November 27th, 2022
876 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 27 de noviembre 2022
Dar gracias a Dios aumenta y empodera nuestra fe
“4 Estén siempre llenos de alegría en el Señor. Lo repito, ¡alégrense! 5 Que todo el mundo vea que son considerados en todo lo que hacen. Recuerden que el Señor vuelve pronto. 6 No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. 7 Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús. 8 Y ahora, amados hermanos, una cosa más para terminar. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza. 9 No dejen de poner en práctica todo lo que aprendieron y recibieron de mí, todo lo que oyeron de mis labios y vieron que hice. Entonces el Dios de paz estará con ustedes.” (Fil 4:4-9, NTV)
Hace algunos años leí un artículo acerca de la influencia de la acción de gracias en el desarrollo de nuestra fe.[1] Este artículo, muy sencillo, reseñaba la necesidad de que nuestras oraciones reflejaran nuestra gratitud al Señor por todo lo que Él ha hecho, lo que hace y lo que hará en nuestras vidas. Esas expresiones de gratitud, el agradecimiento que nace del alma del creyente en Cristo Jesús es definido allí como una forma de contentamiento que produce paz mental y tranquilidad. La razón que esgrimía el autor de este artículo es que la acción de gracias nos enfoca en el Señor en vez de en nuestros problemas.
Marcos Tullius Cicero decía que tener un corazón agradecido no es solo una gran virtud, sino que es el padre de todas las otras virtudes. Estas expresiones trascienden el campo de la filosofía y se insertan en el campo bíblico-teológico. De hecho, Pablo las convierte en parte de sus oraciones y sus exhortaciones.
“14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.”
(Col 3:14-15)
Un planteamiento que William Ward se hacía respecto a esta verdad giraba alrededor de los 86,400 segundos diarios que Dios nos da para vivir. ¿Cuántos de estos segundos son utilizados para dar gracias a Dios? ¿Cuántos de estos segundos estamos enfocados en el Señor en vez de en las luchas que sostenemos a diario? ¿Cuánto espacio le estamos concediendo al desarrollo de las virtudes eternas que vemos definidas en la Palabra de Dios? El pasaje que hemos leído de la Carta a los Colosenses dice que vestirse de amor, que es el ligamento, el principio unificador (“sundesmos”, G4886) perfecto, viene de la mano de la capacidad de experimentar que la paz de Dios se convierte en la forma de gobierno de nuestros corazones. O sea, que el amor en el que estamos arraigados y cimentados (Efe 3:17) viene de la mano con la dirección, el manejo, el sustento y el orden que la paz de Dios le da a nuestras vidas.
Es muy interesante el hecho de que la gratitud aparece en estos versos de la Carta a los Colosenses como una reacción a todo lo antes expuesto. Algunos teólogos sistemáticos han provisto algunas explicaciones para esta conclusión. En primer lugar, ellos nos han dicho que necesitamos entender la diferencia que existe entre la oración y la acción de gracias. La oración es definida en la Palabra de Dios como el resultado de la operación del Espíritu.[2] Los hermanos católicos parecen entender esto mucho mejor que algunos Evangélicos como nosotros. El catecismo de su Iglesia reconoce la oración como un misterio de la fe, un don de Dios, una alianza, y como comunión con Dios.[3] Dicho de otra manera, nosotros no iniciamos la oración. La oración que elevamos es provocada por la presencia y por la intervención del Espíritu.
¿Cuándo nos provoca el Espíritu a orar?
La respuesta es directa: ¡el Espíritu lo hace constantemente! O sea, que no orar es un rechazo tácito a la invitación que nos hace el Espíritu de Dios. En cambio, la expresión de gracias es innata; nace en nuestros corazones. En otras palabras, la acción de gracias que aparece al final del pasaje que hemos citado de la Carta a los Colosenses es una reacción innata ante la presencia del amor de Dios y de la paz del Eterno que gobierna nuestras mentes y produce nuestra unidad. De hecho, Pablo argumenta en varias ocasiones algo que todos sabemos: los resultados que produce la oración estimulan la acción de gracias.
