Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva- 9na Parte

Hemos iniciado el análisis del último salmo que se escribe en la cueva de Adulam; el salmo 34. Los primeros salmos que se escriben allí, el 142 y el 57, nos dieron la oportunidad de ver a David, futuro rey de Israel, enfrentarse a una temporada de aislamiento, de cuarentena, de distanciamiento social. El primero, como ya sabemos, es el salmo de la catarsis, de la queja, del coraje y del desaliento. El segundo, el 57 es el salmo de las transiciones, de la transformación de su actitud para aceptar las crisis que experimentaba. Es también el salmo para proclamar que la disposición de su corazón había cambiado y que estaba dispuesto a recibir las instrucciones de parte de Dios.

Ese salmo es también el inicio de la transformación del ambiente de esa cueva porque David decide ponerse de pie en ella y comienza a alabar al Señor aun antes de que se acabe su cuarentena. Es aquí que se presenta el salmo 34.

Este salmo comienza con unas aseveraciones que explican los cambios y las transformaciones que acabamos de resumir. El salmista dice allí que él está convencido de que puede adorar a Dios en todo tiempo porque estando en esa cueva él ha experimentado la intervención de la mano de Dios de la siguiente manera:[1]

  1. Dios contesta las oraciones de sus hijos. Esto lo dice el salmista en los versos 4 y 15.
      4  Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores
    15 Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos.

  1. Dios protege a sus hijos del peligro. Esto lo encontramos en el verso 7.
      7  El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende.

 3. Dios hace provisión para las necesidades de sus hijos. Esto lo dice en los versos 9 y 10.
      9 Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le temen. 10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.

  1. Dios libra de angustias y problemas a sus hijos. El verso 17 de ese salmo lo afirma así.
       17 Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.

Todos nosotros hemos tenido la oportunidad de experimentar esto en nuestras cuevas, durante esta temporada de distanciamiento social. Somos muchos los que hemos visto a Dios contestando oraciones. Somos muchos los que hemos visto a Dios protegiéndonos de muchas clases de peligros durante esta temporada. Somos muchos los que hemos experimentado la provisión del Señor de muchas maneras en este tiempo. Además, somos muchos los que hemos experimentado las intervenciones divinas para librarnos de angustias, de pesares, de temores y de problemas.

Es muy alentador conocer que David puede realizar todas estas declaraciones cuando todavía está en la cueva. Esto nos revela la efectividad del aprendizaje en ese lugar de la cuarentena. Esto también revela lo que había en el corazón de este hombre en las etapas finales de esa temporada de aislamiento social. Además, este hombre nos permite conocer que la cueva de Adulam sirvió para transformar sus conceptos de la adoración.

Esta parte del análisis nos permitirá comprender que David adora a Dios por algo que va más allá de todo lo antes dicho. O sea, que podemos adorar a Dios por todo lo que Él hace, pero esto no puede ser la razón principal que nos provoque adorarle. Veamos algunos detalles que nos pueden ayudar a validar esta última aseveración. Estos detalles están basados en los primeros versos del Salmo 34:

"
“1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. 2 En Jehová se gloriará mi alma; Lo oirán los mansos, y se alegrarán. 3 Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre.” (Sal 34:1-3, RV 1960)

En el libro El Despertar de la Adoración[2] tuve la oportunidad de escribir algunos análisis del salmo 34.  A continuación algunas expresiones acerca del primer verso del mismo que forman parte de ese libro:

“Es impresionante saber que la adoración comienza a los pies del Señor. De hecho, uno de los términos griegos para adoración, "proskuneo", significa literalmente tirarse a los pies del amo como un perrito faldero. O sea, una actitud que describe a alguien que ha sabido ser despojado de orgullo y de exigencias personales. Más adelante regresaremos a considerar el ambiente y los contextos neotestamentarios.

En el hebreo bíblico las expresiones son mucho más reveladoras de la intención divina. Es cierto que el término central en hebreo es "histahawah" y que el vocablo bíblico más usado en el Antiguo Testamento lo es "sha-cah". Pero existen no menos de 10 términos centrales que describen y definen la adoración bíblica en el Antiguo Testamento. Uno de ellos lo es "berek".
Esta palabra y sus variantes significan bendecir, adorar y rodillas. Esta es la palabra o el concepto que usa el salmista en el salmo 34;

"
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo. Su alabanza estará de continuo en mi boca.”

Una interpretación literal que puede inferirse sería esta;

"Bendeciré, adoraré, me postraré de rodillas a Jehová en todo tiempo. Mi boca será un manantial constante de alabanzas para Él."

Entendemos entonces que nadie puede conocer las dimensiones de la adoración si no conoce antes la dimensión de las rodillas. Es postrarse delante de Dios y hacerlo en todo tiempo; sin condiciones. Resultará a veces doloroso entenderlo, más es cierto, nadie estará en las manos del Alfarero sin haber estado antes a sus pies. Ya lo ha dicho el escritor de 1 de Pedro 5:6-7;

"Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros."
 
Hay varias conclusiones que se deprenden del análisis anterior. Una de ellas es que David aprendió en la cueva que él puede estar de pie frente al dolor, de pie frente al temor, de pie frente a la incertidumbre, pero que está postrado ante Dios. La transformación que este hombre ha experimentado en la cueva le lleva a afirmar que él aprendió a estar de pie ante cualquier problema que pueda traer la vida, y que solo se postrará ante la presencia del Señor. Es esta transformación, la nuestra, la de nuestro ser interior, es la que transforma el ambiente de nuestras cuevas.

