July 20th, 2020
Las narrativas del cronista bíblico acerca del traslado del Arca del Pacto a Jerusalén dedican mucho tiempo al tema de la preparación de la ceremonia de este traslado y de la fiesta (1 Cró 15:1-29). Es obvio que el cronista que escribió esto poseía un lente sacerdotal. Este escritor sacerdotal presenta muchos detalles adicionales acerca de esos traslados; detalles que el escritor del capítulo seis (6) de Segunda de Samuel no tiene.
Sus descripciones incluyen tantos elementos que este escritor es el que nos deja saber que el Tabernáculo que antes estaba en Silo (Jos 18:1; 1 Sam 1:3; 4:3; 14:3), había sido relocalizado en algún momento a un lugar llamado Gabaón (1 Cró 16:39). Salomón iba con frecuencia a ese lugar (1 Rey 3:3-5). Allí habían dejado todos los utensilios que estaban en el Tabernáculo cuando trasladaron el Arca del Pacto a Jerusalén.
Dentro de las descripciones que provee este cronista encontramos los nombres de los jefes de las familias sacerdotales que David consultó para este proceso; los de Aarón y los Levitas. O sea, las personas de las que David se rodeó para aprovechar bien la segunda oportunidad que Dios le había brindado. Este cronista nos describe las instrucciones para la preparación previa para esa fiesta. Además, este nos describe el orden del culto, incluyendo el orden de la marcha, descripciones precisas de los instrumentos, de los músicos, de los cantores y de sus funciones. Es más, este cronista nos dice, en algunas ocasiones, por qué era que estos sacerdotes ocupaban esos puestos. Todo esto se organizó antes de ir a buscar el Arca del Pacto a la casa de Obed-edom (1 Cró 15:25).
A continuación los nombres de los líderes que David citó para esta tarea, acompañados por su significado en español:
Los sacerdotes que él citó (1 Cró 15:11)
Los porteros del Arca (1 Cró 15:23, 24)
Los líderes de cantores frente al arca (1 Cró 15:19, 22)
Las traducciones de estos nombres son muy significativas porque subrayan que David decidió rodearse de personas muy especiales. No se trata aquí de las posiciones que ocupaban, cosa que puede ser muy valiosa. Se trata aquí de lo que representan sus nombres. El cronista está señalando que David se rodeó de personas justas, con abundancia en la experiencia del servicio al Señor. David se rodeó de personas de oración, con testimonios de lo que se obtiene cuando uno es fiel. David se rodeó de personas como Obed Edom, personas que habían tenido experiencias hospedando la presencia de Dios en sus hogares.
Sabemos que no existen personas perfectas. Sin embargo, es muy importante reconocer que existen personas maduras en su relación con Dios.
¿Quiénes componen nuestro círculo de amistades? ¿Cuán intensa es la relación con Dios de esas personas que nos rodean? ¿Tienen buen testimonio de esa relación con el Señor? ¿Son personas justas? ¿Son personas de oración? ¿Son personas que han hospedado la presencia de Dios, en sus vidas y en las de sus familias?
El pasaje dice que David le pidió a los jefes de los levitas que hablaran con sus familiares para que músicos y cantores amenizaran esta celebración (Palabra de Dios para Todos). David requirió arpas, liras y platillos de bronce, trompetas y cuernos de carnero (sonido de bocinas) (1 Cró 15:16-28). Estas instrucciones incluyen la designación de un director musical (v.22).
El pasaje dice además que David les instruyó a santificarse para esta tarea (Lev 11:44; Num 11:18; 2 Cró 29:5, etc.)
"
Es importante desatacar la relevancia que el cronista le da al tema de la preparación previa cuando se trata de acercarse a la presencia de Dios. La experiencia de la adoración, para albergar esa Presencia requiere preparación previa.
La santidad de esa presencia es tan grande que no seríamos capaces de acercarnos a ella si no fuera por la misericordia de Dios. No debemos olvidar esto: el respeto a esa presencia nos obliga a prepararnos para ellos.Necesitamos estar preparados para cada encuentro con Dios. Esta preparación se llama santificación.
