August 2nd, 2020
Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “El llamado de un líder carismático”
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín-García
“
Las reflexiones anteriores acerca de las similitudes entre los llamados de Moisés y de pueblo de Israel han provocado el interés de varios compañeros en el ministerio. Las preguntas acerca del llamado de este líder carismático y los acercamientos a sus características como líder no se han hecho esperar. Es por esto que hemos creído que es correcto realizar un alto en nuestras reflexiones acerca de la peregrinación del pueblo de Israel para prestarle atención a este asunto.
Hay que destacar que el que escribe no es un experto en el tema del llamado de Moisés. Este es un tema que las escuelas rabínicas, las escuelas teológicas y las escuelas gerenciales han analizado durante muchos siglos. Por lo tanto, el volumen de trabajos serios y responsables es ensordecedor. Esto es, se trata de un volumen que en ocasiones puede ahogar al estudioso de este tema. En vías de ayudar a clarificar un poco la ruta para esta tarea de estudios hemos decidido incluir una bibliografía cibernética sobre este tema. El propósito de esta bibliografía es tan solo poder abrir alternativas y rutas para el estudio acerca del llamamiento de Moisés como líder carismático, como profeta y como siervo de Dios. La hemos limitado a recursos que se encuentran en internet y ofrecen las rutas de no menos de siete (7) carriles para el estudio de este tema. Además, incluimos como notas al calce, fichas bibliográficas de teólogos my serios y expertos en este tema.
Hay que comenzar señalando que el llamamiento de Moisés ocurre en un contexto muy singular. Warren Wiersbe [1]destaca que Dios convierte a Moisés en el producto extraordinario de un hogar ordinario. Este es en sí mismo un tema de predicación muy amplio. Dios es especialista en convertir ambientes y familias ordinarias en extraordinarias.
La etapa inicial del desarrollo de este hombre nos coloca frente a Amram y Jocabed (Éxo 6:20). Ellos eran una pareja matrimonial ordinaria de la tribu de los levitas en Egipto. Moisés fue criado por sus padres durante los primeros tres (3) meses de sus vida (Hch 7:20-28); meses en los cuales sus padres pudieron discernir que había una hermosura particular en él (Heb 11:23). Sabemos que esta expresión sugiere una dimensión y unos escenarios espirituales profundos porque es de todos conocido que todos los padres encuentran que sus hijos son hermosos. La Biblia dice en la carta a los Hebreos que los padres de Moisés observaron que el bebé era “asteios”(G791), vocablo que proviene del concepto “astu”(ciudad o urbano). Ese concepto puede ser traducido como hermoso, con características de ciudad o pulido. O sea, que Amram y Jocabed reconocieron que Moisés demostraba desde su nacimiento que venía “pulido de fábrica” para una tarea poco común.
Su madre decidió “entregarlo en adopción” para que pudiera tener mejores oportunidades para alcanzar esa tarea. La Biblia dice que ella calafateó una arquilla hecha de juncos, colocó al niño allí y lo puso en un carrizal a la orilla del río (Éxo 2:3). Esta “entrega” requirió que la fe de Jocabed fuera más grande que su temor. Esta aseveración es un tema recurrente en casi todos los eventos que se desarrollan en la vida de Moisés. La vida no trata acerca de no tener temor, sino de tener una fe más grande que este. Se trata de una fe que sea capaz de vencer el mundo (1 Jn 5:4-5).
Ella tenía que colocar a Moisés en una cesta hecha a mano para que flotara sobre el mismo instrumento que estaba siendo utilizado para destruir a los hijos de Israel: el río. Dios comenzó a usar a Moisés sin él saberlo. El río fue transformado en un instrumento de liberación. Además, fueron sus lágrimas las que movieron a la compasión a la hija del faraón para que lo recogiera y lo criara aun cuando ella sabía que era un bebé hebreo (Éxo 2:5-8). ¡Cómo puede usar Dios nuestras lágrimas! ¡Cuántas veces ha transformado los instrumentos que nos destruyen en instrumentos de bendición!
Esta adopción garantizó que Moisés pudiera recibir una educación especial en Egipto (Hch 7:22). Hay que desatacar que esta educación era una parte vital de su adiestramiento. Sin embargo, esta no podía ser un sustituto de la experiencia necesaria para la tarea. Tampoco sería la fuente central para la adquisición de la sabiduría necesaria para su ministerio. Wiersbe puntualiza muy bien que esa sabiduría tendría que ser adquirida a través de sufrimientos, de pruebas y de su caminar con Dios.
El fracaso también formó parte de este adiestramiento (Éxo 2:11-15; Heb 11:24-26). El exceso de confianza en sus capacidades y en su vitalidad como hombre joven, así como en las posiciones que había podido alcanzar, llevaron a Moisés al fracaso. Los instrumentos que utilizó y que le llevaron al fracaso, tenían que ser sustituidos por una vara de pastor y por el poder de Dios.
