Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: oraciones que nos hacen cantar “La vida ante los perfectos que provee Dios.” (Parte 21)

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6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23:6)

El profeta Jeremías nos ha presentado parte de sus definiciones de lo que es el bien del Señor. Las reflexiones anteriores nos han permitido comenzar a analizar el verso seis (6) del Salmo 23 a la luz de esas definiciones. Conocer que el bien y la misericordia que nos siguen todos los días de nuestras vidas posee el alcance y la profundidad que nos ofrece este profeta es otra demostración del favor y de la misericordia de Dios.

Las interpretaciones que ese profeta realiza acerca de este concepto no han concluido. Sin embargo, necesitamos conocer un poco más acerca del ministerio y del mensaje de Jeremías para poder desarrollar una perspectiva adecuada de lo que esto significa. Para empezar, hay que reconocer que el Señor le dijo a Jeremías cuál sería el alcance de la plataforma de su ministerio profético, así como cuáles serían las funciones específicas de este:

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10 Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar. (Jer 1:10)

El Señor también le dio a Jeremías el bosquejo básico de cómo tendría que desarrollar y conducir su oficio como profeta:

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7 Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. 8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. (Jer 1:7-8)

En otras palabras: ir a cualquier lugar que el Señor le enviara, decir todo lo que el Señor le ordenara y no tener temor de ninguna persona a la que el Señor le ordenara enfrentar. O sea, que el profeta no tenía espacio alguno para hablar acerca de él mismo, ni promover sus agendas, por hermosas, poderosas o correctas que estas pudieran ser.

Estas son instrucciones que no han pasado de moda. Lo sabemos porque Dios no se muda, no cambia. La Biblia dice que Él es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos (Heb 13:8). La Iglesia de la posmodernidad parece haber olvidado esto. Warren W.Wiersbe  ha señalado que uno de los problemas de la Iglesia posmoderna es que la adoración en ella se ha convertido en un entretenimiento y su predicación se ha tornado en oportunidades para ofrecer consejos a los asistentes.[1]

Lo que el Señor le dijo a Jeremías es la misma admonición que le comunicó a Timoteo a través del Apóstol Pablo:

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1 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.  (2 Tim 4:1-2)

La Biblia continúa diciendo que el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, nos quiere hacer hablar acerca de Cristo, de aquello que glorifica a Cristo y de todas las cosas que están por venir (Jn 16:13-14). Esta es una responsabilidad muy grande y la Iglesia no puede rehusarse a asumirla. El llamado profético que la Iglesia posee no ha caducado. Es el Señor el que ha definido las funciones específicas de la Iglesia, el alcance de sus ministerios, incluyendo el profético. Así mismo Él ha establecido el bosquejo básico de cómo tenemos que desarrollar y conducir los oficios de esos ministerios que nos han encargado:

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11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (Ef 4:11-13)

Esto impone una gran responsabilidad sobre los profetas, los predicadores de todas las épocas. Tenemos la obligación de presentarnos ante Dios como obreros aprobados, que no tenemos cosa alguna de qué avergonzarnos y que usamos bien la palabra de verdad. (2 Tim 2:15).

El profeta Jeremías nos hace saber en su libro que cumplir con esas encomiendas nos permitirá disfrutar del bien del Señor. Jeremías entendió muy bien la urgencia que esto poseía. Su visión del almendro es uno de los mejores ejemplos de estos. El concepto que se traduce en esos versos como almendro es el vocablo hebreo “shâqêd” (H8247). La raíz de donde este concepto hebreo proviene es “shâqad” (H8245) que significa estar alerta, sin sueño, sin poder dormir, apresurado[2]. O sea, que la visión del almendro era una forma de decirle al profeta que había urgencia en su ministerio. El pueblo y sus líderes tenían que estar preparados para lo que vendría sobre ellos.