Este concepto describe algo que va mucho más allá de los procesos rituales y cúlticos. El Profesor Jonathan Sacks describe que los israelitas lo entendieron muy bien cuando le explicaron esto en el desierto (Éxo 19:1-25)[1]. Ellos recibieron allí la definición de tres (3) escenarios de santificación. El primero, la santidad del tiempo. El día de reposo era santo porque les permitía un día a la semana en la que se separaban de toda actividad para poder contemplar la eternidad y la santidad de Dios. El segundo escenario, la santidad del espacio. El Tabernáculo era santo porque santificaba cualquier lugar en el que estuviera enclavado. Ese espacio de terreno no era escogido porque era santo. Ese lugar era santo porque el Arca del Pacto y el Tabernáculo habían llegado allí.
El tercer escenario era la santidad provocada y derivada de la soberanía de Dios. Convertirse en gente santa (Éxo 19:6) es sinónimo de la aceptación de esa soberanía. Eso significaba que ellos podían ser nación de Dios en cualquier lugar al que Dios les llevara, porque operarían bajo la autoridad de la soberanía de Dios. Se trata de la santidad del trono vacío, la cátedra o la silla de autoridad desde la que se enseña y se dirige. Ese es el asiento que ocupan los monarcas, los faraones, los emperadores, los reyes de la tierra. La invitación que Dios le hizo a Israel en el desierto es que sólo Él podía ocupar esa silla. Esa es la expresión que se traduce como un llamado a ser gente santa, a ser nación santa. La santidad de gobierno y la soberanía de Dios.
Ese pasaje dice que esa santidad nos conduce a poseer las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros. Ese pasaje dice que esto es así porque el reconocimiento de la soberanía de Dios produciría que Dios los tratara de una manera diferente al trato que tiene con las otras naciones. Ese pasaje destaca que la santidad es un estilo de vida, que nos distingue como propiedad de Dios; separados para conseguir que las otras naciones sepan a Quién le pertenecemos. O sea, que no se trata de exhibirnos a nosotros sino de testificar acerca del gobierno de Dios, de Su santidad y de Su majestad.
La Iglesia Cristiana posee unas definiciones mucho más abarcadoras que todo esto. Los Cristianos creemos que Cristo es el Señor del sábado (Mt 12:8). Lo que esto significa es que hemos aceptado que hay que renunciar al estatus de creadores y aceptar el estatus de hijos y siervos los siete (7) días de la semana. Esto se consigue permitiendo que sea Cristo, que vive en nosotros (Gál 2:20), el que opere a través de nosotros. Esto nos permite contemplar la eternidad y la santidad de Dios los siete (7) días de la semana.
Al mismo tiempo, la Biblia enseña que aquellos que hemos aceptado ese sacrificio hemos sido convertidos en templo del Espíritu Santo (1 Cor 3:16) y que Cristo mora en nosotros (Rom 8:9-11; Gál 2:20).
En ambos casos, el del Tabernáculo y el de la Iglesia, se describe que la santidad es el espacio que hacemos para que Dios esté presente en todo lo que hacemos y en todos los lugares en los que estamos. En el caso del Nuevo Testamento, el Cristiano traslada esa santidad a todos los lugares que ocupa, porque lleva en su interior la presencia de Dios en Cristo Jesús. El mundo puede ser profano y pagano, pero el creyente en Cristo declara que la presencia de Cristo en su interior santifica cualquier lugar en el que se encuentre.
La Biblia dice lo siguiente acerca de la tercera exigencia, la de la santidad derivada de la soberanía de Dios:
"
Lo que esto significa es que la Iglesia es definida aquí con los mismos títulos que recibió Israel en el Antiguo Testamento. Estos títulos son definidos en singular, como una sola unidad corporativa. Hemos sido definidos como la generación escogida y como real sacerdocio y como una nación santa, sin haber llegado aún al lugar celestial que nos ha sido prometido. Hemos sido definidos como pueblo adquirido por Dios y todo esto con un propósito: “para que anuncien las poderosas obras de aquel que los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa” (Palabra de Dios para Todos).
