Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte X)

(Análisis de Isaías 49:8)

“8 Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades;”
(Isa 49:8, RV 1960)

“8 El SEÑOR dice esto: «En el momento que yo te mostré mi bondad, respondí a tus oraciones. El día de salvación, te ayudé. Te protegí y te designé como mediador de un pacto con la humanidad, para reconstruir el país y devolver las tierras arrasadas.” (PDT)
           
Hemos iniciado el análisis del verso ocho (8) del capítulo 49 del Libro del Profeta Isaías. Ese verso da inicio a la descripción de las promesas que están documentadas en ese capítulo y que han sido preparadas para aquellos que creemos en el Señor. Estas aseveraciones proféticas son presentadas luego de la descripción de los planes y los propósitos que el Señor tiene con nosotros, así como de las crisis por las que hemos de atravesar.

La revelación del Señor puntualiza que las temporadas de crisis siempre son transitorias y que cada una de estas forma parte de los procesos de formación y de transformación por los que tenemos que atravesar.

Es muy importante destacar que estos procesos, los descritos en los primeros siete (7) versos, no solo son relevantes e importantes para nosotros: son relevantes e importantes para todos aquellos que nos rodean. El Apóstol Pablo hablaba acerca de esto en su Carta a los Romanos cuando nos decía lo siguiente:
 
“6 El que le da más importancia a un día que a otro, lo hace para agradar al Señor. El que come todos los alimentos lo hace para agradar al Señor, pues le da gracias. El que no come de todo, lo hace también para el Señor, y le da gracias. 7 Todos vivimos para el Señor y ninguno vive o muere para sí mismo. 8 Si vivimos, para el Señor vivimos y si morimos, para el Señor morimos. Así que vivos o muertos pertenecemos al Señor. 9 Cristo murió y resucitó por esta razón: para ser Señor de vivos y muertos.”  (Romanos 14:6-9, PDT)

“6 El que guarda cierto día, para honrar al Señor lo guarda. Y el que come de todo, para honrar al Señor lo come, y da gracias a Dios; y el que no come ciertas cosas, para honrar al Señor deja de comerlas, y también da gracias a Dios. 7 Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo. 8 Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. De manera que, tanto en la vida como en la muerte, del Señor somos. 9 Para eso murió Cristo y volvió a la vida: para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos.” (DHH)
             
El verso siete (7) de esa porción escritural es impactante: “7 Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo.” O sea, que nadie opera en un vacío, en un “vacuum.” Todo lo que hacemos, sentimos, decimos y/o guardamos en nuestros corazones no es sólo para nosotros. Todo esto tiene repercusiones en aquellos que nos rodean: ninguno de nosotros vive para sí mismo. De hecho, nuestra muerte tiene repercusiones, positivas o negativas en todos aquellos que, cercanos o lejanos, han interactuado con nosotros.

Este principio impacta las formas y maneras que manejamos esta palabra profética, o cualquier otra que el Señor nos haya dado. Las formas en las que nos enfrentamos a las crisis y las que utilizamos para manejar nuestras bendiciones, impactan a aquellos que están alrededor nuestro. No podemos olvidar esto: “7 Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo.”

El verso ocho (8) del capítulo de la profecía de Isaías que estamos analizando dice lo siguiente:

“8 Esto dice el Señor: «En el momento preciso, te responderé; en el día de salvación te ayudaré. Te protegeré y te daré a las naciones para que seas mi pacto con ellas. Por medio de ti restableceré la tierra de Israel y la devolveré a su propio pueblo.”  (Isaías 49:8 NTV)
 
La reflexión inicial del verso ocho (8) nos permitió ver en acción al Dios que habla. Nos detuvimos a examinar la autoridad que poseen las palabras que salen de la boca de Dios.
 
“8 Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades;”
(Isaías 49:8, RV 1960)
           
Repetimos que la expresión “Así dijo Jehová” describe a Dios haciendo algo que en hebreo se conoce como “ʼâmar” (H559). Ese concepto describe que aquél que habla está diciendo, ordenando, determinando, respondiendo, nombrando o designando algo y en este caso, con una autoridad profética insuperable.

Decíamos en esa reflexión que cuando Dios habla las cosas suceden. Él envía Su Palabra y los enfermos se sanan (Sal 107:20). Él dice la palabra y los milagros ocurren a la distancia (Mat 8:8; Lcs 7:7). El Dios que nos presenta Isaías es el Todopoderoso. La Biblia dice que Él sustenta todas las cosas con la palabra de Su poder (Heb 1:3). La Biblia añade que el universo fue constituido por Su palabra (Heb 11:3).

Estos principios doctrinales son tan importantes que cuando Dios decidió encarnarse, lo que encarnó fue Su palabra. El Verbo se hizo carne: el “logos” (G3056) de Dios se encarnó (Jn 1:1). La Palabra que hizo los cielos y que sustenta todas las cosas se hizo carne para que pudiéramos ver la gloria del Unigénito Hijo del Padre (Jn 1:14)

Las expresiones proféticas que Isaías documenta en el verso ocho (8) afirman lo siguiente:

“En tiempo aceptable te oí” (Isaías 49:8b)
           
Sabemos que ese tiempo aceptable, “râtsôn” (H7522), ese tiempo que es agradable, del favor y de la buena voluntad del Señor, ya comenzó. La Biblia lo afirma así en una de las Cartas que Pablo le escribe a la Iglesia que estaba localizada en la ciudad de Corinto (2 Cor 6:2). Ese verso afirma que nosotros vivimos hoy en el cumplimiento de ese tiempo.
           