Estas aseveraciones presentan otra gama de oportunidades homiléticas. El exceso de confianza en uno mismo, la ausencia de la sensibilidad adecuada para discernir el tiempo en el que uno vive, el uso de las herramientas incorrectas para la tarea asignada y la necesidad de aprender a utilizar herramientas cotidianas bajo la unción del poder de Dios, son pisas de despegue para sermones poderosos.
Wiersbe cita en uno de sus análisis de Moisés un sermón del Dr. Vance Havner (1901-1986). El Dr. Havner fue un evangelista natural de Jugtown, en Carolina del Norte que se distinguió en todos los Estados Unidos por su oratoria, la solides de su teología y por un testimonio intachable con 70 años en la predicación. Havner dijo en una ocasión que Moisés vio lo invisible, escogió lo imperecedero y realizó lo imposible.
Fue en esta etapa que Moisés desarrolló un principio rector, el núcleo o el corazón para todas sus tareas en la vida: el sentido de la justicia y de lo que debe ser una vida equitativa. Esto es algo de lo que Egipto carecía, pero Dios no. Este es un principio rector del Pacto que Dios hace con Israel en el Monte de Sinaí: el desarrollo de una sociedad justa y equitativa.
Sin embargo, no todo fue color de rosa en esa etapa inicial de la vida de Moisés. El desarrollo de los primeros 40 años de vida de este hombre también ayudó a la formación de unas fallas en su carácter. Moisés aprendió a vivir escondiéndose y huyendo de sus realidades. La Biblia dice que tuvo que esperar a ser grande para rehusar llamarse hijo de la hija del faraón (Heb 11:24). Sus padres lo escondieron durante tres (3) meses cuando nació. Luego de esto aprendió a esconderse detrás de la cultura y de la apariencia como egipcio.
Moisés huyó a Madián porque su temor a perder la vida era más grande que su anhelo para liberar a Israel del yugo de la esclavitud. Moisés huye de Egipto como Egipcio. De hecho, las hijas de Jetro lo identificaron así (Éxo 2:19). O sea, que vestía y se maquillaba como un Egipcio.
Escribimos lo siguiente acerca de esto último, el maquillaje de los egipcios, en El Heraldo del 24 de mayo de 2020:
“
El Profesor Nahum Sarna señaló que sus sandalias eran emblemáticas de los miembros de la sociedad pudiente de Egipto. En los años tempranos del segundo milenio antes de Cristo la “gente de a pie” caminaba descalza. Los pudientes utilizaban sandalias hechas de hojas de papiro[2]. Esta es una de las razones por las que Dios le ordena quitarse las sandalias ante Su presencia. Moisés seguía utilizando sandalias como egipcio y como persona cuarenta años después de haber salido de Egipto.
La orden de Dios era sinónimo de despojarse de sus estructuras sociales, de sus disfraces políticos, de su posición dominadora, de su vida anterior. Moisés vivía, vestía y hablaba como un Egipcio.
Moisés huyó de Egipto y se escondió en el desierto. Estando en Madián se escondió detrás de un oficio. De hecho, Moisés no sabía que Dios iba a usar ese oficio. No aparece un solo dato de él revelándole a Jetro que él era Hebreo. Es sólo después de la revelación que de Dios que él le comunica a su suegro que sus hermanos eran judíos (Éxo 4:18).
Este es otro tema recurrente en la Sagradas Escrituras. La Biblia enfatiza que nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva a enmascararnos, a escondernos, a huir y a fingir ser lo que sabemos que no somos. Es Adán escondiéndose, enmascarándose después de pecar (Gn 3). Es Caín intentando convencer a Dios que él no es responsable de su hermano (Gn 4). Es la mujer de Jeroboam fingiendo ser otra (1 Rey 14:1-6). Es Pedro buscando el calor del fuego de los enemigos de Jesús y negando, mintiendo y jurando en falso cuando se le preguntó si era parte de los discípulos de Jesús (Lcs 22:55-62). El pecado nos hace huir, enmascararnos y hasta hacernos fingir que somos lo que no somos.
Moisés huyó de la señales de Dios. Su vara de pastor se convirtió en serpiente y Moisés huyó de ella. Dios lo obligó a agarrar por la cola aquello que lo producía temor. Este era una parte del proceso para confrontar aquellas cosas que él temía. Eso que él temía se convertiría en parte de sus herramientas centrales para la tarea. Así que no podía tenerle temor.
Esto es, herramientas que habían estado en sus manos desde sus años de formación, se convertirían en las herramientas de Dios (Éxo 4:20; “la vara de Dios”). Dios lo estaba confrontando en privado para que no fallara cuando tuviera la necesidad de usar las herramientas en público.
La cantera de posibilidades que surgen de estas aseveraciones es interminable. La confrontación en privado de aquello que tememos y las herramientas que Dios coloca en nuestras manos desde nuestras etapas de formación, son temas recurrentes en los llamamientos que Dios realiza.