“9 De hecho, esperábamos morir; pero, como resultado, dejamos de confiar en nosotros mismos y aprendimos a confiar solo en Dios, quien resucita a los muertos. 10 Efectivamente él nos rescató del peligro mortal y volverá a hacerlo de nuevo. Hemos depositado nuestra confianza en Dios, y él seguirá rescatándonos, 11 y ustedes nos están ayudando al orar por nosotros. Entonces mucha gente dará gracias porque Dios contestó bondadosamente tantas oraciones por nuestra seguridad.” (2 Cor 1:9-11, NTV)
Repetimos que Pablo gustaba de enseñar acerca de esta combinación; oración y acción de gracias.
“2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;” (Col 4:2, RV1960)
El pasaje del epígrafe de esta reflexión (Fil 4:4-9) también combina la oración con la acción de gracias. Este pasaje comienza destacando una de las muchas razones por las que debemos ser agradecidos. Vemos la mano de Dios operando a nuestro favor cuando miramos hacia nuestro pasado. Vemos la mano de Dios operando a nuestro favor en nuestro presente. Tenemos seguridad al saber que la mano de Dios ha garantizado nuestro futuro: ¡el Señor viene! Es por esto que podemos estar siempre llenos de alegría y ser agradecidos. Nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro están en las manos del Señor. Esto nos debe conducir a orar sin cesar, motivados por el Espíritu, y a dar gracias de manera espontánea.
¿Qué significa dar gracias? ¿Por qué cosas debemos dar gracias?
En la Biblia, particularmente en las cartas del Nuevo Testamento, encontramos esta expresión como un elemento fundamental de la estructura de casi todas las composiciones que encontramos allí. Además, las cartas del Nuevo Testamento nos permiten conocer que sus escritores dan gracias por los colaboradores en el ministerio (1 Cor 1:14), por los alimentos que se van a ingerir (1 Cor 10:30; Rom 14:6), por el gozo que producen los testimonios de otros y las acciones de gracias que provocan:
“15 Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.” (2 Cor 4:15)
“10 Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, 11 para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.” (2 Cor 9:10-11)
“9 Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios, 10 orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que falte a vuestra fe?” (1 Tes 3:9-10)
El pasaje de la Carta a los Filipenses que hemos citado dice que debemos dar gracias a Dios por todo lo que Él ha hecho: “Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho” (Fil 4:6b). Es desde esta perspectiva que podemos concluir que la acción de gracias es entonces también un estado mental, una actitud que se desarrolla debido a la transformación que ocurre en un ser humano que ha sido tocado por el Señor. Es también el resultado de una perspectiva correcta y esperanzadora de la vida que Dios nos permite vivir. Es el producto del contentamiento que esa relación produce. Después de todo, ¿quiénes somos nosotros para que el Todopoderoso nos colme con sus beneficios? El salmista lo puntualiza así en una de sus canciones:
“3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? 5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. 6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: 7 Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, 8 Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. 9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8:3-9, RV 1960)
Debemos matizar estos versos con unas expresiones paulinas que indican que nosotros no nos podemos llevar nada de este mundo cuando partimos de aquí.
“6 Es verdad que dedicarse a Dios es una manera de ganar mucho, pero en el sentido de vivir contento cada uno con lo que tiene. 7 Cuando llegamos al mundo, no traíamos nada y cuando morimos no nos podemos llevar nada.” (1 Tim 6:6-7, PDT)
Sabemos que nuestro mundo nos expone constantemente a situaciones globales, regionales y personales que fomentan la ansiedad, la depresión, la angustia y el desaliento. Estas reacciones nos pueden hacen propensos a enfocar las cosas que no tenemos. No obstante, el reclamo paulino es que aprendamos a utilizar la oración y la acción de gracias como instrumentos, como herramientas para desarticular los efectos de la ansiedad y del afán que estas reacciones traen consigo. Ese pasaje bíblico (Fil 4:6) dice que no debemos estar afanosos por nada. Debemos considerar varias versiones bíblicas para poder obtener un cuadro más amplio de lo que este pasaje bíblico nos enseña.