Todo esto revela el carácter de la Iglesia y el propósito de Dios con ella. Esto es así porque la definición de la Iglesia como una nación incluye la definición de la cultura de la Iglesia. Recordemos que una nación es una unidad básica de cultura, con sus leyes, sus costumbres y sus rituales. Todo esto porque aceptar esa santidad es aceptar la soberanía de Dios en nosotros. Esto es, a Cristo como Rey de reyes y Señor de señores.
Esto es una revelación del carácter de la santidad de aquellos que han sido llamados. Como dice Sacks, santidad del espacio, santidad del tiempo y la derivada del reconocimiento de la soberanía de Dios para ser pueblo, nación, sacerdotes y reyes. Esto nos lleva más allá de nuestra propia historia, de nuestro tiempo, de nuestros deseos y de nuestra voluntad. Esto incluye todo lo que somos, lo que poseemos, aspiramos a tener, todos los lugares que conquistamos o a los que aspiramos llegar. La santidad requerida en este tercer nivel implica que hemos aceptado que la soberanía de Dios está por encima de todo esto.
Es por eso que la preparación previa es necesaria. Esta preparación subraya la importancia de la santificación del tiempo, de la santificación del espacio y de la provocada por la decisión voluntaria de aceptar la soberanía y la autoridad de Dios.
El Rdo. Phillip C. Barker hablaba acerca de esto en comentario editado por el Dr. H.D.M. Spence[2]. Este comentario, que fue publicado en 1909 reseña cuatro (4) elementos acerca de la preparación previa que debemos repasar:
El primer enunciado tiene que ver con el respeto que le tenemos a Aquél al que adoramos y a solemnidad de esos encuentros. Isaías creía que se moriría cuando se encontró con la revelación de esa santidad (Isa 6:1-8). Los discípulos no se atrevían levantar sus cabezas cuando contemplaron esa gloria (Mat 17:1-8). El primero tiene también que ver con la separación voluntaria de nuestros mejores esfuerzos y nuestros mejores desempeños ante el Creador de todo lo que existe. El primero tiene que ver con decidir que evitaremos ser absorbidos por las demandas terrenales consuetudinarias. Además, todo esto tiene que ver con la decisión de no permitir que las ansiedades y la agitación de esas demandas provoquen que no estemos calificados en cuerpo, en la mente y en el espíritu para acercarnos a esa Presencia.
Por lo tanto, hay que establecer un plan en el que podamos separar ese tiempo para prepararnos y entrar a esa presencia.
El segundo enunciado pone a prueba nuestro carácter. Como decía D.L. Moody, aquello que hacemos cuando nadie nos está viendo. Es fácil encontrarse con Dios cuando estamos en el santuario o rodeados de mucha gente. Sin embargo, es cuando estamos a solas, con nosotros mismos, que ponemos en relieve nuestro carácter. El uso de ese tiempo privado para prepararnos para esos encuentros con Dios revela la prioridad que tiene el Señor para nosotros.
El tercer enunciado está basado sobre el principio bíblico que establece que los que hallan son aquellos que han decidido buscar (Mat 7:7; Lcs 11:9; 12:31). La medida de nuestra hambre y nuestra sed de Dios define la cantidad de alimento y de provisión espiritual que alcanzaremos.
La preparación previa también describe nuestros deseos de hacer buen uso de estas bendiciones, de asegurarlas para no perderlas. Además, esto nos permite prepararnos para internalizar los cambios en las estructuras mentales y espirituales que tendremos que abrazar para maximizar los efectos de estas bendiciones.
El cuarto enunciado, gira alrededor de la paciencia que hay que desarrollar para todo lo antes expuesto. No tenemos información acerca del tiempo que tomaron todos los preparativos que David pidió que se hicieran para la celebración de esta fiesta. Hay narrativas bíblicas que nos permiten tener acceso a esta clase de información. Por ejemplo,Daniel necesitó tres (3) semanas en la orilla de un río llamado Hidekel para poder encontrarse con la revelación de Dios (Dan 10:1-5).