Moisés tenía que aprender a ser profeta y sacerdote. O sea, que tenía que aprender a ser voz de Dios para hablarle al pueblo y voz del pueblo para hablarle Dios. Jonathan Sacks ha señalado que para que él pudiera ser capaz de hacer esto, Moisés tenía que aprender algunas cosas. La primera de ellas es que no se trataba de él; se trataba de Dios. En segundo lugar, que había que creer que el pueblo al que Dios le había enviado a servir podía ser capaz de hacer lo que Dios dijo que deberían hacer. O sea, que no se trata de nosotros y sí del pueblo en el que Dios nos ha llamado a servir.
Un ejemplo monumental acercar de esto último lo tenemos cuando Moisés le señala al pueblo de Israel que no podían aborrecer al Egipcio (Dt 23:7). Una cosa era permitir que Dios sacara a Egipto de sus corazones. Otra cosas era aborrecer a los moradores de esa tierra. Nadie puede ser capaz de comunicar y acentuar un mensaje así a menos que esté convencido de que no habla por cuenta propia sino como boca de Dios.
Esto es sin duda alguna uno de los momentos cruciales del llamamiento de Moisés; cuando le dijo a Dios que él no era un hombre de fácil palabras (Éxo 4:10); que era torpe de labios (Éxo 6:10-11). Algunas exégetas han interpretado esto como que Moisés pudo haber sido tartamudo. Si esto es así, la Biblia nunca nos dice que Dios corrigió o que le sanó de esta condición. O sea, que caminó toda la ruta ministerial con un defecto que Dios nunca le corrigió.
Un defecto vital para cualquier comunicador. Otros exégetas han propuesto que el significado de esto es que Moisés no sabía hablar muy bien el hebreo, cuando salió de Egipto. Además, que el desierto le hizo perder la capacidad de dominar con fluidez el idioma egipcio. Ahora bien, la mayoría de los exégetas concuerdan que la mención de esta incapacidad sirve para afirmar que cada vez que Moisés hablaba, no podía estar hablando por cuenta propia. O sea, que las palabras que hablaría no serían suyas.[3] (Sacks, p.9)
Sacks señala que este aspecto es comparable con Isaías señalando que tenía labios inmundos (Isa 6:5), con Jeremías señalando que no podía hablar porque era un niño (Jer 1:6), o el pasaje en el Dios le tiene que decir a Ezequiel que haría que su lengua se pegara a su paladar, que lo dejaría mudo y que no podría ser varón que reprende hasta que el Señor le abriera la boca para decir “así ha dicho Jehová el Señor (Eze 3:26–27).
¿Cómo podemos evaluar estas aseveraciones bíblicas? Hay una sola manera de hacerlo: humillados delante de la Presencia del Eterno y reconociendo que no se trata de nosotros, se trata de Dios y de Su pueblo. Postrados delante de Su Presencia reconociendo que se nos ha concedido el privilegio de ser boca de Dios (Jer 15:19). Reconociendo que no podemos hablar de nosotros mismos, sino que lo hacemos cuando el Eterno decide abrir nuestras bocas para que tengamos el privilegio y la responsabilidad de decir “así ha dicho el Señor.”
Es muy interesante reconocer que Dios había estado utilizando todo esto para formar al ser humano que Él iba a llamar para liderar una de las misiones pastorales más importantes de la historia: un tartamudo que había aprendido a huir de sus realidades. Moisés nunca fue esclavo y esto le ayudó a mantener su mente libre de esa clase de ataduras. Sin embargo Moisés fue adoctrinado como Egipcio y Dios necesitó restregar esa capa cultural del corazón y del pensamiento de este hombre.
Podemos decir que a los 80 años de edad, Moisés estaba listo para la misión, pero él no lo sabía. Lo único que le faltaba era la revelación de Dios.
¿Cómo podemos resumir esa revelación? Warren Wiersbe ha propuesto tres (3) escenarios a saber: lo que vio (Éxo 3:1-3), lo que escuchó (vv. 4-10) y lo que respondió (3:1- 4:17)[4].
El análisis de la zarza ardiente, así como el de las respuestas de Moisés y su diálogo con el Señor, necesitan ser analizadas en otra batería de reflexiones. Basta señalar que sus aseveraciones “¿quién soy yo?” (Éxo 3:11–12), “quién me está enviando” (Éxo 3:13–22), “no me van a creer” (Éxo 4:1–9) y “yo no tengo los dones ni las capacidades necesarias” (Éxo 4:10–17), han formado parte del libreto de respuestas de casi todos aquellos a los que Dios ha llamado a su servicio. [5]
En muchas ocasiones encontramos a compañeros en el ministerio que le dijeron a Dios “Tú eres, pero yo no soy.” “Tú eres Dios, el mismo ayer, hoy y por todos los siglos, pero yo no soy la persona que tú buscas”. En una ocasión le preguntaron al Dr. Billy Graham que por qué Dios lo había escogido para ese ministerio. Su respuesta fue lapidaria. Graham respondió que él estaba convencido de que esa sería la primera pregunta que él le haría a Dios: “¿Por qué yo?”
Dios prefirió llamar a alguien que huía y que era capaz de esconderse de sus anhelos y de sus convicciones. Dios prefirió llamar a alguien que tenía dificultades para expresarse. En todo esto vemos la misericordia (“chêsêd”, H2617), el favor de Dios.
