February 7th, 2023
(Segunda parte del análisis de Isaías 49:5 y el análisis de Isa 49:6)
El capítulo 49 del libro del profeta Isaías nos ha cautivado. El análisis de los primeros versos de este capítulo nos ha colocado de frente a una de las canciones proféticas acerca de Cristo (Isa 49:1-13). Al mismo tiempo, hemos visto que la Iglesia del Nuevo Testamento hizo suyas esas palabras como parte de sus funciones como cuerpo de Cristo (Hch 13:46-48).
El verso cinco (5) de la palabra profética de Isaías que estamos analizando nos colocó ante una de las tareas que el Señor nos ha encomendado: hacer que regresen a la casa del Señor aquellos que se han quedado rezagados. El llamado a que regresen a casa los hijos de Jacob y que regresen a congregarse los de Israel posee una vigencia indiscutible. El profeta Isaías dice en el verso cinco (5) que el Señor nos formó, nos dio forma, nos ha moldeado para esta tarea. Isaías afirma que aquellos que no han perdido la sensibilidad para escuchar la voz de Dios, aquellos que escuchan la voz del Dios que se revela (“Ahora pues, dice Jehová…”, v.5a), reciben este llamado como uno que es urgente.
Esta encomienda que describe el profeta describe la urgencia de Dios de que tienen a regresar casa muchos miembros de la comunidad de fe que se han quedado en sus hogares a causa de la pandemia. Este fenómeno que hemos clasificado como una pandemia dentro de la pandemia ha minado la espiritualidad y las fuerzas de muchas familias. Es un secreto a voces que la pandemia ha provocado ataques de híper sensibilidad en muchos seres humanos. Los ha hecho frágiles en sus psiquis y en sus emociones. Es como si les hubiesen desgajado la piel para obligarlos a vivir sus vidas en carne viva, con su sistema nervioso expuesto.
Edwin H. Friedman incluye en su libro “Friedman’s Fables”[1] un cuento que parece describirlos: “A nervous condition.” [2] Esta es la historia (ficticia) de un niño llamado John que desarrolló una condición extraña en la que sus ganglios (grupos de nervios) crecieron y se desarrollaron por encima de su piel. Esto presupone que John vivía constantemente con mucho dolor. Friedman señala que John no solo aprendió a vivir aislado, separado de abrazos, de toques y de conversaciones extensas, sino que la gente que lo amaba decidió mantenerse a la distancia para no lastimarlo. John no tenía que pedirle a la gente que se quitara del camino por el que él transitaba.
John estudió, se graduó y consiguió un buen trabajo. Cuando llegó el momento de establecer un hogar se encontró con la dificultad de que su esposa jamás sería capaz de satisfacer todas las necesidades que él tenía. Buscaron ayuda con los amigos, con la familia, el pastor de la Iglesia, con los profesionales de la salud. Las temporadas de silencio y los procesos de recriminaciones silentes comenzaron a hacer que ella también se enfermara. Está demás decir que John aprendió a vivir echándole la culpa a otros por la mayoría de los dolores que él experimentaba
Friedman describe que la esposa de John decidió observar a una gata manejando a una de sus crías que había nacido incapacitada. Friedman describe esa criatura como una que había aprendido a ser agresiva a causa de sus limitaciones. La madre de esa criatura había desarrollado una estrategia para no permitirle salirse con la suya. Fue allí que ella decidió tropezar con John en todos los lugares del hogar por los que él se movía. Esto le causaba a John mucho asombro y mucho dolor. Asombro, porque él estaba acostumbrado a que las personas se salieran del camino, de las rutas, de las puertas por las que él iba a pasar. Dolor, porque cada contacto con ella producía unos dolores exquisitos. Ella no dejó de chocar con John en la puerta de cada lugar del hogar al que él quería entrar. Esto llevó a la esposa de John a desarrollar un dolor de cabeza singular, a perder peso y a desarrollar problemas gastrointestinales. Aun así, ella decidió no dejar de interponerse en el camino de John.
Este proceso se repitió en tantas ocasiones que ambos colapsaron y cayeron al suelo exhaustos. Algo extraordinario ocurrió durante ese tiempo. El ganglio expuesto de John había desaparecido. De hecho, éste se había acomodado debajo de su piel.