Otra conclusión de lo que hemos visto hasta ahora en ese salmo es que David sabe que su adoración no puede ser circunstancial. Esto es, no puede estar definida por las circunstancias que le rodean. Dentro de la cueva o fuera de ella, Dios es digno de recibir adoración. Hay que adorar a Dios en todo tiempo y hay que adorarle por lo que Él es y no por lo que Él hace.

Otra conclusión es que David nos dice que esta adoración tiene que trascender de ser una actividad para convertirse en un estilo de vida. Lo sabemos porque el salmista nos dice aquí que su alabanza, los himnos, las expresiones de reconocimiento que él usa, son constantes, de continuo, que no se detienen ante nada ni ante nadie. Esto va mucho más allá de una acción.
Esto requiere convertirse en un estilo de vida.

Otra de las conclusiones es que David reconoce que la adoración es genuina cuando el alma ha  recibido la revelación de Dios. Los lectores deben haberse percatado que el salmista dice que él puede adorar en todo tiempo al Señor. El concepto que se traduce aquí como Señor el concepto hebreo “yehôvâh” (H3068). Ese el nombre de Dios que se revela. Ese el nombre de Dios que expresa su existencia eterna. Ese es el nombre de Dios que los Judíos no pueden pronunciar. Ese el nombre impronunciable. Ese nombre es conocido como el tetragramatón o el nombre de las cuatro letras.

Ese el nombre que recibe Cristo el Señor por su victoria sobre el pecado y sobre la muerte, el nombre que es sobre todo nombre:

"
“9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,” (Fil 2:9, RV 1960)

David dice en ese primer verso que él aprendió en la cueva de Adulam a adorar a Aquél que tiene ese nombre. Este hombre necesitó una temporada de cuarentena, de aislamiento, para aprender a adorar sin condiciones. Este hombre necesitó una cueva para aprender a adorar sin barreras circunstanciales. Este hombre necesitó una temporada para vaciarse de los gigantes que llevaba por dentro para aprender que tenemos que adorar al Señor en todo tiempo.
Entendamos esto bien: la temporada en la cueva no había concluido, pero este hombre ya había sido transformado.

Nosotros sabemos quién es el Señor; Jesucristo es el Señor:

"
“10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”  (Fil 2:10-11)

Nuestras cuevas tienen que haberse convertido en los escenarios para la transformación de nuestras actitudes ante los problemas que trae la vida. Hemos sido instruidos a estar de pie ante ellos. Al mismo tiempo, son muchos los que han aprendido a estar de rodillas ante el Señor como nunca antes. Hemos sido instruidos a estar de rodillas ante Dios.

Nuestras cuevas tienen que haberse convertido en los escenarios para la transformación de nuestra adoración. Hemos aprendido que esta no puede ser circunstancial. Dios es digno de recibir adoración. Hay que adorar a Dios en todo tiempo. Hay que adorarle por quien Él es.

Nuestras cuevas tienen que haberse convertido en los escenarios para la transformación de esa adoración como una simple actividad. Son muchos los que han aprendido a alabar y a adorar a Dios más allá de las palabras. La adoración se ha convertido para muchos de nosotros en un estilo de vida.

Nuestras cuevas tienen que haberse convertido en los escenarios para recibir la revelación del Dios vivo, de Jesucristo nuestro Señor y nuestro Salvador.

Por último, este verso dice que David experimentó la transformación de su vocabulario. Esta conclusión se desprende de la siguiente frase:

"
“Su alabanza estará de continuo en mi boca…” (Sal 34:1b)

Si el salmista dice que la alabanza está de continuo en su boca, entonces no hay espacio en esta para otra clase de vocabulario. ¿Cuál es la importancia que tiene esta expresión? La importancia de esta expresión reside en lo que dice el Evangelio. Veamos algunos versos bíblicos que nos arrojarán luz sobre la misma:

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“45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.”   (Lcs 6:45)
“21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.”  (Mcs 7: 21-23)

Estos textos bíblicos son muy claros. Nuestras conversaciones revelan lo que tenemos por dentro, lo que llevamos en el corazón. Cuando nuestros corazones no han sido transformados lo que llevamos en ellos pueden ser “los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, el robo, el asesinato, el adulterio, la avaricia, la perversidad, el engaño, los deseos sensuales, la envidia, la calumnia, el orgullo y la necedad. Todas esas vilezas provienen de adentro; esas son las que los contaminan.” (Mcs 7: 21-23, Nueva Traducción Viviente)

Estos textos bíblicos también dicen que eso que tenemos en el corazón es nuestro tesoro y que es por esto que ellos dominan nuestras conversaciones. Veamos cómo lo dice otra versión bíblica:

"
“45 La gente buena siempre hace el bien, porque el bien habita en su corazón. La gente mala siempre hace el mal, porque en su corazón está el mal. Las palabras que salen de tu boca muestran lo que hay en tu corazón.”         (Lcs 6:45, Traducción en Lenguaje Actual)

David está entonces diciendo que su corazón fue transformado y que es por esto que la alabanza está de continuo en su boca. Todo esto sucedió mientras él se encontraba en la cueva.

¿Ha sufrido algunos cambios tu vocabulario en esta temporada?
Referencias

[1] Wiersbe, Warren W.. Be Worshipful (Psalms 1-89): Glorifying God for Who He Is (The BE Series Commentary) (p. 127). David C. Cook. Kindle Edition.
[2] Mizraim Esquilín, El Despertar de la Adoración, Editorial Caribe, Miami, FL, 1995, pp. 17-18.

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