Moisés recibió de parte de Dios tres (3) señales durante esa revelación para llamarle al servicio. La vara que se convertía en serpiente, la seguridad de que el agua se convertiría en sangre y la señal de la mano leprosa (Éxo 4:6). Las primeras dos señales fueron utilizadas en las tareas ministeriales con el pueblo de Israel y con el de Egipto. La tercera parece ser un anticipo de lo que le sucedería a alguien que ocupaba un lugar en su corazón; su hermana María (Núm 12:10). Los rabinos también opinan que se puede tratar de “lashon hara”, una castigo por utilizar un “discurso despectivo” que produjo la ira de Dios[6] (Éxo 4:14).
Dios seleccionó a Moisés porque su capacidad para creer, su fe en acción y su capacidad para obedecer a Dios, eran más fuertes que sus temores. Esos son los seres humanos que Dios busca. Se trata de hombres y mujeres imperfectos, incapaces, débiles y descalificados. Al mismo tiempo, se trata de seres humanos que pueden creer y obedecer, más de lo que pueden temer.
La Biblia está llena de estos ejemplos. Jacob temía a Esaú, pero tenía que obedecer a Dios y regresar a Canaán. Dios le había dicho que regresara a Canaán:
“
Sin embargo, esta orden de Dios no canceló su temor, pero le conminó a obedecer más allá de sus temores.
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Reiteramos, una de las grandezas de este pasaje es que nos enseña que la capacidad de obedecer de Jacob era más grande que su temor. Dios resolvió este asunto con una experiencia transformadora:
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El salmista nos deja saber que vivió una experiencia similar:
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La Biblia dice que Dios resolvió esto con Su palabra y con alabanza:
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O sea, que el salmista pudo creer y obedecer con mucha más fuerza que lo podía temer.
La Biblia dice que Noé tuvo un problema similar cuando Dios le ordenó construir el arca:
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O sea, que Noé tenía temor, pero su temor no pudo vencer su capacidad para creer y para obedecer. Esa obediencia salvó su vida y da su familia. Por último, la escuela que Dios usó para llamar a Moisés es una muy intensa. Hay algunos principios que se desprenden de esta. A continuación algunos de los 20 principios identificados por Evan Moffic [7]:
10 Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. 11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?.” (Éxo 3:10-11)
Las reflexiones anteriores acerca de las similitudes entre los llamados de Moisés y de pueblo de Israel han provocado el interés de varios compañeros en el ministerio. Las preguntas acerca del llamado de este líder carismático y los acercamientos a sus características como líder no se han hecho esperar. Es por esto que hemos creído que es correcto realizar un alto en nuestras reflexiones acerca de la peregrinación del pueblo de Israel para prestarle atención a este asunto.
Hay que destacar que el que escribe no es un experto en el tema del llamado de Moisés. Este es un tema que las escuelas rabínicas, las escuelas teológicas y las escuelas gerenciales han analizado durante muchos siglos. Por lo tanto, el volumen de trabajos serios y responsables es ensordecedor. Esto es, se trata de un volumen que en ocasiones puede ahogar al estudioso de este tema. En vías de ayudar a clarificar un poco la ruta para esta tarea de estudios hemos decidido incluir una bibliografía cibernética sobre este tema. El propósito de esta bibliografía es tan solo poder abrir alternativas y rutas para el estudio acerca del llamamiento de Moisés como líder carismático, como profeta y como siervo de Dios. La hemos limitado a recursos que se encuentran en internet y ofrecen las rutas de no menos de siete (7) carriles para el estudio de este tema. Además, incluimos como notas al calce, fichas bibliográficas de teólogos my serios y expertos en este tema.
Hay que comenzar señalando que el llamamiento de Moisés ocurre en un contexto muy singular. Warren Wiersbe [1]destaca que Dios convierte a Moisés en el producto extraordinario de un hogar ordinario. Este es en sí mismo un tema de predicación muy amplio. Dios es especialista en convertir ambientes y familias ordinarias en extraordinarias.
La etapa inicial del desarrollo de este hombre nos coloca frente a Amram y Jocabed (Éxo 6:20). Ellos eran una pareja matrimonial ordinaria de la tribu de los levitas en Egipto. Moisés fue criado por sus padres durante los primeros tres (3) meses de sus vida (Hch 7:20-28); meses en los cuales sus padres pudieron discernir que había una hermosura particular en él (Heb 11:23). Sabemos que esta expresión sugiere una dimensión y unos escenarios espirituales profundos porque es de todos conocido que todos los padres encuentran que sus hijos son hermosos. La Biblia dice en la carta a los Hebreos que los padres de Moisés observaron que el bebé era “asteios”(G791), vocablo que proviene del concepto “astu”(ciudad o urbano). Ese concepto puede ser traducido como hermoso, con características de ciudad o pulido. O sea, que Amram y Jocabed reconocieron que Moisés demostraba desde su nacimiento que venía “pulido de fábrica” para una tarea poco común.