Algo similar sucede con muchos de los que han decidido auto-retenerse en sus hogares. Experiencias que a muchos les han parecido pequeñas y hasta insignificantes les han lastimado. En otros casos, el aislamiento les produjo demasiado tiempo para chocar con áreas de sus vidas, errores cometidos en el pasado y/o los resultados de decisiones equivocadas. Otros han chocado con la noticia de que la vida que habían planificado ha desaparecido. Se trata de pensiones y planes de retiro que se han esfumado, de cambios en sus vidas profesionales y vocacionales en una época en la que se preparaban para correr la recta final en aquello en lo que habían trabajado gran parte de sus vidas. La lista de posibilidades puede ser inagotable. La realidad es que han aprendido a vivir con auto conmiseración y sus dolores son inenarrables.
En algunos casos se trata de miembros de nuestras familias consanguíneas que han decidido aislarse. ¡Aman al Señor! La Iglesia les ha cuidado durante todas sus vidas. Les ha acompañado a sepultar sus muertos, les ha acompañado en los hospitales y en crisis similares. No obstante, los resultados de la cosmovisión que han desarrollado en la pandemia han dejado expuestas unas sensibilidades, unas fuentes de dolor que emanan de su interior. Tal y como sucedía en el caso de John, ellos son así y si les duele es porque otros le han lastimado. Estos dolores son capaces de echar por la borda lo que la Iglesia y/o lo que sus seres queridos hayan podido haber hecho por ellos.
La buena noticia es que el Señor está reclutando en esa temporada hombres y mujeres que decidan vencer sus propias crisis para que Él les enseñe cómo conseguir que estos amados hermanos regresen casa. Se trata de hombres y mujeres que no se cansen en la encomienda porque esto también forma parte de la tarea que hemos recibido.
Es Dios el que los va a hacer regresar casa. Nosotros sólo somos instrumentos formados por el Señor para esta tarea. El Señor es el que le dará forma a cada uno de ellos, así como lo ha estado haciendo con nosotros. Ese proceso, “yâtsar” (H3335) impondrá la determinación de Dios, serán apretados y moldeados conforme a la resolución divina para que puedan cumplir el propósito celestial divino que Dios ha propuesto para cada uno de ellos. Sus ganglios expuestos serán removidos por la mano misericordiosa de nuestro Señor.
El profeta Isaías dice en el verso cinco (5) de la palabra profética que encontramos en el capítulo 49 que Dios nos dará las fuerzas necesarias para completar esta tarea tan noble.
O sea, que los llamados por el Señor vamos a enfrentar dificultades en el proceso, pero no nos vamos a rendir. Esta tarea nos puede producir fuertes dolores de cabeza, pero no vamos a retroceder. Esta es gente de Dios, son hijos e hijas del Señor que necesitan ayuda, necesitan aprender a enfrentar las fuentes de sus dolores y experimentar la transformación del Señor.
Al mismo tiempo, el profeta añade que este es un trabajo honorable. El profeta describe que esta tarea es un honor.
Ahora bien, esta palabra profética no se limita a lo antes descrito. Reconocemos que el peso de lo que hemos visto hasta aquí es uno excelso. Sin embargo, hay mucho más dentro del propósito de Dios descrito en el capítulo del libro de Isaías que estamos analizando. La primera parte del verso seis (6) de ese capítulo lo describe de la siguiente manera:
Estas expresiones revelan destellos gloriosos de la misericordia de Dios. Estos versos dicen que el Señor expande la misión, el ministerio, el alcance y la magnitud de nuestros servicios. Estas expresiones describen que la gracia de Dios nos ha comisionado para ir más allá de lo que creíamos o esperábamos. Nosotros, que apenas salimos de los escenarios de la frustración provocada por las pérdidas y el sentimiento de abandono (Isa 49:4), somos llamados a realizar una tarea más excelsa. Nosotros, que apenas salimos de los escenarios de la queja y el sentimiento de inutilidad, ahora recibimos una ampliación, una promoción en nuestros ministerios. Esto se llama gracia.