“6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (RV1960)
“6 No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho." (NTV)
“6 No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también.” (DHH)
La aflicción o el afán identificado aquí (“merimnaō”, G3309) tiene su raíz en la propensión a la fragmentación (“merizō”, G3307) de nuestros pensamientos. Esto es, tener el pensamiento fragmentado en muchas áreas de luchas, de combate y de procesos de decisión. La receta bíblica es combatir esta propensión, hasta cancelarla utilizado la oración en su máxima expresión junto con la acción de gracias.
Es importante destacar que la oración que se define aquí, la oración bíblica, es definida en estos versos como una que posee un componente que RV1960 traduce como oración, pero que en la realidad significa adoración: “proseuchē” (G4335). A esto se le añade el ruego, traducción de un concepto griego que significa súplica o petición: “deēsis” (G1162). Ya hemos visto que ambos elementos son el producto de la operación del Espíritu Santo. El tercer elemento, el que tiene que surgir de manera voluntaria desde nuestros corazones, es la acción de gracias: “eucharistia” (G2169). Estos tres (3) elementos conforman la oración bíblica.
El resultado prometido es que podremos ser capaces de experimentar la paz de Dios que supera todo lo que podemos entender (Fil 4:7). Esa paz que Pablo describe no es definida como la armonía con todas las cosas y las circunstancias. Esta paz es el resultado de la fe y la confianza en Cristo Jesús y en Su Palabra (Rom 5:1). El Apóstol Pablo nos hace saber que él aprendió a no permitir que las circunstancias determinaran de cuánta paz él podía disfrutar:
“11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil 4:11-13, RV1960)
Los pasajes bíblicos que hemos visto hasta aquí nos permiten concluir que la súplica que es seguida por la acción de gracias hace crecer la efectividad de nuestras oraciones. Esto es así porque ese proceso afirma, valida y empodera nuestra fe. Al mismo tiempo, la acción de gracias que está acompañada por la oración recibe razones más que extraordinarias para continuar orando, confiando y celebrando las intervenciones del Señor en nuestras vidas.
Tal y como lo ha expuesto el Profesor Zapata: “La acción de gracias manifiesta nuestra seguridad de que Dios escuchará y contestará la oración. Dar gracias por adelantado es un ejercicio de fe; sabemos que la respuesta vendrá, aunque no podamos verla o tener algún indicio de que viene en camino.”[4]
Hay dos (2) cosas que nos incomodan como creyentes en Cristo; el pecado y las aflicciones. La oración que se combina con la acción de gracias nos mantiene lejos de la primera, del pecado, y nos permite manejar exitosamente la segunda: las aflicciones. El pecado y las aflicciones tienen en común que ambos afectan la mente y el corazón. La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, esa paz que es el producto de la combinación de la oración con la acción de gracias, desata la protección divina tanto sobre la mente como sobre el corazón. Un dato muy particular que no podemos olvidar es que Pablo estaba preso cuando escribió la carta a los Filipenses. Un guardia romano custodiaba su estadía en esa cárcel. Sin embargo, Pablo nos dice que nadie puede custodiar nuestras mentes y nuestros corazones como lo hace la paz de Dios. Repetimos que esta paz es puesta en acción por la combinación de la oración bíblica y la acción de gracias.
Ahora bien, la acción de gracias puede ser adelantada como un ejercicio de fe, tal y como ha dicho el profesor René Zapata. Este ejercicio reposa sobre las bases de la seguridad y la confianza que tenemos en el Señor y en Sus promesas. Cristo nos ofreció un excelente ejemplo de esto frente a la tumba de Lázaro. El pasaje del Evangelio de Juan que recoge ese momento señala que Cristo dio gracias al Padre antes de ordenar que Lázaro se levantara de entre los muertos.