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11 La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro. 12 Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra.   (Jer 1:11-12)

Esta urgencia presupone unos sacrificios que todos tenemos que estar dispuestos a realizar. En el caso de Jeremías, estos sacrificios estaban relacionados directamente al costo inherente de su ministerio como profeta. Veamos algunos ejemplos de lo que el Señor le pidió a este profeta:

  1. Ser atalaya para las congregaciones y para las naciones (Jer 6:16-18)

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16 Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. 17 Puse también sobre vosotros atalayas, que dijesen: Escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos. 18 Por tanto, oíd, naciones, y entended, oh congregación, lo que sucederá.

  1. Ser fortaleza y examinador del pueblo (Jer 6:27-30)

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27 Por fortaleza te he puesto en mi pueblo, por torre; conocerás, pues, y examinarás el camino de ellos. 28 Todos ellos son rebeldes, porfiados, andan chismeando; son bronce y hierro; todos ellos son corruptores. 29 Se quemó el fuelle, por el fuego se ha consumido el plomo; en vano fundió el fundidor, pues la escoria no se ha arrancado. 30 Plata desechada los llamarán, porque Jehová los desechó.

  1. Ser como un médico para las enfermedades espirituales del pueblo (Jer 8:11, 21-22)

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11 Y curaron la herida de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz….
21 Quebrantado estoy por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo; entenebrecido estoy, espanto me ha arrebatado. 22 ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo?

  1. Estar dispuesto a ser tratado como un cordero para el sacrificio (Jer 11:18-19)

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18 Y Jehová me lo hizo saber, y lo conocí; entonces me hiciste ver sus obras. 19 Y yo era como cordero inocente que llevan a degollar, pues no entendía que maquinaban designios contra mí, diciendo: Destruyamos el árbol con su fruto, y cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre.

  1. Estar dispuesto a manejar su cansancio tras correr largas distancias y hacerle frente a los más cercanos de ser esto necesario (Jer 12:5-6)

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Si quedas agotado cuando compites con los que corren a pie, ¿cómo vas a poder competir con los caballos? Si sólo te sientes seguro en una tierra tranquila, ¿qué harás cuando estés en la densa selva del Jordán? 6 Porque hasta tus hermanos y tu propia familia te han traicionado y sueltan un grito tras de ti. Aunque te hablen amablemente, no confíes en ellos. (PDT)

  1. Ser pastor del pueblo (Jer 13:17, 20–21)

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17 Mas si no oyereis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo........20 Alzad vuestros ojos, y ved a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que te fue dado, tu hermosa grey? 21 Qué dirás cuando él ponga como cabeza sobre ti a aquellos a quienes tú enseñaste a ser tus amigos? ¿No te darán dolores como de mujer que está de parto? (Jer 13:17, 20-21)

  1. Soportar el tiempo de espera y los efectos de las ansiedades del pueblo (Jer 17:14-15)

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Sáname tú, Señor, y seré sanado; sálvame tú, y seré salvado, pues sólo a ti te alabo. 15 La gente me dice: «¿Qué pasó con las palabras del Señor? ¡Que se cumplan ahora mismo!» 16 Y, sin embargo, yo no he insistido en que tú les envíes un desastre, ni he deseado calamidades para ellos. Tú bien sabes lo que he dicho, pues lo dije en tu presencia. 17 No te conviertas para mí en terror, pues eres mi refugio en momentos de angustia. (DHH)

Este profeta cumplió con todas estas responsabilidades sin tener que echar abajo las puertas o tener que hacer uso de sus fortalezas. Este profeta tampoco lo hizo a base de predicar sermones elocuentes, desarrollar ejercicios diplomáticos o mediante la implementación de modelos terapéuticos y/o psicológicos. Wiersbe señala que Jeremías decidió escuchar la voz de Dios, permitió que esa palabra llegara a su corazón y entonces la proclamó tal y como la había recibido.