La ampliación ministerial es descrita de la siguiente manera:
Esta palabra explica que la transformación a la que estamos siendo sometidos posee una meta. Dios nos va a convertir en luz de las naciones, luz de los pueblos no alcanzados. En otras palabras, que esta palabra profética coloca la labor misionera y de evangelización en el centro de todos nuestros programas.
La realidad es que el planeta está sumido como nunca antes en medio de grandes tinieblas. Los niveles y los escenarios de oscurantismo que vivimos en todo el planeta son el resultado más nefasto provocado por la pandemia. Este oscurantismo ha acrecentado el hambre y la sed de relaciones, de fuentes para satisfacer la sed del alma y del espíritu. Este oscurantismo ha develado y acentuado crisis familiares que habían estado latentes en muchos hogares. Estas tinieblas han expuesto fragilidades y áreas vulnerables del alma y del espíritu de un sector significativo de nuestras sociedades.
Hay mucho más dentro de estos escenarios. Esas tinieblas se han convertido en caldo de cultivo para el desarrollo de nuevos movimientos que funcionan como religiones. Esas tinieblas han producido espacio para que estos movimientos sustituyan convicciones de fe, valores, principios fundamentales de la vida, de la familia, y hasta de la relación del ser humano con Dios. Esas tinieblas han aislado a los seres humanos haciéndoles creer que la vida carece de sentido si esta no gira alrededor de ellos.
La buena noticia es que Dios ha diseñado un plan para llevar la luz a cada uno de estos. La buena noticia es que el Señor ha decidido convertirnos en luz para alcanzarlos. Se trata de un ejército que el Señor coloca, destina, lanza, establece como un marco para llevar la luz del Evangelio a cada ser humano, a cada pueblo no alcanzado. Esa es la traducción del concepto “nâthan” (H5414) que Isaías utiliza aquí y que es traducido como “te haré” o “te di.” Esta es la orden celestial que describe que no nos comisionamos nosotros mismos. Es Dios el que comisiona y sus órdenes se resumen en esta frase: enmarcar en la luz del Evangelio a las naciones que no conocen al Señor, las familias que no conocen a Jesús como su Salvador, las personas sumidas en las tinieblas de este siglo.
La última parte del verso seis (6) de esta profecía describe el alcance de estas tareas:
No hay limitaciones; la tierra entera tiene que conocer del amor del Señor. Los confines de la tierra tienen que ser alumbrados con el mensaje del Evangelio.
Esta es la aplicación que Pablo y Bernabé le asignaron a este verso cuando fueron confrontados por los judíos en Antioquía de Pisidia. Los miembros de la comunidad judía de esa ciudad no podían tolerar que Pablo y Bernabé le predicaran a los gentiles en esa ciudad. Tal y como hemos dicho anteriormente, la respuesta de estos dos (2) discípulos está documentada en el libro de los Hechos:
Esta es la respuesta que Dios espera de nosotros. Nosotros como instrumentos para la salvación de las naciones que están hasta en los confines de la tierra.
La obediencia a esta orden produce unos resultados gloriosos. En primer lugar, porque nos coloca en el centro de la voluntad de Dios. En segundo lugar, porque acelera el regreso de Cristo a buscar a Su pueblo. Así lo dice la Palabra de Dios:
“6 Él dice: «No es suficiente hacer que tú seas mi siervo para restaurar el poder de las tribus de Jacob y traer de regreso a los sobrevivientes de Israel. También te haré luz de las naciones, para que hagas llegar mi salvación a los lugares más remotos de la tierra».” (Isaías 49:6, PDT)
“6 dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (RV 1960)
“6 dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (RV 1960)
El capítulo 49 del libro del profeta Isaías nos ha cautivado. El análisis de los primeros versos de este capítulo nos ha colocado de frente a una de las canciones proféticas acerca de Cristo (Isa 49:1-13). Al mismo tiempo, hemos visto que la Iglesia del Nuevo Testamento hizo suyas esas palabras como parte de sus funciones como cuerpo de Cristo (Hch 13:46-48).