Otro ejemplo, uno que ha sido espiritualizado con mucha gracia por Tommy Tenney, es que Ester necesitó 12 meses para estar preparada para el rey Asuero: seis meses con óleo de mirra y seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres (Est 2:12). Tommy Tenney le llamó a esto “Finding Favor with the King: Preparing for Your Moment in His Presence.”[3] Tenney espiritualiza este encuentro como si fuera uno entre Dios y el ser humano. Él destaca en este libro que con las relaciones ganamos acceso, pero con la intimidad ganamos influencia. Dice además, que todos sabemos que Dios no hace acepción de personas, pero que aquellos que le buscan con frecuencia parecen ser Sus favoritos. Sabemos que esto no es así. La realidad es que el tiempo dedicado para estar con el Señor es directamente proporcional a la cantidad de bendiciones, de revelación, de discernimiento y de sabiduría adquirida. Tommy añade a todo esto que esta preparación describe los propósitos que nos rigen y el carácter que poseemos. Aquello que nos impresiona nos atrae y aquello que atesoramos, que colocamos en nuestras carteras, se convierte en nuestro propósito.
David dio inicio a la segunda oportunidad que Dios le concedió para trasladar el Arca del Pacto a Jerusalén desarrollando preparativos previos. La selección de las personas adecuadas era muy importante. La preparación del programa a seguir era igualmente importante. Pero nada de esto superaba la importancia de santificarse para Dios. La santificación del tiempo, la del espacio y la derivada del reconocimiento de la soberanía de Dios garantizarían la victoria de este proyecto.
Sus descripciones incluyen tantos elementos que este escritor es el que nos deja saber que el Tabernáculo que antes estaba en Silo (Jos 18:1; 1 Sam 1:3; 4:3; 14:3), había sido relocalizado en algún momento a un lugar llamado Gabaón (1 Cró 16:39). Salomón iba con frecuencia a ese lugar (1 Rey 3:3-5). Allí habían dejado todos los utensilios que estaban en el Tabernáculo cuando trasladaron el Arca del Pacto a Jerusalén.
Dentro de las descripciones que provee este cronista encontramos los nombres de los jefes de las familias sacerdotales que David consultó para este proceso; los de Aarón y los Levitas. O sea, las personas de las que David se rodeó para aprovechar bien la segunda oportunidad que Dios le había brindado. Este cronista nos describe las instrucciones para la preparación previa para esa fiesta. Además, este nos describe el orden del culto, incluyendo el orden de la marcha, descripciones precisas de los instrumentos, de los músicos, de los cantores y de sus funciones. Es más, este cronista nos dice, en algunas ocasiones, por qué era que estos sacerdotes ocupaban esos puestos. Todo esto se organizó antes de ir a buscar el Arca del Pacto a la casa de Obed-edom (1 Cró 15:25).
A continuación los nombres de los líderes que David citó para esta tarea, acompañados por su significado en español:
Los sacerdotes que él citó (1 Cró 15:11)
- Sadoc (H6659, “Justo)”
- Abiatar (H54, “Padre de abundancia”)
Los porteros del Arca (1 Cró 15:23, 24)
- Berequías (H1296, compuesto de “rodilla” y “bendición”)
- Elcana, (H511, “Dios ha obtenido”)
- Obed-edom (H5654, “el que sirve en Edom;” el arca estuvo en su casa tres meses.)
- Jehías (H3174, “Jehová vivirá”)
Los líderes de cantores frente al arca (1 Cró 15:19, 22)
- Hemán (H1968, “fiel”)
- Asaf (H623, “el que reune”)
- Etán (H387, “permanente”)
- Quenanías, (“el Señor empodera” o “el Señor ha plantado” v. 22)
Las traducciones de estos nombres son muy significativas porque subrayan que David decidió rodearse de personas muy especiales. No se trata aquí de las posiciones que ocupaban, cosa que puede ser muy valiosa. Se trata aquí de lo que representan sus nombres. El cronista está señalando que David se rodeó de personas justas, con abundancia en la experiencia del servicio al Señor. David se rodeó de personas de oración, con testimonios de lo que se obtiene cuando uno es fiel. David se rodeó de personas como Obed Edom, personas que habían tenido experiencias hospedando la presencia de Dios en sus hogares.
Sabemos que no existen personas perfectas. Sin embargo, es muy importante reconocer que existen personas maduras en su relación con Dios.