El verso ocho (8) de la profecía de Isaías que estamos analizando dice que Dios oye, que Él escucha. Nuestro Dios presta atención, testifica a favor nuestro, responde, y canta. Estas expresiones son extraídas de la traducción del concepto hebreo que Isaías utiliza aquí (“ʽânâh”, H6030).[1]
           
El verso ocho (8) de esa profecía continúa diciendo lo siguiente:

“y en el día de salvación te ayudé;” (Isaías 49:8c)
           
La mejor manera de entender esta expresión es estudiando cómo fue que el apóstol Pablo decidió utilizarla en su Segunda Carta a los Corintios.

“2 Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” (2 Corintios 6:2, RV1960)

El Apóstol Pablo utiliza esa expresión dentro del contexto en el que le está señalando a la Iglesia que no reciban en vano la gracia del Señor (2 Cor 6:1-18). Pablo está haciendo aquí un llamado a la salvación, a la reconciliación y a la transformación enfatizando que hay una ventana de oportunidades abierta para esto. Esa ventana es la presencia salvadora de Cristo. Esa ventana es la presencia activa de la gracia de Dios. La Biblia enseña que esa ventana no estará abierta de manera indefinida. El mismo profeta Isaías lo señaló así:

“6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.” (Isaías 55:6)

El Señor Jesucristo validó estas palabras cuando dijo lo siguiente:

“35 Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. 36 Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.”   (Juan 12:35-36)
             
Es más, Cristo mismo señaló que se acerca un día en el que “el esposo será quitado” (Mat 9:15; Mcs 2:20; Lcs 5:35), diciendo esto acerca del día en el que la salvación ya no estará disponible.
Otra metáfora que Él utilizó es que se acerca un día en el que la puerta de la salvación se cerrará.

“10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. 13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.” (Mat 25:10-13)
 
La buena noticia es que nuestro Señor sigue llamando desde la puerta (Apoc 3:20) y que el día de la salvación no se ha acabado. Cristo aún no ha regresado a buscar a Su novia, que es la Iglesia. Él no ha regresado por Su pueblo. Esto significa que se nos ha concedido tiempo para que aprovechemos el tiempo, el día de salvación. Aquellos que escuchan la voz de Aquél que nos llama no deben endurecer sus corazones (Sal 95:8; Heb 3:15; 4:7).

Isaías añade que la agenda de ese día, la del día de salvación, es socorrernos. El concepto hebreo utilizado aquí es “ʽâzar” (H5826). Este concepto es traducido como rodear para proteger o socorrer. Este concepto presenta la idea de establecer un perímetro o una muralla[2] para la protección. [3] Ese concepto también puede ser traducido como ayudar o dar ayuda (Gén 49:25; 2 Rey 14:26; Sal 37:40; 79:9; 109:26; 118:13) y como respaldar (1 Rey 1:7).[4],[5] Otros recursos académicos lo traducen como defender.
 
Estas referencias bíblicas apuntan a que en la agenda de Dios hay algo que va más allá de la salvación. No podemos ignorar que la salvación de nuestras almas es el regalo más grande que se puede recibir en la vida. No obstante, esta profecía del Libro de Isaías afirma que el socorro de Dios, el “ʽâzar” del Señor viene de la mano de la salvación.
 
Es por esto que el salmista podía decir lo siguiente:
 
“26 Ayúdame, Jehová Dios mío; Sálvame conforme a tu misericordia. 27 Y entiendan que esta es tu mano; Que tú, Jehová, has hecho esto.” (Salmos109:26-27)
 
“10 Todas las naciones me rodearon, pero las vencí en el nombre del SEÑOR. 11 Me rodearon una y otra vez, pero me defendí en el nombre del SEÑOR. 12 Me rodearon como un enjambre de abejas, pero se extinguieron como fuego entre espinos. En el nombre del SEÑOR me defendí del ataque. 13 Violentamente me daban empujones para que cayera, pero el SEÑOR me ayudó. 14 El SEÑOR es mi fuerza y mi canto de victoria. Él es mi Salvador. 15 Se escuchan los cantos de victoria y alegría en los hogares de los justos. La mano del SEÑOR ejerce el poder.” (Salmos 118:10-15, PDT)
   
La ayuda del Señor en el día de salvación incluye el perdón de pecados; la liberación del enemigo más grande que nosotros podemos tener. El pecado es aquello que nos separa de Dios y la salvación que nos da el Señor, nos ayuda derrotando ese enemigo. La ayuda de Dios en el día de salvación incluye socorrernos de la ansiedad, de la depresión y del desaliento. La ayuda de Dios en el día de salvación incluye hacer un muro, un campamento alrededor nuestro (Sal 34:7) para protegernos de las asechanzas del enemigo. El socorro y la protección del Señor incluyen protegernos de nosotros mismos y de todo aquello que pueda poner en riesgo nuestra relación con el Eterno y la vida abundante que Él nos ha regalado.
 
Hay que repetir que el profeta Isaías declara lo siguiente en el capítulo 49 de su libro:
 
“y en el día de salvación te ayudé;” (Isaías 49:8c)
Referencias

[1] Strong, J. (2009). En A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 2, p. 90). Logos Bible Software.

[2] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.

[3] Strong, J. (2009). En A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 2, p. 87). Logos Bible Software.

[4] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 497–498). Editorial Mundo Hispano.

[5] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). En Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament  Scriptures (pp. 619–620). Logos Bible Software.

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