El verso cinco (5) de la palabra profética de Isaías que estamos analizando nos colocó ante una de las tareas que el Señor nos ha encomendado: hacer que regresen a la casa del Señor aquellos que se han quedado rezagados. El llamado a que regresen a casa los hijos de Jacob y que regresen a congregarse los de Israel posee una vigencia indiscutible. El profeta Isaías dice en el verso cinco (5) que el Señor nos formó, nos dio forma, nos ha moldeado para esta tarea. Isaías afirma que aquellos que no han perdido la sensibilidad para escuchar la voz de Dios, aquellos que escuchan la voz del Dios que se revela (“Ahora pues, dice Jehová…”, v.5a), reciben este llamado como uno que es urgente.
Esta encomienda que describe el profeta describe la urgencia de Dios de que tienen a regresar casa muchos miembros de la comunidad de fe que se han quedado en sus hogares a causa de la pandemia. Este fenómeno que hemos clasificado como una pandemia dentro de la pandemia ha minado la espiritualidad y las fuerzas de muchas familias. Es un secreto a voces que la pandemia ha provocado ataques de híper sensibilidad en muchos seres humanos. Los ha hecho frágiles en sus psiquis y en sus emociones. Es como si les hubiesen desgajado la piel para obligarlos a vivir sus vidas en carne viva, con su sistema nervioso expuesto.
Edwin H. Friedman incluye en su libro “Friedman’s Fables”[1] un cuento que parece describirlos: “A nervous condition.” [2] Esta es la historia (ficticia) de un niño llamado John que desarrolló una condición extraña en la que sus ganglios (grupos de nervios) crecieron y se desarrollaron por encima de su piel. Esto presupone que John vivía constantemente con mucho dolor. Friedman señala que John no solo aprendió a vivir aislado, separado de abrazos, de toques y de conversaciones extensas, sino que la gente que lo amaba decidió mantenerse a la distancia para no lastimarlo. John no tenía que pedirle a la gente que se quitara del camino por el que él transitaba.
John estudió, se graduó y consiguió un buen trabajo. Cuando llegó el momento de establecer un hogar se encontró con la dificultad de que su esposa jamás sería capaz de satisfacer todas las necesidades que él tenía. Buscaron ayuda con los amigos, con la familia, el pastor de la Iglesia, con los profesionales de la salud. Las temporadas de silencio y los procesos de recriminaciones silentes comenzaron a hacer que ella también se enfermara. Está demás decir que John aprendió a vivir echándole la culpa a otros por la mayoría de los dolores que él experimentaba
Friedman describe que la esposa de John decidió observar a una gata manejando a una de sus crías que había nacido incapacitada. Friedman describe esa criatura como una que había aprendido a ser agresiva a causa de sus limitaciones. La madre de esa criatura había desarrollado una estrategia para no permitirle salirse con la suya. Fue allí que ella decidió tropezar con John en todos los lugares del hogar por los que él se movía. Esto le causaba a John mucho asombro y mucho dolor. Asombro, porque él estaba acostumbrado a que las personas se salieran del camino, de las rutas, de las puertas por las que él iba a pasar. Dolor, porque cada contacto con ella producía unos dolores exquisitos. Ella no dejó de chocar con John en la puerta de cada lugar del hogar al que él quería entrar. Esto llevó a la esposa de John a desarrollar un dolor de cabeza singular, a perder peso y a desarrollar problemas gastrointestinales. Aun así, ella decidió no dejar de interponerse en el camino de John.
Este proceso se repitió en tantas ocasiones que ambos colapsaron y cayeron al suelo exhaustos. Algo extraordinario ocurrió durante ese tiempo. El ganglio expuesto de John había desaparecido. De hecho, éste se había acomodado debajo de su piel.
Algo similar sucede con muchos de los que han decidido auto-retenerse en sus hogares. Experiencias que a muchos les han parecido pequeñas y hasta insignificantes les han lastimado. En otros casos, el aislamiento les produjo demasiado tiempo para chocar con áreas de sus vidas, errores cometidos en el pasado y/o los resultados de decisiones equivocadas. Otros han chocado con la noticia de que la vida que habían planificado ha desaparecido. Se trata de pensiones y planes de retiro que se han esfumado, de cambios en sus vidas profesionales y vocacionales en una época en la que se preparaban para correr la recta final en aquello en lo que habían trabajado gran parte de sus vidas. La lista de posibilidades puede ser inagotable. La realidad es que han aprendido a vivir con auto conmiseración y sus dolores son inenarrables.