“38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.” (Jn 11:38-44, RV1960)
Hay que destacar que Cristo no necesitaba que le aumentaran la fe. Cristo es la certeza y la convicción de nuestra fe (Heb 11:1). Nuestro Señor decide hacer esto para modelarnos cómo deben ser nuestras actitudes de cara a aquellas experiencias que nos drenan y nos producen grandes dolores. Hay que enfrentarlas dando gracias sabiendo y reconociendo que el Padre Celestial siempre nos escucha. Es por esto que este pasaje bíblico es otra prueba irrefutable de que la acción de gracias aumenta y empodera nuestra fe.
El llamado que nos hace la Palabra es muy simple. Tenemos que regresar a la oración que describe la Biblia y asegurarnos de que esta esté matizada con la acción de gracias. Esta combinación abrirá de par en par las puertas de los cielos para que podamos ver la gloria de Dios. Esta combinación provocará que nuestros corazones y nuestras mentes sean guardados por la paz de Dios.
[1] Hay una versión electrónica de este en la siguiente dirección: https://www.bibletools.org/index.cfm/fuseaction/Topical.show/RTD/cgg/ID/15288/Thankfulness-Increases-Faith.htm
[2] Conzelmann, H., & Zimmerli, W. (1964–). χαίρω, χαρά, συγχαίρω, χάρις, χαρίζομαι, χαριτόω, ἀχάριστος, χάρισμα, εὐχαριστέω, εὐχαριστία, εὐχάριστος (chaíro, chará, sinchaíro, charis, charízomai, charistóo, acháristos, chárisma, euchaistéo, eucaristía, eucháristos). In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 9, pp. 407–415). Eerdmans.
[3] https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1_sp.html
[4] Zapata, R. (1994). Estudios Bı́blicos ELA: El gozo de vivir en Cristo (Filipenses) (pp. 136–140). Ediciones Las Américas, A. C.
Dar gracias a Dios aumenta y empodera nuestra fe
“4 Estén siempre llenos de alegría en el Señor. Lo repito, ¡alégrense! 5 Que todo el mundo vea que son considerados en todo lo que hacen. Recuerden que el Señor vuelve pronto. 6 No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. 7 Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús. 8 Y ahora, amados hermanos, una cosa más para terminar. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza. 9 No dejen de poner en práctica todo lo que aprendieron y recibieron de mí, todo lo que oyeron de mis labios y vieron que hice. Entonces el Dios de paz estará con ustedes.” (Fil 4:4-9, NTV)
Hace algunos años leí un artículo acerca de la influencia de la acción de gracias en el desarrollo de nuestra fe.[1] Este artículo, muy sencillo, reseñaba la necesidad de que nuestras oraciones reflejaran nuestra gratitud al Señor por todo lo que Él ha hecho, lo que hace y lo que hará en nuestras vidas. Esas expresiones de gratitud, el agradecimiento que nace del alma del creyente en Cristo Jesús es definido allí como una forma de contentamiento que produce paz mental y tranquilidad. La razón que esgrimía el autor de este artículo es que la acción de gracias nos enfoca en el Señor en vez de en nuestros problemas.
Marcos Tullius Cicero decía que tener un corazón agradecido no es solo una gran virtud, sino que es el padre de todas las otras virtudes. Estas expresiones trascienden el campo de la filosofía y se insertan en el campo bíblico-teológico. De hecho, Pablo las convierte en parte de sus oraciones y sus exhortaciones.
“14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.”