Su madre decidió “entregarlo en adopción” para que pudiera tener mejores oportunidades para alcanzar esa tarea. La Biblia dice que ella calafateó una arquilla hecha de juncos, colocó al niño allí y lo puso en un carrizal a la orilla del río (Éxo 2:3). Esta “entrega” requirió que la fe de Jocabed fuera más grande que su temor. Esta aseveración es un tema recurrente en casi todos los eventos que se desarrollan en la vida de Moisés. La vida no trata acerca de no tener temor, sino de tener una fe más grande que este. Se trata de una fe que sea capaz de vencer el mundo (1 Jn 5:4-5).
Ella tenía que colocar a Moisés en una cesta hecha a mano para que flotara sobre el mismo instrumento que estaba siendo utilizado para destruir a los hijos de Israel: el río. Dios comenzó a usar a Moisés sin él saberlo. El río fue transformado en un instrumento de liberación. Además, fueron sus lágrimas las que movieron a la compasión a la hija del faraón para que lo recogiera y lo criara aun cuando ella sabía que era un bebé hebreo (Éxo 2:5-8). ¡Cómo puede usar Dios nuestras lágrimas! ¡Cuántas veces ha transformado los instrumentos que nos destruyen en instrumentos de bendición!
Esta adopción garantizó que Moisés pudiera recibir una educación especial en Egipto (Hch 7:22). Hay que desatacar que esta educación era una parte vital de su adiestramiento. Sin embargo, esta no podía ser un sustituto de la experiencia necesaria para la tarea. Tampoco sería la fuente central para la adquisición de la sabiduría necesaria para su ministerio. Wiersbe puntualiza muy bien que esa sabiduría tendría que ser adquirida a través de sufrimientos, de pruebas y de su caminar con Dios.
El fracaso también formó parte de este adiestramiento (Éxo 2:11-15; Heb 11:24-26). El exceso de confianza en sus capacidades y en su vitalidad como hombre joven, así como en las posiciones que había podido alcanzar, llevaron a Moisés al fracaso. Los instrumentos que utilizó y que le llevaron al fracaso, tenían que ser sustituidos por una vara de pastor y por el poder de Dios.
Estas aseveraciones presentan otra gama de oportunidades homiléticas. El exceso de confianza en uno mismo, la ausencia de la sensibilidad adecuada para discernir el tiempo en el que uno vive, el uso de las herramientas incorrectas para la tarea asignada y la necesidad de aprender a utilizar herramientas cotidianas bajo la unción del poder de Dios, son pisas de despegue para sermones poderosos.
Wiersbe cita en uno de sus análisis de Moisés un sermón del Dr. Vance Havner (1901-1986). El Dr. Havner fue un evangelista natural de Jugtown, en Carolina del Norte que se distinguió en todos los Estados Unidos por su oratoria, la solides de su teología y por un testimonio intachable con 70 años en la predicación. Havner dijo en una ocasión que Moisés vio lo invisible, escogió lo imperecedero y realizó lo imposible.
Fue en esta etapa que Moisés desarrolló un principio rector, el núcleo o el corazón para todas sus tareas en la vida: el sentido de la justicia y de lo que debe ser una vida equitativa. Esto es algo de lo que Egipto carecía, pero Dios no. Este es un principio rector del Pacto que Dios hace con Israel en el Monte de Sinaí: el desarrollo de una sociedad justa y equitativa.
Sin embargo, no todo fue color de rosa en esa etapa inicial de la vida de Moisés. El desarrollo de los primeros 40 años de vida de este hombre también ayudó a la formación de unas fallas en su carácter. Moisés aprendió a vivir escondiéndose y huyendo de sus realidades. La Biblia dice que tuvo que esperar a ser grande para rehusar llamarse hijo de la hija del faraón (Heb 11:24). Sus padres lo escondieron durante tres (3) meses cuando nació. Luego de esto aprendió a esconderse detrás de la cultura y de la apariencia como egipcio.
Moisés huyó a Madián porque su temor a perder la vida era más grande que su anhelo para liberar a Israel del yugo de la esclavitud. Moisés huye de Egipto como Egipcio. De hecho, las hijas de Jetro lo identificaron así (Éxo 2:19). O sea, que vestía y se maquillaba como un Egipcio.
Escribimos lo siguiente acerca de esto último, el maquillaje de los egipcios, en El Heraldo del 24 de mayo de 2020:
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Sabemos que los israelitas llegaron a Egipto al principio del segundo milenio antes de Cristo. Esto es un dato histórico comprobado. Una pintura hallada en la tumba de Khnumhotep en Beni Hasan, muestra la llegada de caravanas de semitas a la tierra de Egipto para vender cosméticos que se usaban para pintar los ojos. Este mural data de cerca del 1890 AC. Lo que esto significa es que es muy probable que los israelitas ya llevaran algunos años entrando a Egipto. Las túnicas de las personas que aparecen en esa pintura son multicolores y la inscripción data del sexto año de Sesostris II.” (El Heraldo Mayo 24, 2020)
El Profesor Nahum Sarna señaló que sus sandalias eran emblemáticas de los miembros de la sociedad pudiente de Egipto. En los años tempranos del segundo milenio antes de Cristo la “gente de a pie” caminaba descalza. Los pudientes utilizaban sandalias hechas de hojas de papiro[2]. Esta es una de las razones por las que Dios le ordena quitarse las sandalias ante Su presencia. Moisés seguía utilizando sandalias como egipcio y como persona cuarenta años después de haber salido de Egipto.