¿Quiénes componen nuestro círculo de amistades? ¿Cuán intensa es la relación con Dios de esas personas que nos rodean? ¿Tienen buen testimonio de esa relación con el Señor? ¿Son personas justas? ¿Son personas de oración? ¿Son personas que han hospedado la presencia de Dios, en sus vidas y en las de sus familias?
El pasaje dice que David le pidió a los jefes de los levitas que hablaran con sus familiares para que músicos y cantores amenizaran esta celebración (Palabra de Dios para Todos). David requirió arpas, liras y platillos de bronce, trompetas y cuernos de carnero (sonido de bocinas) (1 Cró 15:16-28). Estas instrucciones incluyen la designación de un director musical (v.22).
El pasaje dice además que David les instruyó a santificarse para esta tarea (Lev 11:44; Num 11:18; 2 Cró 29:5, etc.)
"
12 En la reunión David les dijo: «Ustedes son los líderes y jefes de las familias de los levitas, así que purifíquense y hagan que todos los levitas se purifiquen ante Dios. Así podrán llevar el cofre del SEÑOR, Dios de Israel, al lugar que yo le preparé. 13 Como ustedes no estaban con nosotros la primera vez, el SEÑOR nuestro Dios se enojó con nosotros porque no lo consultamos en la forma que él había mandado». (1 Cró 15:12-13, Palabra de Dios para Todos)
Es importante desatacar la relevancia que el cronista le da al tema de la preparación previa cuando se trata de acercarse a la presencia de Dios. La experiencia de la adoración, para albergar esa Presencia requiere preparación previa.
La santidad de esa presencia es tan grande que no seríamos capaces de acercarnos a ella si no fuera por la misericordia de Dios. No debemos olvidar esto: el respeto a esa presencia nos obliga a prepararnos para ellos.Necesitamos estar preparados para cada encuentro con Dios. Esta preparación se llama santificación.
Este concepto describe algo que va mucho más allá de los procesos rituales y cúlticos. El Profesor Jonathan Sacks describe que los israelitas lo entendieron muy bien cuando le explicaron esto en el desierto (Éxo 19:1-25)[1]. Ellos recibieron allí la definición de tres (3) escenarios de santificación. El primero, la santidad del tiempo. El día de reposo era santo porque les permitía un día a la semana en la que se separaban de toda actividad para poder contemplar la eternidad y la santidad de Dios. El segundo escenario, la santidad del espacio. El Tabernáculo era santo porque santificaba cualquier lugar en el que estuviera enclavado. Ese espacio de terreno no era escogido porque era santo. Ese lugar era santo porque el Arca del Pacto y el Tabernáculo habían llegado allí.
El tercer escenario era la santidad provocada y derivada de la soberanía de Dios. Convertirse en gente santa (Éxo 19:6) es sinónimo de la aceptación de esa soberanía. Eso significaba que ellos podían ser nación de Dios en cualquier lugar al que Dios les llevara, porque operarían bajo la autoridad de la soberanía de Dios. Se trata de la santidad del trono vacío, la cátedra o la silla de autoridad desde la que se enseña y se dirige. Ese es el asiento que ocupan los monarcas, los faraones, los emperadores, los reyes de la tierra. La invitación que Dios le hizo a Israel en el desierto es que sólo Él podía ocupar esa silla. Esa es la expresión que se traduce como un llamado a ser gente santa, a ser nación santa. La santidad de gobierno y la soberanía de Dios.
Ese pasaje dice que esa santidad nos conduce a poseer las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros. Ese pasaje dice que esto es así porque el reconocimiento de la soberanía de Dios produciría que Dios los tratara de una manera diferente al trato que tiene con las otras naciones. Ese pasaje destaca que la santidad es un estilo de vida, que nos distingue como propiedad de Dios; separados para conseguir que las otras naciones sepan a Quién le pertenecemos. O sea, que no se trata de exhibirnos a nosotros sino de testificar acerca del gobierno de Dios, de Su santidad y de Su majestad.
La Iglesia Cristiana posee unas definiciones mucho más abarcadoras que todo esto. Los Cristianos creemos que Cristo es el Señor del sábado (Mt 12:8). Lo que esto significa es que hemos aceptado que hay que renunciar al estatus de creadores y aceptar el estatus de hijos y siervos los siete (7) días de la semana. Esto se consigue permitiendo que sea Cristo, que vive en nosotros (Gál 2:20), el que opere a través de nosotros. Esto nos permite contemplar la eternidad y la santidad de Dios los siete (7) días de la semana.