(Col 3:14-15)
Un planteamiento que William Ward se hacía respecto a esta verdad giraba alrededor de los 86,400 segundos diarios que Dios nos da para vivir. ¿Cuántos de estos segundos son utilizados para dar gracias a Dios? ¿Cuántos de estos segundos estamos enfocados en el Señor en vez de en las luchas que sostenemos a diario? ¿Cuánto espacio le estamos concediendo al desarrollo de las virtudes eternas que vemos definidas en la Palabra de Dios? El pasaje que hemos leído de la Carta a los Colosenses dice que vestirse de amor, que es el ligamento, el principio unificador (“sundesmos”, G4886) perfecto, viene de la mano de la capacidad de experimentar que la paz de Dios se convierte en la forma de gobierno de nuestros corazones. O sea, que el amor en el que estamos arraigados y cimentados (Efe 3:17) viene de la mano con la dirección, el manejo, el sustento y el orden que la paz de Dios le da a nuestras vidas.
Es muy interesante el hecho de que la gratitud aparece en estos versos de la Carta a los Colosenses como una reacción a todo lo antes expuesto. Algunos teólogos sistemáticos han provisto algunas explicaciones para esta conclusión. En primer lugar, ellos nos han dicho que necesitamos entender la diferencia que existe entre la oración y la acción de gracias. La oración es definida en la Palabra de Dios como el resultado de la operación del Espíritu.[2] Los hermanos católicos parecen entender esto mucho mejor que algunos Evangélicos como nosotros. El catecismo de su Iglesia reconoce la oración como un misterio de la fe, un don de Dios, una alianza, y como comunión con Dios.[3] Dicho de otra manera, nosotros no iniciamos la oración. La oración que elevamos es provocada por la presencia y por la intervención del Espíritu.
¿Cuándo nos provoca el Espíritu a orar?
La respuesta es directa: ¡el Espíritu lo hace constantemente! O sea, que no orar es un rechazo tácito a la invitación que nos hace el Espíritu de Dios. En cambio, la expresión de gracias es innata; nace en nuestros corazones. En otras palabras, la acción de gracias que aparece al final del pasaje que hemos citado de la Carta a los Colosenses es una reacción innata ante la presencia del amor de Dios y de la paz del Eterno que gobierna nuestras mentes y produce nuestra unidad. De hecho, Pablo argumenta en varias ocasiones algo que todos sabemos: los resultados que produce la oración estimulan la acción de gracias.
“9 De hecho, esperábamos morir; pero, como resultado, dejamos de confiar en nosotros mismos y aprendimos a confiar solo en Dios, quien resucita a los muertos. 10 Efectivamente él nos rescató del peligro mortal y volverá a hacerlo de nuevo. Hemos depositado nuestra confianza en Dios, y él seguirá rescatándonos, 11 y ustedes nos están ayudando al orar por nosotros. Entonces mucha gente dará gracias porque Dios contestó bondadosamente tantas oraciones por nuestra seguridad.” (2 Cor 1:9-11, NTV)
Repetimos que Pablo gustaba de enseñar acerca de esta combinación; oración y acción de gracias.
“2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;” (Col 4:2, RV1960)
El pasaje del epígrafe de esta reflexión (Fil 4:4-9) también combina la oración con la acción de gracias. Este pasaje comienza destacando una de las muchas razones por las que debemos ser agradecidos. Vemos la mano de Dios operando a nuestro favor cuando miramos hacia nuestro pasado. Vemos la mano de Dios operando a nuestro favor en nuestro presente. Tenemos seguridad al saber que la mano de Dios ha garantizado nuestro futuro: ¡el Señor viene! Es por esto que podemos estar siempre llenos de alegría y ser agradecidos. Nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro están en las manos del Señor. Esto nos debe conducir a orar sin cesar, motivados por el Espíritu, y a dar gracias de manera espontánea.
¿Qué significa dar gracias? ¿Por qué cosas debemos dar gracias?