Dios le revela a este profeta que el desarrollo de su ministerio y la obediencia a la palabra revelada, provocaría que el pueblo pudiera corregir su conducta para poder ver el bien del Señor. No olvidemos que la promesa del bien del Señor que nos sigue toda la vida está condicionada a nuestro deseo y nuestra determinación de obedecer a Dios.

La versión Dios Habla Hoy nos ofrece una interpretación de la definición del bien del Señor que Jeremías nos ofrece en el capítulo 33 de su libro.

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6 Pero los curaré, les daré la salud y haré que con honra disfruten de paz y seguridad. 7 Cambiaré la suerte de Judá y de Israel, y los reconstruiré para que vuelvan a ser como al principio. 8 Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí; les perdonaré todas las maldades que cometieron y con las que se rebelaron contra mí. 9 Jerusalén será para mí un motivo de alegría, honor y gloria ante todas las naciones de la tierra. Cuando ellas oigan hablar de todos los beneficios que voy a traer sobre los habitantes de Jerusalén, y de toda la prosperidad que le voy a dar, temblarán de miedo. 10 El Señor dice: «Ustedes dicen que este lugar está desierto y que no hay en él hombres ni animales; que las calles de Jerusalén y las ciudades de Judá están vacías; y que nadie, ni hombres ni animales, vive allí. Pues bien, aquí se volverán a oír 11 los cantos de fiesta y alegría, y los cantos de los novios, y se oirá decir: “Den gracias al Señor todopoderoso, porque el Señor es bueno, porque su amor es eterno.” Y traerán al templo ofrendas de gratitud. Sí, yo cambiaré la suerte de este país, para que vuelva a ser como al principio. Yo, el Señor, lo afirmo. (Jer 33:6-11, DHH)

Examinemos de manera superficial esas promesas. El bien del Señor que define Jeremías incluye los siguientes elementos:

  1. Curación y salud (v.6).
  2. Disfrutar de paz y seguridad con honor (v.6).
  3. Cambiar la suerte de nuestro país (v.7).
  4. La reconstrucción que nos permite volver a ser como éramos antes de la crisis (v.7).
  5. Purificación de todos los pecados (v.8).
  6. Perdón de todas las maldades y rebeliones (v.8).
  7. Beneficios y prosperidad de la mano de Dios (v.9).
  8. Ser motivo de alegría, de honor y de gloria para Dios ante todo el planeta (v.9).
  9. Cantos de fiesta de alegría y cantos de novios (v.11).

Sabemos que la primera bendición se define como salud holística, medicina y sutura. Esto es, (“ărûkâh”, H724), medicina (“marpêʼ”, H4832) y sanidad o sutura (“râphâʼ”, H7495). Esto puede ser traducido como que el Señor nos devuelve la paz y la tranquilidad (TLA).

La segunda bendición es que nos harán disfrutar de una vida segura y abundante. El “Shalom” de Dios acompañado de la verdad que trae estabilidad y certeza (“ʼemeth”, H571). Este es el cumplimiento de la palabra profética que aparece en el Salmo 85:

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9 Ciertamente cercana está su salvación a los que le temen, Para que habite la gloria en nuestra tierra. 10 La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron. 11 La verdad brotará de la tierra, Y la justicia mirará desde los cielos. 12 Jehová dará también el bien, Y nuestra tierra dará su fruto. 13 La justicia irá delante de él, Y sus pasos nos pondrá por camino. (Sal 85:9-13)

La tercera bendición predica que se acaban los cautiverios, los exilios, las emigraciones provocadas por las razones incorrectas. Esta bendición predica que se acaban las guerras internas, las crisis económicas, los malos manejos de los fondos del pueblo. Esta bendición predica que se acaba la incertidumbre. Ninguno de estos resultados es el producto del azar o de las probabilidades. Todo esto acontece a causa de la bendita intervención de la mano de misericordia y poderosa de nuestro Dios. El salmista lo afirma así en el Salmo 16:

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5 Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte. (Sal 16:5)

Esta es la interpretación de la suerte de los pueblos que ofrece la Palabra de Dios; que nuestro destino está sostenido y sustentado por el Señor.