Al mismo tiempo, la Biblia enseña que aquellos que hemos aceptado ese sacrificio hemos sido convertidos en templo del Espíritu Santo (1 Cor 3:16) y que Cristo mora en nosotros (Rom 8:9-11; Gál 2:20).
En ambos casos, el del Tabernáculo y el de la Iglesia, se describe que la santidad es el espacio que hacemos para que Dios esté presente en todo lo que hacemos y en todos los lugares en los que estamos. En el caso del Nuevo Testamento, el Cristiano traslada esa santidad a todos los lugares que ocupa, porque lleva en su interior la presencia de Dios en Cristo Jesús. El mundo puede ser profano y pagano, pero el creyente en Cristo declara que la presencia de Cristo en su interior santifica cualquier lugar en el que se encuentre.
La Biblia dice lo siguiente acerca de la tercera exigencia, la de la santidad derivada de la soberanía de Dios:
"
9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; (1 Ped 2:9)
Lo que esto significa es que la Iglesia es definida aquí con los mismos títulos que recibió Israel en el Antiguo Testamento. Estos títulos son definidos en singular, como una sola unidad corporativa. Hemos sido definidos como la generación escogida y como real sacerdocio y como una nación santa, sin haber llegado aún al lugar celestial que nos ha sido prometido. Hemos sido definidos como pueblo adquirido por Dios y todo esto con un propósito: “para que anuncien las poderosas obras de aquel que los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa” (Palabra de Dios para Todos).
Todo esto revela el carácter de la Iglesia y el propósito de Dios con ella. Esto es así porque la definición de la Iglesia como una nación incluye la definición de la cultura de la Iglesia. Recordemos que una nación es una unidad básica de cultura, con sus leyes, sus costumbres y sus rituales. Todo esto porque aceptar esa santidad es aceptar la soberanía de Dios en nosotros. Esto es, a Cristo como Rey de reyes y Señor de señores.
Esto es una revelación del carácter de la santidad de aquellos que han sido llamados. Como dice Sacks, santidad del espacio, santidad del tiempo y la derivada del reconocimiento de la soberanía de Dios para ser pueblo, nación, sacerdotes y reyes. Esto nos lleva más allá de nuestra propia historia, de nuestro tiempo, de nuestros deseos y de nuestra voluntad. Esto incluye todo lo que somos, lo que poseemos, aspiramos a tener, todos los lugares que conquistamos o a los que aspiramos llegar. La santidad requerida en este tercer nivel implica que hemos aceptado que la soberanía de Dios está por encima de todo esto.
Es por eso que la preparación previa es necesaria. Esta preparación subraya la importancia de la santificación del tiempo, de la santificación del espacio y de la provocada por la decisión voluntaria de aceptar la soberanía y la autoridad de Dios.
El Rdo. Phillip C. Barker hablaba acerca de esto en comentario editado por el Dr. H.D.M. Spence[2]. Este comentario, que fue publicado en 1909 reseña cuatro (4) elementos acerca de la preparación previa que debemos repasar:
- Los tiempos de preparación son necesarios.
- Los tiempos de preparación tienen una relación directa con la fidelidad.
- Los tiempos de preparación tienen una relación directa con el beneficio o la ganancia espiritual.
- Los tiempos de preparación nunca son tiempos perdidos.
El primer enunciado tiene que ver con el respeto que le tenemos a Aquél al que adoramos y a solemnidad de esos encuentros. Isaías creía que se moriría cuando se encontró con la revelación de esa santidad (Isa 6:1-8). Los discípulos no se atrevían levantar sus cabezas cuando contemplaron esa gloria (Mat 17:1-8). El primero tiene también que ver con la separación voluntaria de nuestros mejores esfuerzos y nuestros mejores desempeños ante el Creador de todo lo que existe. El primero tiene que ver con decidir que evitaremos ser absorbidos por las demandas terrenales consuetudinarias. Además, todo esto tiene que ver con la decisión de no permitir que las ansiedades y la agitación de esas demandas provoquen que no estemos calificados en cuerpo, en la mente y en el espíritu para acercarnos a esa Presencia.