En la Biblia, particularmente en las cartas del Nuevo Testamento, encontramos esta expresión como un elemento fundamental de la estructura de casi todas las composiciones que encontramos allí. Además, las cartas del Nuevo Testamento nos permiten conocer que sus escritores dan gracias por los colaboradores en el ministerio (1 Cor 1:14), por los alimentos que se van a ingerir (1 Cor 10:30; Rom 14:6), por el gozo que producen los testimonios de otros y las acciones de gracias que provocan:
“15 Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.” (2 Cor 4:15)
“10 Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, 11 para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.” (2 Cor 9:10-11)
“9 Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios, 10 orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que falte a vuestra fe?” (1 Tes 3:9-10)
El pasaje de la Carta a los Filipenses que hemos citado dice que debemos dar gracias a Dios por todo lo que Él ha hecho: “Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho” (Fil 4:6b). Es desde esta perspectiva que podemos concluir que la acción de gracias es entonces también un estado mental, una actitud que se desarrolla debido a la transformación que ocurre en un ser humano que ha sido tocado por el Señor. Es también el resultado de una perspectiva correcta y esperanzadora de la vida que Dios nos permite vivir. Es el producto del contentamiento que esa relación produce. Después de todo, ¿quiénes somos nosotros para que el Todopoderoso nos colme con sus beneficios? El salmista lo puntualiza así en una de sus canciones:
“3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? 5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. 6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: 7 Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, 8 Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. 9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8:3-9, RV 1960)
Debemos matizar estos versos con unas expresiones paulinas que indican que nosotros no nos podemos llevar nada de este mundo cuando partimos de aquí.
“6 Es verdad que dedicarse a Dios es una manera de ganar mucho, pero en el sentido de vivir contento cada uno con lo que tiene. 7 Cuando llegamos al mundo, no traíamos nada y cuando morimos no nos podemos llevar nada.” (1 Tim 6:6-7, PDT)
Sabemos que nuestro mundo nos expone constantemente a situaciones globales, regionales y personales que fomentan la ansiedad, la depresión, la angustia y el desaliento. Estas reacciones nos pueden hacen propensos a enfocar las cosas que no tenemos. No obstante, el reclamo paulino es que aprendamos a utilizar la oración y la acción de gracias como instrumentos, como herramientas para desarticular los efectos de la ansiedad y del afán que estas reacciones traen consigo. Ese pasaje bíblico (Fil 4:6) dice que no debemos estar afanosos por nada. Debemos considerar varias versiones bíblicas para poder obtener un cuadro más amplio de lo que este pasaje bíblico nos enseña.
“6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (RV1960)
“6 No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho." (NTV)
“6 No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también.” (DHH)
La aflicción o el afán identificado aquí (“merimnaō”, G3309) tiene su raíz en la propensión a la fragmentación (“merizō”, G3307) de nuestros pensamientos. Esto es, tener el pensamiento fragmentado en muchas áreas de luchas, de combate y de procesos de decisión. La receta bíblica es combatir esta propensión, hasta cancelarla utilizado la oración en su máxima expresión junto con la acción de gracias.
Es importante destacar que la oración que se define aquí, la oración bíblica, es definida en estos versos como una que posee un componente que RV1960 traduce como oración, pero que en la realidad significa adoración: “proseuchē” (G4335). A esto se le añade el ruego, traducción de un concepto griego que significa súplica o petición: “deēsis” (G1162). Ya hemos visto que ambos elementos son el producto de la operación del Espíritu Santo. El tercer elemento, el que tiene que surgir de manera voluntaria desde nuestros corazones, es la acción de gracias: “eucharistia” (G2169). Estos tres (3) elementos conforman la oración bíblica.
El resultado prometido es que podremos ser capaces de experimentar la paz de Dios que supera todo lo que podemos entender (Fil 4:7). Esa paz que Pablo describe no es definida como la armonía con todas las cosas y las circunstancias. Esta paz es el resultado de la fe y la confianza en Cristo Jesús y en Su Palabra (Rom 5:1). El Apóstol Pablo nos hace saber que él aprendió a no permitir que las circunstancias determinaran de cuánta paz él podía disfrutar:
“11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil 4:11-13, RV1960)
Los pasajes bíblicos que hemos visto hasta aquí nos permiten concluir que la súplica que es seguida por la acción de gracias hace crecer la efectividad de nuestras oraciones. Esto es así porque ese proceso afirma, valida y empodera nuestra fe. Al mismo tiempo, la acción de gracias que está acompañada por la oración recibe razones más que extraordinarias para continuar orando, confiando y celebrando las intervenciones del Señor en nuestras vidas.