La orden de Dios era sinónimo de despojarse de sus estructuras sociales, de sus disfraces políticos, de su posición dominadora, de su vida anterior. Moisés vivía, vestía y hablaba como un Egipcio.
Moisés huyó de Egipto y se escondió en el desierto. Estando en Madián se escondió detrás de un oficio. De hecho, Moisés no sabía que Dios iba a usar ese oficio. No aparece un solo dato de él revelándole a Jetro que él era Hebreo. Es sólo después de la revelación que de Dios que él le comunica a su suegro que sus hermanos eran judíos (Éxo 4:18).
Este es otro tema recurrente en la Sagradas Escrituras. La Biblia enfatiza que nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva a enmascararnos, a escondernos, a huir y a fingir ser lo que sabemos que no somos. Es Adán escondiéndose, enmascarándose después de pecar (Gn 3). Es Caín intentando convencer a Dios que él no es responsable de su hermano (Gn 4). Es la mujer de Jeroboam fingiendo ser otra (1 Rey 14:1-6). Es Pedro buscando el calor del fuego de los enemigos de Jesús y negando, mintiendo y jurando en falso cuando se le preguntó si era parte de los discípulos de Jesús (Lcs 22:55-62). El pecado nos hace huir, enmascararnos y hasta hacernos fingir que somos lo que no somos.
Moisés huyó de la señales de Dios. Su vara de pastor se convirtió en serpiente y Moisés huyó de ella. Dios lo obligó a agarrar por la cola aquello que lo producía temor. Este era una parte del proceso para confrontar aquellas cosas que él temía. Eso que él temía se convertiría en parte de sus herramientas centrales para la tarea. Así que no podía tenerle temor.
Esto es, herramientas que habían estado en sus manos desde sus años de formación, se convertirían en las herramientas de Dios (Éxo 4:20; “la vara de Dios”). Dios lo estaba confrontando en privado para que no fallara cuando tuviera la necesidad de usar las herramientas en público.
La cantera de posibilidades que surgen de estas aseveraciones es interminable. La confrontación en privado de aquello que tememos y las herramientas que Dios coloca en nuestras manos desde nuestras etapas de formación, son temas recurrentes en los llamamientos que Dios realiza.
Moisés tenía que aprender a ser profeta y sacerdote. O sea, que tenía que aprender a ser voz de Dios para hablarle al pueblo y voz del pueblo para hablarle Dios. Jonathan Sacks ha señalado que para que él pudiera ser capaz de hacer esto, Moisés tenía que aprender algunas cosas. La primera de ellas es que no se trataba de él; se trataba de Dios. En segundo lugar, que había que creer que el pueblo al que Dios le había enviado a servir podía ser capaz de hacer lo que Dios dijo que deberían hacer. O sea, que no se trata de nosotros y sí del pueblo en el que Dios nos ha llamado a servir.
Un ejemplo monumental acercar de esto último lo tenemos cuando Moisés le señala al pueblo de Israel que no podían aborrecer al Egipcio (Dt 23:7). Una cosa era permitir que Dios sacara a Egipto de sus corazones. Otra cosas era aborrecer a los moradores de esa tierra. Nadie puede ser capaz de comunicar y acentuar un mensaje así a menos que esté convencido de que no habla por cuenta propia sino como boca de Dios.
Esto es sin duda alguna uno de los momentos cruciales del llamamiento de Moisés; cuando le dijo a Dios que él no era un hombre de fácil palabras (Éxo 4:10); que era torpe de labios (Éxo 6:10-11). Algunas exégetas han interpretado esto como que Moisés pudo haber sido tartamudo. Si esto es así, la Biblia nunca nos dice que Dios corrigió o que le sanó de esta condición. O sea, que caminó toda la ruta ministerial con un defecto que Dios nunca le corrigió.
Un defecto vital para cualquier comunicador. Otros exégetas han propuesto que el significado de esto es que Moisés no sabía hablar muy bien el hebreo, cuando salió de Egipto. Además, que el desierto le hizo perder la capacidad de dominar con fluidez el idioma egipcio. Ahora bien, la mayoría de los exégetas concuerdan que la mención de esta incapacidad sirve para afirmar que cada vez que Moisés hablaba, no podía estar hablando por cuenta propia. O sea, que las palabras que hablaría no serían suyas.[3] (Sacks, p.9)
Sacks señala que este aspecto es comparable con Isaías señalando que tenía labios inmundos (Isa 6:5), con Jeremías señalando que no podía hablar porque era un niño (Jer 1:6), o el pasaje en el Dios le tiene que decir a Ezequiel que haría que su lengua se pegara a su paladar, que lo dejaría mudo y que no podría ser varón que reprende hasta que el Señor le abriera la boca para decir “así ha dicho Jehová el Señor (Eze 3:26–27).