En algunos casos se trata de miembros de nuestras familias consanguíneas que han decidido aislarse. ¡Aman al Señor! La Iglesia les ha cuidado durante todas sus vidas. Les ha acompañado a sepultar sus muertos, les ha acompañado en los hospitales y en crisis similares. No obstante, los resultados de la cosmovisión que han desarrollado en la pandemia han dejado expuestas unas sensibilidades, unas fuentes de dolor que emanan de su interior. Tal y como sucedía en el caso de John, ellos son así y si les duele es porque otros le han lastimado. Estos dolores son capaces de echar por la borda lo que la Iglesia y/o lo que sus seres queridos hayan podido haber hecho por ellos.
La buena noticia es que el Señor está reclutando en esa temporada hombres y mujeres que decidan vencer sus propias crisis para que Él les enseñe cómo conseguir que estos amados hermanos regresen casa. Se trata de hombres y mujeres que no se cansen en la encomienda porque esto también forma parte de la tarea que hemos recibido.
Es Dios el que los va a hacer regresar casa. Nosotros sólo somos instrumentos formados por el Señor para esta tarea. El Señor es el que le dará forma a cada uno de ellos, así como lo ha estado haciendo con nosotros. Ese proceso, “yâtsar” (H3335) impondrá la determinación de Dios, serán apretados y moldeados conforme a la resolución divina para que puedan cumplir el propósito celestial divino que Dios ha propuesto para cada uno de ellos. Sus ganglios expuestos serán removidos por la mano misericordiosa de nuestro Señor.
El profeta Isaías dice en el verso cinco (5) de la palabra profética que encontramos en el capítulo 49 que Dios nos dará las fuerzas necesarias para completar esta tarea tan noble.
“y mi Dios me ha dado fuerzas.” (Isaías 49:5e, NTV)
“y el Dios mío será mi fuerza;” (RV1960)
“y el Dios mío será mi fuerza;” (RV1960)
O sea, que los llamados por el Señor vamos a enfrentar dificultades en el proceso, pero no nos vamos a rendir. Esta tarea nos puede producir fuertes dolores de cabeza, pero no vamos a retroceder. Esta es gente de Dios, son hijos e hijas del Señor que necesitan ayuda, necesitan aprender a enfrentar las fuentes de sus dolores y experimentar la transformación del Señor.
Al mismo tiempo, el profeta añade que este es un trabajo honorable. El profeta describe que esta tarea es un honor.
“El Señor me ha honrado” (Isaías 49:5d, NTV)
“(porque estimado seré en los ojos de Jehová,” (RV1960)
“(porque estimado seré en los ojos de Jehová,” (RV1960)
Ahora bien, esta palabra profética no se limita a lo antes descrito. Reconocemos que el peso de lo que hemos visto hasta aquí es uno excelso. Sin embargo, hay mucho más dentro del propósito de Dios descrito en el capítulo del libro de Isaías que estamos analizando. La primera parte del verso seis (6) de ese capítulo lo describe de la siguiente manera:
“6 Él dice: «Harás algo más que devolverme al pueblo de Israel.” (Isaías 49: 6a, NTV)
“6 dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel;” (RV 1960).
“6 dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel;” (RV 1960).
Estas expresiones revelan destellos gloriosos de la misericordia de Dios. Estos versos dicen que el Señor expande la misión, el ministerio, el alcance y la magnitud de nuestros servicios. Estas expresiones describen que la gracia de Dios nos ha comisionado para ir más allá de lo que creíamos o esperábamos. Nosotros, que apenas salimos de los escenarios de la frustración provocada por las pérdidas y el sentimiento de abandono (Isa 49:4), somos llamados a realizar una tarea más excelsa. Nosotros, que apenas salimos de los escenarios de la queja y el sentimiento de inutilidad, ahora recibimos una ampliación, una promoción en nuestros ministerios. Esto se llama gracia.