Tal y como lo ha expuesto el Profesor Zapata: “La acción de gracias manifiesta nuestra seguridad de que Dios escuchará y contestará la oración. Dar gracias por adelantado es un ejercicio de fe; sabemos que la respuesta vendrá, aunque no podamos verla o tener algún indicio de que viene en camino.”[4]
Hay dos (2) cosas que nos incomodan como creyentes en Cristo; el pecado y las aflicciones. La oración que se combina con la acción de gracias nos mantiene lejos de la primera, del pecado, y nos permite manejar exitosamente la segunda: las aflicciones. El pecado y las aflicciones tienen en común que ambos afectan la mente y el corazón. La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, esa paz que es el producto de la combinación de la oración con la acción de gracias, desata la protección divina tanto sobre la mente como sobre el corazón. Un dato muy particular que no podemos olvidar es que Pablo estaba preso cuando escribió la carta a los Filipenses. Un guardia romano custodiaba su estadía en esa cárcel. Sin embargo, Pablo nos dice que nadie puede custodiar nuestras mentes y nuestros corazones como lo hace la paz de Dios. Repetimos que esta paz es puesta en acción por la combinación de la oración bíblica y la acción de gracias.
Ahora bien, la acción de gracias puede ser adelantada como un ejercicio de fe, tal y como ha dicho el profesor René Zapata. Este ejercicio reposa sobre las bases de la seguridad y la confianza que tenemos en el Señor y en Sus promesas. Cristo nos ofreció un excelente ejemplo de esto frente a la tumba de Lázaro. El pasaje del Evangelio de Juan que recoge ese momento señala que Cristo dio gracias al Padre antes de ordenar que Lázaro se levantara de entre los muertos.
“38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.” (Jn 11:38-44, RV1960)
Hay que destacar que Cristo no necesitaba que le aumentaran la fe. Cristo es la certeza y la convicción de nuestra fe (Heb 11:1). Nuestro Señor decide hacer esto para modelarnos cómo deben ser nuestras actitudes de cara a aquellas experiencias que nos drenan y nos producen grandes dolores. Hay que enfrentarlas dando gracias sabiendo y reconociendo que el Padre Celestial siempre nos escucha. Es por esto que este pasaje bíblico es otra prueba irrefutable de que la acción de gracias aumenta y empodera nuestra fe.
El llamado que nos hace la Palabra es muy simple. Tenemos que regresar a la oración que describe la Biblia y asegurarnos de que esta esté matizada con la acción de gracias. Esta combinación abrirá de par en par las puertas de los cielos para que podamos ver la gloria de Dios. Esta combinación provocará que nuestros corazones y nuestras mentes sean guardados por la paz de Dios.
[1] Hay una versión electrónica de este en la siguiente dirección: https://www.bibletools.org/index.cfm/fuseaction/Topical.show/RTD/cgg/ID/15288/Thankfulness-Increases-Faith.htm
[2] Conzelmann, H., & Zimmerli, W. (1964–). χαίρω, χαρά, συγχαίρω, χάρις, χαρίζομαι, χαριτόω, ἀχάριστος, χάρισμα, εὐχαριστέω, εὐχαριστία, εὐχάριστος (chaíro, chará, sinchaíro, charis, charízomai, charistóo, acháristos, chárisma, euchaistéo, eucaristía, eucháristos). In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 9, pp. 407–415). Eerdmans.
[3] https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p4s1_sp.html
[4] Zapata, R. (1994). Estudios Bı́blicos ELA: El gozo de vivir en Cristo (Filipenses) (pp. 136–140). Ediciones Las Américas, A. C.
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