¿Cómo podemos evaluar estas aseveraciones bíblicas? Hay una sola manera de hacerlo: humillados delante de la Presencia del Eterno y reconociendo que no se trata de nosotros, se trata de Dios y de Su pueblo. Postrados delante de Su Presencia reconociendo que se nos ha concedido el privilegio de ser boca de Dios (Jer 15:19). Reconociendo que no podemos hablar de nosotros mismos, sino que lo hacemos cuando el Eterno decide abrir nuestras bocas para que tengamos el privilegio y la responsabilidad de decir “así ha dicho el Señor.”
Es muy interesante reconocer que Dios había estado utilizando todo esto para formar al ser humano que Él iba a llamar para liderar una de las misiones pastorales más importantes de la historia: un tartamudo que había aprendido a huir de sus realidades. Moisés nunca fue esclavo y esto le ayudó a mantener su mente libre de esa clase de ataduras. Sin embargo Moisés fue adoctrinado como Egipcio y Dios necesitó restregar esa capa cultural del corazón y del pensamiento de este hombre.
Podemos decir que a los 80 años de edad, Moisés estaba listo para la misión, pero él no lo sabía. Lo único que le faltaba era la revelación de Dios.
¿Cómo podemos resumir esa revelación? Warren Wiersbe ha propuesto tres (3) escenarios a saber: lo que vio (Éxo 3:1-3), lo que escuchó (vv. 4-10) y lo que respondió (3:1- 4:17)[4].
El análisis de la zarza ardiente, así como el de las respuestas de Moisés y su diálogo con el Señor, necesitan ser analizadas en otra batería de reflexiones. Basta señalar que sus aseveraciones “¿quién soy yo?” (Éxo 3:11–12), “quién me está enviando” (Éxo 3:13–22), “no me van a creer” (Éxo 4:1–9) y “yo no tengo los dones ni las capacidades necesarias” (Éxo 4:10–17), han formado parte del libreto de respuestas de casi todos aquellos a los que Dios ha llamado a su servicio. [5]
En muchas ocasiones encontramos a compañeros en el ministerio que le dijeron a Dios “Tú eres, pero yo no soy.” “Tú eres Dios, el mismo ayer, hoy y por todos los siglos, pero yo no soy la persona que tú buscas”. En una ocasión le preguntaron al Dr. Billy Graham que por qué Dios lo había escogido para ese ministerio. Su respuesta fue lapidaria. Graham respondió que él estaba convencido de que esa sería la primera pregunta que él le haría a Dios: “¿Por qué yo?”
Dios prefirió llamar a alguien que huía y que era capaz de esconderse de sus anhelos y de sus convicciones. Dios prefirió llamar a alguien que tenía dificultades para expresarse. En todo esto vemos la misericordia (“chêsêd”, H2617), el favor de Dios.
Moisés recibió de parte de Dios tres (3) señales durante esa revelación para llamarle al servicio. La vara que se convertía en serpiente, la seguridad de que el agua se convertiría en sangre y la señal de la mano leprosa (Éxo 4:6). Las primeras dos señales fueron utilizadas en las tareas ministeriales con el pueblo de Israel y con el de Egipto. La tercera parece ser un anticipo de lo que le sucedería a alguien que ocupaba un lugar en su corazón; su hermana María (Núm 12:10). Los rabinos también opinan que se puede tratar de “lashon hara”, una castigo por utilizar un “discurso despectivo” que produjo la ira de Dios[6] (Éxo 4:14).
Dios seleccionó a Moisés porque su capacidad para creer, su fe en acción y su capacidad para obedecer a Dios, eran más fuertes que sus temores. Esos son los seres humanos que Dios busca. Se trata de hombres y mujeres imperfectos, incapaces, débiles y descalificados. Al mismo tiempo, se trata de seres humanos que pueden creer y obedecer, más de lo que pueden temer.
La Biblia está llena de estos ejemplos. Jacob temía a Esaú, pero tenía que obedecer a Dios y regresar a Canaán. Dios le había dicho que regresara a Canaán:
“
3 También Jehová dijo a Jacob: Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo.” (Gn 31:3)
Sin embargo, esta orden de Dios no canceló su temor, pero le conminó a obedecer más allá de sus temores.