Por lo tanto, hay que establecer un plan en el que podamos separar ese tiempo para prepararnos y entrar a esa presencia.
El segundo enunciado pone a prueba nuestro carácter. Como decía D.L. Moody, aquello que hacemos cuando nadie nos está viendo. Es fácil encontrarse con Dios cuando estamos en el santuario o rodeados de mucha gente. Sin embargo, es cuando estamos a solas, con nosotros mismos, que ponemos en relieve nuestro carácter. El uso de ese tiempo privado para prepararnos para esos encuentros con Dios revela la prioridad que tiene el Señor para nosotros.
El tercer enunciado está basado sobre el principio bíblico que establece que los que hallan son aquellos que han decidido buscar (Mat 7:7; Lcs 11:9; 12:31). La medida de nuestra hambre y nuestra sed de Dios define la cantidad de alimento y de provisión espiritual que alcanzaremos.
La preparación previa también describe nuestros deseos de hacer buen uso de estas bendiciones, de asegurarlas para no perderlas. Además, esto nos permite prepararnos para internalizar los cambios en las estructuras mentales y espirituales que tendremos que abrazar para maximizar los efectos de estas bendiciones.
El cuarto enunciado, gira alrededor de la paciencia que hay que desarrollar para todo lo antes expuesto. No tenemos información acerca del tiempo que tomaron todos los preparativos que David pidió que se hicieran para la celebración de esta fiesta. Hay narrativas bíblicas que nos permiten tener acceso a esta clase de información. Por ejemplo,Daniel necesitó tres (3) semanas en la orilla de un río llamado Hidekel para poder encontrarse con la revelación de Dios (Dan 10:1-5).
Otro ejemplo, uno que ha sido espiritualizado con mucha gracia por Tommy Tenney, es que Ester necesitó 12 meses para estar preparada para el rey Asuero: seis meses con óleo de mirra y seis meses con perfumes aromáticos y afeites de mujeres (Est 2:12). Tommy Tenney le llamó a esto “Finding Favor with the King: Preparing for Your Moment in His Presence.”[3] Tenney espiritualiza este encuentro como si fuera uno entre Dios y el ser humano. Él destaca en este libro que con las relaciones ganamos acceso, pero con la intimidad ganamos influencia. Dice además, que todos sabemos que Dios no hace acepción de personas, pero que aquellos que le buscan con frecuencia parecen ser Sus favoritos. Sabemos que esto no es así. La realidad es que el tiempo dedicado para estar con el Señor es directamente proporcional a la cantidad de bendiciones, de revelación, de discernimiento y de sabiduría adquirida. Tommy añade a todo esto que esta preparación describe los propósitos que nos rigen y el carácter que poseemos. Aquello que nos impresiona nos atrae y aquello que atesoramos, que colocamos en nuestras carteras, se convierte en nuestro propósito.
David dio inicio a la segunda oportunidad que Dios le concedió para trasladar el Arca del Pacto a Jerusalén desarrollando preparativos previos. La selección de las personas adecuadas era muy importante. La preparación del programa a seguir era igualmente importante. Pero nada de esto superaba la importancia de santificarse para Dios. La santificación del tiempo, la del espacio y la derivada del reconocimiento de la soberanía de Dios garantizarían la victoria de este proyecto.
Referencias
[1] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (pp. 139-146). Kindle Edition.
[2] Spence-Jones, H. D. M. (Ed.). (1909). 1 Chronicles (pp. 236–245). London; New York: Funk & Wagnalls Company.
[3] Tenney, Tommy. 2004. Finding Favor With the King: Preparing For Your Moment in His Presence. Minneapolis: Bethany House.
[1] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (pp. 139-146). Kindle Edition.
[2] Spence-Jones, H. D. M. (Ed.). (1909). 1 Chronicles (pp. 236–245). London; New York: Funk & Wagnalls Company.
[3] Tenney, Tommy. 2004. Finding Favor With the King: Preparing For Your Moment in His Presence. Minneapolis: Bethany House.
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