. 19 Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios.” (Efe 3:17-19, NTV)

Es muy interesante que esta versión bíblica (Nueva Traducción Viviente) haga énfasis en que esta clase de revelación está ligada a nuestra capacidad para confiar en lo que Dios está haciendo con nosotros:

“17 Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él.”

Además, hay que puntualizar el énfasis que Pablo realiza en esto como que se trata de un proceso:

“Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes.”

Una vez más, Pablo no dice que hemos echado raíces sino que hay que echar raíces. El proceso de enraizarse en el amor de Dios en Cristo forma parte de la oración paulina.
El Apóstol Pablo añade a todo esto que él espera que el pueblo de Dios sea capaz de comprender la revelación del amor de Dios que él le está pidiendo al Padre Celestial:

“18 Espero que puedan comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su amor.”

Es importante destacar que otras versiones bíblicas subrayan que Pablo esperaba que todo el pueblo de Dios pudiera recibir esta revelación:

18 Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo…” (Efe 3:18, DHH)

Subrayamos que esta expresión no dice que el Apóstol está pidiendo por aquellos que no conocen al Señor. Pablo está pidiendo aquí por el pueblo lavado con la sangre de Cristo, por el linaje escogido que Pedro describe en sus cartas (1 Ped 2:9).  Esa frase, “…espero que puedan comprender” surge de la traducción del concepto griego “exischysēte” (G1840), cuya traducción literal es “que ustedes puedan ser capaces.”[2] O sea, que esta frase pone el peso de esa revelación en nuestra capacidad y en nuestro deseo de querer recibir esa revelación.
El Profesor Francis Foulkes analizó estas expresiones y sus conclusiones son las siguientes:

“La palabra traducida ‘puedan tener el poder’ (Gk. exischysēte) y además el verbo comprender (katalabesthai), que significa “aferrarse con sinceridad”, sugiere la dificultad de la tarea prevista, simplemente porque no es una mera hazaña intelectual, sino una cuestión de experiencia práctica, la convivencia en amor que es inevitablemente costosa.”[3] (Traducción libre del escritor de esta reflexión)

Foulkes añade en este comentario que Pablo estaba consciente del peligro que enfrentaban las Iglesias (especialmente en el mundo griego) de una fe dependiente del conocimiento intelectual (1 Cor 1:22; Col 2:18, 23; 1 Tim 1:4; 6:4). Este es sin duda el efecto debilitante más apremiante que el gnosticismo le producía a la Iglesia. Es por esto, añade Foulkes, que Pablo subraya que el conocimiento verdadero, el conocimiento de Dios, sólo puede ser adquirido mediante el conocimiento del amor de Dios.[4]  A todo esto hay que añadir que esta versión bíblica puntualiza que Pablo describe esto como su deseo:

“19 Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo.”

Decíamos en la reflexión anterior que las dimensiones del amor de Dios que Pablo describe aquí pueden haber sido extraídas de la literatura de sabiduría que encontramos en el Antiguo Testamento (Job 11:7-9, PDT). Pablo ya había definido a Cristo como la sabiduría de Dios y el mensaje de la cruz como la herramienta celestial para hacer inoperante, para destruir la sabiduría humana.

“18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. 19 Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24 más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios… 30 Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;” (1 Cor 1:18-24, 30, RV 1960)

En otras palabras, que la revelación que Pablo pide para la Iglesia no puede ser adquirida mediante la sabiduría humana. No se trata de la sabiduría humana porque esta revelación lo que requiere es estar insertados en el amor de Dios. O sea, que se puede poseer un cociente intelectual muy alto, y aun así ser incapaz de entender el amor de Dios. Al mismo tiempo, se puede de carecer de ese cociente intelectual extraordinariamente alto y aun así ser un gran conocedor de las muchas dimensiones del amor de Dios.  En nuestra reflexión anterior relacionamos esas dimensiones (“la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento”) con la cruz del Calvario[5] y con las medidas de la Jerusalén Celestial que Juan vio en la revelación que Dios le dio en la isla de Patmos (Apoc 21:16). Compartimos en esa reflexión que los Padres de la Iglesia patrocinaban esta interpretación: la anchura, la largura, la altura y la profundidad de la cruz son equivalentes al amor desatado y demostrado en la cruz en la que Cristo murió por nosotros.  Hemos visto que esta revelación del conocimiento del amor de Dios es necesaria para poder ser llenos de la plenitud de Dios. Esa es la postura paulina:

“19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Efe 3:19).

Al mismo tiempo hemos visto como lo señalan el Profesor Francis Foulkes y otros especialistas, que este conocimiento es esencial para poder vivir en sana convivencia como miembros de la familia de la fe.

Cerramos esta reflexión con una cita bíblica del Apóstol Pablo que nos abrirá las puertas para la próxima reflexión. Esta cita bíblica apunta a la necesidad de entender que el conocimiento de ese amor que excede a todas nuestras capacidades humanas se recibe por la intervención del Espíritu Santo:

“12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. 14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1 Cor 2:12-14)
 
[1] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B. (2008). A commentary on the Holy Scriptures (pp. 127–129).  Logos Bible Software.
[2] https://biblehub.com/text/ephesians/3-18.htm
[3] Foulkes, Francis, The Epistle of Paul to the Ephesians: An Introduction and Commentary, p.113 en The Tyndale New Testament Commentaries, Leon Morris, Editor General, Grand Rapids, Michigan, William B. Eerdmans, Reprinted 2002.
[4] Op. cit. P.112
[5]  Muddiman, J. (2001). The Epistle to the Ephesians (pp. 169–174). Continuum.

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