“
11 Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. 12 Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud. ” (Gn 32:11-12)
Reiteramos, una de las grandezas de este pasaje es que nos enseña que la capacidad de obedecer de Jacob era más grande que su temor. Dios resolvió este asunto con una experiencia transformadora:
“
23 Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. 24 Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. 25 Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. 26 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. 27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. 28 Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. ” (Gn 32:23-32)
El salmista nos deja saber que vivió una experiencia similar:
“
1 Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; Me oprime combatiéndome cada día. 2 Todo el día mis enemigos me pisotean; Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia. 3 En el día que temo, Yo en ti confío. 4 En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre? ” (Sal 56:1-3)
La Biblia dice que Dios resolvió esto con Su palabra y con alabanza:
“
10 En Dios alabaré su palabra; En Jehová su palabra alabaré. 11 En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre? 12 Sobre mí, oh Dios, están tus votos; Te tributaré alabanzas. 13 Porque has librado mi alma de la muerte, Y mis pies de caída, Para que ande delante de Dios En la luz de los que viven” (Sal 56:10-13)
O sea, que el salmista pudo creer y obedecer con mucha más fuerza que lo podía temer.
La Biblia dice que Noé tuvo un problema similar cuando Dios le ordenó construir el arca:
“
7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.” (Heb 11:7)
O sea, que Noé tenía temor, pero su temor no pudo vencer su capacidad para creer y para obedecer. Esa obediencia salvó su vida y da su familia. Por último, la escuela que Dios usó para llamar a Moisés es una muy intensa. Hay algunos principios que se desprenden de esta. A continuación algunos de los 20 principios identificados por Evan Moffic [7]:
- Encuentra el centro vital, el núcleo de tu llamado: ¿cuál es tu propósito? ¿cuáles son tus “core values”?
- Se persistente: faraón necesitará ser confrontado en más de una ocasión
- Conoce cuándo debes arriesgarte: ¿cuándo y cómo confrontar? ¿cómo interceder por el pueblo?
- Encuentra una buena segunda voz; Aarón se encargó de formar a Moisés.
- Conoce las necesidades y las exigencias de tu jefe.
- Usa los símbolos de manera efectiva; cada tribu tenía su propia cultura e identidad. Los símbolos para unirlas fueron vitales.
- Trae las personas correctas a tu equipo de trabajo desde el principio; los ancianos de Israel podían ser llenos del mismo Espíritu que Dios puso en Moisés.
- Las conversaciones importantes tiene que ser desarrolladas cara a cara: las reuniones con faraón son un buen ejemplo de esto.
Fichas Bibliografías – Enlaces a PDF Gratuitos
https://www.bridgesforpeace.com/wp-content/uploads/2018/10/TL-1118-WEB.pdf
https://www.christiancourier.com/articles/253-character-portrait-of-moses-a
http://christopherscottblog.com/leadership-principles-moses/
https://divinity.duke.edu/sites/divinity.duke.edu/files/divinity-magazine/DukeDivinityMag_Fall12.WEB_.pdf
https://kidsministry.lifeway.com/2017/11/20/5-leadership-lessons-from-the-bible-moses/
https://www.woolf.cam.ac.uk/blog/moses-as-a-model-for-effective-leadership
http://www.yfc.net/images/uploads/general/20-tips-from-moses.pdf
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https://divinity.duke.edu/sites/divinity.duke.edu/files/divinity-magazine/DukeDivinityMag_Fall12.WEB_.pdf
https://kidsministry.lifeway.com/2017/11/20/5-leadership-lessons-from-the-bible-moses/
https://www.woolf.cam.ac.uk/blog/moses-as-a-model-for-effective-leadership
http://www.yfc.net/images/uploads/general/20-tips-from-moses.pdf
Referencias
[1] Wiersbe, W. W. (1993). Wiersbe’s Expository Outlines on the Old Testament (Ex 2–4). Wheaton, IL: Victor Books.
[2] Sarna, Nahum M.. Exploring Exodus. Knopf Doubleday Publishing Group. Kindle Edition.
[3] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (pp.9-11, 30-31). Kindle Edition.
[4] Wiersbe, W. W. (1993). Wiersbe’s Expository Outlines on the Old Testament (Ex 3:1–4:17). Wheaton, IL: Victor Books.
[5] Wiersbe. Ibid. (Ex 3:11- Ex 10).
[6] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (pp. 30-31). Kindle Edition.
[7] Moffic, Evan (Rabbi). “20 Things You Can Learn About Leadership From Moses.” http://www.yfc.net/images/uploads/general/20-tips-from-moses.pdf.
[1] Wiersbe, W. W. (1993). Wiersbe’s Expository Outlines on the Old Testament (Ex 2–4). Wheaton, IL: Victor Books.
[2] Sarna, Nahum M.. Exploring Exodus. Knopf Doubleday Publishing Group. Kindle Edition.
[3] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (pp.9-11, 30-31). Kindle Edition.
[4] Wiersbe, W. W. (1993). Wiersbe’s Expository Outlines on the Old Testament (Ex 3:1–4:17). Wheaton, IL: Victor Books.
[5] Wiersbe. Ibid. (Ex 3:11- Ex 10).
[6] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (pp. 30-31). Kindle Edition.
[7] Moffic, Evan (Rabbi). “20 Things You Can Learn About Leadership From Moses.” http://www.yfc.net/images/uploads/general/20-tips-from-moses.pdf.
Colaboradores:
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media : Hna. Frances González / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 2 de agosto del 2020.
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Posted in SERIE: ENTRE EL MAR Y LA TIERRA PROMETIDA, AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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