La cuarta bendición, aquella que nos permite volver a ser como éramos antes de la crisis, posee una hermosa tradición de restauración. Todo esto está amarrado al uso del concepto traducido como “principio” (“riʼshôn”, H7223). Un buen ejemplo de eso lo encontramos en los capítulos 12 y 13 del libro de Génesis. El capítulo 12 de ese libro nos permite conocer que Abram, el padre de la fe, decidió desobedecer a Dios cuando le tocó enfrentar una temporada de hambruna en la tierra a la que Dios lo había enviado.

Esa narrativa bíblica nos enseña que no podemos utilizar las crisis y los problemas como razones de peso para abandonar el lugar en el que Dios nos ha colocado. Solo Él puede decirnos cuándo salir. ¿Por qué Dios no impidió que Abram tomara esa decisión? Hay que entender que Dios no decide por nosotros. Los seres humanos tenemos libre albedrío y esto incluye la toma de decisiones.

El capítulo 13 de Génesis nos permite conocer lo que Abram hizo cuando regresó al lugar en el que había sido plantado por el Señor:

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1 Subió, pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que tenía, y con él Lot. 2 Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro. 3 Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, 4 al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová. (Gn 13:1-4)

El concepto hebreo que se traduce aquí como “antes” es el mismo que traduce en Jeremías 33:7 como “principio.” O sea, que Abram regresó a adorar al lugar original, al lugar establecido por Dios. Es allí que comienza su bendición. Es allí que comienza el cumplimiento de la promesa.
Otro ejemplo de restauración que utiliza el concepto que traduce como “principio” (“riʼshôn”, H7223) en Jeremías 33:7 es el de la historia de José con el sueño que tiene el copero de faraón (Gn 40:1-14). Este capítulo nos narra la historia de dos (2) oficiales de la corte del faraón que son encarcelados. Uno de ellos, el copero del rey, tiene un sueño que le preocupa. El copero decide contarle su sueño a un joven llamado José y este se lo interpreta. A continuación el verso clave en el que se utiliza el concepto antes mencionado:

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13 Al cabo de tres días levantará Faraón tu cabeza, y te restituirá a tu puesto, y darás la copa a Faraón en su mano, como solías hacerlo cuando eras su copero.  (Gn 40:13)

La frase “como solías” es la traducción del concepto  (“riʼshôn”, H7223); la misma que aparece en Jeremías 33:7. O sea, que se trata de Dios restaurando al copero a su posición original en la corte. O sea, que Dios es capaz de utilizar las prisiones y los calabozos para revelarnos Su amor y Su gracia. Dios es capaz de cancelar esos calabozos para restaurarnos a nuestras posiciones originales, pero saturados de la experiencia que hemos tenido con Su gracia, y para que sirvamos como instrumentos de Su reino. No olvidemos que la Biblia dice que el copero fue usado por el Señor para que José llegara al palacio.

La cuarta bendición es la extensión de la promesa del bien hasta la agenda de reconstrucción del Señor. Dios ha prometido establecer esa agenda sobre Su pueblo.

Nuestra próxima reflexión será dedicada al análisis de las otras promesas que nos regala el capítulo 33 del libro de Jeremías. Mientras tanto, tenemos que reformularnos algunas preguntas: ¿cuál es el alcance de la promesa que nos hace el Salmo 23:6? ¿Qué significado posee la frase “el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida ” luego de entender este contexto?

Hemos recibido la Palabra revelada en las Sagradas Escrituras. Los creyentes tenemos la responsabilidad de darla a conocer a los pueblos.
Referencias

[1] Wiersbe, W. W. (1996). Be Decisive (pp. 12–20). Wheaton, IL: Victor Books.
[2] Este juego de palabras se conoce como metonimia; designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por   la causa o viceversa.

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