La ampliación ministerial es descrita de la siguiente manera:
“Yo te haré luz para los gentiles,” (Isaías 49:6b, NTV)
“también te di por luz de las naciones,” (RV1960)
“también te di por luz de las naciones,” (RV1960)
Esta palabra explica que la transformación a la que estamos siendo sometidos posee una meta. Dios nos va a convertir en luz de las naciones, luz de los pueblos no alcanzados. En otras palabras, que esta palabra profética coloca la labor misionera y de evangelización en el centro de todos nuestros programas.
La realidad es que el planeta está sumido como nunca antes en medio de grandes tinieblas. Los niveles y los escenarios de oscurantismo que vivimos en todo el planeta son el resultado más nefasto provocado por la pandemia. Este oscurantismo ha acrecentado el hambre y la sed de relaciones, de fuentes para satisfacer la sed del alma y del espíritu. Este oscurantismo ha develado y acentuado crisis familiares que habían estado latentes en muchos hogares. Estas tinieblas han expuesto fragilidades y áreas vulnerables del alma y del espíritu de un sector significativo de nuestras sociedades.
Hay mucho más dentro de estos escenarios. Esas tinieblas se han convertido en caldo de cultivo para el desarrollo de nuevos movimientos que funcionan como religiones. Esas tinieblas han producido espacio para que estos movimientos sustituyan convicciones de fe, valores, principios fundamentales de la vida, de la familia, y hasta de la relación del ser humano con Dios. Esas tinieblas han aislado a los seres humanos haciéndoles creer que la vida carece de sentido si esta no gira alrededor de ellos.
La buena noticia es que Dios ha diseñado un plan para llevar la luz a cada uno de estos. La buena noticia es que el Señor ha decidido convertirnos en luz para alcanzarlos. Se trata de un ejército que el Señor coloca, destina, lanza, establece como un marco para llevar la luz del Evangelio a cada ser humano, a cada pueblo no alcanzado. Esa es la traducción del concepto “nâthan” (H5414) que Isaías utiliza aquí y que es traducido como “te haré” o “te di.” Esta es la orden celestial que describe que no nos comisionamos nosotros mismos. Es Dios el que comisiona y sus órdenes se resumen en esta frase: enmarcar en la luz del Evangelio a las naciones que no conocen al Señor, las familias que no conocen a Jesús como su Salvador, las personas sumidas en las tinieblas de este siglo.
La última parte del verso seis (6) de esta profecía describe el alcance de estas tareas:
“y llevarás mi salvación a los confines de la tierra».” (Isaías 49:6c, NTV)
“para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (RV 1960)
“para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (RV 1960)
No hay limitaciones; la tierra entera tiene que conocer del amor del Señor. Los confines de la tierra tienen que ser alumbrados con el mensaje del Evangelio.
Esta es la aplicación que Pablo y Bernabé le asignaron a este verso cuando fueron confrontados por los judíos en Antioquía de Pisidia. Los miembros de la comunidad judía de esa ciudad no podían tolerar que Pablo y Bernabé le predicaran a los gentiles en esa ciudad. Tal y como hemos dicho anteriormente, la respuesta de estos dos (2) discípulos está documentada en el libro de los Hechos:
“46 Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; más puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. 47 Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. 48 Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. 49 Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia.” (Hechos 13:46-49)
Esta es la respuesta que Dios espera de nosotros. Nosotros como instrumentos para la salvación de las naciones que están hasta en los confines de la tierra.
La obediencia a esta orden produce unos resultados gloriosos. En primer lugar, porque nos coloca en el centro de la voluntad de Dios. En segundo lugar, porque acelera el regreso de Cristo a buscar a Su pueblo. Así lo dice la Palabra de Dios:
“14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14, RV1960)
Referencias
[1] Friedman, Edwin H.. Friedman's Fables. Guilford Publications. Kindle Edition.
[2] Op. cit. Pp. 16-23
[1] Friedman, Edwin H.. Friedman's Fables. Guilford Publications. Kindle Edition.
[2] Op. cit. Pp. 16-23
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